COMO NACE UN RROLLO.
"El Nazario se vino de Sevilla con sus dibujos pa buscar tíos que se enrrollaran en hacer un tebeo": así es como me contaron que había empezado todo. Estábamos en el piso de los del Rrollo, frente a la Estación de Francia, en Barcelona, echados por los suelos de una habitación repleta de las cosas más dispares: caretas de cartón de las que se venden en los Kioscos por un duro, cojines, colchones, espejos, muñecos, cestas de Navidad y otras miles de cosas encontradas por la calle... Parecía uno de los pisos de la mejor época de Haight-Ashbury; pero no, era la Ciudad Condal, en los últimos días del año 1974.
En la habitación estaban algunos de los componentes del grupo que ha sido calificado como el primer grupo de dibujantes andergraun que se han dado a conocer en España. Y estaba yo, supuestamente conocedor de los fenómenos contraculturales, y amigo de los del rrollo desde su nacimiento. Keríamos hacer un prólogo para el libro, pero tratándose de un libro de historietas nada convencionales, nos preocupaba (¡uf!) la idea de que el prólogo siguiera el esquema habitual: alabar a los autores o tratar de explicar la ineludible necesidad de la publicación del volumen. Por eso decidimos que valía más hablar de las vicisitudes del nacimiento del RRollo y los otros comix que le siguieron y de la ideología jaja (si es que cabe calificarla con esta palabra tan comprometida) que se oculta tras las viñetas que vais a ver.
El Rrollo (y perdonen que, a falta de mejor apelativo, utilice el título de su primer tebeo para designar al grupo) nace cuando Nazario conoce a Mariscal y a los hermanos Farriol. Más tarde se les unen el Roger, el Guillermo, el Pamiés, el Capdevila..., todos ellos con ganas de dibujar, y todos ellos decididos a hacerlo según un estilo propio, diferente al en uso en las publicaciones que dominan el mercado.
Es interesante hacer una comparación de este proceso de génesis con el del comix underground norteamericano. En los Estado Unidos, el comix surge como un componente más de la respuesta contestataria de una juventud insatisfecha con el sistema, que trata de oponer a la cultura oficial, que no le gusta, una cultura propia. Pero el comix americano podría haber tenido cabida dentro del sistema, ya que el establishment tenía una tolerancia lo bastante grande como para que los mejores dibujantes underground (Crumb, Irons, Sturgeon, Clay Wilson, Gilbert Shelton, Robert Williams, Linch, Rodríguez, etc...) hubiesen podido trabajar en revistas de vanguardia; publicaciones de minorías, sí, pero totalmente oficiales. En cuanto a los otros, no tan asimilables, o las obras más osadas de los anteriores, hubieran tenido fácil salida a través de los fanzines, esas publicaciones de aficionados que, en yanquilandia, no constituyen una prensa clandestina, ya que no deben estar registradas ni están sometidas a ninguna clase de control estatal.
Así que si eligen el camino contracultural, si deciden marginarse del sistema, es por un deseo de combatirlo, de destruir las bases sobre las que se asienta, y eso sólo creen poder lograrlo desde fuera del mismo, no desde dentro (y quizás ese sea su error, el que haya llevado a la casi desaparición o, al menos, al letargo actual de la contracultura americana).
En cambio, los componentes del RROLLO no se marginan, sino que son marginados. Su obra no es aceptada por unos estamentos culturales fosilizados, que sólo acepta los cauces tradicionales puestos al servicio de la conservación de un status quo.
Por ello creo que no cabe hablar, en el caso del RROLLO, de un fenómeno underground, tomado este término en su acepción estadounidense.
Más que a una contracultura, los cómics del RROLLO pertenecen a una marginal, que se nutre de fuentes similares a las de la cultura oficial, pero que sigue cauces diferentes (y, posiblemente, mucho más interesantes).
Un estilo que, indudablemente, debe mucho, en su primera época, a lo visto en los Comix norteamericanos, adquiridos en salidas al exterior por los diversos elementos del grupo. Pues no cabe duda de que la deuda a los dibujantes underground yanquis es importante en el desarrollo del modo de hacer historietas del grupo. Y esto ya hace que sus dibujos se distancien de los que habitualmente se ven en el mercado: nada de Mortadelo y Filemón, ni asomos de Roberto Alcázar y Pedrín.
Pero cuando van evolucionando hacia un estilo propio, el abismo aún se hace más importante, pues se produce la adaptación del modo de hacer de los cómix del otro del Atlántico a la idiosincrasia del país, y los chicos del rrollo empiezan a dibujar los personajes que ven en las Ramblas barcelonesas, a hablarnos de pelas y "seltas" y, en suma, a crear un nuevo cómic español.
Eso los hace apartarse aún más de la cultura oficial ya que, al tocar temas netamente españoles, tomados de la calle que frecuentan, la crítica social se convierte en más intensa (aunque inconsciente), por lo que se hace aún más imposible que sus historietas sean aceptadas por las publicaciones industriales de gran consumo, pues, si algo tratan de ser tales publicaciones es absolutamente acríticas.
A pesar de ello, los componentes del grupo tratan de "colocar" sus productos en las publicaciones que creen más idóneas. Y naturalmente son rechazados, eso les hace concebir la idea de crear su propio canal difusor, su tebeo..!!!
Y es precisamente este no considerarse como miembros del underground, y el deseo de ver publicadas sus obras, el material que a ellos les enrrolla hacer, lo que causa los problemas del equipo. Pues llegada la hora de editar su tebeo, no lo hacen desde la clandestinidad, sino que siguen todos los trámites legales.
Como cabía esperar. la reacción de la administración es fulminante: hecho el depósito del RRollo, a los pocos días se presenta un funcionario de la BIC en el domicilio de los hermanos Farriol, y procede al secuestro de la publicación, considerada como atentatoria contra la moral pública.
Pasan nueve meses de incertidumbre, durante los cuales los ejemplares del Rrollo van acumulando polvo en un rincón y llega el juicio, con una sentencia no muy esperada por quienes han ido siguiendo la llamada "Liberalización" de la Ley de Prensa: se concede la libre absolución, y el equipo del Rrollo puede sacar su cómic a la calle, a venderlo al estilo Henry Miller, por bares progres y demás lugares frecuentados por los felpudos nacionales.
Inician entonces la realización del segundo tebeo, CATALINA. Pero antes de que lo tengan dispuesto para imprimir, les hago una propuesta como miembro del grupo rector de la revista Nueva Dimensión. Y, paralelamente, llevan a cabo la preparación de la PAUPÉRRIMUS, que debe aparecer como parte de un número de la citada revista, y ser vendido también como separata.
Ambos tebeos salen al mismo tiempo al mercado. Y si bien Paupérrimus, que ha tenido la autocensura de los autores con vistas a su publicación en una revista de difusión normal, no sufre ningún contratiempo, con Catalina surge un nuevo problema.
Esta vez es un juicio de faltas (*), con multa de 4000 ptas, a la que se ha presentado un recurso.
Luego iban a aparecer DIPLOMA D'HONOR y DE QVOMMIC, cuya presencia en Zeleste iba a proporcionar un poco más de difusión a los esfuerzos de este grupo de dibujantes, desgraciadamente poco conocidos fuera de unos círculos muy concretos y bastante locales.
(*) Podrán, Sras y sres., leer la sentencia a continuación de este prólogo.
