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LA TRANSICIÓN, EN BRAGAS

La transición en bragas

© Manuel García Duarte, 1984

Prólogo de Fernando Vizcaíno Casas
Editorial: Planeta: Fábula, 152
Rústica   |   17,3 x 12,7 cm.   |   232 páginas
 

Depósito legal: B.23.430-1984
ISBN: 84-320-4613-21970

[ Cubierta del libro, obra de Elgar ]


HUMOR A “DERECHAS”, por José Luis Castro Lombilla

La historia de España es una historia llena de acción y colmada de reacción. Cada intento de cambio ha llevado siempre, inexorablemente, una reacción en contra; como si una parte importante de los españoles tuviera vocación de lastre que frenara el libre vuelo de progreso del enorme globo que es este país. Esquilache, Olavide, Azaña... Frente a cambios radicales para el avance, correctores de intolerables situaciones de secular atraso, siempre se han colocado grupos de presión, parapetados en sus privilegios y supersticiones, cuando no en la simple estulticia. También, cómo no, la esperanzadora llegada de los socialistas al poder en 1982 trajo consigo una reacción en contra por parte de los nostálgicos de la derecha “de toda la vida” que, como voraces insectos, revolotearon alrededor de la rosa socialista buscando, desde el primer momento, la ocasión de clavar su envenenado aguijón en todo el centro del capullo: el libro La transición en bragas, de Elgar, es un ejemplo  fiel de esa tendencia.

Elgar es, junto con Mingote, uno de los humoristas gráficos más veteranos que están aún en activo. Nació en El Araich en 1926 con el nombre de Manuel García Duarte y en 1944, como un “Tarik” cualquiera del dibujo, hace su particular conquista de la península instalándose en Málaga a vivir del humor. Actualmente publica una viñeta diaria en el periódico malagueño Sur.

En 1984, cuando Felipe González sólo llevaba dos años en el poder y la transición aún no había finalizado, Elgar publicó este libro que refleja, a través de sus más de cuatrocientas viñetas y algunos centenares de aforismos, la opinión, recelosa ante un gobierno de izquierdas, de esa derecha que había sido derrotada en las urnas. 

(«¡Qué sería de toda esta generación de izquierdas si no la hubiéramos parido las derechas!») (p.23).
(Un hombre le dice a otro: «Confianza por confianza. También yo pertenezco a la acción católica en la clandestinidad») (p.28).
(«Parece que lo van a cambiar todo. La crisis se llamará crack, el paro, receso laboral y el aborto, interrupción del embarazo») (p.37).
(«Urge un gobierno de coalición. Pienso que todos tenemos el mismo derecho a cargarnos el país») (p.40)
.

Para dejar claro el carácter reaccionario del libro, como mascarón de proa tiene un prólogo del buen escritor (tristemente fallecido a finales de 2003), y mejor y orgulloso representante de la derecha, Fernando Vizcaíno Casas. En él, hace un encendido reconocimiento público al mérito de Elgar por mostrar su filiación ideológica «en los tiempos que corremos, cuando lo que se lleva no es, precisamente, enfrentarse a las corrientes en boga y en el poder»: exagerado argumento que demuestra fielmente la demonización inmediata con la que recibieron, los añoradores de épocas no demasiado lejanas (en las que sí que era meritorio –y peligroso– ir a contracorriente), al partido socialista y sus políticas de izquierda. Porque, frente a las merecidísimas críticas que con los años provocarían Felipe González y su partido, emporcado de corrupción, la crítica de Elgar va contra las políticas de izquierda con las que los socialistas encararon su primer gobierno.

Sobre el aborto, hay tres viñetas tremendas que no dejan lugar a dudas acerca de la opinión que la derecha, esa que según el fallecido prologuista hacía un ejercicio de valentía mostrándose en aquellos democráticos tiempos, tiene sobre algunos de los temas sociales más dolorosos para quienes lo sufren.

(Una mujer se dispone a comer su propia pierna: «¡Vamos, como que una no va a poder ahora disponer libremente de su cuerpo!»).
(Una mujer habla por teléfono: «No faltes. Tere celebra su tercer aborto»).
(Otra: «Hoy me siento felizmente realizada. Primeramente he abortado, después me he fumado un porro, y por último me he ciscado en la Otan. ¡Una gozada!») (p.44)
.

Es Elgar un dibujante de estilo sencillo, de esos de los que se dice, cuando caen simpáticos, que trabajan con economía de medios. Sus monos son simples (e invariables a través del tiempo: poco evolucionados), rígidos e inexpresivos, de modo que se hace inevitable, para la comprensión del chiste, la lectura de los enormes bocadillos cargados de texto con que suele hacer su trabajo (son excepciones los típicos y socorridos chistes con un pequeño texto en el periódico que el personaje de la viñeta lee). La uniformidad de sus personajes, su rigidez, los despoja de cualquier valor dentro de la viñeta, quedando el dibujo, en la mayoría de ellos, como mero adorno o ilustración del texto. Esta es, sin duda, la causa de que ciertos chistes de Elgar sean, en cuanto a su verdadera intención, ambiguos: no es lo mismo que un tipo normal, el dibujo estándar de Elgar, diga algo contra la democracia, a que lo haga el típico “facha” de Forges, por ejemplo. Determinados discursos varían de propietarios según esté dibujado el personaje: cuando el humorista quiere criticar alguna postura pone un discurso absolutamente cínico, por sincero, en boca de un personaje claramente identificable con ese discurso, quedando clara la intención crítica. Sin embargo, si el dibujante no hace ese esfuerzo de comunicación con el lector de su chiste, indefectiblemente habrá de concluir éste que la opinión es del autor: si su intención era otra, el chiste será fallido por adolecer de inexpresión en el dibujo. 

(Dos mujeres normales, casi idénticas entre ellas y con todas las demás que dibuja Elgar, hablan: «La niña le ha salido putinga y el niño pirómano forestal», dice una; la otra contesta: «Ya decía mi pobre Paco que las democracias nunca vienen solas») (p.24).
(Un hombre idéntico a todos los de Elgar, dice a otro: «Lo peor de la democracia son los primeros años. Después se te pasa, como todo en la vida») (p.25).
(Un hombre dice a otro: «Yo, te digo la verdad. Prefiero pagar terribles impuestos de un ayuntamiento democrático, que aquellos ridículos impuestitos de los ayuntamientos de la dictadura». El otro contesta: «Tú es que eres masoquista, tío») (p.101)

Con todo, los mejores dibujos de Elgar son algunos (escasos) donde el trazo  menos rígido, más circular, logra un resultado que recuerda a algunos de los “monos” simples de Chúmy Chúmez.

En cuanto a los textos, tiene muchos muy graciosos en los que sabe interpretar, al margen de su ideología (como los humoristas gráficos de la izquierda, como todos), la realidad política y social con fina ironía.

(Dice un hombre a otro: «La reconciliación a nivel nacional es un hecho incuestionable». El otro contesta: «Lo que no empece para que la convivencia a nivel de comunidad de vecinos siga siendo una utopía») (p.26).
(«Nada, que no acabo de encontrar una ideología que me permita ganar ochocientas mil pesetas mensuales») (p.90).
(«No sea usted ingenuo. Sé de muy buena tinta que antes o después van a establecer el impuesto de circulación de la sangre») (p.47).
(«Conforme. La tierra para quien la trabaja. Pero la patata para el intermediario») (p.158).
(«Lo malo es que cuando alcancemos el nivel europeo, éste habrá alcanzado el nivel americano») (p.176).
(Un toro ensartado por dos banderillas y la espada, dice: «Lo que no entiendo es por qué a esto le llaman la fiesta de los toros») (p.190).
(Dos niñas juegan con sus muñecas y una dice a la otra: «Pues la mía, es lo último en muñecas. No llora, no mama, no mea, no te da el coñazo a cada momento...») (p.228).
(Dos tipos se cruzan y uno dice: «¡Felicidades!». El otro contesta: «¡Demagogo!») (p.229)
.

No es difícil encontrar buenas y divertidas viñetas de Elgar en este enorme libro recopilatorio (no se dice en qué medio o medios fueron publicadas, aunque algunas de ellas, por su marcada ideología, se podría intuir dónde tuvieron cabida entre las numerosas publicaciones en las que colaboró: La Tarde y Chaveas, de Málaga; Odiel y Huelva Información, de Huelva; Hoy, de Badajoz; Arriba y ABC, de Madrid, y en las revistas La Codorniz, Hermano Lobo, Diez Minutos, Noche y Día, Lecturas, etcétera). Sin embargo, hoy por hoy, y al margen del enorme mérito que tiene seguir publicando a los casi ochenta años, es Elgar uno de esos humoristas gráficos que, a diferencia del genial y siempre diferente Antonio Mingote, se mantienen estancados en su propia fórmula primigenia que hace difícil distinguir un chiste de hoy del de hace tres días, o un mes, o diez años, dando así un carácter monótono a la página que ocupan dentro del periódico en el que le publican.

Tal vez, observando que no es sólo una característica de dibujantes mayores, pues no son pocos los jóvenes que cultivan esta fácil y mediocre técnica de dibujar siempre lo mismo, sea ésta una buena manera de mantenerse en activo durante mucho tiempo: corren malos tiempos no para la lírica sino para la inteligente valentía y son muchos los medios, sobre todo locales, que, estabulados en la confortabilidad de lo políticamente correcto, de las sustanciosas subvenciones oficiales, y salpicados por la basura mediática que nos asola, tienden a escoger este tipo de viñetas humorísticas que no llaman demasiado la atención, que no molestan a nadie y que ocupan un lugar en el periódico para refrescar la página. Viñetas que nadie busca, que no pasaría nada porque un día no se publicasen o, lo que es peor, que nadie nota si alguna vez, por descuido de algún redactor, se publica repetida la del día anterior.


GALERÍA:


VÍNCULOS :

ELGAR, DECANO DEL HUMOR GRÁFICO ESPAÑOL, entrevista por Manuel Barrero

  (más artículos de Lombilla):

De la risa a la reflexión. Antología de Chumy Chúmez, en Tebeosfera 020123

Laberinto vasco: Minotauro de horror. Mingote y Ussía, en Tebeosfera 020222

Renacimiento humorístico: El humor en la transición, en Tebeosfera 020330

La Golondrizota del Euro, en Tebeosfera 020430

Los borbones en pelota, de Sem, en Tebeosfera 020831

Todo Mafalda, de Quino, en Tebeosfera 021005

Pascual, mayordomo real, de Idígoras y Pachi, en Tebeosfera 021227

El aleph de Chumy Chúmez, en Tebeosfera 030430

El hombre coche, de Gaspar, en Tebeosfera 030430

Sevilla es in diferente, de Juan Carlos, en Tebeosfera 030430

Mingote, punto y aparte, en Tebeosfera 031019

Cipriano Telera, de Garmendia, en Tebeosfera 031223


 [ © 2004 José Luis Castro Lombilla, para Tebeosfera 040306 ]