POR LA REINA Y POR MI PAÍS. EL ESPIONAJE EN LOS TEBEOS DE HOY
MANUEL BARRERO

Palabras clave / Keywords:
Atentados del 11 de septiembre de 2001 (11-s)/ September 11 attacks (9/11)
POR LA REINA Y POR MI PAÍS. EL ESPIONAJE EN LOS TEBEOS DE HOY
 
MILITARES LISTOS QUE SE PROSTITUYEN
 
El subgénero del espionaje, derivado del policial, ha experimentado una evolución trufada de abundantes ejemplos pero escasa en sus componentes básicos, mantenida en auge gracias al hito Bond, que encasilló a este tipo de personaje en un protagonismo muy definido.
Los primeros “agentes especiales” eran policías arrojados o detectives venturosos que se lanzaban a correr aventuras o resolver casos extraordinarios en latitudes exóticas. Entre las dos grandes guerras mundiales fue cuando surgieron los espías genuinos, que ya no eran representantes de la ley sino militares. Este nuevo agente especial, porque se especializó en escudriñar los planes del enemigo, era un hombre tan recto e inteligente como el detective o el policía que resolvía enigmas criminales pero a eso le sumaba una lealtad férrea a sus superiores, siendo el presidente de un gobierno (o un monarca, en su caso) el poder más alto de esa jerarquía. No es necesario indicar que estos personajes, reales o de ficción, eran fieles a una bandera, la de su país, incluso en el caso del contraespionaje.
Estas unidades constituyentes: aventurero, militar y patriota, eran las que desviaban los juicios morales sobre el espionaje. Si había que matar, se mataba, porque alguna razón habría. Así como Superman era recto y jamás tomaba decisiones equivocadas, James Bond iba despejando la canalla del mundo sin errar un tiro, sin un mal juicio ni veredicto en falso. ¡Cuán necesario era durante los moralistas años treinta esta focalización de ideales rectos sobre un personaje masculino! ¡Cuán satisfactorio fue depositar sobre el icono del soldado valores humanos, románticos incluso, que aureolaron la figura del militar que espiaba para nosotros! ¡Cuán sofisticado llegó a ser el macho sin ambages, afín a las tecnologías que habían convertido a las potencias militares occidentales en las potencias mundiales, a secas! Bond era el decantado perfecto de aquella convergencia del detective en el militar, o viceversa, para configurar la epatante efigie del espía, con derecho a dar o quitar la vida, dar o quitar gobiernos, dar o quitar amor. Un acercamiento a la figura de Dios, pero desde el agnosticismo.
Lo más interesante de esta evolución tan simplificada aquí es el hecho del contraespionaje. Porque los espías, quieras que no, acaban contraespiando. Y esto implica desestabilizar un pilar de su código básico: la lealtad. Una vez focalizado el personaje e incluido el lector en él, es evidente que sabemos que miente cuando contraespía pero… ¿y si el lector no lo sabe? Ahí es cuando surge la terrible certeza de la gran prostitución del hombre: infiel a su bandera. Pensémoslo un momento: el espía enemigo que se inmiscuye en nuestra agencia es indigno, deplorable, sobre todo si es de otra raza u otro credo. ¿Cierto? Si el que contraespía es nuestro… ¿no es igualmente ignominioso? Fin de la digresión.
 
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Este objetivo de Tara Chace condiciona su vida posterior. 
QUEEN & COUNTRY
 
Queen & Country fue una colección lanzada por Oni Press en marzo de 2001. El sello, uno de los estadounidenses llamados “independientes” era en realidad una empresa editorial en funcionamiento desde 1997 (Bad Boy fue lo primero que lanzó) que contó con varios de los autores más interesantes del mercado americano para aupar sus ventas, algunos bregados en sus tebeos, como Greg Rucka o Paul Dini (o los menos apreciados aquí Ted Naifeh o Andi Watson). Con Queen & Country dio la campanada, habiéndose publicado hasta la fecha en su país de origen la primera colección, de unos treinta números, la miniserie subtitulada Declassified, y ocho lanzamientos monográficos hasta el año 2007, sin contar la edición del “Free Comic Book Day”, que sirvió como presentación de la serie ante el público.
En estos tebeos se nos cuenta el día a día de un departamento de operaciones especiales, de espionaje e intervención militar, dependiente del gobierno británico, el SIS, y de sus desplazamientos al extranjero para resolver expedientes secretos. El departamento es dirigido por el agente Paul Crocker, un tipo duro, casi insensible, que se deja guiar más por la venganza que por el reglamento. A sus órdenes está un grupo de agentes conocidos como los Minders (monitores o “pensadores”), que pasan más tiempo reflexionando que en acción, como una especie de burócratas del espionaje. Entre todos ellos destaca una mujer, Tara Chace, que es la protagonista casi absoluta de los primeros números y de algunas de las siguientes aventuras en la serie, si bien el planteamiento de las historias podría considerarse coral en un principio.
El desarrollo argumental de la serie está emparentado con el modo de construir ficción del final del siglo XX. Tras la caída de los ideales o la muerte de los grandes relatos, y la deconstrucción de los personajes monolíticos, se ha derivado hacia desarrollos narrativos del mismo esqueleto argumental básico (planteamiento, nudo, desenlace), pero sin utilizar como ejes el personaje infalible y el objetivo a ultranza. Precisamente por esta razón triunfan modelos narrativos en los que adquiere gran importancia el “procedimiento”, o los procesos de trabajo en cada oficio, por el cual los personajes llegan al objetivo final y durante el cual los personajes también van definiéndose, matizándose y medrando –muy lentamente– en su re-construcción. En series televisivas como CSI, The Wire, House, Lost, Dexter, etc., lo que impera no es la meta a conseguir por personajes predefinidos, sino las tácticas o maneras que los personajes siguen en cada episodio, sus vivencias. No en vano estamos en la era del replegamiento hacia el yo, la del triunfo del individualismo por encima de ideologías y utopías.
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  La heroína de Whiteout, aquí dibujada por Dave Gibbons.
Rucka usa esta estrategia narrativa en sus tramas policiales o de espionaje, tanto en cómic como en videojuego o cinematografía (recordemos que el juego protagonizado por Lobezno que escribió este guionista, Logan’s Shadow, desarrolla un argumento de espionaje). En Whiteout, tebeo llevado a la gran pantalla, se ponía gran esmero en los detalles de la investigación, conducentes a un final en el que se destapaba una simple motivación avariciosa que hubiera desinflado la historia de conocerla con antelación. Gracias a eso, que la tensión del relato dependía de los avances en las pesquisas, porque si no el trazado de paralelismos con otras obras similares (High Noon, Outland) hubiera defenestrado la cinta. Si nos detenemos en Whiteout es porque su protagonista principal es una chica, como en Queen & Country, tebeo sobre procedimientos de fisgoneo pero que sirve para transmitirnos las insatisfacciones de un grupo de trabajadores, sobre todo de una mujer, apartada a un lado en algunas actividades y dejada en soledad frente al enemigo. La policía antártica de Whiteout representa el mismo tipo de personaje, frágil e inmiscuido en una maquinaria colosal que logra avanzar respetando siempre un procedimiento de actuación coherente. 
El primer arco argumental de Queen & Country partía de una acción de la agente Chace en Kosovo tras la cual los espías rusos ponen precio a su cabeza. La acción en tierra enemiga es breve, unas pocas páginas en las que la agente demuestra que se puede salvar el pellejo en esos países desolados con ayuda de una cazadora con las siglas de Naciones Unidas grabadas en la espalda. La guerra sucia vestida con los signos de la paz. El desarrollo de la serie circulaba luego en la descripción del procedimiento seguido con este tipo de agentes amenazados, de los pactos off the record entre agencias para llegar a objetivos concretos y de cómo los espías son utilizados como bazas en un juego que se puede perder o ganar, nunca como héroes intocables a los que se protege a toda costa. La gran diferencia de este espionaje con todos los anteriores, basados en la saga de Bond o similares, radicaba precisamente ahí, en que los agentes son en realidad mercenarios que eliminan en sitios y momentos concretos a personas determinadas, pero a partir de ahí pasan a ser poco más que moneda de cambio. El mismo Crockner lo sentencia en uno de los primeros cuadernos: “El patriotismo no garantiza la lealtad, sólo la inicia”.
 
ESPÍA, ¿AÚN ERES PATRIOTA?
 
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Uno de los recopilatorios de la serie, con Tim Sale, que nunca dibujó dentro. 
Lo interesante de la obra Queen & Country, en su conjunto, es que representa la metamorfosis última del subgénero al calor de la transformación que experimentó el mundo tras el 11 de septiembre de 2001. Rucka urdió un argumento interesado por mostrar el funcionamiento interno de una agencia de espionaje y la debilidad de sus agentes (Tara Chace flirtea con la botella para espantar la desesperación), a la par que dejaba claro que las motivaciones para espiar eran otras: la venganza, en primera instancia, y el dinero, siempre.
La CIA, el KGB, el SIS, se mueven por intereses económicos, orquestados por entidades superiores, gubernamentales. Los hitos literarios del espionaje los construyeron escritores que conocían bien este oficio (Peter Cheyney, Ian Fleming, Graham Greene, John le Carré), y la plasmación de sus hallazgos en el cómic, finalmente, llegó al punto de mostrarnos cómo los espías desarrollaban su oficio como engranajes de un mecanismo burocrático, caso de Max Fridman, o como títeres en una trama orquestada desde el poder, caso de Jason Fly, “XIII”. Este poder generalmente se movía por intereses macroeconómicos, pues las posiciones geopolíticas se han traducido siempre en posibilidades de inversión y explotación de recursos o de vías de comunicación y comerciales. Y es importante destacar esto en un mundo, ese que dicen globalizado, que evolucionó entre la década de los ochenta del siglo XX y la primera década del siglo XXI sobre la inflación de los capitales producto de la desregulación de los mercados internacionales. Las falsas esperanzas de liquidez alentadas por empresas y banqueros (y respaldadas por sus gobiernos) y la falta de moderación en inversiones es lo que nos llevó a la quiebra, a esta crisis en la que aún estamos sumidos, porque todavía hay quienes piensan que pueden seguir vendiendo deuda pública.

Esto es importante, porque se aprecia en los tratamientos de los temas en la ficción para el entretenimiento, y por supuesto en los tebeos. En XIII, y en otras series producidas en Francia o Bélgica durante los noventa sobre todo, cada vez cobró más importancia el llamado espionaje industrial. El héroe, en esos tebeos, no sólo había perdido la lealtad a la bandera para iniciar un camino de recuperación de su identidad / honor, es que también había perdido la confianza en la economía. Ergo, en la civilización. Tanto fenicio ha acabado añadiendo otra muesca a la colección de incertidumbres del hombre occidental, que ya viene pensando que eso de la civilización es un bulo y que la democracia, en suma, dejó de ser épica hace mucho tiempo. Así entonces, ¿cómo no esperar que los espías se burocraticen? ¿Para qué seguir con esas historias de superación si el héroe contemporáneo se sabe falible?

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 Algunas de las primeras entregas de la serie. Con inadecuados dibujos de Rolston.

Los espías de Rucka no se enfrentan a estos pesares, ya los han digerido. Y son oficinistas del espionaje desde la primera página, con sus brotes de tirantez en la oficina, con esos enfrentamientos con sus jefes, con sus pisos pequeños en barrios del extrarradio. Esto les valió a sus cómics un reconocimiento como “Best New Series” en 2001, quizá valorando ese amoldamiento de los guiones de los cómics con los guiones televisivos y cinematográficos, entendidos ahora como “maduros” por esta razón. Pero en realidad Queen & Country no es un relato de calidad. Es un mal relato y, en conjunto, es un cómic flojo, con diálogos nada brillantes, con un ritmo pausado y poco diligente, con personajes escasamente definidos hasta que no pasan unos cuantos números, y con un argumento troncal interesante si ya eras consciente de que los mitos habían caído todos en el siglo XX, pero aburrido si no lo eras. Rucka es un buen guionista de episodios para la televisión, y de algún largometraje si le dejan tiempo y espacio, pero no dosifica bien la acción y el drama en un tebeo, al menos no en uno con el formato de comic book. A lo cual contribuyó mucho Steve Rolston, el primer dibujante de la serie, con un dibujo tosco, flojo, de aprendiz, con los personajes terminados en mechones (por arriba) o en zapatones (por debajo) y sin apenas gestualidad o carnalidad. La primera decena de entregas de esta serie consistía en bustos parlantes y en forzados picados dentro de despachos, nada atractivos en general, mal resueltos. Y es verdad que un buen guión no necesita un buen dibujante para funcionar, pero estos guiones hubieran necesitado algo más de espectacularidad gráfica para obtener mayor valoración.
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  La intervención de J. Alexander dotó de mayor dramatismo al grafismo de estos cómics. Abajo: Norton, más blando, aunque a la moda.
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Pero Queen & Country tuvo suerte. Porque comenzó en marzo de 2001 y cuando dos aeronaves se incrustaron en las Twin Towers estaba desarrollándose en sus páginas un arco argumental en Afganistán, interesado su guionista por el asunto de las células del terrorismo islamista. Dibujaban en ese momento las historietas los autores Hurtt y Norrie, nada del otro mundo todavía, pero el tema fue de repente de interés para todo el mundo y la serie se convirtió en uno de los referentes de su tiempo. Lo mejor que le pudo pasar después al editor es que Rucka decidió hurgar más en la herida del trasfondo macroeconómico que había tras los asuntos que movían a los agentes al mismo tiempo que iba redondeando el personaje de Tara Chace, para lo cual profundizó en sus sentimientos a través de una relación sentimental. El dibujante J. Alexander terminó de hacer el milagro puesto que apartó a la serie del estilo cartoon para usar una iconografía expresionista mucho más adecuada, similar en su tratamiento a los cómics de J. J. Muth o B. Sienkiewicz, pero acorde con el relato, con el encuadre medido, sin tentaciones experimentales.
En los arcos argumentales últimos de la serie original trabajó con Rucka el dibujante Mike Norton, de línea mucho más aseada y por ello mucho más “blando” que Alexander, y que no lograba transmitir tanto drama para convencer al público del trance que pasa la protagonista cuando se descubre su inoperancia en una misión, lo cual la lleva a ser “desclasificada”.
Víctima del papeleo, que no de algún espía villano, o sea.
 
En su arranque, Queen & Country lanzaba varios cabos de homenaje a Fleming y su Bond. Los agentes del SIS fueron instruidos para actuar “por la Reina y por el País”, de ahí el título; y no olvidemos que la rotulista original de estos cuadernos era en principio Sean Konot, apodada “Miss Moneypenny”. Pero con el tiempo la serie ha ido por otros derroteros, en los que combatir y morir por una reina suena hasta ridículo, y en un tiempo en el que los motivos para luchar por una patria se han vuelto difusos, porque el enemigo no viene representado por una patria, por un país, sino por una cultura, o por una religión. ¿Y a quién le apetece enfrentarse a Dios?

Habíamos dicho que el ideal de agente secreto, Bond, era una aproximación a Dios, pero ahora estamos hablando en sentido no figurado.

Habrá que echar mano de Superman…
Creación de la ficha (2010): Manuel Barrero.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2010): "Por la Reina y por mi país. El espionaje en los tebeos de hoy", en Tebeosfera, segunda época , 6 (13-X-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 26/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/por_la_reina_y_por_mi_pais._el_espionaje_en_los_tebeos_de_hoy.html