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EL ETERNAUTA: EL REGRESO

El Eternauta: El regreso

[ Cubierta de El regreso  ©  2003 Sol Producciones / Francisco Solano López ]


SEGUNDO CONTACTO, por Fernando Ariel García


Con dos años de retraso comenzó a publicarse en castellano El Eternauta: El Regreso, la esperada secuela de Francisco Solano López y Pablo Maiztegui, que retoma la clásica saga argentina ideada por Héctor Oesterheld y Solano López. Los fascículos mensuales son publicados por Sol Producciones y serán distribuidos en España por Otakuland. En exclusiva, Tebeosfera adelanta el prólogo del núm. 1


«Es un comienzo conocido. Un chalet con techo a dos aguas arropado en el silencio de las calles suburbanas del Gran Buenos Aires. En el cuarto de trabajo de un guionista de historietas, la ventana abierta oteando el futuro. Las cortinas bamboleándose por el viento fresco, no frío, de las tres de la madrugada.

Un crujido.

En la silla, hasta hace instantes vacía, una figura comenzó a tomar forma.

¿Un fantasma?

Una historia. La de un hombre que habiendo visto tanto llegó a comprenderlo todo.

El Eternauta, recuerda Solano López, "fue, además de una historia de ciencia-ficción, una especie de ejercicio de anticipación de la entrega que el país iba a vivir décadas después. Creo que fue un acto casi inconsciente, tanto de parte de Héctor Oesterheld como de parte mía, en el contexto de los años 50, claro. Héctor era un antiperonista furioso, un liberal, con ideas socialistas, de izquierda -como también podía serlo yo, sin estar afiliados a ningún partido-, donde más o menos todo intelectual se sitúa, con una visión popular y de justicia social, y de comprensión de los fenómenos históricos que obedecen a las presiones de los países más ricos".

En los años del comic todo era más fácil que ahora. O al menos lo parecía. Al protagonista le bastaba con tener un nombre, Juan Salvo; una feliz vida matrimonial con Elena, una dulce paternidad con Martita; un realizado presente de pequeño industrial dueño de una fábrica de transformadores. Si hasta tenía tiempo libre para jugar, todas las noches, una partida de truco con sus tres mejores amigos: el profesor universitario y físico Favalli, el jubilado Polsky y el bancario Lucas Herbert. Buena gente. Todos hubieran merecido un final mejor.

La noche más famosa hizo frío, mucho frío. Por eso la casa estaba cerrada. Herméticamente cerrada. Al principio no le dieron la importancia que realmente tenía. Lógico, treinta y tres de mano no era un tanto para despreciar. Y después la nieve. La nieve fosforescente. La nieve radioactiva. La nieve mortal. Los copos cubriéndolo todo. La Parca recogiendo los frutos de su cosecha. Buenos Aires bajo un sudario blanco.

El Eternauta ganó las calles exactamente el 4 de septiembre de 1957, en las páginas de la hoy mítica Hora Cero semanal Nº 1; y a pesar de estar originariamente pensada como una historia corta terminó convirtiéndose en una larga epopeya de exactos dos años,  durante los cuales autores y lectores compartieron un viaje iniciático hacia la convulsionada historia argentina.

Eran épocas en que prácticamente no había televisión (sólo existía Canal 7 y transmitía menos de seis horas diarias) y las historietas eran el cine de barrio que alimentaba la fantasía y la imaginación de los pibes desparramados por las veredas al calor de las agobiantes tardes de verano, pasando las tres páginas semanales de El Eternauta con ansiedad desbocada de adrenalina. "Mientras se estaba publicando, Héctor y yo tomábamos el suceso de la revista como el resultado de un trabajo en conjunto. Para nosotros, el éxito se debía al Sargento Kirk, a Randall, a Ticonderoga, al Eternauta y a todas las otras series que se publicaban. Recién después de muchos años, al ver el interés que despertaban las continuas reediciones de El Eternauta, me di cuenta de que esa era la historia que más había prendido entre los lectores de todas las edades”, rememora Solano López.

La dupla más importante de la historieta argentina se conoció en 1955, trabajando para las famosas revistas de la Editorial Abril (Rayo Rojo y Misterix), firmando la serie de ciencia-ficción Uma-Uma y las aventuras científicas de Bull Rockett. Cuando Oesterheld fundó su propia empresa, la Editorial Frontera, Solano López lo acompañó para crear Rolo, el marciano adoptivo, fallido boceto de lo que llegaría a ser la saga de Juan Salvo.

Con Rolo, Oesterheld y Solano López revolucionaron conceptualmente la forma de hacer y leer historietas en estas tierras, al romper el prototipo del todopoderoso paladín solitario norteamericano. Crearon lo que hoy se conoce en todo el mundo como “héroe grupal”, que no es otra cosa que la mancomunidad de intereses y esfuerzos en pos de un bien común. Y además, al trasladar la acción a la Argentina lograron descentralizar la territorialidad de la Aventura.

“Con respecto a los lugares y edificios que aparecen en El Eternauta –señala Solano López- eran dibujos que improvisaba, porque yo conocía de pibe todos esos barrios. Toda la zona norte, del Tigre hasta Palermo, pasando por Belgrano y el centro. Nací en el Hospital de Clínicas, viví en Palermo y después en Belgrano. Tenía una tía en Vicente López, a la que iba a visitar con frecuencia y siempre me hacía una escapada al río, al puerto de Olivos. Por eso en El Eternauta todo sucede siguiendo los recorridos del colectivo 29 o del 60. Años después laburé en el Banco Nación, en Plaza de Mayo y llegué a conocer muy bien la zona del Congreso. La única vez que tuve que documentarme para un dibujo de la historieta fue para el cuadro grande con la vista desde arriba de la Plaza de los Dos Congresos, donde está la base extraterrestre. En una foto que ya he perdido tenía una panorámica de esa plaza vista desde lo alto”.

En las mentes juveniles de la época, donde las distancias se medían con otras varas, el efecto fue devastador. Cuando el ejército de la resistencia popular protagonizó su primera escaramuza en la General Paz, a la avenida iban los chicos a ver si encontraban los restos de algún Cascarudo. Después del combate en el estadio de River Plate, los que podían se corrían hasta Núñez para intentar rescatar los restos humeantes de la nave extraterrestre. Incluso, los más valientes se atrevieron a viajar hasta las Barrancas de Belgrano, esperando no encontrarse bajo la conocida glorieta con la amenazadora sombra del Mano, exponente de esa atormentada raza humanoide con 14 dedos coronando cada extremidad superior.

Tras la abrumadora derrota en Plaza Italia, los párvulos rodearon la estatua de Garibaldi para asombrarse al medir las gigantescas huellas dejadas en el pavimento por los monstruosos Gurbos. ¿La apoteosis de esta debacle urbana? La peregrinación hasta el Congreso para comprobar que el edificio había sido demolido por misiles intercontinentales teledirigidos. ¿Cómo puede ser que siga ahí, si yo lo ví derrumbarse con mis propios ojos?, se preguntaban aquellos niños que supieron ser hace más de cuarenta años estos argentinos que hoy le repiten esa misma pregunta (con el mismo asombro reflejado en sus caras) a Solano López, cada vez que el dibujante hace alguna aparición pública en convenciones o charlas.

¿Muy fuerte, no?

Es que El Eternauta era mucho más que una historieta. Con gran poesía, Oesterheld había logrado plasmar la filosofía de la dominación extranjera; y Solano la había hecho carne en esa legión de “cabezas” del interior (que todavía sigue retratando como nadie) poniéndole el pecho a los rayos desintegradores, a la muerte o a algo peor.

Y como si todo esto no bastara, llegó el final. Redondo. Redondo por lo impactante y redondo por lo circular. ¡La invasión narrada por el Eternauta todavía no había pasado! ¡Ocurriría recién cuatro años en el futuro! ¿Tendríamos tiempo de parala? “Era una forma de decir nosotros estamos acá, somos la Argentina –señala Solano-, pero si nos tienen que dar un mazazo nos lo van a dar y a nadie se le va a mover un pelo. Eso es lo que impresiona al lector tantos años después. Lo lee y dice: Puta, es verdad”.

El regreso

Desde aquel lejano final, mucha agua ha corrido por debajo del puente de la Argentina. Y no toda fue clara y límpida. Perón. El Che. Vietnam. Montoneros. La Triple A. El golpe. 30 mil desaparecidos, incluyendo el propio Oesterheld. Malvinas. Alfonsín. La fiesta menemista. El cacerolazo. Los mártires de diciembre. La devaluación. Negocios para pocos, hambre para muchos. Y otros eternautas recorriendo el espacio-tiempo del noveno arte local. Hubo de todo, por supuesto. Distintos, panfletarios, truchos y mediocres. “Tomando en cuenta el orden numérico de realización –cuenta Solano López- este sería el cuarto libro oficial del Eternauta. Pero en realidad yo lo considero el segundo, por eso se llama El regreso. Es el regreso del Eternauta de la primera aventura”.

En la era de la globalización neoliberal y el subcomandante Marcos, el equilibrio de fuerzas ha cambiado tras la caída del Muro y el derrumbe de la Unión Soviética. En El regreso, Solano López y el guionista Pablo Maiztegui piensan reflejar dichas modificaciones, retomando el camino iniciado por Oesterheld. “Estamos echando una mirada sobre la actualidad, basados en una metáfora explícita: el país invadido por extraterrestres, que son en realidad las finanzas internacionales –sentencia el artista-. En esta parte nos interesó mostrar como lograron los invasores perpetuar la dominación a través de los mecanismos de la democracia. Tal como pasó en América Latina con Collor de Melo, Alan García o Menem”.

La acción de El regreso transcurre cuarenta años después del primer contacto. La invasión a la Tierra fue un éxito y la mayor parte de la población ignora quienes son sus enemigos. Los Manos se han integrado por completo a la sociedad, cumpliendo papeles de vigilancia, represión y padrinazgo de los hijos de los revolucionarios muertos o desaparecidos después de la guerra. “Eso pasó alrededor de 1986, durante la presidencia de Alfonsín”, aclara Solano.

Y no es la única alusión directa a la historia vivida por muchos de los hijos de detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar. Ya desde el principio queda establecido que los Manos vienen siendo blancos recurrentes de una serie misteriosa de atentados, cuyo valor se muestra equivalente a los “escraches” llevados a cabo por la agrupación HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) a los genocidas del Proceso.

El regreso, gestado a principios de 2001 para la revista italiana Lancio Story, totalizará unas 300 páginas abarcando tres líneas argumentales principales: La historia de Martita, la vuelta a la lucha de Juan Salvo y la búsqueda de Elena. “Para mí es la verdadera continuación de la saga –reconoce Solano-. Engancha en cada uno de los puntos que quedaron sueltos o pendientes en la primera parte y se retoman para darle sentido a una nueva aventura”.

Tres palabras bastan para definir las motivaciones del Eternauta: “Buscar. Buscar. Buscar –remarca Solano López-. Eso es lo que hace. Siempre. Y bueno, después de tanto tiempo, hoy, por fin, le tocó encontrar”.»


[ © 2003 Fernando A. García, para Tebeosfera 031019. Este texto es el prólogo de la edición argentina y por ello el original no ha sido editado siguiendo el Libro de estilo de Tebeosfera