TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

GOLDEN CH@T   /  2

Carlos M. Federici

por CARLOS M. FEDERICI 


Golden Age: Harold Foster y Chester Gould


Golden Age... ¡La Edad Dorada! Todos éramos más jóvenes por entonces; y el  mundo también lo era. Más que un tiempo, un lugar. Un lugar adonde  ir. O adonde regresar. Uno de esos sitios (igual al barrio, que decía el Gordo inmortal) adonde siempre se está llegando.

Sigamos transitando, pues, por los senderos floridos de la evocación nostálgica. Sin dejar, por ello, de ubicarnos como corresponde en la cronología. Porque, ¿cuándo fue, exactamente, esa famosa “Edad Dorada”?

Como ocurre con tantos otros tópicos relacionados con el cómic, la cuestión se presta al debate. En los primeros tiempos, cuando el crack de 1955 pertenecía a un pasado inmediato, se llamó Golden Age (en forma más bien vaga) a todo el período anterior al Comics Code —o sea, la infame reglamentación autoimpuesta por los editores de historietas en EE UU, ante la presión anticómic proveniente de diversos grupos de opinión—, contando desde 1938, año del debut del héroe historietístico por antonomasia: Superman.

Posteriormente, al convertirse el coleccionismo en un fenómeno de insospechadas dimensiones (y auspiciosamente rentable), los intereses de los comerciantes (dealers), introdujeron cambios significativos en el esquema.

La frontera sur de la Goleen Age pasó a situarse algunos años antes: en 1950. De allí para adelante, hasta 1955, año de implantación del Comics Code, creóse el período Atomic Age, en alusión a la temática generada a partir de la debacle nuclear de Hiroshima y Nagasaki. Por el extremo superior, todo lo que antecedía al surgimiento de los comic books en los Estados Unidos fue bautizado Platinum Age, posiblemente en alusión a la vetustez y prestigio del material: el platino alcanza precios más elevados que el oro, aunque resulte menos llamativo. Al referido período pertenecen las clásicas tiras de los periódicos, que con sus episodios diarios (dailies) y sus coloridas páginas dominicales (sundays) apasionaban al 80% de la población, comprendidas todas las edades (ver la entrega anterior de Golden Chat 1). De esas famosas historietas se hicieron recopilaciones en libros, con excelente respuesta de los lectores. Faltaba aún algún tiempo para que hicieran su aparición los comic books, conteniendo éstos material especialmente realizado para sus páginas.

Volvamos, pues, a los Viejos Maestros. He seleccionado dos, que representan verdaderas antípodas en cuanto a estilo, tanto en lo relativo a ilustración como a temática y recursos narrativos.

Harold Rudolph Foster (1892-1982), nacido en Halifax, Canadá, constituyó, durante décadas, el peñón de jerarquía en que la “hija bastarda” de la Literatura y el Dibujo pretendió fundamentarse como medio expresivo válido. Incluso enemigos acérrimos de “esas figuritas bobas” aceptaron la obra de Foster con respeto.

Profesional de la ilustración, Foster no apreció demasiado, al comienzo, el encargo que tomó de adaptar las novelas de Tarzán a la tira gráfica (1929). Pero cuando comenzó a recibir correspondencia de sus fans, se sintió impulsado a verter lo mejor de sí para no defraudarlos.

Lo que antes había considerado como un género menor, en comparación con la ilustración para revistas o para publicidad, llegó a transformarse en una verdadera vocación de vida. Dejó al Rey de la Selva —que nunca le había gustado en realidad— y en 1937 inició su obra máxima, un verdadero monumento a su nombre, El Príncipe Valiente, a cuya saga se consagraría durante más de tres décadas. Trabajó siempre solo, realizando páginas dominicales únicamente, sin emplear nunca los convencionales globos que ya por entonces caracterizaban al medio.

Sus páginas originales medían 120 por 90 cm., y en ellas se prodigaban todo su arte y su minuciosidad descriptiva. Es por eso que las aventuras de Val, lejos de ser denigradas por padres y maestros, eran vistas como lectura recomendable para la infancia. Sin embargo, a pesar de que tienen el sabor de un documento, carecen, en realidad, de su sustancia. El propio Foster reconoció que no pretendía hacer material históricamente auténtico.

Se tomó la licencia poética de hacer transcurrir varios siglos en el curso de la vida de su protagonista y, por otra parte, siendo escasos, cuando no nulos, los testimonios de la legendaria época del Rey Arturo —durante la cual, según el subtítulo, se desarrollaba la historia—, debía acudir con frecuencia a su imaginación.

En 1971, tras haber realizado 1.789 páginas, Foster cedió el campo a otro grande, John Cullen Murphy, conocido hasta entonces por una historieta muy distinta (y otra obra maestra, a su modo), Ben Bolt, de la que hablaremos oportunamente.

FOSTER POR FOSTER
Nacido el 16 de agosto de 1902 en Halifax, N. S., Canadá. Luego me mudé a Winipeg y me convertí en cazador. Como un trabajo de oficina habría interferido con mis expediciones de cacería de patos, me dediqué a la ilustración de catálogos. Me casé con Helen Wells en 1915... ¡Irresistible! Tengo 2 hijos. En 1921 fui en bicicleta a Chicago: ¡1.000 millas! Hacía dibujos durante el día e iba a la escuela de Arte por las noches. Comencé la página dominical de Tarzan, me gustó y pasé a crear El Príncipe Valiente. He viajado constantemente a Europa en procura de documentación para mis ilustraciones. A mi historieta se le han conferido varios premios y la 20 th. Century Fox la adaptó al cine [1954]. También se hicieron libros con el tema. Figuro en el Museo de la Historieta, y gané el “Premio Segar” y la “Llave de Oro”. Me radiqué en Florida en 1971.

Chester Gould (1900-1985), se ubica, como consignáramos, en las antípodas de Foster. Recuerdo que en oportunidad de dar una charla, años atrás, uno de los circunstantes —en uso de una modalidad eminentemente democrática, aunque poco cortés— me interrumpió en forma abrupta cuando yo me refería en términos encomiásticos a Gould. Según él, su dibujo era «pésimo, con un Dick Tracy siempre de costado, etc.» Lejos de mí el rebatir el concepto de que nada hay escrito sobre gustos; pero ¿no emanan los gustos de las sensibilidades? Y éstas, desde luego, se educan. Por eso, quizás, quienes estamos consustanciados con el medio, apreciemos de otra manera las excelencias de Gould de lo que lo haría el espectador común. El profesionalismo cabal de este dibujante se evidencia en la seguridad y soltura de sus trazos, así como en la coherencia manifestada en el bloque de su producción. Un estilo más elegante quizás desentonara de la crudeza de la narración. Por otra parte, con el tiempo, su dibujo fue depurándose, hasta lindar casi con el surrealismo en ciertos cuadros.

Todo ello, sin embargo, no bastaría para explicar la preferencia de que gozó por parte del público norteamericano: a pocos meses del debut de Dick Tracy, la tira aparecía en 350 periódicos, con una circulación de 43.000.000 de ejemplares..., ¡sin contar Sudamérica y Europa! La razón: los guiones, magistralmente narrados en clave historietística, y la poderosa caracterización de personajes, sobre todo los exóticos villanos.

“Flattop”, el de la cabeza chata; “Cejas”, con su enorme frente arrugada, o “Tembleque”, sometido a constante temblor, causaron una impresión imborrable cuando aparecieron. Hollywood quiso capturar su magia, en 1990, con la superproducción de Warren Beatty, en la que el arte de los maquilladores intentó emular al dibujo de Gould. Y tuvo intérpretes de lujo: nada menos que Dustin Hoffman, Al Pacino y Madonna, flanqueando al propio Beatty: como homenaje (costó millones de dólares) no podía pedirse más.

 

GOULD POR GOULD


Nacido en Pawnee, Oklahoma, el 20 de noviembre de 1900. Dos años en el estado de Oklahoma; me vine a Chicago en 1921. Trabajé en todos los diarios de la ciudad mientras terminaba de estudiar. Me gradué en la Northwestern University en 1923. Hice una serie de tiras y otros dibujos para el Chicago American de [William Randolph] Hearst, desde 1924 hasta 1929. Pero mi objetivo era llegar a los grandes distribuidores. Luego de varios años de intentos fallidos, finalmente le vendí mis muestras a J. M. Patterson. Estuve dibujando y guionizando a Dick Tracy durante 46 años, 2 meses y 21 días. Me retiré el 25 de diciembre de 1977. Hoy día, en calidad de “consultor”, me la paso en perpetua “siesta”...

Fiat Lux!


GALERÍA DE IMÁGENES 

1. Carátula del primer libro de El príncipe Valiente, editado en la década del cincuenta por la empresa Acme Agency de Buenos Aires. Contenía una novelización de la primera época de la historieta, adaptada por Max Trell y profusamente ilustrada con los dibujos de Foster. Gozó de un gran éxito entre los lectores.

2. Este mapa de una supuesta Inglaterra del siglo V aparecía en las guardas del primer libro de El Príncipe Valiente que editara Acme en los años cincuenta. Se le adjudicó tal tal credibilidad al dato histórico como para pretender utilizarlo en las actividades escolares..., con escasa aprobación de los docentes.

3. En la contratapa del # 4 de Cuentos de Brujas, revista editada en diciembre de 1951 por el sello Editora de Periódicos ‘La Prensa’, de México, figuraba esta promoción para el # 6 de Dick Tracy, personaje que no tardó en conquistar un merecido sitial de preferencia entre el público lector. Se reproducían, adaptadas al formato de comic book, tiras diarias de la serie de Gould, en aventuras continuadas.

4. Gould satirizó a su protagonista en esta ilustración en donde lo enfrenta a todos sus enemigos juntos: “Sólo quería ver cómo te las arreglarías contra todos de una vez”...

5. Algunos ejemplos de Pequeños Grandes Libros que adaptaron diversas aventuras de “Dick Tracy”

6. La extravagante inventiva de Chester Gould queda plasmada en esta Galería de Villanos Escogidos que desfilaron por las páginas de Dick Tracy: Flattop(1943), asesino a sueldo; Shaky (1944), chantajista y asesino; Rhodent (1959), asesino, y Brush (1962), estafador.


  Carlos María Federici  (Montevideo, 1941) es autor de seis novelas, un par de colecciones de relatos de ciencia ficción y ficción detectivesca, también de diversos cuentos, artículos y trabajos periodísticos, recordándose su participación como estudioso de la historieta en Balazo. Su obra ha sido traducida a varias lenguas y le han sido otorgados galardones en certámenes literarios nacionales e internacionales. Para contactar, haga clic aquí.


 [ © 2003 Carlos M. Federici, para Tebeosfera 030716 ]