MUJERES EN LA OBRA DE ANTONIO MINGOTE
LOMBILLA

Resumen / Abstract:
Notas: Texto escrito expresamente para el número 9 de TEBEOSFERA -especial sobre el tratamiento de la mujer en el humor gráfico y en los cómics- como homenaje a Antonio Mingote, fallecido el día 3 de abril de 2012. A la derecha, una viñeta característica de Mingote, con una de sus muchachas emblemáticas, moderna, fresca, rozagante.
Palabras clave / Keywords:
Representación femenina/ Female representation

MUJERES EN LA OBRA DE ANTONIO MINGOTE

COMO TODAS LAS MAÑANAS

(Disparate póstumo en un prólogo algo elogioso, un acto bastante erótico y un epílogo ciertamente entrañable)
 
PRÓLOGO

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Fotograma del programa televisivo Un, dos, tres, con fondo diseñado por Mingote  
El 1 de octubre de 1982, el célebre concurso televisivo Un, dos, tres… estuvo dedicado a Antonio Mingote. Con decorados hechos a partir de sus dibujos y mostrados por unas azafatas que parecían haber sido dibujadas también por él, el plató del programa se convirtió por una noche en un delicioso universo Mingote. Ahora que el humorista ha muerto, resulta tiernamente tentadora la idea de imaginárselo en un paraíso confeccionado igualmente a partir de dibujos suyos por la celestial plumilla de alguna divinidad, epígono sin duda del maestro. Un cielo lleno de globos que brotaran del suelo con tan desconcertante facilidad como lo hacen en sus viñetas, y personajes entre festivos y melancólicos que entretendrían la eternidad haciendo molinillos de papel, pintándose besos en la cara o pidiendo formalidad disfrazados, lógicamente, de payasos.

En ese onírico edén, locus amoenus de tinta con toques de grafito y aguada, estaría prohibido pisar la hierba sólo para que sus moradores, en cumplimiento de tan oportuna restricción, pudieran lanzarse a volar flemáticos y vaporosos para culminar por el aire sus paseos mañaneros. Sería un edén a medida lleno de suicidas decadentes, capaces de colgarse incluso de un platillo volador, y escaleras imposibles en las que hasta el mismísimo Escher se perdería con gusto por ir seguramente tomando notas para mejorar sus propios grabados.

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Por obra y gracia del poder que nos da la fantasía, una vez abolidos los límites del espacio y del tiempo, esa deidad que imaginamos mezclaría, con promiscuidad y cachonda alevosía, a cavernícolas sorprendidos por insólitas lluvias de metal con torpes caballeros andantes, indefensos frente a una simple flor, mientras algún pérfido angelito pone una teja de Damocles en la cabeza de un náufrago desprevenido. Y no podrían faltar señores de negro aplaudiendo con entusiasmo solemnes inauguraciones de chistera, mantilla y tijeras. Y habría laberintos absurdos sin salida, verdaderas aporías de cemento y ladrillo; amigables espantapájaros capaces de despertar curiosidad erótica en señoras de bien; edificios con plaza de toros y claustro monacal; ventrílocuos románticos; vagabundos filósofos; estatuas poéticas y enigmáticas; automóviles disparatados; políticos Gundisalvos; repelentes niños con globito Montgolfier y, también, algún pocero lírico que mirara el reflejo de la luna en el agua de una cloaca con la misma nostálgica resignación con la que nosotros, en fin, miramos todo el luminoso imaginario mingotiano, ese cautivador vergel de encinas barroquizantes, palmeras de cartón y mujeres; las mujeres de Mingote, que necesariamente han de tener una parcela independiente en este cielo fabulado.

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Dejó escrito Mingote que de todas sus obras su favorita era Hombre solo, conjunto de dibujos por los que prefería ser juzgado en caso de que alguien quisiera ocuparse de tal asunto. Sin ánimo de contradecirle, y aceptando ciertamente que esta humorística pero desgarradora visión del destino del hombre es una obra mayor dentro de su gran producción, un prurito de justicia impele, sin embargo, a colocar junto a este monumental tratado de la soledad, en igualdad de condiciones y por derecho propio, a sus mujeres, cariátides sin las que sería difícil entender el hermoso templo de humor que es la obra de este dibujante extraordinario.

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Este conjunto de imágenes, como los grupos anteriores, han sido extraídas de la obra Hombre solo.


Ya sean sus señoras gordas de arrobas costumbristas o sus picassianas adolescentes en tanga, tesis y antítesis de la belleza ante la que siempre se mostró tan atónito como admirativo, sus arquetipos femeninos constituyen una obra independiente. Y bien pudiera ser que Mingote, ajeno a nuestra propia inventiva, haya querido pasar la infinitud de su descanso en un rincón de este cielo de ensueño dibujando eternamente el bello y erotizante retablo que son sus mujeres, una y otra vez, con amoroso trazo y voluptuosa dedicación. Quizá, quién sabe qué prodigios puedan acontecer en este lugar idealizado con el que venimos fantaseando, Mingote ha decidido tomar él las riendas de esta ensoñación y ahora mismo, felizmente liberado ya de nuestra obsequiosa cursilería, esté esbozando la delicada línea de un muslo futuro. Y es entonces cuando decidimos, con arrojo insolente, adentrarnos nosotros mismos en esta viñeta algodonosa para asistir emocionados al milagro de la creación. Sí, ahí lo vemos, mientras pisamos de puntillas la tinta aún fresca de este suelo dibujado, observamos a Mingote sentado frente a su tablerillo de dibujo con un lápiz en la mano derecha. Le rodean varias mujeres que no paran de moverse con afectación, como ensayando posturas, con las que charla en alegre antesala mientras esperan ser recibidos, autor y modelos, por las musas.

 

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   Las Meninas, por Mingote.
Esta imagen nos recuerda al relato Como todas las tardes,incluido en el libro De muerte natural,que Mingote publicó en 1993. Es un divertido teatrillo que se desarrolla en el Museo del Prado, dentro del cuadro Las meninas, en el que Velázquez habla con sus personajes antes de pintarlos. Atrapados en el ámbar del lienzo, cada tarde repiten la misma escena para distraer el ocio de los visitantes del museo. Y cada tarde, indefectiblemente, han de escuchar a algún pedante afirmar que Velázquez fue capaz de pintar el aire. Y cada tarde, antes de que el maestro comience a pintar, la infanta Margarita Teresa se eleva lentamente, lindo globo rosa y gris, para levitar por el aire.

Tal vez, decididamente resuelto a dirigir él y no un diosecillo de atrezo la creación de su mundo post mórtem, Mingote, porque le da a él la gana, está recreando aquel cuento suyo preparándose a dibujar como solía, por las mañanas, después de pasear por el parque del Retiro, una de esas estupendas viñetas que eran auténticos editoriales…

ACTO ÚNICO

MINGOTE.– Lo soltó. (Se ha dirigido a una señora gorda de clase media que, sentada en un cómodo sillón a varios metros de él, se repanchinga mientras teje, casi con fruición, una bufanda, o quizá sea un jersey, de lana).

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Sobre estas líneas, los estereotipos mingotianos de mujer: la obesa, hacendosa y dominadora, y la joven escultural. Bajo estas líneas, Lisarda da la mano a Mingote.  
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Sin levantar los ojos de su labor). Y con los obituarios de la prensa tengo contabilizados ya setenta y siete que dicen lo de los chistes que son como editoriales…(Se acerca corriendo una rozagante jovencita en bikini que juega, con graciosa despreocupación, con una bonita pelota de playa).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
Y si sumamos los que han repetido aquello de Francisco Umbral de que usted ha sido el Picasso de los periódicos, el número de pedantes se hace infinito. ¡Ja! (Lanza con fuerza la pelota al aire mientras da saltitos que hacen temblar unos pechos como melocotones tempranos que MINGOTE mira con indisimulada fijación).

MINGOTE.–
(Sin apartar la mirada de los juveniles pechos). Y éste me parece a mí que además de pedante es un mirón que sólo viene para veros a vosotras…Quizá debería decirle que se vaya…
 
(Del fondo de la estancia sale una mujer que contrasta mucho con todas las demás. Viste de negro, con un traje largo entallado de mangas jamón, delgadísima, sin curvas y con unos ojos grandes y tristes. Es la mujer de la Pareja Siniestra que Mingote creó al entrar en La Codorniz, en 1946, y que bien podría llamarse LISARDA, como la bautizó el escritor y periodista Ángel Palomino).
 
LISARDA.– (Quitándole el polvo con un plumero, ingenua, hacendosa y macabra, a una blanquísima calavera que lleva en la mano izquierda). Deja que se quede, Antonio (Por haberlo conocido en su juventud, ella es la única que tutea a MINGOTE), ¿a ti qué más te da, hombre? A mí no me importa que me mire. (Coloca la calavera reluciente encima del tablerillo de MINGOTE).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Lanzando, juguetona, la pelota de playa a la calavera de LISARDA, que, asombrosamente, la cabecea con maneras de delantero centro). No te hagas ilusiones, flacucha, quién va a querer mirarte a ti con lo vestida que vas, que no se te ve ni un centímetro de carne; y con esos aires decimonónicos que tienes, que es que da repelús mirarte, hija. (Se tumba, como si fuese a tomar el sol en la playa, muy provocativa).Ese mirón viene a mirarme a mí, que soy la única con carga erótica aquí. (Con un movimiento casi imperceptible se quita la parte de arriba del bikini mientras LISARDA, con ojillos de dolorosa gótica, coge de nuevo la calavera para acunarla en sus brazos, con dulzura fúnebre, y se aparta un poco, como si hiciera un discreto mutis pero sin irse del todo para seguir escuchando a la jovencita engreída, que continúa hablándole). Mira, chica, tú no te ofendas, pero yo te veo un parecido enorme con la Olivia de Popeye. Asexuada perdida, vamos… (Mientras dice esto, orgullosa, alegre, vivaz y un poco gamberra, va recorriéndose el cuerpo con las manos).

LISARDA.– (Dejando de mecer a la calavera interrumpe a la joven, pero hablándole con tono amable, muy candorosa). Claro, mujer, yo soy así, pero sólo por exigencias del guión, como si dijéramos… (De la cuenca derecha de la calavera salta una gata negra que se coloca, ronroneando a gusto, a los pies de MINGOTE). Nací en plena posguerra, fíjate tú…Y aunque Antonio empezó pronto a dibujar mujeres..., mujeres…, cómo te diría yo… (Vergonzosa, se tapa la cara con la calavera. Enternecedoramente picantona). ¡Tías buenas! (Señalando a la jovencita con la calavera), así como tú, a mí me hizo como me hizo y no me importa, porque la Pareja Siniestra, que era como una “familia Addams” a la española, estuvo publicándose con mucho éxito algunos años en La Codorniz

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Lisarda, nada erótica. Como no lo fueron sus mujeres gordas (en la imagen central, odiada por su marido, en la derecha, imaginada como una Maja).  


MINGOTE.– (Interrumpiendo, con una sonrisilla indulgente instalada en la boca y como siguendo el hilo de un pensamiento interno, se dirige a la joven mirando ora sus pechos, ora sus ojos). Cuando llegó La Codorniz fue una revelación, me abrió las puertas a un mundo donde me sentí muy a gusto. Fue una luz en una España triste, pobre, llena de resquemores y con odios. Para los viejos fue un horror y ¡rugían de odio! porque era una constante burla de lo más respetable: la cursilería, los considerados buenos modales, la ñoñería... Y dicen algunos “listos” que fue una revista “descomprometida”. ¡Cómo va a ser comprometida una revista en el cuarenta, cuando ponías muslo y te lo tachaba el censor…!No diré que La Codorniz sea mi tema favorito, es que apenas tengo otro… (Con los músculos orbiculares congestionados de tanto mirar los juveniles pechos, se pone a dibujar hablando para sí, muy abstraído). La Codorniz fue como mi madre. Ella me parió al mundo del humor y del periodismo; ella me enseñó a comportarme con libertad, comprensión y tolerancia. Curiosamente, ella me enseñó buenos modales antes de parirme, que eso sí es maternidad responsable. En ella aprendí que lo tradicional no es lo mismo que lo rancio, que lo popular no tiene por qué ser cutre, que hay que distinguir entre lo poético y lo cursi y entre la carne y el pescado. O sea, de La Codorniz aprendí lo que se llama la buena educación.


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  La chica de sinuosas formas de Mingote asomó prontamente en sus viñetas y portadas, como esta de La Codorniz.
LISARDA.– (Colocando la calavera en el suelo, muy cerca de la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI,que está ahora sentada con las piernas cruzadas, en plan Toro Sentado. LISARDA se sienta encima de la calavera y habla con tono afable mientras acaricia con los delgados deditos blancos de su mano izquierda el carrillo derecho de la joven). Pues sí, hijita (Estirando un poquito el cuello, con vanidad contenida), yo he sido la primera “mujer” de Antonio. Al principio me dibujó bajita y gruesa, pero después me estilizó (La jovencita la mira y aguanta la risa, MINGOTE continúa dibujando, y la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO sigue haciendo punto). A mi pareja también la hizo distinta. Primero era un hombre alto y voluminoso, pero después Antonio le quitó altura y también lo adelgazó. Vamos, que lo españolizó (Se ríe y de su cabeza sale el típico bocadillo de pensamiento, en el que aparece el hombre de la Pareja Siniestra. Se llama Clodulfo y es un hombre bajito y delgado, efectivamente; de rostro severo, barba larga, sombrero de copa, levita y pantalones a cuadros. En una mano lleva un paraguas negro y en la otra una palmatoria. Al ver el pensamiento de LISARDA, MINGOTE sale de su mutismo dibujador para soplar, con mucha fuerza y guasa. No quiere MINGOTE que entren hombres en este gineceo, y con su soplido bromista logra deshacer el bocadillo de pensamiento de LISARDA, que sigue hablando. MINGOTE se pone ahora a sacar punta al lápiz). Realmente nosotros no éramos más que una metáfora de la sociedad española, que estaba presa en el siniestro castillo de la dictadura. Yo vivía con mi marido, o lo que fuera, porque Antonio (Guiñando un ojo a la jovencita. Dulcemente picarona) nunca aclaró si estábamos casados; vivíamos, te decía, intentando hacer una vida normal en nuestro castillito tan alegremente, o mejor habría que decir tan tristemente, claro, hablando de nuestras cosas, planeando nuestras vacaciones, disfrazándonos en carnaval, leyendo cuentos... (Le da un beso en la frente a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, se levanta, coge la calavera volviendo a mecerla en sus brazos y, ensimismada en sus pensamientos, se va haciendo, esta vez sí, un mutis como Dios manda. La gata negra se ha quedado jugueteando ahora con los ovillos de lana de la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.– (Incorregible) ¡Vaya tía! ¡Qué mustia y qué fea! (Comienza a echarse bronceador de un tubo que llevaba guardado en la braguita del bikini). ¡Don Antonio hizo muy bien en llamarla “siniestra”!

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La mujer entrada en carnes y carpetovetónica de Mingote suele plantear amenazas o bien imponerse sobre el hombre.  
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Sin levantar, como suele, los ojos del punto. Maternal y didáctica). Debes saber, niña, que el adjetivo “siniestra” se debe a Álvaro de Laiglesia, el director de La Codorniz. Pero en 1955, don Antonio dejó temporalmente la revista para dirigir otra que se llamó Don José, y allí, de forma anecdótica, volvió a dibujar a la pareja, pero llamándola simplemente “Esos dos”... (Cruzando velozmente las agujas). Eres muy injusta con la pobre Lisarda al llamarla fea. Yo creo que no sólo no es fea, sino que tiene un no sé qué que le da una belleza especial. Quizá sea la belleza de la inocencia, tan ajena a esa belleza física y pectoral de la que tú, con tanta ligereza, alardeas. Aunque sólo sea por esos ojazos tristones y esa sonrisilla melancólica que siempre lleva pintada en la boca, Lisarda me parece una mujer muy bonita… Y, además, no me gusta que te metas con ella porque en Lisarda veo yo, fíjate lo que te digo, un antecedente de mí misma y de lo que yo represento. (La JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI se ha quedado dormida y no escuchará la disertación de la señora gorda, que, sin dejar de mirar las cruces que hace con las agujas, sigue hablando). Ella es, cómo te diría, una especie de primer estadio de la mujer de Mingote… La pionera, vamos. Lisarda iría la primera en un imaginario cuadro evolutivo, como ese de los monos y los australopithecus y cromañones que se siguen unos a otros perdiendo pelo mientras se yerguen. De ella después vinimos todas (Irónica), bueno, unas más que otras, porque si yo he seguido más o menos en la “rama” de la que procede Lisarda, es decir, la rama en la que se encuentran las amas de casa carpetovetónicas, por decirlo de alguna manera, que protagonizamos esas escenas costumbristas con las que don Antonio tan certeramente retrató la cotidianidad española, tú, sin embargo, es que has ido, hija mía, por una rama que a mí, y perdona que te lo diga, que a mí no me gusta nada porque no me parece decente. (Falsamente enfadada). ¡Tú te has ido por las ramas, hija! Ea, ya te lo he dicho… Pero ahora no quiero hablar de ti, que sé que no me escuchas (Aunque nunca levante los ojos de la labor, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO siempre se da cuenta de todo y sabe que la muchacha se ha dormido). Quiero hablar todavía un poco más de Lisarda, porque creo que se lo merece. (Como para rubricar lo que ha dicho, menea el culo gordo de matrona abnegada buscando la postura más cómoda para continuar con su punto y con su discurso). A pesar del ambiente tétrico de sus viñetas, Lisarda es inocente, tenue, suave, con no se sabe qué de ingrávido y de imponderable. En ella, la envoltura física es, más que física, metafísica. No es nada; pero, en su misma sencillez y en su mismo no ser nada, lo es todo, y diríase que cuanto quiere comprender lo trae comprendido ya de otras regiones o de otras vidas. Su inocencia absoluta está llena de absoluta sabiduría… Es profundamente natural, como la naturaleza misma…

MINGOTE.–
(Que ha terminado ya de afilar el lápiz y vuelve a mirar los pechos de la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI. Muy alegre). ¡Eso es de don Enrique Jardiel Poncela…!

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
Es que usted admiraba muchísimo a Jardiel…

MINGOTE.–
(Mirando con un ojo a la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO y con el otro donde ya se sabe). Más que su teatro, me gustaban sus novelas. (Muy orgulloso). Una vez que hablé con él en un café madrileño, me dijo que me admiraba mucho… (Orgullosísimo). ¡Eso me dejó patidifuso! (Un poco estrábico por el esfuerzo ocular, vuelve a su tablerillo).

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  Primera obra literaria de Mingote e ilustración de Goñi para la misma.
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– Pues sí, Lisarda tiene ese aliento poético de los mejores personajes femeninos de Jardiel Poncela…

MINGOTE.–
(Dibujando). Y no te olvides de Miguel Mihura. (Alegre al recordar a Mihura). ¡Miguel sabía mucho de mujeres, de las decentes y de las putas!

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– Y Lisarda también tiene mucho de sus propios personajes literarios, don Antonio. Porque no me negará que Isla, esa loca maravillosa de su primera novela, Las palmeras de cartón, está cortada con las mismas tijeras que las protagonistas de Mihura y Jardiel…

MINGOTE.–
(Nostálgico al acordarse de su novela de 1948 y de su personaje Isla, una muchacha escapada de un manicomio que conoce a un joven bon vivant que se quiere suicidar porque lo ha perdido todo en el juego. Ella, con su locura poética, consigue salvarle del suicidio y hacerle feliz). Escribiendo Las palmeras de cartón me divertí muchísimo, pero el día en que tuve que decidir el destino final de Isla, mujer de la que me fui enamorando a medida que cobraba vida mi novela, estuve preocupado, enfebrecido porque vi que Isla se me moría en las cuartillas… (Abstraído y un poco apesadumbrado, comienza a dibujar a Isla recordando las ilustraciones que le hizo su compañero de La Codorniz Lorenzo Goñi).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Arrepentida por haber despertado tristezas pasadas). Bueno, bueno… También está Adelita, la  ingenua, cándida y romántica protagonista de su parodia del famoso cuento del príncipe encantado Adelita en su desván, con la que en 1991 volvió usted a retomar la narrativa y que (Con alegría), ¡además no muere! (Pausa).
 
(Tras la pausa, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO se dispone a hablar de las mujeres que siguió dibujando MINGOTE después de LISARDA, como si realmente estuviera decidida a comentar el supuesto cuadro evolutivo del que habló antes. Y porque una vez comenzado su discurso es muy difícil hacerla callar).
 
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Tensando el hilo para que los puntos no queden muy flojos). Muy pronto, como ha dicho antes Lisarda, don Antonio empezó a dibujar mujeres guapas de cuerpos esbeltos. En los años cincuenta del siglo pasado, las mujeres de don Antonio respondían a la perfección al canon establecido por esas chicas topolino que, como dejó dicho Umbral, fueron las primeras y tiernas contestatarias a la “Victoria” recentísima. Eran chicas que iban un poco por libre. Bastaba con no ser de la Sección Femenina ni del Auxilio Social, ni enfermera voluntaria en un hospital de la sangre, ni ir vestida de Pilar Primo de Rivera, para ser una chica topolino. Y don Antonio, a base de inflarle algo los pechos y darle curvas en las caderas, hizo evolucionar a Lisarda para profundizar en su particular estudio de la condición femenina...
 
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En la foto, Amparo Rivelles interpretando Eloísa está debajo de un almendro en 1943. Los dibujos corresponden a Picó (el primero) y a Penagos (el inferior).  
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MINGOTE.– (Recuperando el buen humor). ¡Como Simone de Beauvoir!

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
Don Antonio dibujaba en esa época unas mujeres jóvenes muy delgadas, con cinturita de avispa, pechos puntiagudos, ojos grandes y vivaces muy bonitos, piernas larguísimas… (Se para, como pensando). ¡Talmente como Amparito Rivelles haciendo de la bella Mariana en Eloísa está debajo de un almendro!

MINGOTE.–
(Sin dejar de dibujar, como antes, y muy divertido recordando a su querido Jardiel Poncela). ¡Mariana, más que una muchacha, es una combinación química!

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Retomando su discurso). Eran muchachitas enfundadas en faldas de tubo, con zapatos de tacones altísimos y caritas de no haber roto un plato en su vida. Tenían como un algo de las chicas que dibujaba en La Codorniz antes de entrar don Antonio el acuarelista José María Picó, pero más graciosas y menos cursis. Y también de las mujeres de Goñi y del gran Rafael de Penagos…

MINGOTE.–
(Igual que antes, pero esta vez recordando a Rafael de Penagos). ¡Penagos era un maestro extraordinario al que todos queríamos imitar! Él inventó a la mujer moderna…(Sigue dibujando y no sería descabellado pensar que está reproduciendo de memoria unas hermosas “piernas” de Penagos).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– Las “chicas Mingote” de los cincuenta eran un refrescante grito contra esa España que tan bien sentenció en certero verso Pablo Neruda como “de salmantino luto”. (Pausa).

(La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO se siente tan orgullosa con la cita que acaba de hacer, que necesita una pausa grande para regodearse con su propia elocuencia. Y mientras la señora se pavonea en silencio haciendo con maestría un perfecto bucle de lana alrededor de la punta de la aguja derecha, ella sabrá para qué, en torno a MINGOTE se agrupan algunas chicas de los años cincuenta. Son LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA, que, por habérselo dejado dicho sus mamás y por el qué dirán, van todas juntas y hasta hablan a la vez. Son pocas, pero parecen una multitud. Todas llevan un teléfono pegado a la oreja por el que no paran de charlar con sus novios, o con sus amigas íntimas, a las que tienen que decirles cosas importantísimas que no admiten demora. Hasta alguna sirena hay, divertida traslación marina de la chica topolino, que gira alrededor de MINGOTE sin tocar el suelo, flotando y también con un teléfono en la oreja. Son, en resumidas cuentas, esas mujeres jóvenes que protagonizaron unas simpáticas viñetas que bien se podrían emparentar con las comedias de evasión italianas llamadas “de teléfonos blancos”. Con cierta picardía subyacente, estas viñetas amables reflejaban un tipo de mujer joven, de sugerentes formas, muy cándidas y con tantas ganas de hablar por teléfono como de pillar marido. La mirada reprimida del lector de periódicos debía de encontrar en estos dibujos motivos más que sobrados para dejar volar su imaginación a territorios, digamos, prohibidos. Porque los lectores de periódicos eran hombres, por supuesto. No hay más que recordar la viñeta con la que se estrenó MINGOTE en ABC el 19 de junio de 1953. En ella, un señor que lee el periódico mientras desayuna, sosteniéndolo en vertical de forma que le impide ver que su mujer, molesta con esa costumbre suya, le ha dejado una bomba en la mesa, dice: «Veo que ya no protestas de que lea el periódico en la mesa, querida».

Sin despegarse los teléfonos de las orejas, LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA se sientan todas en un gran sofá estampado, y, en contra de lo que podría parecer, no hablan a sus interlocutores telefónicos, sino que se dirigen a ese mirón que se coló en el prólogo y que sigue ahí, contumaz, escondido tras una palmera de cartón).

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 Algunas viñetas de Mingote citadas en el texto: la primera publicada en ABC (arriba a la izquierda), y varias de muchachas pendientes del teléfono. En las inferiores se aprecia la gran diferencia entre la silueta de la mujer dibujada en los cincuenta y la que nace luego, más abstracta en sus formas. 
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LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA.– (Simultáneamente, como un bello coro griego). Pero nosotras no éramos las únicas que don Antonio dibujaba, que conste. (Mirando ahora, todas a la vez, a la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, que sigue tejiendo). Aunque nosotras no leemos los periódicos, nuestros novios nos han dicho que en esa época don Antonio también dibujaba a señoras gordas como usted, de esas que hacen punto, dominan a sus maridos y dicen: «Bien, querida, no quiero entretenerte más…», cuando hablan por teléfono, que también hablan lo suyo… (Como si les estuvieran comunicando algo trascendental, LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA se olvidan por completo de lo que estaban diciendo para atender al teléfono, haciendo graciosas oes con la boca: unas por admiración, otras por sorpresa, y las más porque no saben hacer otra cosa. Deliciosamente tontitas, quedan todas hablando aparte).

MINGOTE.–
(Eufórico). ¡A mí me gustan las mujeres! Las admiro mucho porque creo que son muy listas y tienen que mandar, tienen que gobernar, tienen que administrar, tienen que dirigir y ¡¡tienen que hablar por teléfono!! (Deja el lápiz y se pone a juguetear alegremente con la gata de LISARDA, que no para de escupir hilitos de lana).

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 Mingote y sus estereotipos principales.  
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Tejiendo como si afilara cuchillos. Contestando a LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA, aunque sabe perfectamente que no le están prestando atención. Quizá también hable para el mirón, quién sabe). Tenéis razón, aunque esas mujeres no eran exactamente como yo. Es cierto que don Antonio ha ido repitiendo sus estereotipos femeninos a lo largo de su feracísima vida. Como en una carrera de relevos, nos hemos ido pasando el testigo unas a otras, según nuestra “categoría”. Así, de igual forma que a vosotras, chicas topolino de los años cincuenta, por ejemplo, os reemplazaron después otras jóvenes con formas e intereses distintos hasta llegar a esa dormilona atolondrada de los pechos siempre al aire, que sería como vuestro reflejo al otro lado del azogue del tiempo… (Es interrumpida por la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, que sigue en un duermevela placentero pero no ha dejado por eso de escuchar la última frase).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Hablando para sí, como soñando). ¡Qué tía más cursi…! (Sigue durmiendo).

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   Mujeres criticonas de Mingote, contrapuestas a las "algo bobas" jovencitas.
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Continúa con su discurso interrumpido)… Yo desciendo de esas mujeres que compartieron viñetas con vosotras en La Codorniz, en  ABC o Don José y que igual que yo, que no hago más que seguir con fidelidad el estereotipo fijado por ellas, hacen punto y se ayudan de sus sufridos maridos para devanar las madejas; o les reprochan que no ganen más dinero, y se reúnen con amigas para cotillear y hablan por teléfono… Pero, al igual que vosotras, la mujer que represento también ha ido cambiando de aspecto a lo largo del tiempo. Y hasta de motivos vitales, me atrevería a decir. Las chicas de vuestros años, o sea vosotras, erais bastante bobitas… (Hay un cierto revuelo en el grupo de LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA, aunque no se aprecia bien si es de protesta, porque han escuchado el comentario ofensivo, o de asombro porque al otro lado del teléfono una amiga llamada Juani, por ejemplo, les está hablando de un chico moreno y con bigote que les gusta mucho…), pero con el tiempo, las mujeres de Mingote, o sea, las mujeres españolas, hemos ido haciéndonos más listas y reivindicativas…y, físicamente, más picassianas…

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Igual que antes). ¡Qué tía más pedante…! (Sigue durmiendo).


SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
Por ejemplo, esas mujeres como yo de los cincuenta eran gordas, sí, pero como más aerodinámicas. De hecho, los personajes que dibujaba don Antonio en esos años tenían todos un cierto aire a los personajes alargados del inglés Ronald Searle, también con sus agujeritos de la nariz circundados por un fino pliegue y unas delgadísimas líneas de ojeras bajo ojos elípticos que después, cuando fue puliendo su dibujo, fueron desapareciendo. Posteriormente, una vez afianzado su personalísimo estilo, los dibujos de Mingote ya sólo fueron eso, dibujos de Mingote: inconfundibles, irrepetibles, fascinantes, incomparables… (Hace una pausa para respirar).

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Imágenes de Ronald Searle, inspiración para Mingote

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JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.– (Igual que antes). ¡Qué tía más pelota…! (Sigue durmiendo).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Continúa aduladora, tejiendo piropos con la boca). Sensacionales, impresionantes, sobresalientes, soberbios… (Apoteósica). ¡Don Antonio ha tenido siempre una gran inspiración…! (MINGOTE,  para acabar con tanto elogio, por modestia, la interrumpe).

MINGOTE.–
La inspiración es una palabra prohibida, no existe…Y, además, yo no sé nada. (Humilde y divertido). ¡Yo sólo soy un aficionado! (Sigue jugueteando con la gata).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Siguiendo con su presuntuoso discurso). Y como vosotras, que antes ibais todas tapaditas por la censura, nosotras también estábamos sometidas a ella, y nuestras formas, así como nuestros chistes, eran distintos a los que siguieron, que fueron progresando en paralelo a la sociedad, aunque, eso sí, sin cambiar demasiado nuestra idiosincrasia, que es, en esencia, una idiosincrasia machista, como la España que representamos y aun la mirada de don Antonio, que, siendo todo lo estupendo que es, no deja de ser un hombre… (Con énfasis). ¡Y español, para más inri…! (Por pensar en MINGOTE, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO pierde por unos segundos el hilo no sólo de lo que estaba diciendo sino, y esto es más difícil, el hilo de lana que estaba tejiendo. Hasta parece que su orondo cuerpo se agita todo en un discreto temblorcillo que principia en los pies y le recorre la corpulencia para consumar finalmente en un extraño rictus de su boca de piñón. Quién sabe qué cosas habrán pasado por su decente cabeza...). (Pausa).
 
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El matrimonio que plantea Mingote en gran parte de sus viñetas está claramente desproporcionado. www.tebeosfera.com www.tebeosfera.com www.tebeosfera.com(Flotando en el ambiente se ha quedado esa imputación de machista que ha hecho a MINGOTE la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO. Esto del machismo merece párrafo aparte, y no hay más remedio que dedicárselo.
Si bien es cierto que la visión de MINGOTE sobre la mujer esuna visión eminentemente machista; esto es, ajustada a la idea preconcebida que a lo largo de los años ha cuajado en un estereotipo tan español como arbitrario, aceptado no sólo por los hombres, sino por una parte importante de las mujeres españolas, que encuentran en estos dibujos un acertado reflejo de sí mismas, esta visión, sin embargo, no lastra el legado de MINGOTE precisamente por su carácter testimonial. MINGOTE sólo ha hecho retratos del natural; un natural tamizado, no obstante, por su subjetividad. Se le podrían poner reparos con aires feministoides a esta visión; criticar, por ejemplo, su insistencia en retratar matrimonios de hombres pequeños y mujeres grandísimas, con una preponderancia de la mujer bastante desmedida e injustamente alejada de la realidad social, mas sería una forma desacertada de analizar una obra como la de MINGOTE. Más allá de consideraciones morales derivadas de esa transformación integradora que comenzó a experimentar la sociedad española con la llegada de la democracia, existe una realidad insoslayable que MINGOTE ha sabido reflejar de forma global, sin cortapisas. Cualquier crítica que quisiera hacérsele por el tratamiento que ha dado a la mujer en sus viñetas, por razonable que fuera, habría de llevar aparejada una contrarréplica o argumento a favor incurriendo, probablemente, en un ejercicio casi esquizofrénico de continua antilogía. Y es que es tal la dimensión de su obra, que todo estudio ha de resultar simplista. Por cada viñeta que pueda inclinarnos a tachar de machista a MINGOTE, encontraremos con toda seguridad alguna otra que desactive tan estricto juicio. Pues estas viñetas serían como una jocosa reinterpretación de la teoría heraclitiana de los contrarios en la que mujeres y hombres estarían en continua confrontación, erigiéndose MINGOTE en una suerte de logos ordenador que los organiza, clasifica, arregla y acomoda, según, claro está, le parezca a él conveniente. Y es precisamente en ese enfrentamiento constante donde cada parte cobra su verdadera significación, comprendiéndose, aceptándose con sus defectos exagerados por la ironía del dibujante y, en definitiva, complementándose de tal forma, que cada uno de estos contrarios toma conciencia de su propia realidad gracias a la percepción del otro. Esta parrafada tan rebuscada, que no tiene ni pies ni cabeza o, en caso de tenerlos, deben de ser unos pies y cabeza bastante abstrusos, seguramente daría a MINGOTE motivos más que suficientes para elaborar una oportuna viñeta con la que burlarse de tanta gazmoñería gratuita. Unas líneas arriba se ha dejado escrito que cualquier estudio de la obra de MINGOTE siempre ha de ser simplista, y es cierto. Pero no sólo eso: cualquier acercamiento a su obra, aunque sea un acercamiento parcial, podría tener diversos enfoques, y todos podrían ser válidos o, al menos, tener cierta legitimidad derivada del derecho que otorga la subjetividad de cada cual. Y así, entre la subjetividad del artista y la subjetividad del crítico, ésta siempre impertinente, desde luego, puede establecerse un provechoso diálogo…, aunque aún esté por determinar el grado de provecho que ese diálogo pueda aportar y, lo que sería más importante, a quién o quiénes pudiera interesar…
Ahora MINGOTE, como para cortar ya esta acotación tan neciamente prolija, detiene su lápiz y se dispone a hablar dirigiendo la vista, según parece, al cotilla de la palmera de cartón).
 
MINGOTE.– (Displicente, como lanzando una elegante y aleccionadora indirecta). Las ideas preconcebidas son malísimas siempre… ¡Tener ideas fijas es como tener quistes…! (Satisfecho, sigue dibujando).

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Un uso de la misma idea por parte de Mingote en estas dos viñetas delata la evolución de la moral en España.  
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Que ya se ha recuperado). Me acuerdo yo de una viñeta de 1953 en ABC en la que una señora estaba sentada en la cama con un ladrón que la ayudaba a devanar una madeja de hilo, asombrado y sumiso, mientras ella, contentísima, se lo contaba por teléfono probablemente a una amiga: «He mirado debajo de la cama por si había algún ladrón… ¡Y había uno!». No dejaba de tener ese chiste una lectura erótica que don Antonio, camuflándola hábilmente para colársela a la censura, porque a él siempre le ha gustado mucho eso de colarle cosas a la censura, dejaba a la calenturienta imaginación de los lectores, que sin duda irían más lejos en su entendimiento de esa situación, sólo en apariencia inocente. Y este juicio lo hago porque después, al final de la década de los setenta, volvió a realizar esa misma viñeta en la portada de La Codorniz mostrando la intención que encerraba de forma explícita. Esta vez el ladrón estaba dentro de la cama, muy sonriente y satisfecho, mientras que la mujer, que ya no era una gorda, sino una de esas erotiquísimas mujeres de voluptuosas curvas que son como un estado superior, desmesurado, de la jovencita en bikini, aparecía en cueros vivos sentada dentro de la cama hablando igualmente por teléfono y diciendo lo mismo que la otra... ¡Pero con unos pechos al aire que…! (Se queda así, con los pechos esos en la boca y rematando puntos de lana desaforadamente).

MINGOTE.–
(Burlón, recordando una greguería de su admirado Ramón Gómez de la Serna). ¡El amor es dejar entrar al ladrón en casa! (Continúa persiguiendo a la gata de LISARDA, que se esconde juguetona por entre el jersey o la bufanda que está tejiendo la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Recuperando el aliento después de hablar de esos pechos). Porque, claro, como decía Wenceslao Fernández Flórez, cada época tiene su inspiración, como cada estación sus frutos… (Hace una pausa para recrearse con su erudición).

MINGOTE.–
(Sin dejar de brincar con la gata negra, entra al trapo de las citas y recuerda, juguetón, otra frase de Wenceslao Fernández Flórez.). Y el humor es la sonrisa de una desilusión…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(De pronto, celosa). Pues no parece que estuviera usted muy desilusionado cuando dibujó a esa maciza de los setenta… (Un poco escocida). ¡Qué años los setenta…! (Aunque no dejan de charlotear por teléfono, LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA comienzan a prestar un poco de interés a la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, porque intuyen, sin que ellas mismas sepan muy bien qué es eso de intuir, que va a hablar de temas interesantes. La JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI está oyéndolo todo y, en su duermevela, no deja de estar algo intrigada por esa expresión “barroca” de sí misma que es la mujer desnuda con el ladrón en la cama de la que se ha hablado. MINGOTE, por su parte, sigue jugando con la gata. La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO continúa hablando. Y tejiendo). Los setenta abrieron la espita del despiporre, y perdonadme que sea tan mal hablada, pero es que fue morir Franco y comenzaron a salir tetas hasta de debajo de las piedras… (Se oyen infantiles risitas de LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA y algún comentario de la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI).

LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA.–
Ji, ji, ji, ji, ji… (Siguen hablando por teléfono).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
¡Qué tía más mojigata…! (Sigue durmiendo).

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   Mingote se sumó al "destapismo" con esta serie publicada en Blanco y Negro.
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Cruzando las agujas con fuerza, como si conjurara espíritus malignos). Y hasta don Antonio, con lo decente que ha sido él siempre, sucumbió a esa ola de erotismo que invadió España entonces. Aunque ya antes él andaba recortando ropa de una forma un tanto patológica (Al oír esto, la sirena de los años cincuenta se tapa con el pelo, ruborizada, sus pechos desnudos). Y eso después se convirtió en una afición malsana que ha contaminado seguramente a generaciones enteras de españoles de bien que miraban a esas descocadas con ojos más que libidinosos…(MINGOTE, algo violento por el rapapolvo, deja a la gata enterrada entre la lana de ese jersey o bufanda, que ya va teniendo un tamaño ciertamente preocupante, y con docilidad infantil, se sienta de nuevo delante del tablerillo mientras la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO sigue hablando a LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA). Sin ir más lejos, en los primeros años de esa década don Antonio publicó en el Blanco y Negro una historieta semanal que protagonizaba una joven bastante parecida a vosotras pero que enseñaba muchísimo más las piernas y que llevaba unos escotes más que generosos… Bueno, era una chica más “liberada”, aunque aún no llegaba a despelotarse (A la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, maliciosa) como después hicieron otras… (Sigue hablando a LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA). Era una historieta que venía como a compensar la de unos simpáticos mendigos, Arturo y Pepe, que estuvo ocupando esa página durante más de cien semanas. Bajo el mismo título que tuvieron ellos, Mingote, en color, esa jovencita, que a veces se acompañaba de una amiga morena, como si las dos fueran una especie de versión glamurosa de Arturo y Pepe, representaba con más o menos fidelidad a un tipo de chica moderna, bastante simple pero con gran imaginación. Don Antonio solía representar lo que la chica pensaba, casi siempre relacionado con hombres, porque es que nada más que pensaba en hombres… solía representar su pensamiento, os decía, de una manera bastante ingeniosa: lo que pensaba iba ocurriendo de verdad en las viñetas para desvanecerse en un efectivo gag final que devolvía a esta fantasiosa y pizpireta muchacha a su aburrida realidad de tontuela en edad de merecer… Don Antonio hizo con esa historieta lo que después haría con tanto éxito internacional ese norteamericano tan famoso, Bill Watterson, con su tira infantil Calvin y Hobbes,en la que un niño siempre “vive” lo que imagina junto a su tigre de peluche… (Orgullosa de su magisterio, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO se queda ahora callada tejiendo unos cuantos puntos del revés, muy bien hechos por cierto). (Pausa).
 
(Ahora, mientras reina una calma chicha durante la cual MINGOTE bosqueja, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO hace punto, la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI duerme, LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA tontean y la gata de LISARDA intenta no ahogarse en el mar de lana, delante de todos van cobrando forma cuatro figuras. Son Miguel de CERVANTES, Diego de VELÁZQUEZ, Francisco de GOYA y Pablo PICASSO, que han querido pasarse por aquí para saludar a su discípulo. No terminan de solidificar del todo y los cuatro se quedan como translúcidos, muy fantasmales. Se acercan a MINGOTE y le abrazan con efusión. Él, algo turbado, no acierta a hablar y, por respeto, permite, faltaría más, que los cuatro maestros se queden en este cielo en el que hasta ahora sólo había permitido la presencia de mujeres).
 
CERVANTES.– (Emocionado y manco). ¡Válame Dios! Has de saber, amigo Antonio, que las doncellas de mi Quijote no han sido verdaderas mujeres hasta que las has dibujado tú… (Algo exagerado y muy cervantino). ¡Famoso Mingote desfacedor de agravios, enderezador de entuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas…! (Le estampa un beso en la frente).


VELÁZQUEZ.–
(Emocionado y cortesano). ¡Si yo hubiera pintado el culo de mi Venus como los que tú dibujabas…! (Le estampa un par de besos en la cara).

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El Quijote según Mingote.

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GOYA.– (Emocionado, sordo y un poco bruto). ¡Cada vez que me acuerdo de mis dos Cayetanas recreadas por ti en un extra de La Codorniz dedicado a la vida sexual se me estiran los pinceles…! ¡Qué carnes! ¡Eso sí que son majas y no las que yo pinté…! Mirando tus dibujos… ¡aún aprendo! (Le estampa dos besos en la cara, más uno en la frente y otro en el lápiz).

PICASSO.–
(Emocionado, chulesco y descalzo). Eres un dibujante excelente, Antoñito. Sin duda el mejor de España… ¡Mis señoritas de Avignon están tan buenas que por aquí me llaman “el Mingote de los museos”! (Muy rijoso, corre a estampar besos en la boca a LAS CHICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA, que, del susto, salen corriendo para hacer un estrepitoso mutis coral mientras le cuentan el asalto besador a sus interlocutores telefónicos. Cuando se han ido todas, PICASSO se tumba junto a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI para tirarle los tejos. MINGOTE, aunque no dice nada porque las ilustres visitas y sus elogios le han dejado aturdido, está un poco receloso y no aparta los ojos de los pechos de la jovencita, esta vez sólo para vigilarlos).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Haciendo hincapié en su discurso anterior y haciendo, además, una preciosa combinación de puntos al derecho y al revés. Con afectación). Lo que yo decía:¡hasta los muertos se excitan con esas descocadas…! No sé qué tiene este hombre que es que no hay trazo que dé que no mueva a la concupiscencia. Yo creo que hasta sus gordas tenemos un no sé qué sensual que… (Pausa).
 
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El padre
, Internet. (Mascando los puntos suspensivos, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO se queda callada intentando disimular, sin éxito, una sonrisilla de envanecimiento que le arruga graciosamente los labios mientras los recién llegados, incluido PICASSO, que no lleva bien eso de que una mujer se haga la dormida mientras él intenta conquistarla, se reúnen alrededor de MINGOTE para charlar. Y, como además de grandes artistas son españoles, hablan de mujeres. De las de MINGOTE, naturalmente. Los cuatro han estado siguiendo desde la eternidad ese caleidoscopio conceptual y gráfico de España que es la obra de MINGOTE, y todos lo consideran un alumno aventajado. Les gustan los chistes de MINGOTE y les gusta, sobre todo, esa adecuada cartografía femenina que ha ido trazando durante más de cincuenta años. Porque los dibujos de MINGOTE son un resumen de la historia de la mujer española; una historia que comenzó con las chicas topolino colgadas tan ricamente de sus teléfonos cuando llegaba a su fin el aislamiento internacional de España, en plena guerra fría, y que ha terminado con las chicas del siglo XXI quedándose embarazadas por internet.

Tumbadas con sensualidad indolente a lo Paulina Borghese, haciendo calceta o con el bolso colgado del brazo mientras pasean por la calle, con una recurrencia postural y temática, las mujeres de MINGOTE han pasado del Plan Nacional de Estabilización franquista a una democracia más o menos asentada como quien no quiere la cosa, paseando por la historia de España como aquella Orlando de Virginia Woolf deambuló por la de Inglaterra; aunque, eso sí, sin ambigüedades sexuales como ella. Porque las mujeres de MINGOTE son mujeres españolas como Dios manda. Desde las jóvenes que tanto hablaban por teléfono con reminiscencias de Goñi, Picó o Penagos hasta las más picassianas sintetizadas con apenas dos trazos que hablan de las revistas del corazón o hacen sensatas reflexiones políticas, pasando por esas burguesas estupendas de melena ondulada y collar de blancas perlas, estas mujeres rezuman sexualidad. Pero sexualidad heterosexual, es decir, una sexualidad hecha por y para los hombres. Como estos cuatro que hablan ahora).

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  Varias viñetas en las que la esposa adopta la pose de Paulina Borghese. Bajo estas líneas, dos imágenes de la típica chica picassiana de Mingote. 
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PICASSO.– (Mirando a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI y entablando, sin darse cuenta, un duelo visual con MINGOTE). Yo creo que las mujeres de Antoñito son como aquella mujer robot de la película Metrópolis, que era capaz de nublar la razón de todo el que presenciara su excitante baile…

MINGOTE.–
(Tímido, respetuoso y un poco suspicaz por la mirada tan “cubista” que está lanzando PICASSO a la chica que duerme). Hombre, don Pablo… Yo creo que exagera un poco… (Mirando al mismo sitio que PICASSO y refunfuñando entre dientes, parafrasea un poema que Rafael Alberti le dedicó al pintor malagueño). Siempre es todo ojos, no te quita ojos, se come las tetas con los ojos…

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  Portada de ABC en la que se anunciaba el nombramiento de Mingote como académico de la lengua.
GOYA.– (Que no ha escuchado bien lo que han dicho. A MINGOTE, algo brujesco). ¿Qué poderes ocultos guardas tú en tu lápiz, Antonio Mingote, que has conseguido dibujar unas mujeres capaces de embelesar a varias generaciones de españoles…?

MINGOTE.–
Hombre, don Francisco… (Muy cortado se coloca como cuando lo nombraron académico de la lengua en 1987, que se dibujó a sí mismo apoyando los brazos en una mesa para esconder la cabeza entre ellos atemorizado por la letra “r”, la del sillón que le correspondía; es decir, imitando el grabado de GOYAEl sueño de la razón produce monstruos, pero con la mirada un poco levantada para vigilar a PICASSO).

VELÁZQUEZ.– (Algo lánguido, acordándose posiblemente de doña Juana Pacheco vestida con guardainfante). Hasta las gordas más desabridas que mandan con autoridad marcial a sus maridos para que se manifiesten por los derechos de la mujer, por ejemplo, o las que se oponen al divorcio sólo por fastidiar, emanan un erotismo difícil de definir… (Se aparta un poco del grupo para reclinarse en una nubecilla baja mientras de su manga derecha saca un delicado pincel que apoya pensativo en su mentón).

MINGOTE.– (Cohibidísimo. En la misma postura y sin dejar de vigilar la mirada de PICASSO). Hombre, don Diego… yo…

CERVANTES.–
¡Nunca fueran damas de caballero tan bien servidas…!

MINGOTE.–
(Igual). Hombre, don Miguel… yo…(La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, que no pierde comba para exponer sus cargantes teorías, interrumpe el balbuceo de MINGOTE).

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La chica "topolino" de Mingote  
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Añadiendo un ovillo nuevo para comenzar una hilera y sin escuchar el maullido ahogado que sale de debajo del piélago de lana que ya cubre varios metros cuadrados a la redonda. A PICASSO, pomposa).Quizá los paralelismos culturetas no haya que buscarlos en el cine alemán de la República de Weimar sino antes, en la sabia tradición medieval. Porque ese poder de atracción sexual con que ha dotado don Antonioa sus mujeres las acerca más a los súcubos del medievo que a cualquier modernez de entreguerras… (Hace un mohín repelente como para significar su desacuerdo con tanto erotismo pero sin dejar de sentirse un poquito orgullosa de pertenecer ella misma a ese grupo de mujeres. Ahora se dirige a todos, pero sin mirarlos, claro). Unos súcubos en continua evolución para conectar no sólo con el gusto de cada época, sino con el gusto de cada hombre… (Socarrona), por pintoresco que sea. (Pensativa, buscando en su potente archivo cerebral). Por ejemplo, una náufraga que dibujó en ABC en 1953, de hábil dibujo a lo Goñi o Penagos, con su mirada cándida y su faldita de tubo, que juega a hablar por teléfono con su compañero de isla diciendo: «Será una tontería, pero con esto ya no me parece tan terrible nuestra situación», no es más que un súcubo insidioso que bajo una fachada inofensiva para pasar la censura está excitando al desprevenido lector que desde el momento en que ve su tímido hombro desnudo deja de pensar en los convenios hispano-norteamericanos de ayuda económica, técnica y militar para instalarse en el proceloso mundo de la ficción lujuriosa imaginándose lo que él mismo haría de estar en la isla con esa chica dibujada. (Satisfecha por ilustrar a todos estos genios con sus extravagantes conjeturas, se queda callada dejando que sus palabras hagan efecto y tejiendo unos cuantos puntos del revés). (Pausa).
 
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Mujeres de luto "salmantino". Hay ocasiones en las que la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO parece incurrir en cierta contradicción argumental, pues no resulta demasiado coherente un discurso en el que por un lado se elogia de una manera hasta exagerada la obra de MINGOTE, llegando a decir eso de que las “chicas Mingote” de los cincuenta eran un refrescante grito contra esa España que tan bien sentenció en certero verso Pablo Neruda como “de salmantino luto”, para poco después tachar de súcubos insidiosos a esas mismas chicas simbolizadas en la pobre náufraga. Sin embargo, y a pesar de lo flagrante de su discordancia, que la lleva también a escandalizarse ante el erotismo que pone MINGOTE en sus dibujos cuando ella misma, por mucho que lo quiera disimular, peca de ufanía al pensarse sensual, no estaría bien juzgar con severidad a esta señora, ya que su actitud incongruente y ciclotímica parece estar guiada por unos irrefrenables celos que ofuscan su razón antes que por un verdadero convencimiento por lo que dice. No obstante, y en aras de hacer justicia, aparte de los fastidiosos celos, también habría que decir que lo que pasa con esta señora es que no es un personaje plano sino todo lo contrario: un personaje, y no sólo en el aspecto físico, de lo más redondo. Y esto, sin duda, habría que apuntarlo en su haber. Lo más adecuado será, quizá, seguir escuchando con respeto a esta pobre mujer enamorada, pero poniendo siempre en cuarentena lo que dice).
 
GOYA.– (Que ha escuchado con las manos haciendo concha en sus orejas, recogiendo de alguna manera el guante retórico que ha lanzado la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO). Podría haber otras, pero esta de la nigromancia es desde luego una explicación bastante verosímil para entender cómo ha sido capaz de dotar a unos simples dibujos de tanto erotismo… ¡Ya decía yo que ese lápiz guardaba poderes ocultos…!

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Portada del libro Señoras y señoritas, alusiva a cierto cuadro de Picasso.
 
PICASSO.– (Que para mirar mejor a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI se ha colocado los dos ojos en un mismo lado de la cara, como en sus pinturas. Y como en los dibujos más picassianos de MINGOTE, por supuesto). Yo aún me pongo cachondo cuando recuerdo la portada de la suculenta recopilación de chistes sobre mujeres que sacó en 2006 llamado Señoras y señoritas… ¡Antoñito es mi heredero! (A PICASSO seguramente le gustó ver cierta reminiscencia de sus Señoritas de Avignon en esa portada. Además de una composición similar, las mujeres allí representadas destilan la misma morbidez que las del cuadro. Una de ellas, por ejemplo, la más, digamos, “epicúrea”, tiene colocadas las manos detrás de la cabeza con los codos levantados para enseñar sensualmente unas axilas muy al gusto de Avignon. PICASSO se calla y coloca su boca en el mismo lado de la cara que sus ojos para lanzarle besos de viejo verde a la chica en bikini. AhoraPICASSO parece un “picasso”).

MINGOTE.–
(Abrumado). Hombre, don Pablo… yo creo que su heredero directo fue el estadounidense Saul Steinberg, del que yo he aprendido mucho. Él es el gran maestro del dibujo humorístico. (PICASSOno le ha prestado demasiada atención porque está tirando besos como loco).

CERVANTES.–
(Siguiendo con los elogios supersticiosos. Enfático). ¡Así es, que el amigo Antonio es un gran encantador…! ¡Menuda Dorotea me dibujó…! (Está CERVANTES tan excitado por recordar a la bella Dorotea que dibujó MINGOTE para su ilustración del Quijote en 2005 que, de no ser por la incapacidad física que arrastra desde Lepanto, hasta parecería querer frotarse entrambas manos. A MINGOTE). ¡Gustavo Doré era un aficionado a tu lado!

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  Mingote ilustró deliciosamente el pasaje de Cervantes en el que aparece Dorotea.
MINGOTE.– (Igual que antes, cohibidísimo). Todos sus ilustradores han sido grandes artistas, don Miguel… (Quijotesco). Aunque yo destacaría la figura de mi amigo Enrique Herreros. Él, a mi juicio, es el que más se ha aproximado, porque era un humorista extraordinario…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Con las piernas enterradas en lana hasta las rodillas y que se acuerda, sin duda con celos, de la bella Dorotea de MINGOTE). Si es lo que digo yo, algo de brujería debe de haber en esa manera de dibujar a una mujer… ¡Que vaya piernas…! (A CERVANTES, sabionda). Es cierto que don Antonio heredó su fina ironía, don Miguel, pero en el dibujo de mujeres… ¡yo creo que heredó las malas artes del sabio Frestón! (Sin respirar, acelerada). Porque esos muslos blancos y esos pechos redondos y los pliegues insinuantes de su ropa y esos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia peinados por unas manos que semejan pedazos de apretada nieve… (Recuperándose). ¡Pero si es que no hay por dónde cogerlo…! (Reflexionando. Irónica). O precisamente eso es lo malo, que esa ilustración tiene demasiados “sitios” por donde cogerla… (Pausa).
 
(Si no tuviera el culo enterrado en lana, se podría ver cómo la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO lo mueve para acomodarse como suele cuando va a soltar una de sus fatigosas parrafadas. Y lo hace además con tanta liturgia nalgar, que atrae poderosamente la atención de todos. Si alguien, por ejemplo ese curioso impertinente que se esconde tras la palmera de cartón, con vaya usted a saber qué perversas intenciones quisiera hacer un repaso de las mujeres de MINGOTE, y siempre que pusiera en cuarentena como ha quedado dicho ensayismos deleznables, haría bien en escuchar atentamente esta conversación, que promete ser interesantísima. Hasta PICASSO recompone su cara y deja de mirar a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI para sentarse en el suelo a escuchar muy atento el discurso de la señora. La jovencita, que se siente liberada del acoso ocular, deja de hacerse la dormida para sentarse otra vez en plan indio y escuchar también ella. MINGOTE deja de vigilar a PICASSO y atiende ese discurso, del que no espera nada bueno. Para enterarse mejor, GOYA se acerca a la  SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO atravesando con dificultad la barricada de lana. Y CERVANTES, que todavía no se ha repuesto del recuerdo de la bella Dorotea dibujada por MINGOTE, se sienta igualmente, mientras VELÁZQUEZ sigue apoyado en la nubecilla, muy pensativo, sin prestar atención al revuelo que se ha formado a su alrededor. Del gato negro de LISARDA no hay ni rastro).
 
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Mingote usaba la playa como escenario fetiche.  
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Continúa con la disertación. Memoriosa, enlanada y moralizante). Recuerdo, por ejemplo, un chiste de agosto de 1965 de esos de playa que tanto le ha gustado siempre dibujar a don Antonio, en el que, a pesar de no enseñar pechos desnudos, porque todavía no se había liado del todo la manta del erotismo a la cabeza, estaba ya cargado de un cachondeo sexual bastante importante. En él, dos jovencitas rozagantes en bikini (la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI sonríe, muy corporativista) pasean delante de un matrimonio decente excitando de tal forma al marido que éste no puede hacer otra cosa que buscar desesperadamente sus gafas para poder refocilarse mejor…

MINGOTE.– (Interrumpe para defenderse. Algo medroso frente a esta tejedora reconvertida poco menos que en calificador del Santo Oficio). Bueno, pero al final todo queda dentro de los cauces de la más estricta decencia gracias a que dibujé a la santa esposa de ese señor tirándole las gafas a un cubo de basura… (No puede acabar porque la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO le interrumpe).

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  De la mujer enlutada a lo Searle hasta la mujer con formas (aun siendo gruesa) al estilo Picasso.
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Arisca). ¡Ja! ¡Ahí quería yo llegar…! (Todos los presentes se sobresaltan excepto VELÁZQUEZ, que sigue pensando con el pincel en la barbilla. Y el gato, que sigue sin dar señales de vida). Esa mujer es precisamente lo peor del chiste, porque es una gorda cargada de kilos, sí, pero también de un erotismo contenido que por estar tan contenido acaba saliéndole por los poros de su adiposidad… Puede que de forma sutil, pero no por ello menos “tangible”… (Todos ponen cara de no entender bien lo que dice). Me explicaré. Lo que quiero decir es que en ese chiste, como en tantos de los que es paradigma, más allá del dibujo de cuerpos femeninos esbeltos, hay mucho erotismo, y no siempre mostrado a las claras precisamente por esa elegancia con que ha realizado siempre don Antonio sus obras. Digo que la mujer gorda tiene más carga erótica que las dos muchachas y lo mantengo. Porque las muchachas, a pesar de estar dibujadas con una cinturita muy fina y anchas caderas y pechitos redondos, como le ha gustado siempre a él dibujar las mujeres jóvenes, son como unos dibujos “fundacionales” que aún no alcanzan, a mi juicio, ese estado de excelencia sexual que consiguió después. La gorda, sin embargo, ya es una de esas orondas señoras típicas de MINGOTE que podría pertenecer a cualquier época posterior. Con las gordas ya había alcanzado don Antonio en esos años la “madurez” estilística o lo que sea que alcanzara al dibujar a sus gordas así. Es cierto que dentro de las gordas hay distintos grados, como de las “tías buenas”, o las hipócritas beatas de misal blanco y corazón negro con las que fustigaba a la derecha más cerril; o cualquier otra categoría de mujer de las que ha retratado en su larga carrera. Las gordas pueden ser como esta de la que hablo o como otras que son enormes y desmesuradas, pero siempre tienen ese algo erótico difícil de definir que comentó antes con acierto don Diego (VELÁZQUEZ ni se inmuta, él sigue ahí, pensando). El caso es que esas piernas blancas de aparente recato y castidad que exhibe la gorda en bañador del dibujo, unidas a unos apretados labios muy bien perfilados y a una naricilla respingona muy graciosa, junto a su displicente manera de tirar las gafas del marido, me llevan a mí a ver a esta mujer como una víctima estoica del nacionalcatolicismo, que la condenaba a esconder su furor uterino. Esa mujer, digo, cuando se ponga el sol y suba a la habitación del hotel, seguro que se arranca el bañador y le pide al marido que la haga suya, así, a lo bestia, dando rienda suelta a toda la sicalipsis que lleva dentro para que él deje de pensar en magras jovencitas tontas... (Alteradilla por lo que acaba de decir, hace una pausa, que MINGOTE no desaprovecha).  

MINGOTE.–
(Tímidamente intenta defenderse parafraseando al caricaturista francés del siglo XIX Charles Philipon cuando fue juzgado por haber dibujado al rey Luis Felipe como una pera). Aquello de lo que me acusas no está en mis dibujos sino en tu conciencia…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Intransigente). Pues si eso es lo que veo yo, qué no verían los lectores del periódico…

MINGOTE.–
A lo mejor yo lo que estaba haciendo era criticar a los hombres por su libido desaforada… (La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO no le deja terminar. Se ha metido tanto en su impertinente papel de exégeta de la obra de MINGOTE que no duda en imponerle su interpretación incluso a él. Como si fuera posible eso de interpretar a los genios).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
Sí, claro, claro, una obra como la suya lógicamente ha de tener decenas de posibles lecturas, y aun diría miles, una por cada lector… (Soberbia). ¡Ya me sé yo esa canción…!

PICASSO.–
(Solidario con MINGOTE). Le ocurre a sus chistes lo mismo que a mis cuadros, que cada uno ve lo que le da la gana…

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 Mingote y el humor en 1968.  
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Cortante). Pero esos chistes de don Antonio no son abstracciones cubistas... Que todo creo yo está muy clarito… (Exhibiendo de nuevo su gran memoria). ¿Qué interpretación cabe en ese otro chiste de mayo de 1968 en el que una jamona estupenda le dice a su marido: «Otra vez a comprarme ropa de verano, otra vez a veranear, otra vez a lamentarme de que no hayas ganado más dinero en el invierno…»?

CERVANTES.–
(Que se acuerda de ese chiste). A fe mía, mi señora tejedora, que ese buen hombre no ha de ser más que un valeroso caballero y la hermosa jamona su bondadosa dama… (No puede terminar porque le interrumpe la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Riendo y sin dejar de mirar lo que va tejiendo). Ja, ja, ja… Déjese de “caballerías”, don Miguel, que en ese chiste sólo hay sexo, disipación y molicie… (Airada). Esa mujer es una frívola esposa, si es que realmente es una esposa, a la que no le importa esquilmar el reducido sueldo de su marido para ella tener ropa nueva cada temporada mientras él, sólo hay que ver su mirada tan cargada de resignación como de malicia sexual, estará pensando sin duda en que si no fuera por el cuerpo que tiene ella la iba a aguantar su señora tía…

MINGOTE.–
(Irónico, sin mirar a la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO recuerda un eslogan que estaba de moda en el año de ese chiste). ¡La imaginación al poder!

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   Mingote y el contradictorio onanismo femenino.
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Respondona). Imaginación la de sus lectores, que seguro que disfrutaban una barbaridad imaginando a esta mujerona en la cama “ganándose” el sueldo para sus vestidos... (Revolviendo en su memoria). O a esa otra que en noviembre de 1966 dibujó en el Blanco y Negro, y que le coló a la Ley de Prensa de Fraga Iribarne. Sí, sí, una gorda tímida pero sensualísima que “tonteaba” con una marioneta de tela manejada por ella misma.

MINGOTE.–
(Que sigue irónico). Mujer, no me digas que ahí también ves algo turbio… Si a mí me da hasta pena la soledad que transmite esa pobre señora.Yo creo que es un dibujo muy dulce y poético…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(En voz baja, mascullando. Inflexible, cotillona y hasta cierto punto chistosa). Pues por mucha dulzura que le haya dado en el rostro a esa “pobre señora” gracias a su habilidad dibujando, yo veo ahí un rollito onanista muy cochino… (Se calla escandalizada con su propio desparpajo).

GOYA.–
(Que parece representar su Duelo a garrotazos de tan hundido como está en lana, y siempre con las manos en concha intentando oír algo, tercia en la conversación haciendo también él gala de una buena memoria recordando chistes “eróticos” de MINGOTE). A mí hay una gorda que dibujó en 1974 que me gusta muchísimo porque el chiste que protagoniza me recuerda a mi cuadro El quitasol…

PICASSO.–
(Que se acuerda del cuadro y del chiste. Todos aquí, como se va viendo, tienen una memoria portentosa). Pero Paco, hombre, si tu chavala de El quitasol es delgada… Y además, en tu cuadro el quitasol lo lleva un criado y en el chiste de Antoñito la gorda magnífica está quitándose el sol ella sola mientras el calzonazos de su marido le dice a un amigo: «En casa los pantalones los lleva mi mujer porque a mí me están grandes». (Muy chistoso). ¡Pues anda que no hay kilos de diferencia…! Ja, ja, ja, ja…

GOYA.–
(Que no se ha enterado de nada). ¿Eeeeh? (Se queda callado pensando en la gorda del chiste de MINGOTE).

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Mingote recuerda a Goya en esta viñeta.  
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Aprovechando que GOYA no contesta. A PICASSO). Habrá kilos de diferencia, sí, pero tanto el cuadro como el chiste, que me los conozco bien, adolecen de lo mismo (Gritando un poco): ¡Sexo y nada más que sexo! (Con retintín). Que no sólo ha heredado don Antonio la audacia y atrevimiento y ese abordar España desde una perspectiva decididamente crítica de don Francisco… (Más relajada. Pedagógica). Sí, porque si en El quitasol la mirada de la muchacha está diciendo claramente al espectador que ella está liada con el “majo” ese que además de quitarle el sol seguramente le quitará luego hasta las bragas, en la viñeta de don Antonio la gorda de los pantalones, que está en primer plano dándole la espalda al canijo de su marido con un quitasol en una mano mientras que la otra la tiene detrás de su cabeza, con el codo coquetamente levantado en una postura demasiado parecida a la de otro cuadro que yo me sé… (PICASSO, que acepta la alusión a sus Señoritas de Avignon, sonríe y le guiña un ojo cómplice a MINGOTE), pues yo creo que está insinuándose al lector del periódico y moviéndole a pensamientos de lujuria a pesar de sus kilos… (Pensativa. A MINGOTE). O quizá por eso mismo, que vaya la capacidad que tiene usted, don Antonio, de erotizar los dibujos… Y esa gorda del quitasol creo que alcanza unas cotas de erotismo importantes… (De nuevo celosa). No me extrañaría que hasta se hubiera usted excitado al dibujarla; que se nota en esas líneas curvas de trazo inseguro pero cálido, como hechas al descuido y pasando más de una vez por los contornos voluptuosos… (Hace una pausa moviendo las agujas de tal forma que parece estar dibujando ella misma esos dichosos contornos).

MINGOTE.–
(Irónicamente resignado y devolviéndole el guiño a PICASSO). ¡Vaya por Dios!

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  El encanto fragante de las muchachas de Mingote (tomado de Historia de la gente).
CERVANTES.– (Que por inclinación caballeresca abunda en las mismas opiniones que la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO). Es cierto cuanto dice vuestra merced, señora mía, que ese trazo es cosa grande…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Sarcástica). ¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza…!

CERVANTES.–
…Y quizás ahí radique la fuerza erótica de sus mujeres. (Admirativo). Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber sido dibujada por él… (Erotizado). Su línea generalmente grácil y limpia engrosada con vigor en  algunas zonas da tal fuerza a sus dibujos que hasta parecerían desprender una fragancia aromática y un no sé qué de bueno que yo no acierto a dalle nombre…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Irónica). Pues yo sí acierto a “dalle” nombre, mi señor don Miguel, pero me lo callo por prudencia… (En voz baja). Yo no me explico cómo le dejaban publicar esas cosas en un periódico tan decente… (Se calla y prosigue su labor reprimiendo con dificultad los gestos que le pone en el rostro su agitada mente).

MINGOTE.–
(Que ha oído perfectamente. Orgulloso). ABC me concedió desde el primer día el premio más anhelado por cualquier hombre consciente: ¡la libertad…! (A la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, con tono paternal). Me quieres mal…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Sorprendida). ¿Yooo? (Achantada). Yo sólo digo que hay demasiado erotismo en sus dibujos…

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Un striptease inteligente y morboso.  
MINGOTE.– (Contemporizador). Si en el fondo tienes razón, pero sólo me he limitado a reflejar la realidad. Tú misma has dicho que los años setenta trajeron el despiporre. (Haciendo memoria). Cuando en 1971 dibujé una portada de La Codorniz dedicada al striptease, por ejemplo, no hacía más que reflejar lo que ya se estaba viendo en todo el país fruto de ese “relajamiento moral” del tardofranquismo… (PICASSO le interrumpe al acordarse de la portada. En ella mostraba MINGOTE a una joven hermosa con un largo vestido marrón y botitas decimonónicas. Si no fuera por lo ceñido de su vestido, se diría que llevaba un hábito franciscano; aunque, más que pertenecer a una orden mendicante, aquella joven parecía ser miembro destacado del Moulin Rouge parisino, pues con una sensualidad pasmosa, por el recatado cuello redondo de su vestido se iba sacando un sujetador azul con ribetes de encaje muy sexy).

PICASSO.–
(Excitado). ¡Menuda mujer! ¡Qué bien manejas el color para dar volumen, Antoñito…! ¡Y qué manera de provocar sin enseñar nada…!

MINGOTE.–
Aquello era una metáfora de la España del momento, lo mismo que hice antes con la pareja siniestra… (Modesto). Vamos, digo yo…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Que sigue achantada. A todos). Don Antonio siempre ha sido mucho de hacer metáforas de España... (CERVANTES y GOYA, que se ha medio enterado de todo, asienten).

CERVANTES
y GOYA.– (Contentos). ¡Vivan las metáforas de España…! (Como VELÁZQUEZ sigue perdido en sus pensamientos, no ha podido unirse a ese alegre grito que tanto tiene también que ver con él).

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  El desarrollo, una metáfora sobre el crecimiento, convertido aquí en símil de la voluptuosidad.
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Igual que antes). Sí, sí, si se entiende muy bien, España en esos años no hacía más que aliviarse del “salmantino luto” al que la tuvo condenada la dictadura durante tres décadas… (Como hablando para sí misma). Y menudo alivio, con ese sujetador tan erótico… (A MINGOTE). De todas formas, eso de los setenta no es más que una excusa, porque hay que ver cómo se recreó en 1968 dibujando esa portada de La Codorniz que tanto le gusta a don Francisco, con la maja desnuda bien gorda y bien desnuda… O esa otra de 1969 dedicada al “desarrollo” que… (Recuperando un poco su insolencia). ¡Bonito desarrollo…! (Se calla para dejar que todos recuerden esa otra portada que La Codorniz dedicó al desarrollo económico de España en la que MINGOTE, jugando con otras connotaciones de la palabra “desarrollo”, dibujó a una señora con el pecho tan desarrollado que los botones de su vestido no aguantan la presión y salen disparados de su hermosa y curvilínea espalda).

MINGOTE.–
(Bromista y sicalíptico). Mujer, compréndelo, tratándose del año 69… (Muy guasón, guiñándole otra vez el ojo cómplice a PICASSO). Si en el fondo esto del erotismo es tan antiguo como el mundo. Ya decía Aristóteles que el hombre por dos cosas trabaja… (La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO le interrumpe con tal ímpetu que hasta se le escapa una aguja).

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Mingote en una casa de putas donde oficia Concha Velasco, en la película La colmena. Las imágenes inferiores muestran carteles de películas con guión del humorista.  
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SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– ¡La primera por haber mantenencia, y la segunda por haber juntamiento con hembra placentera…! (Belicosa). Que yo también me conozco al Arcipreste de Hita… (Cáustica). ¡Y a don Camilo José Cela…! (Hablando como para sí misma pero dejando que se enteren todos de lo que dice). Indudablemente le vino como un guante el papel que le dieron en La colmena…

MINGOTE.–
(Que le ha hecho gracia eso de que le recuerde su pequeña intervención en La colmena como cliente de un prostíbulo. Nostálgico). Ah, el cine…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Continúa pendenciera). El cine, el cine… Todo lleno de madres solteras y piernas que crecen y faldas que menguan…
MINGOTE.– (Interrumpiéndola porque también le ha hecho gracia esta alusión a dos de las películas en las que trabajó como guionista: Soltera y madre en la vida, en 1969, y Pierna creciente, falda menguante, en 1970). ¡Qué graciosa Lina Morgan! ¡Qué guapa Laurita Valenzuela…!  (A la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO. Amistoso.). Deberías dejar de pensar en esos tiempos, que no te hace ningún bien…  Esos guiones, igual que mis chistes, reflejaban temas de candente actualidad como las relaciones prematrimoniales o el destape, que ya estaba ahí, agazapado en espera de que muriera Franco…

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  Esbozo de gorda con labios apetitosos.
SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–Pero es que después de los setenta vinieron los ochenta… (Malhumorada). ¿Qué necesidad había de dibujar en 1983 para tratar el tema de las revistas del corazón, por ejemplo, a esa gorda que dibujó de forma tan erótica, sentada en la playa diciendo: «¡Qué memorias podría yo escribir si me acordara de algo!»?

MINGOTE.–
(Extrañado). ¿Qué le pasa a esa gorda…? Si es apenas un esbozo de mujer. (Bromista). Pobrecilla…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO
.– (Seca). ¡Ja! Ese boceto, hecho como al desgaire, tiene sin embargo una efectividad plástica sólo al alcance de los grandes maestros del dibujo; o sea, que no ha salido así por casualidad... (Brusca). ¡Sin nariz pero con labios apetitosos, esa gorda sólo abocetada invita sin embargo a pensar en aventuras amorosas pasadas…!

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La serie Cutita en la revista Época.  
MINGOTE.– (Intentando salirse por la tangente). El tema de las revistas del corazón lo traté sin erotismo en la revista Época, también en los ochenta…Acuérdate de mi personaje Cutita y su diario fantástico… (Hace MINGOTE una pausa para recordar él también un poco a ese personaje que se mantuvo un gran número de semanas en Época con una página titulada Diario fantástico de Cutita, lectora de las revistas del corazón. Se trataba de una mujer que tenía una mercería en Valdeperas del Arcipreste y que fabulaba siempre con que los personajes del papel cuché iban a visitarla al pueblo. La página simulaba un diario manuscrito de Cutita en el que MINGOTE mezclaba en unos amables collages dibujos con fotos de políticos, aristócratas o artistas de esos que están siempre en las revistas).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Pesadísima, sin haber prestado atención a la pobre Cutita, que se queda ahí, como una insignificante nota a pie de página). Ya, ya… (Muy puntillosa). Seguro que de los años ochenta de lo que mejor se acuerda es de la colaboración en Interviú… ¡Anda que no se lo pasaría bien ahí, con tanto despelote…!

MINGOTE.–
(Sonriendo). Pero si apenas fueron dos años…


SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO
.– (Demostrando que es una verdadera “hemeroteca sedente”). De junio de 1984 a febrero de 1986, que me acuerdo perfectamente.Comenzó con una serie titulada Historias inéditas que después cambió por una sección llamada Amor y lujo. (Hace una breve pausa para continuar después con su “celoso” repaso cronológico). Pero la cosa, desde luego, no acabó ahí, en los ochenta, porque después, en los noventa, ¿qué…? (Ahora hace una pausa dramatiquísima que intriga a todo el mundo. Menos a VELÁZQUEZ, claro, que está ensimismado).

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  Interviú intercaló a Mingote entre sus señoritas desnudas durante dos años.
MINGOTE.– (Intrigadísimo). ¿Qué…?

PICASSO.–
(Intrigadísimo).¿Qué…?

CERVANTES.–
(Intrigadísimo). ¿Qué…?

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Intrigadísima). ¿Qué…?

GOYA.–
(Sordo). ¿Eeeeh?

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO
.– (Sonriendo con malicia). ¡Qué les gustan las cochinerías…! (Algo más suavizada). Vamos a ver, que lo que yo digo es que hasta para ilustrar un tema tan prosaico como el de la corrupción política, recurre este hombre a mujeres estupendas… En 1990, cuando estalló un escándalo de teléfonos intervenidos, no se le ocurrió otra cosa que dibujar a una femme fatale de pestañas airosas, labios carnales, rizada melena rubia y unos pechos… y unas piernas… y un provocativo vestido ribeteado con escote de infarto… una mujer fatal, digo, que intenta hablar con su amante, político corrupto sin duda, utilizando una clave absurda para sortear los pinchazos: «Dígale que le ha llamado el prior de los trapenses de Nueva Caledonia. Él ya sabe»... 

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Mingote usó a esta femme fatale para lanzar una sátira contra la corruptela.  
MINGOTE.– (Guiñándole de nuevo el ojo a PICASSO. Un poco cínico). Lo exigían las circunstancias…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Erre que erre). ¿Y el siglo XXI…? Porque me acuerdo ahora de un chiste del año 2000 con una de esas buenorras sentada en el brazo de un sillón donde está su amante leyendo el periódico. Y él va y le dice: «Se detecta una inquina universal contra las drogas, el tabaco, el alcohol… Todo lo que provoca adicción. Creo que debes esforzarte en pasar desapercibida, encanto»…

MINGOTE.– 
(Igual que antes). Era un tema candente en aquel tiempo…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Irónica). Por supuesto, como los recortes del gobierno... Y por eso en una de sus últimas viñetas dibujó a una tía muy “flamenca” diciéndole a su maromo: «Acepto que se me califique como inversión suntuaria a suprimir; lo que no tolero es que se me llame gasto superfluo». (Agria). ¡Lo que pasa es que le gusta mucho eso de retratar “entretenidas”!

MINGOTE.–
(Humorístico y muy chacotero). ¡Como a mi maestro…! ¡Esas viñetas son un homenaje a la comedia Las entretenidas,de don Miguel Mihura…!


SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Combativa). Si hasta en Hombre solo no paró de sacar tías en pelota… Así, a bote pronto, me sale un caballero del siglo XVII que está pensando en una dama recostada sensualmente con un rosario en la mano… ¡Sin ropa…! ¿Qué manera de rezar es ésa, por Dios…? Y un nazareno que comparte mesa con una racial mujer española muy bien puesta ella, con sus pendientes, su moño, su abanico… ¡Pero en pelota picada…! ¡Qué manera de cargarse las más sagradas tradiciones…! O ese sesudo matemático que hace cuentas mientras piensa en una jovencita que está de rodillas en cueros vivos y con una pose que… ¿Pero qué cuentas son ésas…? (Mordaz). Menos mal que lo llamó “hombre solo”, que si lo llega a llamar “hombre acompañado…”
.

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 Imágenes de Hombre solo en las que aparece la sicalipsis.

MINGOTE.– (Riéndose). Ya sabes que no es bueno que el hombre esté solo…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Continúa mordaz). No, la que parece que no es bueno que esté sola es la mujer casada, porque es que no hay una esposa que se quede sola un momento a la que usted no le meta un tío en la cama… Vamos, que se podría sacar un libro entero dedicado a las adúlteras de sus viñetas… (Recordando). Como la última que publicó ABC el día 3 de abril y que le sirvió para ilustrar el dicho castellano “estar de vuelta” porque, al ver al marido llegar, la mujer, que está con el amante al lado, cínica perdida, le dice: «Pero tú no ibas a volver mañana»…(Se queda callada y triste por haber pensado en ese fatídico día 3 de abril... Ahora habla con resignación). Es que su carrera ha estado llena de mujeres y erotismo hasta el final… y prácticamente desde el principio… (Es interrumpida por la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI).


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 La última viñeta publicada por ABC en vida de Mingote.


JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Bromista). ¡Al principio la gente eran sólo dos! (Esta frase es con la que da comienzo la obra Historia de la gente, que nació en 1955 por entregas en la revista Semana, tuvo una segunda versión libre ya de la censura en 1980 en el suplemento dominical de ABC y, en 1984, se publicó en forma de libro. La JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, por alegrar un poco el ambiente, se pone de pie, se quita la braguita del bikini y se da la vuelta para quedarse de espaldas a todos con el culo al aire imitando a la Eva bíblica que abre la espectacular obra de MINGOTE. Moviendo el culo con mucha gracia. Jaranera). ¡Al principio la gente eran sólo dos! ¡Al principio la gente eran sólo dos…!

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  Imágenes de Historia de la gente, en disposición cronológica.
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PICASSO.– (Que al ver el culo le han salido cuernos. Resoplando, muy “minotauro”). ¡Qué gran obra…! ¡Historia de la gente es tu Guernica, Antoñito! (La JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, asustada por los resoplidos de PICASSO, vuelve a ponerse la braguita y corre a esconderse detrás de MINGOTE,que la protege no sin antes echarle una miradita a los pechos, que tenía descuidados hacía ya demasiado rato…).

CERVANTES.–
(Ponderativo). ¡Dichosa gente y libro dichoso aquel…!

GOYA.–
(Igual que CERVANTESpero algo más “maño”). ¡Y qué tías más “majas”…! ¡En ese libro las mujeres de la Historia se han disfrazado todas de “mujeres Mingote”…!

MINGOTE.–
(Con bonhomía). No sé explicarlo, pero yo a la gente la quiero de verdad…
 
(Todos se quedan riendo excepto la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO,que ha escuchado la conversación en silencio, tejiendo frenética. Y mientras el jersey o bufanda de punto se expande como un universo de lana por todo el suelo de este cielo de mujeres, de su cabeza bullente salen pequeñas volutas de humo que poco a poco forman un bocadillo de pensamiento que ella no puede controlar. Todos dejan de reír para mirar extasiados a las mujeres que van apareciendo en ese socorrido recurso gráfico. Son las mujeres de la Historia pasadas por la plumilla de MINGOTE; es decir, dotadas de esa sensualidad y encanto que tan bien supo imprimir siempre en sus dibujos este autor prodigioso. Y como si nada más pensar en ellas la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO quisiera apartarlas de su cabeza por no ver esas curvas voluptuosas que tantos celos le provocan, las mujeres de la Historia de la gente se suceden con rapidez, como veloces fotogramas de una hermosa película. Y así, en esta especie de “Aleph” erótico en el que se ha convertido su pensamiento, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO ve a guapas prehistóricas despojadas de sus pieles por la fuerza de un viento lujurioso y juguetón, eficaz instrumento del que se vale la sabia naturaleza para perpetuar la especie. Y ve a hermosas prostitutas tebanas, inspiradoras activas de los constructores de pirámides. Y ve a pasionales griegas que se ofrecen, pecho en ristre, al toro de la pasión. Y ve a exuberantes romanas prestas al amor conyugal. Y ve a la emperatriz Teodora sugerente y bizantina. Y ve los hipnóticos ojos del islam. Y ve a una bailarina egipcia de curvas subyugantes. Y ve a princesas medievales de pechos fermosos et fermosas piernas et nalgas. Y ve a blancas amazonas conquistando a sus conquistadores. Y ve sabrosos culos renacentistas. Y ve poetisas cortesanas y pechugonas. Y ve sensuales desmayos barrocos. Y ve voluptuosas escenas galantes del siglo XVIII. Y ve escotes románticos. Y ve piernas Belle Époque. Y ve a espías arrebatadoramente seductoras. Y ve a rutilantes estrellas con las faldas a lo loco enseñando lunar y muslamen. Y ve a jóvenes modernas con excitantes shorts… Y ve, en conclusión, pasar como un hálito de vida mujeres que se solapan conformando una sola: la mujer de MINGOTE, esa mujer autóctona exportada a otros mundos y tiempos capaz de trascender lo local para llegar a lo universal sin dejar de ser, no obstante y en gozosa pirueta humorística, la única e inigualable mujer de MINGOTE. Y, quizá por eso, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO deja de repente de estar celosa. Ha visto a todas las mujeres de la Historia desfilar por su pensamiento y se ha reconocido en ellas. Y acaso sea este fenómeno de identificación el que la hace entender que no hay razón para recelos absurdos pues todas esas mujeres son ella misma. Por eso, ahora, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, sin dejar de cruzar las agujas, prácticamente enterrada en la lana de ese jersey o bufanda interminable, sonríe. Esta especie de feliz anagnórisis podría haber ocurrido antes, claro, pues cualquiera de las mujeres de MINGOTE, gordas o delgadas, son la misma. Quizás al repasar por décadas sus chistes, o si le hubiera dado por pensar en las mujeres de otras obras como Historia del traje, Historia de Madrid, o esa historia del mus en la que, por cierto, tan bien guiñan los ojos las traviesas jugadoras, podría haber llegado a esta certeza que dulcifica su cara. Sea como sea, lo importante es que ha sido en este momento y no antes, que tan ofuscada estaba por los celos, cuando se reconcilia con su creador. Y por eso ahora, como brillante colofón de esta Historia de la gente que pasa por su pensamiento, la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO ve pasar una última mujer cargada de dulce y limpio erotismo. Es una señora mayor, embarnecida por la edad pero adorable, que está apaciblemente sentada en un banco con su marido. Cuando él le comenta que gracias a los avances médicos los niños se harán en los laboratorios, ella, abanicándose con ternura, le dice: «Bien, pero a nosotros que nos quiten lo bailado». Y entonces, imbuida de esa inocente y pura sexualidad pasada, la SEÑORA GORDAQUE HACE PUNTO deja por primera vez de tejer para levantar su mirada y enfrentarla a la de MINGOTE, que, picarón, le guiña un ojo cargado de amor. Después, ruborizada pero feliz, se queda callada y teje, como una paciente Penélope castiza.

Para no estorbar más la intimidad de MINGOTE, los insignes visitantes deciden que ya es hora de irse y todos se acercan a él para despedirse convenientemente).

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Añoranza y celebración de la sexualidad pasada.
CERVANTES.– (Con una lagrimita de admiración asomando por su ojo izquierdo, hace una reverencia y le estampa un beso en la frente). ¡Adiós, maestro!

MINGOTE.–
(Muy emocionado). ¡Adiós, maestro! (CERVANTES se desvanece).

PICASSO.–
(Recuperado ya afortunadamente de su “congestión” mitológica… A VELÁZQUEZ, bromista). ¿Viene vuecelencia…? (Gritándole un poco). ¡Que nos vamos, Diego, hijo…! (A los demás). ¿Pero en qué habrá estado pensando este hombre todo el rato…?


VELÁZQUEZ.–
(Volviendo en sí por los gritos de PICASSO, guarda el pincel en su manga acuchillada y se dirige a MINGOTE meneando la cabeza y dando chasquidos de impotencia con la lengua). ¡Hay días en que no se le ocurre a uno nada…! (También con una lagrimita de admiración por este discípulo que ha sabido dibujar a los desfavorecidos del mundo con el mismo respeto con que pintó él a los enanos de la corte, le estampa un par de besos en la cara). ¡Adiós, maestro!

MINGOTE.– (Muy emocionado). ¡Adiós, maestro! (VELÁZQUEZ se desvanece).
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GOYA.– (Que ha tenido que atravesar con dificultad el bosque de lana de la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO,igualmente llorando de admiración le estampa dos besos en la cara, más uno en la frente y otro en el lápiz). ¡Adiós, maestro!

MINGOTE.– (Muy emocionado). ¡Adiós, maestro! (GOYA se desvanece).

PICASSO.– (Que también tiene una lagrimita de admiración asomando por su ojo izquierdo pero que la aparta antes de que salga). ¡Adiós Antoñito, maestro! (Después, muy rijoso, le estampa un beso en la boca a la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, que, por evitar que este hombre tan fogoso pase a mayores, sale corriendo para hacer un rozagante mutis juvenil).

MINGOTE.–
(Muy emocionado y guiñándole por última vez el ojo). ¡Adiós, maestro! (PICASSO,devolviéndole el guiño, tambiénse desvanece. Hay una pausa en la que la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI, mirando prudente para asegurarse de que PICASSO se ha ido de verdad, vuelve respirando aliviada para sentarse de nuevo en el suelo a echarse bronceador, como al principio).
 
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Una tira de la serie Mari-Juana, publicada en Blanco y Negro. (Por la senda que GOYA ha abierto en la lana sale de pronto la gata negra de LISARDA tosiendo como una descosida. Ha estado todo el rato perdida en ese laberinto lanar de la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO y, feliz por haber encontrado una salida, decide hacer mutis para buscar a su dueña y consolarse con ella del mal rato que ha pasado. Sale pues la gata negra y todo queda en silencio durante unos segundos en los que sólo se oyen el enamorado roce de las agujas de la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO, la suave aplicación del bronceador de la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI y el alegre rasgueo del lápiz de MINGOTE.
De pronto, la atmósfera de placidez que envuelve a todos queda rota por un maullido extraño que precede la salida de nuevo a escena de la pobre gata negra.Y entra corriendo y muy asustada porque se le ha subido encima una niña que la espolea como si fuera un caballo del Far West. Es una niña muy graciosa con ojos grandes de niña alegre y despierta, pequitas por la cara y dos trenzas con lazo en la cabeza).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.– (Riéndose por el alboroto). Pero ¿quién es esta niña tan revoltosa…?

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.– (Sin dejar de tejer, como siempre. A la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI). Es Mari Juana, un personaje que don Antonio creó al final de los años cincuenta para las páginas del Blanco y Negro. Mari Juana protagonizaba en el semanario unas divertidas tiras mudas de humor blanco, limpísimo, que, sin embargo, tuvieron poca vida... (A MINGOTE. Afectuosa y prudente. Muy maternal). Me parece a mí que éste no es sitio para que ande jugando una niña, por muy personaje suyo que sea, porque aquí se están hablando cosas de mayores que podrían dar mal ejemplo a la criatura…(MINGOTE, al que le ha hecho ilusión ver de nuevo a Mari Juana, le hace una seña para que se pare. Ella obedece y se baja de la gata, que aprovecha para hacer un definitivo mutis gatuno bastante acelerado. Después, MINGOTE le da a Mari Juana un fuerte abrazo y dos besos de abuelo de esos que hacen ruido y hasta dejan húmedas las mejillas. Y es que hace tanto tiempo que la creó, que para él Mari Juana, más que una hija, es una nieta. Luego le pide que se vaya sólo con la mirada, sin decir nada, como en sus tiras. Y Mari Juana, que aunque traviesa es una niña muy buena, comprende y, obediente, se va de allí corriendo para intentar dar caza de nuevo a la gata negra de LISARDA).

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI
.– (A la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO. Inflando el pecho, muy coqueta). Yo creía que don Antonio sólo dibujaba mujeres hechas y derechas como yo… (Riendo. Gamberrilla). No sabía que también le gustaban las niñas…

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Severa). ¡Un respeto! El primer dibujo que publicó en su vida, precisamente, fue una niña. (Admirada). ¡Y don Antonio sólo tenía trece años…! (La interrumpe MINGOTE).

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Primer dibujo que publicó Mingote, en 1932, con Celia y Roenueces.
 
MINGOTE.– (Un poco melancólico al recordar su niñez. Con la mirada perdida en el horizonte del tiempo). 17 de julio de 1932… Era Celia, el popular personaje de Elena Fortún, que dibujé acompañando al conejito Roenueces, la mascota de Gente Menuda, el suplemento infantil de Blanco y Negro,que solía publicar dibujos de los lectores… (Vuelve a rayar el papel y en apenas unos segundos, con trazo rápido y seguro, ha dibujado otra vez, con la misma ilusión con la que lo hizo de niño, al conejito Roenueces hablando con Celia). (Pausa).

(Mientras MINGOTE se abisma en el lápiz para que la inspiración le coja trabajando, todo vuelve a quedar en silencio. La SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO se concentra en las agujas, la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI se abstrae en el bronceador, y el obstinado mirón se empeña, incansable, en seguir mirando. Y entonces, como si en algún lugar hubiese un angelical técnico en iluminación escénica aguardando una secreta señal convenida, la luz general comienza a decrecer hasta que toda la escena queda oscura).


EPÍLOGO


(Apenas ha pasado un minuto cuando el incierto ángel luminotécnico lanza un foco de luz cenital que alumbra una parte que hasta ahora, sorprendentemente, había quedado en una borrosa penumbra. Es una galería llena de cuadros de MINGOTE que parecen haber querido estar apartados, como ensayando una especie de distanciamiento brechtiano, o cualquier otra extravagancia de esas a las que son aficionados los dramaturgos diletantes y pretenciosos. En cualquier caso, eso ya no importa. Lo que importa es que son óleos de esa etapa en la que MINGOTE, con los setenta ya cumplidos, comenzó a pintar. Y como no podía ser de otra forma dada la singularidad de este cielo, estas pinturas son una hermosa selección con mujeres que irradian belleza y kilos a partes iguales. Son cuadros en los que
MINGOTE volcó toda su pericia como dibujante, como humorista y como fino erotómano.

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Óleos de Mingote comentados en el texto.
El foco recorre lentamente los lienzos, como si los acariciara, prestándole su luz para que se manifiesten en toda su radiante esplendidez. Y se para un instante en un retrato de familia particularmente divertido. Se titula La oveja negra y muestra una familia posando con seriedad. En primer plano, sentada con las piernas cruzadas, hay una hermosa rubia desnuda que, flemática, posa con la misma seriedad que los demás. La circunspección de la escena queda rota por el contraste con el blanquísimo cuerpo de la joven, que, por si fuera poco, lleva zapatos, labios y uñas de color rojo. Y, además, fuma. Viendo el cuadro es inevitable abstraerse del típico posado de familia burguesa para adentrarse con la fantasía desbordada en la vida de esta blanca oveja negra que sin duda ha de ser muy interesante…
Sigue el foco su iluminador recorrido para mostrar una versión muy peculiar del juicio de Paris en la que
MINGOTE convierte al príncipe troyano en un joven como de los años veinte, con pajarita y canotier, que sostiene impasible la manzana de la discordia rodeado por tres gigantescas diosas que le muestran su obesa y voluptuosa desnudez en espera de su elección. La cómica imperturbabilidad del joven lo acerca al Buster Keaton de El maquinista de La General. Si éste no se inmutaba por ir peligrosamente sentado en la biela de una locomotora a vapor, el Paris de MINGOTE apenas pestañea frente al peligro que supone estar sentado entre estas tres “locomotoras” de pasión.
El siguiente cuadro enfocado es también una festiva interpretación mitológica: El rapto de Europa. Pero es un rapto muy español en el que MINGOTE ha colocado un torero junto a la gorda y desnuda Europa, que está subida en un toro que podía haber firmado perfectamente PICASSO.
La luz revela otro cuadro que se titula
El beso y está lleno de inocente sensualidad. En él, una tímida rolliza desnuda, de muslos grandes y pechos diminutos, se tapa la cara con rubor después de haber besado el marmóreo busto de Apolo.
Y avanza el foco para mostrar ahora una escena del Nuevo Testamento cargada de crueldad y erotismo. En él ha pintado MINGOTE una escultural Salomé, apenas cubierta por un volátil cendal, que baila triunfante con la cabeza del Bautista en una bandeja de plata. Por mucha sangre que caiga de la bandeja, la mirada de cualquier espectador inevitablemente habrá de acudir antes a las rotundas formas de la princesa bíblica que al patetismo de la cabeza cortada.

Los siguientes cuadros iluminados son alegorías picassianas de las cuatro estaciones. Y pasa el foco por los pechos del otoño, alumbra las piernas del verano, ilumina los glúteos del invierno y, cuando está poniendo luz en los pasionales labios de la primavera, como si PICASSO, allá donde esté, hubiera visto todos los cuadros, se oye su voz).

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 Óleos de Mingote.
VOZ DE PICASSO.– ¡¡Qué tías más buenas, Antoñito…!! Aunque empezaste a pintar con muchos años no importa, porque cuando se es joven, se es joven para toda la vida… ¡Y tú estás hecho un chaval, Antoñitoooo…!

MINGOTE.– (Risueño y modesto).Sólo soy un pintor de domingos. Yo no sé pintar… (Sigue dibujando).

(Todo vuelve a iluminarse normalmente cuando un nuevo personaje aparece en escena. Dando saltos para esquivar la lana de ese punto eterno, por el lado en el que se encuentra la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO hace su entrada una exótica mujer. A pesar de ser gordísima, no parece, desde luego, que sea una mujer de MINGOTE. No tienes pies y lleva un sombrero colorado sobre una melena negra que a leguas se ve que es una peluca. El pecho se mueve de forma inverosímil delatando la impostura: es un pecho postizo, como postizo también es el sexo de esta mujer, pues a medida que se acerca se advierte que esta mujer tiene bigote. Es Antonio de Lara, TONO, disfrazado de la mujer que él mismo dibujó para la primera portada de La Codorniz en junio de 1941, que ha querido venir a saludar a su amigo MINGOTE. Como el Max Estrella de Luces de Bohemia, TONO, que nació en Jaén, es un hiperbólico andaluz al que MINGOTE siempre quiso y admiró muchísimo. Por eso ahora, cuando lo reconoce, sonríe, llora y hasta sale corriendo para darle un abrazo. TONO, sin embargo, frena a su amigo para hablarle con fingida seriedad).

TONO.– (Poniendo voz de mujer y aguantando la risa). ¡Caramba, don Jerónimo! Está usted muy cambiado… (MINGOTE, contentísimo, entiende la broma y le sigue el juego a su amigo representando el genial diálogo de aquella portada entre un señor con barba y la señora gorda con sombrero). 

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  La primera portada de La Codorniz, con la viñeta inolvidable del inmortal Tono.
MINGOTE.– (Poniendo voz de señor con barba y aguantando también él la risa). Es que yo no soy don Jerónimo…

TONO.–
(Igual). ¡Pues más a mi favor…! (No pueden aguantar y los dos rompen a reír mientras se funden en un fraternal abrazo. Después quedan hablando aparte durante unos minutos en los que TONO le cuenta a MINGOTE sus últimos inventos, puesto que en el más allá ha seguido con esa graciosa costumbre de inventar cosas raras que tenía cuando vivía. Luego, TONO se despide yéndose por donde vino y emplazando a MINGOTE para que acuda más tarde, después de hacer su viñeta, a una fiesta que le tienen preparada sus amigos y para la que ya han confirmado asistencia Mihura, Herreros, Edgar Neville, Gila, Rafael Azcona  y José López Rubio).

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Que ha estado escuchándolo todo y que también admira muchísimo a TONO. Suspirando emocionada, hablando para sí misma y sin dejar de tejer). Ay, ¡qué prodigio de hombre!

JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI.–
(Que ha estado algo despistada durante la visita poniéndose bronceador. A la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO). ¿Prodigio…? ¿Ha sucedido algún prodigio…?

SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO.–
(Sonriendo, muy ocurrente). Todavía no. Don Antonio no ha empezado aún a dibujar…
 
(Y como si la visita de TONO le hubiera servido de inspiración, MINGOTE, exultante, vuelve a sentarse delante del tablerillo y se dispone a dibujar, ahora sí, su viñeta diaria. Pero antes lanza un beso con la mano a la SEÑORA GORDA QUE HACE PUNTO; lanza también una última y traviesa mirada a los pechos de la JOVENCITA ROZAGANTE EN BIKINI; y además, como para demostrar que realmente quiere a la gente, se vuelve y le guiña un ojo al mirón que sigue escondido y que no puede finalmente contener las lágrimas por la emoción de asistir a este momento mágico. Después, todo calma y sosiego, MINGOTE afianza el papel con la mano izquierda y moja la plumilla en el tintero.

Como todas las mañanas).

 

BIBLIOGRAFÍA
 
La mayor parte de los comentarios que salen por boca de Mingote, así como sus datos biográficos, están documentados en entrevistas y escritos suyos, principalmente escogidos de entre:
 
-HISTORIA DE LA GENTE. GALAXIA GUTENBERG-CÍRCULO DE LECTORES, 1997.
-ANTONIO MINGOTE, 50 AÑOS EN ABC. ABC, FOCUS ABENGOA, 2003
-HOMBRE SOLO, GALAXIA GUTENBERG-CÍRCULO DE LECTORES, 1998
-ANTOLOGÍA DE ABC. ABC, 2012.
-A. MINGOTE. SEÑORAS Y SEÑORITAS, EDICIONES B,2006
-MINGOTE, OBRA ESCRITA POR MARÍA LUISA BURGUERA NADAL. EDIPLUS, 1996
-ANTOLOGÍA DE LA CODORNIZ. EDAF, 1998
-DON QUIJOTE DE LA MANCHA, PLANETA, 2005.
-ELOÍSA ESTÁ DEBAJO DE UN ALMENDRO DE ENRIQUE JARDIEL PONCELA. COLECCIÓN AUSTRAL, ESPASA CALPE,1994.
-HEMEROTECA VIRTUAL DE ABC.
-MINGOTE, LA VIDA CABE EN UN DIBUJO. CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN CELEBRADA EN EL IVAM, VALENCIA, 2009
 
Internet:
 
 
 
AGRADECIMIENTOS
 
A Carlos Villanueva Nieto, humorista gráfico y biógrafo de Mingote, por su valiosa información sobre algunos de sus personajes y el envío de varias páginas de la revista Época. Y a Jordi Manzanares, periodista y colaborador de TEBEOSFERA, por el escaneo de páginas de Señoras y señoritas.
Creación de la ficha (2012): José Luis Castro Lombilla. Revisión de Alejandro Capelo. Edición de Manuel Barrero. · Datos e imágenes tomados de un ejemplar original
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LOMBILLA (2012): "Mujeres en la obra de Antonio Mingote", en Tebeosfera, segunda época , 9 (29-VII-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/III/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/mujeres_en_la_obra_de_antonio_mingote.html