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ROBIN WOOD EN ESPAÑA: LA REVISTA MARK 2000. Con licencia para escribir ( y 2)


Texto de Iván Olmedo.

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[ Cubierta del número 4 de Mark 2000, con cubierta de Alfredo de la María. Haga clic para ampliar el resto de imágenes del texto. ]


PEPE SÁNCHEZ. Parodia acumulativa

En las antípodas de Dago, la gamberrada particular de Wood lleva el desopilante nombre de Pepe Sánchez. El tal Sánchez es un agente secreto de expresión perennemente obtusa y ademanes poco sutiles. Evidentemente, su atolondramiento habitual y el “no dar pie con bola”, como suele decirse, constituye el leit motiv principal de la serie. Las misiones encargadas a Sánchez acaban mal, siempre mal; el desarrollo habitual de sus historietas consiste en un encadenamiento implacable de gags y salidas de humor grueso, que buscan el efecto inmediato y sin complicaciones. Definido perfectamente el personaje, la tarea de Wood es la, a veces tan difícil e ingrata, de buscar el humor y la carcajada por medio de la parodia, el chascarrillo cómplice con el lector y el movimiento continuo. En varias aventuras –“Triturón”, “Los Gansos Salvajísimos”– se opta directamente por la referencia a éxitos cinematográficos, recurso también habitual en el género que representa Pepe Sánchez. Un punto interesante es la utilización por Wood de sus recursos literarios; si bien con Dago o Nippur estos no desentonan por definición, aquí son reutilizados de manera casi diría que autoparódica. El verbo un tanto grandilocuente se introduce ocasionalmente en las aventuras decididamente desastrosas y muy poco evocadoras de Pepe, ofreciendo un contrapunto que quizás no sea más que otro gag que busque la sonrisa del lector.

El dibujante, Carlos Vogt, da muestra de su dominio de los mecanismos básicos del despiece en viñetas de una historia, cumpliendo sobradamente su labor y dotando de personalidad propia al protagonista. Su estilo, a medio camino entre el realismo y la caricatura, con unos trazos bastante económicos y directos, no resulta sin embargo simplón.

Aunque las historias de Pepe Sánchez parecen contrastar claramente con el resto de personajes de la publicación; personajes austeros, hondos y, en la mayoría de los casos, grandes sufridores en cuerpo y alma, el trabajo de ambos autores en esta serie cómica puede calificarse de correcto. De vez en cuando, una sonrisa arrancada imprevistamente no viene mal.

NIPPUR DE LAGASH. Aventura errante y lúcida

Nippur, el personaje primero que dio luz y fama a la dilatada carrera de Robin Wood, aparecido en 1967, llega muy tarde a las páginas de la publicación. Tan sólo aparecen dos aventuras, en los números 7 y 8, ambas con el privilegio del color y dibujos de Ricardo Villagrán. El sombrío Nippur, hijo de un general de la ciudad sumeria de Lagash, expulsado de su tierra, inicia un periplo inacabable sin objetivo, dándose en llamar acertadamente al personaje el Errante. Un carácter que entronca directamente con los desfacedores de entuertos, desheredados y rudos hombres de mundo que duermen arropados por las estrellas en aquel lugar donde les lleven sus pies y al que llaman hogar. En este punto no existen sorpresas importantes, ya reconocemos definido el estilo de su autor, máxime teniendo en cuenta que, aunque personaje fundacional de su obra, estos episodios datan de cinco o seis años desde la creación de Nippur.

Con esto, dos historietas sueltas son insuficientes a todas luces para darnos una visión mejor y más completa de lo que la serie ha significado en la trayectoria del autor. Si pensamos, además, que existen un total de más de cuatrocientos episodios del personaje, podemos hacernos una idea de lo parca que nos resulta esta lectura.

Creado gráficamente por Lucho Olivera en principio y retomado por otros artistas con el paso del tiempo, aquí degustaremos el competente trabajo de Villagrán, que con buena mano –como nos tiene acostumbrados– y sin arriesgar con experimentos visuales, en contraposición a un Olivera del que hablaré un poco más abajo, despacha su parte como buen profesional sin ínfulas.

Cabe decir por último que Nippur de Lagash parece ser uno de los personajes más queridos y apreciados por los seguidores habituales y reincidentes de Wood; seguramente tiene mucho que ver en ello su condición de primogénito de un padre de familia numerosa como el paraguayo.

GILGAMESH, EL INMORTAL. Fantasía barroca y humanista

Este es el serial que, seguramente, tendría todos los puntos a su favor para convertirse en la estrella de la publicación; la profundidad de sus planteamientos y el arte muy superior (como tal) al del resto de historietas, lo indican. No estaba, sin embargo, en el ánimo del editor, fomentar estas diferencias; ni siempre es el trabajo más ambicioso el más apreciado por el común de los lectores, como algunas cartas reproducidas en la misma revista lo atestiguan. Wood quiere trazar aquí una epopeya con todas y cada una de sus letras, cosa evidente desde la primera elección del personaje: el mítico rey de Uruk, Gilgamesh. Asistimos, en un desarrollo coherente que va enlazando los capítulos, a la lucha de Gilgamesh contra lo irremisible de la misma Muerte y el destino final de todo hombre. El Inmortal regresa a la Tierra que una vez fue su mundo y recrea su aventura legendaria a través de los siglos: con los sumerios, los sirios, los romanos o los cruzados cristianos, nos ofrece sus profundas reflexiones acerca del Hombre y el Universo. Tenemos pues, un vehículo perfecto para que el estilo literario de Wood se pueda desarrollar a sus anchas; un espacio idóneo para hacer que las palabras broten y se enrevesen como nunca, para lucir unas cualidades prosísticas que no desentonen con las líneas generales del relato.

Y es que el barroquismo se apodera de ambos autores, las frases woodianas adquieren más peso que nunca, arropadas por el intrincado despliegue de cualidades de un Lucho Olivera envidiablemente hábil en casi todas las formas de sus viñetas. Un superdotado ilustrador que encuentra también un personaje, Gilgamesh; y unos escenarios históricos con los que demostrar sus poderes a lo largo de una saga de connotaciones humanísticas y reflexivas de gran importancia. Un componente de ciencia ficción, tan caro y concordante al personaje de El Inmortal, está presente en la esencia de estas páginas, a lo que también el fantasioso arte de Olivera ayuda en gran medida.

Una serie profunda, a la vez que espectacular gráficamente, que contiene muchos elementos atrayentes para los aficionados a la ciencia ficción, el fantasy, la recreación histórica o, sencillamente, los buscadores de un cómic bien escrito y dibujado. 

Otras historietas y final...

Aparte de las cabeceras principales que he comentado, todas de la mano de Robin Wood y razón última de la realización de este artículo, en los números finales de Mark 2000 se publicaron algunas historietas sueltas, escritas por el mismo Wood y otros autores, y dibujadas por varios artistas. Bien merecen unos comentarios que complementen este texto:

Nº 5- “Un coronel llamado Jesús”, guión de Wood y arte de Luis García Durán. Tremendista historia acerca de Emiliano Zapata, con cierta experimentación con el color de Durán, una muestra más de la versatilidad de Wood.

      “Pascua irlandesa de 1916”, guión de Robert O´Neill (seudónimo de Wood) y dibujo de Lucho Olivera. Acerca de la ocupación inglesa y la resistencia de los patriotas irlandeses, con dibujos de Olivera, más contenido que en sus delirios con Gilgamesh.

Nº 6- “¿Quién mató a Don Rodrigo?”, guión de Wood, dibujos de Arturo del Castillo. Argumento de hondos sentimientos, resuelto en el habitual estilo de del Castillo, con sus viñetas un tanto apelmazadas y su gusto por el rayado .

      “La boca del pez”, guión de Gramajo, dibujos de Luis García Durán. Breve anécdota de dos páginas, a color directo por Durán.

Nº 7- “Espantapájaros”, guión de Arévalo y dibujos de Luis García Durán. Historieta postapocalíptica con final sorpresa.

Nº 8- “La tela de araña”, guión de Arévalo, dibujos de Durán. En la línea de “Espantapájaros”.

    “ El reloj de la Eternidad. El condenado”, guión de Ray Collins, arte de José Luis García López. El inicio de lo que debería ser una nueva serie, a color, con el aval de un escritor competente y la fortuna de contar con uno de los mejores narradores gráficos de todos los tiempos. Desgraciadamente...

... desgraciadamente, con el octavo número terminó la aventura de Mark 2000. Cuando el aspecto material de la revista ya era definitivo y sus contenidos parecían estar bien atados y asentados, llega el final. En páginas interiores se anunciaban ya nuevas sorpresas y se confiaba en la continuidad del proyecto. Más allá no hubo nada.

La publicación, de vida breve pero intensa, trajo a nuestro panorama el conocimiento de la obra de ese guionista todo terreno y multifacético llamado Wood, Robin Wood. De entre su extensísima producción (recordemos nombres de otros muchos personajes suyos: Savarese, Dennis Martin, Dax, Morten, Mojado, Chaco, Martin Hel...) este puñado de aventuras sirve para hacernos una idea sobre el autor y el hombre; pero de ninguna manera nos consuela del hecho de saber que miles de páginas de historietas suyas siguen inéditas y desconocidas en nuestro país. Confío en que, en un futuro próximo, tengamos la suerte de disfrutar de tebeos de Robin Wood publicados por alguna editorial española. Es un buen material que merecemos degustar todos los aficionados a la historieta de calidad. Y esto puede extenderse al resto del cómic producido en Argentina, ese país tan cercano a nosotros y del que tantas virtudes historietísticas alabamos, muchas veces tan sólo de oídas.

Va siendo hora de que alguien le ponga remedio.


Enlaces:

Entrevista de Andrés Accorsi en Comiqueando, núm. 3

Vínculos:

Artículo de Iván de la Torre


[ © 2003 Iván Olmedo, para Tebeosfera, 031019  ]