EL TEATRO GÓTICO DE SANTO: LÁGRIMAS, ESPANTOS Y AMOR
RICARDO VIGUERAS

Resumen / Abstract:
El escritor, dibujante y editor José G. Cruz alcanzó su mayor éxito con la saga de Santo, el enmascarado de plata, publicada en dos series entre 1952 y 1981. En este artículo nos centraremos en el análisis de las historietas de Santo para atender los siguientes temas: las diferencias entre el Santo de las películas y el de los cómics; la influencia de personajes de la historieta norteamericana como The Phantom o El hombre enmascarado y Batman; la importancia del culto a la Virgen de Guadalupe; la representación de Ciudad de México como territorio mítico; la abundancia del uso de personajes y arquetipos de la mitología y la literatura del siglo XIX; la importancia del amor romántico y la complacencia con las creencias populares. Todos estos elementos convierten las dos series de Santo en un fenómeno artístico y cultural que trasciende el documento sociológico. / The writer, cartoonist and publisher José G. Cruz achieved his greatest success with the saga of Santo, el enmascarado de plata, published between 1952 and 1981. In this article we will focus on the analysis of Santo's comic books to attend to following topics: the character change between Santo on film and Santo on comic-book; the influence of American heroes from daily strip and comic-book, such as The Phantom and Batman; the importance of worship to the Virgin of Guadalupe; the representation of Mexico City as mythical territory; the abundance of the use of characters and archetypes from mythology and literature from the 19th century; the importance of romantic love and complacency with popular beliefs. All these elements make the two Santo series an artistic and cultural phenomenon that transcends the sociological document.
Palabras clave / Keywords:
Santo, el enmascarado de plata, José G. Cruz, México, Luchadores mexicanos/ Santo, el enmascarado de plata, José G. Cruz, México, Mexican Wrestling

EL TEATRO GÓTICO DE SANTO: LÁGRIMAS, ESPANTOS Y AMOR

 

1. El misterio de la Santa Trinidad

México fue el primer país americano que, después de Estados Unidos, generó una mitología autóctona de superhéroes enmascarados que se enfrentaban a toda clase de peligros y malvados sin número, tanto humanos como espectrales o extraterrestres. La lucha libre había comenzado con éxito en 1910; en los barrios más populares de Ciudad de México, como Tepito o Xochimilco, se habían construido o improvisado edificios a manera de “arenas” para la lucha[1]. Para 1927 el espectáculo era ya primordial fuente de gozo entre las clases más populares, y su fama continuaba creciendo[2]. A principios de los años cincuenta, proliferaban héroes de la lucha libre como Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, Black Shadow o Santo, que en unos cuantos años se convertirían en superhéroes de la clase popular mexicana en los que se fundían mito y religión, fantasía y realidad, heroísmo y villanía en partes difícilmente cuantificables o discernibles. La televisión fue fundamental en este proceso de construcción heroica, pues gracias a sus ondas las trifulcas que estos héroes protagonizaban sobre la arena (la mayoría, tan fingidas como los mismos protagonistas enmascarados)[3] llegaban a todos los rincones del país y convirtieron al luchador enmascarado (quien, hasta entonces, había sido una especie de forzudo de circo itinerante y mal pagado) en un personaje simbólico de la identidad cultural de la nación. Este proceso de mitificación culminaría con la entrada de muchos de estos luchadores en las películas de bajo presupuesto se estrenaban directamente en cines de barriada, los llamados “cines de piojo”. De entre esta plétora de artistas del género luchador, caracterizado por ser más que nada (como asegura la famosa expresión) “circo, maroma y teatro”, uno de ellos alcanzó el estatus de héroe nacional y personaje de culto, y en él se fundieron realidad y fantasía a partes iguales. Me refiero a Santo, el enmascarado de plata.

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Rodolfo Guzmán Huerta.  

Nacido como Rodolfo Guzmán Huerta el 23 de septiembre de 1917, Rodolfo se inclinó desde la adolescencia por los deportes. Había nacido en Tulancingo, Hidalgo, pero formaba parte de la oleada de familias que abandonaron el terruño para instalarse en la todavía no masificada Ciudad de México. Se instalaron en el popular barrio de Tepito, hoy tan ingobernable que ni la policía se atreve a entrar. Rodolfo mostró interés por el béisbol, la natación o el fútbol americano, pero pronto dominó la lucha grecorromana y olímpica. Encontró su vocación en las arenas, debutó en 1935 y, después de casi quince mil peleas, luchó por última vez el 12 de septiembre de 1982. Primero se llamó Rudy Guzmán, luego Hombre Rojo y más tarde Murciélago II. Mientras se fogueaba en las arenas con bajos salarios, continuaba trabajando como pintor, carpintero o mecánico. En 1942, a pesar de continuar siendo “rudo” [4], elige el nombre de Santo, y el 26 de junio de ese año ascendió al ring con una humilde máscara plateada para luchar contra Ciclón Veloz. En 1944 se constituiría con Gori Guerrero como La Pareja Atómica. Su carrera no estuvo exenta de altibajos y derrotas. Por ejemplo, en 1947 fue vencido por el futuro actor de cine Wolf Ruvinskis. Otra fecha importante en la formación del mito sería el primer combate de la Pareja Atómica contra Blue Demon y Black Shadow en 1950. En 1952 surge la historieta de aventuras Santo, el enmascarado de plata, editada por el escritor, dibujante y actor José G. Cruz en su nueva vertiente como empresario[5]. La publicación seguía la técnica del fotomontaje[6],  y el subtítulo de la misma era “Un semanario atómico”, en clara referencia a la pareja atómica que conformara Santo con Gori Guerrero[7]. El éxito de las retransmisiones por televisión fue tan grande que en 1955, durante el sexenio del presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), se prohibió la retransmisión de estos espectáculos por considerarlos “nocivos para la salud”. En 1958 Santo filmó sus dos primeras películas, y se vio obligado a cambiar de rudo, “malo”, a técnico, “bueno”, para no provocar mal ejemplo entre sus millones de seguidores infantiles.

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Rodolfo Guzmán como Santo, el enmascarado de plata.

Entre 1958 y 1982 Rodolfo Guzmán continuó peleando en las arenas contra adversarios de nombres pintorescos. Tuvo derrotas y éxitos, como cualquier otro “superhéroe” de los comic books, pero no fue despojado de su máscara ni su rostro fue nunca público. Mientras tanto, alternaba su vida profesional como superhéroe de la vida real con la producción de películas donde era el gran protagonista (a veces secundado por Blue Demon o el boxeador Mantequilla Nápoles). En 1984 desnudó parcialmente su rostro en el programa en directo de Jacobo Zabludowsky por televisión. En las historietas de José G. Cruz pesaba la maldición de muerte sobre aquel que despojara a Santo de su máscara. Santo se maldijo a sí mismo. Rodolfo Guzmán, el hombre, murió pocos días después, el 4 de febrero de 1984[8]. Santo, el héroe justiciero de los mexicanos, sigue siendo un mito después de muerto, y sus películas y su fama han traspasado fronteras y conquistado al público de otros países y culturas.

 

2. Las historietas de Santo, el enmascarado de plata

Las películas de Santo eran también un complemento habitual en los cines de barrio españoles de los años setenta, así como en las matinés de los domingos. Por ejemplo, las del Cine Coy o el Cinema Iniesta en Murcia. Solían ser programas dobles donde las películas de luchadores mexicanos alternaban con las de Maciste y otros peplums degenerados, o con spaghetti westerns de ínfima categoría. Mis recuerdos de aquel tiempo no apuntalan una nostalgia encendida a propósito de aquellas sesiones de cine zetoso. Una especie de alarma se encendía siempre en aquella mi patria perdida de la infancia cuando veía una de esas cintas. Yo era un crío, pero de alguna manera intuía que aquellas pelis eran malas de remate. No era la clase de pelis a las que asistían los adultos, o al menos, no los que me rodeaban. Era más bien la clase de pelis donde meter a los niños para que pasaran el rato mientras los mayores se iban de cañas, entre el fin de la misa de nueve y la hora de la comida.

En tiempos recientes he intentado recuperar aquellas películas de Santo y verlas con cariño e indulgencia, y la verdad es que no hay manera. El visionado reciente de algunas cintas de Santo ni me entusiasma, ni me entretiene, ni me hace reír. En realidad, me fumigan de aburrimiento. Y bien que lo siento, porque comprendo que algo tienen que posibilita que las disfruten en Japón o las programen en la Filmoteca de París. Pero a mí, plin.

Entonces, ¿por qué deberían gustarme las historietas de Santo, que entre 1952 y 1981 editó José G. Cruz? Vayamos por partes. Hay por lo menos tres Santos, enmascarados de plata. En primer lugar, el Rodolfo Guzmán que entre 1935 y 1982 se ganó la vida subiendo a las arenas para luchar como Santo, el enmascarado de plata; en segundo, el personaje de Santo creado por José G. Cruz para sus cómics basado en el luchador encarnado por Rodolfo Guzmán; por último, el icono que Rodolfo Guzmán encarnó en cincuenta y dos películas y que poco o nada coincide con la psicología del personaje creado por Cruz para sus historietas. Los tres Santos son el mismo Santo, y al mismo tiempo son Santos distintos. El misterio de la Santa Trinidad.

Con respecto al señor Rodolfo Guzmán, poco puedo decir, pues no soy especialista en lucha libre. Aún hoy pasa por haber sido uno de los más grandes de todos los tiempos, y supongo que las filmaciones de sus combates reales en las arenas deben ser espectaculares y emocionantes.

En cuanto a las películas, el mayor problema con ellas es que se nota demasiado que quienes las hacían (directores, actores, técnicos, escritores…) no daban un duro por ellas, las rodaban con desencanto, creyendo que era un cine de consumo para analfabetos o niños condenado a la destrucción o el olvido. Muchas de ellas están rodadas con apatía y claros signos de aburrimiento. Y lo transmiten. Les falta el descacharrante espíritu de un Ed Wood o de un Juan Orol, mitómanos acérrimos de sí mismos, que mientras rodaban churro tras churro creían estar produciendo quién sabe qué: vanguardia, arte y ensayo o cine del culto a la personalidad… Sólo hay que leer las declaraciones de Juan Orol a El País en 1980 (“He hecho en México lo que Bogart en Estados Unidos”) para experimentar espasmos de regocijo. Por desgracia, en el cine protagonizado por Santo, Blue Demon y compañía no existe semejante percepción alterada de la realidad. Como se dice en México: “Ya fuera bueno” [9].

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  Fotografía de estudio de un joven José G. Cruz.

En cambio, las historietas que durante casi treinta años escribió José G. Cruz eran otra cosa. No voy a decir que trabajase con materiales muy distintos, o que el público que buscaba fuese otro. Era lo mismo, pero marcado por la diferencia de un savoir faire. Para empezar, Cruz era un fabulador nato. Me contaba recientemente su hija, Griselda Cruz, que durante las comidas a nadie dejaba hablar: su locuacidad torrencial impedía que nadie pudiera interrumpir el flujo de sus pensamientos y su discurso[10]. A tal grado llegaba su paroxismo narrativo, que en su vida profesional lo empujaba a escribir dos cuadernos de historietas completos cada mañana antes del desayuno, a redactar casi todos los títulos de Ediciones José G. Cruz, crear numerosos guiones para el cine, teclear los argumentos y diálogos de numerosas radionovelas…[11]. En Cruz existía un fidedigno amor por la narración de historias, por la fabulación de mundos y personajes maravillosos, que de una manera u otra contagiaba todo lo que hacía, aunque los guiones de sus películas o los cómics que publicara tuvieran un destinatario muy humilde, poco dado a sutilezas. El alcance e influencia de Cruz abarcó casi todos los medios: historietas, radio, cine… Él mismo reconocía que su poder era tan grande que le bastaba querer inculcar una idea en millones de personas para conseguirlo[12]. Quizá deberíamos preguntarnos entonces por qué no fue más allá. ¿Por conservadurismo? José G. Cruz, como Yolanda Vargas Dulché, Salvador Elizondo Pani, José Revueltas o Mauricio Magdaleno, entre otros, formó parte de una élite intelectual y artística que durante años realizó con dignidad historietas y cine para las clases más bajas de México. Intentaron hacer una producción industrial digna, sin sembrar ideas revolucionarias o fomentar el descontento social. Aunque el pensamiento y la obra personal de estos creadores tuviera unas direcciones completamente distintas, y hasta revolucionarias (sintomático es el caso de José Revueltas), su obra popular nunca promovía otros valores que los moralmente aceptados por la Iglesia o las clases sociales altas. En todo caso, propugnaba cierto sentido de la justicia universal que de una manera u otra sólo se alcanza en el cielo, no en la tierra. A este respecto, José G. Cruz se fue haciendo más conservador con los años, hasta radicalizarse contra todo aquello que atentara contra su visión del mundo. Desde este punto de vista, José G. Cruz sufrió un viraje ideológico similar al de su colega Al Capp en Estados Unidos, o su admirado Milton Caniff. Cruz publicó tebeos de los que hoy preferimos no hablar, y que sólo podemos mirar de refilón con sonrojo y vergüenza ajena, como La basura hippie. Procedamos a hacer un repaso, a todas luces muy incompleto, del mundo fantástico e ideológico de Cruz a través de la fantasía de Santo, el enmascarado de plata.

 

3. El universo onírico-ideológico de José G. Cruz en la serie Santo

Vaya por delante que es casi imposible hacer un análisis exhaustivo de la serie Santo, el enmascarado de plata. Para ello habría que poder leer o consultar las dos colecciones de historietas que se publicaron entre 1952 y 1981, las cuales abarcan más de dos mil números que hoy, casi con toda seguridad, no tiene nadie en México ni Estados Unidos (donde se distribuyó también). La historieta es la gran maldita de la cultura mexicana del siglo XX: casi nadie la lee, ni la colecciona, mucho menos la documenta o la historia. Estar aquí, hoy, escribiendo sobre el Santo de José G. Cruz es un acto de subversión cultural. Ni siquiera la Hemeroteca Nacional, corrompida por una burocracia pestífera, cruce entre Kafka y Lovecraft, nos puede servir de auxilio[13]. En fin, para hacer un balance sobre los cómics mexicanos hay que armarse de lo que se tenga o se pueda encontrar a mano, y en mi caso intentaré un balance de esta serie basado en la lectura de apenas un centenar de números que a lo largo de los años he podido ir descargando de distintos blogs y páginas de internet[14].

Quiero recordar aquí, por si alguien se aproxima a estas líneas antes de haber leído la entrevista con Griselda Cruz, que las dos colecciones de Santo fueron fotomontajes o fotonovelas dibujadas donde, por lo general, los cuerpos eran pintados y las caras recortadas de fotografías y pegadas a los cuerpos. A veces el collage era más complejo e implicaba otras figuras recortadas y pegadas. Esta técnica fue definitoria de la serie hasta su final, aunque con los años fue decreciendo la presencia del dibujo y aumentando la fotografía, lo que redundó en una pérdida de calidad gráfica y en la acentuación de una estética más “realista” y rutinaria. En todos los casos los guiones fueron escritos por José G. Cruz. La dirección de los equipos de la parte gráfica de Santo correspondió en principio a José Trinidad Romero y más tarde a Horacio Robles, excelentes artistas sin cuyo talento el éxito no hubiera sido posible.

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Portadas de los primeros números de las dos colecciones del personaje editadas por JGC Ediciones, que arrancaron en 1952 y 1960, respectivamente.
 

3.1. Santo, entre El Fantasma y Batman

Santo, el enmascarado de plata, fue durante sus años más productivos e interesantes una novela río donde una aventura enlazaba con otra, a veces cambiando de geografía y convirtiendo en protagonistas a personajes episódicos o secundarios. No en vano José G. Cruz era admirador desde la juventud de Milton Caniff, cuya serie Terry y los piratas le marcaría mucho, tanto en el aspecto gráfico como en el literario. Sólo hay que ver los rótulos de algunas primitivas versiones de Adelita y las guerrillas o Brenty, así como las mujeres que presenta, para advertir la sombra de Caniff. Si la influencia del “Rembrandt de los cómics” es notoria en la concepción novelada de todas sus series, así como en la parte gráfica, no será menor la influencia de Ray Moore, creador gráfico y primer dibujante de The Phantom, importante serie escrita por Lee Falk y conocida en España como El hombre enmascarado, que marca también gráficamente la producción cruciana de los primeros años, pero también ciertos aspectos de guión de Santo.

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El juramento

Devoto de la Virgen de Guadalupe, el primer Santo es protector del Barrio de Santa Cruz. Moribundo, llega a su humilde casa y fallece ante su hijo, que se convertirá en el siguiente Santo, ya que, “ante los ojos del mundo, el Santo no debe de morir jamás” y así su padre le obliga a jurar combatir “el crimen, el abuso y la piratería” (Santo, JGC, vol. I, 864, p. 15)[15]. Es, como podemos ver, una variación del famoso juramento de la calavera de El Fantasma, aquí juramento de la máscara, que de esta manera intenta perpetuar a un personaje justiciero que, si bien no tiene superpoderes propiamente dichos (como no los tenían El Fantasma ni Batman), sí es lo bastante poderoso como para adquirir aureola de invencible y casi divino. Su hijo, “nuestro” Santo, quince años después se hará conocido en toda la ciudad de México, en todo el país y el resto del mundo, adquiriendo (al menos sobre el papel) la aureola de un Superman o un Batman. “¡A usted se le conoce en todas partes de la tierra!”, exclama la arrobada princesa Inda (Santo, Ed. Cinco, 9, p. 5489) [16]. Los médicos que intentan salvar su vida (Santo, Ed. Cinco, 20, p. 5821) son bien floridos al expresar la trascendencia de Santo para el mundo: “Se trata de salvar a alguien que representa el ideal de toda una época, de una generación… Si muere Santo, morirán con él los últimos vestigios de la nobleza, la caballerosidad generosa y el desinterés en su forma humana más total”.

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Santo, conocido mundialmente
Santo, representante de la nobleza y la caballerosidad

En las primeras historietas de Cruz, Santo es mitad real y mitad leyenda, hasta el punto de que, como sucede con El Fantasma que Camina, muchos dudan de que sea un hombre real. Y si el Fantasma tiene su anillo de la calavera, con el que imprime una marca en la quijada de sus enemigos, Santo imprime una S en la frente de los suyos (Santo, JGC vol. I, 5, p. 143). Durante las primeras aventuras es común que aspectos sobrenaturales rodeen la figura de Santo, a quien Cruz hace pasar por una especie de espectro, hasta el punto de que la leyenda sobre su persona afirma que aquellos que le arrancan la máscara mueren de forma violenta.

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La marca de Santo
La maldición del rostro de Santo

Más parecida a la Fortaleza de la Soledad de Superman es Galaxia, la morada en el Polo Norte donde Santo se refugia para descansar de las muchas penalidades que debe sufrir por mantener la paz mundial. Una última coincidencia con el Batman clásico es que, así como Batman tuvo sus batplane, batwing, batjet o batgyro, también Santo usaba con bastante frecuencia el sanjet para desplazarse por los aires. El público lector de las historietas de Cruz llegó a creer con tanta firmeza que Santo era un héroe real que podía volar, que cuando Rodolfo Guzmán se presentó en un pueblo del interior de la República, se quedó estupefacto cuando el alcalde lo amenazó pistola en mano y lo acusó de ser un impostor, ya que, “el verdadero Santo sí podía volar” [17].

 
 
 
 

3.2. México, ciudad imaginaria

Las historias de Santo transcurren, en primera instancia, en la ciudad de México, y desde allí el enmascarado viaja por el mundo para desfacer entuertos; pero es una ciudad de México tan irreal y onírica como todo en la serie. Al contrario que el Santo de las películas, que con frecuencia acude a la Arena México para que los espectadores le vean combatir en el espacio real de la ciudad real, en las historietas de Cruz el México por donde deambula Santo, del cual en todo momento se afirma que es Ciudad de México, es un sincretismo de muchas ciudades del mundo occidental, sin importar ni lo más mínimo la coherencia con la verdadera ciudad de México. Ni en arquitectura, ni en clima ni en historia.

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Santo advierte al criminal sobre su destino
Santo ante el jefe de policía

Así, se nos dice claramente que Santo opera en la ciudad de México y a ella regresa para entregar un delincuente al jefe de policía (como Batman con Gordon, Spirit con Dolan, Santo se reporta siempre con el jefe policiaco de México DF) en Santo, JGC, vol. I, 3, p.76. También en Santo, Ed. Cinco, 20, p. 5814, vemos dos patrullas de policía claramente identificadas como de México DF. Sin embargo, no hay empacho alguno para que se nos diga que Bobby, el pequeño amigo de Santo, corra “hasta los muelles” en Santo, Ed. Cinco, 34, p. 6258, para impedir que éste marche solo al lejano Oriente en pos de una nueva misión (hasta la reciente apertura de la carretera con Tuxpan, el puerto marítimo más cercano a México DF era Acapulco, a 389 kilómetros por carretera). Al igual que otros villanos de la serie, el malvado hijo de Dillinger es condenado a la silla eléctrica en Santo, Ed. Cinco, 20, p. 5819 (cuando en México no existe, ni existió, pena de muerte). Entre los números 14 y 17 de la edición Icavi leemos una aventura de Santo que acontece en un castillo “medieval” embrujado en las afueras del Distrito Federal por donde deambula todavía el fantasma de su señor feudal, que recorre los bosques con su armadura metálica para vengarse de quienes violen su morada (Santo, Ed. Icavi, 14, p. 3), y más adelante se nos explica que las mazmorras del castillo sirvieron de cárcel trescientos años antes (Santo, Ed. Icavi, 16, p. 30). Si bien esto último no es improbable, no podemos hablar de castillos medievales auténticos en México, aunque México no sea un país exento de palacios y castillos.

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Coches patrulla de México D.F.
Mención a la silla eléctrica

El ejemplo más sugestivo de la recreación de un México imposible y romántico que pude hallar fue en la aventura en que Santo se enfrenta al Dr. Jekil (sic) en El enmascarado de plata, tomo recopilatorio 262, donde Cruz y su equipo recrean un D.F. gótico muy interesante, lleno de tenebrosas calles y espesa niebla, una historia que recuerda las atmósferas que más tarde recrearía la estupenda serie Tradiciones y leyendas de la Colonia, donde aquella primitiva colonia española se convertía en reino de infinitos relatos de crímenes, espectros y brujas.

 

3.3. Reciclador de mitos y personajes de novela popular

El aspecto más atractivo de las historias de Cruz es cómo daba rienda suelta a la multiplicidad de referencias que tenía, las cuales combinaba una y otra vez a su antojo. Este escritor no se detenía al reciclar todo mito, leyenda, cuento popular o personaje de novela que se le pusiera delante y le pareciese atractivo para construir sus grandes sagas de aventuras. Era consciente, sin duda, no sólo de que la originalidad absoluta no existe, sino de que escribía para un público lector de pocas referencias culturales, al cual podía entretener usando de forma muy obvia viejos mitos y leyendas de todas las épocas y países. Como siempre, era su buena pluma como escritor, su capacidad para armar tramas muy entretenidas con personajes bien definidos, lo que hacía atractivas sus historias, por más que trabajara con materiales prestados o de derribo. Creo que esta es una diferencia muy importante entre los argumentos de José G. Cruz y aquellos de las películas de Santo. Si bien los argumentos de Ramón Obón o Fernando Osés para el cine estaban libremente tomados de las historietas, la habilidad narrativa de José G. Cruz, así como su facilidad para crear un universo de personajes y características recurrentes, constituían la principal diferencia entre sus guiones y los de las películas. José G. Cruz, aun sabiendo que escribía para el pueblo llano, sentía respeto por su público lector y se esforzaba por proporcionarle tramas interesantes y personajes sugestivos. 

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Las sirenas con apariencia de pin-ups... ...se revelan en feroces devoradoras de marineros.

Tenemos seres fantásticos tomados en préstamo de la mitología, como una descendiente de la serpiente Pitón (célebre guardiana del oráculo de la tierra a la que mató Apolo) en Santo, Ed. Cinco, 8, p. 5458 y ss.; en Santo, tomo recopilatorio 262, el héroe enmascarado ayuda a Sansón, forzudo del circo, a aceptar que su amada sea una auténtica sirena, la cual, además, sin pitorreo aparente, se llama Tunia. Afortunadamente, Sansón carece de prejuicios al respecto, ya que “en el circo se aprende a querer a las personas por lo que verdaderamente son, más que por su apariencia” (p. 1616). José G. Cruz, que fue siempre adalid del amor y de la moral convencional, tiene en sus historietas al amor en la más alta estima, y cuando éste es cálido y puro, todo es posible. En cambio, las verdaderas sirenas de la Odisea, monstruos de bellos cantos que atraían a los marineros y luego los mataban, salen directamente en cierta aventura de Santo, entre Santo, Ed. Cinco, 11-12, precisamente para atraer con su apariencia de pin-ups a la malvada tripulación del villano príncipe Ankor, y a continuación devorarlos con fruición en una escena rabiosamente pop. El amo de los vientos y el mismo dios Zeus aparecen en Santo, Ed. Cinco, 6, demostrando que en la fantasía cruciana pueden convivir en un mismo universo Dios, la Guadalupana, los santos y los dioses grecolatinos.

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El amo de los vientos Aparición estelar de Zeus

No menos curiosa es la aventura en que una bruja se metamorfosea en estatua citadina de la diosa Diana, la cruel Ártemis griega. Se trata de una alusión a la famosa escultura de Diana cazadora de México, pero en una versión menos curvilínea y sugestiva, sin duda para no alentar la imaginación calenturienta de los más pequeños de la casa ni la de sus papás. La historia de aquella estatua es contada en Santo, Ed. Icavi, 22, p. 1 y ss.: esculpida por Fexini Fellotes con la ayuda de Lucifer, el escultor se enamoró de su propia creación, y Lucifer, como premio a su devoción, hizo que la estatua de la hermosa Diana cobrara vida. Como se ve, es una versión cruciana del mito de Pigmalión. Ya en el siglo XX, la estatua cobra vida por las noches en forma de hermosa mujer para asesinar a los desprevenidos varones con que se encuentra en la fantástica ciudad de México.

La coincidencia de Santo con el Dr. Jekyl será fuente de aventuras macabras que recuerdan, por su sencillez, aquellas del mejor Inspector Dan de Eugenio Giner. Este Jekyl mantiene el cadáver de su amada embalsamado en un sótano (Santo, recopilatorio 242), y por las noches, como es natural, sale a hacer sus tropelías. Y en una larga aventura (Santo, Ed. Cinco, 23-32) en un imposible Barrio Chino de la ciudad de México que asemeja el Chinatown de Nueva York, tendremos a un trasunto de Fu Manchú: El Hachero Chino, un siniestro personaje que conduce a una larga aventura en dos partes hasta concluir en montañas nevadas y donde, más que nada, tiene que ver en la resolución de la historia el viejo odio entre Caín y Abel que aquí representan el Hachero y su buen hermano Tang.

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El doctor "Jenckyl" El temible hachero

Para Cruz, todo material literario podía ser utilizado en su serie Santo, cuya búsqueda de realismo era ninguna; todo valía para la creación de un relato fantástico, pues Santo, salvo las habituales incursiones contra gánsteres, se adscribe al género fantástico y de aventuras, y en menor medida, al policiaco. El resultado es una obra maestra en el sentido en que Umberto Eco explicaba: “Cuando todos los arquetipos irrumpen sin pudor alguno, se alcanzan profundidades homéricas. Dos clichés producen risa. Cien conmueven. Porque se percibe vagamente que los clichés hablan entre sí y celebran una fiesta de reencuentro” [18].

 

3.4. Lo importante es amar

Ante todo, José G. Cruz era un escritor que intentaba transmitir valores por medio de sus historias. Sus revistas estaban llenas de leyendas y máximas donde intentaba instruir a los lectores con mensajes aleccionadores[19]. La honradez, la abnegación a la familia, el trabajo, la religión, eran todos ellos portadores de decencia y felicidad a los hombres. Los excesos, vicios, la envidia, el rencor… todo ello conducía a la destrucción a las familias y a los hombres. Y por encima de todos los valores, destacaba sobre todo el valor del amor, tanto el amor a la familia como la lealtad a los amigos y el amor romántico. Las relaciones entre hombres y mujeres, por supuesto, estaban marcadas por el machismo paternalista de la época. Lo mismo que hemos visto a Flash Gordon abofetear a una chica para que calme sus nervios y “por su propio bien”; lo mismo que hemos visto al Capitán Trueno proporcionar una azotaina en las nalgas a mujeres para demostrarles que no son más que una especie de infantes crecidas, caprichosas e irresponsables (y esto, nos moleste o no, no se consideraba violencia de género entonces, pues era lo más normal del mundo), también Santo abofetea a las damas cuando es necesario reducirles la histeria, o bien azotarlas en las nalgas cuando no se han portado bien. Tal sucede con Gina en Santo, Ed. Cinco, 16, p. 5702. Dos páginas después, Gina se arrojará cariñosa en los brazos de Santo.

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Violencia sin distinción de géneros
Una buena azotaina en las nalgas

Pero el amor es una de las mayores diferencias entre las películas y las historietas de Santo: en las películas el amor no importa, mientras que en las historietas el amor y el erotismo juegan una importante baza dentro de las intrigas y las motivaciones de los personajes. Son muchas las que se enamoran de Santo con furor y cometen locuras por celos, pero el corazón del héroe solo pertenece a una: Kyra, la hechicera blanca que habita en el Olimpo y aguarda que él termine su vida mortal para estar juntos por toda la eternidad. Esta simpática versión de amor más allá de la vida que recuerda ciertas cintas como Sueño de amor eterno (Henry Hathaway, 1935) o Jennie (William Dieterle, 1948) se verá de vez en cuando atemperada cuando una vez al año puedan estar juntos para compartir por breves instantes su amor, como en Santo, Ed. Cinco, 23. Kyra funciona en la serie Santo como mitificación del amor a la mujer ideal capaz de transportar al hombre a un mundo más allá de las miserias mortales. La redención del guerrero, más que su descanso, pues en estas historietas de Cruz el escritor ponderaba sobre todo el amor romántico. Además, el Santo de Cruz es… ¡tímido con el sexo opuesto! (Santo, Ed. Icavi, 28, p. 18).

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Kyra, el gran amor de Santo La timidez de Santo

El amor entre seres de dimensiones distintas es recurrente en Cruz. Así, además del amor entre Santo y Kyra, encontramos el del genio de la lámpara de Aladino por una mujer mortal, la pintora Laura, a quien procura complacer en todos sus deseos de triunfo artístico y prosperidad económica y social (Santo, JGC, vol. II, 589)[20]. Una historia más interesante todavía es la que se desarrolla en Santo, tomo recopilatorio 143: nada menos que el Destino se vuelve mortal para hacerle saber a Santo que Audrey, una joven que ama sin esperanza al enmascarado, se quitará la vida en pocas horas. Después de impedir el suicidio de la joven y rehacer la vida de Audrey con el hombre que realmente ama, Destino regresa para buscarlo y le confiesa que cada cien años goza de tres días de vacaciones, durante los cuales se transforma en un hombre común y corriente. Durante esos tres días acontecen sucesos dramáticos y pavorosos en el mundo, pero Destino permanece impávido ante ellos. La razón es que, desde hace siglos, Destino está enamorado de una mujer a la que visita en cada una de sus sucesivas reencarnaciones para gozar de su compañía durante al menos tres días. En esta historia de amor imposible y tiempo cíclico, Destino la conquista y la abandona en cada vida con la esperanza de volver a encontrarla cien años después. La conclusión, que recuerda la de El fantasma y la señora Muir (J. L. Mankiewicz, 1947), revela el espíritu romántico y fatalista de José G. Cruz, un artista que, en lo personal, recorrió una vida completa como Destino, hallando y perdiendo el amor en la búsqueda de un amor definitivo, que siempre se le escapaba de las manos.

 

3.5. Complacencia con los motivos populares

Durante la segunda mitad de su vida, José G. Cruz fue todo el tiempo consciente de que era un artista, pero también un empresario. Con no poca frecuencia pudo más el empresario, abandonó el dibujo pero cultivó la ilustración en multitud de portadas para sus series[21] y practicó en privado la pintura como pasión íntima. Pocas veces promovió exposiciones públicas de su obra, pues tales exposiciones y venta de cuadros no le importaban nada. Incómodo con el cine de la época y molesto con Juan Orol, pues siempre malbarataba sus guiones, abandonó el séptimo arte y mantuvo sólo algunas amistades entre el mismo, como al ya citado Orol, la trágica Miroslava Stern o Estela Inda. Los años de juventud y nocturnidad bohemia, que nutrirían muchas de sus historietas de arrabal en los años cuarenta, fueron quedando atrás. Con los años se fue volviendo conservador en lo ideológico, en los vientos nuevos que soplaban sobre el país. Fue amigo de presidentes de la República y puso al servicio de algunos de ellos su imperio editorial para publicaciones propagandísticas. Cruz amasó una fortuna que puso al servicio de sus hijos y nietos, no escatimó gastos en ninguno de ellos, aunque a veces el celo con que los trató fue más allá de lo que podríamos considerar razonable. Siguió amando hasta donde pudo, hasta que algo en ese ámbito se cerró para siempre y marchó a vivir a Los Ángeles, una vez retirado de la industria editorial y muy herido por la demanda que le interpuso Rodolfo Guzmán, el Santo de la vida real[22].

El mundo fantástico de Cruz en Santo (pero también en Adelita y las guerrillas) se nutría de amor y aventuras, pasión, intrigas policiacas, monstruos sobrenaturales o criaturas del espacio y del más allá. Era un mundo romántico del Romanticismo alemán filtrado por la sensibilidad y sensiblería de las industrias culturales del siglo XX. En el primer número de Santo (reeditado en 1977 como número 864 de la segunda serie) describe a una prostituta como “una mariposilla que ejerce la profesión más antigua del mundo”. Y unas páginas más adelante, el primer Santo alecciona a su heredero para que no llore, pues, como es bien sabido, “los hombres no lloran”. El romanticismo de Cruz es un romanticismo sin arrojo, tragedia ni desesperación, un romanticismo pequeñoburgués cuya misión era inculcar esos valores en su público lector, no con el afán de crear zombies ideológicos, sino de proporcionar una ideología reconfortante que aminorase las penas de la miseria en sus lectores y los volviera confiados en un futuro mejor.

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Una incauta prostituta antes de caer en las garras de un malvado

Lejos de enarbolar la antorcha de Prometeo, Cruz enarbolaba siempre la discreción, comedimiento y temor de los poderosos de la Ismene de Sófocles en Antígona. A pesar de no ser hombre especialmente religioso en lo personal, Cruz siempre da una gran relevancia a la Virgen de Guadalupe en los primeros años de su serie. Sabe que su público lector, las grandes masas de millones de mexicanos, son guadalupanos y pobres, y Cruz no produce historietas para cuestionar esas creencias ni enervar a las masas. En la primera página de la saga de Santo vemos al enmascarado hincado ante “la reina y patrona de los mexicanos, a la querida y bondadosa soberana de América”. En Santo, JGC, vol. 2, 808, p. 20, vemos cómo una medalla de la Guadalupana que siempre porta Santo pone en fuga a un monstruo de ultratumba. El héroe también se protege al rociarse con el agua bendita de las iglesias. 

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Adoración de Santo a la Virgen de Guadalupe Agua bendita

Los monstruos, fantasmas y brujas son muy frecuentes en Santo, no en vano acusan los recuerdos tempranos de una infancia un poco tormentosa, en los Altos de Jalisco, donde la gente se reunía por las noches para contar historias de esa clase. En una historia magnífica, desarrollada entre Santo, Ed. Cinco, 1-7, Cruz nos presenta una nueva versión de la mítica hechicera Circe de la Odisea de Homero, es la historia en que, como Ulises, Santo queda hechizado por la hechicera Selva. La historia, que tiene su culminación en una formidable escena de aquelarre con la aparición de Satanás, transmite la abigarrada sensación de oscuridad, violencia y pavor de la clase de historias populares con que los campesinos y gentes de montaña exteriorizan los miedos a la nocturnidad del bosque y el temor a ser presa de seres demoníacos que les arrebaten la conciencia y luego la vida.

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Selva transformando a un humano en jabañí
El aquelarre final, presidido por Satanás

Muchos personajes de las historietas de Santo son como niños grandes, sobre todo los villanos estrambóticos, más pendejos que malos, y las mujeres celosas del amor de Santo, pero es que también los niños abundan en la serie, pues el mismo Cruz era un gran amante de los “adultos menudos”. En la página 2 del número primero de Santo, JGC, vol. 1, José G. Cruz dedica la revista a “los niños de América y los niños del mundo”, con la esperanza de que la nueva publicación sea de su agrado. Serán muy importantes los niños, como el Pecas, a cuyo padre asesina Tino Armenta en Santo, JGC, vol. 1, 1-2; Bobby, que comparte el departamento con Santo y quiere emular a su “padrino” como el Pedrín de Vañó a Roberto Alcázar; o Ling, el niño huérfano que entra en Santo, Ed. Cinco, 35, y parece ser la reencarnación de Buda; y el más simpático de todos es Ik, el enanito del centro de la Tierra, que en el mundo ingenuo del fotomontaje cruciano interpreta un niño con bigote postizo[23]. De ahí también la importancia de los circos que, como el Circo Atayde (que fue una institución en México durante décadas), son puerto y refugio para Santo, llenos de amigos fieles y bondadosos. Y en esta ponderación existe una alabanza del imaginario infantil, pues se supone que los niños de entonces amaban la magia de los circos.

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Dedicatoria de Cruz a los niños

Cruz era un enamorado de la cultura de Estados Unidos, donde había vivido un año durante su infancia y donde se retiró al final de su vida. No hay sentimiento antigringo en sus historietas. Desde de la juventud había consumido numerosos filmes de gánsteres que, junto con Juan Orol, contribuyó a rehacer en versiones descacharrantes. Por Santo aparecen, entre otros, la banda del hijo de Dillinger o la célebre banda mexicana del Automóvil Gris entre otros muchos hampones de un bajo mundo mexicano que evoca los cabarés llenos de humo y de prostitución que retrataran Emilio “el Indio” Fernández en películas como Salón México (1948) y Víctimas del pecado (1950) o Alberto Gout en su cine negrorrosa de cabareteras. Son todos, como Pepe el Rata en Santo, Ed. Cinco, 32, antihéroes con olor a cigarro rancio y perfume barato, tan engolados y risibles como gatilleros fáciles y peligrosos. Por lo general, son tan predecibles y estúpidos que no dan muchos problemas a Santo, aunque hasta su triste final le proporcionen algunos quebraderos de cabeza. Esta es otra complacencia de Cruz con las creencias populares: en la historieta moralizante, los malos siempre mueren y pierden por ello el máximo don de la vida que desaprovecharon.

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Las enseñanzas moralizantes de Santo El bien siempre triunfa
 

4. Conclusión no concluyente

Este ha sido un pequeño intento de aproximación a una obra maestra olvidada llena de ingenuidad y emoción. Se trata de un acercamiento del todo incompleto, pero una avanzadilla, al fin y al cabo, de próximos estudios que deberían llegar en el futuro antes de que el patrimonio histórico de la historieta mexicana se haya perdido para siempre. Continuará la búsqueda por los mercadillos mil de la cornucopia azteca y el rastreo de las páginas de internet. Para leer estas viejas historietas hay que adoptar una actitud con cierto distanciamiento no exento de veneración, pero sin descartar el sarcasmo por sus tramas e ideología. Como con los cómics del franquismo español, la mayor parte de estas historietas de Santo deben ser leídas e interpretadas en su contexto, y esto dificulta su acercamiento a las nuevas generaciones, para las cuales no sólo cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino a quién le importa si existió.

Santo, el enmascarado de plata, fue un verdadero bestseller de la historieta mexicana, hoy difícil de rastrear. Un teatrito gótico de barrio, más próximo a la ingenua, tradicional, improvisada entre vecinos pastorela de Navidad donde el fatuo Lucifer siempre es vencido, que al drama teológico o al auto sacramental. Una obra corta en sus ambiciones, pero extensa en su retrato de la clase humilde mexicana entre los años cincuenta y ochenta del siglo XX. Un retrato sociológico de un pueblo a través de multitud de historias llenas de lágrimas, espantos y amor, donde el melodrama, el cine negro, la ciencia ficción y el terror se combinaron para crear una serie única, tan descacharrante en sus tramas y soluciones como estimulante y divertida, con un tono onírico tan especial que le conferían los fotomontajes producidos por Cruz con sus equipos de trabajo en los que fueron parte muy importante José Trinidad Romero y los hermanos Horacio y Hugo Robles, artífices en la sombra de una empresa colectiva y empresarial al servicio no sólo del dinero, sino del sueño colectivo de una sociedad en la que hoy muchos mexicanos no quisieran reconocerse.

           

 

 
BIBLIOGRAFÍA
 

Para la redacción de este artículo se han leído los siguientes números de la serie Santo en distintas ediciones:

José G. Cruz y equipo, Santo, el enmascarado de plata (Vol. 1, 1952-1960), números 1-5.

――, Santo, el enmascarado de plata (Vol. 2, 1960-1981), 212, 217, 227, 364, 416, 516, 533, 549, 589, 618, 639, 651, 669, 672, 673, 676, 686, 706, 781, 791, 795, 808, 864, 865, 866.

――, Santo. Tomos recopilatorios 143 y 262. México, 1954. Recopilan material de Santo, vol. I. El 143 recopila de la página 16766 a la 17006; el tomo 262, de la p. 1613 a la 1870.

――, Santo, el enmascarado de plata. Editorial Icavi. Bogotá, Colombia, 1976. Recopilan material de Santo, vol. II, y, en menor medida, vol. I.

――, Santo, el enmascarado de plata, 1-46. Editora 5. Bogotá, 1986. Recopilan material de Santo, vol. I, en concreto de la página 5213 a la 6639.

 

Bibliografía complementaria o de apoyo

            Aurrecoechea, Juan Manuel, Morales Carrillo, Alfonso, y Fuentes, Gustavo, Espectacular de lucha libre. Fotografías de Lourdes Grobet. Trilce/ Océano. México, 4ª ed. (2009).

            Barrero, Manuel, Diccionario terminológico de la historieta. Asociación Cultural Tebeosfera (ACyT Ediciones). Sevilla, 2015.

            Bravo, Juan, “El cine de luchadores mexicano”, en Círculo Andaluz de Tebeos, 27. Especial Hispanoamérica, pp. 89-128. Sevilla, 2012.

            Fernández, Álvaro A., Santo, el enmascarado de plata. Mito y realidad de un héroe mexicano moderno. Red Universitaria de Guadalajara/El Colegio de Michoacán, 2012.

            VV AA, Somos. El Santo. Vida, obra y milagros. Octubre 1999. Especial 2. Editorial Televisa. México, 1999.

            Vigueras, Ricardo, “José G. Cruz: hacedor de santos y demonios. Entrevista a Griselda Cruz”. Publicado en Tebeosfera, noviembre de 2016.

            ――, “Mujeres machas en Adelita y las guerrillas”. Publicado en Tebeosfera, 9, febrero de 2012. Consultable en http://www.tebeosfera.com/documentos/documentos/mujeres_machas_en_adelita_y_las_guerrillas.html

 

NOTAS


[1] Arena: pabellón deportivo cubierto, casi siempre de forma circular u ovalada, donde se celebran estos combates.

[2] Álvaro A. Fernández, Santo, el enmascarado de plata. Mito y realidad de un héroe mexicano moderno. Red Universitaria de Guadalajara/El Colegio de Michoacán, 2012, pp. 44-47.

[3] Pero no todas. Se sabe de trágicos fallecimientos ocurridos en la arena durante el combate, aunque por lo general debidos a accidentes en los que nadie fue culpable. Cf. Álvaro Fernández, op.cit., p. 91.

[4] En la lucha libre mexicana hay que distinguir entre luchadores que representan personajes “técnicos” o “buenos” y “rudos” o “malos”. Cf. Álvaro Fernández, op.cit., p. 95.

[5] Para una biografía comprimida de José G. Cruz y su tiempo, remito a mi artículo “Mujeres machas en Adelita y las guerrillas”, publicado en Tebeosfera, número 9 (2012), consultable en http://www.tebeosfera.com/documentos/documentos/mujeres_machas_en_adelita_y_las_guerrillas.html.

[6] El fotomontaje o fotonovela dibujada es, de acuerdo con Manuel Barrero, “tipo de fotonovela en que los protagonistas aparecían fotografiados pero los fondos y algunos personajes secundarios (sobre todo los de naturaleza fantástica) aparecían dibujados”. El mismo crítico y teórico cita como paradigma Santo, de José G. Cruz. Vid. Manuel Barrero, Diccionario terminológico de la historieta, s.v. Fotonovela dibujada.

[7] Sobre la técnica cruciana del fotomontaje, vid. mi entrevista con Griselda Cruz, publicada también en Tebeosfera: “José G. Cruz: hacedor de santos y demonios. Entrevista con Griselda Cruz”. En algunas ocasiones remitiré a esta entrevista para clarificar algunas cuestiones.

[8] Álvaro A. Fernández, op.cit., pp. 96-104.

[9] Hay muchos libros y artículos en revistas sobre el cine de luchadores mexicano, pero en lo particular recomiendo para lectores españoles el video estudio de Juan Bravo “El cine de luchadores mexicano”, en Círculo Andaluz de Tebeos, 27. Especial Hispanoamérica, pp. 89-128. Sevilla, 2012.

[10] Para un repaso de su vida y obra, así como la polémica relación con Rodolfo Guzmán, Santo, remito a la entrevista publicada en este mismo número de Tebeosfera: “José G. Cruz: hacedor de santos y demonios. Entrevista con Griselda Cruz”.

[11] Cf. Ricardo Vigueras, ibídem.

[12] Cf. Ricardo Vigueras, ibídem.

[13] Lea y sorpréndase con un reciente artículo al respecto del importante escritor mexicano Enrique Serna, “El secuestro de la Hemeroteca”, en http://www.letraslibres.com/mexico-espana/el-secuestro-la-hemeroteca. [Consultado en octubre de 2016]

[14] El listado de números leídos aparece en la bibliografía final de este artículo. Esos blogs que generosamente comparten sus escaneos son algunos como Bajo las capuchas: http://bajolascapuchasmx.blogspot.mx/. Por desgracia, los blogs que comparten historietas de América Latina son escasos, muchos de ellos se convierten después de un tiempo en privados, o bien levantan el campamento de la noche a la mañana por miedo a las leyes que persiguen a quienes comparten obras cuyos derechos no les pertenecen.

[15] La cita a las cinco colecciones consultadas de Santo se especifica de la siguiente manera: para Santo, vol. I: Santo, JGC, vol. I, número y página; tomos recopilatorios: Santo o Enmascarado de plata, recopilatorio número y página; Santo, vol. II: Santo, JGC, vol. II, número y página; edición colombiana de Ediciones Cinco: Santo, Ed. Cinco, número y página; edición colombiana de Editorial Icavi: Santo, Ed. Icavi, número y página.

[16] La paginación de las aventuras de Santo depende de la edición. Durante los primeros números de los años cincuenta, correspondiente al vol. I editado por José G. Cruz, la paginación no era por ejemplar, sino que continuaba de número en número como la novela río que era. Así, la página 27 del número 5 era la página 143. Esto se respetaba en la recopilación en tomos, así como respeta la numeración original de la primera época la edición colombiana de Cinco. Sin embargo, a partir del vol. II editado por José G. Cruz, la numeración de página es por ejemplar, y así reimprime sus historietas la editorial Icavi. En nuestra citación respetamos la numeración de novela río, cuando ésta existe.

[17] Álvaro Fernández, op.cit., p. 160.

[18] Umberto Eco, “Casablanca o el renacimiento de los dioses” (1975), consultado en https://equinoccial.wordpress.com/2011/02/03/casablanca-o-el-renacimiento-de-los-dioses/.

[19] Explicaba Griselda Cruz: “Si alguien se fija, se incluían algunas leyendas, de buenas maneras algunas, sobre la patria otras, cosa que ya no se hace, en todas aquellas páginas venía alguna leyenda con algún mensaje positivo”. Vid. Ricardo Vigueras, “José G. Cruz: hacedor de santos y demonios. Entrevista con Griselda Cruz”.

[20] Una curiosidad para los estudiosos españoles es que en la segunda de cubiertas de este número se reproducen algunos chistes gráficos de Carlos Conti y Manuel Vázquez.

[21] Huitrón Lugo fue quizá el más destacado de los otros portadistas. Sobre este ilustrador, cf. nota 13 en Ricardo Vigueras, “José G. Cruz: hacedor de santos y demonios. Entrevista con Griselda Cruz”, en Tebeosfera.

[22] Para más detalles, Ricardo Vigueras, ibídem.

[23] No sabemos quién era este niño. Los actores de los fotomontajes de Cruz casi nunca fueron profesionales. Durante mi entrevista con Griselda Cruz le mostré en mi tableta unos cuantos números de la aventura de la bruja Selva, y ella reconoció como Selva nada menos que a la madre de su hermanastra Griselle, que todavía hoy vive en Estados Unidos. A continuación me explicó que por las fotonovelas de Santo “toda la familia había pasado como actores”.

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Creación de la ficha (2016): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
RICARDO VIGUERAS (2016): "El teatro gótico de santo: Lágrimas, espantos y amor", en Tebeosfera, tercera época, 1 (15-XII-2016). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 24/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_teatro_gotico_de_santo_lagrimas_espantos_y_amor.html