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CASTELLS, Ricard. Anexo: Elegía

Documento colectivo elaborado tras la noticia de la muerte de Ricard Castells i Corts, Barcelona, 1955 – Barcelona, 17-I-2002

[ Ricard Castells, frente a su obra.  Fotografía © 2002 APIV ]


TEXTOS:

SERGI ALBIR

KOLDO AZPITARTE

MANUEL BARRERO 

JOSEP M. BEÀ 

LUIS CONDE

ÁNGEL DE LA CALLE

JOSÉ IGNACIO DELGADO

NORMAN FERNÁNDEZ

JOSÉ VICENTE GALADÍ

ABEL IPPÓLITO

ENRIQUE CARLOS MARTÍN

CARLOS MONTE

CARLOS NINE

PERE OLIVÉ

CARLOS PORTELA

ANTONIO TRASHORRAS

 

YEXUS

 
RECORTES:

JESÚS CUADRADO, prologo para el libro de cómics Poco, II 

JAUME VIDAL, obituario en el diario El País

FELIPE HERNÁNDEZ CAVA, obituario en el diario El Mundo

JOSEP GÀLVEZ, obituario en el diario Avui


Sergi Albir


Castells se ha ido. Se ha ido antes de que en España el público mayoritario pudiese apreciar lo suficiente ninguna de sus obras. Tal vez, como pasa con muchos autores, su obra le haga célebre una vez se ha marchado. Sería un tardío legado, pero no una victoria pírrica para el tebeo, porque las páginas que ha dejado pasan a formar parte de nuestra historia. Hay que lamentar profundamente que ya no esté entre nosotros, pero debemos prestar -ahora y también en el futuro- atención a un autor que se esforzó por marcar la diferencia entre rellenar páginas y crear arte.
Adéu, Ricard Castells.


POCO, DEMASIADO POCO..., por Koldo Azpitarte


Esta noche he tenido un sueño muy extraño. Estoy en una estancia enorme, con miles de libros colocados en sus estanterías, y en la mesa central, una pila de álbumes bellamente editados con las siguientes partes de Poco, la continuación de Huracán, Araia, tal vez una adaptación de El Quijote y otras cuyos títulos permanecen borrosos. Es la Biblioteca de los Sueños, el único lugar donde podré contemplar dichas creaciones. Me acerco temeroso a la mesa y abro uno de los álbumes. En ese momento suena el despertador y me levanto. No es hasta que me lavo la cara frente al espejo del baño cuando me doy cuenta de que Ricard Castells ya no está entre nosotros. Salgo del baño y me voy al estudio. Allí busco en la sección de editoriales independientes y encuentro los álbumes de Poco, Huracán y La expiación. Los ojeo una vez más hasta que el frío de las mañanas de enero comienza a dejar mis extremidades doloridas y entonces vuelvo al dormitorio a vestirme con desgana.
Salgo por la puerta y en el exterior, el mundo parece un poco más gris, un poco más pequeño y mucho más triste


Manuel Barrero


Adiós, línea que tiembla y que narra

Adiós, mancha que dice y que aterra y que clama

Adiós, color que calma y que embruja y que canta

Adiós, viñeta con alma

Hasta siempre, Castells...


Josep M. Beà


A principios de los 70, me encontraba trabajando como un poseído para el editor yanqui James Warren cuando se presentó en mi estudio Ricard Castells buscando asesoramiento profesional. Ricard debía tener unos 18 años pero aparentaba tener algunos más. Abrió su carpeta y me mostró una historieta de genero terrorífico que, a pesar de evidenciar algunas carencias de factura técnica propias de su temprana edad, causaba auténtico pavor, aquellos dibujos no se regían por una estructuración convencional; transmitían un tipo de miedo fantasmal que calaba el alma. Entonces me di cuenta de que me hallaba frente a alguien dotado de una singular sensibilidad, una persona atípica, muy inteligente, e incapaz de doblegarse a los requerimientos sistemáticos a los que cualquier dibujante de aquella época debía someterse si pretendía dedicar su vida al exótico oficio del cómic. Castells fue el primer dibujante que conocí al que no podía exigírsele la mercenaria premisa del "aprender copiando" de Raymond, Robbins o Barry, tal como habíamos hecho todos los dibujantes de mi generación. Castells era un curioso autodidacta nato. Probablemente, ya de muy joven albergaba en su mente las piezas que terminarían configurando su extraordinaria concepción del cómic pero, conseguir unirlas adecuadamente le llevaría muchos años de arduo esfuerzo sobre el tablero de dibujo. Y finalmente lo consiguió. Y la obra que nos ha dejado es una muestra irrepetible donde se entremezcla de manera pasmosa lo mejor de la poesía, la pintura, la literatura y el cine aunados por una insólita comprensión de los avatares de la existencia humana. 
Compañero Ricard, sobrepasaste las expectativas que te marcaste en un principio hasta convertir tu arte en uno de los eslabones más brillantes -por arriesgado- de la historia de nuestro cómic. Siempre te recordaré, amigo mío.


A LA MEMORIA DE UN GRANDE DE LOS TEBEOS, por Luis Conde Martín


Con la rabia de haberte perdido,
con la angustia a compartir con MARTA, 
con la ausencia en los tebeos en existen,
con la necesidad de reclamarte
Coño, ¿cómo nos haces esto?
¿Y qué haremos ahora, los que gozábamos con tus dibujos?
¿Y qué tebeos buscaremos ahora que nos alivien de tanta mierda?
Nos tocará jodernos y volver a revisar tus obras
y volveremos a reconocer lo cojonudo que eras
y volveremos, de nuevo, a echarte de menos,
a volver a cabrearnos por tu ausencia.
¡Y a maldecir de una industria cultural tan cutre
y de un mundo, el de los tebeos, que tanto amamos y sufrimos!
Ricard, allá donde estés, vela por nosotros, por fa.


Ángel de la Calle


No me apetece hablar de la obra de Castells, porque la conozco desde el principio y ahora que ha llegado al final no me encuentro con fuerzas para improvisar unas líneas sobre ella. Alguna vez lo hice y ahí están el Dentro de la viñeta, el prólogo de Poco y la publicación del XVIII Salón de Barcelona para el que quiera saber que me parece el trabajo de Ricard.
No, lo que el cuerpo me pide es hablaros de él, del artista que nos ha dejado y al que yo quise y respeté.
Lo conocí en el primer salón del cómic de Barcelona, el mismo día que nos encontramos por vez primera Miguelanxo Prado, Toni Garcés, Julio DasPastoras, Rafa Estrada, Pascual Ferry y Ricard junto a Marta. Tengo en mis manos una foto, tomada por el portugués Joao, en que se nos ve a todos, con mucho más pelo y muchas menos arrugas, en las sillas de plástico de la cafetería del palacio de la Feria de Muestras de Barcelona donde se celebraron los primeros salones.
Ricard ,aquellos días de comienzos de los ochenta, ya llevaba bajo el brazo las páginas de Ecuador, aquella obra sin palabras y de colores y narrativa arriesgada que aun no ha visto la luz.
El tener treinta páginas bajo el brazo de una historieta pensada para ser un libro, y en color, era algo homérico para todos nosotros que llevábamos, como mucho, ocho páginas de historia corta para enseñar a Toutain -meta editorial a alcanzar por todos nosotros en aquellos momentos-. 
Y de una u otra forma, y antes o después, todos acabamos en las revistas de Toutain, salvo Castells.
En este mundo de los cómics, donde a cualquiera que sea capaz de calcar una página de Gil Kane tendrá dos editoriales norteamericanas, y sus sucursales de las colonias, que le darán el rimbombante nombre de ARTISTA, Ricard Castells es de los pocos a los que debería dárseles ese nombre con propiedad. Su independencia y rigor creativo sólo son igualables por su compromiso con su obra. Nunca, desde sus lejanos comienzos en el tebeo comercial de terror, se apartó un ápice de su elección gráfica. Esa imposibilidad, asumida y buscada, de rebajar sus dibujos a estilos, o estándares, más comerciales la pagó con la incomunicación durante demasiados años. La incomunicación más dolorosa para un creador: la de no poder hacerse oír, leer, por su público potencial. En toda la trayectoria de las revistas españolas de cómics de los setenta y ochenta apenas se publicó de él una historieta de tres o cuatro páginas en un número de Cimoc.
La prueba definitiva del compromiso con su obra la dio -y me parece que es un hito en la historia del tebeo español- cuando devolvió el adelanto, que tanto necesitaba, dado por la editorial Ikusager para realizar Lope de Aguirre: La expiación. Renunció al dinero para que nadie pudiera manipular su obra.
Eso, el compromiso con su propia obra, aparte de las calidades técnicas y/o de comunicación, es lo que diferencia a un artista de un mero dibujante, ilustrador o guionista.
El ostracismo al que estuvo sometido durante años, sólo aliviado por los japoneses de Kodansha, tratamos, sus admiradores, de romperlo cuando en las segunda edición de las Jornadas de Avilés le dedicamos una exposición que descubrió, a sus cincuenta mil visitantes, un grafista de muchos quilates.
La publicación por parte de la revista Slumberland de la charla que con él tuvimos en aquellas Jornadas puede situar al lector en el estado de las cosas de hace apenas cinco años.
Un año después en una mesa redonda, en la Semana Negra de Gijón, Castells, en uno de sus momentos más difíciles por la falta de perspectivas dijo -textualmente- «yo el futuro del cómic no lo veo».
Dos años después, la noche que ganó el Premio del Salón y tenía dos libros editados en España, en sólo dos años, le recordé la frase. Estaba presente Jesús Cuadrado en el escasamente iluminado tugurio donde, junto a Marta, Jorge Iván, Vicente garcía y Jaume Vaquer, celebrábamos el premio. 
Así suceden las cosas, escasas páginas publicadas después de quince años y en los cuatro siguientes cuatro libros, y otro que ya será póstumo.
La aparición de De Ponent y Sinsentido fueron fundamentales en su trayectoria y a sus editores hay que agradecerles lo que hicieron. Igualmente pedirle a la organización e Salón de Barcelona que tenga el detalle de organizarle este mismo año un gran homenaje, para lavar así su cara de la ofensa que ese evento le hizo a él, y a los que amamos el cómic, de no dejarle hacer el cartel del año que le correspondía.
Avilés ya le hizo exposición retrospectiva, también A Coruña, falta su ciudad, arreglen eso.
Hace pocos días hablamos Castells y yo. Me recordaba que no me olvidase de enviarle el Mar y Mari de cada año y quería saber si había avanzado mucho con Modotti. Días después me dejó Marta un mensaje en el contestador diciendo que había llegado la recopilación de las tiras y que ya hablaríamos.
Ricard y yo ya no hablaremos más. Pero el continuará contándome cosas a través de su obra, que cada día irá haciéndose más grande.
Yo quería a este artista.


José Ignacio Delgado


La muerte de Ricard supone para nuestra Historieta una pérdida irreparable, un vacío difícil de llenar. Su personal estilo, que sabía acomodar a la historia con pasmosa facilidad, su dominio de los mecanismos de la narración, no es algo que vayamos, hoy por hoy, a encontrar a la vuelta de la esquina. Nos quedan, eso sí, obras como su excepcional Aguirre, o su Poco, o su más reciente Huracán. Historias en las que cada una de sus viñetas alberga un mundo lleno de matices que espera ser descubierto. Es lo que nos deja, además del recuerdo de un gran autor que la vida quiso arrebatarnos tan pronto.


RICARD; YO MISMO Y LA ARGENTINA, por Norman Fernández


Lo primero que debo decir es que desde que Manuel Barrero me solicitó un texto sobre Ricard, no era capaz de ponerme a escribir nada coherente. Todavía no estoy seguro de estar haciéndolo pero, sea como fuere, lo que he decidido es utilizar un texto que escribí hace un tiempo para la revista argentina Comiqueando. La revista, que dirige Andrés Accorsi, tiene una sección que llaman el autor del mes, y una reseña sobre Ricard fue la primera de mis colaboraciones con el Comiqueando.

Las líneas que siguen reproducen como homenaje a Ricard ese texto.

EL AUTOR DEL MES. RICARD CASTELLS

Si existe un autor, dentro del panorama del cómic español de los últimos años, al que se le puedan aplicar los conceptos de “autor maldito” y de “justicia divina”, ese es Ricard Castells. Nacido en Barcelona en 1955, Castells comenzó su carrera realizando historias de terror para el mercado norteamericano, en editoriales como Warren o Skyland.

A comienzos de los ochenta, Ricard aparece ligado al grupo de autores que se articuló en torno al fanzine “Zero” (grupo que incluía nombres como Garcés, Das Pastoras, Beroy, Ratera, Ferry o Prado). Para entonces ya había comenzado a realizar una serie de obras al margen de la industria en las que demostraba sus verdaderas cualidades. “Equador” es su gran obra de esa etapa; un álbum de 48 páginas, sin textos, que representaba la primera parte de una trilogía. Trilogía que no se completaría, ya que “Equador” nunca fue publicada, a pesar de estar finalizada desde 1984.

Pese a ello, Ricard siguió trabajando en una serie de trabajos basados en su moderna concepción de la historieta. Obras que fueron apareciendo en soportes de lo más dispares: publicaciones como “Cavall Fort”, “Medios revueltos”, “In Juve”, “Imajen” o “El Ojo Clínico”, y que en muchas ocasiones no eran las más adecuadas para las características técnicas de su trabajo, pero a las que hay que agradecer una capacidad de asimilación de nuevos conceptos que no parecían tener los editores “tradicionales” en aquel momento.

Llegó entonces en 1992 el encargo de Ikusager para completar la trilogía sobre Lope de Aguirre que, bajo guión de Felipe Hernández Cava, habían comenzado Enrique Breccia y Federico del Barrio. El editor, cuando finalmente vio el trabajo de Ricard, no supo asimilar lo avanzado del mismo y decidió romper el contrato con alguna excusa peregrina, no publicando la obra. Aquello hizo que Castells llegase a plantearse el abandonar la historieta.

El éxito de un par de exposiciones sobre la obra de Ricard (una en el Salón de Avilés, comisariada por Ángel de la Calle y otra en Bruselas organizada por Jan Baetens), le motivaron para perserverar en un proyecto que habïa presentadoa la editorial nipona Kodansha. Así fue como surgió “Poco”. Mientras tanto, Ponent decidió recuperar el álbum de Lope de Aguirre, obra que se alzó en 1999 con el premio del Salón del Cómic de Barcelona, casi simultáneamente a la edición por parte de Sinsentido de la versión española de “Poco” (de la que acaba de aparecer el segundo álbum).

Afortunadamente para los lectores, Ricard Castells es un autor recuperado para la historieta, un autor que cada vez esta más cerca del lugar que merece por su inmenso talento y su gran sensibilidad (adjetivos que basta leer “Poco” para comprobar que no son gratuitos). Supongo que cuando Ricard lea este texto, me regañará por decir esto, pero sinceramente creo que la mejor manera definirle como autor es diciendo que estamos ante el “continuador natural” del legado del maestro Alberto Breccia.


LA PLAYA Y LOS MUERTOS, por José Vicente Galadí


Castells muerto.

Parece mentira. ¡Si lo conocí el otro día!

Fue el sábado 29 en la exposición del INJUVE, no hace ni tres semanas. Apareció allí con su compañera, creo, y con JESÚS MORENO, su editor. Me presenté y hablé allí brevemente con ellos de esto y de lo otro.

Me comentó lo de su nuevo álbum, HURACÁN, y yo le pregunté que aquella historia continuaría, ¿no?. Cierta sonrisa de complicidad entre editor y autor y comentaron que sí, que pensaban continuarlo, pero que dependería de cómo saliera la cosa y ...

...

Ya no continuará.

Una pérdida. Todas estas pérdidas son siempre lamentables. Pero cuando un autor español desaparece a mí me queda la certeza de que no hay reemplazo, de que no hay un nuevo autor que coja el relevo y continúe la carrera donde él la dejó.

La historieta española se muere. Y el autor que ahora se ha muerto era uno de los que luchaban por mantenerla viva.

¿Qué más puedo decir? Mi pésame a sus seres más allegados. Mi pésame también a todos los que han perdido algo con su desaparición que, dándonos cuenta o no, somos todos.

Ya nos gritaremos. Mientras tanto rueguen porque realmente exista en alguna parte esa biblioteca de Lucién y que tenga una amplia sección de tebeos. Quizá entonces nos enteremos de que pasó en aquella playa desierta llena de ahogados.


Abel Ippólito


Ricard, recuerdo tu calma, tu paz, tu sonrisa, tu bondad, tu humildad.
Te recuerdo con Marta, con tu Marta, feliz y enamorado.
Voy a echarte mucho de menos. Te quiero mucho. 
Nos vemos.


Enrique Carlos Martín (Enriquecarlos)


Estimado Ricard, allá donde te encuentres, porque aún sin ser religioso o similar creo demasiado injusto que alguien como tú se disuelva sin dejar algo en este universo. Muchas gracias por todo, compañero. Gracias por tu amable acogida, por tu confortable hombro de colega comiquero, por tu sencillez y claridad, y sobre todo, por tu amistad. Has sido y siempre serás demasiado importante para olvidarte.
Hasta siempre.


Carlos Monte (Montecarlo)


De Ricard nos quedarán sus obras y, para los que lo conocimos, un puñado de recuerdos.

Las maneras suaves y pausadas, la tenacidad, el compromiso con un medio al que amó como hay que amar, profundamente, más allá de toda lógica o esperanza.

De Ricard nos quedarán los trazos de pincel sobre la página, huellas de gestos irrepetibles, expresión de sentimientos universales.


Carlos Nine


Recién pude conocer a Ricard Castells en el festival de La Coruña de agosto del 2001.
Su mirada triste, su aspecto frágil y el tono comprensivo, gentil, delicado de su voz me impresionaron y fijaron en mí, el recuerdo de su persona. Yo no soy el tipo que pueda retener fácilmente en la memoria a las personas que va conociendo. 
Cuando recorrí las páginas de POCO, el libro editado por Sinsentido, advertí la relación poética y hasta cromática que existía entre el relato, los dibujos, y su propia persona.
Ya en Argentina, pensé frecuentemente en Castells a pesar de haber intercambiado con él sólo unas palabras. Traté de encontrarlo en la fotografía que nos tomaron en el ayuntamiento junto al alcalde de La Coruña, pero no estaba. Recordé que había vuelto a su ciudad antes que terminara el festival.
Ahora me llega la noticia de su muerte a causa de un derrame cerebral, y entonces vuelve a mi el recuerdo de su mirada triste y la figura de pájaro desgarbado en medio de una nevada.
Imaginé, sólo puedo hacer eso, su desencanto y tal vez amargura, tal como a mi a veces me sucede, debido a lo duro que le habrá resultado tratar de que por lo menos se considere la posibilidad de que existen formas diferentes, alternativas, de contar historias con dibujos. 
Y hasta puedo imaginar que los gladiadores modernos tienen ahora, el aspecto de pájaros desgarbados en medio de una nevada.


MEMENTO, HOMO..., por Pere Olivé


Si son nuestras vidas, como dijo el poeta, los ríos que van a dar a la mar que es el morir, siempre quedarán en nuestra memoria los ríos caudalosos, los que hicieron grandes los mares con el don de la creación.

Estos días pasados, varios hombres célebres terminaron su andadura entre nosotros, creadores natos que aportaron sabiduría y deleite a nuestras mentes. Pero con distinto eco en los medios de comunicación. Actores y escritores, como suele ser habitual, han merecido crónicas en la prensa y fueron noticia destacada en radio y televisión.

Un autor de cómics, aunque fuese de la talla de Ricard Castells, salió de este mundo de puntillas, sin otro reconocimiento que el de los profesionales del medio y los lectores de sus obras. Ocurre con frecuencia: el talento de un dibujante de tebeos no suele medirse con el mismo rasero que el de un pintor, un escritor o un músico. Por lo menos en este país, donde algunas obras de genios de la historieta se descabalgan de las paredes de los museos y van a parar a los sótanos, archivadas en carpetas, porque siguen calificadas como arte menor y no deben exhibirse junto a un cuadro.

Mientras esta mentalidad no cambie, a la impotencia y la rabia de perder un ser querido y admirado, hay que sumar la amargura que produce la ignorancia, el desprecio hacia el Cómic como medio, el pasar de mirar la obra de un maestro con la luz de la inteligencia...

Yo pediría a los sabios que estudian y analizan en profundidad el Arte con mayúsculas, que se asomaran a la obra de Castells con los ojos del alma muy despiertos, para poner en el lugar que se merece a un hombre que supo dibujar con idéntica maestría con la que Cela enlazaba las palabras, o Marsillach nos recordaba en su decir arrebatado, cómo se pasa la vida tan deprisa, cómo se viene la muerte tan callando...


Carlos Portela


Sobre Ricard Castells se pueden decir muchas cosas, pero creo que sobre todo habría que destacar que era un historietista vocacional y un enamorado de la historieta. Un artista de una enorme capacidad que eligió, para disfrute de todos nosotros, sus lectores, expresarse a través de viñetas. Ricard es, pues su obra sigue ahí para que podamos volver sobre ella otras tantas veces, un poeta de la imagen. Uno de esos escasos autores de extraordinaria sensibilidad que, de vez en cuando, nos regala la historieta para que mantengamos viva la fe. Gracias, Ricard, por habernos dado tantos y tan buenos momentos.
Como dijo Borges, yo me enorgullezco más de lo que he leído que de lo que he hecho. Y he leído mucho a Ricard Castells. Y sé que, como todos los años, de alguna forma nos volveremos a encontrar en el hall de la Estación de Francia para ir a tomar juntos un café.


Antonio Trashorras 


Con pocas horas de diferencia me entero de tres muertes. La del cinesta Ted Demme, la de Camilo José Cela... y la de Ricard Castells. Por cercanía y afinidad cultural, una me afecta más que las otras. Aunque los medios apenas se hicieron eco y su hermosa obra se encuentra mucho más cerca del olvido que la de otros fallecidos ilustres, quizá a sus seres queridos les consuele algo saber que, cuando nos enteramos, algunos lectores buscamos en nuestras estanterías y recorrimos con dedo nostálgico el canto de su bibliografía. Si de algo sirve...


RÉQUIEM POR RICARD CASTELLS, por Yexus


Un traicionero derrame cerebral ha provocado la muerte de Ricard Castells el pasado día 17. Su repentino fallecimiento no solo ha consternado a parientes, amigos y aficionados sino que ha privado a la historieta de un autor cuya valiosa y atípica obra comenzaba por fin a abrirse paso en esta enmarañada industria; si no en los circuitos mayoritarios, sí en manos de competentes editores que mimaban sus hermosas viñetas. Porque, tenaz, coherente y personal, la particularidad de su trabajo colisionó demasiado a menudo con la visión escasamente artística y excesivamente comercial de las editoriales al uso y otras instituciones. Un amplio registro, capaz de conjugar el drama con la ironía, definió una labor de estética inquietante pero grata, siempre marcada por la sutileza, tanto a nivel gráfico como conceptual.

Nacido en Barcelona en 1955, sus primeros trabajos aparecen en la década de los setenta en revistas de género y a nivel puramente alimenticio, publicaciones de serie B como Terror Gráfico, Horror y Zombie. Mientras, las primeras muestras reales de su talento verían la luz en el celebrado fanzine Zero, publicación que reuniría a principios de los años ochenta las firmas de profesionales hoy tan reputados como Tony Garcés, Miguelanxo Prado, Pascual Ferry o Das Pastoras. La inquietud de Ricard Castells pronto se vuelca en el campo de la ilustración, a la vez que comienza a colaborar en la veterana revista infantil catalana Cavall Fort, donde aparecen sus primeros trabajos a color.

Con ambiciosos proyectos en mente, materializa durante tres años el titulado “Ecuador” pero su inadaptación al estrecho mercado imperante le obliga a abandonar este álbum sin llegar a verlo publicado. Será Felipe Hernández Cava quien ofrezca un soporte adecuado a su obra durante los primeros 90 cuando codirige la revista Medios Revueltos, propuesta tan arriesgada y valiosa como la mayor parte de la producción de este guionista.

El autor catalán también demuestra su capacidad creativa con su participación en el álbum colectivo Norte-Sur (Ikusager, 1989), donde incorpora una lúcida reflexión sobre la libertad individual escrita por Antonio Altarriba. De nuevo choca con la incomprensión de dirigentes editoriales cuando el suplemento dominical de El País rechaza su episodio para una serie realizada por trece dibujantes bajo la coordinación de Hernández Cava. El resto de autores retira sus obras del proyecto y la historieta de Castells aparece finalmente en el catálogo del Injuve Nuevas Viñetas.

Y es en 1994 cuando el coloso editorial Kodhansa lo contrata para trabajar con absoluta libertad en un intento de ofrecer diferentes perspectivas a los lectores nipones, experiencia en la que también intervienen autores internacionales de la talla de Mazzuchelli o Baudoin. La serie “Poco” es el resultado de tal experiencia, comenzada a publicar en España desde 1999 por Sinsentido. Se trata de un ingenuo y amnésico vampiro que vaga durante los años 20 en busca de sus recuerdos tras haber sido adoptado por una insólita niña y su abuela bruja; melancolía, humor y un extraño sentido de la transgresión yacen en esta evocadora fábula que mezcla crueldad e inocencia con estética evanescente.

Las elegantes acuarelas de Castells brillarán excepcionalmente también al dibujar el último álbum de la azarosa trilogía sobre Lope de Aguirre escrita por Hernández Cava y sin publicar a la sazón por -de nuevo- imperativos de presunta comercialidad. Titulado La expiación, fue publicado por Edicions de Ponent y obtuvo el premio a la Mejor Obra en el Salón Internacional del Cómic de 1999.

Su más reciente trabajo ha visto la luz a finales del pasado año en la editorial Sinsentido.  Huracán es una crónica sobrecogedora y fascinante del naufragio de dos galeones que transportaban azogue al Nuevo Mundo en el siglo XVIII. Parte de una novela de Carlos León para recrear con su propio lenguaje una tragedia protagonizada por los elementos y por ello publicada en formato horizontal. De nuevo un lirismo evocador, un expresionismo frágil igualmente apto para el espectáculo que para el apunte intimista, se despliega en esta cuidada edición.

Multiformes trabajos en la carrera del dibujante barcelonés incluyeron también obras tan dispares como ilustraciones para Penthouse, portadas para Ediciones B, el catálogo de la exposición Made in Tintin o una serie de tiras seriadas en el diario de la Semana Negra de Gijón.

Ediciones De Ponent prepara en 2002 la publicación de material aparecido las revistas Medios Revueltos y El Ojo Clínico junto a material inédito, libro que ahora se convertirá en obra póstuma de un artista desaparecido de forma tan injusta como prematura.


PRÓLOGO a Poco, II, por Jesús Cuadrado


Una sombra sin su sombra

El perro vacío de ladrido arrastra una correa vacía de dueño, y es el propio argumento de los seres vacíos de ayer: "Poco". Estructuras que son la misma nube que libera de color los parajes y que acerca un rojo de comisura o un azul de pellizco para quien no aprendió, aún, a distinguir el precipicio de la orilla. 

Y la humedad seca de cada mirada, la espalda con su sombrero o las manos concentradas miden los espacios que se escapan. Además, el hoy y el presente desaparecen, como la barandilla del precipicio y cada perspectiva es un impulso atemporal, cámara al hombro, cuaderno de apuntes, obra terminada; es boceto mudo y es latido. 

Y si pudiera definirse el color más que como una interminable superposición de instantes, el blanco sería la longitud más cercana, y el verde máscara, tan frontal, lo más lejano. Y la armonía más tenebrosa -con sus oscuros-, noche alarma y de enigma casi sonoro, se vuelve una serenidad que otorga al precipicio un suelo aparente -y, acaso, firme-, que ya sólo es penumbra y, sin remisión, y como en casi todo, tiempo. 

Cuando el tiempo es color y el vacío de lo blanco es tiempo -distancia que narra-, la medida de casi todo lo que acontece es quietud y cansancio; cansancio que busca esa calle, aquel asiento, un lugar-automóvil, aquella escalera, encontramos el borde mismo del precipicio mismo y sin orilla, sin asidero, y los personajes debieran, entonces, ser el entonces; porque no dejan huella, no prestan su sombra, y parecieran devorados por el estanque que jamás ocurre. 

Camina, el autor, bordeando el precipicio, transmite un vértigo y ningún puente o paso levadizo, o barandilla sobre el vacío. Castells camina, por añadidura, con la tranquilidad que da el hábito de un pie desnudo sobre algo también descalzo, ausente del antes y de un después. Es la singularidad habitual de quien dibuja un vacío sobre otro para mostrar ese hombro, aquel asomo de un gesto, las nucas -todas las nucas-, un banco que indica un camino sin la costura del sendero, un bosque en su inopia de troncos, y esos árboles con infinitas ramas desnudas de árbol y, a su vez, la nada repleta de hojas que se tragan la rama.

Es, o lo pareciera, un pincel que palpa una materia desnuda, porque los personajes parecen estarlo y parpadean, incluso, un asombro y una lejanía, e indican, así, un suelo, y, en lo insólito, cuando desnuda el vacío, la figura pareciera vestirse de realidad. 

Una realidad a punto de desnudarse. 

Texto también publicado en http://www.dreamers.com/foros/comic/back/grito2397.html 


RICARD CASTELLS, DIBUJANTE DE HISTORIETAS, por Jaume Vidal


De improviso, sin que nadie lo esperara, falleció el pasado miércoles el dibujante de cómic e ilustrador Ricard Castells, víctima de un derrame cerebral.

Nacido en Barcelona en 1955, Castells, a pesar de la juventud con la que le sorprendió la muerte, desarrolló una larga carrera de casi treinta años, en la que siempre optó por el riesgo narrativo y gráfico y por la opción de autor en un medio de precariedad comercial. En estos momentos, y tras haber colaborado como ilustrador o como historietista en numerosas publicaciones, entre las que se encuentran Dossier Negro, El Ojo Clínico, El Viejo Topo, Medios Revueltos, Penthouse, Plaboy, Star, Cimoc y Cavall Fort, había empezado a lograr su reconocimiento gracias a la labor de las llamadas editoriales independientes.

En la 17ª edición del Salón del Cómic de Barcelona le fue concedido el premio a la mejor obra de 1998 por su álbum Lope de Aguirre. La expiación, publicado por la editorial alicantina Edicions de Ponent, con guión de Felipe Hernández Cava. El libro obtuvo, asimismo, el premio al mejor guión. Recientemente, otra de las indenpendientes, la madrileña Sinsentido, le había publicado Huracán. El guardián del mercurio, cómic basado en la novela Huracán, escrita por Carlos León y editada por Plaza y Janés. También en Sinsentido apareció Poco, un estremecedor y tierno relato que fue publicado por primera vez en el mercado japonés. Poco fue la grata y sorprendente consecuencia del interés que tuvo la editorial japonesa Kodansha en reclutar autores europeos a principios de la década de los noventa. Esta historia de una niña y un vampiro tuvo continuidad en El jardín de la Luna. Poco 2.

Ricard Castells fue un batallador de la historieta de autor, que resistió hasta puntos que no aguantaron sus compañeros generacionales, muchos de los cuales optaron por caminos profesionales más lucrativos. Su trayectoria también incluye magníficas obras colectivas como el álbum publicado por Ikusager en 1989 Norte-Sur, en el que compartía protagonismo, entre otros autores, con el gran maestro de la historieta internacional Alberto Breccia. Para la realización de la historia de este libro, titulada Dos estados de una unión, con guión de Antonio Altarriba, empleó anilinas, collage, purpurina, ceras, rotulador, lápiz y pastel, lo que da cuenta de la amplitud gráfica, en algunos casos de vocación pictórica, que empleaba en sus viñetas.

Ricard Castells será incinerado hoy en el cementerio de Montjuïc, tras celebrarse el funeral a las 11.15 en el tanatorio de Les Corts.

Texto publicado en el diario El País, sección Agenda, 19-I-2002. 


BRILLANTE ÍNSULA DE NUESTRA HISTORIETA, por Felipe Hernández Cava


Ricard Castells fue un historietista y un ilustrador atípico, poseedor de un estilo que empezaba y acababa en él, como muy de tarde en tarde sucede en el ámbito de la gráfica. Fiel a esa singularidad de la que se sabía poseedor, había elegido una posición de francotirador que le hacía mostrarse inflexible para con los dictados de la industria.

 Castells, que falleció repentinamente víctima de un derrame cerebral, nació en Barcelona en 1955 y en un mercado tan chato como fue el de los años setenta, pareció lógico, por tanto, que sus inicios como creador de historietas se vieran circunscritos a contextos un tanto marginales, con la excepción de algunas obras para el mercado de las agencias que le permitían ir sobreviviendo, y que vieron la luz en revistas como Terror Gráfico, Horror, Zombie o Skeyeald, entre otras.

 Paralelamente, y eso sería una constante de su trayectoria, fue haciendo toda una serie de trabajos personales con el convencimiento de que, antes o después, encontraría la manera de darlos a la luz sin modificación alguna. Y, mientras tanto, iba entregando cuidadas ilustraciones para revistas como Play Boy o El Viejo Topo. El boom de la historieta que se vivió al comenzar los años 80 le sorprendió en muy buena compañía, la de los integrantes del fanzine Zarp, que fue importante cantera de la que habrían de surtirse algunas de las publicaciones emergentes.

 Pero su línea no acababa de encajar con ninguna de las que empezaron a estar en boga, y esa circunstancia lo convirtió, a su pesar, en una especie de dibujante de culto para muchos de sus colegas.La década, sin embargo, le permitió dar al mercado algunas de sus mejores ilustraciones (como las que realizó para los fascículos de La Zarzuela de Salvat) y alguna pequeña joya, como fue su colaboración en el álbum colectivo Norte Sur.

 Sería en los años 90 cuando su obra lograría desbordar los reducidos límites en los que se había movido hasta ese instante, merced a sus colaboraciones en la efímera Medios Revueltos y, especialmente, a la publicación del volumen La expiación, final de la trilogía sobre Lope de Aguirre. El álbum, que fue escrito por quien esto firma, padeció una accidentada génesis hasta que Ediciones de Ponent lo editó en 1998. Al año siguiente, obtuvo el premio a la mejor obra y el mejor guión en el Salón del Comic de Barcelona.

 Parecía llegado el momento de que este autor, dotado de una especial sensibilidad para el color y la composición, empezase a vivir la recompensa a su inquebrantable defensa de una forma única y transferible de entender la historieta. Una forma de creación que había atraído ya por aquel entonces a los editores japoneses que recorrían Europa a la caza de talentos singulares (como Ana Juan o Baudoin, por ejemplo). Y en parte así fue. Ediciones Sin Sentido comienza la tarea de dar a conocer su obra más personal. Tres álbumes, el último de ellos presentado hace escasas semanas. Con el primero de ellos, Poco, recopilación de la serie hecha para los orientales, consiguió el premio a la mejor obra en el Salón del Cómic de Madrid de 2000. Este 2002 estaba destinado a remachar la importancia de su obra con su presencia en la exposición de los mejores ilustradores españoles que empezará en breve a recorrer Italia.

 No deja de resultar irónico que haya fallecido el mismo día que Camilo José Cela, ya que hace unos años la Fundación que lleva el nombre del Nobel desaparecido pensó en Castells como el dibujante más adecuado para hacer una versión en historieta de las memorias del escritor.

 Ricard Castells nació en 1955 en Barcelona, ciudad en la que murió el 17 de enero de 2002

Texto publicado en el diario El Mundo, sección Obituario / Ricard Castells, 20-I-2002.


EL UNIVERSO CREATIVO DE RICARD CASTELLS, por Josep Gàlvez


La trayectoria creativa de Ricard Castells, fallecido el pasado día 17, ha sido una historia de pasión por la creatividad gráfica y de fidelidad a un universo que solamente su dibujo y la alquimia de sus colores fueron capaces de definir. Un universo estructurado alrededor de sensaciones evocadas, de atmósferas sugeridas y sugerentes, de personajes extraviados y de la búsqueda de cómo expresar la melancolía. Un universo que ha encontrado su definición más plena en el ámbito de la historieta, pero que también expresó como ilustrador en colaboraciones en "Ajoblanco", "Quimera", "Playboy", "Primeras noticias"...
En el mundo del cómic, hay que destacar en sus inicios la relación con el colectivo "Zero", del cual formaran parte Toni Garcés, Miquelanxo Prado, Julio das Pastoras, J.M.Beroy, Pascual Ferry, Pedro Espinosa...y que a finales de los setenta y principios de los ochenta optó por una actitud innovadora frente al medio que impulsó propuestas renovadoras entre sus componentes. En estos años colabora con "Cavall Fort", que le publica "El Nap i Julieta sota la pluja". Poco después realiza "Ecuador", álbum inédito pero que plasma la voluntad de definir una obra propia y muy específica. Voluntad que continuará manifestándose en historietas cortas publicadas por revistas con fuerte carga experimental como "Medios revueltos" y "El ojo clínico", historietas que forman parte, junto con otras inéditas o publicadas en el extranjero, de un próximo álbum de Edicions del Ponent. Con posterioridad, en el año 1996,y con guión de Felipe Hernández Cava, realiza "Lope de Aguirre: La expiación", obra publicada en 1998 por Ed. del Ponent y que sería galardonada con el premio a la mejor obra en el Saló del Cómic de Barcelona de 1999. En "La expiación" los planteamientos teatrales y la escenografía atmosférica sirven para resaltar la angustia del ostracismo, la obsesión por las probables traiciones y el miedo a la soledad definitiva del rebelde que no se rinde. El 1999 publica "Poco", una historia plena de imágenes seductoras que se desarrolla a la manera de la imaginación de los niños, buscando estímulos para continuar indefinidamente. Y a finales del 2001 aparece su última obra:"Huracán", un manifiesto de belleza y un testimonio de respeto hacia las capacidades expresivas de la historieta que siempre practicó".

Según traducción del català de miguel angel b., publicada en el foro www.gritos.com el día 19-I-2002, de la noticia aparecida en el diario Avui, 19-I-2002.


 [ Los textos aquí publicados han sido cedidos por sus autores a Tebeosfera. Los recortes pertenecen a sus propietarios intelectuales y se utilizan aquí únicamente como apoyo documental. Ficha: M. Barrero, para Tebeosfera 020123 ]