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LOS TEBEOS DE MADRID


Los tebeos de Madrid. Un corte en la historia de la prensa popular de historietas

 

 

[ Cubiertas de Pinocho y Jeromín. ]


Artículo por Antonio Martín

   Al hacer historia de la literatura y la prensa infantil españolas, el principal problema radica en lograr situar las obras y publicaciones de los siglos XVIII a inicios del XX en función de la sociedad concreta desde la que se crearon. En nuestro caso, el análisis histórico de los primeros tebeos de Madrid –periódicos infantiles, revistas para niños y publicaciones de y con historietas-, surgidos en las primeras décadas del siglo XX, debe estar ligado lógicamente a sus lectores. Sin embargo, este es un aspecto del que lo ignoramos casi todo. Conocer la extracción social, los grupos de edad y los niveles educativos de los niños, y comprender desde dichos datos qué clase de lectores recibían los tebeos históricos, nos permitiría conocer y valorar mejor estas publicaciones. Sin ello hemos de quedarnos en el manejo y análisis de los datos hemerográficos, en la descripción de contenidos y en una valoración que en gran parte, y por mucho que intentemos evitarlo, se basará en la extrapolación y el estudio teórico desde nuestra perspectiva actual.

   La situación de los niños españoles de inicios del siglo XX y su presencia como potenciales lectores reviste aspectos negativos a la luz de la legislación española sobre la infancia. La constante reiteración de Leyes, Ordenanzas y Reales Decretos para asegurar “la salud física y moral de los menores” (Ley de 1878), hasta llegar a la creación en 1911 de la Dirección General de Enseñanza Primaria, demuestra que la legislación no se cumplía, por lo que los Gobiernos se veían obligados a dictar una y otra vez normativas, no solo para proteger la salud y la integridad física de los menores sino también para intentar facilitar su acceso a la alfabetización, cuya falta condicionó radicalmente el surgimiento de nuevos lectores y el desarrollo y penetración de la prensa y la literatura infantil más allá de las clases privilegiadas.

   Hoy conocemos relativamente bien la vida diaria de las gentes de principios del siglo XX. Pero las crónicas hablan muy escasamente y de refilón de las lecturas de los niños de aquellos años, que por otros documentos, como son los catálogos editoriales, sabemos eran además tratados píos y educativos: aleluyas, romances populares, pliegos de cordel, folletines, novelitas seriadas de aventuras, prensa ilustrada y las revistas infantiles que se publicaban entonces, con las historietas y los personajes que contenían en sus páginas. A partir de las escasas referencias que nos quedan parecería que los niños de aquellas décadas no leían tebeos, lo cual se contradice con el número creciente de nuevos títulos que los editores publicaron en los citados años. Por lo que cabe creer que los tebeos fueron considerados poco importantes por los contemporáneos y por ello han quedado invisibles en sus memorias.

Los tebeos antes del TBO

   La denominación tebeo, con la que en España se conoce el modelo editorial de la revista recreativa con historietas o de solo historietas, se estableció a partir de la popularización de la revista de humor TBO en los años de 1920-1930, cuando la generalización de su título en boca de los lectores derivó en nombre común para designar este tipo de revistas, TBO = Tebeo. Así lo recoge el Diccionario de uso del español, de Maria Moliner, segunda edición, página 1.192, que facilita la entrada: «Tebeo. m. Nombre que se emplea para designar en general los periódicos infantiles con historietas, chistes, etc., tomado del nombre de uno de ellos».

   Conviene precisar que TBO no es el primer tebeo español, tampoco la primera publicación recreativa con historietas, ya que antes apunta una serie de revistas infantiles que al iniciarse el siglo publican historietas españolas, francesas, alemanas e incluso norteamericanas. Es así como el nuevo modelo editorial que nace y se fija entonces y los planteamientos empresariales de los editores llevaron a que la revista genérica con historietas se reorientase y dirigiese, desde un inicial planteamiento de “semanario festivo” o “semanario humorístico”, sin un público receptor definido, hacia un nuevo modelo editorial de revista en la que la historieta ya no era un simple complemento de las páginas de texto sino un elemento recreativo básico, con una lectura específica derivada del peso e importancia de la imagen dibujada, lo que dio lugar a un nuevo tipo de publicación dirigida específicamente a los lectores infantiles.

   La evolución no es tan simple y desde luego menos automática de lo que podría parecer por el esquematismo con que hemos de resumir procesos complejos, en los que cuentan los lectores y sus niveles de alfabetización, el núcleo familiar y su poder adquisitivo, los editores y la expansión de la industria editorial. El modelo del tebeo se establecerá de forma paulatina, por la acumulación de los intentos realizados por distintos editores que ensayan las nuevas fórmulas editoriales, hasta transformar de forma más o menos acusada la clásica revista para niños del XIX, gracias sobre todo a la inclusión de contenidos de historietas. Esta evolución de la prensa infantil se produce básicamente entre 1900 y 1930 en un proceso común a casi todos los países europeos, especialmente Inglaterra, Francia, Italia, España y Portugal.

   El paso desde la revista para niños al tebeo se da de forma casi simultánea en Madrid y Barcelona, bien que en cada ciudad tiene características propias. A inicios del siglo XX, Madrid ha heredado un larga tradición editora de revistas formativas para niños, revistas dirigidas a los herederos de las clases altas de la sociedad, que eran los potenciales lectores de esta prensa por haber superado el grado cero de la alfabetización. Ahora, la aparición del modelo del tebeo ampliará las bases lectoras al dirigirse a los hijos de la burguesía madrileña, de la mesocracia administrativa y de los obreros especializados. En los tebeos se va a dar una mayor presencia de la imagen, que gana terreno a los textos, en detrimento de los contenidos más serios y formativos -en ocasiones con acusado carácter proselitista-, hasta la progresiva imposición de los nuevos materiales de historietas de signo humorístico, costumbrista y hasta aventurero en ocasiones. Es así como los editores recurren a la historieta para hacer más amenas revistas como ocurre en Madrid con Álbum de los Niños (1900), Gente Menuda (1908), Infancia (1910), Los Muchachos (1914).

   Algo más tarde, cuando aparecen las primeras revistas que rompen definitivamente con los modelos decimonónicos para dar paso a los tebeos que van a llenar el siglo XX, la historieta acabará por imponerse como elemento común e imprescindible, o casi, en las revistas infantiles más modernas. En Barcelona los primeros tebeos consideramos que son: Dominguín (1915), Charlot (1916), Juanito (1916), Charlotín (1917), TBO (1917) e Historietas Infantiles (1918), mientras que en Madrid, donde la historieta ha experimentado una mayor desarrollo y perfeccionamiento expresivo en la prensa para adultos, el prototipo del tebeo total es más tardío: Caperucita (1924), Pinocho (1925), Chiribitas (1925) y Macaco (1928). A partir de aquí se produce un doble proceso de crecimiento, con características propias en cada ciudad: en Barcelona se concentra la edición de signo más popular mientras que en Madrid el proceso de evolución hasta el modelo del tebeo va acompañado del afianzamiento de una línea de prestigio, por la que muchas veces primará la calidad estética, la innovación y cierto elitismo, por encima de los planteamientos populares.

La historieta en la prensa de Madrid

   Los tebeos de Madrid van a evolucionar al mismo tiempo que lo hace la historieta. Sin que se deba olvidar que el medio historieta surge en la segunda mitad del siglo XIX y se perfecciona gracias a la creatividad de individualidades poderosas. Después se dispersa por toda clase de revistas, cuando aún la prensa infantil estaba iniciando su proceso de evolución. Es así como en Madrid la prensa revistas de humor y satírica y las revistas gráficas de información dirigidas al grupo familiar, van a ser el primer soporte editorial en el que evoluciona la historieta, con publicaciones como: Madrid Cómico (1881), La Semana Cómica (1887), Blanco y Negro (1891), La Gran Vía (1893), El Nuevo Mundo (1895), Los Sucesos (1904), Monos (1904), La Semana Ilustrada (1907), Mundo Gráfico (1918), etc.

   En estas revistas, que no se dirigen a los niños, la historieta que se hace en Madrid da pasos firmes y desde su experiencia en ellas muchos dibujantes realizarán historietas para las revistas infantiles de la época. También es a través de estas publicaciones como se introduce en España el cómic norteamericano más moderno, como sucede con series de la importancia de “Buster Brown” de Outcault y “Little Nemo” de Windsor McCay, aparecidas en la prensa madrileña de la primera década del siglo XX, con la influencia que ello hubo de suponer sobre los dibujantes españoles. De este conjunto de publicaciones hay que destacar la revista Monos, que aparece en Madrid en 1904 y publica junto a historietas españolas, y europeas, cómics norteamericanos que oscilan entre la popularidad que entonces alcanzaba “Foxy Grandpa” y la extrema rareza siempre de “The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo”.

   Pero con ser esto importante no lo es tanto como el planteamiento editorial de Monos, que presume de ser el semanario “ilustrado por los más ingeniosos caricaturistas del mundo”. Efectivamente, con esta revista se inicia un nuevo modelo de prensa: el semanario gráfico de intención recreativa dedicado expresamente a la historieta y el chiste, con predominio de la imagen dibujada y en la que las secciones de texto son menores y poco importantes. Monos no es exactamente una revista de humor según los planteamientos periodísticos de su época, tampoco es un tebeo, pero al ser un semanario que preferentemente publica historietas se convierte en un paso importante para su implantación en la prensa española, como ejemplo para los nuevos editores de prensa popular que están surgiendo al amparo del crecimiento económico que España experimenta en el primer tercio del siglo XX.

   El crecimiento de la prensa de historietas española, de los tebeos, se produce siguiendo un doble proceso: por acumulación, con la edición repetida de sucesivas revistas, a las que progresivamente se añaden nuevos títulos año tras año. Ello se produce sobre todo en Barcelona e

implica una industria que se especializa en toda clase de publicaciones orientadas hacia un consumo progresivamente masivo. Al mismo tiempo se da también un proceso por el que se avanza a impulsos gracias a una serie de autores que buscan y encuentran nuevos modos y maneras de hacer, con editores que asumen los riesgos de producir una prensa de calidad. Es en Madrid donde la industria editorial de la prensa infantil avanza empujada por autores y editores que innovan y descubren nuevos modos de hacer, incorporando a la historieta española sus recursos más avanzados. Entre los tebeos madrileños de los años veinte hay que citar preferentemente: Caperucita (1924), Chiquilín (1924), Pinocho (1925), Pifa (1925), Chiribitas (1925), Macaco (1928) y Jeromín (1929) entre los más importantes.

Tebeos de calidad en Madrid

   Los años veinte serán uno de los períodos más fructíferos y de mayor calidad en la historia de los tebeos de Madrid. Entre los nuevos editores que hacen posible estos logros y que abren sus publicaciones a los nuevos autores de humor gráfico e historieta y a un nuevo concepto de la ilustración, hay que destacar a Artemio Precioso con la revista de humor Muchas Gracias, Rafael Calleja que renueva radicalmente la vieja editorial familiar y publica el tebeo Pinocho y la revista Chiribitas, y Luis Montiel propietario de las editoriales Rivadeneyra y Estampa que publican la revista Gutiérrez y los tebeos Macaco y Macaquete. Gracias a ellos y a otros editores menos importantes que les siguen, los nuevos dibujantes con nuevas ideas encontrarán soportes adecuados en los que publicar sus trabajos.

   Y no se trata solo de tebeos u otras revistas infantiles, ya que en estos años la historieta alcanza un auge muy importante en la prensa de Madrid, que podemos concretar en dos casos que tienen especial significación e interés por tratarse de publicaciones para adultos. Se trata de las nuevas revistas de humor que en esta década aparecen en Madrid: Buen Humor (1921), Muchas Gracias (1924) y Gutiérrez (1927). Y del periódico diario El Sol. Estas publicaciones se abren a la historieta de autores españoles en sus manifestaciones más modernas y experimentales, publicando muchas obras que juegan con el lenguaje expresivo propio del medio, sus convenciones gráficas, los argumentos y personajes. En general se trata de historietas de humor poco trascendentes, sus autores no pretenden realizar grandes obras de importancia singular, más bien se trata de jugar con los límites expresivos del medio para llevarlos tan lejos como sea posible.

   En los mismos años, el diario El Sol crea y mantiene, al menos hasta 1930, la sección diaria “Los Maestros de la Historieta”, habitualmente en formato tira, en la que cada día un dibujante realiza una historieta. Por esta sección única –y nunca repetida al mismo nivel-, que muestra la importancia, o como mínimo el interés por la historieta existente en algunas de las publicaciones de Madrid de esta época, pasan y realizan sus obras muchos de los mejores dibujantes españoles de humor, entre ellos Martínez de León, Robledano, López Rubio, José Arrué, Tono, Sancha, Bagaría, etc.       

   Podemos agrupar a los dibujantes de los tebeos de Madrid de este período en dos grupos principales, aunque no rígidamente excluyentes. Uno, genérico, de dibujantes e ilustradores jóvenes -muchos con formación artística e interesados por la pintura-, que trabajan para las editoriales de literatura y prensa infantil, entre ellos: Salvador Bartolozzi, el pintor uruguayo Rafael Barradas, famoso por su vinculación a los grupos artísticos españoles de vanguardia, Antonio Barbero, Rafael Penagos, Emilio Ferrer, Teodoro Delgado, Soravilla, F. Ramírez, etc. El otro grupo lo forman autores que la crítica ha agrupado bajo el nombre de “Generación de 1927”, entre ellos y para nuestro tema los dibujantes: K-Hito, López Rubio, Mihura y Tono. Y sus seguidores, que no discípulos: Bluff, Alfaraz, Echea, Dubón, etc.

   El interés por la historieta que muestran muchos de los ilustradores y dibujantes españoles más interesantes de esta década y su perfecto conocimiento de los mecanismos expresivos del medio, les permite llevar la historieta española hacia la modernidad, más allá de los estrechos límites en los que se debaten los tebeos de tipo popular. Y ello se refleja en algunos de los tebeos de Madrid, que se benefician del extraordinario momento que los creadores españoles viven estos años. Sus historietas en la prensa madrileña son las más importantes que se realizan en España hasta los años treinta, por su rápida evolución, la total integración del texto y la imagen en el bocadillo y por su alto nivel de experimentación expresiva. Sobre todo ello cabe una reflexión más ampliada y detallada, que por ahora queda para un libro que preparamos sobre los tebeos de Madrid. Eso sí, estos nuevos tebeos, con gran calidad técnica y de contenido, radicalmente distintos a las viejas revistas infantiles, se dirigen sectorialmente a lectores de clase media, lejos de toda veleidad de prensa popular.

   Todos los autores de este tiempo son importantes, todas las obras interesan, pero si hubiese que destacar nombres serían imprescindibles los de K-Hito, López Rubio, Mihura y Bluff, porque llevan la historieta española a una de sus cotas más altas. Todos los tebeos de esta década son importantes, pero Pinocho lo es especialmente gracias a su director Salvador Bartolozzi, autor de una interesante revisión literaria y gráfica del personaje Pinocho, que convierte en protagonista y título de esta revista infantil, que publica historietas de K-Hito, Castillo y el propio Bartolozzi, ilustraciones de Tono, López Rubio, Robledano y Galindo y abundantes cómics norteamericanos como “Winnie Winkle”, “The Gumps”, “Orphan Annie”, “Bringin Up Father”, “Happy Hooligan”, etc.; técnicamente, marca una etapa en la historia de la prensa, al ser uno de los primeros tebeos que se imprimen en offset, en los talleres Nerekan de San Sebastián. De este momento nos quedan también los tebeos Chiribitas y Pifa (1925), también de Calleja y prolongaciones de Pinocho. Y Macaco (1928), que dirige K-Hito en paralelo a la revista de humor Gutiérrez, y donde publica los trabajos de los dibujantes López Rubio, Mihura, Bluff, Roberto, Dubón, etc.  

Tebeos populares en Madrid

   Revistas ilustradas, prensa deportiva, novela popular de género, folletines infantiles por entregas, tebeos, cromos, postales, teatro “arrevistado”, cine de género, radio, etc., etc., etc., ponen en la década de 1930 bases sólidas para una cultura industrial de masas -nada que ver con la auténtica cultura popular, en tanto que emanada del mismo pueblo- que penetrará en las capas medias de la sociedad madrileña y española. Esto se va a concretar de forma más explícita cuanto mayor sea la influencia de los medios americanos sobre la sociedad urbana española, lo cual, por supuesto, no se puede localizar solo en Madrid pues se trata de un fenómeno común a todo el país, con especial incidencia en los núcleos de población industriales o de servicios, de los que surge un nuevo público lector más popular e indiscriminado.

   En los años treinta los editores madrileños tienen que enfrentarse con la competencia de las editoriales de Barcelona, que no sólo han remontado la mediocridad de años anteriores y ofrecen tebeos de calidad, con un excelente contenido de historietas, sino que a partir de 1934 unen la tradición editorial de los productos populares y baratos con los cómics norteamericanos de aventuras más famosos y actuales, como es el caso de los semanarios barceloneses Aventurero y Mickey. Sea por ello o por el giro populista que la cultura española presenta en esta década, o posiblemente por ambas razones, los tebeos de Madrid se pueden agrupar en dos tendencias principales, por un lado títulos como Macaquete (1930), El perro, el ratón y el gato (1930), Gente Menuda (1932) e Iván de España (1934), que siguen la tendencia de calidad de años anteriores. Mientras que Jeromín (1929) y Pichi (1930), que llegarán hasta 1934, se plantean como publicaciones populares.

   Las más representativas de la primera tendencia son: El perro, el ratón y el gato, dirigida por Antoniorrobles, con la colaboración de Mihura, Sama, Bartolozzi, Climent, López Rubio, Oscar, etc., que no es realmente un tebeo sino una revista claramente elitista e incluso lujosa, en la línea del argentino Billiken, y por ello minoritaria respecto a los lectores españoles. Y Gente Menuda, que presenta un perfecto equilibrio de contenidos con historietas de López Rubio, Orbegozo, Galindo, Alfaraz, Cabrero Arnal, Tauler, Gros, Antonio Casero, Reguera, Teodoro Delgado, etc. y se caracteriza por su calidad, si bien su condición de suplemento de la revista familiar Blanco y Negro dificulta valorar el alcance real de sus contenidos. Por el contrario, desde nuestra perspectiva y por el análisis de los ejemplares podemos creer que los tebeos de Madrid más cercanos a los lectores de los años treinta han de ser Pichi y Jeromín, debido a sus planteamientos editoriales, su impresión, sus contenidos de historietas y su precio.

   Ambos tebeos buscan soluciones intermedias respecto al populismo de otros tebeos y por ello recurren al cómic norteamericano. Pichi ofrece contenidos variados y se nutre de historietas de dibujantes españoles poco conocidos y de cómics norteamericanos pirateados, calcados o reinterpretados por dibujantes españoles, como son las series: “The Gumps”, “Desperate Desmond”, “The Katzenjammer Kids”, “Tarzan”, “Moon Mullins”, “Felix the Cat”, etc. y “Skippy”, que totalmente reelaborado se convierte en Pichi. Pichi fomenta la participación de los lectores y su éxito genera concursos, bailes infantiles, postales, sobres sorpresa, productos de papelería, dioramas troquelados y muñecos. También alcanza éxito popular Jeromín, publicado en estos años por Prensa Católica –empresa del periódico diario El Debate-, que se plantea como un tebeo popular, incluso por el recurso a la impresión en rotativa y con papel de periódico, lo que, junto con la publicación de cómics americanos como “The Katzenjammer Kids”, “Laura”, “Felix the Cat”, “Dingle-Hoofer und his Dog”, que se unen a las historietas de Soravilla, Teodoro Delgado, Jubera, permite abaratar su precio. Inmediatamente antes de la guerra civil se puede hablar por primera vez de una prensa infantil popular que llega a todos los estamentos de la sociedad española, sobre todo con los tebeos publicados en Barcelona y también con algunos de los tebeos de Madrid, bien que éstos, incluso los más populares, mantienen un nivel de calidad medio.

Una triste guerra...

   La guerra civil española pone fin a la normalidad y a la continuidad editorial en Madrid. A todos los niveles, no sólo en cuanto a las revistas infantiles y tebeos. No hay que olvidar su condición de ciudad sitiada y los constantes bombardeos que sacuden la vida diaria y la dificultan. Aún así no fue imposible la edición de prensa y libros, pero sí difícil, más teniendo en cuenta que la guerra precipita una situación de excepción y muchas de la empresas editoriales y de los talleres de impresión son incautados por comités obreros y partidos, que utilizan los escasos recursos de papel, cartulina, tintas, etc. para la propaganda de guerra, una “guerra de papel” paralela a la bélica y en algunos momentos casi tan importante y desde luego mucho más triunfal que los hechos de armas.

   Sea de una manera u otra, el hecho es que Madrid no editará más tebeos durante la guerra civil, cuando se está llevando a cabo una intensa labor de evacuación de los niños madrileños hacia la relativa seguridad de la retaguardia catalana y, en algunos casos, hacia otros países. La mayoría de los dibujantes que antes de julio de 1936 habían trabajado en los tebeos de Madrid y habían aportado a los mismos modernidad y calidad, han desaparecido o trabajan para la causa de la República. Algunos, como Mihura, Tono, Teodoro Delgado, etc., se instalan en la zona controlada por los militares sublevados y colaboran con sus chistes, historietas e ilustraciones. Otros, como K-Hito, intentan volverse “invisibles” en la España republicana por miedo a posibles represalias, derivadas de su anterior trabajo en la prensa de derechas. Muchos dibujantes marchan al frente o ponen su capacidad expresiva y artística al servicio de los aparatos de propaganda que trabajan en el Madrid asediado, con casos particulares como el de López Rubio anónimo autor de las tiras recogidas en el folleto El Soldado Canuto -parece que con la posible colaboración de un jovencísimo Tomás Porto-. Y hay otros como Bartolozzi, Emilio Ferrer, Bluff, que continúan dibujando para la prensa de guerra en diarios, revistas gráficas de información y en la escasa prensa satírica del momento, como la revista valenciana La Traca en la que Bluff desarrolla una intensa labor de guerrilla contra los militares sublevados.

   En 1939 los vencedores de la guerra civil dan un frenazo en seco y hacen que el país, sus gentes y su cultura retrocedan un cuarto de siglo. A todos los niveles y campos, también el editorial, también la prensa y los tebeos. Al acabar la guerra el dibujante Bluff es fusilado. Martínez de León, Babiano, Escobar, Robledano, y muchos dibujantes más van a parar a campos de concentración o a la cárcel. Otros huyen por Francia. La edición de tebeos recomienza prácticamente desde cero y cuando los editores de Madrid reanudan su trabajo lo hacen en precario, casi siempre con nuevos dibujantes desconocidos, hilando fino para atenerse a la ortodoxia del régimen de Franco. En años sucesivos los tebeos de Madrid serán abundantes, pero estarán controlados por el Estado, a través de Falange, o bien por la Iglesia. Más allá solo quedan tebeos de ínfima calidad, pero muy populares. Y un ejemplo único de la alta calidad, exquisitez y elitismo de épocas anteriores: Chicos, que además será un paradigma de bien hacer para los años venideros. Pero esa es otra historia...

[ © 2005 Antonio Martín, para Tebeosfera 050205 ] [ Las imágenes han sido obtenidas del sitio web de José Gregorio Jiménez El Coleccionista  salvo la cubierta de Hay que evitar ser tan bruto como el soldado Canuto, que pertenece a la colección de M. Barrero ] [ Este texto fue previamente publicado en el núm. 174 de CLIJ. Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil. Se reproduce aquí con permiso de su autor y constituye un avance de su libro Los tebeos de Madrid, de próxima publicación ]