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EL EDIFICIO

El edificio

Guión y dibujo : Will Eisner

Editor: Norma Editorial: El Muro, #4, 1987

Libro en rústica   |  80 Págs.  |  b/n

ISBN: 84-86595-99-1


Edición original:
The Building, Kitchen Sink, 1987

[ Cubierta de la obra, en su edición original y en su edición española. Inmersa en el texto, vista actual del Flatiron Building, el modelo que Eisner utilizó para su cómic. © 2005 W. Eisner ]


LO QUE QUEDA DEL DÍA, comentario por Fernando Ariel García

En The Building Eisner construye una graphic novel sobre la vida y la muerte de un edificio, introduciéndonos de este modo en una parcela de esa “comedia de la vida” a la que se dedicó en sus últimos años como narrador. Aquí reflexiona no sin cierta melancolía sobre la memoria de una colectividad vecinal, sobre las huellas del pasado y sobre la presencia de las historias individuales tras el paso del tiempo. Se comenta esta obra en recuerdo respetuoso de quien, como los viejos edificios, al desmoronarse se llevó consigo un acopio de intensas historias.

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«Mientras me hacía viejo y acumulaba memorias, me empecé a sentir más triste por las desapariciones de personas y algunos lugares significativos. Especialmente problemática me resultó la callada remoción de edificios. Sentía que, de alguna manera, ellos tenían una especie de alma. Ahora sé que esas estructuras son mucho más que edificios sin vida. Es imposible que, habiendo sido parte de la vida cotidiana, no absorbieran de alguna manera la radiación de la interacción humana. Y me pregunto qué queda cuando se tira abajo un edificio». Quien escribió estas líneas fue Will Eisner. Lo hizo en el prólogo de la historieta The Building (El edificio), publicada por primera vez en 1987, cuando el término “novela gráfica”, que él mismo había ayudado a crear, estaba firmemente asentado en el público, la crítica y la industria editorial norteamericana.

Hijo de un escenógrafo de teatro yiddish, Eisner conocía a la perfección el impacto emotivo y dramático causado por una ambientación adecuada y reconocible, razón por la cual centró el enfoque de la trama alrededor de un inmueble con aires renacentistas franceses y fachada italiana, que remite directamente al triangular Flatiron Building, el edificio más antiguo que aún se mantiene en pie en la ciudad de Nueva York, orgullosamente erguido en la intersección de las Avenidas Quinta y Broadway y, por lo tanto, una de las postales más identificadas con la Gran Manzana.

Su par en la ficción, ubicado en una zona indeterminada del West End neoyorquino, supo cobijar la bohemia, el amor y la pobreza de aquellas golpeadas calzadas de la década de los cuarenta. «Por más de ochenta años –cuenta la introducción de tres viñetas / páginas-, el edificio estuvo parado a horcajadas en la intersección de dos importantes avenidas. Era un símbolo cuyas paredes cobijaron risas y lágrimas. Con el paso del tiempo, una acumulación invisible de dramas humanos se enroscó en su base. Un día el edificio fue demolido, dejando en su lugar una cavidad fea y el residuo de la ruina psíquica. Después de muchos meses, un edificio nuevo se levantó en el lugar».

Utilizando el sentimental hectoplasma de cuatro fantasmas relacionados con el declive y derrumbe del viejo edificio, Eisner lleva al lector a un melancólico viaje al pasado reciente, aquel que conoció de primera mano cuando la Gran Depresión puso en jaque al aparentemente invencible sueño americano. Más allá de su relación con las vetustas paredes, estos cuatro personajes comparten un esquema narrativo que los obligó, en vida, a tomar decisiones drásticas y sobrellevar las consecuencias. Todos, salvo uno, fueron lo que podría considerarse ciudadanos grises y anónimos, sometidos a sus correntadas emocionales internas tanto como a los devaneos socioeconómicos del país y la ciudad que habitaban.

El último de los fantasmas, sin embargo, pertenecía al reino de los elegidos y privilegiados. P.J. Hammond, hijo de un potentado empresario despreocupado de las responsabilidades sociales de los hombres de negocios, creció fortalecido por la práctica del comercio como entramado político, el negocio como negociado y la explotación de los derechos públicos en beneficio de sus arcas privadas. Obsesionado por la posesión del edificio, Hammond agotará su batería de recursos hasta comprarlo y planificar su remodelación. En el camino, perderá toda su fortuna y se verá obligado a renunciar a ese preciado objeto de deseo. Aunque el nuevo propietario decida bautizar la futura construcción de acero y vidrio con el nombre de Hammond Building en su honor, P.J. elegirá el suicidio.

Las diferentes estructuras edilicias, los distintos materiales utilizados en la construcción y las enfrentadas estéticas de los dos edificios plantados en la misma esquina, simbolizan dos concepciones opuestas de organización social, basadas en incompatibles escalas morales: La búsqueda del bien común a través de una distribución equitativa o el privilegio del individuo gracias a la riqueza hiperconcentrada.

Cuando The Building ganó la calle, la “contrarrevolución conservadora” llevada adelante por el presidente de los Estados Unidos y la Primer Ministro de Gran Bretaña, Ronald Reagan y Margaret Thatcher respectivamente, habían logrado uno de los más drásticos giros ideológicos de las políticas económicas globales, favoreciendo la maximización de las rentas de los grandes capitales a través del depredador “libre mercado”. Estas mismas medidas darían pie al auge de la cultura yuppie y al denominado “Lunes negro” del 19 de octubre de 1987, fecha en que el índice Dow Jones cayó 508 puntos, casi el doble del crack de 1929 que inició la Gran Depresión. El efecto repercutió en las bolsas de todo el mundo, especialmente las de Tokio, Londres, Hong Kong y París. Según los especialistas, la razón de esta estruendosa baja estaba en el enorme déficit de los EE UU, disparado por su exacerbada producción militar.

Frente a la realidad, Eisner se mostró esperanzado en la posibilidad de un cambio cualitativo. En la ficción, un accidente circunstancial con un limpiaventanas del moderno edificio, obligaba a los cuatro fantasmas a entrar en acción para salvar la vida del trabajador, dejando en claro que el pasado siempre tendrá injerencia en el presente, aunque se intente reescribir una y otra vez la historia oficial. Algún día, sostiene al final el creador de The Spirit, este nuevo edificio también será derruido.


enlaces:

In memoriam, de José M. Varona

Entrevista a Will Eisner (colectiva, de VII-2004)

Eisner, un genio en nuestro barrio, por Manuel Barrero

Texto sobre The Spirit y La Avenida Dropsie, por Federico Reggiani

Reseña de Pequeños milagros, por Koldo Azpitarte


vínculos:

Completa ficha de Will Eisner, por J.A. Serrano


   [ © 2005 Fernando A. García, para Tebeosfera, 050205 ]