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CUERDA DE PRESAS: LA EXIGENCIA DE LA MEMORIA. LIBERTAD PARA RECORDAR, y 2


Entrevista con Jorge García y Fidel Martínez, por Manuel Barrero, celebrada por correo electrónico entre agosto y diciembre de 2005. Segunda parte.

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[ Ilustración completa para la cubierta del tebeo Cuerda de presas, obra de Fidel Martínez. Clic para ampliar. Las imágenes que se muestra junto con el texto, pertenecientes a la obra, han sido seleccionadas por Fidel Martínez. ]


LA MEMORIA

 

T- En ciertos foros de internet y en weblogs algún aficionado ha arremetido contra Cuerda de presas por “estar harto ya de este tipo de historias”…

 

JG- Si uno revisa su biblioteca le resultará difícil sostener esa afirmación. Las historietas cuyo asunto discurre, siquiera tangencialmente, durante la guerra civil o la dictadura franquista se cuentan con los dedos de la mano: la serie “Eloy” de Antonio Hernández Palacios, Paracuellos y Barrio de Carlos Giménez, las historietas sobre la guerra que Víctor Mora realizó con diversos dibujantes, Un largo silencio de Francisco y Miguel Gallardo, El artefacto perverso de Felipe Hernández Cava y Federico del Barrio, Macandé de Hernández Cava y Laura, Freda de Kike Benlloch y Alberto Vázquez... Una de mis favoritas (y de las más olvidadas) es Sol Poniente de Joaquín López Cruces y María Isabel Santisteban. Como ves, realmente pocos títulos.

 

Esta escasez no sólo afecta a la Guerra y la dictadura, sino que se extiende a cualquier ámbito relacionado con la historia, la política o la sociedad españolas. Han pasado (y están pasando) cosas importantes en este país... y la mayoría “han pasado” desapercibidas para los autores de historieta.

 

FM- Pienso que actualmente existe un cierto recelo hacia esa parcela de nuestra historia más reciente que es la guerra civil, y eso ha influido en la valoración que nuestra obra ha tenido en un cierto sector de lectores. No sé si es algo exclusivo del medio o puede extenderse a otros terrenos, pero no encuentro esta reticencia a la hora de acoger historias que reflejen, por ejemplo, el tema del holocausto nazi. En todo caso, excepto en el caso de La voz dormida de Dulce Chacón, no conozco otra obra que haya tratado la situación de las presas políticas durante la guerra civil.

 

JG- A propósito, yo no conocía esta novela cuando empecé a escribir el álbum. De hecho no la leí hasta que estuvieron listos la mitad de los guiones del libro. Mi referente literario, insisto, fue Carlos Liscano.

 

T- La frase promocional de Astiberri para los servicios de prensa fue “Un libro contra el olvido”. ¿Realmente debe la historieta posicionarse contra el olvido?

 

FM- El posicionar la historieta en uno u otro lado lo único que hace, a mi entender, es limitar las amplias posibilidades que tiene el medio. En el caso de Cuerda de Presas, los hechos transcurren y se manifiestan durante un periodo histórico muy concreto, por lo que a Jorge y a mí se nos exigía un ejercicio de memoria para recrear situaciones, ambientes y un panorama social característicos. En ese sentido sí que podemos de hablar de un libro contra el olvido.

 

JG- No sé si la historieta, como medio, debe asumir una postura con respecto a nada. Son los autores quienes se sitúan a uno u otro lado según su criterio. En mi caso, escribir sobre un acontecimiento olvidado no ha sido una cuestión de “deber” sino de “compasión” (en el sentido íntimo de compartir el dolor de alguien). A medida que leía sobre las presas políticas, me sentía más y más impresionado por sus padecimientos; y más y más indignado por el cinismo de sus verdugos. El único medio que yo tenía de compartir ese sufrimiento era plasmarlo en historieta. A mi manera, he intentado que el lector se aproxime a lo que yo sentí mientras indagaba en el tema. Era un sentimiento difuso: las palabras que más se le acercan son “compasión”, “piedad” o “humanidad”.

Amor entre presas.

Desprecio entre presas.

Concierto en los baños.

El mundo real como una fantasía tras las rejas

T- Sorprende vuestra juventud. Vosotros llegasteis a este mundo cuando Franco ya se había ido… Eso ¿en qué cambia la manera de aproximarse a aquel pasado gris y silenciado?

 

JG- Por norma, mi generación tiene escasos conocimientos sobre la dictadura. Sin embargo, esto no tiene por qué ser forzosamente negativo. Hace unos días me sorprendió una reflexión del ensayista José María Ridao: una encuesta elaborada con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Franco revelaba que un tercio de los jóvenes nacidos después de la Dictadura desconocía la figura del dictador; ese olvido le parecía a Ridao un acto de justicia poética, pues Franco había invertido mucho esfuerzo en perpetuar su propia memoria. En este caso, la memoria colectiva se habría tomado su pequeña revancha histórica.

 

En otro orden de cosas, a mí no deja de sorprenderme que un personaje muerto hace treinta años y unos acontecimientos ocurridos hace casi setenta sigan creando controversia. La guerra civil fue producto de un golpe militar orquestado contra un gobierno legítimo. Cierto que aquel gobierno atravesaba momentos difíciles, pero eso no justifica la insurrección: en un estado democrático los cambios se deciden en las urnas, no en el campo de batalla. El resultado de ese golpe de estado fueron tres años de guerra y un régimen autoritario cuyas aristas más afiladas asoman apenas nos sumergimos en la época.

 

Por suerte, yo pertenezco a una generación que tiene a su alcance la obra de autores como Julián Casanova, Mary Nash o Ricard Vinyes, excelentes historiadores que han revisado la guerra y la dictadura desde una perspectiva equidistante tanto de los hagiógrafos del franquismo (que han resurgido con fuerza en los últimos tiempos) como de los estudiosos marxistas (algunas de cuyas obras aún siguen siendo válidas). Casanova, Nash o Vinyes analizan la historia sin prejuicios, en toda su complejidad, atendiendo no sólo a lo que sus protagonistas “dijeron” o “escribieron”, sino a lo que “hicieron”. Sobre la condición humana, los hechos resultan siempre más reveladores que las palabras. Nos definimos por nuestros actos, no por nuestros discursos.

 

FM- En primer lugar, el libro no ha tenido que pasar por las manos de un censor, lo que hace que nos podamos permitir el lujo de idear un proyecto “políticamente incorrecto”. Dejando a un lado el sarcasmo, para construir una obra de estas características es necesario trabajar a partir de testimonios escritos, que siempre se ven envueltos en esa duda que subyace detrás de la calificada “objetividad histórica”. Es el resultado del exclusivo punto de vista ideológico, social o cultural del que cuenta y resulta determinante si queremos otorgar veracidad a los hechos que está relatando.

 

Sin embargo, no encuentro en esos argumentos, base de la realidad documental en la que ambientamos nuestras historias, el fundamento de Cuerda de Presas, sino más bien en una serie de sentimientos de carácter universal que salvaguarden la integridad de las historias. Sabedores de que podemos caer en el equívoco, puesto que no nos han tocado vivir los hechos que narramos, intentamos acercarnos al público no basándonos exclusivamente en la exactitud de la realidad histórica representada, sino también desde la honradez de nuestros sentimientos.

 

JG- Mario Vargas Llosa dice que la verdadera misión de un narrador no consiste en contar la realidad tal cual fue. Para eso hay disciplinas más adecuadas dentro de las Ciencias Sociales, como la Historia, la Sociología o la Ciencia Política. La verdadera misión de los narradores consiste en transformar la realidad a su antojo y convencer al lector (o al espectador) de que las cosas ocurrieron tal y como él las cuenta. Los mejores narradores no son necesariamente los más “verdaderos”, sino los más “hechiceros”.

 

T- Concluís vuestra Cuerda de presas con lo que yo estimo una broma cruel: una mujer capacitada para delatar el horror de las cárceles franquistas lo hace mediante un papel en blanco. Sintetiza así el vacío moral y la carestía absoluta. ¿Pero cabe interpretarlo como una metáfora del silencio que sobrevino con nuestra ‘modélica’ transición?

 

JG- En efecto, es una metáfora, pero con un sentido distinto al que le atribuyes. La protagonista de esa historieta se plantea cómo escribir honestamente sobre los horrores de la prisión de Palma de Mallorca y, tras reflexionar, encuentra que la mejor manera de hacerlo consiste en dejar el papel en blanco: si uno es justo con las vivencias de los demás, no puede reducirlas a unas pocas líneas. En este sentido, la imaginación del lector desempeña un papel crucial a la hora de completar el “vacío” de esas cuartillas. En tu caso, por ejemplo, has puesto sobre esa página en blanco el silencio y la amnesia de la Transición. Como ves, esa metáfora es un artificio rudimentario, pero efectivo.

 

Todo esto guarda relación con el proceso de creación de esa historieta, que fue la última que escribí. Por una parte, me resultaba difícil encontrar nuevos argumentos (como dije antes, las rutinas de prisión son limitadas). Por otra, tenía que incluir en el álbum el penal de Palma de Mallorca para completar el mosaico penitenciario de España. En aquel momento de vacilación, se me ocurrió trasladar al papel mis propias dudas y hacerlo a través de Mercedes, mi “otro yo” en la ficción. En cierto modo, esa historieta no es más que una manera creativa de encauzar el miedo al folio en blanco.

Sermón

Contrapicado

Cadáver

Hacinamiento

LA HISTORIETA

 

T- Son sólo sellos editoriales como Astiberri (esta Cuerda de presas), De Ponent (con la premiada 11-M, por ejemplo) o Sinsentido (con Modotti) los que se aventuran a publicar tebeos comprometidos con la realidad social o histórica española. ¿A qué creéis que es debido?

 

JG- De una cosa estoy seguro: la historieta cuenta con recursos suficientes para narrar acontecimientos históricos sin caer en el reduccionismo. Un puñado de obras lo atestigua. Pensemos en Maus de Art Spiegelman, Perramus de Juan Sasturain y Alberto Breccia, La conquista de América de Baru y Thevenet, El hombre de Las Filipinas de Ivo Milazzo y Giancarlo Berardi, La guerra de las trincheras de Jacques Tardi, El silencio de Malka de Jorge Zentner y Rubén Pellejero, Ventanas a Occidente de Felipe Hernández Cava y Raúl... Falta la voluntad para hacerlo, pues este tipo de obras exige un esfuerzo de reflexión y documentación que, salvo excepciones, se acomete sin compensación económica alguna.

 

FM- Por un lado, creo que es debido a las exigencias de un mercado que influye en las diferentes políticas editoriales, y me circunscribo al panorama de la historieta en este país. Por otro, a la actitud y predisposición que tengan los autores para vincularse con este tipo de obras.

 

Existe una tradición que relaciona al medio con el ámbito del entretenimiento e intentar modificar este panorama en la actualidad parece todavía complicado, sin embargo no faltan los esfuerzos de algunos autores que motivados por la necesidad de ampliar las expectativas de un  horizonte  tan limitado se lanzan a la aventura de capturar a nuevos lectores.

 

Afianzar nuevos lectores, ofrecer otro tipo de productos, me parece una actitud razonable para ampliar las expectativas de un medio, que desde mi punto de vista, adolece de esa diversidad y riqueza que potencialmente posee y que con poca frecuencia son convenientemente utilizadas. Abrirse a nuevas y distintas posibilidades es el camino más seguro hacia la supervivencia del medio y conseguir esa madurez tan necesaria para la industria de la historieta en España depende de la orgánica y positiva relación que ha de establecerse entre editores, autores y público. Es de agradecer que editoriales como Astiberri, De Ponent o Sinsentido apuesten por una fórmula diferente a la tradicionalmente adoptada por otras editoriales de mayor tirada y esperemos que dentro de unos años podamos hablar de un futuro más alentador para la historieta española.

 

T- ¿Qué valor (o qué poder) creéis que tiene la historieta como instrumento para “reparar la deuda histórica”?

 

JG- No lo sé con certeza. En nuestro caso, no creo que en Cuerda de presas haya ninguno. Sin embargo, yo sí he sentido en muchas ocasiones la necesidad de pagar una deuda con quienes han sufrido. No sólo en España, sino en cualquier parte del mundo (por eso he escrito guiones sobre Alemania, Portugal, Ruanda o Uruguay).

 

FM- Creo que en ningún momento hemos intentado reparar nada, puesto que lo sucedido no tiene posibilidad de enmendarse, pero sí pienso que existen parcelas dentro de la realidad histórica que nos están “vendiendo”, que por algún motivo permanecen ocultas u olvidadas. El sufrimiento de esas presas ha sido uno de ellos. Creo que esa necesidad de Jorge por pagar una deuda con aquellos que han sufrido, ha sido un acierto porque nos ha permitido recuperar una de esas “realidades olvidadas”.

 

JG- Existe una conexión muy estrecha entre el libro y el pasado histórico. Es tan evidente que oscurece el engarce del álbum con el presente que lo engendró. Me explico: Cuerda de presas fue concebida durante la segunda legislatura de gobierno del Partido Popular (2000-2004). Era un momento en que el revisionismo cobraba fuerza y se hablaba mucho de la historia de España, como ya había ocurrido durante la primera legislatura con el plan de estudios de Esperanza Aguirre, entonces ministra de educación, hoy presidenta de la Comunidad de Madrid. Incluso apareció Cuéntame, una serie dedicada a narran los años del tardofranquismo desde una perspectiva nostálgica y edulcorada. Cuerda de presas surge por oposición a ese pasado dulcificado que tanto éxito tenía en aquel momento. Como ves, el contexto resulta determinante a la hora de enjuiciar la obra.

 

T- Recientemente decía Vidal-Beneyto que vivimos tiempos de mitificación de libertades, sacralización de derechos humanos, exaltación del liberalismo humanitario y consenso blando… Sin embargo, los jóvenes de hoy salvo excepciones –vosotros- no miran atrás. ¿Qué opinión os merece este concepto de ‘unanimismo democrático’? ¿Se demuestra también en la historieta actual?

 

JG- Volver la vista atrás con frecuencia puede resultar dañino. Pensemos en el paciente anamnésico del neurólogo A. R. Luria: poseía una “memoria total” y, por tanto, era incapaz de olvidar, de discernir entre el presente y el pasado; terminó sus días internado en una institución psiquiátrica. El olvido, pues, tiene sus ventajas. Sin embargo, el silencio sobre nuestra historia reciente ha sido inducido desde el poder y despierta todo tipo de recelos. Por nuestra parte, los jóvenes también somos responsables de esta situación: hemos consentido que nos escamoteen el pasado y lo sustituyan por un pastiche nostálgico. Como en la fábula de Orwell, la falta de perspectiva nos vuelve más dúctiles y permeables a las mentiras.

 

FM- No tengo constancia de las palabras de Vidal-Beneyto, aunque es usual que los jóvenes tiendan a pensar en el futuro y no en el pasado, aunque algunas veces no piensen en ninguno de los dos. Quizás un motivo añadido a esto último sea la sensación ilusoria que actualmente tenemos de vivir en un entorno seguro al margen de grandes problemáticas. Ilusión que se han encargado de proyectar muchos de esos gobiernos occidentales de primer orden que hablan de democracia dentro de un panorama tranquilizador.

 

Una estrategia de algunos gobiernos latinoamericanos durante el siglo pasado para enmascarar las graves crisis en las que estaban sumidos sus países, fue desviar la atención de sus ciudadanos hacia actividades lúdicas de hondo calado social como es el caso del fútbol. Hoy en día podemos decir que muchas democracias occidentales han creado un entorno social que vive por y para ese entretenimiento. Y evidentemente, la historieta, que cumple una función divulgativa, participa de ese juego.

El hacinamiento en las cárceles.

Las palizas y los fusilamientos.

Las torturas.

La falta de esperanza

T- TOS venía a ser el único escaparate (a modo de revista) de la producción de los jóvenes historietistas actuales, con la salvedad de los catálogos de Injuve, la guadianesca Dos veces breve u otros prozines y fanzines. También TOS se apagó. ¿Qué queda para los que os incorporáis ahora?

 

FM- Supongo que depende de la relación que el autor establezca con el medio. En mi caso esta relación se limita a la publicación de álbumes con historias que se mantengan dentro de ese formato, porque mi tiempo no da para más.

 

Pero para esos autores que necesitan de estas publicaciones como un medio de publicitar y dar una continuidad a un trabajo que quieren hacer llegar a los lectores, que nacen desde su amor por el medio, que las proyectan desde el corazón sin ningún ánimo de lucro y  nunca con la intención de subsistir gracias a ellas, porque no dan para tanto, las expectativas resultan desesperanzadoras, porque añaden un grado más de decepción a un panorama que no resulta nada alentador para nosotros.

 

Sostener este tipo de publicaciones requiere de un coste y unas energías que la mayoría de las veces no encuentra recompensa por el bajo índice de ventas. Y esto se relaciona directamente con la escasa proyección que el autor español encuentra entre los actuales lectores y la imposibilidad de hablar de un mercado de la historieta española como podría ocurrir en el caso de Francia. Mientras ese mercado no exista, creo que es difícil hablar de una supervivencia para este tipo de proyectos editoriales.

 

Sin embargo, creo que nunca faltarán iniciativas de este tipo. Siempre hemos contado con la producción de revistas y fanzines que con un nivel de difusión más reducido, muchas sumidas en el anonimato, han recogido la obra de aquellos, entre los que me incluyo, que comienzan a publicar cuando no se percibe ninguna otra posibilidad en el horizonte.

 

JG- Salvo excepciones, hace tiempo que las revistas dejaron de ser el horizonte al que aspiran los historietistas. La producción se concentra en los álbumes, más fáciles de “exportar” que las historias cortas. Por otro lado, la historieta corta ha cambiado su valencia, se ha “devaluado”. A este respecto, resulta sintomático el que muchos críticos sean incapaces de percibir el talento de un autor hasta que éste no lo confirma con una obra larga. Hay una extensa lista de damnificados por esta ceguera. Un caso paradigmático es el de Pedro Rodríguez, cuya historieta corta “De cadenas y pájaros” me parece prodigiosa, el mejor ejemplo actual de la técnica de “cajas chinas” (historias dentro de una historia). Sin embargo, pocos le han prestado a Pedro la debida atención. Mutatis mutandis, es como si Bernard Kringstein hubiera dibujado el clásico “Master Race” y nadie lo hubiese elogiado a causa de la brevedad del relato.

 

En cuanto a las publicaciones que citas, me cuesta mucho diferenciarlas; de hecho, los autores y los contenidos tienden a repetirse. A mí me gustaría que hubiese un mayor compromiso ético o moral en las revistas, como el que en su día asumieron El Ojo Clínico o los primeros números de Nosotros Somos los Muertos. Sin embargo, no parece que las cosas vayan por ese camino. Quizá no haya llegado el momento... o acaso haya pasado ya.

 

Eso sí, siento una gran debilidad por la revista Dos Veces Breve de José Vicente Galadí. Supongo que es debido a la claridad y sencillez de los planteamientos de José Vicente a la hora de “contratar” a los autores. En esa publicación de gran formato he descubierto a historietistas con un potencial extraordinario para contar historias, como Joaquín Santiago o, por supuesto, Pedro Rodríguez.

 

T- ¿Qué proyectos futuros tenéis cada uno de vosotros?

 

FM- Por el momento pienso seguir colaborando con Jorge en nuestro próximo proyecto, un relato que se enmarca dentro del género negro y que seguramente Astiberri se encargará de publicar. También nos gustaría reunir en un libro una serie de historietas cortas del mismo género, en el formato de Cuerda de Presas, aunque tengo que encontrar mi hueco, puesto que tengo que compaginarlos con mi labor como diseñador gráfico.

 

Ambos somos unos apasionados del género y Jorge posee un amplio bagaje cinematográfico sobre el tema. Rememorar a clásicos como Hammett, Chandler, Capote, McCoy y muchos otros, pero siempre adaptándonos a criterios más contemporáneos.

 

JG- En este momento, mi futuro está aún por escribir: todo son castillos en el aire. No obstante, me considero muy afortunado porque mis proyectos inmediatos tienen que ver con soberbios dibujantes como Fidel, Pedro Rodríguez o Luis García.

 

Con respecto a Fidel, nos encontramos ante un historietista vigoroso, versátil, superlativo. En sus tremendos contrapicados, muestra los personajes con una rotundidad que pocas veces alcanza el dibujo de historieta. Además, es alguien que se entrega sin reservas a cada trabajo, y eso le ha costado más de un disgusto, tanto en lo físico como en lo sentimental. Yo siempre he dicho que las páginas de Cuerda de presas están hechas del material que conforma los sueños, porque, literalmente, Fidel no dormía para dibujar a “nuestras chicas”. Además, y esto me gustaría agradecérselo públicamente, es un amigo maravilloso.

 

Volviendo a los proyectos, nuestros planes conjuntos pasan por ese álbum largo del que Fidel hablaba más arriba y sobre el que no puedo adelantar demasiado porque aún no hay nada escrito salvo alguna nota suelta. Eso sí, guardará relación con Japón, Estados Unidos y la atmósfera de la serie negra. En el mismo registro hemos aparcado otro libro de historietas cortas del que se ha podido ver algún avance en la revista Dos Veces Breve y en el diario A quemarropa de la Semana Negra de Gijón. También hemos hablado de iniciar una serie de espionaje en el contexto de la Guerra Fría. Me encantan esas historias de falsos culpables, agentes dobles y giros inesperados. Y también me encantan los personajes y la atmósfera de la serie televisiva El prisionero, y de películas como El factor humano de Otto Preminger, Los tres días del Cóndor de Sidney Pollack o La conversación de Francis Ford Coppola. Si mezclamos estos ingredientes con las novelas de John Le Carré, quizá pueda surgir algo interesante.

 

En paralelo, mantengo una excelente relación con Pedro Rodríguez, a quien admiro mucho por su trabajo en la serie “Omar el Navegante” (cuyo primer álbum presentábamos hace unos días en la Sala Sinsentido de Madrid). Entre otras cosas, Pedro y yo compartimos el sueño de ganarnos el pan con la historieta trabajando para Francia. Para empezar, queremos poner en pie una serie de corte fantástico y aventurero sobre cierto novelista francés del siglo XIX. Después, ya veremos...

 

Con Luis García estamos preparando una historieta corta sobre el genocidio en Ruanda. Es una pieza de la que estoy muy orgulloso y que, a mi juicio, es un trabajo magnífico de este gran dibujante. Por otro lado, hemos hablado hace poco de poner en marcha un proyecto más ambicioso y en sintonía con la encrucijada íntima que él atraviesa en este momento. Para encandilar al lector, Luis me ha propuesto que envuelva ese descenso a los infiernos en el interior de una historia de género, como ocurría en la película Chinatown de Roman Polanski o en las novelas de Graham Greene. Sin embargo, dudo que Luis se anime con este proyecto sin un incentivo previo por parte de algún editor. En fin, otro hermoso castillo en el aire. Afortunadamente, el precio del aire es más razonable que el del suelo en este país.

 

Por último, no me resisto a citar un proyecto que acaricio desde hace años y para el que aún no he encontrado dibujante: un álbum sobre los cadáveres de la Guerra Civil enterrados en fosas comunes. Como sabes, hay determinadas asociaciones para la recuperación de la memoria histórica que se dedican a exhumar e identificar esos restos. Además de un acto de justicia, es un material extraordinario para una historieta. Estaríamos ante una especie de novela policial invertida: no importa quién fue el asesino sino quién es la víctima. Esto nos permite aproximarnos a la Guerra desde un ángulo distinto. Desde hace tiempo, me interesa especialmente el engarce entre el pasado y el presente: ¿por qué nos interesa un acontecimiento que ocurrió hace setenta años? ¿Cuánto de nosotros ponemos en unos cuerpos cuya identidad desconocemos? ¿Quién descansará en paz cuando exhumemos esos restos?


ENLACES.

  Reseña de Cuerda de presas por Lombilla   > 


 [ © 2005 Manuel Barrero, para Tebeosfera, 051230]