LA HISTORIETA FILIPINA DE HORROR
MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Notas: El presente texto es una parte de un ensayo que utiliza la figura del autor Alex Niño para recorrer, primero, el horror en Filipinas y, luego, el horror en DC y Warren en los años setenta y primeros ochenta. Ambos textos se han beneficiado de la ayuda de un colaborador que prefiere permanecer en el anonimato, quien ha recopilado una parte de las imágenes firmadas por Niño. La imagen de la derecha permite ver las dotes de Niño para el dibujo a mediados de los sesenta y los temas habituales de la historieta filipina: la tradición, los mitos locales, o la brujería.

LA HISTORIETA FILIPINA DE HORROR. EL CASO DE ALEX NIÑO

Durante toda la década de los setenta, en EE UU “cómic de horror” fue sinónimo de Warren Publishing Company, pues en sus magazines ensayaron aproximaciones al género más atrevidas y arriesgadas, sorteando los códigos de autocensura, renovaron la apariencia estética de este tipo de historietas con la incorporación de firmas extranjeras, y evolucionaron al son de las modas. Esto mismo hicieron, aunque a su manera, y con menor arrestos, otros sellos: Dell/Gol Key, Archie/Red Circle, Marvel, DC… En este caso con supeditación de sus contenidos a la moralidad y los códigos de autocensura admitidos para los comic books, pero todos, tanto los editores de superhéroes como los especializados en horror, tuvieron algo en común: la inclusión de firmas de autores extranjeros en sus publicaciones. Si Warren o Skywald utilizaron mano de obra eminentemente española, estos sellos contrataron a autores de Sudamérica, de México y de otro punto muy lejano del globo, Filipinas, cuyos dibujantes se fueron colando en sus publicaciones para aportar historietas de horror y de fantasía con un estilo característicamente clásico, muy ortodoxo, con alguna excepción en cuanto a ejecución, como la que preconizaba el autor Alex Niño. 

CÓMICS DEL OTRO LADO DEL MUNDO.

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Portada de Puck de 1898, edición de Nueva York, con la efigie de George Dewey, el almirante estadounidense que ganó la guerra contra España por la colonia filipina.

La historieta filipina ha sido uno de los fenómenos creativos más interesantes para los estudiosos debido a que se ha desarrollado en un archipiélago, un conjunto de islas que medró cultural y socialmente con influencias de pueblos invasores/colonizadores: musulmanes, chinos, españoles, japoneses y americanos. Este archipiélago de 7.107 islas, con economía predominantemente agrícola, fuerte inserción del credo católico y políticas de gobierno muchas veces represoras (desde los terratenientes hasta los jefes militares, pasando por los gobiernos coloniales), ha sabido mantener en su cultura ritos primitivos y costumbres tribales a pesar del obvio sometimiento a otras culturas. Sus cómics han permeado esta realidad cultural, puesto que en ellos ha prevalecido una singular identidad al mismo tiempo que se beneficiaban de variados influjos. De los cómics chinos y coreanos, por ejemplo, procede el interés de los autores filipinos de historieta por ejecutar sus obras con una cinética muy fluida en la composición de viñetas y páginas. De los británicos, y sobre todo de los americanos, heredaron estilemas y modelos narrativos; de los primeros se apropiaron de modelos de humorismo, ya desde final de siglo (una versión de Puck se publicó en Filipinas en los 1890) y, de los segundos, esquemas clásicos de narrativa y la apetencia por géneros aventureros o dramáticos, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX (Filipinas fue colonia de Estados Unidos entre 1901 y 1935). Tras un breve periodo de autogobierno y los tres años de dominación japonesa, desde 1945 Filipinas volvió a ser república independiente, pero las páginas dominicales estadounidenses seguían leyéndose (en inglés) en gran parte de las islas, y en ellas estaban Alex Raymond, Harold Foster, Milton Caniff, o Dick Calkins, los cuales influyeron poderosamente sobre los autores filipinos, sobre todo en los nacidos a partir de 1930. Pese a la cercanía de archipiélagos, la huella de lo nipón, de los mangas, no se instaló en las Filipinas, debido a un rechazo generalizado a todo lo japonés producto de la colonización, de la cual se libró el pueblo filipino tras la II Guerra Mundial; hay trazas de la historieta japonesa en todo caso a través de ciertos rasgos estilísticos procedentes de Malasia[1], pero no han imitado sus formatos editoriales, al menos hasta la llegada del siglo XXI, ya que casi la totalidad del cómic filipino se ha servido en prensa y en cuadernos siguiendo el modelo americano. De hecho, en un repaso panorámico por su producción, se aprecia un surtido de géneros y de títulos bastante similares a los de los comic books americanos publicados entre los años 1940 y 1960.

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Liwayway, portadas desde 1922 a hoy mismo.
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La industria de los tagálog komiks, pues así se llaman los tebeos allí, arrancó la revista Liwayway en 1922, que era una publicación para la juventud, con fotografías, textos y alguna historieta. Continuó en la prensa, con ilustradores tan limpios como expresivos en la leve deformación de sus personajes, pues así era la obra que Pineda hacía en Philippines Free Press, y en revistas en las que se publicaban historietas sobre asuntos domésticos y rurales, mitos locales, fábulas y tradiciones antiguas. La historieta filipina se enriqueció al mezclar sabiamente el folclore del archipiélago con las historietas llegadas del extranjero, como las obras de Raymond, Calkins o Foster mencionadas, entre otros autores de la prensa estadounidense. Así surgió “Kulafu”, una suerte de héroe nacional creado por Francisco y Pedrito Reyes en 1932 en la revista Liwayway, que fue uno de los primeros cómics en color en el archipiélago. Kulafu era un salvaje criado por simios que se movía por la selva del sur de las Filipinas durante la era precolombina. En sus aventuras se enfrentaba a todo tipo de peligros, llegando a luchar contra sirenas, monstruos marinos y otras bestias fabulosas que sus autores extrajeron del panteón de demonios locales.

La atención del cómic por la mitología autóctona filipina, repleta de demonios que arrastraban por el fango sus largas cabelleras, o que ronzaban con sus dentudos rostros entre otros horrendos hijos de la selva, se incrementó tras finalizar la ocupación japonesa del país en 1946. Estos seres, pese a ser horripilantes, eran protectores y a la larga resultaban familiares o hasta simpáticos; pero lo importante es que sirvieron para inflamar el espíritu nacional del pueblo, ahora necesitando más que nunca definirse como filipino y libre tras años de sometimiento a la colonización (española, estadounidense, japonesa, amén de la religiosa). Los cómics fueron un camino para ese fin, puesto que sus señas de identidad fueron: redacción en tagalo en abierto desafío a las dos lenguas oficiales de las islas (el español hasta mediados de los setenta, el inglés desde acabada la guerra), el barajado de temas paganos en los que la religión no era habitualmente invitada (al menos la católica), y la incentivación de roles protagónicos investidos de valores patrióticos o valedores de rasgos de identidad nacional (Kulafu, Lapu-Lapu) o, también, luchadores por la preservación de las costumbres locales. Demos un repaso a su tebeografía para comprobar estos asertos. 

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Portadas de varios números de Halakhak, primera revista periódica con historietas de importancia. Se muestran el número 1, de 1946, y los números 7 y 8, de 1947.

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En 1946 apareció Halakhak Komiks, la primera revista de historietas de periodicidad regular tras la guerra, en la que coincidieron autores con una técnica de dibujo fundamentada en la ilustración de raigambre académica como Francisco Reyes, su aventajado alumno Francisco V. Coching y otros decanos de la historieta local. Estos autores dieron una nueva dimensión a la historieta de aventura y fantasía filipina desarrollando un estilo de dibujo muy elaborado, detallado y detallista, repleto de líneas y de volúmenes, rico en ornamentaciones, en el que la composición equilibrada parecía siempre la mayor de sus preocupaciones. Así se mantuvo hasta que Coching comenzó a destacar no sólo como un dibujante portentoso, también como un narrador muy hábil y que conseguía en sus historietas una cinética acelerada distorsionando a sus personajes. De esta guisa enfrentó a su popular personaje “Bulalakaw” contra demonios y monstruos mitológicos; de igual modo hizo con el tarzanesco “Hagibis”, que en sus evoluciones en la revista Liwayway mantuvo múltiples enfrentamientos con pueblos perdidos; y en el caso de “Sabas ang Barbaro”, guerrero filipino que se enfrentaba a la colonización española de las islas durante el siglo XVI, Coching demostró un estilo más suelto, de entintado más rápido y recio, más libre, rotundo, lo cual acrecentaba la carga dramática de las viñetas.

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Esta portada de Coching para Pilipino Komiks. de 1951, dice mucho acerca de las influencias de los estadounidenses sobre los filipinos y de la calidad de éstos, pues casi todos siguieron el magisterio de este increíble dibujante.

La calidad de los dibujos de este autor, como los de otros de la llamada Edad Dorada del Cómic en las Filipinas (el periodo que va desde 1947, fecha de la fundación de Ace Publications, por Ramon Roces y Tony Velasquez, hasta 1972, cuando Ferdinand Marcos declaró la ley marcial) contribuyeron al aprecio de estos productos por parte de una población que se había demostrado ávida consumidora de cultura popular (seriales de cine y radio, novelas y radionovelas, cómics y fotonovelas, etc.) y que consideraba estos productos como parte de su patrimonio y cultura nacionales.[2] De hecho, era habitual que las historietas más seguidas por el público fueran llevadas al cine, y los carteles solían encomendarse también a los dibujantes de los cómics.

Curiosamente, los modelos y formatos editoriales que triunfaron en las islas fueron casi todos de inspiración americana, con la diferencia de la aplicación del color, no tan habitual en la tebeografía filipina: casi todas las publicaciones que aparecieron durante la gran proliferación de títulos de los años cincuenta y sesenta solían imprimirse con color en sus cubiertas, pero sin color en su tripa, o como mucho a dos tintas. El surtido de géneros era variado, y desde 1947 hubo no sólo cómics de drama y comedia –muy queridos entre las muchachas- también fueron creadas series de superhéroes (desde Ipo-Ipo, de 1947, pasando por la incombustible Darna, desde 1950, y muchos más), de suspense, de fantasía, policíacas, etc. El horror tuvo una importante presencia en los cómics filipinos, en correspondencia con un pueblo pendiente de los ritos atávicos y también atento a las manifestaciones de los representantes tradicionales del folclor.

LOS PILIPINO LAGIM KOMIKS

El género del horror, o del “lagim” (terror en tagalo), afloró en muchas publicaciones con historietas de Filipinas, aunque no trataban específicamente este género, porque las divinidades patrimoniales, los dioses de la selva y las brujas estaban muy presentes en su cultura[3]. Por ejemplo, Aklat Dilang, uno de los guerreros dibujados primorosamente por Coching, se enfrentaba a demonios en un entorno fantástico ya en 1947, en las páginas de Halakhak Komiks. Y en el clásico título Tagalog Klasiks, un tebeo de aventuras, también aparecieron nigromantes alados, brujas y apariciones hacia 1950; cementerios y pactos con el demonio fueron temas tocados también en esta revista hasta la mitad de los años cincuenta, cuando la ola de moralidad que invadía Europa y América también se hizo sentir por esta parte del mundo.


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Portadas de algunos de los primeros comics filipinos que mostraban horror, desde los clásicos de aventuras contra los representantes de lo sobrenatural en el folclor filipino (Halakhak, de 1947) hasta la presencia del género en Tagalog Klasiks (números 28, 35 y 61, de 1950, 1950 y 1951, respectivamente) donde se filtraban ya elementos del horror gótico explotados por el cómic occidental.

Uno de los títulos fundamentales del cómic desarrollado en el archipiélago fue Hiwaga Komiks, un tebeo lanzado en octubre de 1950 por Ace Publications con Angel Santos como editor, que también ofreció historietas de horror a sus lectores. Esta revista publicó muchas series en las que lo fantástico era oferta común, imbricado con dramas familiares y con cierta crudeza en la resolución de las tramas: Berdugo ng mga Ángel, del prolífico guionista Mars Ravelo y con dibujos de Elpidio E. Torres, Abrakadabra, dibujada por Deo Villegas, Balwarte ng mga Dragon, de 1962, que dibujó el sólido Ruben N. Yandoc, La Sombra de Francisco V. Coching y Federico Javinal, Black Treasure, de Clodualdo del Mundo y Ernie Chan, Magic Makinilya, de Mars Ravelo y también de Ernie Chan, etc. Hiwaga fue la revista en la que el dotado dibujante Néstor Redondo lució sus mejores lápices, y también el clásico Alfredo P. Alcalá u otros autores con cierta ascendencia sobre los demás, como Fred Carrillo. En realidad, aquí se dieron cita todos los grandes guionistas y dibujantes del momento, hasta que la revista cerró, en 1962, debido a la quiebra de Ace. Pero el título fue recobrado en 1964 por el sello Pilipino Komiks, Inc., que posteriormente se convirtió en Atlas Publishing Co., Inc. A partir de 1953, los editores y guionistas de esta cabecera habían reducido su interés por el horror, si bien continuaron ofreciendo historietas de este género, que se alternaban con otras de aventura y fantasía, hasta que Hiwaga pasó a ser una revista de cómics dramáticos y románticos a partir de 1955 aproximadamente, por causa de la ola de moralidad que azotó las industrias del cómic de casi todo el mundo en los años cincuenta.

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Muestras de Hiwaga (1, 2, 9 y 12, con predominancia del tema de la brujería, todos de 1951) y Spesyal Komiks (2, 4, 8, 9, de 1952 y 1953, con temas varios, algunos del folclor popular filipino).

Otra revista importante que incluyó historietas de horror fue la cuarta que lanzó Ace, Espesyal Komiks, en principio especializada en aventuras. Fue estrenada en 1952 y le ocurrió lo mismo que a la anterior, cerró en 1962 y fue rescatada en 1964 por el sello Pilipino. De esta cabecera destacan algunas series en las que se mostraban pactos con el diablo, desde Solitaryo, con un personaje creado en 1952 por Clodualdo del Mundo para ser dibujado por Fred Carrillo, hasta Katuparan, de 1965, dibujado por un joven Alex N. Niño. Hubo historietas repletas de monstruos (Villa Viejo, de 1952, por Ravelo y Jose Caluag), dramas protagonizados por monstruos (Donya Jerónima, de 1953, por Gregorio C. Coching y Alcalá), y relatos de pura tensión y horror (Guwapo, de 1953, por Carlos Gonda y Javinal). A partir de mediados de los años cincuenta, la revista se decantó por temas tradicionales y también religiosos, o de acción bélica o dramas, con alguna excepción como varias series publicadas entre 1966 y 1967, como Tsangga Rangga, de Virgo Villa –seudónimo de Mars Ravelo- y Alex Niño, o Junar: Suicide Six sa Haunted House, de Ric M. Torres y Abe Ocampo, otro de los dibujantes clásicos entre los filipinos.

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 Lagim Komiks, arriba: números 10, 28, 44, 46.Brujería, muertos vivientes y demonios.
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Números 59, 60, 481 y 726.Iguales temas, para distinto título en 1975.

Fue en los sesenta, superada la época de represión moral de la década anterior, cuando los editores filipinos se animaron a lanzar tebeos específicamente dedicados al horror, para explotar esos apetitos entre el público. Comenzaron por Lagim Komiks y Horror Komiks. El primer título, que traducido significa “cómics de terror”, fue publicado por el sello PSG Pub., Co., y editado por una mujer: Carmencita D. Miranda. La publicación reflotó todo el panteón de miedos ancestrales, demonios folclóricos, brujas, bestezuelas y otros seres horripilantes, para deleite de los jóvenes filipinos durante una docena de años, en series como Vampirtina creación de 1960 de Virgilio Hipolito y dibujos de Ading G. Gonzales, Ang Hiwaga ng Rosas na Itim, de Yandoc como guionista y Bert Gabiano dibujándola, Tore ng Diablo, de la escritora Nelia L. Morales y Fel Rival, Patayin si Rommel de L.S. Martinez, Maskara ng Diyablo, de R. Yandoc toda ella (aunque luego dibujó esta serie Alex Niño), y Satano, también de Yandoc y dibujada por Bert Gabiano. En la revista también cupieron aventuras selváticas, dramas tribales (como Black Orchid), historietas con planteamientos religiosos (católicos) y de gángsteres. En este último caso, alguna confluyó en el género del horror, como ocurrió con la serie Voodoo Diamond, creada por Virgo Villa en 1965 y dibujada sucesivamente por Yong Montano, Roger G. Brillantes y Alex Niño para la realización de algunas de las portadas. Los mitos del horror gótico en Lagim Komiks fueron tratados sobre todo por el guionista Rico Bello Omagap, que escribió las siguientes series: Dante Satan, dibujada por Jose Caluag, Drakulita, con Tony de Zúñiga, Dugo ng Vampiro, ilustrada por Yong Montano, Kulay Dugo ang mga Labi, por Vir Aguirre, Novi Encantada, por Jose Caluag o Vampirella, serie que nada tenía que ver con la chupasangres alienígena de Warren, que fue ilustrada desde 1971 por Niño. En 1972, con la imposición de la Ley Marcial por Ferdinand Marcos, que era presidente desde 1965, se obligó al editor a cambiar el título de esta revista por el de Lamor Komiks (“cómics de amor”) si bien siguió ofreciendo algunas series de miedo, como la de vampiros Nauuhaw si Barbara.

Horror Komiks fue un lanzamiento del sello Four Aces Publications, de 1960, que luego fue traspasado a MCNA Publication (con Marcelo B. Isidro como editor), y finalmente acabó en manos de Néstor Redondo Publications en 1964. En sus páginas se publicaron series como: Babaing Cobra, de Marcelo B. Isidro y Armando D’Guzman, Bulaklak sa Putikan, escrita por Liberty Ilagan y Jo C. Garbo para el dibujante Nar O. Castro, Dugong Nagliliyab, de Galeny Manalaysay y Ronnie S. Santos, u Otraza, de Marcelo B. Isidro y Warren Baldorado.

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Horror Komiks (de 1960, con portada de Anton Caravana) Terror Komiks (de 1963, con portada de Ernie Chan)
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Otras revistas que se ocuparon en exclusiva de este género durante la década de los años sesenta fueron: la lanzada en 1963 por P.R. Publications, Suspense Komiks, y la del mismo año Terror Komiks, publicación de Munoz Press & Steel Corporation dirigida por Deo Villegas-Ty. Contó, entre otras, con estas series: Hatulan Mo Kung Kasalanan, de Antonio Ma. Alcaraz y Emmanuel Villegas-Ty, Mga Impostor sa Paraíso, de D.G. Dumaraos y Ernie Chan, Mga Kuwento ng Tatlong Bruha, de Ading Gonzales y otros.

Algunos dibujantes y guionistas de komiks fueron acumulando la predilección del público y, por consiguiente, más poder; curiosamente, allí los guionistas tenían mayor relevancia de la que tienen en otras latitudes, y de hecho muchas veces eran los escritores quienes elegían a sus dibujantes, además poseían el control de su obra para adaptarla a otros medios, como el cine, y varios de ellos manejaron el capital suficiente como para montar sus propias empresas editoras. De hecho, tras el final del monopolio de Ace, algunos autores se atrevieron a ser sus propios editores, como el guionista Mars Ravelo o los dibujantes Alcalá y los hermanos Redondo, que fundaron el sello CRAF. Bajo ese sello se publicó Redondo Komix, revista de historietas dedicada a la aventura pero donde se

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Maligno, de VIP, de 1968
publicó el serial de horror Maligno, que gozó de tanto éxito que pronto fue llevado al cine (luego obtuvo tebeo propio: Maligno, de VIP Publications, a finales de los años sesenta).

Otro guionista que gozó de mucha popularidad, aunque no tanta como Ravelo, fue Pablo S. Gómez; el primero destacó en el ámbito del drama, en cómic o en fotonovela, el segundo en el género fantástico y de aventura. Y ambos fueron editores. Universal Komiks fue la segunda revista de historietas que lanzó el guionista Pablo S. Gómez bajo su propio sello, PSG Publishing House, en abril de 1964. La revista fue uno de los puntales de esta empresa y vivió más de 750 números, si bien bajo otro sello (Affiliates Publications la compró en 1972). En ella se ofrecieron un buen montón de series de horror, o afines como Tartaro desde sus primeros números, obra de Bill Francisco y Fed C. Perona en la que un héroe con espada despachaba diablos sin cuento. Entre las de horror genuino más recordadas de aquella revista se hallan: Devil Boy en 1967, escrita por Villa y Ocampo, la triste historia de la muchacha cocodrilo Taong Buwaya, del mismo año, por Gomez y Perona, la de vampiros Uhaw sa Dugo, nacida en 1969 sobre guión de Rico Bello Omagap y con dibujos de Alex Niño, y no nos olvidemos de Zombie, guión de 1972 urdido por Pablo S. Gomez para un Alfredo Alcalá pletórico de tintas que ya en ese momento estaba a punto de dar el salto al horror americano en los comic books de DC.

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Ejemplos de números de Universal Komiks: 35, de 1965, con Tartaro; 96, de 1967, con Luna Rossa; 109, de 1968, con Taong Buwaya, y 137, 1969, con Devil Boy.

El horror asomó en otras revistas de los años sesenta en Filipinas, aunque no iban específicamente dirigidas a producir miedo en el lector, como Pioneer Komiks, Pinoy Komiks o United Komiks. La revista Pioneer Komiks fue dedicada a lo fantástico y mostró cierta apetencia por lo macabro y lo sobrenatural. Apareció en diciembre de 1962 bajo el sello GASI (Graphic Art Service, Inc.) y sería una de las más longevas de su país, con al menos 1.239 números publicados. En su largo recorrido fueron desarrolladas series como: Gruaga, desde 1966, en la que una madre protege a su hijo de todo tipo de peligros, sobrenaturales incluso, y que fue dibujada por un Alex Niño muy inspirado, y ya más adelante otras como Ang Tigre at ang Diablo, de Marcial Buanno y Fred Carrillo, The Hands, por la cual obtuvo popularidad Hal Santiago, o Gallery of Terror, de P.H. Espiritu y Tec Manalac.

Página de Zombie, serie dibujada por Alfredo Alcalá para la cabecera Universal Komiks, poco antes de dar el salto a los EE UU. Abajo: Portadas de United Komiks, números  74 y 78, del año 1966.www.tebeosfera.com
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Este mismo sello lanzó la publicación Pinoy Komiks en 1963, dedicada sobre todo en sus inicios a ofrecer historietas bélicas y de superhéroes, éstos creados a imagen y semejanza de los estadounidenses, como se puede comprobar por las evoluciones del resolutivo Captain Barbell o de la ebúrnea Darna. Publicó en sus páginas algunos argumentos con horror, inspirados en seres horrendos del folclor tradicional, concretamente en historias como Mikrobyo o Gamugamo, de 1966, ambas escritas por Tony Velásquez para Alex Niño. Podemos citar otras series relacionadas con el género de esta revista, pero todas ellas se desarrollaron ya en los ochenta o en los noventa, con fuerte participación de entidades vinculadas con la maldad vista desde una óptica cristiana: Lucifer Arkanghel (de 1983), por Vincent Benjamin Kua, Jr., Gallery of Terror y Hell and High Adventures, ambas de Hal Santiago y Allian T. Garcia, o Devil Tree, por Pablo S. Gomez y Vicatan.

En 1964 apareció en Filipinas el tebeo United Komiks, editado por PSG, al que contribuyeron guionistas como Ravelo / Villa o el mismo Gómez bajo el seudónimo Rene Rosales. La serie más recordada de las publicadas en esta revista era protagonizada por una bruja, Mga Kuwento ni Bruhilda, que dibujó Alex Niño. Otras series con elemento sobrenatural fueron: Ulo ni Drakula, vampírico serial de 1964 de Gomez y Rolly C. Buenafe, Dyangga, creación de 1966 de Villa para Fed C. Perona, o Tsandu, creación de 1968 de Gomez, que disfrutó de varias series distintas. Tras la compra del título por Affiliated Publications, que le cambió el título por United Super Stories, hubo otro serial protagonizado por Drácula a mediados de los años setenta, en este caso influido por el vampiro pagano procedente de la literatura británica.

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El horror al estilo occidental en títulos de los setenta: Lagim Stories Rico, de 1971,  y United Super Stories, de 1977.
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Durante las décadas de 1970 y 1980, el horror siguió publicándose en títulos que insistían en los mitos góticos o que desarrollaban el miedo en la hibridación con otros géneros. Del primer caso tenemos ejemplos en Selected Lagim Komiks, lanzamiento de Mix Publishing House del comienzo de la década o en Rico Lagim Stories, tebeo de 1971, con series como la de vampiros al “estilo Hammer” Satur o Hamak na Diyosa, de Rico Bello Omagap, otro guionista que había devenido editor, y E.H. Santiago. Del segundo caso encontramos ejemplos en la mezcla del terror con el costumbrismo o aspectos religiosos (Kidlat Komiks, Lingguhang United) o el erótico (Sexy-Horror Stories, Vampira Horror Comix, Vampira Komiks). En otros títulos se combinaba aún la apetencia por lo oculto y los demonios familiares con el horror, como en Voodoo Illustrated Magasin, título publicado por la AIM (Adventures Illustrated Magazines, Inc.) dirigida por Damian S. Velasquez.

Al igual que ha ocurrido en Occidente, el mayor auge del horror en las filipinas se vivió en los años finales del siglo XX, sobre todo representado por las revistas de Atlas y de la resistente GASI. El sello GASI fue uno de los que más se afanaron en la edición durante los ochenta y los noventa. Lanzó Space Horror Comix en 1988, con Ollie Roble como editor (alcanzó 600 números), y continuando con un surtido de títulos a lo largo de las dos décadas, algunos de ellos de larga vida, como Shocker, Pantasya Komiks, Pinoy Maligno, Super Kilabot o Zuma.

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Pioneer Komiks de 1981 y Drakula de 1988.
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Atlas, por su parte, lanzó Anino ng Lagim Komiks y Drakula, cuyo título completo fue Drakula at Iba Pang mga Kuwentong Puno ng Lagim Komiks. Fue esta última una revista específicamente dedicada al vampirismo que, desde febrero de 1988 y durante al menos 368 números (hasta 1995), ofreció series como: Dracula, de Manny V. Camara y Lando Niño, uno de los hermanos de Alex, Ang Lalake sa Balete Drive, de Karl Comendador, la vampiro similar a Vampirella Mandragora, creación de Fermín Salvador, Mutya, de Bello Omagap y Jess Olivares, o Pangil sa Pangil, de Rod Santiago y Roger Miralles. En los años noventa, en este tebeo se recuperaron personajes como Diyablo, que dibujó el citado hermano de Niño, que aquí firmó Delando.

Hasta hoy, el género se ha mantenido en el archipiélago como uno de los más interesantes para el público (si bien las tiradas han bajado con respecto a los años cincuenta y sesenta) como lo demuestran los títulos publicados por los sellos Affiliated Publications y Sonic Triangle Publishing. Affiliated lanzó Daigdig ng Lagim Komiks en 1993, una publicación que sería continuada tras la disolución de esta editorial por Sonic, a partir de 1998, y que sobrepasó los trescientos números. Los guionistas centraron su interés en los demonios interdimensionales, colosales y acosadores de muchachas exuberantes. Sonic, por su parte, publicó títulos como Aswang Horror Komiks, Salamin ng Lagim (título para tres publicaciones de diferentes épocas o que mostraron tres distintos formatos) o Kuweto Sa Dilim, tebeos todos repletos de vampiros o demonios sedientos de sangre, publicados en 1994 y 1997 respectivamente. También ha habido horror en otros títulos de otros editores: Monster Horror Special Komiks (de Affiliated Publications, Inc., 1998), Guni-Guni (Counterpoint Publishing House, 1998), True Horror Stories (Atlas Publishing, 1998), Halimaw (Solid Gow Publishing, 1999), Abante Horror (Anerto Pub., Co., 2002), Voodoo Comix (Teamwork Media Co., 2003), Sindak! (KCC, 2008) o Bubog Horror (Sacred Mountain Publications, 2009), por citar los títulos más importantes.

Desde el punto de vista argumental no podemos comentar estos cómics en profundidad por nuestro desconocimiento del tagalo, la lengua en que están escritos, y por las escasas muestras de historietas que se pueden consultar a través de sitios web o escaneos realizados por coleccionistas y aficionados filipinos. Lo que sí parece evidente es que, desde el punto de vista estilístico y en referencia al periodo que queremos analizar para poder trazar comparativas con la evolución del género en Europa o EE UU, entre los años sesenta y los ochenta, el modelo seguido por la mayor parte de autores de cómics de horror o fantásticos fue F.V. Coching, con permiso de Yandoc, Reyes o Jesse Santos, otros autores de fuerte personalidad, y más tarde Alcalá y Redondo, los otros dos grandes pilares de la historieta filipina. La versatilidad y calidad de Coching le elevó por encima de todos y le convirtió en el principal referente de toda la producción filipina, no sólo de historieta, también de cartoon e ilustración publicitaria o cartelismo. Todos los autores bebían de él. Y quizá solamente fuera superado en carisma o en personalidad un joven autor que se incorporó a la industria a finales de los años cincuenta, quien había heredado sus maneras acendradas y su trazo vigoroso y nervudo, pero que se aplicó sobre su derivada distorsionada, esa que confería un “nervio” peculiar a las imágenes dibujadas. Nos referimos a Alex Niño, autor que nos sirve de ejemplo para comentar el modo de hacer horror en las Filipinas tanto como para plantear algunas hipótesis sobre el horror desarrollado también en los Estados Unidos en el fin de la modernidad.

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Ejemplos de comics de horror filipinos de los finales años ochenta (sobre estas líneas) y en los noventa y hasta la actualidad (abajo). De izquierda a derecha: Drakula de 1988, número 19, el número 1 de Space Horror Komiks, del mismo año, Drakula de 1989, el núm. 87, y Monsters, de 1993. En la segunda fila aparecen: Shocker, de 1993, Aswang Horror Komiks, de 1994, Horror, de 1996, y Zuma and other Horror Stories, de 1996 también. Bajo estas líneas, ejemplos de cómics de terror más recientes: Kilabot, de 1997, Salamin ng Lagim, que también arrancó aquel año, Guni-Guni, de 1998, True Horror Stories, del mismo año, el número 13. Y en la fila inferior: Jugoi ng Lagim, número avanzado de 1999, Halimaw, de mismo año, Voodoo, un ejemplar de 2003, y Bubog, tebeo de horror de 2009, ayer mismo.

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NIÑO, PRODIGIO DEL CÓMIC.

Alexander N. Niño nació en 1940, en Tarlac, provincia de Luzón, la isla más septentrional del archipiélago filipino. Era hijo de un fotógrafo profesional que se dedicaba a pintar en sus ratos libres. Con cinco años, Niño ya había dejado claro que el dibujo le atraía: dibujaba sobre la arena o copiaba los dibujos de los cómics que había por casa, con siete le robaba el aerógrafo que su padre tenía para el retoque fotográfico con el fin de hacer él sus composiciones cromáticas sobre papel o sobre las paredes, lo cual le acarreó más de una reprimenda.

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Pineda, dibujante de Philippines Free Press (arriba) y F.V. Coching, dibujante de... todo.
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Los primeros autores que le influyeron fueron los de las historietas que llegaban de EE UU, sobre todo Raymond, Foster y Caniff. Niño tenía acceso a todos los periódicos que contenían estas tiras o a las páginas dominicales porque uno de sus primeros oficios fue el de repartidor de periódicos, cuando contaba 10 u 11 años[4]. Niño no se ha pronunciado claramente sobre los autores locales en los que primero se fijó, pero es muy probable que el dibujante Pineda, de The Philippines Free Press, fuera uno de ellos, a la luz de su forma de trazar contornos o aplicar entintado; también parece haber un eco en Niño de los divertidos engendros de Zabala Santos, otro pionero que deleitó a los muchachos filipinos durante los finales cuarenta y primeros cincuenta desde las páginas de Halakhak o Pilipino Komiks. Lo que sí ha reconocido el autor fue su pasión por Francisco V. Coching, el “patriarca” de la historieta filipina. Niño siguió a Coching en cómics de los cuarenta y cincuenta, su dominio anatómico, su calidad en la composición, su reparto de masas de negro para iluminar, los tramados manuales que dotaban de densidad y peso a sus ilustraciones, y también el impulso ingrávido que confería Coching a sus trabajos ilustrados de carácter más desenfadado, como los publicitarios. Aunque todo esto lo comenzó a asimilar el joven Alex a partir de sus visitas a Manila, ya que a su localidad de nacimiento no llegaban todas las revistas de historietas nacionales con puntualidad.

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 Autores con influjo sobre Niño, en el sentido de lectura:  Emil Roriguez, Noly Panaligan, Néstor Redondo y Alfredo Alcalá.

Por fuerza influyeron en Niño las grandes obras de los cincuenta de Coching y otros autores, un periodo en el que la historieta proliferó de manera formidable en Las Filipinas. Nos atrevemos a indicar algunas posibles fuentes: la serie “Bathala” de Coching en Liwayway, publicada desde 1948, o su “Hara Siri” en Tagalog Klasiks desde 1950, la “Prinsesa Bituin” de Ja Guintuan en Bituin Komiks, desde 1950, o el tarzanesco “Buntala” de Virgilio Redondo ofrecido en la revista Silagan Komiks, también desde 1950. Aquel año, precisamente, fue cuando el sello Ace lanzó la revista Hiwaga Komiks, que ofreció al público lector historietas de carácter más fantástico, con el misterio y el horror como invitados habituales. Eso le encantó a Niño, que ya se había demostrado un muchacho curioso, inteligente, y muy interesado por todo lo fantástico. Había descubierto un placer enorme en el acto de dibujar y no dejaba de hacerlo, siempre motivado, siempre ávido por aprender algo nuevo, copiando cada viñeta que veía y planteándose la mejora de sus aptitudes ya de por sí excelentes para el dibujo como una constante prueba de superación. Y practicó, practicó y practicó.

Aparecieron bastantes nuevas revistas en Filipinas durante los años cincuenta, albergues de aventuras mil, donde los autores fueron desarrollando sus estilos, unos sin moverse del clasicismo formal (como Mario del Mar, Néstor Redondo o Alfredo Alcalá en títulos como Aksiyon Komiks o Craf Klasix) y otros, ya maduros, que se atrevieron a formular alguna innovación estilística, como así procedió Coching con su versión de la leyenda nacional de “Lapu-Lapu”, aborigen que recurrió a la brujería en sus lances contra los españoles en Pilipino Komiks en 1954.

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El mayor influjo sobre Niño lo ejerció Coching, como se puede ver en estas imágenes del autor, de los cincuenta y los sesenta.
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Otros autores que esgrimieron nuevos modos de componer y entintar, con figuras retorcidas en dramáticas composiciones, fueron Emil Rodríguez en Kenkoy Komiks o R. Yandoc en Tsampiyon Komiks (ambos pupilos de Coching) en un momento en que la industria de los komiks filipina estaba en su punto álgido: las tiradas alcanzaban los 100.000 ejemplares semanales, si bien no debemos olvidar que hablamos de publicaciones en la mayor parte de los casos impresas sobre papel de mala calidad, en blanco y negro o bitono, y con varias historietas de corta extensión en cada número.

Niño, en 1957, después de haber concluido el periodo de educación secundaria, planteó a su familia la posibilidad de ser dibujante. También, para “satisfacción” de su padre, había querido ser músico de rock, pero un accidente acaecido en uno de sus primeros conciertos le disuadió de proseguir esa carrera. Su padre no admitía otro futuro para Alex que el de ser médico, pues esto había planeado para su hijo mayor, y le envió a Manila a cursar estudios de medicina. Niño los inició, pero jamás los terminó. En 1959 decidió presentar sus trabajos de ilustración e historieta a varios editores de cómics en la capital filipina, al principio con escasa suerte, y únicamente logró que le encomendaran ilustraciones de acompañamiento, a veces alguna historieta de complemento, de una o de media página. Orvy Jundis ha relatado la anécdota de uno de sus primeros rechazos: le prometieron publicar cierta obra pero cuando la fue a cobrar a Manila no le pagaron y, como el joven carecía de dinero para tomar el autobús de vuelta, tuvo que vender sus zapatos para poder adquirir el billete[5].

Niño no se desalentó e insistió hasta que logró trabajar en lo que deseaba. La primera oportunidad se la dio Cristino Mata, editor de la revista Bulaklak, en 1959. Fue una historieta de cuatro páginas protagonizada por un héroe “katipunero”, o sea uno de los que se asociaron para liberar el país de los colonizadores españoles a finales del siglo XIX. Pero los siguientes guiones llegaron raleados, alguna historieta de relleno en una serie, alguna solitaria de escaso número de páginas, insuficiente todo ello para el espíritu inquieto de Niño. Fue por esta razón que el joven dibujante se integró en el estudio del autor Jess Jodloman, no sólo para medrar como aprendiz, también como dibujante de apoyo y obtener algún pago por su trabajo, allí consistente sobre todo en dibujar fondos de viñetas o personajes acompañantes del principal. Durante este periodo aprendió la importancia de la morfología (humana, animal o vegetal), depuró su entintando, supo cómo encajar a los personaje en los fondos que él terminaba, y templó su agresividad estilística. Según lo recordó Jodloman, siempre se mostraba ansioso por experimentar, por plasmar en el papel toda la documentación que había reunido; y también por entintar sus lápices y recrearse con las florituras y los detalles decorativos[6]. Niño, además, se mostraba incansable y ávido por impostar su presencia en toda página en la que intervenía; de hecho, la obra por la que más se recuerda a Jodloman, Ramir, fue dibujada por Alex casi por completo durante el año que actuó como asistente de Jess, quien sólo hizo las caras de los personajes.[7]

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Página de Ramir, de Jess Jodloman

Los influjos más patentes durante su aprendizaje bajo las alas de Jodloman fueron Coching, que era el referente para todos en cuanto a la creación de personajes y desenvolvimiento de la acción, en segundo lugar Yandoc, seguidor del anterior pero que forzaba más aún a los personajes en las escenas de acción, luego Redondo, por el refinamiento en la ejecución de los lápices y el encaje de las figuras, y por supuesto Alcalá en las técnicas de entintado y también en la planificación. Fue precisamente debido a la aparición del personaje vikingo enfrentado a lo sobrenatural Voltar, creación de Alcalá para Alcala Fight Komix, cuando Niño quiso dar el salto definitivo como profesional. Pero no lo tuvo fácil. Durante los primeros años sesenta, la edición de cómics en Filipinas comenzó a rodar por la cuesta de la crisis; lentamente tras la caída de la monopolista Ace, más aceleradamente desde la subida al poder en 1965 del dictador Marcos. La edición, al dejar de estar monopolizada por Ace, fue protagonizada por varios editores, entre ellos algunos autores (guionistas o dibujantes), capaces tanto de dirigir estas pequeñas empresas como de crear decenas de páginas a la semana sobre la base de un esfuerzo continuado y demoledor. Esto fue así en los tebeos del sello GMS, como Kilabot Komiks, o los de CRAF Publications, fundado en 1963 por un colectivo de autores entre los que se encontraban Alcalá y los hermanos Redondo. Hubo otros sellos, y Niño lo intentó con la mayoría pese a que su estilo era inadecuado a los ojos de algunos editores, o demasiado heterodoxo a su juicio, pues le sugerían cambios en su tratamiento de la historieta que él nunca quiso admitir, aferrado ya entonces a la idea de que su trabajo era una obra artística, no un “producto”.

Niño era un hombre de gran creatividad pero con el carácter cerrado de la población de raigambre rural de Tarlac; era respetuoso con las tradiciones de su gente y de la mitología y folclor de su isla, al tiempo que un testarudo creador que quería hacer cómics al mismo tiempo que Arte. De hecho, cuando no podía dibujar historietas se esforzaba con la ilustración, fijándose durante estos años mucho en la estampa japonesa y en las obras de paisajistas chinos, así como en la caligrafía con pincel chino, de lo cual se convirtió en experto. Durante los quince años que estuvo dibujando historietas para publicaciones en Filipinas pasó algunos periodos sin trabajo debido a rechazos o discusiones con editores. Esos paréntesis los utilizó Niño para seguir abordando trabajo de ilustración y pintando. Así es como obtenía unos dólares de los militares americanos asentados en la Clark Air Force Base cercana a Manila, una de las primeras dispuestas en tierra filipina por EE UU a principios del siglo XX. Podemos afirmar sin faltar a la verdad que los primeros trabajos de Niño para los americanos fueron estos.

 
Algunos de los primeros trabajos de Niño, con ascendencias varias: Katuparan (Espesyal Komiks, 297, X-1965), que podría recordar a Breccia, y el trabajo parecido al de Alcalá titulado Mikrobyo (Pynoy Komiks, 71, I-1966).

Pese a que se iba ganando la vida, Niño se entristecía cuando le rechazaban sus cómics. Su propensión a la depresión se acentuó aquellos años, lo que le condujo a la bebida. Por fortuna, hacia 1964 comenzó a publicar con cierta regularidad guiones algo más interesantes, algunos con elementos fantásticos, en cabeceras como Bulaklak, Fantasia Komiks, Espesyal Komiks o Sampaguita Komiks, donde desarrolló la serie Fantasmo en 1965, por ejemplo. Ese año despegó algo más como autor al trabajar junto a Clodualdo del Mundo en la serie Kilabot ng Persia (o El Terror de Persia) para la revista Pilipino Komiks. Luego comenzó a ensayar con estilos nuevos, dentro de lo ortodoxo, en su trabajo con otros guionistas, como Marcelo B. Isidro (con él creó Dinoceras para Redondo Komix), Virgo Villa (que escribió la serie Tsangga Rangga) o Fernan Santiago. Niño terminaba las historietas con el estilo que les convenía, resolviéndolas tanto al modo “neoclásico” de Redondo o Alcalá, el habitualmente usado para las historias de romance o drama, como con un trato expresionista de la imagen, que es lo que ocurrió con la historieta de horror “Katuparan” publicada en Espesyal Komiks núm. 297. En esta historieta, escrita por el mencionado Santiago, Niño trabaja con los fuertes contrastes en un estilo que recuerda por momentos a Horak (el dibujante de James Bond), por lo que se refiere a la resolución de rostros y vestuario, y por momentos a Alberto Breccia, por lo que se refiere al reparto de la luz y el tratamiento de la secuencia narrativa.[8]

Páginas de komiks fantásticos de Niño, de 1967 y 1969 las dos superiores, pertenecientes ambas a la serie de vampiros Uhaw sa Dugo, una de Bruhilda también de 1969 y, la inferior derecha, de 1971 publicada en Kidlat Komiks. Obsérvese su progresión en la composición y en la tinta, y también en la rotulación de los títulos.

En 1966, Niño participó en la serie Mga kwento ni Kenkoy con "Gamugamo" para Pinoy Komiks, el mismo año que comenzó a dibujar la saga fantástica titulada Gruaga en Pioneer Komiks. Y no abandonó este género, porque con Isidro hizo posteriormente la serie Mga Matang Nagliliyab (“Los ojos que brillan en la oscuridad” sería su traducción), donde ya explotaba su extraordinario sentido de la composición, forzada, estirada, deformada hasta un punto sorprendente. Pero ahí acabó su suerte. Gruaga terminó en 1967 y dejó de haber trabajo para Niño, acaso porque los editores preferían las relamidas viñetas de la mayoría de filipinos que las extravagancias de Alex. Y Niño, rabioso y frustrado, solo encontró consuelo en el fondo de una botella de ron[9].

Le sacó de la desesperación el autor Leandro Martinez, que le recomendó que viese a Gómez, guionista que había fundado el sello con sus siglas, PSG Publishing House. “Mang Pabling” andaba a buscando valores nuevos y Alex apareció, abatido y sin esperanzas, en el momento oportuno. Gómez fue su salvador. Le arrancó de las garras del alcohol y le puso a dibujar, sin pausa, dándole plena libertad, lo cual supuso un renacer para Niño. De 1969 a 1972 no paró de dibujar historias de todo tipo, incluso románticas, para las revistas de PSG y para alguna otra editorial: Universal Komiks, United Komiks, Continental Komiks, Lagim Komiks (donde desarrolló la serie titulada Vampirella en 1971), Planet Komiks (de 1971 a 1972, donde dibujó la serie La Bamba) o Hiligaynon (ya en 1973). De sus colaboraciones con PSG surgieron algunos personajes que, de tan populares que fueron, llegaron a vivir aventuras fuera de las viñetas, como la bruja Bruhilda, que de los dibujos de Niño pasó al cine.

LA FRUSTRACIÓN PRODUCE MONSTRUOS.

Páginas de Tsangga Rangga (Espesyal Komiks, 338, V-1967) y, abajo, Gruaga (Pioneer Komiks, 10, X-1966).

En este abrupto recorrido por las publicaciones filipinas de los sesenta Niño maduró definitivamente su estilo. Podemos escoger tres de las series que dibujó como hitos en su progresión estilística, que es la que mantendría y depuraría en lo sucesivo, al menos hasta los años ochenta: las de 1966 Tasangga Rangga y Gruaga, y la de 1972 Sargon.

 

Tsangga Rangga, una serie de aventuras tribales escritas por Virgo Villa para Espesyal Komiks fue dibujada por Niño en la estela de sus mentores: con el cuidado de Coching en la anatomía, con alguna traza del dinámico Yandoc, con un entintado muy generoso, al modo de Alcalá o Redondo, y sobre todo por las composiciones recargadas y cierto gusto por deformar personajes. Este Niño era un autor aún pendiente de sus maestros pero que ya apuntaba maneras propias. En la revista, Espesyal (que ya se había especializado en aventura con elementos fantásticos), hizo además algunas portadas, donde también mostró atisbos de querer experimentar con las composiciones; aunque esto cesó en 1968, año a partir del cual el editor comenzó a ilustrar las cubiertas con montajes fotográficos de estrellas del cine nacional.

En la obra de fantasía Gruaga, publicada en Pioneer Komiks, fue donde Niño deseó por primera vez mostrarse como autor completo, firmando Alex N. Niño por entonces. Aquí el dibujante sorprendió por usar unas fórmulas para componer la página que eran insólitas. No solo mostraba un estilo propio, también una fuerte personalidad: al dominio absoluto de la figura humana sumó la distorsión de la figura, incorporó composiciones organizadas en diagonal con respecto a la página, a las masas de negro le añadió furiosos chisporroteos de luz (o energía), y al conjunto así dinamizado confirió solidez con tramados manuales aplicados con plumilla sabia.

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Doble página de Sargon, de 1972.

Una de sus obras más recordadas de este periodo fue Sargon, una suerte de Tarzan al estilo filipino que dibujó sobre guiones del mismo P.S. Gómez en las páginas de Universal Komiks desde 1972. Niño aprovechó las evoluciones de este joven semidesnudo para deleitarse con todo tipo de demonios cavernarios y bestias selváticas, pues le encantaba dibujar monstruos y deformidades. El émulo tarzanesco contrastaba fuertemente en estas páginas con los escenarios y los otros habitantes de las viñetas, su lampiño cuerpo era lo único canónico, lo demás aparecía retorcido, desencajado, con la apariencia de no pertenecer a un mundo real, como procedente de una pesadilla. Y aquí llega el momento de resaltar, como en las tres series anteriores, la increíble capacidad de Niño como rotulista. Sus rótulos, los títulos de las historietas, los logos que diseñaba, parecían estar vivos. Palpitaban, latían, como entes orgánicos; las letras se combinaban con formas animales o humanas o desafiaban cualquier regla para abultarse y deformarse.

Las dotes de Niño para la composición de sus obras no sólo dentro de las viñetas, también en la página y en la doble página. Estos ejemplos son de 1967.

En efecto, Niño ya era el mejor dibujante de lo monstruoso jamás visto. Él mismo declaraba su pasión por dibujar criaturas horrendas, las cuales surgían de sus frustraciones o las deformaba a partir de las facciones de personas a las que había cogido manía (o bien de otras fuentes de la imaginación más… etílicas)[10]. Sea como fuere, se convirtió en un maestro de lo grotesco en sus historietas de corte fantástico. Niño era capaz de rescatar seres del imaginario filipino, algunos de ellos reminiscentes de ancestrales espectros orientales, y los combinaba con mil formas para reconstruir una fauna horripilante: ojos en vertical, ojos únicos, bocas ensanchadas, rostros aplastados, cabelleras hirsutas, osamentas erizadas, barrigas abombadas, bocas como vaginas, cuerpos como intestinos, pieles reptilescas, seres antenados y aleteados, tentáculos por doquier… Había en los monstruos de Niño un inevitable apego con la tradición de su tierra al mismo tiempo que bullía en ellos algo sexual. Una sexualidad sucia, blanda y vieja, que producía horror.

Pero el autor no pudo seguir desarrollando este repertorio de fealdades en los cómics de su país con asiduidad. La crisis se había acusado desde la subida al poder del conservador Ferdinand Marcos. Su gobierno represor fue minando la industria de los cómics al aplicar sobre los editores fuertes cánones, que además sufrieron también dificultades en la distribución y vieron rechazados contenidos y detenidas tiradas enteras por razón de la censura, y eso sin tener en cuenta el cada vez más preocupante desabastecimiento de papel. En 1972 fue declarada la ley marcial y todo el país se fue al traste. El crecimiento de la industria de los cómics se detuvo abruptamente a partir de aquel año, como puede extraerse del total de nuevos títulos lanzados en este periodo. En 1968 se habían puesto en circulación trece nuevas publicaciones de o con historietas en las Filipinas, entre ellas el título Maligno Komiks donde Niño desarrolló un argumento de horror; en 1969 fueron treinta y seis los nuevos títulos, bastantes de ellos con carga erótica; en 1970, se redujeron a veintiséis; en 1971 fueron treinta, también trufados de erotismo muchos de ellos. Todo eso se acabó con Marcos: en 1972 se lanzaron sólo cinco títulos nuevos, en 1973 y 1974 del orden de diez, pero la mayoría de ellos iban destinados a reeditar clásicos o bien fueron creados con contenido propagandístico, en 1975 sólo se publicó un nuevo tebeo filipino: Kampeon Komiks[11].

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Puntong Diyablo

Niño dibujó a lo largo de la década que iba de 1959 a 1971 más de trescientas historietas cómics en diferentes cabeceras filipinas, alcanzando un estilo extraño, osado, brillante y único, como demostró en 1970 con “Puntong Diyablo”, una serie de fantasía heroica pionera que versaba sobre un cazador de demonios. En estas páginas volcó el dibujante todo su conocimiento de la narrativa y resolvió con desfachatez la tinta, aplicada agresivamente, como correspondía a una historia brutal y terrible, plagada de demonios y miedos. Este tipo de ejercicios de estilo o atrevimientos ya no lo ejercitó Niño para la historieta filipina, sí desde Filipinas, afincado en su patria, pero para otros mercados donde no existía una figura como la de Marcos. En 1971, Tony de Zúñiga, que fue el primer dibujante filipino en dar el salto profesional a los EE UU, le visitó con su esposa americana y le quiso convencer para que se fuera del país. No aceptó, pero al menos accedió a remitir muestras de su trabajo a los editores americanos por mediación de De Zúñiga, que se convirtió en su agente para toda su obra destinada a editores americanos. La primera historieta que hizo de prueba fue su pasaporte y desde 1972 comenzó a publicar en comic books de DC Comics.

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Espectacular portada de Niño de 1972, cartel para cine dibujado por Niño en 1974 y una de las ilustraciones que hacía a mediados de los años setenta.
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Niño siguió trabajando en las Filipinas, incapaz de moverse de su casa en Tarlac (necesitaba quietud y orden para trabajar), alternando cómics para los editores americanos con otros para editores filipinos hasta 1975, que sepamos, ya que su serie Mariposa Dagat se estuvo publicando hasta ese año en la revista Liwayway. Pero la demanda americana fue mayor, mucho mejor pagada, y arrastró los lápices de Niño hacia el otro extremo del Pacífico, como ocurrió con una gran cantidad de compatriotas suyos. Con el comienzo de la década de los setenta, los autores filipinos publicaron más habitualmente en el mercado de los comic books que en de los komiks tras las gestiones del autor y teórico Manuel Auad que les fue introduciendo junto con De Zúñiga en DC, primero, y luego en Marvel Comics y otros sellos. Niño no se mudó a los EE UU como algunos de sus colegas fueron haciendo (De Zúñiga, Chan, Alcalá), se quedó en su casa otros diez años pese a que quisieron llevarle a América al menos en dos ocasiones: en 1974, de la mano del guionista Orvy Jundis, y en 1976, invitado por el cineasta Ralph Bakshi para trabajar en la película Wizards.

Durante toda la década de los setenta dio lo mejor de su arte a los editores americanos, remitiendo página tras página de historieta por correo, con destino a todo tipo de sellos (DC, Marvel, Warren, Red Circle, Eclipse, Megaton Publications, Horizon Zero Graphics, New Comics, Dark Horse, Image) y en títulos tan dispares como Creepy, 1994, House of Mystery, Bold Adventures, Star Reach Classics, JLA, incluso intentó trabajar haciendo tiras de prensa.

La obra de Alex Niño en EE UU ejemplifica la calidad de los autores de ese país. Una calidad producto de una industria cruel en la que sólo sobrevivían los mejor dotados, que trabajaban a un ritmo endiablado sobre la base de una formación muy sólida, asentada sobre tres o cuatro pilares estilísticos básicos, y que tuvo entre sus temas predilectos la tradición, las manifestaciones fantásticas de su folclor y los héroes nacionales, siendo el horror uno de los géneros de interés tanto para autores como para público. El trabajo de Niño para el exterior siguió siendo “filipino” en tanto que lo elaboraba desde el archipiélago, pero ya se había convertido en parte de la historieta producida en América. Su talento desbordado supuso un cambio radical en el modo de entender el cómic de horror en los comic books y, cuando comenzó a dibujar en los magazines, con mayores libertad y posibilidades de expresión, sorprendió a todos con increíbles monstruos en historietas y también con sorprendentes “historietas monstruo”.

NOTAS

[1] Lent, J.A. (2001): “Introduction”, en Illustrating Asia. Comics, Humor Magazines and Picture Books, Honolulu: University of Hawai’i Press, pp. 2 y 4.

[2] Para saber más, consúltese la enciclopedia web de los cómics filipinos, Komiklopedia, concretamente este texto.

[3] Todos los datos sobre cómics de horror en Filipinas los hemos extraído del esfuerzo recopilatorio de los autores de la Komiklopedia (http://komiklopedia.wordpress.com/), tarea anónima y fundamentada en los trabajos previos de Cynthia Roxas y Joaquin Arevalo, Jr. (A History of Komiks of the Philippines and other Countries), la Francisco V. Coching Foundation (Komiks: Katha at Guhit ni Francisco V. Coching), y los sitios web de Steve Santos (http://unanglabas.blogspot.com/), Arman T. Francisco (http://arman-komixpage.blogspot.com/), Simon Santos (http://video48.blogspot.com/), Gerry Alanguilan (http://alanguilan.com/museum/), Randy Valiente (http://www.usapang-komiks.blogspot.com/) y Dennis Villegas (http://pilipinokomiks.blogspot.com/).

[4] Cooke, J.B. (2004): “Alex Niño is Fearless”, en Comic Book Artist vol. 2, 4, p. 96.

[5] Jundis, O. (1978): “Introduction”, en Satan’s Tears. The Art of Alex Niño, Detroit: The Land of Enchantment, p. 1

[6] Amigo, C. (1979): “A Lust for Experiment… Niño’s Art”, en The Philippine Comics Review, 1. Manila: Tikbalang Publications, p. 42.

[7] Cooke, 2004, op. cit., 98

[8] Puede leerse la historieta completa en este enlace de Alanguilan.com

[9] Esta insistencia con el alcohol, o los posibles problemas del autor con el ron, proceden de las indicaciones de C. Amigo en sus textos publicados en The Philippine Comics Review en 1979. Cooke, en su entrevista de 2004 le preguntó sobre este particular: si se drogaba o estimulaba de algún modo a la hora de crear. Niño reconoció que bebía pero nunca mientras trabajaba, y que aparte de eso sólo había probado algo de hierba. Vid. Cooke, 2004, op. cit., p. 100

[10] Según confesaba el dibujante en “The Thoughs of Alex Niño”, entrevista de Celestino Amigo publicada en The Philippine Comics Review en 1979 (pp. 44-47), acompañado de una botella de ron.

[11] Datos extraídos de “A Chronology of Philippine Komiks”, listado tomado de Komiklopedia, que se puede consultar en este enlace.

Ensayo formado por tres artículos. Ver partes 2 y 3: 2: ALEX NIÑO Y EL NUEVO HORROR AMERICANO  << 3: LAS INFINITAS PÁGINAS DE ALEX NIÑO >>
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Creación de la ficha (2010): Manuel Barrero. Con edición de Antonio Moreno
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2010): "La historieta filipina de horror", en Tebeosfera, segunda época , 5 (3-IV-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 01/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_historieta_filipina_de_horror.html