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EL HOMBRE COCHE

El Hombre Coche

© 2002 Editorial Padilla Libros Editores & libreros
© 2002 Gaspar García Campano

Depósito legal:  SE-2.622-2002

ISBN: 84-8434-178-X

 58 pp. [es primera entrega, # 1, de 3] |  21 x 15 cm.  |  rústica   |   b/n   |  PVP: 6  €

Portada del primer libro de El Hombre Coche

[ Portada de Gaspar ]


CORAZÓN SOBRE RUEDAS, por José Luis Castro Lombilla

Ovidio narró la transformación de Zeus en cisne para engatusar a la bella Leda; y también cómo, con la misma rijosa intención, se convirtió en un manso toro blanco para raptar a Europa. Siglos más tarde Franz Kafka nos cuenta la desventurada metamorfosis de Gregorio Samsa en un monstruoso insecto. Y hoy Gaspar, cogiendo el testigo de Ovidio y Kafka, ha creado una nueva metamorfosis más acorde con los tiempos que vivimos: El Hombre Coche.

El dibujante sevillano Gaspar García Campano, quien firma sus trabajos como Gaspar, creó el personaje El Hombre Coche para Diario de Sevilla en diciembre de 1999, llegando a publicarlas ininterrumpidamente hasta enero de 2001, año en el que este medio, siguiendo la triste tónica habitual de los periódicos locales, prescindió de la original tira y la sustituyó por una de agencias.

Con una economía de medios propia de un inteligente minimalismo y ayudado por las nuevas tecnologías, Gaspar crea un personaje agradable y de fuerte personalidad que representa a un tipo de ciudadano cuyo medio de locomoción es el coche, del que depende en gran medida para sobrevivir; llegando a tal extremo que se ha transformado en este simpático híbrido entre humano y máquina.

El Hombre Coche refleja fielmente las actitudes de los conductores (o sea de los hombres coche reales), de la sociedad actual, siendo un transgresor de las normas de tráfico, en especial las prohibiciones de aparcamiento. También es insolente y le gusta insultar con lo que la cercanía a la mayoría de la población, que puede encontrar en el personaje un alter ego perfecto, es enorme. ¿Quién no se sentirá reflejado al ver cómo El Hombre Coche pita con prepotencia a un débil ciclista momentos antes de ser apartado él mismo por el claxon de un igualmente prepotente camión? (p.13). ¿Acaso no nos sentimos como él cuando, ante un atracador, se lamenta de no poder darle nada porque ya ha sido atracado antes al pagar una multa? (p.13).

El medio en que se desenvuelven las aventuras de El Hombre Coche es, lógicamente, la urbe. Es una ciudad imaginaria reflejo de cualquier ciudad española y resuelta gráficamente, al igual que el personaje, por figuras simples y planas, donde El Hombre Coche aguza su ingenio hasta límites insospechables para conseguir lo que quizá sea su única razón de existir, su más profunda y sincera necesidad: la utópica pretensión de poder aparcar en un buen sitio, ajeno a torvas miradas de policías multadores o a la impertinencia agresiva de ladrones bautizados eufemísticamente como “gorrillas”. Es por esto que El Hombre Coche ha desarrollado un sexto sentido (o una sexta marcha, podríamos también decir), para conseguir aparcar (burlando el destino a que están condenados tradicionalmente los conductores de las ciudades donde la inteligencia de los responsables de tráfico suele brillar por su ausencia), en los lugares más inverosímiles, dando como resultado unas delirantes tiras con el denominador común de su frase favorita; latiguillo que ha convertido en su seña de identidad: «El Hombre Coche siempre encuentra aparcamiento».

Ante una inoportuna señal de prohibido estacionar, a El Hombre Coche se le enciende la bombilla del magín, tras lo cual consigue, rociando la señal con un mágico spray, convertirla en una señal de aparcamiento permitido (p.10).

En este mundo de ficción tan real, las máquinas son personajes con vida propia que conforman un divertido fondo prosopopéyico para las aventuras de El Hombre Coche, ya que, como buen demiurgo del humor gráfico, Gaspar cree que no es bueno que El Hombre Coche esté solo, y para evitarlo ha creado no sólo una compañera, una Mujer Coche, sino además, toda una gama de personajes que acompañan a El Hombre Coche en sus avatares consuetudinarios. Los personajes que pululan por las tiras junto a nuestro híbrido de cinco marchas se dividen en personajes afines y personajes contrarios.Tiras de El Hombre Coche. Clic para ampliar

Personajes afines:

Mujer coche: Aparece en su primera tira publicada y es una de las ideas agradables que le rondan. Sus pechos, a los que no duda en piropear procazmente (p.9), le parecen faros maravillosos a El Hombre Coche. Con ella tiene incluso una buena relación que les lleva a ir juntos al cine a ver una película muy propia: Aparca como puedas (p.16). Aunque también algún desengaño, como cuando en una noche de marcha lo deja plantado por El Hombre Coche-Bar (p.36).

A lo lejos La Giralda. Las viñetas de la tira se van acercando al magnífico monumento almohade de manera que cada vez se ve más grande la figura que lo corona: El Giraldillo. Sólo un pequeño detalle contrasta con la imagen habitual de la veleta más famosa del país. Sobre el Lábaro que lleva en su mano derecha descansa, ufano, un extraño individuo: «El Hombre Coche siempre encuentra aparcamiento» (p.16).

Anciano coche: Su tema principal es pasar la ITV, para lo cual no le importa ir todas las veces que sean necesarias, ya que no quiere ser abandonado en un asilo. Está tan susceptible el pobre, que se entristece y llora al ver un anuncio del famoso plan "Renove" (p.30).

El barman: Su representación gráfica es la de un surtidor de gasolina y su relación con El Hombre Coche es la de un camarero y su cliente, que le pide copas (combustible) fiadas o le cuenta sus paranoias personales (p.12). Sin embargo, debido a las continuas subidas de precio de la gasolina, este personaje no le cae demasiado simpático a El Hombre Coche.

«¿va a comer?» Pregunta el Barman a El Hombre coche. «No, gracias, me he vuelto vegetariano», contesta éste momentos antes de irse a "comer" a un surtidor de gasolina Sin plomo (p.12).

La inmisericorde grúa arrastra a El Hombre Coche hasta el depósito municipal de vehículos por haber aparcado en sitio prohibido. Dentro del depósito, sobre un montón de otros desdichados vehículos, El Hombre Coche se consuela: «El Hombre Coche siempre encuentra aparcamiento» (p.51).

El amigo: Se le reconoce por la visera negra que porta y el corte de pelo a lo Michel Jordan. Es el amigo por excelencia de El Hombre Coche, con el que comparte sus preocupaciones e inquietudes, como que le retiren el carné de conducir (p.15), o no tener dinero para comer, o sea, para gasolina (p.28).

Personajes contrarios:

El Policía: Una señal de stop con gorra que esgrime constante e inexorablemente la libreta de multas contra El Hombre Coche. Después de tener un encuentro con este personaje tan poco amigo, El Hombre Coche se siente como si fuese, por lo que le ha exprimido, un limón (p.17).

Tras pasarse, mientras escucha en la radio la retransmisión de la lotería nacional a cargo de la musical voz de los niños de San Ildefonso, un semáforo e ir por una calle que es contramano, El Policía le multa imitando a dichos niños: "Por el semáforo, cincuenta miiiiiil peseeeetaaaaaaas" (p.19).

El Vovi (Vigilante Voluntario): A El Hombre Coche no le gustan los vovis. A él le gusta aparcar donde le da la gana sin que nadie le indique el lugar ni le cobre por vigilarlo.

El Gorrilla: El Hombre Coche detesta a este personaje urbano. Le cobra, le indica dónde aparcar, está asociado con los chorizos del lugar, es un vándalo con el coche si no le sueltan la propina y es sumamente desagradable.

Los tres Reyes Magos de Oriente observan sorprendidos la estrella que les guiará hasta el recién nacido. Dentro de ella, desafiando con descaro todas las leyes físicas imaginables y las leyes estéticas tradicionales, hay un tipo que contrasta con la habitual estampa navideña que forma la Epifanía: «El Hombre coche siempre encuentra aparcamiento» (p.25).

La Zona Azul: Representa a la máquina instalada para cobrar por aparcar en la zona pintada de azul establecida en algunas calles de la ciudad. Sumamente negativo para El Hombre Coche.

La Grúa: Figura terrorífica para El Hombre coche.

El Motero: Como todos los vehículos a dos ruedas le molesta. Llega antes a todos los sitios, se cuela en los atascos, suele hacer un ruido espantoso y se salta todas las normas que puede. En definitiva es odioso para El Hombre Coche.

El Repartidor de pizza: Muy similar a El Motero y si cabe, aún más temerario. Viendo lo rápido que pasa junto a él, El Hombre Coche se pregunta si lleva queroseno o... Mozzarella (p.31).

Ciclista: Detestable para El Hombre Coche, como vehículo de dos ruedas que es. Si El Motero y El Repartidor de pizzas van demasiado deprisa, el Ciclista va demasiado despacio. Le demuestra su desprecio apartándolo cuando quiere amparado en la ley del más fuerte (p.13).

Vemos en primer plano distintas partes de una farola municipal que se comba al llegar a la última viñeta de la tira en su parte más alta. Sin duda por el sobrepeso: «El Hombre Coche siempre encuentra aparcamiento» (p.27).

Autobús: A diferencia de los personajes de dos ruedas, éste es odioso para El Hombre Coche por su gran tamaño y las dificultades que le crea para circular con normalidad. El Hombre coche prefiere que los demás usen el Metro.

El Chorizo: Son como una plaga para El Hombre Coche y él los odia. Su representación gráfica no puede ser más explícita: es un verdadero chorizo, es decir, un embutido. Pero con antifaz.

Peaje de autopistas: Aunque el medio natural de El Hombre Coche sea el urbano, de vez en cuando se desplaza a otras ciudades y se encuentra con este elementos tan desagradables para él.

El Taller de reparaciones (El Médico): No le gusta, por razones obvias, visitarlo.

Obras: Esto más que un personaje es una situación que se encuentra El Hombre Coche demasiado a menudo para su gusto. Le estropea los neumáticos, amortiguadores, le ensucia la carrocería y le supone un verdadero incordio que incluso deriva, a veces, en una visita a El Taller sin que los responsables municipales de tal estado urbano le paguen la factura ni nada. Es tal la cantidad de obras que El Hombre Coche debe llevar casco cuando circula por el barrio (p.40).

Estas tiras de estilo amable no están exentas de crítica política. Sin acritud, sin cargar las tintas, Gaspar, en las tiras de El Hombre coche no deja de dar un sutil repaso, con fina ironía, a los dirigentes municipales empeñados, por ejemplo y por su afán recaudador, en imponer la tremenda Zona Azul o también que tienen la ciudad patas arriba con unas interminables obras fruto de su incompetencia.

Esta vocación crítica, lógica en cualquier humorista gráfico, es perfectamente compatible en estas viñetas con unas magníficas muestras de humor blanco y deliciosamente absurdo que hacen lamentar muy de veras, la miopía de que adolecen los periódicos locales, en este caso concreto Diario de Sevilla. Y hacen desear y hacer incluso un enérgico llamamiento, para que El Hombre Coche encuentre aparcamiento en las páginas de la cada vez más adocenada prensa local sevillana, de donde nunca debió ser retirado por la grúa proterva de la avaricia empresarial.


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 [ © 2003 José Luis Castro Lombilla. Publicada en Tebeosfera 030131 ]