LA PANTALLA VERDE DIGITAL DE PHILIPPE SQUARZONI Y EL AÑO CERO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
TOMÁS ORTEGA

Title:
Philippe Squarzoni's digital green screen and the year zero of artificial intelligence
Resumen / Abstract:
Reseña del cómic de Philippe Squarzoni ‘La oscura huella digital’ (Errata naturae, 2023) / Review of Philippe Squarzoni's comic book 'La oscura huella digital' (Errata naturae, 2023)
Palabras clave / Keywords:
Inteligencia artificial, Cambio climático, Tecnología, Phillippe Squarzoni/ Inteligencia artificial, Climate change, Tecnología, Phillippe Squarzoni
  • Portadas de Cambio de clima y La oscura huella digital en la edición de Errata naturae.
  • Imagen icónica de nuestro planeta tomada en 1972 en la última misión Apolo.
  • Gráficas, datos, publicidad, viajes y emisiones de efecto invernadero.
  • Los protagonistas de La oscura huella digital, padre e hija poniendo el árbol de Navidad.
  • Página completa que señala en la dirección de ciertas responsabilidades de las GAFAM.
  • Juegos con la imagen en un puzzle difícil de componer con la base del negacionismo.
  • Centros masivos de datos físicos en el entorno de la nube. De la Serna en una de sus greguerías definía: “Capitalista: gimnasta de muchos teléfonos”.
  • Página completa con los símbolos digitales más representativos. Nótese que hacen referencia a elementos analógicos, la carta, el carro de la compra...
  • Hemos introducido en Chatgpt la siguiente pregunta: ¿Representa la Inteligencia Artificial generativa una ventaja o un inconveniente para el mundo del cómic? Este es el resultado.
  • Hemos introducido en DALL-E la pregunta: ¿Representa la Inteligencia Artificial generativa una ventaja o un inconveniente para el mundo del cómic? Este es el resultado. Observen el sesgo, además de una fiabilidad dudosa y unos resultados aún aleatorios

LA PANTALLA VERDE DIGITAL DE PHILIPPE SQUARZONI Y EL AÑO CERO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

“Vamos arrastrando nuestra ruina
estamos demostrando que nada nos motiva”.
Venganza, La Polla Récords.

 

El fin va a llegar, el apocalipsis ya está aquí. No, no, esperen, no se vayan, quizás no sea para tanto. Aunque algo hay de realidad en el temor a los nuevos inventos, y más teniendo en cuenta el estado actual de las cosas, pero ese es otro cantar. Acerca de los caprichosos inventos: el tenedor fue temido por los cristianos por su parecido al rey de los infiernos; durante el siglo XIX se preguntaban si el ser humano sería capaz de soportar las altas velocidades del ferrocarril; también se cuestionaron la noción de autoría en los inicios de la fotografía. Hay un largo recorrido hasta llegar a la presente Inteligencia Artificial (IA) con la que zanjamos esta nota. Antes de terminar con dicha cuestión, nos ocupamos de dos ensayos gráficos también relacionados de Philippe Squarzoni que analizan la actualidad desde una perspectiva climática dentro del ámbito tecnológico y de los grandes emporios de Silicon Valley. Cambio de clima, ya reseñada en Tebeosfera por Manuel Barrero, se completa ahora con La oscura huella digital, obras ambas traducidas al castellano del francés original: Saison brune y Saison brune 2.0 (Nos empreintes digitales), respectivamente[1]. Están magníficamente editadas por Errata naturae, además de forma sostenible y responsable con el medio ambiente, como debe ser, y en concordancia con los planteamientos de las citadas obras. Nos preguntamos por qué el resto de los libros no están impresos de esta saludable guisa. Lo que nos recuerda que el principio del cambio está en uno mismo.

El autor, Philippe Squarzoni, historietista afín a una izquierda humanista francesa, ha trabajado en el ámbito de los Derechos Humanos y sus obras están vinculadas con temas políticos sensibles que van desde la criminalidad, el infanticidio, la memoria de la Shoah, hasta la discapacidad mental. En Cambio de clima, publicado en Francia en 2012 y en España en 2022, se abordan desde una perspectiva crítica y científica los procesos de cambio climático que sufre nuestro planeta, aportando al final algunas propuestas prácticas tanto individuales como comunitarias para atenuar el proceso. El prisma autobiográfico aporta una visión personal en la que la conciencia ecológica junto a la reflexión se conjuga para ofrecer un amplio panorama sobre el tema. Desde un enfoque didáctico busca una claridad expositiva que intenta paliar una ingente cantidad de datos de un libro con un alto volumen de páginas, y donde la lectura resulta ágil a pesar de la profusa información. Con un dibujo en blanco y negro con técnicas como el sombreado y el punteado, alterna un orden de página base de seis viñetas por página, combinado con páginas a página completa y las tres viñetas por página. Esta predominancia se altera en la versión 2.0 al dar mayor énfasis al ensayo visual aligerando la obra, también en el aspecto autobiográfico que se difumina y otorga una mayor importancia a los juegos entre texto e imagen, con mayores contrastes en el dibujo y plasmando en mayor grado la idea de que mientras ocurren las pequeñas cosas del día a día (noticias anodinas, compras vulgares, fiestas increíbles, actos cotidianos…) sucede lo importante.

En las páginas de Cambio de clima descubrimos la figura del propio autor junto a su pareja indagando sobre la naturaleza del proceso creativo y la búsqueda de información relacionada. De hecho, el libro surge de otro proyecto y de una decisión premeditada de profundizar en el tema climático. Entre los recursos narrativos que presenta al lector, encontramos entrevistas personales con expertos, anuncios, portadas de revistas o libros de referencia por si este deseara ampliar el tema. Elementos que prácticamente se omiten en la versión 2.0 al dar mayor énfasis a las contraposiciones del mundo consumista y nuestro egoísmo colectivo. En ambas obras se hacen referencias a títulos emblemáticos de la cultura occidental, películas como Peter Pan, Centauros del desierto, Ran, El Padrino, Serpico y a obras literarias como las de Celine, Flaubert, Rimbaud, Proust, más una cita de Paul Valery, que advierte por dónde van los tiros: «Comienza el tiempo del mundo finito». Así, Squarzoni plantea un recorrido exhaustivo del clima desde los orígenes de la Tierra hasta la actualidad, afirmando que la era de las civilizaciones se ha caracterizado por la estabilidad. Pero estamos llegando al umbral de un cambio climático drástico, como muestran la intensidad y asiduidad sin precedentes de las canículas, las lluvias torrenciales, los huracanes, el aumento del deshielo y de los incendios, además de la amenaza de subidas del nivel del mar, que demostrarían que el clima está cambiando de forma acelerada. Eventualidades que acentúan a su vez la desigualdad, tanto medioambiental como social, entre regiones y países y, que según los expertos, tendrá en el futuro consecuencias imprevisibles y nefastas. Squarzoni señala la causa principal de la celeridad de los acontecimientos: el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. En suma, producidas por la producción energética (87% de combustibles fósiles cuyas reservan se están agotando), la industria, los transportes, la calefacción, la agricultura, la deforestación, los incendios forestales y los residuos. Entonces se pregunta con civismo cómo reducir emisiones y por dónde, ya que lejos de ofrecer únicamente un panorama brumoso, la virtud de ambas obras radica también en brindar posibles soluciones. Bajo la premisa de actuar antes de que sea demasiado tarde, las acciones personales y colectivas se resumen en las duplas entre adaptación/reducción y moderación/eficiencia, además de la sobriedad, aunque estas soluciones resulten complicadas en un mundo material como el nuestro. Si partimos de un principio básico: “la energía que menos contamina es la que no se consume”, cambiar de mentalidad, de estilo de vida, se impone ante la emergencia ecológica. Por tanto, como propone el autor, habría que matar a Papa Noel y el espíritu del consumismo, aprovechar los recursos sostenibles, poner en solfa el negacionismo climático, privilegiar la ciencia frente al mercado, buscar transformaciones políticas de calado, terminar con la economía financiera y la especulación, desarrollar un sentimiento de comunidad, proyectar el autocontrol, reinventar nuestra civilización, encontrar un modelo de producción y consumo diferentes, y cooperar en el ámbito internacional. Porque, al fin y al cabo, y si bien el autor es escéptico, estamos todavía a tiempo, queda esperanza. Aunque cuando el futuro no es promesa, es amenaza.

Por su parte, La oscura huella digital, publicada en 2023, se centra en los denominados gigantes tecnológicos y en su impacto en la crisis climática. . Squarzoni prolonga los hallazgos del primer volumen que se desarrollan en este segundo. Cuando Stefan Zweig en Momentos estelares de la humanidad escogía el primer cableado atlántico en 1858 como uno de eso momentos únicos de la historia humana, no se equivocaba, a tenor de nuestro febril sistema de comunicaciones actual. No en vano, hay alrededor 200.000 kilómetros de cables, treinta veces la circunferencia de la Tierra. Unos cables principalmente de compañías privadas de una red submarina que prevalece en un 99% del tráfico mundial de datos frente a la incipiente red de satélites. La punta de lanza de esta influyente industria está situada en Silicon Valley –previo apoyo financiero del gobierno estadounidense a la Universidad de Stanford–, en las denominadas GAFAM: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft, principales responsables de la industria digital en Occidente y del inexorable proceso de digitalización de nuestras vidas. En La oscura huella digital el aspecto autobiográfico y las referencias se enfocan hacia la información y la educación de su hija, que entendemos es fruto de su relación con la pareja sentimental de la versión 1.0, así que Harry Potter, El Hobbit, Star Wars, Regreso al futuro, Thorgal o Peter Pan, de nuevo, planean de fondo para proponer una pregunta: ¿Cómo encajar el puzle de las tecnologías digitales? En el camino, la huella que recorre el autor con su hija de la mano, se emprende desde el salón de casa, sigue por una calle cualquiera del centro de una ciudad de Occidente en marzo de 2020, en plena pandemia del Coronavirus, y termina en un teléfono móvil. Pues el confinamiento supuso la excusa perfecta para afianzar las plataformas digitales y la idea de una sociedad “desmateralizada”. Pero nada más lejos de la realidad, teniendo en cuenta las carencias económicas de muchos ciudadanos frente al afianzamiento de las grandes plataformas digitales (y sus beneficios), cuando los usuarios de redes sociales superaron la mitad de la población mundial, y, por ende, una dependencia de sus servicios. Porque cuando suponemos que un mensaje, un video de internet, un meme, son menos contaminantes, no contamos con que no serían posibles sin la existencia material de redes, de centro informáticos y terminales, además del almacenamiento de toneladas de datos y la consiguiente energía polucionante. Uno se imagina transportado a una de esas pantallas verdes, el croma, donde te recortan la figura y detrás se reproduce la realidad aumentada con greenwashing a toda máquina mientras el calentamiento global avanza inexorable y los gobernantes de los países más poderosos miran para otro lado. Así, las GAFAM, que son invisibles en el espacio público, buscan una estrategia deliberada para infundir la idea de que no tienen impacto, que son una nube que, sin embargo, depende de la materialidad: centros de datos (3 millones, aproximadamente), centrales eléctricas de carbón, plásticos, minas de metales raros y un largo etcétera hasta los terminales (teléfonos, tabletas, ordenadores…) que se estiman en 30.000 millones, con un enorme impacto ambiental para el ser humano en general y para ustedes que están en sus casas.

En La oscura huella digital, como en la versión 1.0, el autor no solo se limita a criticar y analizar la situación, sino que propone soluciones prácticas del día a día en una especie de pedagogía de usos digitales. Empezando por una reducción del consumo de energía y recursos, y cuestionando las necesidades de la ciudadanía. Por ejemplo, propone apagar el modo de espera de los aparatos, luchar contra la obsolescencia programada, alargar la vida de los productos, proponer una regulación más estricta para servidores y centros de datos o dar preferencia a las redes ya instaladas (ADSL, fibra óptica), entre otras posibles soluciones individuales y colectivas. Dichas empresas, antes estandartes de la contracultura, ahora tienen el poder en sus manos y según el autor esto tiene sus costes: monopolios, prácticas abusivas de gestión, empleo precario, derechos de propiedad estrictos, sinónimos de concentraciones de capital, evasión fiscal y enormes beneficios. Sin olvidar que, la supuesta gratuidad en la que se basa el sistema, conlleva la venta de nuestros datos para publicidad y con ello un capitalismo avaricioso de la atención, y consecuencias funestas como la alteración de patrones de comportamiento, adicciones, reducción de la capacidad de decisión autónoma, violación de la intimidad, monitorización de patrones de conducta y, por tanto, la pérdida del libre albedrío, aspecto fundamental en una democracia verdadera. Al mismo tiempo que limitan nuestra visión del mundo al adaptar los contenidos a sus necesidades, fomentando la alienación del individuo. En definitiva, correspondería a los Estados poner en marcha acciones reguladoras, como someter los algoritmos a auditorías, fomentar “la sobriedad digital”, impulsar un mundo digital razonado y no compulsivo. Y si no, piensen en la paradoja de leer estas líneas en este soporte.

Para concluir, si bien ambas obras no tratan de la Inteligencia Artificial, esta se encuentra de telón de fondo. Y poco o nada localizamos todavía sobre IA en el mundo del cómic, así que nos permitimos la licencia en previsión de futuros trabajos y como esbozo de posibilidades, de apuntar una aproximación a un tema de actualidad que plantea más preguntas que respuestas. En un sistema económico que busca la atención, como hemos visto en La oscura huella digital, los datos personales son el nuevo El Dorado. Bajo esta premisa, quien controla el código controla en mundo, y por tanto la guerra cognitiva constituye el más apremiante campo de batalla entre los diferentes poderes, tanto estatales como de empresas privadas. La IA es un arma de doble filo que permite agilizar información, pero también crear información falsa y verosímil, las conocidas deepfakes (que podemos traducir de forma castiza como paparruchas) que amenazan la mejor versión de la democracia y pueden usarse como arma de guerra o atacar la intimidad de las personas. Algunos expertos incluso hablan de una nueva colonización al canibalizar y capitalizar conocimientos, ya que ciertas empresas han dispuesto de ellos entrenando los algoritmos sin pagar, además de abonar escasos impuestos, dicho sea de paso.

Quizás, al final, a fuerza de paparruchas acabaremos por no creernos nada, sin conceder el beneficio de la duda, como efecto inverso de tanta abundancia de informaciones verdaderas y falsas. Así, consideramos un factor esencial al igual que plantea Squarzoni en La oscura huella digital: la educación. Según experiencia propia en institutos de secundaria, los alumnos, en función de su nivel de concienciación, oscilan entre la indiferencia y el temor, sin embargo, serán quienes tendrán que lidiar con la implementación progresiva en los diferentes ámbitos de la vida. Pues según estimaciones del FMI un 40% del empleo mundial está expuesto a la IA y este porcentaje ascendería a un 60% en las economías avanzadas. Quizás vaya siendo hora de que las autoridades tomen nota para el desarrollo de una renta universal o algún tipo de contraprestación, si se prescindieran de numerosos puestos de trabajo. Por otro lado, algunos expertos sostienen que existe un sesgo programador, por ejemplo, las IAs que habla en español, podríamos decir que piensan en inglés o en chino porque la mayor parte de sus datos de entrenamiento son en esos idiomas. Trabajos recientes han descubierto que existe un anglocentrismo reinante, ya que la mayoría de los modelos de IA disponibles públicamente se alinean predominantemente con hablantes nativos de inglés, personas de raza blanca, con educación universitaria y procedentes del hemisferio Norte. Cada cual saque sus propias conclusiones.

A fin de cuentas, en un momento en el que los países incrementan sus gastos en "defensa", las desigualdades se pueden acrecentar debido a las IAs, que a la postre constituyen otro elemento diferenciador. En cualquier caso, es una herramienta que ya está aquí, veremos si primero es un espacio de libertad y luego un espacio control como internet, aunque todavía queden espacios de emancipación. Recordemos cómo los movimientos alternativos de principios de siglo se manejaban en internet con gran capacidad organizativa. Después, las autoridades se dieron cuenta y los cortaron, y de eso ya han pasado más de veinte años. Uno se pregunta dónde queda la rebeldía si el medio está controlado por unas pocas manos, si es desde Instagram o TikTok desde donde tiene que llegar una revolución o al menos un poco de cambio verdadero. Parece complicado si el camino se dirige hacia las sociedades de control. Pero hay también muchas notas positivas, la primera que la Ciencia puede verse beneficiada con la IA. En cuanto a la creación de tebeos, quizás pronto veremos obras planteadas con IA y la noción de autoría se tendrá que reformular, aún a riesgo de un reemplazo de las personas por máquinas (ver imágenes anexas). Recordemos que Tron (1982) fue propuesta para la nominación al Oscar a mejores efectos especiales, pero no fue elegida porque la Academia consideró que utilizar ordenadores para crear los efectos era hacer trampa.

Queda mucho camino por recorrer a este respecto en el mundo de la historieta. Siempre sin miedos, porque a la máquina le falta el corazón, los sentimientos, vivir y morir. Aunque a algunos la avaricia les ciega y se conviertan en máquinas. Al resto de humanos, apelando a un renovado humanismo, varias premisas nos parecen trascendentales en el arte: la transparencia en la entrada de datos y en la salida, es decir en el texto u obra generada. Mientras, en la propia vida, parece esencial defender una ética, el derecho a la privacidad, los diseños responsables, la supervisión humana y los organismos internacionales. Además de la revolución interior que plantea Squarzoni en forma de concienciación, partiendo de la premisa critica de que, frente al crecimiento infinito del sistema capitalista, contamos con un planeta con recursos finitos. Y mejor lean los cómics Cambio de clima y La oscura huella digital, infórmense, pues ambas obras recuerdan que mientras se habla de trivialidades, sucede lo importante. A modo de coda, y como prueba de que el humano tiene aún mucho por decir, terminamos con un soneto al natural (sin IA generativa) de un autor peruano desconocido, Oliver Caro, quizás un tanto tendencioso, pero agradable de escuchar: 

 

En el año cero de la Inteligencia Artificial
La vida del primate no termina
cuando el espectacular invento
es comprado por la pobre vecina.
¿Estamos en peligro de momento?
 
El fuego, la imprenta, la máquina,
no fueron presagio del hundimiento,
pero al alcanzar cada esquina
cambiaron de nuevo el viejo cuento.
 
Hay entonces preguntas sin respuesta:
¿es inteligencia? ¿es artificial?
¿huele tanto a plata que apesta?
 
Humano, es demasiado natural
que dudes si es una comparsa funesta
de otra empresa multi-nacional.

 

 

NOTA

[1]      Se trata de una expresión próxima a Veranillo de San Miguel o eté indien en francés; por tanto, nos inclinamos por la traducción propuesta por la traductora.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2024): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Tomás Ortega (2024): "La pantalla verde digital de Philippe Squarzoni y el año cero de la inteligencia artificial", en Tebeosfera, tercera época, 25 (31-III-2024). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_pantalla_verde_digital_de_philippe_squarzoni_y_el_ano_cero_de_la_inteligencia_artificial.html