TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

ÁGORA SIN FOBIA / 3

 

Este es un emplazamiento público para el debate, abierto a todos aquellos que deseen ver publicados sus pareceres, argumentos o impresiones sobre asuntos relativos a la esfera que engloba a la historieta y al humor gráfico.

 Hoy : Federico Reggiani vs. Alberto D. Kloster   


Réplica al artículo sobre Wadel de A.D. Kloster aparecido en Tebeosfera # 14.


Leí el artículo de Alberto Kloster publicado en Tebeosfera #14 ("Leonardo André Wadel, el precursor, el maestro") con alarma, con fastidio y, todo hay que decirlo, con cierta malsana satisfacción, producto de encontrar concentradas unas cuantas ideas con las que me interesa polemizar.

Kloster realiza una útil y muy informada reseña de la carrera como guionista de Leonardo Wadel, y pasa a preguntarse porqué se trata de una figura olvidada en la historieta argentina. En  un primer momento parece vislumbrar el más sencillo y razonable de los argumentos («mientras las historietas de Oesterheld llevaban su firma, las de Wadel no») para descartarlo con especulaciones que dan cuenta de un modo de pensamiento conservador muy extendido, no sólo en el ámbito de la historieta. Se trata de un marco de ideas que supone que lo real es inevitable, y asigna cualquier esfuerzo crítico a alguna forma de resentimiento. Así como el citado Jorge Bosh supone que las grandes obras de la vanguardia tanto como de la teoría crítica sólo se explican por un rencor hacia las obras clásicas –que estarían puras de todo mal y libres de todo escrutinio–, existe un modo de encarar la historia de la historieta que da por supuesto que el éxito es un modo de eludir el análisis. El tipo de comentario que se produce suele ser muy competente a la hora de enumerar datos, pero reserva el nivel evaluativo a la pura celebración acrítica.

Resumiendo sus palabras, Kloster opina que si Wadel ha sido olvidado –a diferencia de lo ocurrido con la figura de Héctor Germán Oesterheld– esto se debe a una forma de parricidio que obsesiona a una franja de la intelectualidad argentina, que en su afán por cuestionar a la figura de Dante Quinterno y sus personajes y revistas Patoruzú y Patoruzito termina olvidando al precursor de los guionistas modernos de Argentina.

No conozco la obra de Wadel lo suficiente como para saber si resiste una comparación con la riqueza y complejidad de la producción de Oesterheld. No es tampoco un punto central aquí. Lo importante es ver si efectivamente el "eclipse" de Wadel puede adjudicarse a una demonización de ciertos padres de la historieta argentina. Lo verdaderamente curioso es que la respuesta a Kloster está en las palabras de su propio artículo, en el cuerpo de su comparación futbolística con Oesterheld. Oesterheld construyó su obra mayor siendo su propio editor: esto, lejos de ser un dato anecdótico, es un punto central, en tanto el guionista pudo controlar de un modo inédito las condiciones de producción de sus historietas. Wadel, en cambio, produjo en el marco de un sistema basado en la repetición, las fórmulas y la separación de los autores respecto de sus obras. Antes de buscar explicaciones en las modas intelectuales, o en la interna del peronismo de la década de 1970, sería útil pensar si el anonimato al que lo sometieron los mismos editores que Kloster reivindica no conspiró contra su recuerdo.

Cito, otra vez: «mientras las historietas de Oesterheld llevaban su firma, las de Wadel no». (Dicho sea de paso, en el amnésico y ahora desolado panorama de la edición de historietas en Argentina, la reedición de historietas de Oesterheld de los años '50 y '60 es más una excepción –basada probablemente en la difusión europea de sus colaboraciones con Pratt y Breccia– que la norma).

En Argentina, las grandes tragedias suelen clausurar los debates antes de que se resuelvan o se discutan a fondo. Así como las discusiones ideológicas mayores de la década de 1970 parecen haberse clausurado con la dictadura, en un ámbito menor como el de la historieta hay debates que parecen haber muerto en la crisis económica de los '90 que disolvió nuestra industria editorial. Todos los cuestionamientos a un modo de entender la historieta representada en buena medida por editores como Columba o Quinterno parecen haberse esfumado y tengo la sensación –es, por ahora, apenas eso– de que en Argentina nos enfrentamos a un repliegue conservador basado en la reivindicación y la reedición de esas historietas que, si no es justo rechazar en conjunto, sí es necesario someter a la crítica por sus resultados concretos y, sobre todo, por sus mecanismos de producción, que explican muchos olvidos.

Cambiando un poco de tema, y puesto que Tebeosfera no elude tomar posición respecto de cuestiones ajenas a la historieta, quisiera dedicar un párrafo final a la innecesaria y errónea correlación entre la crítica a algunos próceres de la historieta y la "teoría de los dos demonios", que Kloster propone en la nota 2 de su artículo. Me permito recordar, sobre todo a lectores no argentinos, que la citada teoría es una explicación de los hechos de la década del '70, y en particular de los crímenes de la dictadura militar, que supone que la sociedad argentina fue espectadora pasiva del enfrentamiento entre dos bandos igualmente criminales: las organizaciones revolucionarias y el terrorismo de estado, que habría surgido como respuesta. Que la práctica sistemática del secuestro, la tortura y la desaparición se haya producido cuando las organizaciones guerrilleras estaban prácticamente desarticuladas, y que las diferencias en las bajas de uno y otro "bando" sean tan abismales no parece haber desdibujado del todo esta "teoría" que distribuye en partes iguales la responsabilidad de víctimas y verdugos.  Más allá de las caracterizaciones que quieran hacerse de la violencia política de izquierda en esos años, toda la documentación existente y el propio juicio a las juntas militares prueba que la represión de estado fue una estrategia organizada para permitir la implantación de un plan económico y una brutal redistribución del ingreso en Argentina: insistir en algunas cuestiones sólo puede adjudicarse a ignorancia o mala fe.

Para terminar, quisiera celebrar el espacio que el artículo de Kloster abre para la polémica en un medio poco afecto a la discusión pública. Sólo una lectura de las historietas del pasado que no se limite a celebrar lo real por su mera existencia o, peor, por su éxito de ventas, nos permitirá construir una historia con menos olvidos injustos. 

Federico Reggiani, enero de 2004

Alberto D. Kloster ha eludido responder a Reggiani


  VÍNCULOS:

Texto replicado: "Leonardo André Wadel, el precursor, el maestro"


Federico Reggiani-Carut fue editor en Argentina una revista de crítica de historietas llamada El Picasesos, que se ha ocupado de Eduardo Risso, Frank Miller, Fierro y de la historieta independiente argentina, entre otros temas. Parte de esos documentos se alojan en www.picasesos.ahiros.com.ar. Desde 2002 es un colaborador de Tebeosfera.

Alberto Dionisio Kloster es estudioso de la historieta y poeta. Desde 2002 es un colaborador de Tebeosfera.


  [ Página web publicada en Tebeosfera 040306 ]