TEBEOSFERA \ MONOGRÁFICO  \  LUIS GARCÍA

LUIS GARCÍA SEGÚN ...

      JORGE GARCÍA

 

[ Jorge García según Luis García, que realizó esta pintura al óleo y grafito expresamente para la presente edición de Tebeosfera. © 2005 L. García ]


EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO


Aquel que (...) no palpitara vivamente en presencia de un maestro, carecerá siempre de una cuerda en su corazón.  Balzac

 

            No puedo precisar el momento exacto de mi encuentro con la obra de Luis García. Durante mi infancia, eso puedo asegurarlo, sus álbumes estuvieron ausentes. Para acceder a ellos habría tenido que viajar hasta el corazón de Salamanca, a la biblioteca pública Gabriel y Galán. El problema consistía en que, para llegar allí, tenía que cruzar la carretera de Madrid y ésa era una frontera que mis padres nunca me dejaron traspasar solo.

            Supongo que el encuentro tuvo lugar años después, en el ecuador de la adolescencia, cuando empecé a moverme en el mundo de la historieta y los historietistas. A principios de la década de los noventa, un grupo de autores (entre los que destacaban Tomás Sánchez, Máximo Hierro y el hoy célebre dibujante de superhéroes Manuel García) intentábamos poner en pie un fanzine. Aparte de encontrarnos en algunos bares, las reuniones del colectivo se celebraban los sábados por la mañana en una amplia sala de la iglesia del Arrabal, espacio que nos había brindado un amigo vinculado al escultismo católico. Acicateados por el frío que se respiraba entre aquellos muros, hablábamos de lo divino y lo humano; y también de los profesionales españoles de los años setenta y ochenta, cuya obra yo desconocía en absoluto y, fruto de esa ignorancia, desdeñaba en su totalidad.

            En aquella época sí recuerdo haber pasado mañanas enteras en el último piso de la biblioteca Gabriel y Galán, leyendo y releyendo los espléndidos álbumes de Ediciones de la Torre que recogían parte de la producción de aquella generación. Puede que, por entonces, Tomás o Máximo se hubieran anticipado prestándome alguna historieta suelta publicada en Totem o Cimoc; o que mi primo, el también dibujante Víctor Gómez, me hubiera traído de Barcelona algún ejemplar de la revista Troya adquirido en el mercado de San Antonio; sobre este punto, no puedo ser categórico. Pero debió ser en la biblioteca, al calor de la calefacción, donde descubrí de forma sistemática el talento de Carlos Giménez, Adolfo Usero, Ventura y Nieto, Alfonso Font... y, por supuesto, Luis García.

            Faltaría a la verdad si dijese que esas primeras imágenes (pertenecientes al libro Etnocidio) quedaron grabadas en mi retina con tinta indeleble. Como buen adolescente, yo cultivaba el hábito de ignorar el esfuerzo de mis mayores. Los dibujos de Luis, formalmente impecables, me resultaron fríos e, incluso, “fáciles”. Yo tenía tal inocencia y tal confianza en la valía de mis amigos dibujantes que pensaba que cualquiera de ellos, pertrechado de la oportuna documentación gráfica, podría haber elaborado aquel álbum mucho mejor que su propio creador. La vida se ha encargado de curarme esa candidez, aunque no haya conseguido arrebatarme la fe inquebrantable en los autores con quienes trabajo.

Volviendo al tema que nos ocupa, a la vista de aquellas planchas, yo no podía dejar de concederle a su autor “cierta habilidad” para el dibujo (el encuadre, la composición y la iluminación eran excelentes); pero eso carecía de importancia para el adolescente que yo era entonces. Por añadidura, mis opiniones estaban contaminadas por ciertas “reflexiones” que entonces ocupaban las páginas de algunas publicaciones sobre historieta. Para bien o para mal, toda la teoría del medio que podía conseguirse en Salamanca se reducía a la revista Krazy Komics. Desde esa tribuna, un indocumentado apostrofó a Luis (tildándolo de “Calquitos” García) para, acto seguido, deshacerse en elogios hacia las propuestas pictóricas, mucho más efímeras, de cierto dibujante estadounidense. Por desgracia, la mezquindad y la ignorancia abundan (y suelen ir de la mano) entre quienes juzgan los tebeos.

            Poco a poco fui aprendiendo algo más (nunca demasiado) sobre este medio; y ese conocimiento adquirido debió dulcificar mi dictamen sobre la obra de Luis. Para que este cambio de parecer fuera definitivo, resultó necesario el concurso de Felipe Hernández Cava. En nuestro primer encuentro (en el que también participó mi amigo Álvaro Pérez, excelente comisario que fue de la muestra sobre Mafalda que se celebró en Salamanca en marzo de 2004), Felipe habló de Luis con cariño y hondura, y me vacunó, sin ser él demasiado consciente de ello, contra las ideas preconcebidas.

            De aquel tiempo a esta parte, he conocido y disfrutado otras obras de Luis. Habrá quien admire el alarde técnico de que hace gala en todas ellas, pero, a mi juicio, lo esencial de su trabajo reside en la capacidad que demuestra para comunicarnos el sufrimiento ajeno, disposición de ánimo muy infrecuente en esta profesión. Desde ese punto de vista, sea en el ámbito de los tebeos o en el de la pintura, Luis ha demostrado ser un digno hijo de Dostoievski. Por eso, cuando Joan Navarro se decidió a editar Nova-2, a Manuel Barrero y a mí nos pareció el momento oportuno para entrevistar a su autor y rendirle un pequeño homenaje.

            Por otra parte, hablar con él, y quienes lo conocen pueden atestiguarlo, es toda una experiencia. Es un conversador nato, perspicaz y apasionado, y está en posesión de una memoria envidiable. En nuestras charlas sentí, desde muy pronto, ese palpitar del que hablaba Balzac en la cita que encabeza estas líneas; la cuerda de mi corazón, supongo, debía estar bien afinada (o el maestro Luis supo tocarla con delicadeza, quién sabe). Guiados por esa incierta luz de mediados de septiembre, nuestra relación fue derivando hacia el ámbito de la complicidad desde el primer contacto telefónico, propiciando un diálogo que, sospecho, va a durar años.

Este modesto homenaje puede tener un interés histórico para el crítico y, en general, el público lector, pero la Historia, decía Francisco González Ledesma, es «una mujer que se va con el último que habla». Así las cosas, inmersos como estamos en el mar de información que anega las costas de internet, dentro de unos meses acaso nadie recuerde nuestro pequeño tributo. Pero en mi ánimo aún perdurará un recuerdo imborrable: el de haber descubierto a un amigo.

            Insisto, desconozco la fecha exacta en que me topé con la obra de Luis García, pero ahora estoy bien seguro de que el 2004 ha sido el verdadero año del descubrimiento.


 [ © 2005 Jorge García, para Tebeosfera 050205 ] [ Jorge García es licenciado en Historia por la Universidad de Salamanca. Profesor eventual, ha sido crítico de historietas (Lateral, Quadrado, Trama, Tebeosfera), pero su máximo interés se centra en escribir historietas: ya lo ha hecho para TOS y para dos veces breve, y en 2005 sorprenderá a todos con Cuerda de presas ]