EL TBO DE EDICIONES B
CARLOS DE GREGORIO

Resumen / Abstract:
Notas: Portada del número 51 de la colección TBO de Ediciones B, que representa como ninguno la amalgama del espíritu clásico que llevaba asociado el título TBO en un tebeo que pretendía ser moderno al mismo tiempo que fiel al pasado.
EL TBO DE EDICIONES B

Cuando el Grupo Zeta adquirió los fondos de la editorial Bruguera en octubre de 1986 y fundó Ediciones B, Miguel Pellicer fue escogido como editor de las publicaciones infantiles y juveniles, pues ya había desempeñado este cargo en la anterior empresa. Inmediatamente se puso en marcha la maquinaria destinada a reemprender la publicación de las revistas de humor y, en 1987, fueron recuperadas seis cabeceras procedentes de Bruguera: tres semanales (Pulgarcito, Mortadelo y Zipi y Zape) y tres quincenales (Super Mortadelo, Super Zipi y Zape y Super López), a pesar de que en un primer momento no contaban con la presencia de Francisco Ibáñez ni de otros autores emblemáticos.
 
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Anuncio de la salida del nuevo TBO, aparecido en El Periódico de Catalunya.
 
Tardaron cerca de un año más en retomar la cabecera TBO, que Bruguera había adquirido y sólo había utilizado en una efímera publicación que duró siete números, desaparecida con el cierre de la empresa. La demora en el relanzamiento de TBO se debió a que en 1987 la marca todavía era propiedad de la familia Bruguera, y siguió siéndolo hasta que Ediciones B acabó comprándosela.
[1]
 
Se asignó la dirección de la revista al célebre guionista Víctor Mora, recién reconciliado con Ediciones B tras un litigio sobre el reconocimiento de sus derechos de autor que coleaba desde los últimos tiempos de Bruguera. Mora firmó un acuerdo con el Grupo Zeta, del que se hizo eco El Periódico de Catalunya el 28 de abril de 1987, en el que concedía a esta empresa la exclusiva editorial sobre El capitán Trueno, y a cambio el Grupo Zeta le reconocía la autoría del personaje y se comprometía a pagarle un porcentaje por cada edición que a partir de aquel momento se hiciese.[2] Víctor Mora, que no sólo dirigió el TBO sino que escribió guiones para varias series incluidas en esta revista, se mantuvo al frente de la misma durante cuatro años, hasta el número 49. Entre mayo de 1989 y mayo de 1990 simultaneó esta tarea con la dirección de Gran Aventurero, otra excelente publicación de Ediciones B.
 
Desde el primer momento la editorial mostró su voluntad de ofrecer un producto diferenciado de otras revistas de la casa, con una presentación y un contenido más cuidados, que recuperara el espíritu del TBO clásico y al mismo tiempo tratara de atraer nuevos lectores. El primer número del nuevo TBO salió a la venta con fecha de febrero de 1988. En aquel momento, el lector podía encontrar revistas semanales de 36 páginas como Mortadelo y Zipi y Zape por 140 pesetas, que aumentaban a 150 en el caso de Guai!, recientemente adquirida a Grijalbo, y revistas quincenales de 52 páginas como Super Mortadelo, Super Zipi y Zape y Super López por 175 pesetas. TBO se presentaba como una revista mensual con 52 páginas, pero costaba 250 pesetas, un precio sensiblemente superior. Su tamaño era de 27,5 x 21 centímetros, similar al de Guai! y algo mayor que el de otras publicaciones de la casa.
 
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 TBO nº 1, con imagen clásica de Coll. Bajo estas líneas, TBO nº 16, con portada más moderna.
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Desde la portada del número 1 se hacía manifiesto el deseo de mostrarse como herederos del TBO clásico. A diferencia de lo que había hecho Bruguera en su efímera revista, esta nueva etapa recuperaba el logotipo de letras rojas por el que se reconocía al TBO desde 1917. Debajo de dicho logotipo podía leerse: “Para todas las edades (incluida la de piedra)”, subtítulo que se mantuvo hasta casi el final y que resaltaba la voluntad de ofrecer una publicación familiar, dirigida a todo tipo de lectores, como lo fue siempre el TBO clásico (y como no lo fue el TBO de Bruguera). En la esquina superior izquierda se incluyó una ilustración de La familia Ulises, otra de las señas más reconocibles de la pretérita cabecera. Y como ilustración principal en aquel primer número, un dibujo de Coll que había servido como portada en 1966 para un extraordinario dedicado a este dibujante.
 
Las portadas del nuevo TBO se caracterizaron en un primer momento por un estilo sobrio en comparación con otros tebeos de la época. Generalmente se escogían ilustraciones procedentes de los archivos del TBO clásico, realizadas por autores como Coll, Benejam, Muntañola, Opisso, Salvador Mestres, Blanco, etc. Hasta el número 16, en el que ocupó la portada La familia Rovellón de Sempere y Pérez Navarro, no encontramos un dibujo realizado con un estilo más moderno. A partir de entonces las portadas nuevas, realizadas para la ocasión, fueron alternándose tímidamente con las ilustraciones clásicas, y poco a poco llegaron a hacerse predominantes. No obstante, hasta el final de la andadura de la revista no dejaron nunca de tener cierto protagonismo en las portadas los personajes más tradicionales, como la familia Ulises o Eustaquio Morcillón, aunque en lugar de tomarse dibujos antiguos se utilizaron nuevas ilustraciones realizadas por autores como Jan, Raf y muy especialmente Segura, que se reveló como uno de los mejores portadistas de la revista desde el número 38.
 

Este nuevo TBO nunca dejó de hacer referencias al TBO clásico, de hecho celebró los aniversarios de la revista tomando como fecha de su nacimiento la de marzo de 1917. Así, ya en el número 2 se resaltaba en portada la celebración del 71º aniversario de la revista. No se dejaron de lado otros aniversarios posteriores, destacando la celebración de los 75 años de TBO en el número 51 (abril de 1992), en el que se modificaba por una vez el diseño habitual de la portada, mostrando una elegante ilustración de Opisso. Aparte de este número especial, periódicamente se publicaron números extraordinarios, siempre integrados en la numeración regular de la revista, que veía aumentado en estas ocasiones su grosor de 52 a 68 páginas. Entre estos extras no faltaron los especiales veraniegos ni los almanaques navideños.

www.tebeosfera.comDos homenajes. A la izquierda, ilustración y caricaturas de Sabatés para celebrar el 71º aniversario de la revista TBO (tomado del nº 2). A la derecha, imagen de Jan con gran parte de los personajes del TBO clásico publicada en el nº 100.www.tebeosfera.com

También desde el primer número destacó la inclusión de material procedente del TBO clásico en una sección que se titulaba “El TBO de siempre”. Inicialmente eran sólo ocho páginas, que en el número 3 aumentaron a dieciséis, ocupando desde entonces el cuadernillo central de la revista. En los números extraordinarios este cuadernillo llegaba a ocupar las 28 páginas centrales. El material se reproducía sin ningún orden concreto y sin especificación de las fechas de publicación original. Se tendía a incluir casi siempre material de las series y secciones más populares de TBO, como Josechu “el vasco”, Melitón Pérez, Eustaquio Morcillón, “De todo un poco” y especialmente La familia Ulises, serie de la que solíamos encontrar varias páginas en cada número. A partir del número 9 y hasta el cierre de la colección, se añadió al final del cuadernillo la sección humorística de nueva factura “Consultorio sentimental de doña Filomena”, ilustrada por José Royo. Esta sección estaba basada en unas páginas similares que habían aparecido en algunos extras del TBO clásico, y que el nuevo TBO reeditó en los números 6 y 8. Fue también José Royo el creador gráfico de La criada Respondona, personaje encargado del correo de los lectores desde el número 5 hasta el final de la publicación, siempre en la antepenúltima página.
 
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Portada del nº 59, por Segura, con personajes antiguos y modernos de TBO. 
El principal nexo de unión entre el TBO clásico y esta nueva etapa estaba representado por el dibujante Sabatés, que se
incorporó a la plantilla de la revista desde el número 1 y se mantuvo hasta el final, realizando páginas de pasatiempos, ilustraciones y sobre todo nuevas entregas de Los grandes inventos del TBO por el profesor Franz de Copenhague, que se publicaron en todos los números de la revista, constituyendo una de sus principales señas de identidad. Estas entregas solían ocupar generalmente la doble página central, dentro de la sección “El TBO de siempre”, aunque no se trataba de reediciones sino de material inédito. En algunos números extraordinarios y sobre todo en la etapa final de la publicación (desde el número 97 todos los números fueron considerados extraordinarios) la sección de los inventos del TBO se publicó en una cartulina encartada en el centro de la revista, para que los lectores pudieran recortar y fabricar los ingenios que proponía Sabatés.
 
Entre el resto de colaboradores de la revista se encontraban algunos autores que ya habían trabajado en alguna ocasión para el TBO clásico. Escobar, por ejemplo, colaboró en TBO al menos desde 1937 y a lo largo de los años cuarenta. Para esta nueva etapa creó su última serie, Cartas a Lino, sobrino, que sólo duró dieciséis entregas incluidas entre los primeros veintitrés números. Publicada en formato de tira, cada entrega incluía dos chistes de una viñeta.
 

José Royo había trabajado en el TBO clásico desde 1972,[3] y se incorporó al TBO de Ediciones B desde el número 1 dibujando la tira de humor Tragapérrez, que se mantuvo hasta el último número. A él se deben también las ilustraciones que acompañaban al poema que abría cada mes la revista en la página 3, junto a los créditos de la publicación (salvo en el número 1, en el que estos dibujos fueron realizados por Vázquez). José Royo, como hemos comentado, ilustró el “Consultorio sentimental de doña Filomena” desde el número 9.

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"El Rollo del Día" fue una suerte de apartado que agrupaba una portada falsa y una sección de viñetas. Aquí se muestra la portada / contraportada del nº 1, una muestra del interior, ambas de Vázquez, y la portada / contraportada del nº 4, obra de Ramis.

Sabemos que Manuel Vázquez también llegó a colaborar en su juventud en el TBO clásico. En esta nueva etapa se incorporó desde el número 1, inaugurando un apartado en la revista titulado El rollo del día, que se mantuvo hasta el final pasando por las manos de diversos autores. Para El rollo del día cada mes se elegía un tema distinto, y se realizaba una especie de portada alternativa relacionada con este tema, que en realidad se ubicaba en la última página (o en la anterior, si la contraportada estaba ocupada por publicidad). Además, en el interior se incluía una doble página con viñetas relacionadas con este mismo tema. Para el primer número, Vázquez eligió el tema del juego, que ya había desarrollado en distintas ocasiones (por ejemplo, en su serie Vámonos al bingo). La participación de Vázquez continuó de forma intermitente hasta el número 28, y finalmente fue sustituido por Juan Carlos Ramis, que ya había realizado varias entregas desde el número 4, y que la mantuvo hasta el final, con ocasionales participaciones de Alfonso y Roca y de Roberto Segura.
 
Esegé (seudónimo de Segundo García González) perteneció a la hornada de autores que intentaron renovar el TBO clásico en los años setenta, y llegó a formar parte del equipo de La habichuela. Tras el cierre del TBO, pasó a trabajar para Bruguera y posteriormente continuó participando en las revistas de Ediciones B. Para el nuevo TBO realizó la serie Don Pyme y sus apuros… para ganar cuatro duros (números 1-48). Colaboró también en algunas secciones de humor con guiones de Jaume Ribera, y publicó sin firma una serie de nuevas historietas de La familia Ulises[4]. Eran historietas de dos páginas publicadas con el subtítulo ¡Dramas de nuestro tiempo!, con argumentos adaptados a la época en que se publicaba el nuevo TBO. El dibujante conseguía imitar bastante bien el estilo de dibujo de Benejam y Blanco. Esegé salió de la revista casi al mismo tiempo que Víctor Mora, y Joaquín Cera fue el encargado de continuar la serie de La familia Ulises durante algún tiempo más.
 
Muntañola, otro autor clásico de TBO, colaboró brevemente en esta nueva etapa, presentando una nueva serie (Muntañola echa la vista sobre Tito el deportista) que lamentablemente sólo duró dos entregas, en los números 30 y 33.
 
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 Florofo, de Raf. Esta fue su última entrega, publicada cuando el autor ya había fallecido, en el nº 102 de TBO. Bajo estas líneas: "Cinemateca TBO", del nº 45, aquí dibujada por Edmond.
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Otro autor conocido por su trabajo en el TBO clásico, que logró compatibilizar con su labor en Bruguera, fue Raf (Joan Rafart Roldán), que comenzó realizando portadas a partir del número 24 de esta nueva etapa y entró a formar parte del elenco habitual de la revista en el número 40, sustituyendo a Usero en los dibujos de la sección Tele TBO, una parodia de los programas de televisión que por entonces escribía Jaume Ribera. También creó la serie Florofo, protagonizada por un fanático del fútbol, a partir del número 51. Raf falleció en octubre de 1997 y sus últimas historietas de Florofo y Tele TBO se publicaron póstumamente al mes siguiente, en el número 102 de TBO. La sección Tele TBO había comenzado en el número 1, y a lo largo de la historia de la revista participaron en ella múltiples autores, como Nieto, Usero, Alfonso, Roca, Guiral, Pasqual, Escolano, Ribera y Raf. Tras el fallecimiento de este último, nadie prosiguió la sección en los tres números finales de la revista.
 
Otra sección parecida, basada en la parodia de películas famosas, fue Cinemateca TBO, iniciada en el primer número por Víctor Mora y Edmond. Este último fue su dibujante durante más de la mitad de la colección, y posteriormente fue sustituido por Ramis, que añadió a la sección el subtítulo De pinícula, dotándola de su peculiar sentido del humor hasta su finalización en el número 96.
 
Edmond, que también había trabajado para Bruguera, comenzó a dibujar en el número 10 una serie de historietas breves, realmente tiras independientes, agrupadas bajo el título ¡La vida crítica y… la crítica de la vida! El guionista fue inicialmente Jaume Ribera, aunque a lo largo de la serie, que Edmond mantuvo hasta el final con algunas interrupciones, participaron otros autores como Alfonso, Roca y Espinosa. A partir del número 48, Edmond y Ribera publicaron también la serie Fede y sus colegas (dramón urbano por entregas), tratando de reflejar las inquietudes y la vida cotidiana de la juventud de los años noventa.
 
Gran parte de los autores españoles que trabajaron para esta etapa del TBO procedían de la editorial Bruguera o de otras publicaciones de humor de Ediciones B. Algunas de sus series se mantuvieron durante casi toda la vida de la revista, como Insegurini, dibujada por Martz-Schmidt con guiones de Abulí, Norverto, Ribera y del propio dibujante, y Obseso Pisafondo, de Jaume Rovira, Este último autor dibujó también, con guiones de Ribera, la serie Compact-Disc, dedicada a las grandes figuras de la canción (números 55-68). Figueras dibujó las tiras de Fortunato en la mayor parte de los números hasta el 44, y entre los números 20 y 36 la serie de historietas mudas de una página titulada Historias extraordinarias. Folgado de Rojas (seudónimo de Rojas de la Cámara) nos ofreció Marbelly Kasset, que vive de la jet set, con guiones de Víctor Mora pero que no llegó más allá del número 8. Purita Campos dibujó chistes agrupados bajo títulos como ¡Ven a TBO, reina…! y Las chicas guapas de Purita Campos, así como la serie Dulce Carolina, con guiones de Paco Ortega. Perich también dibujó viñetas humorísticas, agrupadas como Perichpecias, entre los primeros 18 números. En la etapa final de la revista, Escolano publicó dos series tituladas Crónicas amarillentas (números 89-102) y Teresito Fisgón, reporter del corasón (números 103-105).
 
Entre todas las series publicadas en esta nueva etapa, una de las propuestas más interesantes fue ¡Hala, hala, a mogollón… con la familia Rovellón!, de Sempereznavarro (firma conjunta de Jordi García Sempere y Francisco Pérez Navarro), versión actualizada de La familia Ulises cuya trayectoria en el nuevo TBO alcanzó hasta el número 90.

En un recorrido por las páginas de humor de la revista, destacaron por su importancia tres autores que realizaron infinidad de viñetas humorísticas relacionadas con los temas más variopintos, especialmente en la segunda mitad de colección: Ramis, Segura y Cera. Juan Carlos Ramis había comenzado a colaborar en el número 4, sustituyendo esporádicamente a Vázquez en la sección El rollo del día, hasta que acabó haciéndose cargo de la serie en solitario. Además, a partir del número 28 dibujó la tira titulada Encuentros en la tercera edad, protagonizada por Genaro y Eusebia, una pareja de ancianos. En la etapa final, a partir del número 80, escribió la sección Las geniales parodias, dibujada por Jan con el seudónimo de Pikágoras. Este último autor también colaboró en TBO realizando portadas e ilustraciones conmemorativas en diversas ocasiones.

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Historieta de La familia Ulises realizada por Cera, tal y como apareció en el número 62 de la revista.

Joaquín Cera, que ha compartido hasta la actualidad diversos proyectos con Ramis, entró a colaborar en TBO a la altura del número 31, ilustrando una sección humorística con guiones de Ribera, como anteriormente había hecho Esegé. En el número 47 inició su propia serie de tiras Chez Rupérez`s. Tras la salida de Esegé de la revista, Cera continuó realizando nuevas historietas de La familia Ulises que también aparecieron sin firma,[5] cambiando el subtítulo por Tiempos modernos y adoptando un estilo propio y un humor más gamberro, siempre dentro de los límites marcados por la publicación. En esta línea, realizó incluso una historieta de Eustaquio Morcillón y Babali (número 53) en la que se atrevió a convertirles en protectores de la fauna, en consonancia con la sensibilidad de nuestro tiempo.
 
Roberto Segura se incorporó en el número 37, y al mes siguiente estrenó su serie ¿Qué pasa, papá? / Don Roge y doña Lisístrata que con sus hijos meten la pata. Al igual que Ramis y Cera, Segura realizó numerosas páginas de chistes temáticos (a veces agrupados con títulos como Especial TBO, Impactos o Los anuncios del TBO), que en la etapa final de la revista constituían una parte sustancial de su contenido.
 
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Anuncio del álbum de Krahn y Uribe El fiero Ugaldo. Y portada del nº 26, con la serie de Coq. 
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Durante los primeros tiempos de la revista, el humor no había sido tan omnipresente como llegó a serlo hacia el final. Víctor Mora hizo hueco a series no estrictamente humorísticas, dirigidas a un público más adulto, y a series poco convencionales, sin llegar en ningún momento a una ruptura como la que supuso el TBO de Navarro en Bruguera. En esta primera etapa del TBO de Ediciones B encontramos, por ejemplo, trabajos de Mariel Soria (que dibujó Secretos del cine con guiones del propio Mora y de Barceló) y de Pasqual Ferry, que publicó la historia El bosque encantado de Konosserl en los ocho primeros números. La serie “¡Romance del fiero Ugaldo… que a todos los pone a caldo!”, de Fernando Krahn y Mª de la Luz Uribe (números 3-14), se dirigía a un público más infantil, pero su planteamiento no era menos atípico: en realidad no se trataba de una auténtica historieta sino de un relato en verso acompañado de ilustraciones. La historia quedó inconclusa en TBO, pero fue editada con formato de álbum en 1989.

También estuvieron presentes desde el principio diversos autores extranjeros junto a los ya mencionados. Se incluyeron, por ejemplo, trabajos de Jacques Lob y de Annie Goetzinger, que firmó junto a Víctor Mora la serie Los yupis con las yupas y dibujó otras historias sin continuidad. Uno de los principales personajes de esta primera etapa de TBO fue Jack Pelman detective privado (Jack Palmer), de René Pétillon, del que llegaron a publicarse dos álbumes completos (“El caso del pequinés de París” y “El rey de los cómics”), así como varias historietas breves, desapareciendo de la revista aproximadamente cuando Víctor Mora dejó de estar al frente de ella. Algo similar sucedió con Aquiles Talón (Achille Talon), de Greg, un personaje que ya había difundido en España la editorial Bruguera en varias de sus publicaciones.
 
Otro representante del cómic extranjero, en este caso francés, fue la divertida e inteligente sección Informe comical (Les Dingodossiers), de Gotlib y Goscinny, que se publicó desde el número 1 hasta el número 87, con algunas interrupciones. Cecilia, Julia y Clara… ¡al mal tiempo buena cara! (Julie, Claire, Cécile), de Sidney y Bom, se mantuvo en la revista desde el número 23 hasta el final. Destacó también por la calidad de sus guiones y la elegancia de sus dibujos la deliciosa serie Las maravillosas aventuras del Dr. Gaudeamus (Les aventures merveilleuses du docteur Gaudéamus), dibujada por el español Coq (Luis García Gallo), que se había exiliado en Francia durante el franquismo. La serie, publicada entre los números 25 y 49, narraba las aventuras de un científico que en el curso de un experimento se transforma en bebé. Se publicó originalmente en la revista Tours de France desde 1957 hasta 1973 y las primeras aventuras fueron escritas por Goscinny.
 
Tras la marcha de Víctor Mora se incorporaron al TBO menos series procedentes de otros países de Europa, pero aún encontramos algunas novedades: en el número 53 comenzó la serie Jean, Jeanne y los niños (Jan, Jans en de Kinderen), del neerlandés Jan Kruis, desde el número 91 se publicó Taxi Girl, de Cauvin, Laudec y Chantraine, y en el número 93 comenzó Matraco (Tom Carbone), de Cromheecke y Letzer.
 
Además de estas series, desde el principio se incluyeron también en TBO otras procedentes de la prensa estadounidense. Tres de ellas ya habían sido publicadas por el TBO clásico, una muestra más de la conexión que se quiso establecer con aquella etapa. Angelito (Snookums), de Geo McManus, fue la primera historieta con bocadillos que se incluyó en TBO allá por 1919, aunque en aquella ocasión fue bautizado como Pipiolín. En el TBO de Mora, las historietas de Angelito se publicaron acompañando a la serie Educando a papá (Bringing up Father), del mismo autor. Las aventuras y desventuras de Anita y sus amigos (Little Annie Rooney), de Brandon Walsh y Darrell McClure, se incluyeron en los números 9 a 22 del nuevo TBO, pero la serie ya se había publicado en el TBO clásico, entre 1965 y 1966, con el nombre La pequeña Annie. La tercera serie recuperada fue El reyecito (The Little King), de Otto Soglow, que había aparecido en TBO desde 1956 y fue rescatada en la etapa de Ediciones B después de la salida de Mora (números 57-75).
 
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  Varias tiras de Royo, de los autores jóvenes Cera y Ramis, y una de las obras extranjeras, la serie Woody Allen.
El nuevo TBO incluyó otras series clásicas de prensa americanas, como Betty Boop, dibujada por Bud Counihan (aunque se publicaba con la firma de Max Fleischer), Blondie, de Chic Young, Ketty Love (Etta Kett), de Paul Robinson, Woody Allen (Inside Woody Allen), de Stuart Hample, Los pilluelos y el capitán (The Katzenjammer Kids), de Harold Knerr, y los chistes de Don Flowers procedentes de la serie Glamor Girls, que aquí fueron publicados con el título Guapísimas de TBO.
 
Al menos en tres ocasiones se llevaron a cabo encuestas entre los lectores, a quienes se solicitó opinión sobre las series y secciones que más les gustaban (encontramos cuestionarios en los números 15-16, 41-43 y 80). No sabemos hasta qué punto estas encuestas influyeron en los cambios que experimentó la revista, porque éstos siempre fueron graduales. En ningún momento se produjo una ruptura o se trató de señalar una “nueva etapa” en la cabecera, a pesar de que sí hubo cambios importantes en el equipo de redacción en mitad de la colección.
 
En el primer número de TBO, junto a Víctor Mora figuraban en la mancheta los nombres de Julia Galán (vinculada a Bruguera desde 1963 y a Ediciones B desde el primer momento), Josep Llastarry (a la sazón director de la revista Mortadelo) y Jaime Pla (asesor artístico de varias revistas de la casa). En el número 2 Llastarry fue sustituido por Alberto Serrano, y desde el número 3 se reconoció también el nombre de Miguel Pellicer como editor. Este equipo se mantuvo estable durante cuatro años (49 números). A partir del número 50, Víctor Mora y Jaime Pla ya no formaron parte de la redacción del tebeo. El puesto de director fue ocupado por Alberto Serrano, que ya había desempeñado el mismo cargo en la mayoría de las revistas de la casa (Mortadelo, Zipi y Zape, Super López, Guai!, Yo y yo, etc). Julia Galán se mantuvo como encargada de “realización”, según se indicaba en la mancheta, con Juan Carvajal como nuevo director artístico. En el número 82 volvió a cambiar la dirección, que recayó en Francisco Sánchez, jefe de redacción de muchas revistas de Ediciones B. Hasta el número 96 (enero de 1996), TBO continuó publicándose mensualmente, sin interrupciones ni demoras. Pero en aquel momento se produjo un cambio en la política editorial de Ediciones B, y la primera consecuencia fue la desaparición de las revistas mensuales que aún seguían publicándose (aparte de TBO sólo quedaban dos: Mortadelo Extra y Zipi Zape Extra). Al mes siguiente, sin despedida ni explicación alguna a los lectores, ninguna de estas revistas apareció en los kioscos, dejando truncadas varias historietas en curso de publicación. Ni Mortadelo Extra ni Zipi Zape Extra volvieron a ver la luz, pero TBO aún dio algunos coletazos: en mayo de 1996 se publicó el número 97, con un aviso en el que anunciaban que en adelante la revista aparecería dos veces al año, coincidiendo con las fechas veraniegas y navideñas. A partir de entonces, todos los números de TBO se consideraron extraordinarios, con las características habituales de éstos (68 páginas, incluyendo las 28 de El TBO de siempre). Si nos fijamos bien, en la mancheta de este número 97 se produjo un cambio importante: había desaparecido el nombre de Julia Galán. En una entrevista, la antigua trabajadora de Ediciones B nos hablaba de su salida de la editorial y de la época final de las revistas de humor:
 
“Antes de mi salida de Ediciones B la dirección de la empresa era muy complicada, de la mano de una sobrina del Sr. Asensio [se refiere a Blanca Rosa Roca]. Tenía unos intereses en los que no entraban las ediciones ni los empleados de Bruguera, a los que fue eliminando en su totalidad. Yo fui la primera, no quería ni oír hablar de tebeos ni ediciones que a su entender no daban prestigio”.[6]
 
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El último número de esta etapa de TBO. Abajo: nº 4 de Los archivos de TBO, dedicado a La familia Rovellón.
 
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En noviembre de 1996 se publicó el número 98, como estaba previsto, pero al año siguiente aparecieron cuatro números (99 a 102) en lugar de los dos previstos, es decir, la periodicidad pasó a ser trimestral. En 1998 sólo llegaron a publicarse tres números. En el 104, fechado el mes de junio, observamos un nuevo cambio en la mancheta: Miguel Pellicer fue sustituido como editor por Susanne Theune. El número 105, publicado en septiembre de ese mismo año, fue el último de esta etapa de TBO. Esta vez no encontramos despedida de ningún tipo: los lectores que aún seguían comprando la revista a pesar de su periodicidad escasa e irregular tuvieron que esperar en vano la salida del siguiente número. En aquel momento nadie resaltó la noticia, pero acababa de terminar definitivamente una era en la publicación de tebeos en España.
 
Aparte de la nueva etapa de TBO, Ediciones B recopiló material clásico de la revista en varias publicaciones monográficas. Entre noviembre de 1989 y abril de 1992 se lanzó la colección Los archivos de TBO, una serie de ocho álbumes editados en cartoné, que incluían una selección de historietas del TBO clásico clasificadas por autores (Benejam, Coll, Opisso) o series (La familia Ulises, Eustaquio Morcillón, Los grandes inventos de TBO).Uno de estos álbumes incluía material moderno de La familia Rovellón de Pereznavarro. De los ocho libros publicados, tres fueron editados también de forma paralela en catalán y, en 2007, se reeditó con algunas modificaciones el álbum de Los grandes inventos de TBO dentro de la colección denominada Edición Coleccionista.
 
A un precio más asequible, en mayo de 1992 se publicaron dentro de la veterana colección Olé! cinco números (409 a 413) con historietas de Coll y Benejam (dos de ellos íntegramente dedicados a La familia Ulises). Ese mismo año fueron recopilados en un tomo especial de la colección Super Humor, que apareció como primer número de una “serie TBO” que no tuvo continuidad. Y en 2005 apareció la nueva colección Super Humor Clásicos, cuyos dos primeros tomos se dedicaron a reunir material clásico del TBO: el primero incluía una amplia recopilación de historietas de La familia Ulises de Benejam, y el segundo, titulado Grandes maestros del TBO, reunía una selección de material clasificado por autores, incluyendo una breve reseña de cada uno de ellos.
 
En 2007, Ediciones B lanzó la colección El TBO de siempre, que en 2010 alcanzó los 12 tomos. Se trataba de una recopilación de material clásico editada con cierto lujo, pero sin indicación de fechas ni criterio clasificatorio alguno. Al menos parte de este material procedía de las recopilaciones que aparecían en las páginas centrales del TBO mensual, pues en varias ocasiones encontramos el título El TBO de siempre que encabezaba dicha sección.
 
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 El libro de Alfonso.
Bastante más interesante, aunque se tratase de una propuesta aislada, fue el álbum Estraperlo y tranvía, publicado en 2007, en el que Alfonso López desarrollaba con su estilo propio la primera historia larga de La Familia Ulises. El título procedía de una canción de Joan Manuel Serrat, y en el interior el autor cuenta, con una cuidada ambientación de posguerra, una emotiva historia en la que también aparecen como artistas invitados varios personajes clásicos de la editorial Bruguera.[7]
 
Finalmente, en 2010, Ediciones B llegó a un acuerdo con Salvat para la publicación de una colección de libros recopilatorios de lanzamientos extraordinarios del TBO clásico, clasificados por años y acompañados con artículos, que se difundió a modo de coleccionable de quiosco. Esa ha sido hasta ahora la última encarnación de la revista fundada en 1917. Ya hace varios años que TBO dejó de salir al encuentro del lector en los kioscos, pero su memoria sigue viva en el recuerdo de varias generaciones.
 
 
CONCLUSIONES
 
Ediciones B supo mantener viva durante más de una década la cabecera TBO, impulsando una revista que se diferenciaba claramente del resto de publicaciones infantiles y juveniles de la casa. Los editores apuntaron a un público de cierto poder adquisitivo, que podía permitirse pagar un poco más de lo que gastaba en otras revistas similares a cambio de recibir un producto de mayor calidad. No sólo pretendían dirigirse a los niños, sino a las generaciones mayores que habían conocido el TBO y eran conscientes del significado que tuvo esta publicación en su tiempo.
 
Desde el principio la revista se presentó como heredera de una cabecera histórica y ante el dilema de elegir entre la repetición de los esquemas anticuados del viejo TBO o una ruptura como la que había ensayado Bruguera, se optó por una solución intermedia, ofreciendo en la práctica dos revistas grapadas conjuntamente que nunca llegaron a integrarse del todo, a pesar de su prolongada coexistencia: por una parte, el TBO “de siempre”, un mero refrito de material antiguo que constituía el cuadernillo central, y por otra parte el material nuevo que, a pesar del mensaje explícito, mostraba una mayor influencia de la llamada “escuela Bruguera” que del genuino TBO. Tan diferentes eran las formas del humor en ambas escuelas que los nuevos inventos del TBO dibujados por Sabatés para Ediciones B se incluyeron en la sección El TBO de siempre, que parecía su lugar natural, y no con el resto del material inédito. Más que una sola revista “para todas las edades”, se diría que el comprador estaba adquiriendo dos revistas para edades y públicos muy distintos.
 
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Dos rescates recientes: el único Super Humor. Serie TBO y uno de los libros de El TBO de siempre. 
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Durante el tiempo que estuvo a cargo de la dirección de TBO, Víctor Mora impregnó la revista de su gusto por el cómic adulto de la escuela franco-belga y de los clásicos de humor de la prensa estadounidense. En este sentido, encontramos algunos puntos de coincidencia con otra revista de la misma editorial dirigida por Mora, Gran Aventurero. A pesar de su innegable calidad artística, esta revista no duró más que un año. TBO se distinguió de esta última por una variedad de contenidos mucho mayor, y quizá por eso aguantó bastante más en los kioscos.
 
TBO acogió en sus páginas a varias generaciones de autores, casi todos procedentes de la editorial Bruguera y no de la cabecera editada por Buigas, Estivill y Viña. Junto a los más veteranos (Escobar, Figueras, Martz-Schmidt, Vázquez, Raf, Segura), encontramos autores de una generación más joven (Rovira, Esegé), y otros que habían comenzado su carrera profesional poco antes de la quiebra de Bruguera (Cera) o ya en Ediciones B (Ramis). Quizá esta mezcolanza de generaciones pudo servir para atraer lectores de distintas edades. En cualquier caso, y fuese cual fuese la edad de los autores preferidos por el lector, el TBO de Ediciones B “olía” a Bruguera por todas partes… salvo si lo abríamos por las páginas centrales.
 
Los sucesores de Víctor Mora, Alberto Serrano y Francisco Sánchez, trataron de mantener una línea de continuidad, pero inevitablemente la revista fue pareciéndose cada vez más al resto de publicaciones de la casa, de cuyas redacciones procedían los nuevos directores. El humor heredero de la escuela Bruguera se hizo predominante, destacando tres autores que hacia el final de la colección rellenaban gran parte de la revista con sus chistes temáticos. Ramis y Cera pertenecían a la generación más joven, pero sorprendía ver la energía, la frescura y la calidad de las páginas y portadas que publicaba cada mes un autor mucho más veterano, Roberto Segura.
 
La clausura de TBO y del resto de las revistas infantiles y juveniles de Ediciones B estuvo motivada, sin duda, por la bajada de las ventas. No obstante, hay testimonios fiables que asocian la decisión final del cierre a un cambio en el equipo directivo de la editorial y a la decisión de invertir en publicaciones más “prestigiosas” que los tebeos.
 
El TBO de Viña tenía algo que nunca alcanzó a conseguir la revista publicada por Ediciones B: cada nuevo número era como un producto artesano elaborado con una antigua receta heredada de padres a hijos, una receta que los editores no se atrevían a modificar porque en ella se encontraba la herencia y el orgullo de la familia. No podía entenderse un prestigio mayor que editar el TBO. Cuando las pérdidas ya eran insostenibles y Viña se vio obligado a cerrar la empresa, fue a costa de un dolor personal que aún sigue vivo, en cierto modo, a pesar de haber transcurrido casi tres décadas. En Ediciones B, sin embargo, nunca existió esa identidad entre la revista, la empresa y la familia. En el nuevo TBO trabajaron buenos profesionales que sin duda amaban los tebeos, gente como Miguel Pellicer y Julia Galán que hicieron una apuesta personal por un proyecto en el que creían, independientemente de los errores y carencias que ahora podamos observar. Sin embargo, su trabajo siempre dependió de las decisiones de otros, y cuando las cartas vinieron mal dadas y los altos cargos cambiaron, el nuevo equipo directivo dejó morir las revistas de humor y expulsó a sus responsables sin derramar una lágrima por algo que no consideraban motivo de orgullo, sino un simple juguete usado, listo para el reciclaje. En aquel momento, pocas personas fueron conscientes de que este cierre suponía mucho más que la clausura de una publicación. TBO era el último superviviente de una especie, y con su desaparición terminaba toda una época en la historia de los tebeos en España.

NOTAS
[1] Ver GUIRAL, ANTONI. 100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B. Ediciones B, 2010, pág. 159.
[2] Según declaraciones de Antonio Martín en una entrevista realizada por José A, Ortega Anguiano e Iñigo Iturzaeta, publicada en la revista Trueno nº 5, 2011, pág. 39.
[3] Ver el artículo de Jordi Manzanares y Manuel Barrero “El TBO de Viña, el tebeo que no quiso cambiar”, publicado en Tebeosfera, 2ª época, nº 8. Enlace directo aquí.
[4] Las historietas de la Familia Ulises dibujadas por Esegé aparecieron en los números 9, 11, 12, 13, 17, 20, 23, 24, 28, 30, 35 y 42 del TBO de Ediciones B.
[5] Las historietas de La familia Ulises dibujadas por Cera aparecieron en los números 51, 54, 56, 60 y 62 del TBO de Ediciones B.
[6] Declaraciones tomadas de la “Entrevista a Julia Galán” publicada en el blog Mortadelo y algo más en septiembre de 2011. Enlace directo aquí.
[7] Ficha de este libro en Tebeosfera, aquí. Reseña de la obra en Tebeosblog, aquí.
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Creación de la ficha (2011): Carlos De Gregorio. Revisión de Javier Alcázar y Antonio Moreno. Edición de M. Barrero. · Datos e imágenes tomados de ejemplares de TBO, de Ediciones B. El anuncio del lanzamiento fue aportado por Jordi Manzanares.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
CARLOS DE GREGORIO (2011): "El TBO de Ediciones B", en Tebeosfera, segunda época , 8 (15-XI-2011). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 28/III/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_tbo_de_ediciones_b.html