LA HISTORIETA DE TERROR EN ESPAÑA. MINI HISTORIA
ANTONIO MARTÍN

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Notas: Texto reproducido aquí con permiso de su autor. El artículo sólo ocupó la mitad superior de la pág. 52. Se ha respetado su redacción, salvo por algunas erratas obvias y la colocación de cursivas siguiendo el Libro de estilo de Tebeosfera. Las imágenes que se muestras son las mismas del documento original y van colocadas a la altura que les corresponde en el texto.

LA HISTORIETA DE TERROR EN ESPAÑA. MINI HISTORIA

En nuestro viaje por los caminos del terror gráfico, hecha ya la primera parada para contemplar y valorar las imágenes de los horror comics norteamericanos de los años cincuenta, interesa el alternar los temas extranjeros y españoles. Por ello, y antes de entrar en la exposición detallada de historietas o tebeos españoles tocados por el terror, creo conveniente el trazar un esquema histórico de tipo panorámico que permita situar y después comprender mejor el desarrollo e importancia de este género en la producción española. Siguiendo una estructura elemental refiero los diversos momentos de esta minihistoria a periodos de tiempo globales, clasificación muy relativa que conviene matizar por la referencia a acontecimientos y procesos muy concretos de nuestro país.
 
La prehistoria de los tebeos. Un terror folklórico. 

A lo largo del siglo XIX español y principios del XX, cuando el tebeo no existe aún en el concepto moderno que de él tenemos y las escasas historietas de la época se publican en los «periódicos de la infancia» dirigidos a los niños de la burguesía ciudadana y en las revistas satíricas —políticas o frívolas— que los adultos consumen, el terror gráfico presenta un aspecto fundamentalmente folklórico, si bien no faltan tampoco las referencias a muertes terroríficas, por asesinato, garrote vil, guerra, accidente, etcétera.

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Dentro del concepto más literario del terror esta época se encuentra poblada por ogros, gigantes, enanos malvados, diablos, ahorcados redivivos, hadas malas y hadas buenas, madrastras y brujas, leñadores bondadosos y palafreneros traidores… arrancados del folklore europeo y de la tradición popular española. En las publicaciones para niños (y ya conocemos el ejemplo gráfico de los grabados de Doré para la edición publicada en España de los cuentos de Perrault), el terror se centra sobre todo en los libros de cuentos, y en ellos con cierta preferencia en las ediciones de Saturnino Calleja. En cambio, las revistas para niños mantienen durante todo el siglo XIX un educado buen tono que las aleja de todos los excesos (y también de la historieta) al servir de plataforma educativa a los numerosos pedagogos que con ellas intentan cumplir el liberal aforismo del «educar deleitando». Hay que esperar hasta bien entrado el siglo XX, cuando ya han surgido los primeros tebeos —aún primitivos en concepto y realización—, para encontrar muestras de historietas válidas para nuestro interés por el terror.

Fig. 1. Uno de los ejemplos clásicos del terror en la historieta de los primeros años veinte, un terror ingenuo e infantil, servido por un dibujo y una técnica entonces titubeantes. El diablo sirvió durante mucho tiempo —dentro de una línea folklórica popular— de elemento negativo, por las referencias que permitía en una sociedad Infantil impregnada de superstición. (Publicación de «El Gato Negro». Barcelona.)

Es entonces cuando una serie de editoriales populares tocan, dentro de los límites de la tradición anterior, el terror, al que ahora dan una nueva dimensión gracias a las posibilidades expresivas —entonces aún mínimas— de la historieta. Ejemplos para este momento pueden ser: 

—En los primeros años veinte la editorial El Gato Negro con sus cuadernillos «El príncipe y el ogro», nueva versión del asesino de niños, y «El amor de las madres», con el diablo jugando el papel de antihéroe. Ambos cuadernos, dibujados por Vinaixa, pertenecían a la colección Cuentos Infantiles de Pulgarcito.
—En las mismas fechas, E. Heras Editor publica los cuadernillos «La madrastra», con una Blancanieves estrangulada expeditivamente por su madrastra, y «Los cabellos del diablo», con un diablo cornudo comedor de carne humana. Ambos son adaptaciones en historieta de cuentos de Grimm, la primera realizada por Donaz y la segunda por Robert, publicadas en la colección Cuentos y aventuras de Periquín.
—Editados por Magín Piñol tenemos «El castillo de los espectros» y «El diablo negro». Cuadernillos apaisados de la serie Mary Osborne y su negrito, dibujada por Tinez.

Los ejemplos son abundantes y es fácil encontrar muestras terroríficas en todas las editoriales de tebeos de la época, si bien, ya sean, ogros o bandoleros los personajes, la muerte sea mágica o por ajusticiamiento, el terror no llega a ser terror en el concepto moderno que del género tenemos nosotros. Se trata en todos los casos de variaciones gráficas, simples trasposiciones a la historieta, de temas arrancados a la literatura popular de la época, con una gran deuda a los folletines, de los que toman ideas, argumentos e incluso técnicas narrativas. Falta el sadismo declarado, falta el escalofrío, falta esa angustia cuyo conjunto crea la dimensión terrorífica.

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Fig. 2. Canellas Casals introduce en la historieta española una ciencia ficción autóctona y personal bien que folletinesca. Con él trabajaron, fundamentalmente Kif y Darnís. La ilustración corresponde a la saga de los vampiros aéreos que alcanzó gran popularidad en los años treinta a través de las publicaciones Marco, El terror complementaba la acción. (Historieta en Don Tito, núm. 110.)

 Los años treinta. Un terror nuevo.
 
Con la evolución de la sociedad española de los años treinta, al surgir ya un primer público lector masivo, el tebeo adquiere nueva importancia. Colabora a ello una renovación de los contenidos que se alejan en nuestro mercado. Es entonces cuando se produce un decisivo viraje hacia los temas de ciencia ficción, viraje que repercute sobre el conjunto de la historieta española de la época. Así, ahora, cuando ya encontramos los primeros ejemplos claros de terror, estos se encuentran determinados por el seudocientifismo. De la oposición comercial que la Editorial Marco ofrece a la Hispano Americana de Ediciones (poseedora esta última de los derechos sobre el material americano más interesante, que publicaba en Aventurero, Yumbo, Tim Tyler), surgen algunos de los mejores ejemplos de historieta española de fantasía, fundamentalmente a través de la pluma de Canellas Casals, prolífico escritor de folletines y director literario de Marco, quien introduce en el folletín y en la historieta española la fantasía científica tocada de terror. Así, nos han quedado ejemplos interesantísimos en las revistas de Marco:
 
—En Don Tito la serie «El vampiro invisible» (dibujos de Kif, seudónimo de Farrell), desarrollada en los números cien de la revista.

—En Rin Tin Tin, número 284, encontramos una historieta de una página protagonizada por un sabio loco que intenta resucitar los muertos (!), evidente trasposición de la historia del doctor Frankenstein. A partir de los números trescientos encontramos «King Kong», y más tarde las series «La mano que aprieta», «La vida de Jack en el fondo del mar», «El sabio loco», «El fantasma del lago rojo», que, dibujadas por Darnís, abundan en monstruos, cámaras de tortura, situaciones terroríficas, etc.

Fig. 3. El doctor Frankenstein y su monstruo han sido dos constantes explotadas frecuentemente por la historieta española de terror. Aquí un ejemplo y precedente en la historieta «El loco de las ruinas», «un doctor —dice la historieta— que perdió la razón pretendiendo hacer resucitar a los muertos». La viñeta seleccionada sería el equivalente al laboratorio de Frankenstein. (Historieta en Rin Tin Tin núm. 284.)

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—En La Risa Infantil encontramos, ya para los números quinientos, «Tom, el dominador del universo», «Sam el gigante en la terrible isla de los hombres-caimanes», «En los dominios de los buitres infernales»> etcétera. El tema fantacientífico, dibujado por Darnís, se convierte en magnífico pretexto que permite al guionista crear las situaciones más surrealistas en las que el ingrediente terror permanece constante.

—En P.B.T. los horrores de «La guerra futura», sirven nuevamente a Canellas y Kif, para mostrar una humanidad amenazada por el terror de la destrucción.

Y dejo aquí las publicaciones Marco por no recargar este apartado con la enumeración de otras muchas series del mismo estilo. Máxime cuanto que otras editoriales de la época aportaron su contribución: en Mickey (de Editorial Molino) tenemos «El castillo de los tres fantasmas», realizada por Jaime Tomás sobre historia de Bill J. Moore, donde un caso policiaco sirve a los autores para tejer una intriga de suspense. Igualmente, en la revista Pocholo (editada por Ramón Vives) pueden rastrearse elementos terroríficos en historietas como «La ciudad aérea», «El universo en guerra», «El monstruo de acero»...

Vienen después los años de la guerra española, con un terror mucho más concreto, y, mientras la edición de tebeos languidece, los contenidos fantásticos van paulatinamente a menos, reclamados los autores por un tipo de actuación mucho más directa. Ya en 1937, para la zona republicana, es difícil rastrear en las revistas que permanecen confeccionadas con material español otras historietas que las humorísticas, educativas o políticas (a excepción quizá de la muy magnífica «Guerra en la estratosfera», que en este año publica Mestres en Camaradas). En la zona nacional la revista Pelayos publica varias historietas de Canellas Casals, donde el autor juega nuevamente con elementos de ciencia ficción, bien que ahora de una manera más cercana al cuento de hadas que al terror.

 Los tebeos modernos. Años cuarenta.
 

El tebeo español, y por supuesto la historieta, nacen en su versión moderna, actual, dueños ya de un lenguaje propio, en los años cuarenta. Durante esta década el tebeo español andará paso a paso un largo camino de perfeccionamiento, tocando todos los temas, aprendiendo constantemente autores y público lector nuevas concepciones de la historieta, buscando siempre los editores productos más comerciales. La proliferación de editores y, sobre todo, de publicaciones hace difícil el dar una idea exacta de este tiempo. A nuestra intención hay que señalar cómo es ahora cuando la historieta española toca ya de manera clara y concreta el tema de terror, y ello desde dos ángulos principales: por una parte está la resurrección de los viejos temas de Canellas Casals (personajes incluidos, como sus míticos vampiros del aire); de otro lado tenemos la influencia del cine de terror.

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Fig. 4. Con la introducción a nivel popular del cine y la difusión de sus mitos en España la historieta se benefició en lenguaje y en contenido. En los primeros años cuarenta se dio un abundante trasvase temático: aquí la portada de uno de los cuadernos de Editorial Rialto realizada por M. Cuesta con portada y dirección de López Rubio.

Los temas que Canellas Casals creara en los años treinta, muchas veces para colecciones de folletines, vuelven en los primeros años cuarenta en los cuadernos de aventuras editados por Marco con títulos como «Lucha macabra», «La bruja del castillo», «El foso de la muerte», «El loco de la caverna», «El monstruo del campanario», «El soplete del hombre infernal», etc., que dibujan Darnís y Boix dentro de la saga de «Los vampiros del aire». Por cierto que este tema debió resultar siempre muy grato a los lectores, con sus notas terroríficas, por cuanto más tarde lo recogieron Vanó (en «El diabólico doctor Pat» y en «Los grajos de la frontera», números 40 y 53 de Roberto Alcázar) y Bermejo (en «Los vampiros de Nueva York», «La isla de los vampiros» y «El FBI triunfa», números 11; 12 y 13 de Aventuras del FBI), bien que con todas las diferencias que lógicamente imponía el paso del tiempo.

Mientras Marco publica estos cuadernos, a partir de los derechos que comprara casi diez años antes, Canellas Casals, por su parte, crea nuevos temas, nuevos personajes y situaciones, dentro de su peculiar estilo, para Editorial Española, Publicaciones Cinema y Editorial Grafidea, mezclando ahora ciencia ficción, metafísica y terror, en una fórmula que luego venderá a Chicos. Son, por ejemplo, «El rey de la ciudad subterránea». «La ciudad aérea», «El vampiro polar», «La Tierra en guerra con seis mundos», «El país de los hombres dobles», etc.

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Fig. 5. Uno de los casos de asimilación del tema vampiros del aire, bien que aquí está tocado por la gran calidad de Bermejo, que lo moderniza y utiliza sabiamente para crear una atmósfera donde predomina la aventura exótica. Comparar y ver la diferencia con la ilustración dada anteriormente. © Editorial Rollan en las «Aventuras del FBI»

Al tiempo una serie de editoriales de Madrid y Barcelona descubren las posibilidades existentes en llevar a la historieta temas de terror hechos famosos por el cine. En Madrid:

—Editorial Rialto, con los cuadernos «La vuelta del vampiro Drácula», «Zaroff, el cazador de hombres», «La vuelta de Fu-Manchú», etc., en la colección Diamante Negro, según realización del equipo que en Madrid dirigía A. López Rubio.
En Barcelona:
—Editorial Grafidea publica los cuadernos «El hombre invisible vuelve», «La sombra de Frankensteín», «Alarma en la ciudad», «El menstruo de acero», etc., en la colección Cuadernos infantiles populares.
—Editorial Bruguera participa en el cultivo del terror con tres ejemplos fundamentales: su «Inspector Dan» en el Pulgarcito, que incorpora toda la mitología de la universal a la historia española, y la incorpora muy bien; la colección de cuadernos Águila Negra a partir del viejo tema del «terror amarillo», en una historia que merece urgente revisión; y por fin la pieza máxima del terror español, en historietas, la revista El Campeón, que, con veinte números, incorpora todos los mitos de la época, logra los máximos de terror y se adelanta a su tiempo en veinte años... para, por ello, morir prematuramente.

En estos momentos, mediados los años cuarenta, el estilo de Canellas Casals comienza ya a resultar desfasado, evolucionada la historieta española rápidamente hacia temas muy concretos, en momentos en que las cotas máximas las da un estilo impregnado de influencia americana. La influencia del cine de la productora Universal resulta decisiva, y en ella un par de temas: el del robot asesino (merecedor incluso de una colección de cromos de la casa Fher, con el título del «Tanque Fantasma»), y el mito de Frankenstein (que merece en la revista Junior Films, número 3, de Baguñá, la puesta en historieta de una de sus versiones, «Frankenstein y el hombre lobo»).
La Editorial Valenciana, de acuerdo con la Distribuidora Chamartín, lleva también a la historieta, en versiones por jornadas (cada jornada equivalente a un cuaderno de aventuras), «Los tambores de Fu-Manchú» en una interesante versión de José Grau, «El misterioso doctor Satán» (cuya tercera jornada, «El tanque humano», ponía en marcha el mito del robot, luego súper utilizado en la historia española), «En la selva del terror» (jornadas protagonizadas por Nyoka. Tema que también mereció el interés de Baguñá, quien editó un álbum de cromos con los fotogramas de esta película) y «El Capitán Maravillas» que, en tres jornadas, desarrollaba en historieta la versión fílmica de Captain Marvel, recientemente comentada por Luis Gasca en estas mismas páginas. Temas todos éstos que unían a la mitología de lo folletinesco el encanto que el suspense cinematográfico aportaba junto con la confirmación popular de unas aventuras donde lo fantástico y lo terrorífico se unían ya en una fórmula absolutamente moderna para producir aquel escalofrío de emoción que antes mencionaba.

Fig. 6. Los adultos españoles de más de treinta años, lectores de tebeos en su infancia, recordarán aún —¿con un escalofrío?— la maldad diabólica de Svimtus, luchador a muerte contra Roberto Alcázar, así como la ola de locura que se desaté tras la muerte del primero a causa de una serie de crímenes misteriosos achacados a su cerebro... (en el tebeo, claro). © Editorial Valenciana.
 
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Los años cuarenta pueden cerrarse, en cuanto a la historieta de terror española, y en sus hitos fundamentales, con el recuerdo a los cuadernos de terror policiaco creados por el equipo de López Rubio; las constantes referencias a un terror folklórico (hadas, brujas, ogros, diablos) que Jesús Blasco deslizaba en la primera época de su «Anita Diminuta» en Mis Chicas; el terror infantil puro del «Muñeco de papel», de Mercedes Llimona, en Mis Chicas; la serie del perversísimo Svimtus, el «hombre diabólico», en Roberto Alcázar, con su continuación cuando al «hombre mono» le trasplantan el cerebro de Svimtus muerto...; los muchos cuentos que recrean temas clásicos del folklore de terror; y, finalmente, las historietas que Alfonso Figueras crea para El Coyote en los últimos años cuarenta, «Mr. Radar» y «El hombre eléctrico».

Así, los años posteriores a la guerra española suponen la confirmación del tebeo como género [sic] masivo, a partir del establecimiento de un público lector que intenta evadirse de la concretísima realidad de aquellos años a través de los «sueños» que cine e historieta le proponen. Proliferan los cuadernos de aventuras al tiempo que cierto humor crítico logra el máximo de popularidad, con personajes —como «Carpanta», «La familia Pío», «Tribulete», etc.— que se comportan como testigos del «terror social» de la época y se proponen la pregunta por el sentido de la realidad.

La década de los cincuenta. La producción en serie.

 A partir de la normalización de la vida española en los años cincuenta la historieta se diversifica en multitud de sentidos y temas, de manera que hace difícil la síntesis, como no sea por referencia a los casos límites. Esta referencia no es posible en cuanto a la historia de terror, ya que salvo un par de casos muy concretos no se produce nada especialmente destacable para esta época. En general puede afirmarse que el cómic español de estos años se orienta hacia el género de aventuras: policiacas, históricas, bélicas, de selva, etc., con algunas incursiones a la ciencia ficción y un principio de historieta de romance que se produce a raíz de la expansión hacia el mercado inglés.

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Fig. 7. Los cuadernos de aventuras de los años cincuenta fueron pródigos en contenidos de violencia y acción; muertos, raptos, escenas de tortura, persecuciones... contribuían a crear un clima dramático propicio al suspense y el terror. © Editorial Maga 
 
Se da, sin embargo, una cierta impregnación terrorífica, aunque a nivel tópico, del género de aventuras, por la referencia a los temas acuñados dos en los años anteriores desde los monstruos en que abunda la serie del «Capitán Trueno», el continuo suspense de los cuadernos del «Inspector Dan» y la frecuente aparición de escenas de tortura o muerte violenta en los cuadernos de Maga, Valenciana o Toray, hasta el encuentro en una sola serie (Aventuras del FBI) de muchas de las constantes del terror de la época: el robot asesino en «El cerebro electrónico», la gigantesca araña venenosa en «El templo negro», el gran gorila en «El hijo de «King Kong», la ostra gigante en «La ciudad submarina», el duelo sobre un mar de llamas en «Petróleo», el asesino misterioso en «Terror en Hollywood», etc.

Pero el caso más interesante, simple historieta aislada pero verdadero ejemplo de las posibilidades expresivas del género, nos lo proporciona la historieta «El fotógrafo asesino», contenida en el número 1 de los Cuadernos Ilustrados de Sucesos, de la editorial Gráfica Espejo de Madrid. Esta historieta, escrita y dibujada por Carrillo, en 1953, anticipaba en más de diez años el tema de la película inglesa Peeping Tom, contándonos la historia de un fotógrafo que desea «plasmar la expresión de la muerte», motivo por el que asesina a varias mujeres en el intento por fijar su expresión en el momento de morir... El tema, excitante y sin duda demasiado «fuerte» para la época, estaba servido por un dibujo a pincel excesivamente rápido y descuidado, pero que subrayaba el dramatismo del tema. Sólo esta historia da ya a Carrillo auténtica categoría de autor, al tiempo que señala la madurez que la historieta española podía alcanzar. 

Fig. 8. Uno de los casos más importantes de la historieta de terror española, y de terror puro: «El fotógrafo asesino», creado por Carrillo en 1953. La importancia temática y la brillantez de la idea disculpan y justifican sobradamente la ejecución descuidada del dibujo, merecida su revisión.

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Desgraciadamente el signo de este tiempo es la producción en serie y el tebeo español se orienta definitivamente hacia el consumo rápido, por lo que el balance es poco halagüeño, comenzando la «emigración» de los mejores dibujantes hacia mercados más interesantes.
 
Los años sesenta. El boom de la novela gráfica.
 

Los últimos diez años no son ya historia. De hecho se encuentran presentes en la memoria de todos los lectores adultos de historietas, A este nivel lo más interesante es la implantación del formato de la «novela gráfica» a partir de las presiones realizadas por la censura de prensa infantil sobre el conjunto de la historieta. Paradójicamente lo que se inició como simple vía de escape a estas presiones ha dado lugar con el tiempo a un nuevo tipo de publicación, con fuerte predominio de los contenidos de violencia y terror, contando con un público fiel que sigue estas publicaciones.

Los primeros pasos firmes los da Ediciones Vértice a partir de 1964, momento en que publica como novela gráfica el «Zarpa de acero», dibujado por el equipo de Jesús Blasco; seguirán después «Spiderman», «Johnny Jaguar», «Mytek el poderoso», «Max Audaz» y otras series de propiedad inglesa bien que muchas de ellas estén dibujadas por artistas españoles, tocando todas, en mayor o menor medida, el tema de terror.

A partir de la línea editorial que Vértice marca, otras editoriales españolas intentan caminos similares, así:

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Fig. 9.
Recogemos del Dossier Negro número 1, dos páginas contrapuestas, la una sobre un tema nuevo-viejo, el clásico ser desdichado que al quedar deformado en un accidente se convierte en un loco asesino; y un tema viejo siempre nuevo, «El vampiro de Dusseldorf». En principio, y a salvo sobre todo del caso «Drácula», el terror para adultos se ha orientado hacia el sadismo, la sangre y una violencia poco refinada. Echamos en falta en nuestro mercado mayor sutilidad...

 

—En 1966 Semic Española de Ediciones, S.A. publica a gran formato Historias para no dormir (esta colección comenzó a reeditarse en formato de bolsillo en octubre de 1970). El principal interés de esta colección radica en que, aprovechando un famoso programa televisivo, es la primera novela gráfica española dedicada de manera total al tema de terror.
—En 1968 Ibero Mundial de Ediciones edita Dossier negro, también dedicada íntegramente a la historieta de terror, inicialmente a base de material español, y actualmente con el complemento de material italiano de la revista Horror y norteamericano del grupo Warren.
—En 1970 la editorial Plan, S.L. intenta similar experiencia con la novela gráfica Psico, que pronto desaparece, junto con la editorial, víctimas de problemas de estructura comercial.
—En febrero de 1971 Buru Lan, S.A. de Ediciones publica el número 1 de Drácula, ambicioso intento de revista de terror y fantasía para adultos que, amparado en la fórmula de los fascículos, intentaba crear un mercado nuevo. El intento, con la baza principal del color y la colaboración de Maroto y Sió, no cumplió las previsiones editoriales por lo que la publicación se suspendió al llegar al número doce.
—En septiembre de 1971 Ibero Mundial de Ediciones publica Vampus, revista de «relatos de terror y suspense» realizada a partir del material producido por la Warren Publishing Co. (buena parte del mismo es realizado actualmente por dibujantes españoles a través de Selecciones Ilustradas), publicación con la que se logra el máximo de calidad comercial conseguido hasta la fecha para el mercado español.

Hasta aquí la historia, hoy ya actualidad, con lo que se cierra este rápido recorrido por las publicaciones de historietas de terror, en una esquemática panorámica que —incompleta y todo— nos permitirá situar los casos concretos a medida que vayamos estudiándolos en nuestro viaje por los caminos del terror gráfico, con una última observación: cómo el terror florece en los momentos más críticos de una sociedad...

www.tebeosfera.com Fig. 10. Hay, finalmente, otro terror, hoy de la mayor validez, utilidad e interés, el humorístico. Aquí dos muestras, de Perich y Figueras —ambos en su línea impublicable—, que sirven de ejemplo. Se trata de un terror social, atentatorio a lo establecido, que hace tabla rasa de los conceptos que la «buena educación» impone y que merecería desarrollo en una publicación expresa dedicada a este humor. © De los autores.

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Creación de la ficha (2009): y 1971 Antonio Martin. Con edición de Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Antonio Martín (1971): "La historieta de terror en España. Mini historia", en TERROR FANTASTIC, 4 (1971). Asociación Cultural Tebeosfera, Barcelona. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_historieta_de_terror_en_espana._mini_historia.html