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SOBREVIVENCIA DE LA HISTORIETA ARGENTINA 1992 - 2002.


Artículo por Diego Agrimbau 

Catzole 2000

[ Uno de los fanzines más longevos y representativos de la historieta del final del s. XX en Argentina. Imagen © 1998 Catzole  ] 


Texto desarrollado en exclusiva para Tebeosfera, por Diego Agrimbau (1975), futuro licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires que se halla colaborando en la realización de un trabajo de investigación académico sobre las políticas culturales implícitas en la producción editorial de historietas en Argentina junto a L. Vazquez. También es coordinador de seminarios y talles sobre historieta, guionista y editor de historietas, desde el sello cofundado por él La Productora.


Primera Parte: de la Industria al Mecenazgo:

En los últimos diez años, en todo evento, reunión o cúmulo de historietistas hay un tópico que no por relamido ha perdido su morboso encanto: la crisis terminal de la historieta argentina. Dentro de este gran tópico, un conversador experimentado podrá advertir subtemas que ya son tópicos en sí: la incidencia de los videojuegos / internet / videocable, la falta de editores profesionales, la invasión de los superhéroes / manga, la supuesta tendencia mundial a la desaparición del lenguaje de la historieta, etcétera. El anquilosamiento de los argumentos suele mezclarse con la frescura de alguna frase inteligente pero, en general, todo el palabrerío se confunde en una masa informe que divierte más de lo que amarga. Lo cierto es que las causas de esta lenta agonía son escurridizas a las charlas informales, es mucha la información que falta, y poco el tiempo que se dedica a pensar cada factor en su verdadera dimensión. Dentro de la confusión general, hay algunos faros que son tomados por todos los interlocutores como postas de un consenso básico. El Tajo, con portada de Oscar Chichoni

El fin de Fierro:

Uno de estos puntos de referencia indiscutibles es la desaparición de la revista antológica Fierro (Ediciones de La Urraca), ocurrida en noviembre 1992. Si bien otras importantes revistas de historietas, como las de las editoriales Récord y Columba, continuaron publicándose, la desaparición de Fierro significó el sinceramiento final de que la buena historieta argentina no era comercialmente viable en su propio país. Proliferaron una gran cantidad de sucedáneas que fueron realizadas por algunos de sus colaboradores, así como por otros que no habían podido aparecer en sus páginas. Algunas de estas publicaciones fueron: La Parda, Cóctel, El Tajo y Planeta Canibal. En ellas, con diferentes matices y calidades, se continuaba el criterio amplio experimentado por Fierro en sus últimos años: historietas diversas, jóvenes, libres, espontáneas y descuidadas en muchos casos. La genética era reconocible: experimentación gráfica, estética underground, una preferencia por Herriman y Crumb antes que por historietistas argentinos de la generación próxima anterior como Oscar Mandrafina u Horacio Altuna. La gran movida under de finales de los ochenta tenía su cuarto de hora, y no duraría mucho más que eso.

La historieta argentina se internaba en una desaceleración inevitable, tanto económica como artística. El país recién estaba saliendo de una grave crisis económica, que si bien no había sido tan definitiva como la actual, si bastó para terminar con muchos buenos proyectos de la época. Era necesaria una lectura de las extinciones que se estaban acumulando y la crisis general era casi suficiente para explicarlas. Casi. La desaceleración sufrida era sólo una consecuencia natural; hacía varios años que la historieta argentina seguía avanzando a fuerza de inercia. Su motor se había detenido tiempo antes, en algún momento impreciso de mediados de los ochenta.

La revista Fierro había sido un proyecto impulsado por el director de Ediciones de La Urraca, Andrés Cascioli, pero organizado según el criterio del que luego sería su Jefe de Redacción, Juan Sasturain. Fierro era una revista nacida para ser excelente y poco redituable. Si bien probablemente nunca dio graves pérdidas, excepcionalmente pudo haber dado graves ganancias. Fierro dio todo lo que debía dar a sus editores: reconocimiento, premios, respeto. Hoy por hoy, Ediciones de La Urraca, despierta no pocos juicios feroces. Por el contrario, para la gran mayoría, Fierro es una de las mejores revistas de historietas que se editó alguna vez en estas latitudes. Pero ganarse semejante consenso no fue obra de la casualidad: cualquier otra publicación con el mismo desempeño en el mercado, se hubiera extinguido mucho antes. Existió un mecenazgo que permitió el despliegue de una bella ilusión que duró siete años. Cuando ya no hubo más resto para seguir con la ortopedia comercial, se buscó un final dignificante: su última edición, el número 100, es su gran número despedida.

El comienzo de El Globo Editor y Doedytores:

Ya a principios de los ochenta, Carlos Trillo así como otros autores profesionales argentinos eran mundialmente reconocidos por sus trabajos para el exterior. Fue a finales de esa década cuando el mismo Carlos Trillo se embarcará en su única experiencia como editor: El Globo Editor. Fue bajo ese sello que se comenzó con la edición de la revista Puertitas, en la cual se rescataba mucho del material realizado por los mejores historietistas argentinos para el exterior, tarea que años antes había comenzado la misma Fierro cuando todavía era capitaneada por Sasturain. También se pudo ver en sus páginas ediciones de algunos autores extranjeros como Jordi Bernet y Miguelanxo Prado. En paralelo a Puertitas se publicó Puertitas Supersexy dedicada enteramente al género erótico. Ambas publicaciones extenderían su continuidad hasta superar la media centena de ediciones, luego su periodicidad se vio discontinuada hacia finales de 1993. Los últimos números de Puertitas Supersexy fueron editados por Javier Doeyo, quien poco tiempo después fundaría la editorial Doedytores, editorial que sería responsable de la publicación de varios libros de autores argentinos como Enrique Alcatena, El Tomi, Oscar Mandrafina, Carlos Trillo y Carlos Meglia, entre otros. Las experiencias del Globo Editor primero y de Doedytores después son las más prolíficas de los primeros años de la década, aunque lamentablemente luego no pudieran extenderse en los años siguientes. Ambas iniciativas, si bien fueron importantes en su momento, no lograron erigirse como las continuadoras de la tradición editorial historietística argentina. A diferencia de El Globo Editor, Doedytores continúa hasta hoy en día editando libros en forma intermitente, experimentado con diferentes formatos y productos.Historietas de lalia editadas por Colihué

La Colección Narrativa Dibujada de Editorial Colihue:

Coincidiendo con la desaparición de Fierro, se inicia otra gran obra de mecenazgo, esta vez a cargo de la Editorial Colihue. El gestor inicial de la nueva aventura, es otra vez, Juan Sasturain. En esta ocasión la meta es diferente. Muchas de las más grandes historietas argentinas de todos los tiempos permanecían inéditas, o bien sin volver a reeditarse desde su aparición original, décadas atrás. Así es como Colihue comienza su colección de libros (álbumes) de historieta llamada Narrativa Dibujada (una variación apenas más ajustada de la utilizada por Oscar Massotta en los sesenta para su propia revista: Literatura Dibujada). Esta colección, con no más de treinta libros editados, representa la labor editorial más importante dedicada a la historieta argentina en los últimos diez años. Entre otras, se editaron obras inéditas u olvidadas de Alberto Breccia, Oesterheld, Carlos Nine, Solano López, Carlos Sampayo, Patricia Breccia, El Tomi, Max Cachimba, Horacio Lalia, Osky, Ricardo Barreiro y Pablo de Santis. La única otra editorial que superaría a Colihue en cantidad de ediciones de libros de historieta es Ediciones de La Flor, la cual tiene en su catálogo toda la obra de historietistas y humoristas gráficos como Quino, Fontanarrosa, Caloi o Sendra. Es durante esta década que Ediciones de La Flor edita una serie de libros de gran manufactura, y de considerable extensión (entre 400 y 600 páginas). Cada libro recopila todas las historietas de Mafalda (Quino), Boggie el Aceitoso (Fontanarrosa), Inodoro Pereyra (Fontanarrosa), entre otros. Dentro de esta colección Ediciones de La Flor ha editado uno de los libros más importantes dedicados a la historieta argentina: Historia de la historieta argentina, de Judith Gociol y Diego Rosemberg.

Editorial Colihue y Ediciones de La Flor son las dos únicas editoriales que publicaron profesionalmente historieta argentina durante los últimos diez años en forma continua. Hubo otros intentos encomiables (como el de Editorial Imaginador) pero ninguno duraría lo suficiente como para representar un cambio en la tendencia a la desaparición de la industria editorial profesional.

No es casual que estas dos firmas sean dos importantes editoriales nacionales de literatura. Los libros de historieta editados constituyen, en ambos casos, una colección más dentro de un amplio catálogo de libros de todo género.

La tarea editorial dedicada a la historieta argentina de Editorial Colihue y Ediciones de La Flor continúa hasta hoy en día, aunque no es improbable que tengan que discontinuar o reducir su producción debido a la crisis económica actual, la cual ha transformado al mecenazgo en algo más parecido a la inconsciencia.

Segunda Parte: un fenómeno más en la feria.

Cazador:

El único hito comercial que brindó la primer parte de la década fue un personaje surgido del under que luego encontraría un apoyo desde una editorial profesional: Ediciones de La Urraca. Así como esta editorial había definido el color de la historieta de los ochenta con una revista que era puro prestigio como Fierro, también marcó a los noventa con una historieta que fue puro negocio: Cazador, una creación de Jorge Lucas, dibujada por él y por Mauro Cascioli (hijo del director de Ediciones de La Urraca, Andrés Cascioli), Claudio Ramírez y Ariel Olivetti. El Cazador era un personaje claramente inspirado en las ironías musculosas de Simon Bisley, pero vivificado por un tono claramente argentino. Cazador fue una historieta sin demasiadas pretensiones artísticas, cuyo mérito mayor era el de ser creíble (al menos en un principio) en su insolencia adolescente a base de insultos, violencia y excelentes dibujos de hipertrofias anatómicas. Antes que provocadora, Cazador era impertinente; cínica e infantil a la vez. La asociación es inevitable y triste: ya no había lugar para la irreverencia intelectual de Fierro, pero sobraba espacio para la rebeldía escatológica del Cazador.

El Cazador pudo contar con no pocos años de bonanza, en los que llegó a vender más de veinte mil ejemplares (una excelente cifra para toda la década). Pero las grandes ventas y las mejoras editoriales fueron acompañadas con un empobracimiento paulatino de sus argumentos y la deserción de algunos de sus mejores dibujantes. Su agonía se prolongó por varios años, sumando más de sesenta números. Casi no existieron ediciones de historieta argentina que acompañaran al Cazador en los quioscos en sus primeras épocas. Tan sólo las revistas de la octogenaria editorial Columba y las de la editorial Record seguían apareciendo, aunque su letargo era ya evidente.

La historieta adolescente:El Tripero

Es en esta instancia que la historieta argentina sufre una adolescentización, en todos sus frentes. Los factores que confluyen en este fenómeno van desde la invasión de superhéroes facilitada por la convertibilidad de la moneda y la edición nacional de gran parte del catálogo de DC Comics por parte de la editorial Perfil, hasta la aparición de los nuevos historietistas under que apenas superan, por aquellos años, los veinte años de edad.

Estos nuevos historietistas eran la punta del iceberg de la que sería la segunda oleada de revistas under. Fanzines y revistas independientes como Catzole, El Tripero, Megaultra, Maldita Garcha o El Abismo eran los primeros brotes de lo que años más tarde se conocería como el “Boom de los Fanzines”. Pero todavía faltaba tiempo, y por aquellas épocas sin demasiado que reseñar, eran otras las novedades: las comiquerías y los eventos.

Las comiquerías:

La paridad cambiaria decretada por la Ley de Convertibilidad [del peso al dólar], resultó beneficiosa para los importadores de cómics. Así fue como poco a poco, los principales barrios de Buenos Aires fueron poblándose de nuevas comiquerías. Hasta ese entonces, los canales de distribución eran el tradicional circuito de kioscos callejeros y unas pocas librerías especializadas en las que se podía acceder a material publicado en otros países. La cadena de “comiquerías” de El Club del Comic fue el ejemplo más claro del fenómeno. En poco tiempo logró convertirse en la cadena más importante. Sus locales estaban dedicados en su mayor parte a las ediciones en castellano e inglés de las editoriales americanas más reconocidas. Si bien los superhéroes tenían una clara preferencia sobre los otros géneros, en estos locales también existían sectores más apartados donde podían encontrarse los álbumes europeos editados en España, algo de material de editoriales independientes norteamericanas y las escasas ediciones argentinas de aquellos años.

Comiqueando:

Acompañando el fenómeno del surgimiento de las comiquerías, también apareció la revista de información pensada a la medida de los nuevos lectores de historieta: Comiqueando, dirigida por Andrés Accorsi. En esta revista se podía encontrar una distribución temática análoga al material hallable en las comiquerías, una mayor parte de información sobre historieta norteamericana (tanto de superhéroes como de temática adulta) y una menor proporción enteramente dedicada al cómic europeo y nacional. Comiqueando superaría los cincuenta números, convirtiéndose por mérito propio en la revista de información sobre historietas más importante de la década. Toda la historia de la historieta argentina de la segunda mitad de la década puede encontrarse dispersa a lo largo de sus páginas.

Fantabaires:

Es así como, hacia el año 1996, la comiquería El Club del Comic, la revista Comiqueando, la revista de cine bizarro La Cosa, junto a otros socios, crean el evento anual Fantabaires. El lema de la organización dejaba en claro cuál era la propuesta: Comic, Ciencia Ficción, Terror y Fantasía. Un lenguaje / arte como el cómic, estaba considerado en términos similares a tres géneros marginales tanto de la literatura como del cine. Lo que hace lógica a esta categorización arbitraria es el menosprecio compartido de los cuatro “géneros” por parte de la alta cultura. En los cuatro casos se estaba haciendo referencia a cuestiones pertenecientes al entretenimiento antes que al arte. Ya en su primera edición, Fantabaires dejó en claro que el cómic sería tratado como una mercancía más a vender, y que todo tipo de actividad cultural sería subsidiaria del objetivo principal. Fantabaires logró convocar a grandes figuras extranjeras como Neil Gaiman, Alan Grant, Jordi Bernet, Humberto Ramos, Eduardo Barreto, entre otros a los que se sumaron grandes historietistas argentinos residentes en el país y en el exterior como Horacio Altuna, José Muñoz, Juan Giménez, Carlos Trillo, Enrique Alcatena, Horacio Lalia, Ricardo Barreiro, Ariel Olivetti, Solano López, Eugenio Zoppi, Juan Zanoto, etcétera. Fantabaires duró hasta ya entrada la nueva década, para cuando su propia desorganización y sus desinteligencias internas la llevarían a un final previsible.


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[ © 2002 Diego Agrimbau ] [ Página web publicada en Tebeosfera 021005 ]