TEBEOSFERA \ OBRAS \ TEBEO  |  libro de cómics

LA BROMA ASESINA

La broma asesina

Guión: Alan Moore
Dibujo: Brian Bolland, con color de John Higgins


Edición original:

The Killing Joke, DC Comics, 1988

 

Edición española:

Ediciones Zinco, 1989   /   Norma editorial, 2002.

 

[ Ilustración de la cubierta del libro con formato prestige igual a la de Norma: Brian Bolland y John Higgins ]


La broma asesina, por Luis Miguel Artabe


«Muchas verdades se dicen en broma.»
Proverbio inglés
 

Cuando era más joven soñé en multitud de ocasiones con encabezar un movimiento contra el crimen. Y en la mayoría de ellas imaginé que era un héroe de destino trágico que se enfrentaba a los más disparatados criminales con el único anhelo de ser aceptado por la sociedad y conseguir el favor de sus ciudadanos y, ocasionalmente, de sus ciudadanas. Con la fuga de los granos de arena de la parte superior de mi reloj me fui dando cuenta de que esto era imposible. La realidad te coloca a los mandos de una palanca a la que debes dar vueltas para seguir con los pies donde deben estar y tus posibilidades de volar se reducen si no pagas una buena factura por ello. Desgraciadamente descubrí que es difícil dejar de ser Clark Kent y tener un alter ego que te permita realizar acciones imposibles. Mi sitio era el de un ser humano normal que sólo podía combatir el mal a través de la piel de unos cuantos personajes de ficción que colman mis estanterías, mis cines y mis telediarios. Dejando a parte la discusión sobre si existe el realismo artístico, lo que nos debe servir como premisa de partida es que la ficción nos permite conocer el mundo a través de múltiples y diferentes visiones que tienen los autores sobre él y que éstos mismos han obtenido, culminando un eterno proceso de retroalimentación, del propio tejido social al que estamos atados pegajosamente sin posibilidad de huída.

El ser humano es un ser social, que vive y piensa en sociedad y que sólo así siente una identidad propia. ¡Qué paradoja! Sólo en la relación con los demás, y en las relaciones de éstos con los demás, obtenemos nuestro código de barras personal y grupal, y sólo así sabemos quienes somos y qué se espera de nosotros.

Haré de esta relación del conocimiento del tu y del yo una de las bases del análisis narratológico de esta obra originalmente titulada The Killing Joke. Llegados a este punto y antes de que se me pase por alto, he de advertiros que lo que a continuación vais a leer son mis pensamientos sobre un cómic de Alan Moore que me marcó profundamente y que, quizá, tenga el extraño poder de arrastrarme al momento en que terminé de leer por tercera vez La broma Asesina y descubrí que había muchos túneles bajo la superficie.

Desde luego, a estas alturas nos tenemos que preguntar por qué el que abajo firma ha comenzado por hablar de identidades y de su imposibilidad personal de realizar acciones extraordinarias en el análisis de un texto que versa sobre la historia de un superhéroe de papel que lucha contra un opositor imposible y que desbarata una vez más los maléficos planes que todo buen villano debe tener. Por eso mismo, ruego un poco de paciencia al lector, para que contemple cómo a lo largo de este artículo vamos a ir descubriendo por qué estas premisas tienen relación intrínseca con esta obra.

Enemigos para siempre

Tomaré de la tradición griega, platónica para concretar,[1] el concepto del ser andrógino original. Simplificaremos un poco para que nos entendamos sin el susto inicial. Al principio existía un ser humano original que era esférico (tengamos en cuenta que la perfección se representa de esta manera para muchas tradiciones, llegando en muchas ocasiones a ofrecernos una imagen de Dios con esta forma).

De este ser, y siempre desde el punto de vista de Platón, se hicieron dos mitades,[2] hombre y mujer, que quedaron necesariamente obligadas a buscarse (de este modo, el amor perfecto sólo se encontrará encontrando la otra mitad de la esfera a la que cada uno pertenecía). Olvidemos por un momento el aspecto amoroso de la teoría y traslademos esta concepción hasta otros campos. Pensemos en las relaciones interpersonales e imaginemos una esfera donde estuvieran encerradas antes de nacer algunas relaciones que se encuentran condenadas a enfrentarse y a complementarse en la realidad. Pensemos en la relación de amor-odio a la que están sujetos el personaje protagonista y personaje opositor de La Broma Asesina y que no es otra cosa que la representación de una relación entre dos actores antagónicos que perfectamente pudieron compartir una esfera en aquellos primeros números de Batman, allá a finales de los años treinta, en la publicación americana Detective Comics. Permitidme que continuemos por este camino figurativo porque, si esto fuera cierto, el Joker y Batman serían las dos partes de una de esas esferas.

Cuando Bob Kane crea al detective murciélago no piensa en el Joker. Desde luego está pensando en un personaje que luchará contra el mal investigando y apoyándose en una tecnología revolucionaria. Este autor construye un personaje al estilo de Supermán que luche contra el crimen, pero de una manera más realista. Un héroe de los que se comenzaron a llevar en la época. Sin embargo será su ayudante, Jerry Robinson, quien viendo una película de Paul Leni, El hombre que ríe, basada en la novela de Víctor Hugo del mismo nombre, cree al bromista asesino. Y lo hace a partir del destino trágico del personaje que interpreta el actor Conrad Veid en el film. El nuevo personaje será un asesino sin conciencia que compartirá con el personaje literario una enorme sonrisa que desfigura su cara.

Conrad Veidt en El hombre que ríe

¿Por qué nos atrevemos a decir que Batman y el Joker son medias esferas que se han encontrado? Parece claro que con el paso de los años el personaje opositor se convierte en el más despiadado enemigo del detective. Llega hasta un punto en el que fue censurado en la década de los cincuenta por la Comics Code Authority.

Tenemos que darnos cuenta que este personaje es diferente a los demás. No quiere conquistar el mundo, ni comérselo, ni enriquecerse, ni siquiera quiere vengarse de un padre alcohólico y maltratador a través de la destrucción de todo lo que puede parecer bello. Nada y defeca en su locura y actúa sin razonamiento lógico aparente.

A lo largo de sus años de lucha mata a Robin y a la esposa del comisario Gordon entre otras muchas fechorías. Desde luego, no es un personaje normal.

Como media naranja de Batman comparte un trauma de una vida anterior con el héroe. Bruce Wayne (personalidad secreta de Batman) perdió a sus padres a manos de un ladrón y el Joker perdió a su mujer embarazada debido a un accidente doméstico. Para ambos significó una ruptura con su biografía precedente. El sentimiento de culpa les asaltó de tal manera que Batman aún hoy se echa la culpa de lo sucedido por no haber hecho nada para impedirlo y el payaso se echa la culpa por no haber conseguido sacar a su mujer de la pobreza. Ambos enloquecen, aunque hay una diferencia: Batman jura defender a los habitantes honrados de su ciudad, Gotham, y el Joker descubre que el mundo no es justo y que se mueve por actos irracionales que te dan y te quitan; para él se convierte en un patrón de actuación.

Lo que les une en la misma esfera, su trauma, les diferencia en su realidad. Y es que el punto que les une les hace tomar dos caminos diferentes. Por un lado Batman se vuelve gris, viste de negro, hace de la seriedad extrema y del respeto de la vida su bandera. Mientras que el Joker se vuelve multicolor, guasón y sin respeto alguno porque sigan latiendo los corazones de los demás. Ese punto de inflexión produce una extraña paradoja: mientras que a Batman le hace pasar de una vida fácil y sin preocupaciones a una vida llena de fatigas y responsabilidades, para el Joker es al contrario. Pasa de una vida de reveses y miseria a una de crimen y despreocupación absoluta.

La broma asesina

Va siendo hora de que entremos en materia. Hasta el momento hemos apuntado ciertas ideas sobre la identidad y su necesaria relación con los opuestos para la afirmación ellos son malos, luego nosotros somos buenos; y también hemos pasado de puntillas sobre la relación que une a los dos principales actores de este cómic.

Creo que antes de continuar con los aspectos teóricos sobre la obra, es bueno que nos fijemos en el continente de esta historia para tener una visión completa de su verdadero valor.

En 1988 la editorial DC publica The Killing Joke.[3] Una historia que revisa dos personajes clásicos y su relación de amor-odio. Este cómic narra el intento por parte del Joker de demostrar que cualquiera puede perder la razón y cometer un crimen bajo la presión psicológica adecuada. Es cierto que quizá sea un pensamiento demasiado elaborado para el personaje. De todas maneras, para conseguirlo intenta buscar una comparativa entre las cosas que recuerda y que no puede soportar de su pasado (como la pérdida su mujer embarazada por un accidente del que se culpa) y su plan para convertir al Comisario Gordon en un demente. Para ello se le ocurre dejar inválida a la hija del policía de Gotham City y sacarle fotos desnuda para posteriormente proyectárselas a su padre, de modo que poco a poco se despida de la cordura y se vea empujado a matarle y de esta manera olvidarse de la ley y de su función.

Moore se aprovecha de una serie de saltos espacio temporales para comparar la preparación del plan del asesino con la fragua de su propia locura. Sin embargo, debemos tener claro, y es de gran importancia para el desenlace de este escrito, que el narrador británico no tiene la intención de colarse en el interior de la mente de sus personajes. En La broma asesina los deja actuar por su cuenta; por ese motivo sólo hay unas palabras del narrador al principio, «Había una vez dos tipos en un manicomio...», y otras en las que el propio Moore, mediante una repetición de las primeras frases de Batman en la narración, ironiza sobre su combate final con el Joker:

«Hola. Vengo a hablar. He estado pensando últimamente, sobre tú y yo. Sobre lo que va a ocurrirnos al final. Nos mataremos el uno al otro ¿verdad? Puede que me mates. Quizás te mate yo, antes o después. Sólo quería sentir que había intentado hablar las cosas y evitar que ocurran. Por una vez. ¿Me oyes?

Estoy hablando de la vida y la muerte. Quizás mi muerte... quizás la tuya. No entiendo por qué nuestra relación debe ser tan fatídica. No quiero tu muerte en mis manos.»

Durante la obra no hay ningún otro bocadillo que manifieste un monólogo interno. Son los personajes los que actúan e, incluso, los que recuerdan. El guionista sólo los ha colocado ahí y narra lo que sucede, abandonando la fórmula del autor omnisciente tan habitual en el cómic de superhéroes.

El punto de partida de la historia son las ondas producidas por la lluvia en un charco. Fijémonos en que lloverá durante toda la obra (incluidos los diferentes saltos espacios temporales), y la última viñeta coincidirá exactamente con la primera, en un adelanto de que todo sigue igual a pesar de los intentos de los actores por cambiar las cosas.

A partir de aquí, y por medio de varias páginas donde predomina la estructura de nueva viñetas por página (en las que nos encontramos con un ritmo pausado e intrigante gracias a los saltos de plano en el eje trasversal y horizontal de nuestra visión así como a pequeños zooms), podemos observar cómo Batman entra en Arkham Asylum para hablar con el Joker y convencerle de que su manera de actuar no conduce a nada (ver el diálogo reproducido atrás). No se sabe por qué, de repente el héroe atormentado de Gotham siente la necesidad interior de hablar con su máximo oponente. Moore no nos facilita información sobre el motivo por el que Batman llega al manicomio del Dr. Arkham, ni nos explica por qué está allí el Comisario Gordon. Sin embargo, el héroe intenta razonar con un personaje que es el estandarte de la sinrazón en el universo de las viñetas. En mi opinión, Batman, sin darse cuenta, ha sido movido por un hilo argumental externo a sí mismo y que le ha colocado en un punto de partida preciso.

Y es justo desde aquí, desde esta viñeta donde aparece esta frase inacabada (quizá de labios del propio Moore), desde esta primera viñeta que rompe la estructura de nueve viñetas por página, donde Batman intenta convencer al Joker con un discurso sobre lo irracional de la guerra entre ambos. Al final de su speech el detective descubre que el personaje que se encuentra sentado frente a él no es quien parecía ser y utilizando una concatenación sonora se produce el primer salto espacial para descubrirnos al verdadero Joker intentando comprar un parque de atracciones abandonado.

[1] El Banquete de Platón.

[2] Tiene bastante relación con la tradición cristiana y el mito de la costilla de Adán.

[3] La broma asesina. Guión de Alan Moore, dibujo de Brian Bolland y color de John Higgins. Publicada en España el mismo año por la editorial ya desaparecida Ediciones Zinco.

[ Leer parte siguiente del artículo. Leer parte:   1      2    |   3 ]


 [ © 2003 Luis Miguel Artabe, para Tebeosfera 031019 ]