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RICARDO FERRARI: ELEGÍA DEL HOMBRE COMÚN.


 

[ Fotografía de Ricardo Ferrari. © 2004 Columba. Haga clic sobre ésta y sobre cada imagen de la presente  página web si desea ampliarlas. ]


Artículo por Iván de la Torre

Nacido en Vedia el 18-I-1957, Ferrari vivió en Junín y en Buenos Aires, donde cursó estudios de biología desde 1974. Simultáneamente comenzó a trabajar como guionista de historietas, como ayudante de Robin Wood y como alumno de Alfredo Grassi. Prolífico, versátil e imaginativo, Ferrari ha creado gran cantidad de historietas de aventuras para el sello Columba.

 

Negado + marginado + despreciado = ninguneado, la palabra perfecta para etiquetar y juzgar a Ray Collins, Robin Wood y Ricardo Ferrari, guionistas estrellas de Columba.

Collins, uno de los guionistas más representativos de la editorial agregó en los cincuenta puentes hacia la mejor literatura y esperanzas de inmortalidad al medio con su defensa del estilo: metáforas deslumbrantes saltando entre personajes torturados, diálogos desgarrados y apretadas corrientes de palabras. Wood incorporó en los sesenta una realidad donde pululan héroes cansados e idealistas. A principios de los ochenta, cuando la estrella y el emblema de Columba era para siempre él, Ricardo Ferrari comenzó a escribir.

Mas inclinado hacia el estilo Oesterheld que a los resplandores de Collins y la camaleónica capacidad de Wood para reinventarse, Ferrari lanzó con Julio César el molde del que crecerían sus creaciones posteriores. En sus relatos abundarían desde entonces los hechos laterales que terminan integrando la historia central, modificándola con voces marginadas que aportan una característica central del estilo Ferrari: la cosmovisión que permite mostrar todo el cuadro desde los márgenes donde habitan los hombres comunes.

La recreación de los temas borgeanos es la otra clave importante de su trabajo: oculto detrás de sus historias esta el culto al coraje de los orilleros borgeanos explícito en el temprano “Los guapos” (D' artagnan, VI-1986), ese momento donde se debe decidir si se es, o no, valiente. O ese cuchillo que mata más allá de la muerte de sus dueños homenajeado en Dax.

Los personajes de estas historias son disecados a través de sus actos y obligados a una lección moral. Al igual que en Oesterheld y Collins, la pasión en Ferrari no llega a dominar a sus criaturas: la violencia nunca hace crujir los dientes con la excepción de Capellán, donde Gómez dibuja los horrores de una guerra colonial en la que ex liberadores franceses conviven con nazis.

Ferrari, como Oesterheld y Collins, prefiere apartarse delicadamente en el momento de la violencia, replegado en su humanismo, mientras Wood levanta sus mejores personajes, copia voces y recrea modales y violencia ocultos.

En Ferrari, sobre el personaje central, se eleva el hombre común, lleno de miedos y dudas, atado a su pasado y enfrentado a hechos que lo superan para terminar descubriendo la verdad: es el ex legionario que antes de su entrada en Roma le da a Julio César la explicación de su gloria o el escribiente que escucha del propio Iván El Terrible la razón de su locura y no puede hacer nada para detenerlo.

Ese hombre común siempre aprende una lección secreta y personal que lo libera: no es un introvertido idealista acosado por la realidad de Collins, ni el duro y escéptico de Wood, capaz de salir solo de sus propios problemas: es el hijo adolescente del Barón muerto que huye desesperado de los asesinos de su padre; el comerciante de El Germano que se niega a entender la guerra hasta que los romanos le cortan una mano o el niño que ceba mate en un rancho y recibe un cuchillo de regalo que le da una identidad y, mas importante, un destino (Terco).

En todos ellos aparece ese instante mágico donde se encuentran su futuro y su lugar empujados por un valor desconocido: «Victor espera un momento; tratando de ordenar sus emociones, y de pronto, sin quererlo ni pensarlo ríe a carcajadas. Es que por fin a encontrado su lugar en este mundo de espadas y de valor. Y lo ha encontrado de la mano de un enano» (El barón); «Flavio se marcha. Trata de cantar algún son de legionario. Porque él es, al fin de cuentas, el mejor. El que ha sobrevivido. El que en medio de la derrota logró una victoria personal» (El gérmano); «Una sola vez pude elegir. Mirmidos me dijo que resistiera, que me uniera a él, que peleara y yo preferí conservar el collar, y eso me perseguirá para siempre» (El médico); «Y en ese momento se transforma en el tigre, y de cara a la muerte decide de una vez aceptar su destino» (Capellán).

Ferrari mueve por todos los géneros a su hombre corriente, -ni mas ni menos valiente que el resto-, atrapado en un momento que lo elevará o destruirá y en el que esta cifrado su destino.


[ © 2004 Iván de la Torre, para Tebeosfera 040306 ]