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HISTORIAS DE TABERNA GALÁCTICA

Historias de Taberna Galáctica.

Josep Mª Beà

Ediciones Glénat S.L., Barcelona, 2002

Libro de cómics, cartoné  [recopilación de historias del autor, previamente publicadas por Toutain, en la revista 1984, desde 1979]  I  precio facial: 11,99 €.)   I   29,5 x 22 cm.  I  126 pp. –con lomo, cosido-, b/n.

Portada de la edición de Glénat

[ Ilustración de cubierta  © 2002 J.M. Bea ]


 Comentario por Iván Olmedo


Parece notorio que Historias de Taberna Galáctica es la obra más conocida y reconocida del barcelonés Josep Maria Beà i Font, así como uno de los títulos mejor recordados y mitificados de nuestra reciente historia de los cómics en España. Han pasado más de veinte años desde el inicio de su publicación en las páginas de la no menos mítica revista 1984, el estandarte de una época –los años ochenta– que vivió un boom electrizante en lo que a revistas de cómics se refiere. De aquel boom fue uno de sus máximos exponentes el editor Josep Toutain, no siempre alabado, muchas veces cuestionado, pero en definitiva impulsor de una forma diferente de entender el cómic, queriendo elevarlo a unos niveles anteriormente jamás conseguidos en España, aunque sí en otros países más culturizados como podrían ser Francia, Italia o los mismos Estados Unidos. Si él consiguió alcanzar esos niveles mediante la apuesta de sus diversas publicaciones en el mercado (1984, Creepy, Ilustración + Comix Internacional...) es algo que podríamos discutir, pero en todo caso, no se puede negar que, como poco, estuvo muy cerca de ello.

Uno de los autores que fue capaz de aprovechar este tirón artístico uniéndolo a su propio momento de efervescencia creativa fue Josep M. Beà, que con las insólitas y bizarras desventuras narradas por los parroquianos habituales de una fantástica taberna espacial sita en un meteorito horadado a tal efecto, logró su mayor índice de popularidad, su mayor empatía con los lectores habituales del género. Y hablando de géneros, corrientes o movimientos: me desagrada utilizar algunos términos tales como surrealismo u onirismo; querría ser lo más original posible al escribir, y no repetir innecesariamente palabras que se asocian la mayoría de las veces con la obra de Beà, pero me va a resultar del todo imposible. El surrealismo se halla tan pegado a las fantásticas historietas de Beà como la piel a su propio cuerpo. En cuanto a lo onírico (que parece recurso fácil en la argumentación de cualquier reseña) el mismo autor nos despeja el camino al revelarnos que su contacto con el hombre gato Blyxton, uno de los fundadores de la plural Taberna Galáctica, «se produjo en un plano existencial de carácter onírico».

De esta manera, con un prólogo de cinco páginas no del todo necesario, pero maravilloso, se nos da entrada a la obra en sí. No es nada nuevo, ni mucho menos original, el soporte escogido por Beà para narrarnos estas historias: un personaje, o personajes en este caso que, por turnos, van exponiendo sus cuentos ante la audiencia correspondiente. Si no es original, al menos resulta muy efectivo, y no hace falta que nos remontemos a los archiconocidos Cuentos de las Mil y Una Noches para comprobar que el efecto funciona. Cada unidad de historieta, de hecho, se abre y se cierra con unas pocas viñetas (cinco o seis, a lo sumo) que, sin llegar a ser plenamente argumentales, contienen el germen de alguna buena historia propiciada por la multitud y diversidad de tipos que acuden a la Taberna Galáctica en busca de sexo, drogas, rock and roll... o la experiencia de escuchar una buena historia; dicho sea esto de paso, las narraciones casi nunca son celebradas sino, muy al contrario, criticadas ferozmente por los multiformes oyentes... Así, casi tan interesantes nos parecen las situaciones provocadas por la particular idiosincrasia de los habituales de la tasca, como las propias historias narradas.

Y en cuanto a éstas... ¿qué decir de la apabullante imaginería de la que el autor hace gala? ¿Qué decir de la riqueza de espacios imposibles y de situaciones bizarras que se despliegan ante nuestros ojos? Si hay un común denominador en este conjunto de historias, este debe ser el del surrealismo y aún el absurdo. Pero dicho así, esto resulta engañoso; hay que leer y disfrutar, realmente, estas historias para darse cuenta de que ese común denominador tan sólo es el primer peldaño desde el que auparse; cada una de ellas es tan independiente y unívoca como podríamos desear, en bien de la originalidad y el disfrute del lector. Así, “Unidad de Servicio 3M”, el relato que abre la obra (y que parece un tanto desgajado del resto; quizás Beà no tenía todavía del todo claro hacia dónde iba realmente esta Taberna Galáctica, que aquí es simplemente mencionada como un «bar de una estación de recreo en el espacio») es un cuento de ciencia ficción pesadillesca, al estilo de los viejos relatos de Twilight Zone o inventos similares, lo que se puede aplicar igualmente a “Relato de Khantrax”, “Relato de Syanock” o “Relato de Kiramow”, en los que robots y alienígenas son los principales instigadores de situaciones de espanto y horror espacial.

Otras piezas: “Relato de Toksath”, “Relato de Ondrakor”, “Relato de Okaris”... remiten directamente a ideas o situaciones que bien podrían haber surgido en las obras de clásicos escritores de ciencia ficción; por dar algunos nombres: Ray Bradbury, Richard Matheson o Brian Aldiss; sin que las diferencias con el grupo anterior sean más que muy tenues. Y luego, podemos disfrutar de los relatos en los que Beà se suelta el pelo y deja que su gusto por las extravagancias barrocas y por el absurdo, a veces incoherente, lo llene todo: “Relato de Hycrotan” (onirismo filosófico), “Relato de Wanshott” (surrealismo evidente, al menos en las imágenes), “Relato de Plektron” (que Beà utiliza para dar sobrada muestra de su habilidad creando seres imposibles en una humorada de dos páginas), “Relato de Nacrapt” (uno de los menos conseguidos de la obra), o “Relato de Clakster” (que cierra el volumen y es ya, directamente, auténtico desvarío: el propio Beà reconoce que ni él mismo entiende lo que ha escrito).

Quedan, todavía, por comentar cuatro aventuras de las narradas en esta taberna, que George Lucas jamás podría haber imaginado tan plena de peculiaridades y tan desmesurada para sus Guerras Estelares: “Relato de Tenyktar”, que aun poseyendo un argumento un tanto convencional, nos ha dejado el legado de esos maravillosas naipes ideados por Beà, derroche puro de imaginación daliniana en una sola imagen congelada, la de La mujer que mata la mano del caracol, La niña jugando con los pulmones, o La Muerte a los cuatro años tocando el tambor con dos espermatozoides, entre otros. Delirio magnífico. “Relato de Blydahn” es una buena mezcla de ciencia ficción y cuento infantil triste; mientras que “Relato de Zherbis” es apenas un chiste trasplantado al terreno de la ciencia ficción más sencilla. “Relato de Romagosa”, por último, es una pieza difícil de catalogar en algún apartado; no es exactamente ciencia ficción; se mueve a medio gas, sin la chispa de ingenio o de rareza de otros relatos.Portada de la primera edición, de Toutain

Dejando atrás el terreno argumental, me gustaría hablar un poco del arte de Beà, de su dibujo, de su fantástica manera de encarar las viñetas, sin buscar nunca soluciones fáciles (como podrían ser el uso reiterado de primeros planos, o la repetición de fisonomías o, incluso escenarios); ni tampoco detalles gratuitos o artificiosos que busquen la belleza del dibujo, sin más. Beà no es un dibujante que busque el lucimiento personal, pero se luce, de todas formas, tal es su habilidad y su calidad incuestionable. En esta obra despliega un riquísimo catálogo de técnicas: tramas mecánicas y manuales, aguadas, manchas de negro... que sabe ensamblar perfectamente, resultando un todo fluido, flexible y de una naturalidad especial. Sus manos son capaces de ofrecernos un academicismo perfecto, su arte es realista en grado sumo, en todo tipo de gestos y detalles; un realismo que merece admiración. Pero Beà pervierte este realismo del que es capaz, porque sabe dar muchísimo más y no podría quedarse en el realismo desnudo. Su exuberante imaginación y su extraordinario sentido para lo absurdo convierten esos dibujos en una sensación gráfica a la que desearemos volver una y otra vez. Podríamos decir que sus manos, con una maestría envidiable, se ponen al servicio de todo aquello que su imaginación sea capaz de crear, que no es poco. Ese grafismo con la realidad como referencia, unido a la fantasía más que generosa, hace que estas Historias de Taberna Galáctica nos sean deliciosamente cercanas. Querremos creer en ellas, en su veracidad cósmica, a pesar de lo incongruente de muchas de las situaciones, a pesar de la alteración de nuestro sentido de lo que es o no es.

De lo que no cabe duda es que, a poco que amemos la fantasía, los cuentos y el arte, esta obra de Josep Maria Beà debe resultarnos un título imprescindible al que volver de cuando en cuando. Más de veinte años de edad lo avalan. Y no ha perdido ni una pizca de su interés.


VÍNCULOS:

Ficha de J.M. Beà
Reseña de En un lugar de la mente
Reseña de La Muralla

Entrevista a J.M. Beà por Manuel Barrero
Galería de imágenes

Reciente entrevista con Beà

Otra reseña de Taberna Galáctica


[ © 2003 Iván Olmedo, para Tebeosfera 030131 ]