LA AVENTURA MÁS DESCONOCIDA DE TINTÍN: PÍLDORAS, RADIACTIVIDAD Y UNA BOMBA LLAMADA TERMOCERO
JORDI CANYISSÀ

Resumen / Abstract:
Análisis de uno de los proyectos inacabados de Hergé para la serie de las aventuras de Tintín donde requirió la ayuda del guionista Greg, durante un periodo de crisis personal y profesional del autor. / Analysis of one of the unfinished projects of Hergé for the Adventures of Tintin which required the help of writer Greg, during a period of personal and professional crises of the author.
Palabras clave / Keywords:
Historieta franco-belga/ French-Belgian Comics

LA AVENTURA MÁS DESCONOCIDA DE TINTÍN: PÍLDORAS, RADIACTIVIDAD Y UNA BOMBA LLAMADA ‘TERMOCERO’

  

Debería haber sido el vigésimo álbum de las aventuras de Tintín y Milú. Muy probablemente, se hubiera titulado Tintin et le thermozéro, pero el proyecto fue abandonado en favor de Tintín en el Tibet. Sin embargo, de esta historieta nunca terminada existe un guión completo que se lee de un tirón —gracias a una intriga digna de un film de Hitchcock— y unos bocetos muy precisos de las primeras páginas. El guión fue escrito a principios de 1958 por Michel Greg a partir de las indicaciones de Hergé. Con la documentación conservada es posible rememorar este proyecto y, de paso, comprender un poco más el complejo proceso creativo que se esconde tras un álbum de Tintín. A su vez, evocar esta historia nos permite sumergirnos en una década de grandes cambios para Hergé en lo personal y en lo profesional.

 

 

Las aventuras de Tintín se presentan desde hace años como un corpus cerrado y bien identificado de 22 álbumes de formato canónico (62 páginas) más dos rarezas que abren y cierran la colección: un pecado de juventud llamado Tintín en el país de los soviets y una aventura inconclusa, Tintín y el Arte-Alfa. Pero, a poco que nos hayamos interesado por la obra más célebre de Hergé, sabemos que en esos 24 álbumes no está todo Tintín.

 

Por una parte, los álbumes en color que van desde Tintín en el Congo hasta El país del oro negro no son sino la segunda o tercera versión de historietas dibujadas anteriormente y en otro formato. Por otra parte, Tintín y el Arte-Alfa no es la única aventura inacabada del personaje, contrariamente a lo que se pudiera pensar tras su publicación con carácter testamentario. Existe otra aventura que alcanzó un importante grado de desarrollo, aunque sigue siendo todavía poco conocida: un episodio creado a partir de 1957, entre Stock de coque y Tintín en el Tíbet. Su título hubiera sido, probablemente, Tintin et le thermozéro. Un raro volumen publicado por la editorial Rombaldi en 1988, descatalogado en la actualidad, dio a conocer buena parte de los documentos que nos permiten acercarnos a la que, sin duda, es la aventura más desconocida de Tintín[1].

 

 

 

Contexto personal y profesional: una década difícil

 

En 1957, Michel Régnier (1931-1999) empieza a colaborar como guionista de André Franquin en la serie Modeste et Pompon que publica el semanario belga Tintin; en esa época, Régnier lleva un año firmando con el seudónimo que le hará famoso: Greg. A raíz de esas colaboraciones, Hergé y Greg empiezan a tratarse en la redacción de la revista, y el  último acabará por encargarse de la supervisión de los dibujos animados protagonizados por Tintín que se empiezan a producir entonces[2]. El hecho de que Greg domine el inglés le convierte en un interlocutor idóneo también para los proyectos estadounidenses que ya entonces se barajan.

 

www.tebeosfera.com  
Portada de la edición francesa del álbum Coke en stock (Casterman, 1958).  

La primera irrupción verdaderamente decisiva de Greg en el universo de Tintín llega en otoño de 1957, cuando Hergé le encarga el guión del álbum que deberá suceder a Stock de coque. Las condiciones del trato son claras: Greg será pagado al contado por su trabajo, pero si el álbum se lleva a cabo el nombre del guionista no aparecerá en él. Así son las reglas de los Studios Hergé. Años más tarde, Greg confirmaría que, aunque la aventura no se materializó, él sí que cobró por su trabajo[3]. Según le explicó Hergé en repetidas ocasiones, el proyecto no se había descartado, simplemente se iba posponiendo.

 

Establecido el marco contractual es momento de empezar el trabajo. Como punto de partida, Hergé explica a su nuevo colaborador las ideas que tiene para la nueva aventura y que necesitan ser hilvanadas. El guionista toma nota y responde al encargo con profesionalidad y rapidez: «Al día siguiente explica Greg le llevé cinco o seis páginas escritas a máquina con dos variaciones sobre ese tema. Y escogió una»[4].

 

El hecho de que Hergé recurriera a la ayuda de un guionista no es tan raro como pudiera parecer. El autor ya se apoyó en Edgar Pierre Jacobs para Las siete bolas de cristal, y con Jacques van Melkebeke primero y Bernard Heuvelmans después, terminó  El templo del Sol;  Heuvelmans tendría además un papel decisivo en el díptico de la aventura lunar. A ellos también se les aplica la misma regla que con Greg: sus nombres no figuraron en los álbumes de Tintín.

 

Esta presencia de colaboradores en la serie es algo que Hergé incorporó poco a poco y que irá en aumento con los años. Si en las primeras historietas de Tintín, las publicadas en Le Petit Vingtième, Hergé trabaja en solitario, a partir de 1944 empieza a apoyarse en algunos ayudantes. Jacobs fue el primero, hasta enero de 1947, y parece que el legendario perfeccionismo del creador de la serie Blake y Mortimer acabó por convertirse en una “trampa” para Hergé; así lo afirma al menos otro destacado ayudante que se añadiría al equipo años más tarde, Jacques Martin[5].

 

El deseo de acercarse cada vez más a la realidad, de documentarse mejor para crear fondos más veraces y sofisticados, hizo mella en Hergé, y cuando Jacobs le abandonó para seguir su carrera en solitario, tuvo que suplir esa partida rodeándose de nuevos colaboradores. Fue el principio de los futuros Studios Hergé, aunque el patrón no dejó nunca de tener el verdadero control de su serie más famosa. Él era el único y verdadero motor de cada una de las nuevas aventuras de Tintín.

 

Pese a que estas colaboraciones no fueran excepcionales, si Hergé acudió en busca de Greg en 1957 no fue únicamente por motivos profesionales, sino también por cuestiones de índole personal. Hergé estaba pasando entonces por una época muy difícil que tiene sus orígenes diez años atrás, en 1947.

 

«En esa primavera de 1947, una fragilidad, durante mucho tiempo disimulada por un trabajo incesante, remonta a la superficie», escribe el biógrafo de Hergé Benoît Peeters recordando ese periodo[6]. En Bélgica han terminado los juicios contra los acusados de colaborar con el ocupante alemán durante la II Guerra Mundial, y Hergé, pese a que no se ha sentado siquiera entre los acusados, ha tenido que ver cómo su nombre aparecía desde el primer día del juicio por haber publicado las aventuras de Tintín en el diario Le Soir, entonces controlado por los ocupantes. Ese proceso, con todas sus «ignominias, cobardías y bajezas», como él mismo define amargamente en una carta[7], ha hecho mella en su estado de ánimo, como también el haber dedicado casi veinte años a dibujar sin descanso su famosa serie. Cuando era joven, la sed de aventuras de Tintín era también la suya, pero ahora, con cuarenta y tres años, lo que busca es lo que él mismo llama una aventura interior, una aventura más humana. Hergé no se conforma con seguir haciendo lo que ya ha hecho antes, quiere que Tintín cambie con los años como él mismo ha cambiado. Y esa búsqueda es otro motivo de angustia. Como bien resume Peeters, «la desesperación de Hergé está a la altura de su exigencia»[8].

 

Hergé está agotado. Y durante diez años, la publicación de los nuevos episodios de la serie se vuelve más irregular, alternando periodos de depresión con periodos de trabajo. La publicación seriada de las aventuras de Tintín se vuelve más intermitente. En junio de 1947, El templo del Sol se interrumpe en la revista Tintin. Lo mismo ocurrirá luego con El país del oro negro (en agosto de 1949) y con Aterrizaje en la Luna (entre el 7 de septiembre de 1950 y el 9 de abril de 1952). Durante las navidades de 1954 se publican las primeras páginas de El asunto Tornasol; se trata de la primera aventura en la que los bocetos de la historieta se realizan en hojas distintas a las páginas finalmente entintadas. Puede parecer anecdótico, pero no lo es: esta nueva forma de trabajo está pensada para facilitar la participación de los distintos miembros del Studio Hergé. Precisamente en ese estudio se incorpora, en junio de 1955, una nueva colorista, la joven Fanny Vlamynck, con la que llega un nuevo cambio en la vida de Hergé. Un cambio en el terreno personal.

 

En agosto de 1948, la relación entre Hergé y su esposa, Germaine Kieckens, había sufrido una crisis importante que la pareja pareció superar. Pero nueve años más tarde, a principios de 1957, una anotación en el diario personal de Germaine Kieckens certifica que las heridas no están cerradas del todo. La situación se complica de nuevo, y Germaine recuerda entonces los momentos difíciles vividos años atrás, aunque intuye que esta vez será más difícil reconducir la situación: las cosas, escribe, «nunca habían estado tan mal»[9].

 

En efecto, Hergé ama a Fanny, la joven colorista del estudio. Y eso le lleva a asumir su necesidad de divorciarse, una decisión que choca frontalmente contra el espíritu boy scout que marcó al dibujante desde su niñez, según el cual, la palabra dada obliga para siempre. Ante esa contradicción, Hergé se siente literalmente «desgarrado»[10].

 

La entrada en escena de Greg debe de enmarcarse, pues, en ese escenario doblemente complejo en donde hay que sumar una crisis personal al agotamiento profesional. Hergé pide ayuda a Greg, y éste le responde con un trabajo de gran calidad pero que, sin embargo, juzga insuficiente: «Greg me compuso un gran guión, pero un guión que jamás utilicé, porque me sentía como un prisionero atado a una picota de la que no me podía escapar. Personalmente, tengo la necesidad de verme sorprendido constantemente por mis propias invenciones»[11]. Como señala Pierre Assouline, lo que incomoda a Hergé es estar ante proyectos «demasiado construidos, elaborados y preparados» y que, por lo tanto, «ahogan su capacidad de improvisación»[12].

 

  www.tebeosfera.com
  Portada de la edición francesa del álbum Tintin au Tibet (Casterman, 1960).

Dicho de otra forma: la creación de un álbum de Tintín es para Hergé un proceso abierto, con un gran margen de libertad, durante el cual aparecen giros imprevistos en el plan original. Estos giros nacen a veces de forma casi inconsciente, como cuando, en el Arte-Alfa, el boceto de un personaje masculino se transforma casi por azar en una secretaria de áspera mirada que introduce una comicidad no contemplada inicialmente[13].

 

En febrero de 1958, Hergé ha aparcado ya el proyecto de Greg y está trabajando en una obra totalmente suya. Además, ha encontrado la forma de poder introducir esa aventura interior que estaba buscando: la próxima historia de Tintín transcurrirá en el Tíbet; con el tiempo será su trabajo más personal y su álbum preferido, además de uno de los más aplaudidos por la crítica. En este álbum, Tintín hace lo que le dicta su corazón —ir en búsqueda de Tchang— pese a que cuantos le rodean se lo desaconsejen. Hergé actuó asimismo como Tintín: desoyó a quienes le conminaron a interrumpir Tintín en el Tíbet —se lo recomendaba un psiquiatra suizo, discípulo de Jung—, y en lo personal siguió también lo que le dictaba su corazón y se separó de su esposa a finales de mayo de 1959.

 

 

 

Unas píldoras temibles, un proyecto abortado

 

Las primeras notas de la historia que más adelante recibirá el nombre de Les pilules (Las píldoras) y luego se transformará en Le thermozéro (El termocero) son un mero tanteo. Aparecen en forma de ideas sueltas, de flashes, de posibles hilos argumentales apenas intuidos. Todavía no son un auténtico guión.

 

Como punto de partida del relato hay un frasco con un producto mortal. «¿Pastillas atómicas?», se pregunta el mismo Hergé en una de sus notas. Añade que debe de haber un robo en un laboratorio americano o inglés, y que los servicios secretos de una gran potencia conseguirán hacerse con esas pastillas. Habrá un accidente en coche, y un americano, sin saberlo, acabará llevándose esas peligrosas pastillas.

 

La idea de las píldoras radiactivas se le ocurrió a Hergé tras leer un ejemplar de la revista Marie-France de diciembre de 1957 con un reportaje cuyo título sensacionalista invitaba sin duda a la imaginación: El miedo que viene del futuro. En el texto se explica el caso de un matrimonio estadounidense y sus hijos, contagiados a causa de la rotura accidental de una pila radiactiva que el padre de familia manejaba en un laboratorio[14].

www.tebeosfera.com
Pequeño boceto de Hergé para Les pilules con un una persecución.

 

En sus primeros tanteos, Hergé presenta una historieta con un arranque muy prometedor: un accidente, un robo y el peligro latente de unas píldoras radiactivas. Pero enseguida surgen las primeras dudas. En una nota, Hergé se pregunta cómo debe entrar en juego Tintín en esta historieta; en otra, considera que la intriga sería aún más intensa si en lugar del anónimo americano fuera Haddock quien se llevara esas peligrosas píldoras. Una posibilidad que cambiaría radicalmente el episodio.

 

Como se ve, en el momento inicial de la historia es fácil que ésta pueda bifurcarse tomando caminos alternativos o incluso opuestos. Hergé está en la fase de tantear el terreno, de explorar todas las posibilidades que se le ocurren, dejándose llevar por el placer de imaginar escenarios contradictorios si es necesario, para así estar convencido de haber dado finalmente con la mejor solución.

 

En esta tormenta de ideas se abren tantas posibilidades que es necesario poner orden. Se toman unas ideas y se descartan otras para formar una primera sinopsis de la historia. No sabemos si se trata de una sinopsis elaborada por Hergé en solitario o si Greg ya ha intervenido en ella, pero sí tenemos una visión clara de los ejes principales de la nueva aventura. Aparece un tal Smith, un traidor que abandona una central atómica occidental, dirigiéndose hacia el bloque soviético para revelar un gran secreto. Cerca de Moulinsart se produce un accidente de coche, Tintín y Haddock salvan a su conductor, un alemán, de una muerte segura. El herido no cabe en la parte posterior del coche del capitán pero, por suerte, un americano con un gran automóvil acude en su ayuda y traslada el herido hasta el castillo. Entre los papeles del alemán Tintín descubre que trabaja en un producto experimental y extremadamente peligroso. ¿De qué podría tratarse? El reportero llama a la policía y aparecen, cómo no, los inefables Dupond y Dupont. La historia va tomando cuerpo.

 

www.tebeosfera.com  
Boceto de Hergé de la persecución automoviística.  

Vemos de nuevo al americano en el coche, lejos ya del lugar del accidente. En el asiento trasero está su hijo que acaba de encontrar algo en el suelo: ”Las pastillas para el hígado que creías haber olvidado en Boston”. Papá está contento: “Tomaré una esta noche”. Acaba de aparecer el elemento que dará el suspense a la historia, pero Hergé quiere más. Hay que hacer algo para desencadenar la curiosidad de Tintín, para que el protagonista se implique en la historia. El encargado de hacerlo será el herido alemán, quien, antes de quedar inconsciente, pronuncia una enigmática frase: “las píldoras… las píldoras… Peligro”.

 

Ese peligro justifica que Tintín salga en búsqueda del americano, pero Hergé considera que la historia sería mejor aún si éste, a su vez, huyera de Tintín. Pero ¿por qué debería huir? Se produce entonces un giro en la historia. El americano viaja con su mujer y lleva al herido al castillo de Moulinsart, donde roba una pequeña pieza de jade que ve en una vitrina. Haddock no se da cuenta, pero eso será motivo suficiente para que quiera escapar cada vez que Tintín y su amigo quieran acercarse a él para advertirle del peligro que corre con las pastillas.

 

El arranque parece claro, y entonces llega el guión de Greg. En realidad no es un guión al uso, sino una especie de texto dramático, eminentemente dialogado, pero con algunas acotaciones para poder seguir la historia, que en ese momento lleva el nombre de Les pilules, aunque en otros momentos Hergé baraje el título más llamativo de La caja de Pandora.

 

www.tebeosfera.com
Anotaciones manuscritas de Hergé para la página tres de Le thermozéro.

En la versión de Greg se mantiene el arranque con el accidente de coche y el robo de una pequeña pieza de jade en casa del capitán, aunque ahora es la mujer americana quien se hace con la figurita. A partir de ahí, la historia sigue, y lo hace manteniendo todo su atractivo. Dos espías alemanes entran por la noche en el castillo de Moulinsart, pero salen precipitadamente cuando Milú da la alerta. Pero para Tintín lo verdaderamente sorprendente no es el asalto, sino que los ladrones hayan olvidado, en su precipitada huida, nada menos que un contador Geiger, un aparato que mide la radiactividad. Tintín ata cabos entre la referencia a las pastillas y la advertencia del peligro lanzada por el herido, y piensa que, sin duda, éste es el inicio de una nueva y peligrosa aventura. Llama por teléfono a la policía para hacerles partícipes del asunto. El diálogo arranca con gracia: “Hola, ¿señor Dupont con una T? Aquí Tintín con dos T”. Los dos policías no hacen caso del joven, y Tintín tiene la excusa perfecta para proseguir la investigación por su cuenta.

 

Convencidos de que las pastillas cayeron en el coche del americano, Tintín, Haddock y Milú empiezan entonces la búsqueda de la pareja estadounidense. La pista les lleva a Dijon, Ginebra y Lucerna, donde tiene lugar una animada escena en unos grandes almacenes muy concurridos, en donde Haddock se muestra particularmente torpe. Nuestros amigos siguen la pista de los americanos hasta Venecia, pero, añadiendo más emoción, también los dos alemanes que habían entrado en Moulinsart se suman a la caza. En Venecia la persecución automovilística continúa aunque, esta vez, en los canales. Haddock siente revivir su espíritu de viejo lobo de mar y quiere dirigir él mismo una góndola, pero acaba provocando un fenomenal lío de circulación.

 

  www.tebeosfera.com
  Boceto de Hergé para Les pilules con Tintín y Haddock.

Finalmente, Tintín logra dar alcance al matrimonio americano En Venecia. Lo hace en un momento muy especial, en plena actuación de la cantante Bianca Castafiore. Se descubre entonces que la mujer americana robó la pieza de jade porque es cleptómana (en su maleta se encuentran los objetos más diversos) y que el motivo de tanto viaje es que un médico se lo había recomendado como terapia curativa. Tintín recupera las pastillas y las lleva a la policía. Haddock se dispone a fumar una buena pipa para celebrar el fin de la historia, pero no puede hacerlo: alguien le ha robado su pipa.

 

Queda únicamente esperar a los resultados del laboratorio con la temida composición de las píldoras. Y cuando llegan, salta de nuevo la sorpresa. No hay duda: lo que han recuperado nuestros amigos son pastillas para el hígado.

 

Una vez repuesto de la inesperada noticia, Tintín se da cuenta de que las pastillas sólo pueden estar en un lugar, en el castillo del capitán. De nuevo en casa interrogan a Néstor. Éste les dice que, en efecto, encontró en el asiento trasero del coche del capitán un frasco de pastillas, que él pensó que eran para el hígado. Diligente como siempre, Néstor las colocó en un botiquín, como correspondía. Es el golpe de efecto final: Tintín, Milú y Haddock han recorrido media Europa buscando unas peligrosas pastillas que, sin embargo, no habían salido nunca de Moulinsart. Fin.

 

 

Greg demostró una enorme profesionalidad al escribir un relato con un sabor tan tintinesco. El propio Benoît Peeters considera que, paradójicamente, esta historieta no escrita por Hergé está tan impregnada del estilo Tintín que parece más auténtica que una auténtica historieta de Tintín. Se puede objetar que alguna persecución automovilística recuerda en exceso El asunto Tornasol, pero de haberla dibujado Hergé, hoy la leeríamos sin duda con gusto. Y no parece un detalle menor señalar que ese final que demuestra cuán absurda ha sido la búsqueda tiene algún paralelismo con la sorpresa final de Las joyas de la Castafiore, que Hergé concebirá años más tarde.

 

 

 

Dos alternativas: del termocero a la versión Tornasol

 

A partir de la trama de Les pilules nace una primera variante que lleva por título Tintin et le thermozéro. En este caso existen hasta cuatro versiones de un guión abocetado; este découpage —o desglose— abarca la historia completa, aunque no alcanza las 62 páginas habituales, sino únicamente 43 en el caso más extenso. Las 19 páginas que se habrían añadido de haberse publicado la historieta responden a ese margen de libertad que permite que conforme se avance en el trabajo se añadan escenas inicialmente no contempladas. En ese punto, la forma de trabajar de Hergé coincidía con la de Greg, tal como reconocía este último:

 

«Para [los guiones de] Aquiles Talón, sé de dónde vengo y adónde tengo que ir, pero lo que hay entre los dos puntos es extremadamente fluctuante. Contrariamente a lo que la gente cree, Hergé procedía también de esta forma; Goscinny en cambio, lo tenía todo escrito antes del primer dibujo, de la primera viñeta, y no cambiaba nada. Yo me doy mucha libertad»[15].

 

Hergé abocetó total o parcialmente las ocho primeras páginas de Tintin et le thermozéro, bocetos en donde volcó toda la intensidad y la viveza de su trazo a lápiz y que figuran entre los más bellos de cuantos dibujó.

www.tebeosfera.com
Página abocetada de Hergé de Le thermozéro, la quinta, donde se inicia la trama tras el accidente de coche.

 

Si comparamos la información que tenemos sobre Les pilules y Le thermozéro con el estado en el que quedó el Arte-Alfa veremos que la última historieta de Tintín, pese a tener el enorme valor de ser el último proyecto de Hergé y pese a ser un trabajo únicamente suyo, cuenta con un desarrollo menor: tres páginas abocetadas completas y un guión en forma de desglose que se interrumpe a veinte páginas del final.

 

Le thermozéro es una variante de Les pilules en donde el peligro no está encarnado en unas pastillas, sino en nuevo tipo de bomba llamada termocero. La aventura empieza también con un accidente de coche, pero la ubicación ha cambiado y transcurre ahora en Italia. Tintín, Milú y Haddock viajan acompañados del profesor Tornasol, al que vemos durmiendo plácidamente en el asiento posterior del coche. Cambia también el rol del conductor accidentado: si en las versiones anteriores era alguien que quería entregar ese peligroso producto a unos espías, ahora en cambio desea evitar que ese producto caiga en manos de quienes le persiguen, y por eso aprovecha la confusión generada tras el choque para esconder el termocero en un bolsillo de la gabardina de Tintín.

 

Aparecen los Dupondt, encargados de investigar el accidente. Como la discreción no es una de sus virtudes, tardan poco en explicar a Tintín lo esencial de la misión que les ha conducido hasta ahí: el caso tiene que ver con un invento diabólico, susceptible de provocar una catástrofe mundial. No se dan más detalles del termocero, pero, años después de trabajar en esta historia, Greg explica unas características de este invento que no aparecen en ninguno de los documentos publicados sobre este proyecto. Para el guionista, «el termocero es un variador climático inventado por Tornasol. Rastapopoulus quiere hacerse con él para amenazar el planeta y fundir el hielo de los cascos polares»[16].

 

Antes de seguir, detengámonos un momento en esta “catástrofe mundial” de la que hablan los Dupondt. En una carta mecanografiada escrita por Hergé a un colaborador —tal vez el propio Greg— aparecen unas frases que resumen bien el efecto buscado en esa nueva historia y que de paso definen a la perfección las claves del universo Tintín:

 

«Lo cierto es que, sin intervención de la policía, no habrá angustia colectiva. [Y aquí Hergé parece responder a una objeción esgrimida por su colaborador] Pues bien, mucho mejor si no la hay. La angustia colectiva es contraria a la tradición Tintín. El universo Tintín es intimista. Incluso durante la expedición lunar, la opinión mundial no ha jugado ningún papel (…). El mundo en alerta, la intervención de los poderes, los grandes movimientos de gente, eso es Jacobs, es el Martin de La amenaza; no es Hergé »[17].

 

Intimismo contra angustia colectiva. Las historias de Edgar Pierre Jacobs, el creador de Blake y Mortimer, están mucho más cercanas al H. G. Wells de La guerra de los mundos que al tipo de relato que gusta al padre de Tintín. En el caso que nos ocupa, y pese a que se habla de un “invento diabólico”, no existe esa angustia pues cualquier tipo de sentimiento temible que pudiera derivarse de esa invención queda neutralizado por la figura de los Dupondt. Su comicidad hace poco temible cualquier amenaza que puedan comunicar. Asimismo, el hecho de que la intervención policial quede encarnada —y por ello limitada— a esas dos risibles criaturas marca otra diferencia entre las historietas de Hergé y las de Jacobs; este último optaría por todo lo contrario: movilizar a Scotland Yard en pleno, cuando no a los ejércitos de las mayores grandes potencias. La amenaza puede ser grave en ambos casos, pero la forma de presentarla en el contexto de la aventura es sumamente distinta y enormemente definitoria del estilo de cada autor.

 

  www.tebeosfera.com
  Boceto de Hergé para Les pilules.

En Tintin et le thermozéro, la bomba está camuflada en un bote de insecticida que dura muy poco tiempo en el bolsillo de la gabardina de Tintín. Antes de que pueda darse cuenta, el bote ya ha pasado a manos de Tornasol, y de ahí, a la mujer de la lavandería, a un niño, a un tendero y a un representante comercial. Cuando Tintín descubre que la bomba está oculta en ese bote, tan sólo llega a tiempo de ver cómo se le escapa de las manos, para acabar bajo las ruedas de un camión que, inevitablemente, aplastará la temible bomba. Nada puede impedir un desenlace fatal.

 

Sin embargo, del bote chafado por el camión sale un gas, pero no se produce ninguna explosión. Más tarde, el laboratorio aclara el misterio cuando confirma que este gas era, en efecto, uno de los ingredientes de la bomba de termocero, pero no el único, ni en cantidad suficiente para desencadenar una deflagración.

 

 

La idea de una intriga basada en un arma de destrucción masiva sigue tentando a Hergé durante algún tiempo más, como lo demuestra la existencia de lo que parece ser la tercera y última variante en la historia de las píldoras: Le stylo soporifique (El bolígrafo soporífero). En este caso encontramos una primera línea argumental con un invento del profesor Tornasol capaz de expeler a la atmósfera un producto nocivo, y una segunda trama que gira en torno a un caso de tráfico de drogas investigado por los Dupondt; a eso hay que sumar la llegada del padre del pequeño Abdallah, el emir Ben Kalish Ezab. De esta historia, Hergé únicamente planteó unas diez páginas[18].

 

 

 

Antes del Tíbet, la espiritualidad de Bisonte Negro

 

En esta época, en la que se explorarán las posibilidades de Les pilules y Le thermozéro, Hergé concibe aún otro proyecto. Es una historia totalmente personal, tanto en su concepción (no interviene ningún otro guionista) como en su temática (porque nace de su experiencia personal). Sabemos incluso el día en el que empieza a trabajar en ella: el 13 de noviembre de 1957. En ese día, Hergé escribe una carta al padre Gall, un religioso apasionado por los rituales de los pieles rojas, al que había conocido en 1948 en la abadía de Scourmont, donde el dibujante se había retirado para sobreponerse a una aguda crisis personal. En la misiva, Hergé le explica que está pensando en que Tintín viaje hasta una reserva de indios en su próxima historieta y desea documentarse para no caer en los tópicos relativos a los pieles rojas. El padre Gall le responde con una carta tan extensa y detallada que casi parece disuadir a Hergé de seguir adelante con la historia.

 

El proyecto únicamente tendrá un desglose de un par de páginas, muy someramente abocetadas. Algo de Les pilules se mantiene en esa historia, pues en el arranque aparece de nuevo un accidente de coche. En este caso, el herido es un indio que lleva un collar que contiene en su interior un pergamino que acredita a los indios como propietarios legales de unas grandes extensiones de tierra. Sin ese documento, los pieles rojas corren el peligro de perder sus tierras ante poderosas empresas que desean apropiarse de ellas. Ese collar de abalorios, que se considera un objeto sagrado, recibe el nombre de wampum; de ahí que uno de los títulos barajados para este episodio fuera El wampum de Bisonte Negro. Pero lo más llamativo de la historieta, más incluso que su trama, es que en ella se adivina un trasfondo espiritual, una aventura interior, que es lo que verdaderamente está buscando entonces Hergé, y que es lo que finalmente encontrará en Tintín en el Tíbet.

 

 

 

Tramas, temas e ideas

 

Estas historietas de Tintín, que nunca llegaron a materializarse y que se han comentado hasta aquí no son las únicas de las que tenemos constancia. Sabemos, por ejemplo, que entre 1937 y 1938 Hergé apuntó en una libreta varias ideas para futuros álbumes: tramas, temas, listas de palabras, nombres de personajes y de lugares, gags aislados, e incluso títulos de álbumes tan atrayentes como Tintín en Venecia[19]. Hergé utiliza algunas de estas ideas inmediatamente, en el álbum que entonces estaba preparando, La isla negra; otras tardarían años en formar parte de El cetro de Ottokar, La estrella misteriosa o El tesoro de Rackham el Rojo, mientras que muchas quedarían para siempre abandonadas, como un divertido gag en el que Tintín es rescatado del mar por tres personas que lo primero que le preguntan es si sabe jugar al póquer y, tras reconocer nuestro héroe que no sabe, es echado de nuevo al agua.

 

www.tebeosfera.com  
Boceto de una viñeta de Tintin et l‘Alph-Art con los protagonistas en un aeropuerto.  

Si avanzamos en el tiempo y nos situamos hacia el fin de la vida de Hergé, encontramos más proyectos inacabados. Además de todas las escenas imaginadas y descartadas para Tintín y los ‘pícaros’, que tan bien explica Goddin en el libro Hergé y los bigotudos, está ese proyecto del que habló el propio Hergé en algunas entrevistas y sobre el cual estuvo pensando mucho tiempo: hacer una historia de Tintín que transcurriera enteramente en un aeropuerto a lo largo de un día. Tenía que ser una historia con muchos personajes, en la que no pasara nada y —lo más atrevido— que el lector pudiera empezar a leer por cualquier página y, tras acabar el álbum, pudiera volver al inicio sin perder el hilo de la historia. Un planteamiento circular que acerca a Hergé al atrevimiento formal que entonces practicaban los novelistas del llamado nouveau roman.

 

En diciembre de 2006, la revista literaria Lire publicó el guión abocetado de una historieta corta y completamente inédita de Tintín pensada como felicitación para el año 1979, fecha del cincuentenario del personaje. El proyecto cuenta con dos versiones: la primera de dos páginas; la segunda de una, en donde Hergé aparece como un demiurgo alumbrando a su célebre criatura. En la versión más extensa, Tintín usa un látigo para obligar a su creador a seguir dibujando sus aventuras. En la otra se ve a Hergé durmiendo en la última viñeta con un texto en donde se lee que si Dios descansó al séptimo día de la Creación, el padre de Tintín descansó “al 18.250º día”, es decir, al cabo de cincuenta años.

 

  www.tebeosfera.com
  Última viñeta de Tintin et l‘Alph-Art.

El proyecto fue abandonado. Tal vez esas páginas exponían de forma demasiado clara su agotamiento con el personaje y la incómoda sensación de estar obligado a seguir con él a causa de su fama. «Solamente puedo trabajar cuando me proporciona placer hacerlo. Hay días en que eso no llega a pasar, pero no quiero hacer Tintín como una obligación»[20].

 

Cuando a finales de 1978 proyectó esa pequeña historieta, Hergé probablemente ya sabía que nunca más volvería a realizar un álbum completo de Tintín.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

Assouline, Pierre (1996): Hergé. Plon, París. Versión española: Hergé, Destino, Barcelona (1997).

 

Dayez, Hughes (1997): Le duel Tintin Spirou, Éditions Luc Pire, Bruselas.

 

Goodin, Philippe (1990). Hergé et les bigotudos: Le roman d’une aventure. Casterman, Tournai. Versión española: Hergé y los bigotudos, Juventud, Barcelona (1992).

 

Peeters, Benoît (1983). Le monde d’Hergé. Casterman, Tournai. Versión española: Tintín y el mundo de Hergé, Juventud, Barcelona (1990).

— 1988. L’univers d’Hergé. L’œuvre intégrale d’Hergé. VI. Projets et croquis. Rombaldi / Casterman, Tournai.

 

— 1999. Case, planche, récit. Comment lire une bande dessinée. Casterman, Tournai.

 

Peeters, Benoît (2002): . Hergé, fils de Tintin. Flammarion, Paris. Versión española: Hergé, hijo de Tintín, Editorial Confluencias, Almería, 2013.

 

Petit, Olivier (1995): “Entrevista con Greg”, en Sapristi nº 30, primavera de 1995, ANBD, Dieppe.

 

VV. AA. (2006) “Tintin. Les secrets d’une œuvre”, en Lire. Hors-série, 4, Diciembre de 2006, París.

 

NOTAS


[1] L’univers d’Hergé. L’œuvre intégrale d’Hergé. VI. Projets et croquis. Rombaldi / Casterman, Tournai, 1988. El libro forma parte de una colección dirigida por Benoît Peeters.
[2] Greg será redactor jefe de la revista Tintin entre 1965 y 1974. A partir de 1959 se encargará de los guiones para la serie de televisión de dibujos animados de Tintín basados en los álbumes de Hergé. En 1969 realizará el guión para el filme El templo del Sol, y después escribirá el guión de El lago de los tiburones (1972), una aventura menos atractiva que la que podría haber dado un film basado en Las píldoras.
[3] Declaraciones de Greg a la revista Sapristi (1995: 43).
[4] Citado por Lire Hors-Série, 4, p. 53. Ídem
[5] Dayez, 1997: 55. Ídem.
[6] Peeters, 2002: 258.
[7] Peeters, 2002: 283.
[8] Ibíd.
[9] Citado por Peeters, 2002: 369.
[10] Peeters, 1983: 30.
[11] Peeters, 1983: 24.
[12] Assouline, 1996: 305.
[13] Véase Peeters, 1991: 104-106.
[14] Artículo reproducido en Peeters, 1988: 83-85. Recordemos que fue un recorte de prensa sobre la esclavitud y el tráfico de armas lo que dio origen a Stock de coque.
[15] 1995: 26.
[16] 1995: 43.
[17] Carta reproducida en Peeters, 1988: 96.
[18] Este proyecto lo descubrió la revista Lire en 2006, en el número especial dedicado a Tintín. Es la única variante de Las píldoras que no aparece en el volumen de Rombaldi.
[19] Esta libreta está transcrita en Peeters, 1988.
[20] Declaraciones de 1973 citadas por Peeters, 2002: 455.
Creación de la ficha (2014): Jordi Canyissà. Revisión de Juan Agustí, Javier Alcázar y Alejandro Capelo. Edición de Félix López.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JORDI CANYISSÀ (2014): "La aventura más desconocida de Tintín: Píldoras, radiactividad y una bomba llamada termocero", en Tebeosfera, segunda época , 12 (28-VII-2014). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/III/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_aventura_mas_desconocida_de_tintin_pildoras_radiactividad_y_una_bomba_llamada_termocero.html