EL OESTE EN LA EDITORIAL MARCO
AGUSTÍN RIERA

Title:
The western at Editorial Marco
Resumen / Abstract:
Repaso a las publicaciones de subgénero wéstern que lanzó la Editorial Marco. El autor repara en la presencia de este tipo de narraciones aventureras en cinematografía, novela y cómic para luego comentar las series que se desarrollaron en los tebeos lanzados por el editor barcelonés. / Review of the western subgenre publications launched by Editorial Marco. The author notes the presence of this type of adventurous narratives in cinematography, novels and comics and then comments on the series that were developed in the comics launched by the Barcelona publisher.
Notas: Texto entregado el 31 de diciembre de 2023. Admitido el 19 de enero de 2024.
Palabras clave / Keywords:
Editorial Marco, Tebeos del oeste, El Puma, Martínez Osete/ Editorial Marco, Western comics, El Puma, Martínez Osete

EL OESTE EN LA EDITORIAL MARCO

 

Las historias del Oeste narraban, con mucha imaginación, la epopeya de aquel gran continente americano que no tenía siglos de historia propia registrada, como los otros continentes, explayándose en la epopeya del descubrimiento, colonización, guerras indias, desarrollo industrial y las fantásticas sagas de exploradores como Buffalo Bill, de sheriffs como Kit Carson, de los agentes de la Pinkerton, de las biografías de héroes nacionales como el general Custer, de jefes indios como Sitting Bull, de famosos pistoleros como los hermanos Dalton o Billy el Niño, y con otras variaciones de temas clásicos como la venganza, los duelos entre pistoleros, las caravanas, los buscadores de oro, la construcción del ferrocarril, las peleas entre ganaderos y agricultores, los fuertes militares en las guerras indias o la Guerra de Secesión, la travesía de desiertos inhóspitos, los ríos revueltos, las contiendas fronterizas, la guerra con Méjico y las descripciones de pueblos y ciudades con sus clásicos bares de juegos y mujeres fáciles, así como los concursos con armas de fuego y las carreras de caballos. Todo ello constituía un filón de historias y leyendas recogidas por periodistas y escritores que luego se transmitieron con éxito a la vieja Europa y su sed de divertimento y exotismo.

Grandes autores literarios produjeron obras maestras del género, como James Fenimore Cooper (1789-1851, El último mohicano), James Oliver Curwood (1872-1927, Los cazadores de lobos; Kazan), Zane Grey (1872-1939, El espíritu de la frontera), Mayne Reid (1818-1883, Los cazadores de cabelleras). No faltaron en Europa autores que destacaron en el género, como Karl May (Alemania, 1842-1912, la saga de Winnetou), Emilio Salgari (Italia, 1862-1911, ciclo Piratas de las Bermudas; ciclo Aventuras en el Far-West), Gustave Aimard (Francia, 1818-1883, Los tramperos del Arkansas; La ley de Lynch) y José Mallorquí (España, 1913-1972, Tres hombres buenos; El Coyote; Dos hombres buenos).

Pero el gran éxito del género tuvo lugar con la publicación de las dime-novels, fascículos baratos que contribuyeron a la difusión internacional de estas obras a nivel popular desde 1870 hasta los años 1920 y 1930 del siglo XX, cuando fueron reemplazados por los pulps, novelas impresas en papel barato con varias historias en cada número y con magníficas ilustraciones a cargo de los mejores dibujantes y pintores americanos del momento (Ace High Western Magazine, Western Story Magazine, Far West Illustrated, Far West Stories y otras muchas). Los folletines tuvieron gran difusión en Europa y fueron alimentados por la producción cinematográfica, máquina suprema de creación de ensueños con su fascinación ejercida desde las pantallas, proyectando, aparte de las grandes obras (Nacimiento de una nación, de Griffith, 1914; El Caballo de Hierro, de John Ford, 1924), las hazañas de personajes famosos en sus películas y seriales, como Buffalo Bill, Tom Mix, Hopalong Cassidy o Buck Jones.

Todo esto influyó, como en el resto de Europa, en los gustos y aficiones del público popular español, que se deleitaba con las publicaciones infantiles de la época y las novelas del Oeste; hasta el punto de que se veía por las calles a hombres yendo hacia su trabajo andando y leyendo una novelita del Oeste[1].

Estas obras épicas estuvieron muy presentes en las publicaciones de Editorial Marco, y es que este género siempre fue, hasta hace algún tiempo, uno de los preferidos de los aficionados españoles de todas las capas sociales, no solo niños, sino adolescentes, adultos, mujeres y mayores, tanto en novela y cine como en la historieta.

Ya desde sus comienzos, cuando editaba folletines y revistas juveniles de gran formato, al estilo de las hojas dominicales de prensa de los Estados Unidos, encontramos en esas publicaciones interesantes series del Oeste con algunos de los grandes nombres clásicos de la historieta española, como Farell y Francisco Darnís.

 

Los principios: folletines y desarrollo de las revistas infantiles

Algunos de los folletines publicados por Marco fueron del género que nos ocupa, siguiendo el ejemplo de otras editoriales, como El Gato Negro, Granada y Cía. o Atalante. Destacaron algunas series que dieron lugar a adaptaciones gráficas, como Buffalo Bill, una serie de ocho fascículos ilustrados por Darnís; Dick Navarro, el terror de las praderas, quizá con dibujos de Farell; Jim Brade, el ciclón tejano, veinte números, de Canellas Casals y dibujos de Farell; Lucha de Razas. Pieles rojas contra blancos, setenta y seis números, que constituyen la reedición de la serie publicada con anterioridad por F. Granada y Compañía y reeditada por Atlante en los años veinte; El Pequeño Buffalo Bill, dieciséis números, del autor P. Tostti; Sitting Bull, el último piel roja, veinticinco números, de Canellas Casals, con dibujos de Farell. Como la mayoría de estas publicaciones no llevaban fecha de edición es muy difícil situarlas en el tiempo y con relación a las otras publicaciones de Marco.

La editorial destacó por sus revistas periódicas infantiles, que contuvieron series de gran calidad, con autores que alcanzaron la fama y que se prolongaron en el tiempo, en particular la principal de ellas, que conoció varias épocas, incluso reduciendo su título: La Risa Infantil. En su primera época, de 1924 a 1937, conoció 641 números y ocho extras, con algunas series del Oeste, como Lil, la Reina de la Pradera, Buck Jones, con dibujos de Farell, y Tim Mc Coy. Algunas series no llevaban créditos y a veces es difícil distinguir si eran series de origen extranjero o nacionales.

Le siguió la revista Rin Tin Tin, que llegó a los 443 números y siete extras, de 1928 a 1940. Aquí se publicaron personajes seriados, como Buffalo Bill, que acompañó a la revista durante toda su existencia, dibujado, entre otros varios, por Farell; otras series fueron Tex, el cow-boy policía y Peter Klin.

De la revista Don Tito se conocen 111 números y tres extras, de 1932 a 1934, y publicó Los tres pieles rojas, Buck Jones y Ken Maynard.

P. B. T. quizá llegó a los 88 números y tres almanaques, entre 1935 y 1941. Publicó Bud Reid, el rey de los tiradores, de Francisco Darnís, en los números 9 a 19, aventuras de un agente al servicio de Washington, en aventuras de una o dos páginas, con textos al pie de las viñetas[2]; También llevaba otra serie, Will Norton y los pieles rojas del Colorado.

Tras la Guerra Civil, la editorial publicó otras revistas, algunas de ellas efímeras, como Asta, que solo tuvo unos doce números en 1946, publicando sobre todo historietas humorísticas. Encontramos una historia seriada: La venganza de César, sin créditos, pero seguramente de Francisco Darnís.

Este mismo año apareció la revista El Ciclón, que tuvo catorce números, con historias humorísticas y de aventuras. Se publicaron en ella algunos relatos cortos humorísticos del Oeste, realizados por Boix, y de aventuras, dibujados por Francisco Darnís, como en el número 3, “La ciudad del oro”, y el 4, “El oro robado”.

Números 3 y 4 de El Ciclón.

Otra revista semejante, Cholito, con catorce números en 1947, publicó un wéstern humorístico de Ayné, cuyo protagonista daba nombre a la revista y aparecía en portada. En el interior encontramos una historia de Pedro Alférez: “Lucha con los indios”.

Dos series de Mundo Infantil:  “Bill el Temerario”, de Francisco Hidalgo, y “Pieles rojas contra blancos”, de Boixcar.

Mundo Infantil, de 1946 a 1950, llegó a tener por lo menos 53 números y el almanaque de 1949. Revista híbrida, con historietas humorísticas, pero que publicó un par de historias del Oeste, como “Bill el Temerario”, de Francisco Hidalgo, y “Pieles rojas contra blancos”, de Boixcar, basada en la serie de folletines del mismo título (Boixcar realizó los números 12 a 22, los once primeros no llevaban créditos de autores). En la serie de Lucha de razas, pieles rojas contra blancos se narraba la historia de las luchas de los indios contra los colonizadores blancos, algunos poniéndose al lado de los ingleses y otros al de los franceses.

Por fin mencionamos la revista más duradera de la editorial de esta época, La Risa, publicada de 1952 a 1962, con 227 números y once extras. Notamos que no se añadió la palabra “Infantil”, pues ya se era consciente en aquella época de que los tebeos no solo los leían los niños, también los mayores de edad. Como su nombre lo indica, la revista publicaba sobre todo historietas humorísticas, pero en sus páginas se infiltraron historias de aventuras de todos los géneros, incluso historias del Oeste, como El Charro Valiente (Martínez, números 55 a 64), La ruta del Oeste (Antonio García, número 98) o Juana Calamidad (Martínez, números 155 a 158).

Desde el número 208 (28-III-1960) al 227 (19-XII-1960) se publicaron aventuras de Rin Tin Tin con dibujos de Martínez (“Rancho Bennett”, números 208 a 215; “Guerra india”, números 216 a 219; “Rin Tin Tin”, números 220 a 223; “Misterio en Egipto”, números 224 a 227). Otras historias fueron Penny Pen, publicada en la doble página central de la revista, con dibujos de Beyloc (números 208 a 219), y Solo era un mejicano, de Martínez, en el número 222. Una característica de las portadas de los números 220 a 227 fue que presentaban a un famoso personaje del Oeste dibujado por Beyloc en una imagen de cuerpo completo, con su biografía en una historieta de humor realizada por Ricart (Ricardo Beyloc hijo), y un dibujo de la cabeza de Rin Tin Tin (220, “Wild Bill Hickock, héroe del salvaje Oeste”; 221 “Davy Crockett, el héroe nº 1 del Oeste”; 222, “Billy `el Niño´”; 223, “Jerónimo, el último apache”; 224, “Wyatt Earp, el sheriff de la frontera”; 225, “Jesse James”; 226, “Juana Calamidad”; 227, “Buffalo Bill, un héroe auténtico”). Otros personajes del Oeste, con la misma presentación, se publicaron en la contraportada de la colección Rin Tin Tin, en 1964 (171, “Kit Carson, el as de los exploradores”; 172, “Harry Lambeth, el minero jugador”; 173, “El general Custer, héroe de la Caballería”; 174, “Los hermanos Dalton”). Por el título, seguramente eran páginas destinadas a La Risa pero que quedaron sin publicar al interrumpirse la colección.

Rin Tin Tin nº 173, con el General Custer.

En el almanaque de 1962 se publicó “Duelo de titanes”, donde se enfrenta el sheriff Bat Masterson al pistolero John Ringo, con dibujos de Beyloc. Con las mismas características que las portadas mencionadas antes, encontramos en su interior a Pancho Villa. Y en el almanaque de 1956 de Red Dixon se publicó una historia del Oeste de Antonio García: “El misterio de la mina”.

Una colección de gran éxito fue la revista Rin Tin Tin, publicada desde septiembre de 1960 y que llegó hasta el nº 377, además de algunos números extraordinarios no incluidos en la numeración de la serie (almanaques de 1961 a 1965 y extra de primavera 1965). Desde el número 250, de 1966, la colección fue continuada por Ediciones Olivé y Hontoria, manteniendo el título hasta el número 269 y cambiándolo luego a Davy y su fiel Roy, seguramente por razones de derechos, manteniendo la numeración original hasta el final de la serie en 1970. La publicación pasó de ser mensual (números 1 a 9), hasta llegar a ser semanal. Además de las historias de Rin Tin Tin, la revista publicó otras historias de aventuras de orígenes y géneros diversos, como Sadar, príncipe sin reino, de Martínez, o El Príncipe Dani, de Antonio Pérez; historias de origen italiano, como Aventura en Canadá, de Franco Caprioli; así como historias humorísticas (Periquito, de Martínez, copia del gato Félix, por ejemplo, o Rin Tin Tin, de Castillo) y también algunas páginas culturales (“Historia de los EE UU de América”, “La Guerra de la Independencia”, “Curiosidades del Oeste”).

Rin Tin Tin nº 52.

Colaboraron en la serie de Rin Tin Tin varios guionistas (Carlos Bech, Leopoldo Cánovas, Victoria Sau, Antonio Sanz) y dibujantes (Ricardo Beyloc, Enrique Badía Romero, Martínez Osete, Claudio Tinoco, Antonio Biosca, J. Roselló, Mario Pi, Ángel García del Árbol, Juan José Úbeda, Antonio Pérez, Francisco Carbonell, Jaime Desola, Beaumont, Segrelles, Pedro Gómez).

El origen del famoso perro aventurero se encuentra en el cine y la radio, con historias contemporáneas desde 1922. Uno de sus mayores éxitos fue la serie televisiva, entre 1954 y 1959, que se ambientó en el Oeste y en la que el muchacho dueño de Rin Tin Tin, Rusty, pertenecía al Ejército de los Estados Unidos, residiendo en un fuerte y enfrentándose a pieles rojas, tramperos y delincuentes de toda clase. Su fama hizo que se produjeran series de cómics en Estados Unidos y luego en otros países. Marco ya publicó Rin Tin Tin en la revista que llevaba su nombre en 1928, con aventuras policiacas ambientadas en la época actual, pero ahora lanzó de nuevo el personaje, aprovechando el éxito de la serie televisiva y situándolo en el Oeste, en vez de en la época contemporánea[3].

Publicaciones de Dell Comics que aprovechaban el éxito televisivo del popular perro.

La longevidad de esta colección es muestra del éxito que consiguió. De hecho, las andanzas de Rin Tin Tin habían comenzado en los últimos números de la revista La Risa, desde el número 208, de marzo de 1960, hasta el final de esta llamada Segunda Época, el 227, de diciembre del mismo año.

Como ya mencionamos, en la confección de las historias de Rin Tin Tin intervinieron varios guionistas y dibujantes, destacando entre todos ellos Ricardo Beyloc, como portadista de la mayoría de los números y como realizador de historietas que sobresalían sobre todas las otras que publicaba la revista por su calidad gráfica.

Poco se conoce sobre este autor, tan solo su fecha de nacimiento, 1925, y su obra, que se extiende desde 1943 hasta los años ochenta, tocando todos los géneros de la aventura e incluso páginas humorísticas. Es lamentable que se conozca tan poco de muchos de los dibujantes españoles de los años cuarenta a sesenta, aparte de unos pocos que alcanzaron fama nacional e internacional, como Emilio Freixas, Manuel Gago, Jesús Blasco, Luis Bermejo, José Ortiz, Miguel Quesada o Antonio Hernández Palacios. En paralelo con ellos hubo muchos otros que se quedaron casi en el anonimato, y entre ellos, Ricardo Beyloc. Mucho se ha denigrado a Beyloc, diciendo que copiaba descaradamente, pero podríamos preguntarnos, ¿hay algún artista que no haya copiado, que no haya tenido la influencia de otros? Hasta los más grandes lo hicieron, como Alex Raymond, por ejemplo. Beyloc fue un gran dibujante, y lo demostró con sus historietas y sus magníficas portadas. Aun copiando viñetas de sus autores preferidos, como, sobre todo, Alex Raymond, sus dibujos estaban llenos de aspectos interesantes, reflejados en sus paisajes, sus decorados, sus detalles de armas, utensilios, vestidos. Aún recuerdo mis conversaciones con algunos aficionados a la historieta que manifestaban admiración por Beyloc en esta colección de Rin Tin Tin y que apreciaban en particular sus portadas y las historietas que aparecían con su firma.

 Rin Tin Tin nº 1, con portada de Beyloc.

Desde sus mismos principios en los años cuarenta ya se percibe su sentido de la narración gráfica, y a pesar de sus numerosas copias de viñetas, que percibíamos los que conocíamos a los clásicos americanos publicados por la editorial Hispano Americana, apreciábamos aquellos cuadernos llenos de acción y de descripciones exóticas que nos transportaban al país de los sueños. La colección que más nos impactó en los años cuarenta del siglo pasado fue la serie de Casiano Barullo, con tantas influencias de Flash Gordon y Jungle Jim de Alex Raymond, y el rostro del protagonista, calcado del Red Barry de Will Gould. En Rin Tin Tin, el rostro de Rusty está copiado del Cuto de Jesús Blasco.

 Rin Tin Tin nº 146, con portada de Beyloc.

Colección Cheyene. Marco publicó en 1959 esta corta serie de seis cuadernos que dejó las aventuras inconclusas. Jorge Buxadé realizó las aventuras de Kid Cheyene, y también trabajó Brocal Remohí en algunas páginas culturales del Oeste.

En 1962, la editorial Olivé y Ontoria lanzó una revista dedicada al tema del Oeste, con el título de su precedente, Cheyene, publicada por Marco. Solo tuvo quince números, y publicó episodios completos, principalmente algunas aventuras de la serie británica Wess Slade, de George Stokes, rebautizado Cheyene, hasta el número 8, con algunos episodios aditivos de relatos cortos, en particular de la serie Davy Crocket. Desde el número 9, los relatos estaban a cargo de dibujantes españoles, como Del Árbol.

 

Los cuadernos

Marco destacó también por sus colecciones de cuadernos apaisados, algunas de las cuales contenían aventuras de diferentes géneros, como la Colección Gráfica de Biblioteca La Risa, titulada también Gran Colección de Aventuras Gráficas, y otras variantes, publicada hacia 1940, con títulos como Dick Navarro, el Terror de las Praderas, con dibujos de Darnís, basado en la serie de novelas del mismo personaje; otro fue Buffalo Bill en la tormenta, con el atractivo del famoso personaje histórico y legendario.

Una corta serie de seis números tenía como protagonista a Bing Colt, con guiones de E. Carvajal y dibujos de Jorge Macabich, en 1947. Se presenta al personaje como un hombre noble y sencillo, siempre dispuesto a defender la justicia y socorrer al oprimido. Posee un rancho donde trabaja con sus amigos, Tomás Minguela y el chino Yun-Chan.

El dibujo de Macabich es sencillo y con las influencias del americano Hogarth y el español Jesús Blasco, pero en estos comienzos ya se percibe el gran dibujante que llegará a ser con el tiempo.

Colección Cuentos Ilustrados, 1941. En esta colección de unos veinte cuadernos se publicó un número unitario: “El Jinete Enmascarado”, de Francisco Darnís, una historia de redención de un inocente por un bandido con buenos sentimientos.

Cine Gráfico nº 8 y 9.

En 1942, en paralelo con la Colección Gráfica, con algunos números incluidos en ella, se publicó Cine Gráfico, corta serie de unos trece números, con algunas adaptaciones de films de la época: “Jalisco nunca pierde”, de E. Boix, basada en la película del mismo título, de Chano Urueta, interpretada por Pedro Armendáriz; “¡A la capital!”, con el famoso actor cómico mejicano Carlos López (Chaflán), cuaderno también dibujado por E. Boix y basado en la película Los millones de Chaflán, de 1938.

En Francia, el dibujante y editor Marijac, antiguo participante en la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial, comenzó a publicar una revista a la que llamó Coq Hardi, título nacionalista, puesto que el gallo (coq, en francés) es el símbolo de la nación gala, y la palabra hardi (atrevido, audaz) hacía referencia a la valentía de los resistentes franceses. Esta publicación obtuvo un gran éxito en el país galo por sus series de calidad y sus excelentes colaboradores, tanto guionistas como dibujantes. El mismo Marijac realizó muchas historietas de éxito, tanto en el género humorístico como en el serio. Intercambió material con los editores españoles, entre ellos Marco y Clíper, dando a conocer nuestros artistas en el país vecino, sobre todo los publicados en Ediciones Clíper, como Francisco Batet y Jesús Blasco. Marco publicó algunas de las buenas series de esta casa, aunque, desgraciadamente, solo de manera parcial. Una de las que destacaron fue Poncho Libertas, una serie del Oeste con guion de Marijac y dibujos de Étienne Le Rallic, publicada en la revista Coq Hardi, primera serie, números 5 a 145, de 1945 a 1948[4].

Poncho Libertas.

Étienne Le Rallic (Angers, 23-V-1891 – Sorel-Moussel, 3-XI-1968) había sido destinado a la carrera militar, pero supo imponer su vocación y dedicarse al dibujo. Se trasladó a París y consiguió publicar sus dibujos desde 1911. Así empezó su carrera, convirtiéndose en uno de los grandes clásicos de la historieta francesa. Supo realizar con arte todos los géneros, destacándose en las historias del Oeste, siendo conocido por sus dibujos de caballos. Con Marijac, dibujante, editor y héroe de la Resistencia Francesa, creó Poncho Libertas, una gran serie wéstern para la revista Coq Hardi, que conocerá un gran éxito. Solo se parará porque la revista empezó a publicar otra serie del Oeste con guion de Marijac y que conseguirá también el favor del público, Sitting Bull (editada en España por Hispano Americana en formato tira, mientras que en la revista ocupaba páginas completas de gran belleza)[5].

Es interesante el anuncio de presentación de la serie en la revista Coq Hardi:

Méjico, país rico por sus recursos mineros, fue durante mucho tiempo el escenario de luchas incesantes sostenidas por las potencias despóticas del dinero que quieren apoderarse de sus riquezas. Traidores a sueldo del extranjero han tratado de gobernar, a veces por la fuerza, cuando una reacción violenta les ha rechazado. Es un episodio de la lucha del pueblo mejicano por su libertad que podrán seguir leyendo PONCHO LIBERTAS, el héroe legendario mejicano. Esta serie llena de acción y cabalgadas, a veces trágicas, ha sido especialmente ilustrada por Le Rallic, el gran ilustrador de caballos.

Como su nombre indica, Poncho hace referencia a la tradicional prenda de vestir sudamericana, y Libertas, hace referencia a la lucha por la libertad, la paz y la justicia que caracteriza al personaje en su oposición contra los opresores, referente de la lucha de los franceses contra la ocupación alemana. Vestido de oscuro y con sombrero mejicano, vive en la sierra, cerca de la frontera mejicana, y defiende a los campesinos, secundado por sus amigos Broncho Billy y Petit-Cactus. Se enfrenta a poderosos y crueles enemigos, como Pluma de Cuervo (un indio renegado), El Diablo (un despiadado fuera de la ley) y otros.

En España solo se publicaron doce cuadernos en 1945. En el número 12 se pone fin a la colección, añadiendo unas viñetas para terminar la historia.

Los Niños Aventureros.

El año 1946 vio aparecer una serie de estilo humorístico, pero con aventuras clásicas, Los Niños Aventureros, que llegó a alcanzar veinticuatro números, lo que se puede considerar un relativo éxito. Y es que Ayné, en esta colección, desarrolla aventuras del Oeste con protagonismo de un jovencito vaquero y una indita, una pareja premonitora ya del futuro acercamiento en cine y tebeos de hombre y mujer de razas distintas, algo que ya había hecho Manuel Gago en algún relato corto, como “El Pequeño Cow-Boy”, en la colección Panchito, de Editorial Tesoro, 1944.

El Puma nº 1.

El año 1947 fue el año de El Puma, un serial que empezó a publicarse en el mes de marzo y que duró veinticuatro números en cuadernos apaisados de formato clásico, 17x24 cm, de salida quincenal. No figura crédito del guionista, por lo que se supone que texto y dibujos fueron de Boixcar[6]. De este personaje se publicó una aventura de tres páginas (“El cargamento de oro”) en el Almanaque 1948, un cuaderno que contenía aventuras de diferentes personajes de la editorial. Las posibles inspiraciones de este personaje pueden ser El Zorro y El Coyote, de gran éxito en la época, tanto en cine como en novela. En historieta existía una versión de El Zorro publicada en Francia en la revista Jumbo en 1939, pero es poco probable que Boixcar la conociera. En España, la casa Fher había publicado en 1944 una colección de 162 cromos, fotogramas de la película The Mark of Zorro (El signo del Zorro), 1940. Es interesante recordar que, entre los guerreros nativos de Méjico, el puma simbolizaba el poder, la fuerza y la vitalidad, por lo que solían ataviarse con indumentarias de pieles de este felino, ostentando a veces garras y dientes del animal para inspirar temor a los enemigos. La coloración de la piel es uniforme, yendo de un pardo claro a un pardo oscuro rojizo. Al nacer presenta algunas manchas, pero que desaparecen con el desarrollo. En cambio, en este serial, la piel del puma se presenta con manchas, lo que es más bien una característica del jaguar o del leopardo. Seguramente se hizo así porque la palabra “puma” es más atractiva que jaguar o leopardo para una publicación y que las manchas de la piel son más comerciales y pintorescas que una piel lisa.

En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, El Puma fue uno de nuestros personajes favoritos, entre los muchos enmascarados que pululaban por entonces (en el género del Oeste teníamos El Jinete Enmascarado/El Llanero Solitario, El Jinete Fantasma, El Coyote). A diferencia de otros, destacó por su originalidad, ya que fue más allá de las habituales aventuras del Oeste, introduciendo elementos del género fantástico. Cubierta su cabeza con una capucha de piel de puma, con botas del mismo material, dos pistolas al cinto y una extraordinaria daga, un puñal llamado “sayaka” (curiosamente, esta palabra es de origen japonés y es nombre de mujer), con la propiedad de que, cuando roza su lámina a un cuerpo viviente, le hace envejecer cuatrocientos años convirtiéndolo en esqueleto al instante. El wéstern se mezcla con el género de los “mundos perdidos”, ya que se hace una fantástica descripción de un imperio azteca oculto y olvidado en la cumbre de un volcán, mientras que en sus entrañas existe un mundo prehistórico.

El Puma nº 3.

Este serial se distinguió entre los otros que se publicaban de la misma temática por su aportación de estos elementos fabulosos a la historia que desbordaban, que iba más allá de los límites que marcaba el género del wéstern, llegando a los que amaban los relatos fantásticos, muchos de los cuales habían disfrutado con las novelas de Edgar Rice Burroughs y de Henry Rider Haggard. Algunos de los elementos de este serial provienen de estas obras literarias, aunque, desgraciadamente, con las limitaciones propias de las revistas infantiles de la época.

Boixcar nos describe el volcán Tocalpa como un lugar de difícil acceso, una montaña de la que nadie ha regresado con vida tras aventurarse en ella. Las entradas, una en la cima y otra en la base, son grutas disimuladas con pasadizos secretos que desembocan en mundos prehistóricos con sus correspondientes monstruos e intrincadas selvas, como el Bosque de las Tinieblas o la Selva Roja. En la cúspide del volcán se halla la Ciudad Celeste, cuya reina es Sigda. Este mundo del volcán está claramente inspirado en la serie de novelas de Rider Haggard protagonizadas por Ayesha (She, la que debe ser obedecida), que reside en inaccesibles montañas a las que se llega por difíciles y escarpados caminos. Sigda está inspirada en la hermosa Ayesha, aunque no se le da, por supuesto, la profundidad del personaje del autor inglés. Si Ayesha descendía de los antiguos egipcios, Sigda desciende de los aztecas, pero no tiene los poderes de la egipcia ni se habla de una fuente de la eterna juventud; la historieta no daba para tanto en aquellos tiempos. En los alrededores de la Ciudad Celeste se describe una montaña de oro, la sala del tesoro de Moctezuma y también el Templo de Piedra de los Sin Rostro (hechiceros de la Diosa de la Luna). En las entrañas del Topocalpa existe un mundo cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Lo habitan una tribu de hombres prehistóricos, los “mayaks”, instalados en el Bosque de Piedra, y sus enemigos, algo más civilizados y con cabellos largos, los “yawacks”, gobernados por la hermosa reina Diamina; viven también Tong, un gorila gigante, inspirado en King Kong (número 3, “La caverna de los monstruos”), y otras supuestas bestias de tiempos remotos, como los que surgen de las profundidades de un lago (número 7, “El Lago de la Muerte”).

El Puma nº 6.

Se nos describe también la tumba de Moctezuma y de los reyes aztecas, con su cámara de los muertos, donde se hallan las momias de los reyes (número 10, “Guerra sin cuartel”). Otro lugar fantástico es el Valle de Picos Negros, donde existen colosales vestigios de antiquísimos templos aztecas. Un anciano hechicero que vive en las ruinas entrega a El Puma dos objetos: un tubito que se coloca en la boca y da la invisibilidad, más unas minúsculas flechas envenadas que pueden ser lanzadas mediante un soplido y que producían la muerte inmediata (número 11, “El alma del rey muerto”). El Puma utilizará las flechitas, pero no la invisibilidad, que queda relegada al olvido.

El serial narra la lucha del enmascarado, hijo del gobernador mejicano asesinado, contra los rebeldes golpistas que han formado un Gobierno opresivo. Estalla la revolución en Méjico. El gobernador, don Carlos Arencibia, es ahorcado, y su mujer arrojada por la ventana, asesinados por los sicarios del sargento Arturo Gómez, que se ha autonombrado general y ha asumido el mando revolucionario. Cuando vuelve a su casa el hijo del gobernador, Federico Arencibia, acompañado de su fiel servidor indio, Mamuka, el edificio está en llamas. Los dos amigos se enfrentan a los rebeldes, pero tienen que huir. Al pasar por un poblado indio ven a un soldado maltratando a un anciano, y el joven Federico le pone fuera de combate. Agradecido, antes de morir, el anciano confía a Federico una bolsita con instrucciones para subir al volcán Topocalpa pasando por una puerta secreta y recuperar la indumentaria de El Puma y el anillo de Moctezuma. El Puma había sido profetizado en las leyendas indias como el libertador del pueblo. Luego Federico accede al volcán, desde el que llega a la Ciudad Celeste, donde impera el tirano Tugalpa, que ha destronado a la hermosa reina Sigda, a la que ayudará a recuperar el trono. Sigda le entrega las armas sagradas: el “puango”, que es un bumerán, y la “sayaka”, una daga con el poder de hacer envejecer de cuatrocientos años al que roza con su filo. La “sayaka” acompañará a El Puma en todas sus aventuras, pero el “puango” desaparece desde el número 2 (“La Ciudad Celeste”) y no vuelve a aparecer hasta el número 14 (“El fracaso del tirano”), pero rompiéndose en el número siguiente (15, “Trágico fin”).

Así se va desarrollando una lucha entre el rebelde Gómez y El Puma. El enmascarado va haciéndose amigos, entre los que destacan Juan “el Pisaúvas”, hombre hercúleo y leal, y Charrocuco, un bandido que antiguamente estaba al servicio del padre de El Puma y que vuelve con el hijo para apoyarlo en su lucha contra la tiranía. El Puma y sus amigos consiguen juntar a un ejército del pueblo, capaz de derrocar al tirano. Así llegamos al triunfo final de El Puma, incluyendo la destrucción de la Ciudad Celeste y la montaña volcánica. Todo termina felizmente, con la muerte de Gómez, la victoria de los insurrectos y la boda de El Puma con su amada Sigda.

El dibujo de Boixcar se inspira en Alex Raymond con frecuencia, en el Phil Davis de Mandrake, y también en Jesús Blasco, en Manuel Gago (número 15, viñeta 1 de la página 2), e incluso se ve alguna viñeta inspirada en un dibujo de Hogarth (número 2, viñeta 4 de la página 9), pero ya se va atisbando el gran artista que llegará a ser.

Este personaje volvería a los quioscos unos años después, con el mismo argumento, algo edulcorado con relación a la obra original, pero con guion de Joaquín Berenguer Artés y dibujado por Martínez, obteniendo gran éxito popular.

Marco destacó por las series humorísticas publicadas no solo en las revistas sino en colecciones como Biblioteca Especial para Niños, con los personajes Hipo, Monito y Fifí, y otras series como Rabanito y Cebollita. De similar presentación fue la colección Pingo, Tongo y Pilongo (E. Boix, 1948), de la que se publicaron más de setenta números, con relativo éxito en aquellos tiempos en que veíamos en el cine bastantes películas mejicanas, en particular las humorísticas de Cantinflas y las del Oeste (mejicano) de Jorge Negrete, Luis Aguilar, Pedro Armendáriz y otros. La simpatía por lo mejicano era muy popular y tanto niños como mayores gustaban de imitar el habla mejicana, particularmente en chistes y bromas, en el tarareo de canciones de los cantantes de moda o en requiebros a las chicas, que entonces no estaban considerados como acoso. Llamaba la atención que uno de los personajes principales, Pingo, llevara gafas, lo que le daba un aire intelectual. Pingo y Tongo son los hijos de Pilongo, y en su casa tienen una criada alemana, grande y fuerte, que a veces interviene en sus aventuras. Pero no existen en estas colecciones para niños historias continuadas ni detalles de la vida personal de los personajes. El objetivo era distraer con historias cortas y simples, con sencillos gags algo al estilo de las películas humorísticas de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd que tanto éxito tenían entre el público y que veíamos en los cines hasta los años cincuenta. Suponemos, pues, que Pilongo es viudo y cuida de sus dos hijos con la ayuda de la opulenta criada germana.

La acción se sitúa en la época de los años cuarenta del siglo XX, tiempo de la realización de la serie, con elementos modernos, como coches (“El Ciclón de Texas”, “El rapto de Mis-Heria”), aviones (“El Gran Rodeo”, “Un raid eficaz”), organillos (“El organillero misterioso”), cine (“El fantasma del rancho Pot-Haje”, “El héroe de cine”), adelantos técnicos (“La captura del Rayo Atómico”, “El tanque humano”, “Las vacas de uranio”), mezclados con trajes y situaciones del Méjico y los Estados Unidos de principios del siglo. Se combinan así los ingredientes del folklore mejicano (“El guapango”, “La serenata del charro”, “La tequila envenenada”, “Las momias aztecas”, “El valiente `mataor´”), con los del Oeste americano (“En poder de los Chupatintas”, “La chaparrita de la frontera”, “La roca parlante de los pies negros”), con un alegre desenfado y reflejos de la época contemporánea, como los “tupés” de alguna chica, que se apodaba entonces “peinado Arriba España” (“El tupé de Guadalupe”). También encontramos algunos cuadernos con alusiones a películas de la época como La diligencia, de John Ford, 1939 (“La diligencia de Cañón Stred”); El tesoro de la Sierra Madre, de John Huston, 1948 (“El tesoro de la Sierra Padre”); El verdugo de Sevilla, de Fernando Soler, 1942 (“El verdugo de Tampico”). Una serie simpática, inolvidable para los que la conocimos en su época.

El Capitán Sullivan, de la Policía Montada, de Pedro Alférez.

El Capitán Sullivan, de la Policía Montada fue una de las raras series de Pedro Alférez, quien siempre realizó relatos cortos o colaboraciones en series de otros autores. Esta solo constó de ocho números, publicados en 1952, aunque también realizó un noveno número que no llegó a publicarse. Relataba las aventuras de un oficial de la Policía Montada del Canadá enfrentándose a indios y delincuentes.

Y en 1952 vuelve a aparecer aquel héroe mítico que algunos ya habían olvidado: El Puma, esta vez en manos del gran guionista J. B. Artés y el incansable dibujante Martínez Osete. La colección constaría de dos series de sesenta cuadernos, un almanaque de 1954 y una historia suplementaria que aparecería en la revista semanal La Risa, veinticinco páginas dibujadas por Antonio García. También se publicó un cuaderno monográfico que contenía esta aventura y las dos de Martínez publicadas en el almanaque de 1954.

El grafismo de Martínez es bastante simple en sus obras de aventuras y no tiene comparación con los grandes dibujantes foráneos, ni con muchos de los españoles de entonces, pero tenía garra, la prueba es su éxito popular en esa época en que solo teníamos como divertimento el cine y la lectura.

El Puma de Boixcar había dejado en las mentes de los niños de la época una huella imborrable, aunque no tuvo aparentemente una amplia difusión, pero fue inolvidable entre los que pudimos disfrutar con sus aventuras en aquel entonces. Por eso, en parte, muchos nos alegramos de la resurrección de este personaje que tanto nos había impactado por sus elementos fantásticos, cercanos a la ciencia ficción. Ahora volvía a aparecer este héroe, en manos del veterano guionista Artés y el prolífico dibujante Martínez, gozando esta vez de un éxito popular aún más pronunciado, de ahí la mayor extensión de su publicación.

El Puma, segunda serie.

La acción se sitúa en mayo de 1860. El Gobierno mejicano ha designado como gobernador de la provincia de Chihuahua al general Bernardino Contreras, individuo sanguinario y cruel, ambicioso y sin escrúpulos, un dictador en todo el sentido de la palabra, explotador del pueblo, al que aplasta con sus abusivos impuestos. Javier Mendoza es un rico ganadero al que acude su antigua nodriza tras el asesinato de su esposo y la quema de su hacienda. Javier trata de ejecutar su venganza, pero es perseguido por los esbirros de Contreras bajo el mando del teniente Martín. Se refugia en una cueva del volcán Topocalpa, donde encuentra al guardián de la indumentaria de El Puma, que lo estaba esperando como el elegido por Tezcatlipoca, el señor de los vientos de la noche. El indio le revela que cada vez que el pueblo indio y sus amigos se encuentran en dificultad viene un Puma a liberarlos, y que él, cuya madre es india, ha sido el elegido para salvar a Méjico de las garras del tirano. Le da el traje de El Puma, el mismo que había usado en el pasado Federico de Arencibia, y le indica que vaya al fondo de la gruta, cruce la selva y allí encontrará a alguien que le espera para conducirlo al templo de Tezcatlipoca, donde hallará la “sayaka”. Un indio maya lo conduce al templo, y la hermosa Aritza, hija del rey de la Ciudad Celeste le transmite la temible daga, cuyo más leve roce produce la muerte, convirtiendo al herido en un esqueleto. Si los mayas necesitan ayuda harán humear la cima del volcán para que acuda El Puma en su auxilio. Javier vuelve a la hacienda con su padre y empieza la lucha contra el opresor. Se le une un ayudante, un pistolero que responde al nombre de Charro Loco. El gobernador tiene una hija que se llama Anita, a la que pretende el teniente Martín.

Javier y su novia, Rosita, acuden al baile del gobernador. Anita coquetea con Javier, desatando los celos del teniente Martín y de Rosita (número 2, “El baile del gobernador”). Javier afecta ser un cobarde para que no sospechen de su doble identidad, como ya lo habíamos visto en los personajes El Zorro y El Coyote.

Asistimos a la primera intervención de El Puma en ayuda de la Ciudad Celeste, sitiada por los hombres prehistóricos ayudados por los monstruos antediluvianos (número 4, “El Puma en peligro”). Aritza envía el puma Sator para que el felino sea compañero de El Puma. El gobernador Contreras hace asesinar al presidente de Méjico que había ido a investigar sus actividades tras una denuncia de El Puma. Tras ello organiza la revuelta con su ejército y se proclama presidente de Méjico. El Puma y sus hombres salvan de la horca a dos muchachos, Juan Reina y Pedro Alonso, que se terminan sumando a la lucha contra el opresor. El teniente Martín pasa a ser general y luego gobernador de Chihuahua.

Aparece otro elemento fantástico en el número 17 (“El Puma contra los monstruos”). Al entrar en una gruta escondida bajo las ruinas de una ermita, El Puma y sus amigos descubren un extraño mundo poblado por seres parecidos a hombres ranas, hombres lagarto y otros animales monstruosos, uno de los cuales custodia la entrada a un fabuloso tesoro. Tras deshacerse del monstruo, El Puma y sus hombres encuentran a Aritza, pues la cámara del tesoro comunica con la Ciudad Celeste.

Martín se casa con Anita (número 34, “Brindando con la muerte”). En los números siguientes, uno de los secuaces de Martín se hace pasar por El Puma vistiéndose como él, robando y asesinando para que la gente llegue a odiarlo, en vez de ser un ídolo del pueblo. Pero El Puma consigue resolver el enigma y llevar al pueblo mejicano a la libertad, a la par que se reconcilia con su novia, una vez disipados todos los malentendidos, llegando así a un feliz final. Pero ya en este último cuaderno de la serie se anuncia una segunda parte en la que El Puma vuelve a luchar a favor de los oprimidos.

En esta segunda parte, el gobernador Martín se alía con unos desaprensivos estadounidenses para que le ayuden a recuperar el poder, a cambio de las minas y yacimientos petrolíferos de Tejas y California. Constituyendo un ejército, Martín consigue adueñarse de nuevo de Méjico, enfrentándose a El Puma y sus amigos. Ya no se habla del volcán y la Ciudad Celeste, desaparecen todos los elementos fantásticos de la serie. Incluso no se ven los efectos de la “sayaka”. Todo se resuelve a tiros y puñetazos, y cuando se utiliza el puñal no se muestran los esqueletos, que podrían ser traumatizantes para las tiernas mentes de los lectores de entonces, según la censura. Todo termina bien, con el triunfo de los “buenos”, e incluso con la “redención” de Martín, que, según Mendoza, podrá volver a Méjico pasado algún tiempo.

Aparece en esta serie un personaje que será recurrente y que conocerá algunos avatares, el padre José, sacerdote católico, siempre moralizador. Con frases del estilo: “Todo cuanto sucede en este mundo es obra de Dios y que nada sucede sin su voluntad”.

Las dos ediciones del nº != de El Puma.

Una anécdota relacionada con la censura, que iba manifestándose en los tebeos cada vez más, desde este año 1953: el número 10 (“De pillo a pillo”) fue retirado de la venta y reemplazado por otro número 10 con diferente título y algunas modificaciones. Pasó a titularse “El valor del Puma”, cambiando la portada anterior, la cual mostraba al dictador, con un crucifijo sobre su lecho, como muchos tenían por costumbre, y quizá la censura consideró que el gesto del Puma haciendo girar el gatillo de la pistola alrededor de su índice, podría ser un gesto desplazado o inconveniente. También se modificó un personaje en el interior del cuaderno, el de un cura, que se reemplaza por un seglar de mayor edad. Seguramente no se veía bien que un sacerdote apoyara a los rebeldes. También se borraron algunos bocadillos, como el de la página 10, viñeta 7 que decía: «¡Colgad a ese verdugo!», hablando del gobernador. Quizá la censura vio en este número algunas alusiones a la situación política española del momento. 

Lucha de razas fue una serie de cuadernos con guión de J. B. Artés y dibujos de Martínez Osete que se publicó en 1952. Algo que me gusta evocar es el impacto que provocó en el público de la época la salida al mercado de esta publicación. Lucha de razas fue una colección que llamó la atención, pues no era común el que los indios fueran los protagonistas de una serie. Sin embargo, los aficionados apreciábamos algunos personajes secundarios de nuestras series favoritas, entre ellos algunos indios, como los amigos del Pequeño Luchador (Flor Blanca, Ciervo Corredor) o de Rayo Kit (Rayo de Sol, Águila Roja). Tuvimos también la serie italiana de 1949, cuya protagonista era la hermosa Gacela Blanca, una india, aunque de origen europeo, pero donde se presenta a los indios como “buenos”. Sin olvidar la serie francesa Sitting Bull, publicada, como Gacela Blanca, por la editorial Hispano Americana en 1951, pero en esta también tenían destacado protagonismo los personajes blancos y perdía mucha de su espectacularidad al ser publicada en formato tira de prensa. Cabe mencionar a Texas Bill (Tex, en Italia, que aún se publica con éxito, con constantes reediciones y otras series como almanaques, extras, álbumes y la serie derivada El Joven Tex Willer), casado con una india que le salva la vida, la hermosa Lilyth, que le dará un hijo y morirá poco después, pero que permanece en el recuerdo de Tex y omnipresente en la historia, en la eterna memoria del protagonista[7].

En el cine, tras la Guerra Civil española, hubo profusión de películas del Oeste norteamericanas, con un contenido más profundo, más humano, con más inquietudes psicológicas y sociales, y entre ellas, seguramente la más famosa, Flecha rota, de Delmer Daves (1950), en la que Cochise tiene un papel destacado, se defiende a los indios y el personaje principal, Tom Jeffords, se enamora de una india. Cambiando lo que se había hecho hasta entonces, ahora se trata con dignidad a los pieles rojas en varias películas, como Murieron con las botas puestas, de Raoul Walsh (1941); Fort Apache, de John Ford (1948); El piel roja, de George Sherman (1951); Más allá del Missouri, de William A. Wellman (1951). Sin duda, estas películas influyeron en la editorial para lanzar la colección Pieles rojas contra blancos y también en la percepción del público sobre este tema.

Wennonga el mohicano, en Lucha de razas.

En Lucha de razas son los indios los principales personajes: Wennonga el mohicano, números 1 a 24; Satanta, números 25 a 48; Caballo Negro, números 49 a 60. Las historias están basadas en la serie de folletines del mismo título publicados por la editorial. Parece que estaba proyectada una serie mucho más larga, como lo había dejado entender en su presentación el primer cuaderno publicado:

A través de estos episodios queremos dar a conocer la historia de las grandes naciones indias hoy casi extinguidas. En los sucesivos cuadernos que se irán publicando conoceréis en forma gráfica las costumbres y hazañas de los mohicanos, hurones, cree, iroqueses, cheroquees, shawnnees, choctaws, osages, pawnees, dakotas cheyenes, kiowas, comanches, apaches, chiricaua, navajos, etc.

Pero nos quedamos con las ganas. Ya soñábamos con la historia de los grandes caudillos y personajes indios, pero los sueños se desvanecieron con los últimos cuadernos de la colección, cuando se interrumpió la serie. Otras editoriales publicarían historias y biografías de personajes del Oeste, pero ya no fue lo mismo. Lucha de razas estaba centrada en los nativos americanos y prometía aventuras épicas con interesantes detalles culturales, tanto históricos como costumbristas.

El primer personaje tratado fue Wennonga el mohicano. La inspiración es evidente, la del libro El último mohicano, de Fenimore Cooper, del que ha habido numerosas adaptaciones al cómic, siendo la más famosa la de José Luís Salinas, en 1941. Otra obra que nos viene a la memoria al evocar a los mohicanos es la del argentino Juan Zanotto, Wakantanka, publicada en 1976[8]. Wennonga relata la historia de guerras entre los mohicanos, tribu que luchaba junto a los ingleses, y los hurones e iroqueses, que combatían a favor de los franceses en la guerra por la posesión del Canadá. Hermosa historia de amor entre el indio y una muchacha blanca, Katerine, que accede a casarse con él a condición, de “que la ceremonia se realice según nuestra doctrina”.

Satanta es el nombre del protagonista de la segunda historia. El significado de su nombre es Oso Blanco, y fue un guerrero que se convirtió en el principal jefe de los kiowas entre 1860 y 1870. Se le conocía también bajo el nombre de “El Orador de los Llanos”, por su habilidad oratoria. Sin embargo, la historia relatada aquí no corresponde exactamente con este personaje histórico. En una región cerca de la frontera con Méjico, el protagonista es Luis, el hijo del hacendado Fernando Díaz de Guzmán, descendiente de Moctezuma. El coronel Huertas los acusa de tener un pacto con los apaches y ataca su hacienda, matando al padre y a la novia de Luis. Este es salvado por un apache al que liberó de ser ejecutado y, adoptado por los nativos americanos, se convierte en gran jefe de los apaches, defendiendo a su pueblo y enfrentándose a los ambiciosos buscadores de oro que quieren desposeerlos de sus tierras para explotar los yacimientos del precioso metal. Satanta conseguirá que se haga justicia y desposará a la hermosa Flor de Estrella.

La tercera historia está protagonizada por Caballo Negro (Black Horse), jefe de la tribu arapahoe. Se distinguió por su lucha contra el Ejército de los Estados Unidos utilizando sobre todo el método de la guerra de guerrillas. En la colección de Marco, el joven llega a ser jefe de los pawnies, enfrentándose a los indios cornejas y a desaprensivos blancos que desean explotar los yacimientos de oro que se encuentran en el territorio de la tribu de Caballo Negro, y a otros que invaden sus territorios de caza. Estalla la guerra entre los pawnies y los osages, comprometiendo la paz con los blancos, pero al fin se restablece la paz y comienza una era de paz en la región.

En 1952 apareció la Colección Gigante, una serie de cuadernos apaisados pero que adoptó ese título por el formato inhabitual en el que se publicó, 21x27, llegando solo a los ocho números, con historias completas de diversos géneros, entre ellos uno del Oeste: “Un forastero en 'Gold Falls'”, con guion de Artés y dibujos de Martínez, como todos los otros números de la colección. El relato es la historia de un agente que investiga la muerte de su hermano, injustamente ahorcado por abigeo.

El Halcón Negro.

El último serial que mencionamos es otro más de Martínez, El Halcón Negro, compuesto de veintiocho cuadernos y publicado en 1959. Volvemos a Méjico, a la “Baja California española” más tradicional, con el correspondiente gobernador tiránico y el justiciero con doble personalidad, una de héroe y otra de cobarde pusilánime para engañar al enemigo y actuar en la sombra. Es curioso que esta vez el protagonista no lleva antifaz, sino que simplemente disimula su identidad con un simple bigotillo en su papel de rico hacendado. El tirano es el coronel Carranza, nombrado gobernador de Hermosillo y que explota a sus habitantes, pretendiendo el amor de la hermosa Irma Lorena, prometida del médico Roberto de Salazar (hijo del poderoso ranchero Nicolás de Salazar), quien  regresa a su patria tras tres años ausente para cursar sus estudiso de medicina y que decide actuar como justiciero bajo el nombre de Halcón Negro. El codicioso gobernador organiza una expedición a unas antiguas ruinas aztecas, el templo de Marizaba, donde existe un inmenso tesoro. Allí se enfrentan las huestes del coronel y los hombres de Halcón Negro. De las profundidades de un lago subterráneo surge un monstruo antediluviano que nos recuerda al mundo fantástico de El Puma. Luego se nos descubren los montes Operinoco, y penetramos en sus misterios por una entrada secreta disimulada en una de sus escarpadas laderas. Siguiendo un largo pasadizo desembocamos en el Valle del Sol, donde se encuentra la Ciudad Encantada, habitada por un pueblo aislado de la humanidad y que conoce una eterna primavera. Aparecerá también un vampiro gigante, pero los elementos fantásticos se limitarán a esto. El presidente de la nación se aliará con Halcón Negro y juntos derrotan al rebelde gobernador.

A pesar de todo lo reseñado, al echar un vistazo general a lo publicado por la Editorial Marco, es evidente que el western no fue uno de los puntos fuertes desarrollados por la editorial. Solo destaca el personaje del Puma y la revista Rin Tin Tin. En aquellos años 40 y 50 teníamos muchas publicaciones del Oeste en varias editoriales, comenzando por la Valenciana, que conocía el éxito con El Pequeño Luchador, de Manuel Gago, 1945, además de numerosos cuadernos monográficos y relatos cortos en sus diferentes revistas; Grafidea conocía el éxito con El Jinete Fantasma, de Federico Amorós y Ambrós, 1947, junto con otras series como La Máscara de los Dientes Blancos, de Amorós y Martínez, 1947, Mascarita, de Amorós y Pedro Alférez y otras varias; Toray publicó Rayo Kit, de G. Iranzo, 1949, y Hazañas del Oeste, que tuvo varias series y diferentes autores en episodios autoconclusivos, extendiéndose desde 1950 hasta 1971; la editorial Hispano Americana dio a conocer las series italianas del Oeste, como El Pequeño Sheriff, de  Tristano Torelli y Zuffi, 1948, Texas Bill (Tex), de Bonelli y Galep, 1949, Gacela Blanca (Aquila Bianca), de Gian Giacomo Dalmasso y Ingam, 1949, Pecos Bill, de Guido Martina, con dibujos de Raffaele Paparella y otros, 1951; la editorial Maga publicó Dan Barry el Terremoto, de los hermanos Ortiz, 1954, Apache, de Pedro Quesada y Luís Bermejo, 1958. Y así podríamos enumerar otras muchas colecciones y relatos cortos o seriados en diferentes revistas, como Chicos en sus 3 etapas, de 1938 a 1955. Como se puede apreciar, la competencia entre las diferentes editoriales que editaban publicaciones del género era inmensa, por lo que la aportación de la editorial Marco fue más bien limitada.

Así terminamos este breve panorama sobre las publicaciones del Oeste de Editorial Marco. Cuando miramos el conjunto, retenemos sobre todo los nombres de dos revistas de gran éxito, La Risa y RinTin Tin, inolvidables para los que vivimos la época de su publicación, disfrutando y soñando con aventuras, personajes y humor, esperando con impaciencia el cuaderno que saldría la semana siguiente. Y en los cuadernos destaca ese fantástico personaje que fue El Puma, genial en su primera versión con esa mezcla de géneros, y popular en su segunda versión.

 

 

NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Westernario, número 1. Agustín Riera. El Boletín (2008).

[2] Archivos El Boletín, número 178, Darnís, volumen 2 (2023).

[3] La serie de televisión se emitió desde octubre de 1954 hasta mayo de 1959, y constó de 165 episodios, conociendo gran éxito en Estados Unidos y en muchos otros países, incluida España. El marco de circunstancias se situó en la expansión de los pioneros hacia el Oeste, ocupando las tierras indias. En el episodio piloto se relató el origen del pequeño Rusty y su perro, Rin Rin Tin, como únicos supervivientes del ataque de los indios al convoy que los transportaba. Son rescatados por los soldados del 101 de Caballería, que los llevan a Fuerte Apache, donde Rusty es nombrado cabo honorario encargado de la trompeta. Es curioso que se emplearon los decorados utilizados para el film Fort Apache, de John Ford (1948).

Los cómics empezaron a publicarse antes de la serie televisiva, en la famosa colección Four Color, de la casa Dell, donde aparecieron tres números (434, noviembre de 1952; 476, junio de 1953 y 523, diciembre de 1953). Luego tuvo su propia serie, publicada desde el número 4 (siguiendo los números publicados en la colección Four Color), marzo de 1954, hasta el número 38, mayo de 1961. Empezó con el título Rin Tin Tin, pero cambió desde el número 18, pasando a titularse Rin Tin Tin and Rusty. Los dibujos estuvieron a cargo de Richard “Sparky” Moore. Estos cómics fueron publicados en Méjico por Novaro dentro de la colección Domingos Alegres.

En Italia y Francia fue tal el éxito de la serie de cómics que se produjeron más episodios cuando se agotaron los realizados en Estados Unidos. Aventuras de un joven explorador del ejército, Rusty, y su perro pastor alemán Rin Tin Tin, adoptados por el regimiento 101 de caballería de Fort Apache tras la muerte de los padres del joven a manos de los indios. En sus aventuras les acompañan el teniente Rip Masters y el simpático sargento Biff O’Hara.

Serie europea: Colección Vedettes T.V.: Rin Tin Tin et Rusty. Primera serie, 119 números, marzo de 1960-enero de 1970. Segunda serie, 180 números, febrero de 1970-marzo de 1985.

Principal dibujante de los episodios europeos: Carlo Marcello; guiones de Carlo Marcello y Luigi Grecchi.

[4] Relación de episodios de la serie Poncho Libertas en Francia.

- En la revista Coq Hardi:

“Poncho Libertas”. Números 5 a 47 (1945-1947)

“Les Desperados”. Núms. 48 a 99 (20-II-1947 a 12-II-1948)

“L’affaire Petit Cactus” (primera parte). Núms. 100 a 114 (19-II-1948 a 7-V-1948)

“Les justiciers du Sonora” (segunda parte). Núms. 115 a 145 (3-VI-1948 a 30-XII-1948)

- Colección Magazine Coq Hardi:

Fuera de Serie número 3. Cuaderno apaisado de diecinueve páginas, publicado en junio de 1947. Recoge las páginas 5 a 9 de Coq Hardi.

- Colección Les Grandes Séries Internationales (julio de 1950):

Este efímero título solo tuvo dos números, consagrados a Poncho Libertas y es la continuación del cuaderno publicado en la colección Magazine Coq Hardi, con un gran dibujo inédito de Le Rallic. 1. “Échec au tyran” (páginas 20 a 35); 2. "Plume de Corbeau" (páginas 36 a 49).

- Álbums Glénat

1. “Échec au tyran” (1979, páginas 5 a 47).

2. “Les rôdeurs de frontière” (1977, páginas 48 a 99)

3. “L’affaire Petit Cactus” (1978, páginas 115 a 124, con páginas remontadas, supresión de viñetas y veinte páginas menos).

- Revista Far West

Números 1 a 3. “La fille du juge” (1955).

Números 10 a 22. “L’évasion du capitaine Flash” (1956).

- Les Amis de Le Rallic

Números 88 a 90, integral (2011). Versión completa y sin censura.

Marijac (Jacques Dumas, París, 7-XI-1908 - 21-VII-1994). Fue un prolífico guionista, dibujante y editor, autor de numerosas series, entre ellas, varias del Oeste, la primera de ellas, Jim Boum, publicada en 1931. Realizó notablemente los guiones de Poncho Libertas y de Sitting Bull, conocidas en España.

Referencias:

- Westernario, número 10, El Boletín (2012)

- Revista HOP! (Francia), números 25, 83, 109, 111, 113, 119, 125, 129, 133, 135, 137, 139, 141, 160, 164.

[5] Westernario, número 11, El Boletín (2012). Sitting Bull

[6] Westernario, número 10, El Boletín (2012). “El Señor de la Jungla” 1: Tarzán. Agustín Riera. Los Archivos El Boletín nº 24, El Boletín (2010).

Cienciaficcionario, número 2, El Boletín (2018). A. Riera: “La ciencia ficción en las obras de Edgar Rice Burroughs”.

Cienciaficcionario, número 4, El Boletín (2019). A. Riera: “Ella, la mujer eterna, la eterna mujer”.

[7] Westernario, número 12. El Boletín (2012).

[8] Westernario, número 14. El Boletín (2012).

Creación de la ficha (2024): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
AGUSTÍN RIERA (2024): "El Oeste en la Editorial Marco", en Tebeosfera, tercera época, 25 (31-III-2024). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_oeste_en_la_editorial_marco.html