HUMOR EN RETIRADA
MANUEL BARRERO

Palabras clave / Keywords:
Humor gráfico gallego, Prensa de Galicia/ Galician Satiric Cartoons, Galician Press
  • La obra reseñada.

La lectura del libro O humor en cadriños II (2017, Morgante) produce una sensación de entusiasta tristeza. Un oxímoron, sí, en efecto.

Es entusiasta porque el autor, Félix Caballero, nos da a conocer un panorama del humorismo gráfico en Galicia que emociona y asombra. Leyéndole aprendemos que se ha vivido un periodo creativo en los últimos veinte años capaz de llenarnos de entusiasmo, el que producen los clásicos en activo (Xaquín Marín) o tirando del carro de las nuevas generaciones (Siro, desde La Voz de Galicia), y con los nuevos valores demostrando que la creatividad y la energía no cesaban (Santy Gutiérrez, Kiko da Silva, Davila...). Tristeza porque parece que todo se truncó con el cambio de siglo y de paradigmas, cuando se pasó de tener los pies en tierra a tener todo en la nube.

Como bien destaca su título, este libro es la segunda entrega de un proyecto consistente en auscultar el humor gráfico en Galicia, sobre todo el humor gráfico en gallego. El primer libro se centró en los representantes más venerables de la profesión aún vivos, porque el proyecto consiste en dar una visión panorámica basada en la entrevista personal. Ambas entregas poseen como valor interesante que Caballero emite su enjuiciamiento sobre el estado de la sátira en los medios gallegos una vez que les ha practicado las entrevistas en profundidad, todas ellas construidas de manera homogénea, por lo cual se pueden obtener conclusiones más rigurosas por ser contrastables. En el caso de esta segunda entrega los autores entrevistados han sido Pinto & Chinto, Santy Gutiérrez, Davila, Leandro, Kiko da Silva y Meixide, de los cuales se reproduce una pequeña muestras de viñetas o tiras, suficiente para conocer su buen hacer. La reproducción es correcta y el formato incómodo, pero era un libro sobre tiras y sobre humoristas, y el trabajo de los autores satíricos consiste precisamente en hacernos sentir incómodos.

Sin embargo, lo que mayor incomodidad produce no es el formato en sí, es el contenido. El artículo introductorio de este libro es probablemente uno de los textos más importantes sobre el medio que se han publicado a lo largo de este año debido a su crudeza. Es una obligada reflexión sobre un problema que es demasiado evidente y que se suele eludir, suponemos que por miedo: existe una retracción en el humor gráfico. Comprobada, medida, clara. La hay a escala general, no solo autonómica, en Galicia, donde el autor denuncia una pérdida de "galeguismo" aparejada. Caballero nos comenta que hubo un periodo no muy lejano con hitos en la producción humorista gallega, con varias cabeceras impresas en circulación, como O Farelo, Xatentendo, Retranca y otras (además de festivales y premios asociados a la profesión), pero que eso se acabó. Ya no existe. La gran fiesta de la viñeta que fue La Voz de Galicia gracias a la presión de Siro finalizó. Los autores siguen, cierto es, pero con peores condiciones laborales, con pérdida de consideración, con pérdida de la carga crítica bajo la llamada "dictadura del editor" y con las redes sociales como competidoras.

Son los propios autores los que nos explican esto tras una sucinta introducción biográfica que Caballero redacta muy bien. Pinto & Chinto comentan las posibilidades que permite el trabajo en equipo, para lo cual hace falta un sostén, porque con lo que hoy se paga a un humorista por su trabajo es imposible subsistir. Santy Gutiérrez pone la tilde en una cuestión de la que se habla poco: el cambio en los modos de consumo de imágenes y de información, en lo cual está la clave de los nuevos modos de producción y creación en el ámbito de la comunicación. Davila demuestra que el eslabón entre lo popular (en su caso, lo rural) y la retranca siguen vivos y que, por extraño que parezca, puede funcionar muy bien en internet si se sabe explotar convenientemente el "formato viñeta" (por atemporal, por su viralidad, por su inmediatez, por la fidelización automática que supone...). Leandro opina lo mismo, pero entre sus respuestas hallamos una consideración que asusta: internet es muy bueno para el humor por todas esas posibilidades antedichas, pero también entraña un terrible peligro: que unifica el humor de todos. Leandro también está seguro de que si la sátira gráfica ha perdido carga crítica ha sido porque la sociedad ha perdido también capacidad crítica en su conjunto.

Da Silva denuncia las mismas cosas en sus generosas respuestas, las más largas del libro. También coincide con los demás en que la copia impune del trabajo del humorista se ha multiplicado exponencialmente desde que llegó internet, hasta el punto de que hoy es incontrolable. Esta posibilidad de copiar, el fenómeno de la gratuidad y la aceleración con la que las tecnologías impulsan la vida actual han hecho del periodismo una víctima de la inmediatez. Y de todo ello se deduce un deterioro de la labor del humorista, porque se convierte en prescindible (cuando debiera ser cada vez más necesario para intentar evitar la unificación de credos o de emociones ante la invasión de la posverdad). El mismo Da Silva lo dice en una frase brillante: "La función del humor gráfico no es cambiar el mundo sino hacer que la gente quiera cambiarlo". El plan maestro de ampliar la mirada del lector también lo comparte Meixide, el último de los entrevistados. En su caso con ironía, la que se desprende de sus tiras de Thom, un trabajo narrativo de bastante talla intelectual que no se ha difundido lo suficiente en nuestro país. Meixide coincide en la idea de que lo que por un lado te da internet, la difusión, por otro lado te lo quita, con la gratuidad. Y si no cambian los modos de consumo es obvio que la profesión tenderá a reducirse hasta desaparecer.

Sin querer terminar con este vaticinio apocalíptico, subrayemos otro aserto de los autores, en el que todos coinciden, sobre otro tema igualmente hiriente: el clima. Todos los entrevistados denuncian que vivimos bajo la tiranía de lo políticamente correcto. No es que prefieran la censura de antaño o que quieran vivir con censuras asumidas. Es que se sienten incapaces de saber por dónde llegan los rechazos o a qué se deben las negativas a publicar sus obras, algo que les ha estado ocurriendo sobre todo en el siglo XXI, en los últimos años. Y el censor no es precisamente el representante de los reaccionarios del pasado. Censuran todos. ¿Hasta qué punto el autor satírico debe someterse ante lo políticamente correcto? ¿No era el sátiro quien deconstruía la política? ¿No era la caricatura la que deformaba lo correcto hasta lo grotesco? Si asumimos y admitimos que la labor de los profesionales del humorismo deben ceder ante las corrientes de pensamiento buenistas, garantistas y, en fin, políticas, entonces la profesión habrá muerto y no tendremos que esperar a que la mate internet.

Un libro duro este, un trabajo exigente el de Félix Caballero, y unas cuantas verdades como puños salidas de los cerebros de gente inteligente que hace dibujos que deberían estar en las portadas de los periódicos y no en los "huecos" de las secciones de pasatiempos. Parece sorprendente, pero leer los tomos I y II de O humor en cadriños es como hacer una radiografía de las fracturas de nuestra sociedad.

Creación de la ficha (2017): Manuel Barrero. Revisión de Alejandro Capelo e Ismael Sobrino.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2017): "Humor en retirada", en Tebeosfera, tercera época, 4 (10-XI-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 05/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/humor_en_retirada.html