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CONCRETE. EXTRAÑA ARMADURA

Concrete. Extraña armadura

Guión y dibujo: Paul Chadwick
Edición: Planeta-DeAgostini, Barcelona, XII-1998

ISBN: 84-395-7276-X

Depósito Legal: B-43.620-98

Edición que comprende material procedente de los comic books Concrete: Strange Armor, # 1 a 5 (Dark Horse Comics / Legend, XII-1997 a V-1998)

Libro de cómics, 136 pp.  |   color   |   encuadernación en rústica, con lomo cosido y encolado   |   26 × 17 cm.   |   PVP facial: 1625 pts.

Cubierta de la edición española por Planeta-DeAgostini

[ Portada de Paul Chadwick © 2003 Dark Horse Comics ]


COMENTARIO, por José Manuel Hinojosa Torres


Para Valeria Recaré, desconocida argentina que tuvo el valor de desprenderse de su propia armadura en Bariloche...

Nunca regreses a una ciudad en la que has sido feliz. Julio Ramón Rybeiro

Uno de los dichos más conocidos en el campo de la pintura, de la escultura, de la literatura, es decir, de toda forma de creación, es aquel que proclama que no hay historia alguna que pueda ser clasificada como original. No hay nada nuevo, nos dicen, bajo el sol.

Es una verdad que también puede aplicarse de forma certera al mundo del cómic. Sin embargo, la mayoría de los críticos, y de los lectores, parece olvidar rápidamente que lo que hace que una historia posea mayor o menor calidad no es el grado de originalidad que esta pueda presentar sino la aparición de una voz, la del autor, una voz personalísima en ocasiones, que puede dotar de una belleza extraordinaria a la historia que dibuja y escribe hasta convertirla en un canto total a la vida. Y es la voz del autor la que nos dice: «Se me puede acusar de falta de imaginación, pero creo que todos los procesos creativos se basan en combinaciones de elementos familiares. Y el uso de elementos personales tiene la ventaja de la carga emocional con que los imbuye el creador.”([1]) En resumen: lo importante, en muchos momentos, no es lo qué se cuenta sino cómo se nos cuenta, es decir, el grado de lirismo, belleza, ternura, nostalgia, vida… con la que la voz personalísima del autor nos inmiscuye en su relato. Y en el relato del que hablamos, Extraña armadura, lirismo y belleza, ternura y epopeya, espiritualidad y preocupación ecológica, son de una intensidad extraordinaria; a pesar de que el personaje principal de la historia sea, en principio, apenas original, un ser encerrado en un caparazón por unos extraterrestres.

Las apreciaciones que se refieren a la falta de originalidad de esta criatura no dejan de tener parte de razón, y es el mismo autor el que así lo expresa, afirmando que Concrete podía ser una copia perfecta de La Cosa, el adorable personaje de los ojos azules de Marvel. Y este otro personaje, obviamente, no deja de ser la versión superheroica de esa atormentada, indefensa y aterradora criatura de terror creada por Mary Shelley: el monstruo de Frankenstein. Lo que diferencia desde un primer momento los personajes de Marvel y DC, y el Concrete de Paul Chadwick, es el camino que recorren, es la voz con que cada autor dota a sus personajes: Ron Lithgow, una vez convertido en Concrete en ningún momento dedica su vida a salvar inocentes, o usa sus poderes para el bien de la humanidad, tareas muy propias de los personajes de Marvel o de DC, sino que esa transformación es una especie de prueba  que le sirve para el desarrollo de su propio conocimiento personal, en una de las más hermosas evoluciones psicológicas que haya dado el cómic moderno. Su historia está alejada del mito contemporáneo que supone el cómic de superhéroes, mito destrozado en cierta forma el 11 de septiembre de 2001, cuando EE UU y sus ciudadanos comprendieron que la invulnerabilidad en la que creían que vivían, y de la que sus cómics de superhéroes hacían gala, era totalmente falsa.

La historia más brillante que Paul Chadwick ha escrito para su creación más conocida, Extraña armadura, la hallamos en el intento de otorgar una voz más íntima a esta posible falta de originalidad, de otorgar una voz diferente, tan sincera como real, a un origen ya descrito en innumerables ocasiones en el mundo del cómic, como se encargó de recordarnos Archie Goodwin ([2]), origen en el que se encuentran entrelazados personajes extraterrestres y su posterior “creación” de la versión rocosa de Ron Lithgow. Y lo cierto es que más allá de su originalidad, lo destacable en esta historia no es sino la maestría de su autor a la hora de narrar la historia de un ser humano enfrentado a las más adversas circunstancias, a los más trágicos cambios; un ser humano sepultado para siempre, y que debe aprender a convivir con ello, en una Extraña armadura.

Extraña armadura es un cómic que ha pasado por muchos cambios, ya que su carácter de obra hecha en los ratos libres provocó que fuese narrada inicialmente mediante capítulos auto conclusivos, la mayoría de ellos en tercera persona ([3]). Posteriormente, Paul Chadwick reharía el trabajo para darle mayor coherencia y continuidad de cara a un especial que reeditaba dicho origen en color, y le añadía nuevas páginas, con un hallazgo extraordinario: la coincidencia entre protagonista y narrador, para mostrarnos paralelamente la evolución de ambos por medio de una voz conjunta que se hace, a medida que transcurre la historia, más vital, más plena. Revisada a posteriori la historia del origen de Concrete, con el cual su autor no se encuentra demasiado conforme (4), posiblemente sea, en palabras de L.F. Díaz, la más fantástica, movida y menos reposada de todas las historias escritas por Chadwick, de no ser por el dibujo y la forma de narrar de su autor. Esta manera narrativa, cercana en todo momento a la quietud espiritual en la que cobra una importancia extraordinaria la voz interior de Lithgow (el verdadero protagonista de la historia, e hilo conductor de los cinco capítulos que componen esta narración), a través de ella podemos observar la evolución de un personaje enterrado en la armadura a la que todo ser humano parece pertenecer.

En cuanto a su forma definitiva, Chadwick da a esta nueva versión de las primeras andanzas de Concrete una estructura bien definida, con el origen del personaje en el primer número, un origen que trata de hacer lo más creíble posible. El comienzo de su nueva relación con el mundo real una vez su cuerpo ha sufrido la transformación a un ser de roca tiene lugar en los números 2 y 3, números en los que también realiza la presentación de los personajes antagonistas del personaje, con Stamberg a la cabeza. También hay lugar para personajes secundarios que ofrecerán al protagonista una ayuda sin condiciones, seres humanos, en el buen sentido de la palabra, buenos, con Maureen a la cabeza, que contribuirán sobremanera al desarrollo moral del protagonista, haciendo honor a aquel dicho: “quien bien te quiere, te hará llorar”. En el número 4 se produce el desencadenamiento de la acción y la tragedia, provocado en gran medida por aquellos personajes que apenas saben contener en su interior nada excepto el odio. En el número 5 ocurre el desenlace, en que se inician distintos caminos para los personajes de la historia: secuelas de la armadura de odio sepultan a Stamberg, mientras para Ron se vislumbra el inicio de una vida en paz consigo mismo, a pesar de los pesares. Porque si en este cómic la cara es el espejo del alma y la piel el espejo del espíritu, el alma de Stemberg, su rabia, su miedo, precipitan la derrota de su cuerpo.

De todas formas, si hacemos una lectura más profunda de está sinopsis –y si la hacemos de cuentos literarios, ¿qué nos impide hacerla de este cómic?-, puede tener una simbología muy clara. De esta forma, nos encontraríamos que esta historia no es sino el camino que lleva desde el descubrimiento de los fantasmas personales que Ligthow alberga en su interior, simbolizados en la creación de la armadura por parte de los alienígenas, hasta la aceptación de estos fantasmas. «Me senté a pensarlo con calma. Callado. Inmóvil. Pues uno de los poderes de este cuerpo es el de lograr una quietud total como la de una roca», nos dice Ron casi al final de la historia, cuando permanece sentado frente a la casa de su ex mujer. Son partes de la piel con que Ron tropieza durante su desarrollo y llega a la paz consigo mismo en las páginas finales, pasando por la manifestación exterior de todos estos fantasmas personales; por las elecciones, todavía no muy definidas, que se manifiestan en Stamberg y Maureen, y que acabarán por definir a Ligthow como persona; también por otras decisiones, erróneas y acertadas, que empiezan a dar forma a la personalidad de Ron. Porque este es un cómic sobre las adversidades a las que nos enfrentamos en nuestra vida, pero también sobre la forma en que interiorizamos estas adversidades, para hacerlas nuestras, hasta que nos ayuden a progresar, hasta que nuestra voz sea más humana. Y el final de este viaje iniciático no es sino el alcanzar la certeza de que estas debilidades forman parte de nosotros mismos, de que debemos crearle una piel sensible a nuestra extraña armadura, un valor a nuestros miedos, un sentido a nuestros días."Think like a Mountain" poster

Y este viaje iniciático se nos presenta en forma de viaje circular, ya que punto de partida y llegada son prácticamente el mismo: la casa de Linda, ex mujer de Ron, lugar desde el que se inicia esta historia. Se sigue con la huida hacia el interior de la montaña, metáfora perfecta de la caída en los rincones más abruptos y oscuros del alma, y lugar al que Ron pretende volver al final de la historia. La visita no se produciría, ya que el camino hacia esta casa le muestra otra de las imágenes que hacen de este cómic una loa total, a pesar de adversidades y limitaciones, a la vida: la contemplación del parapléjico, orgulloso en su debilidad, alegre en su tristeza, haciendo ver a Ron, y a seres humanos como Ron, que las peores huellas no son las que permanecen en la piel, sino las que llegan más allá de la coraza con que nos defendemos día a día hasta acongojarnos el corazón. Porque: «La vida nos golpea. Nos quema. Y algunos hallan gracia y nobleza en su interior.»

Inteligencia y corazón, filosofía y poesía se entremezclan de forma magistral entre los diversos espacios, entre pequeñas historias repletas de lírica, como el sueño de Concrete con Maureen, o en pequeñas historias llenas de humanidad, como la fiesta a la que acude Concrete, y en historias absolutamente épicas, como la caza y huida de Concrete en el helicóptero. Todas ellas se articulan bajo un denominador común: la mirada cínica, amarga y autocompasiva al principio, feliz y optimista en el final de la historia, siempre dulce, de Ron Lithgow. Con ella cual se cuenta esta historia, a la manera de breves poemas japoneses conocidos como haikus, poemas que suelen tratar de una naturaleza, de una realidad, subjetivada por los sentidos de la persona que contempla en paz estos paisajes. El haiku clásico es una apreciación directa de un acontecimiento, a menudo trivial, que llama la atención del poeta, el cual lo espiritualiza y eleva por encima de su pequeña trascendencia. Y esta es también la forma de interiorización del propio Chadwick, que hace de cada pequeña experiencia cotidiana de Concrete, una fuente de enriquecimiento personal para Lithgow. Y parece bastante claro que en este cómic, autor, Chadwick, y narrador, Lithgow, describen en todo momento una naturaleza no neutra sino subjetivada por la voz de ambos. Voz en la que hay un respeto absoluto, y un amor incondicional a la serenidad, a la belleza calmada de paisajes naturales tan amplios como hermosos, en los que el hombre se sabe no parte de una cadena ambiental y espiritual.([4]) El ejemplo más claro de esta forma de contar tan cercana a estos poemas, y a estos sentimientos de quietud con respecto a la madre naturaleza, es el final de la historia: son las últimas páginas culminación de la belleza de toda el relato anterior, con una extraordinaria reflexión sobre la voluntad humana, narrada a través del encuentro de Concrete con un paralítico, y la reflexión posterior que él tiene, como no, en medio de la naturaleza. Una naturaleza en ningún momento objetivada, que le muestran que es el estado interior de cada cual el que le da optimismo o pesimismo a una vida quebrada por la adversidad, y la que muestra que las peores heridas, si no se les sabe dar remedio, son las que encontramos en el interior de las extrañas armaduras que nos soportan diariamente. Porque este es un cómic sobre las pérdidas que podemos sufrir cotidianamente («Perdí muchas cosas. El sentido del gusto. El olfato. El tacto. Lo que más duele. No poder tocar. »). Pero también es una narración sobre todo aquello que podemos recibir, y que podemos entregar, diariamente. («Pero tengo estos ojos. Al contemplar una gota de agua, veo el reflejo de una estrella que está a 150 millones de Km. Vida fulgurante vida a mi alrededor.»)

Así concluye este viaje de aprendizaje que lleva a Ron Lithgow y a todo lector a viajar desde las zonas más oscuras de su ser hasta las más elevadas. A la cumbre. A seguir luchando. Siempre: «Para abrazar la vida, pese a todo. Porque algo de ella está siempre ahí. Aun para los que estamos heridos o mutilados. Que –creo yo- somos todos».


1.  Son palabras del autor al final de la edición española de Extraña armadura.

2.  «Por derecho, Concrete debería ser bastante común. Como demasiados personajes de comics, el protagonista de Paul, el escritor de discursos Ronald Lithgow, tiene un origen digno de un periódico sensacionalista de supermercado (¡LOS ALIENIGENAS PUSIERON MI CEREBRO EN EL CUERPO DE UNA ROCA!). Excepto que… una vez esto ha ocurrido, no sucede ninguna de las cosas habituales.»

3.  Una referencia clara la encontramos en la historieta “Vida de ricos y famosos”, la primera historia que Chadwick escribió para este personaje, narrada en tercera persona, y que en Extraña armadura es enlazada casi al final para demostrar que es en estos pequeñas decisiones diarias donde vamos forjando nuestra personalidad. Así, la diferencia de trato entre el usted de la historia original, y el tú a tú de la historia que forma parte de Extraña armadura, hace que está se presente como una historia mucho más humana.

4.  Al no ocurrírsele una solución alternativa al origen alienígena del personaje, ha optado por ir afinando al máximo hasta dejarla lo más natural y creíble posible, en lo que se imagina como la versión definitiva.

5.  Es el mismo Chadwick el que nos dice, con respecto a está obsesión por la naturaleza, y en referencia a otra historia suya, “Estén atentos a Pearl Harbour”: «Creo que, originalmente, la concebí durante un viaje en coche a finales de los años setenta. Vivimos, juzgamos, sentimos por lo que vemos; ojalá pudiéramos ver más, colectivamente, y comprender las consecuencias mejor.» Un sentimiento muy cercano al que muestra Alan Moore en algunas de las historias de La cosa del Pantano, sobre todo en ese extraordinario homenaje al Pogo de Walt Kelly, y su mítica sentencia: «He visto al enemigo y somos nosotros.» Ambas historias son una acertada reflexión sobre el hecho de que no estamos aislados, sino que formamos parte de una cadena demasiado frágil de la que deberíamos cuidar en todo momento, pero como Moore y Chadwick se encargan de denunciar, apenas respetamos. El sentimiento en ambos autores es prácticamente el mismo: un respeto total hacia la naturaleza de la que se saben hijos, unidos a ella de forma física, pero también espiritual.


[ Ficha: J.M. Hinojosa Torres. Publicada en Tebeosfera 020831 ]