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LO MEJOR DE BRUCE JONES. PARANOICO, SÍ, PERO CON SENTIDO DEL HUMOR.

Texto de Alejandro Romero.

[ Fotografía de Bruce Jones  ]


«Acabas etiquetado en la industria. Encasillado (...). Escribí para la Warren, por tanto soy un escritor de terror. Sólo era un tipo haciendo un trabajo, y ese era el género que me ofrecían. Me gusta pensar que puedo hacerlo bien con una historia de amor, o de aviación o de barcos o lo que sea. Es cierto que hay un lado oscuro en mi obra. Parece que tengo esta tendencia a la paranoia, no sé bien por qué. De hecho, tuve una infancia muy feliz. Excepto aquel incidente con los vampiros.»

Bruce Jones entrevistado por Danny Fingeroth (Write Now! # 3)

Donde ningún guionista ha estado antes (ni después)

Bruce Jones tiene buenos motivos para sentirse orgulloso de sus logros. Y entre los buenos, uno excepcional.

No es sólo que haya vuelto a la celebridad (la subterránea celebridad del gueto tebeístico, pero celebridad a fin de cuentas) con su brillantísimo The Incredible Hulk, exitazo comercial y crítico que el bestiajo verde no conocía desde los tiempos de Peter David. Tampoco es por la media docena de novelas de suspense que escribió en los noventa, que no llegaron a best-sellers pero por ahí anduvieron, lo cual está muy bien. Ni por haber lanzado sus propias series antológicas en los ochenta, Bruce Jones’ Twisted Tales y Alien Worlds, una suerte de Creepy redivivo con dibujantes tales que Richard Corben o John Bolton y un sólo y fecundo guionista.

Sobresaliendo entre todos los méritos, la joya de la corona es ésta: Bruce Jones puede sentirse orgulloso por haber sido objeto de un álbum antológico editado por Toutain, Lo mejor de Bruce Jones. ¿Cuántos guionistas pueden presumir de semejante consideración por parte de Toutain? Ya podía darse con un canto en los dientes el que aparecía en el lomo del libro como coautor junto al dibujante. Esto, por ejemplo, no lo consiguió Sclavi: Roy Mann es obra de Micheluzzi y el guionista sólo aparece mencionado en una frase casual de la contraportada.

Y es que, por aquellos tiempos, decir Lo mejor de Bruce Jones era prácticamente lo mismo que decir “Lo mejor del mejor”. Cada vez que Creepy reeditaba “Jennifer” con algún motivo peregrino, el resultado automático era que salía elegida como mejor guión en las votaciones de los lectores de Toutain de ese año. Según cuenta el propio Toutain en el prólogo al libro, los dibujantes españoles estaban encantados cuando les tocaba dar vida a un guión de Bruce Jones. Lo que no sabíamos entonces (y no supimos hasta la entrevista que apareció en el volumen The Warren Companion) es que Bruce Jones no estaba tan contento, especialmente cuando la historia en cuestión exigía una atmósfera “nativa” muy concreta que los dibujantes españoles, al margen de sus virtudes técnicas, no podían reflejar por mucho que se documentasen.

Qué le vamos a hacer. Lo mejor de Bruce Jones contiene, naturalmente, historietas dibujadas por autores españoles. Y nosotros, ajenos a los ambientes que el guionista quería reflejar, disfrutamos de la América abstracta de un José Ortiz. Más allá del mayor o menor cuidado de Bruce Jones en la ambientación de sus relatos, hay un lenguaje universal que sobrevive a casi cualquier distorsión intercultural: el de una historia bien contada.

Léase lo que afirma el propio Bruce Jones más arriba: aunque reconoce su propensión al lado oscuro, es sólo un tipo haciendo un trabajo. Eso sí, con resultados sobresalientes y cada vez más depurados. Desde sus un tanto verbosos guiones para Warren hasta ese prodigio de narración elíptica que es The Incredible Hulk.

El incidente con los vampiros

Cumplamos rápidamente con el expediente biográfico: Bruce Eliot Jones nace en 1946 en Kansas City (Missouri) y crece en los suburbios de San Luis. Su padre es una influencia fundamental: inventor aficionado, construye una lujosa casa-de-árbol llena de cachivaches extravagantes y allá arriba escribe con un amigo una novela de misterio, The Red Hemp. En palabras de Bruce Jones: «Creo que fue la primera vez en que me di cuenta de que en realidad, alguien se sentaba y creaba las novelas y los cuentos, que no aparecían materializándose en el éter. Solía sentarme en su regazo frente a su vieja máquina de escribir Royal y creábamos historias juntos».

El entusiasmo por las novedades de su padre convierte a la familia en temprana consumidora de programas televisivos: el Superman de George Reeves, el Kraft Televisión Theater, Alfred Hitchcock presenta, Los intocables, The Outer Limits y Dimensión desconocida.

Estudia dibujo y pintura en la universidad de Kansas City y se traslada a Nueva York en busca de trabajo. Allí se une a Jeff Jones, Berni Wrightson y Mike Kaluta, jóvenes artistas de gustos muy similares a los suyos, enamorados de autores como Frazetta, Foster o Williamson. Para Bruce Jones, la evolución de dibujante a guionista fue cuestión ante todo práctica: es demasiado lento dibujando y puede conseguir dinero más fácilmente dedicándose a la escritura. «Eso y el hecho de que sentía que podía escribir mejores guiones que la mayoría de los que me daban».

Seguirá dibujando, pese a todo, relatos cortos y series (como aquella Connie Lingus memorablemente paródica, digna réplica en tebeo al Flesh Gordon de la gran pantalla), pero su ocupación principal será la de escritor.

El primer cómic mundial de terror

Eso o algo parecido encabezaba el número 0 de la primera época de Creepy en España. Bruce Jones escribe numerosas historias para Creepy y Eerie (o, para el que quiera sentir un poco de vergüenza ajena, Vampus y Rufus). Este es el periodo que mejor conocemos en España por la revista de Toutain, aunque en números sucesivos se mezclarían las historietas de Warren con las de Pacific: historias cortas con sorpresa final a lo O. Henry. Las influencias las enumera Bruce Jones sin mayor disimulo: Richard Matheson, Charles Beaumont y el que ellos mismos reconocían como maestro, Ray Bradbury. De todos es sabido que con Creepy y Eerie Warren intentaba reproducir, en una revista ajena a las regulaciones de la Comics Code, el éxito de los comic books de terror de EC.  Jones, en lugar de inspirarse en el modelo más inmediato,  retrocede a la fuente original. Como declara ante Danny Fingeroth: «Mis hábitos de lectura por aquel entonces se reducían al relato corto en prosa, no al comic book».

Lo que escribe en esta primera etapa se acomoda perfectamente a la tradición del cuento fantástico anglosajón del siglo XX, y produce algunos ejemplares bastante notables, dignos de figurar junto a los mejores relatos de los escritores citados más arriba. Todo comienzo conlleva titubeos, y una producción numerosa tiene que salir irregular por necesidad, pero el saldo de Jones se eleva bastante por encima de la media:

«Casi todos los tipos de relato corto de casi cualquier género piden algún tipo de sorpresa final (...). El truco está en no dejar que el lector la vea venir, que nunca parezca gratuita y, ojalá, en decir algo sobre la condición humana en lo que puede convertirse demasiado fácilmente en un chiste de diez o doce páginas».

Esteroides de leyenda

El guionista, entonces principiante, reconoce la ayuda que le prestó desde la redacción Louise Jones (más tarde Louise Simonson). Hasta tal punto llegaba su respeto por ella que, cuando ésta abandonó su trabajo en Warren y marchó a Marvel, Bruce Jones la siguió.

En Marvel es uno de los primeros escritores en recoger las riendas de The Savage Sword of Conan y Conan the Barbarian de manos de un comprensiblemente fatigado Roy Thomas. Jones creció leyendo a Robert E. Howard, Lovecraft y muchos de los viejos autores de los pulps (los abuelos de la tradición, por cuanto dieron lugar al padre Bradbury), de modo que el trabajo le viene como anillo al dedo: tan cómodo se encuentra en el género que no se priva de bañarlo en el humor negro paranoide marca de la casa. Queda para el recuerdo, por ejemplo, aquella aventura en la que Conan rescataba de los tentáculos de un bicho lovecraftiano a un bebé de dulce carita envuelto en una manta, sólo para descubrir que debajo de la manta el niño escondía tantas extremidades viscosas como la criatura que, naturalmente, era su madre.

Sin salir del terreno de la fantasía heroica, Jones escribió también Red Sonja para Frank Thorne, Kull the Destroyer y un Ka-Zar francamente rescatable. Mientras Philip Jose Farmer deconstruía el mito de Tarzán en libros tan divertidos como A Feast Unknown, cargando las tintas en la escatología y las dimensiones de los miembros de sus personajes, Bruce Jones convierte al sucedáneo tarzanesco que la ha tocado escribir en un tipo bastante normal, tirando a metepatas (sobre todo cuando se trata de sus relaciones con el sexo opuesto), que se pasea por la selva con tanga de leopardo más que nada por el calor insoportable que hace. Pero, como reconoce el guionista, no fueron trabajos que causaran especial revuelo: por entonces el escritor estrella era Chris Claremont.

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[ © 2003 Alejandro Romero, para Tebeosfera, 031019  ]