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DIARIO DE UN ÁLBUM

Philipe Dupuy y Charles Berberian

Edición española: Planeta-DeAgostini, Barcelona, XII-01, col. Trazados  

21 × 16 cm.  ¦  126 pp. -tomo fresado, en rústica- b/n  ¦  PVP: € 8,35  /  1390 pts.   ¦  ISBN: 84-395-9157-8
Traducción: Jaime Rodríguez

EdiciónJournal d'un Album  ¦  L'Association, Paris, 1994  ¦  ISBN / ISSN: 2-909020-34-7

[ Ilustración de la portada -se reproduce la de la edición original: Dupuy / Berberian ]


COMENTARIO, por Javier Mora

Somos dibujantes hacemos tebeos

«Asistir a un dolor ficticio de otros lleva a un inocuo desahogo de pasiones como el temor y la compasión, y de esta higiene homeopática del alma resulta un placer superior y benéfico»

(Max Pohlenz, La Tragedia griega, Paidea, Brescia, 1961).

  Fue Aristóteles el primero que, aplicando un término médico de la época como era la catarsis, intentó explicar esa depuración psicológica, en cierto sentido terapéutica aunque no fuera su intención que, en ciertos momentos o estados, puede llegar a transmitir una obra de arte a un lector, por ser este el caso, cualquiera. Y es que toda creación siempre guarda una advertencia. La soledad, el desamor, la incomprensión, que se yo... la vida misma, todo puede formar parte de la materia literaria para bien o para mal; ese es nuestro campo de batalla estemos donde estemos, seamos creador (todo creador se nutre de múltiples lecturas) o lector (cada lector crea su propia lectura). Así que no nos debe extrañar que el lazo de esta comunión pueda materializarse en algo tan tangible como es la pieza artística. No me refiero a su esencia estética, misterio aparte, si no a ese extraño grado de comunicación que se establece entre un autor o autores que tienen algo que decir por una inquietud o conflicto personal, y que desean dar fe o dejar constancia de la misma, y unos lectores a quienes se destina la obra y que, o bien han podido sufrirlos de igual manera pero han guardado silencio, por tanto se sentirán identificados; o bien nunca han tenido conciencia de ese nuevo mundo de sentimientos por descubrir; o bien simplemente aún no han encontrado necesidad alguna en despertar su alma, y con un simple bostezo pasan la página, con lo cuál ni catarsis ni gaitas.

Este Diario de un álbum, nuestra obra objeto de estudio, difícilmente pueda pasar desapercibida a un lector exigente de buenas historietas. Probablemente no nos parecerá extraordinario la angustia vital a la que nos hagan identificarnos; o muy difícilmente nos ofrezcan nuevas islas en las que refugiarnos. Pero en eso reside precisamente, y perdón por tanto adverbio rimbombante, su grandeza. Dupuy y Berberian, o Berberian y Dupuy que en este caso sí que a ser lo mismo, son un exponente máximo de algo tan difícil de encontrar, no sólo en el arte, si no también en la vida, como es la sencillez.

Analicemos su planteamiento: dos autores [1] que sólo quieren mostrarnos su vida. Punto. A lo mejor a ti te parece poca cosa pero vayamos por partes. ¿Tú estas conforme con tu existencia?, ¿te has sentido pleno alguna vez?, ¿has derrotado a tus propios miedos y fantasmas interiores? Perdona que te lo pregunte de una manera tan brusca pero es que este es el meollo del asunto. No creo que tú, amigo lector, seas muy distinto del resto de la humanidad y así como la mayoría de los mortales nos sentimos muchas veces, desplazados, apartados, hundidos, angustiados o asqueados de nosotros mismos, supongo que tú también habrás sentido en tus carnes todos estos avatares o algunos parecidos. ¿En esos momentos de flaqueza serías capaz de dejar que todos vieran el ser tambaleante que eres por dentro y al que hasta una frágil pluma podría vencer?, ¿y si lo hicieras, lo harías de una forma tal que las mentiras no tuvieran cabida? Piensa la respuesta porque eso no es capaz de hacerlo todo el mundo, sólo gente que ha sido totalmente sincera y honesta consigo misma, y eso es algo que sólo se consigue no después de vencer a tus propios miedos y temores, como muchos creen, sino cuando los aceptas y les quitas hierro esbozando una sonrisa, ten en cuenta que no hablamos de maldad sino de dolor, que puede ser tan variada como compleja.

Unas serán trágicas (como el tebeo underground en el que Spiegelman relata en Maus su sentimiento de culpabilidad ante el suicidio de su madre), otras desgarradas (como el Crumb esperpéntico de Mis problemas con las mujeres), otras forzadas (como ese reír por no llorar que es el Gorazde de Joe Sacco), y otras, como la que nos ocupa, serán una, aparentemente, sencilla sonrisa. Lo que diferencia la obra de nuestros autores no es esto, su intencionalidad, si no la forma en que han llevado a cabo este enfrentarse al mundo cotidiano que les rodea, su gran enemigo en este caso. Mientras que los tres ejemplos anteriores, como otros muchos, son un ejercicio de soledad, de autor pleno entregado a parchear su alma como puede, Dupuy y Berberian se acompañan mutuamente, rompiendo así con su metodología habitual de trabajo. Ellos mismos explican en más de una ocasión (págs. 23 y 24, “Paridas II”, autor Berberian, quizás sea el ejemplo más representativo) que ambos son dibujantes, ambos son guionistas. Hagamos un alto y expliquemos su curiosa dinámica de trabajo con detalle. Desde un planteamiento de muchos cafés en común, luego cada uno posteriormente trabajará el guión por su cuenta. Acabados los borradores, mediante un extraño proceso, que supongo será secreto profesional, se las ingenian para fusionar ambas voces en una. Y después, con el dibujo, ocurre tres cuartos de lo mismo ensamblando cada una de sus propias y personales visiones de los personajes en un estilo común que se repetirá una y otra vez hasta la obtención del producto final.

Sin embargo, en Diario de un álbum, ocurre todo lo contrario. Cada autor trabajará por separado y el resultado aunque unitario y coherente, es más bien un conjunto polifónico de las voces y visiones que coetáneas y semejantes se han desarrollado a la vez.

Coetáneas pues nuestros autores ofrecen distintas formas para enfrentarse a la vida. Abre el libro Berberian y ya desde un primer momento podemos encontrar en él, un tono cordial, pausado. La forma de ver el mundo de un hombre calmado que ha asumido los retos de su vida, y se encuentra medianamente satisfecho. Sólo tiene dos “problemas” sentirse un bicho raro por ser autor de historietas, y ser un niño grande, a quien hasta su yo infantil, venido oníricamente del pasado (engalanado con un patito de goma), le recrimina su falta de madurez. Distintos son, en cambio, los demonios de Dupuy, en quien quizás el proceso catártico resulte más evidente. Primero asistiremos a sus dudas sobre aquellos pilares de se vida que hasta aquel momento habían resultado inamovibles: su arte, laboral, como historietista; sus tambaleantes relaciones de pareja, familiares y sociales; su vitalismo juvenil. Poco a poco irá descubriendo la fuente de sus propios miedos y temores: él mismo. Su miedo a envejecer, al compromiso, a la falta de talento, no serán más que consecuencias directas de un mismo problema, su inseguridad manifiesta y su “pesimismo constante: no consigues enfrentarte a las cosas y ya está. Para ti todo tiene que ser siempre difícil...” (Tessa, su compañera, a Dupuy, pág. 98, viñeta 1, “El año pasado”, autor Dupuy).

Y semejantes, en su arte, en su modo de plasmar la historieta. Una mirada por encima podría hacernos pensar que es un mismo dibujante quien realiza la obra (hablo de ese lector medio, en el que nos podemos incluir la mayoría, que no tiene por qué conocer de antemano el tan curioso método de trabajo de nuestros autores) pues figuras y su entorno parecen responder a un estilo particular (y éste sí, único). Sin embargo es en la concepción de la línea donde encontramos los puntos distintivos. Mientras que el trazo de Berberian es limpio y claro, el de Dupuy responde a  su estado de ánimo, y se irá difuminando a medida que éste avance en su crisis (el punto culminante de la misma, nos debe resultar revelador a este respecto, pág. 85, viñeta 1, “El año pasado”, autor Dupuy). Esta vez no hay consenso.

Pero no es esta una cuestión de trazos más depurados, o no. Eso sería quedarnos en lo anecdótico. Lo verdaderamente importante es la concepción vital que tienen de los tebeos. En ambos, la historieta mantiene un frágil equilibrio entre las pretensiones comerciales e industriales propias del medio (no olvidemos que el título de esta obra es por algo; pretende reflejar las vivencias transcurridas durante la gestación del tercer álbum del Señor Jean, título y referencias editorial francesa) y su concepción personal como forma de vida, más allá de ser una fórmula para ganársela. La historieta adquiere dimensión más allá del género en sí, convirtiéndose en una especie de tabla de salvación. De tabula rasa. Es parte de ellos, y quizás la que les haga ser más humanos.

Hay tantos sentimientos y confidencias puestas en este diario, lógico por otra parte, que las viñetas están más allá del papel. Son ellas quienes imponen sus límites a nuestros autores. Son ellas quienes harán que todo cobre sentido, que todo adquiera el carácter interior necesario. Son ellas, en definitiva, las huellas que quedarán marcadas. La identificación con la historieta es plena y rotunda. Así, Berberian ve a ambos como los dos conocidos superaventureros (él, Robin; Dupuy, Batman) que marcaron los sueños de su infancia. Disfrazados se enfrentarán a todos los contratiempos que se les presentan con la valentía necesaria hasta acabar por ignorarlos (Berberian, “El 15 de abril”, págs 101-103). Dupuy irá más lejos. Será él quién se inmiscuya dentro del mundo de sus personajes asumiendo incluso la identidad de su Señor Jean en el punto culminante de su crisis (Dupuy, “El año pasado”, pág. 81- 85) como si fuera él y no otro el protagonista de la historieta que crea a su vez. De este modo Dupuy nos ofrece de primera mano el secreto interior de la creación. ¿Cuántas páginas del Señor Jean no habrán respondido a este deseo de reflejar su propia vida, de intentar resolver sus problemas tratando de darles una forma ficticia que tal vez atraiga la solución?

Así que ya sea con Berberein fantaseando, ya sea con Dupuy sustituyendo a Jean, o manteniendo conversaciones con éste último, lo cierto es que este diario íntimo e intimista no es más que el camino seguido con sus vida a cuestas, con sus rodeos, sus desvíos y sus extravíos, por dos personas solas a la vez que acompañadas. Un camino que ya han recorrido una y mil veces y que cuando vuelvan a retomarlo seguramente será con un libro de viajes como éste debajo del brazo.

Nota: El señor Jean y El diario de Enriqueta son sus obras más representativas; para cualquier consulta bibliográfica recomendamos el excelente artículo de Francisco Naranjo “Dupuy y Berberian”, dentro de la sección El chivato, perteneciente al U el hijo de Urich, # 13, Noviembre de 1998, pp. 26- 29, donde se ofrece un estudio detallado de toda la obra de nuestros autores aparecida hasta el momento en Francia y que con tan escasa presencia lucimos en éste nuestro País de las “maravillas” ]


Más información sobre los autores en:

http://www.chez.com/duber 
http://www.ifrance.com/plg/pages/numeros/n30int.htm 
http://www.lambiek.net/1/dupuy_berberian.htm 
http://xaviermd.free.fr/indigest/i_berber.html 
http://www.letemps.ch/livres/Critique.asp?Objet=234 
http://www.multimania.com/metrop/dupuy.html 
http://leeson.ohje.de/nr9/dupuy-berberian.htm 
http://www.bd.amiens.com/pages_2001/auteurs2001/dup_berber.htm 
http://www.feriadelcomic.com/dupuyb.htm 
http://www.momiefolie.com/critjournal.htm 
http://bdoubliees.com/journalpilote/auteurs1/dupuy.htm 
http://www.bdoubliees.com/asuivre/auteurs1/berberian.htm 
http://www.bulledair.com/affiche_titre.php3?album=journal_album 
http://www.crashead.com/home/secciones/comics/jean.htm 

También en: U, # 23 y Trama, # 10


 [ Ficha: J. Mora. Publicada en Tebeosfera 020123 ]