TEBEOS PARA EL NIÑO Y LA NIÑA
MANUEL BARRERO

Title:
Comics for all children
Resumen / Abstract:
Reseña de cómics para niños y adolescentes editados por Harperkids, Hachette y Nubeocho: Mala hermana, Lightfall, Historias fantásticas de Nada, Minecraft. El dragón del fin, La bruja escondida, Olivia Wolf, 4 Cobayas Mutantes y Titeuf. / Review of comics for children and adolescents edited by Harperkids, Hachette y Nubeocho: Mala hermana, Lightfall, Historias fantásticas de Nada, Minecraft. El dragón del fin, La bruja escondida, Olivia Wolf, 4 Cobayas Mutantes y Titeuf.
Palabras clave / Keywords:
Cómic infantil/ Cómic for kids

TEBEOS PARA EL NIÑO Y LA NIÑA
DE HARPERKIDS, HACHETTE Y NUBEOCHO


Existe hoy un creciente temor a que nuestros hijos pierdan el hábito de leer y se vuelvan estúpidos, cosa que pronosticó hace ya más de diez años Nicholas Carr, en The Shallows, y que ha terminado confirmando un estudio de una universidad con nombre egregio, la de Northwestern. Y si una universidad cuyo nombre suena serio ha hecho un estudio, apaga y vámonos: nos estamos volviendo tontos debido a la inversión del efecto Flynn (el crecimiento constante de nuestro IQ). 

Aducen los alarmistas que es culpa de internet, de Google y de TikTok, porque nos lo dan todo masticado y nos alivian la gramática. Pero no es para tanto. El diferente cociente intelectual detectado hoy puede ser menor debido a los sistemas de medición (otras capacidades humanas que se han desarrollado en el presente siglo XXI que no se están teniendo en cuenta). Además, nadie llegó a demostrar realmente por qué se producía el dichoso efecto Flynn. Con todo, muchos son los que creen que su descendencia va a peor porque lee menos, ya que está todo el día pendiente del video corto en la pantallita infinita del smartphone, anzuelo irresistible para adolescentes, y sobre todo para preadolescentes, porque los niños acceden cada vez más temprano a los dispositivos móviles. Según el Instituto Nacional de Estadística, prácticamente todos (98,1%) los españoles jóvenes de dieciséis a veinticuatro años visitan internet a diario, pero también lo hacen los niños menores, porque el 85% de las personitas que van de los doce a los catorce años ya tiene celular propio, siendo siempre ese porcentaje superior en las chicas (ellas, el 95% en ese tramo de edad). Y cada vez son más los menores que acceden a internet: un 22,1% de los menores con diez años ya dispone de un teléfono móvil; un 41,4% de los que cuentan once años, según la misma fuente[1].

Sin embargo, nuestros pequeños leen. No sabemos si más que antaño, cuando no había estadísticas, pero todos los años la industria editorial se muestra entusiasmada con el auge del libro infantil y juvenil, que en estos últimos tiempos ha gozado de muy buena salud. La infancia, de natural ávida y curiosa, siempre se ha sentido atraída por la lectura y por la imagen, y está dispuesta a leer. Es nuestra obligación dejar los lamentos a un lado y tratar de fomentar en los más jóvenes el aprecio por la lectura, así como facilitarles el acercamiento a los libros sin etiquetarlos como la “opción válida” frente a otras oportunidades de ocio, porque a la larga eso resultará pernicioso. En realidad, todo cerebro en crecimiento se siente atraído por los mismos aspectos: poder conocer y representar el mundo circundante, satisfacer la curiosidad sobre cómo funcionan los objetos y las instituciones que le atañen, y disponer de referentes sobre emociones y comportamientos en relación con otras personas, sobre todo en habilidades sociales y en sexualidad. Estos tres pilares fundamentales son los que nos ayudaron a todos a acomodarnos en nuestro entorno, a encajar con los demás y a reforzar nuestra personalidad. Leer, escuchar o visualizar ficciones nos ayuda a erigir y reforzar esos pilares, y resulta indiferente el formato de los relatos o el género de las historias a las que accedemos, lo importante es la calidad de los mensajes y los valores transmitidos, para lo cual solo hay que construir bien los personajes y narrar sus historias con estrategias efectivas.

Parece difícil. Y es muy difícil. Sobre todo, por lo que respecta a los tebeos infantiles, para los que no basta con diseñar un personaje simpático y ponerlo a soltar discursos convincentes o moralizantes. Hacer historietas infantiles funcionales no es nada sencillo, salvo que solo se quiera extender un gag o practicar el humor blanco, que fue lo que estigmatizó a los tebeos durante décadas en España. Pero lo cierto es que en los últimos treinta años hemos asistido a una renovación de este tipo de cómics, ocurrida en paralelo a la “maduración de la historieta adulta” (o de autor). Los críticos identificaron rápidamente una emergencia notable del fenómeno de la novela gráfica a la par que dejaban un poco de lado la calidad creciente de los tebeos dirigidos a menores, en los que se han ido logrando hitos de calidad que han terminado detectándose finalmente en las librerías. Habiendo leído muchos de estos tebeos, podríamos describir algunos de los aspectos que los hacen atractivos a los lectores menudos:

  • Que el relato encaje bien en un contexto.
  • Que ofrezca claves para entender ese contexto.
  • Que los temas tratados sean comprensibles.
  • Que los personajes construidos sean verosímiles.
  • Que la historia respete al lector y no le
  • Que la lectura resulte pausada y mantenga la atención.
  • Que las emociones sean el poso, no el motor.
  • Que al menos se emita un mensaje constructivo.
Recopilatorio con cómics de Raina Telgemeier, que tiene todas las claves para ser un excelente tebeo para niños y adolescentes.

La historieta que se hace hoy para el público más joven está gozando de una evolución digna de aplauso, porque los autores se dirigen a sus lectores con sinceridad, sin abusar de lo ramplón y con una ética que se formula sobre analogías, no con mensajes directos. En los tebeos para niños contemporáneos no se le dicta al menor qué “debe hacer” sino que primero se describe “lo que todos hacemos / hemos hecho” y luego se formula si esa actitud o comportamiento es conveniente o imitable. Este planteamiento ha sido usado, por ejemplo, por la laureada autora Raina Telgemeier (Sonríe, Hermanas, El Club de las Canguro), que sitúa a sus personajes en un ambiente doméstico o escolar sin plantear una utópica convivencia de partida, sino un clima de discordias que resulta mucho más familiar o creíble para cualquier lector. No es necesario usar para ello una gráfica virtuosa o un tono condescendiente, basta que el dibujo sea inteligible y que los temas sean expuestos con naturalidad. Este tipo de relato, generalmente con base autobiográfica, ha calado en la última década, y hemos podido disfrutar más obras similares de otras autoras (la mayoría han sido mujeres) como: Svetlana Chmakova, Cece Bell, Vera Brosgol, Lucy Knisley, Shannon Hale o Benhamin Renner.

Otra corriente narrativa en este tramo de edad, que trabaja con el relato costumbrista pero que va un poco más allá, hasta adentrarse en lo fantástico, lo encontramos en propuestas como las de Mr Tan (Antoine Dole, el creador de Adéle), Luke Pearson (el padre de Hilda) o Miriam Bonastre Tur, por citar a una española, con su creación Hooky. Las historietas producidas por estos autores están protagonizadas por niñas, por lo general, que se enfrentan a los problemas propios de su edad (el desafecto, la soledad, el abuso, el sentirse diferentes) mediante analogías que se plantean en situaciones extremadas o ante circunstancias fantásticas. La utilización de la exageración o de un elemento fuera de la credulidad sirve para trazar una aproximación con el tema que el autor quiere tratar. Los cómics de este tipo se han beneficiado mucho de esta estrategia en los últimos años, en los que ha cobrado gran importancia el discurso feminista, la denuncia de abusos o la visibilización de los trastornos de la conducta que antes era común mantener ocultos. Comiqueras como Halse Anderson, Elisabeth Karin Pavón o Jenny Jordahl lo han abordado directamente, mientras que otras han empleado la aventura o lo fantástico para representar las inquietudes de los adolescentes, confiando en que los lectores extraigan alguna forma de ayudarse a sí mismos en sus problemáticas personales tras su lectura. Esta última forma de contar historias se ha demostrado útil para llegar a públicos que ya abandonaron la infancia, los etiquetados como young adults, en lo que están autoras como Tillie Walden, Jen Wang o Kat Leyh, por citar algunas, también todas mujeres.

Varios cómics de Hilda, de Luke Pearson.

Por supuesto, sigue existiendo el tebeo tradicional infantil. Nos referimos a la comedia de humor desopilante poblada de personajes característicos. Es muy común encontrar en este tipo de tebeos seres antropomorfos, lo cual ayuda a sintetizar las debilidades o fortalezas de los personajes ante el público de menor edad. Lo que suelen tener en común estas comedias es que sus argumentos se desarrollan en contextos sociales cercanos, urbanos o domésticos, por más disparatadas que sean las propuestas de partida, porque así se facilita la suspensión de la incredulidad. Mientras en la historieta dirigida a adolescentes estos son transportados a universos ficticios para resolver sus cuitas, en la historieta dirigida a niños lo fantástico es atraído a su mundo para ayudarles a comprenderlo. Ejemplos de tebeos de este último tipo que han cosechado éxito recientemente son los de Aaron Babley (Animalotes), Dav Pilkey (Policán, Chikigato) o Ben Clanton (Narval). En España podríamos destacar en este apartado las labores de Artur Laperla, con Super Patata o Félix y Calcita, y las de Copons y Fortuny con Agus y los monstruos o Bitmax & Co.

Reseñamos a continuación algunos tebeos para menores de las tres modalidades descritas:

Mala hermana

COSTUMBRISMO LLENO DE EMOCIONES

A lo largo de 2023 se han publicado varios cómics para chavales de tipo autobiográfico que siguen la senda de Telgemeier. Uno de ellos ha sido Mala hermana, obra de Charise Mericle Harper y Rory Lucey, con edición española de Harperkids. El editor nos lo vende como un “cómic divertidísimo”, pero en realidad es una historieta triste, porque expone abiertamente el comportamiento malévolo de una muchacha hacia su hermano pequeño. La canadiense Harper es una narradora interesante, que ha sido escritora e ilustradora editorial y ha triunfado describiendo niñas y preadolescentes orgullosas de su personalidad (pese a sus muchos defectos), como las protagonistas de Fashion Kitty o Just Grace. En el caso que nos ocupa, la autora realiza un autoexamen con un elevado grado de sinceridad. Muestra de forma cruda las travesuras que realizan dos hermanos, niño y niña, conducidos por la mente calculadora y pelín egoísta de ella, que representa a todos esos hermanos mayores que hemos sufrido o que hemos sido, a quienes guiaba la maldad propia de los niños, nacida de los celos por lo común. La obra expone esa parte del pasado de la autora sin ocultar sus artimañas y su desvergüenza, porque lo importante de esta obra es transmitir a los jóvenes lectores que todos somos capaces de reconocer los errores cometidos y obtener un aprendizaje en ese proceso. El tebeo no emite un mensaje moralista claro, lo cual también es llamativo, solo muestra las travesuras y los sentimientos embarazosos que ella va acumulando, dejando el resto al lector. Todo ello lo ejecuta la dibujante, Lucey, con un dibujo simple, a veces elemental, que sería flojo si no contara con el apoyo del color. No obstante, funciona, transmite, que es lo que se pretendía desde un principio. En consecuencia, se trata de una obra interesante para poner al alcance de esos niños celosos, vanidosos o con afán de protagonismo constante. Si no aprenden nada, al menos pasarán un rato entretenidos.

Una hermana de armas tomar.

AUTOSUPERACIÓN MEDIANTE LA AVENTURA FANTÁSTICA

Son mucho más abundantes los tebeos destinados a adolescentes cuyo atractivo inicial reside en que transcurren en contextos fantásticos. De los publicados recientemente brilla con especial intensidad Lightfall, de Tim Probert. Se trata de una historia ambientada en un mundo de high fantasy (como la Tierra Media), lleno de seres extraordinarios, brujería y temibles entes oscuros. En este mundo, llamado Irpa, vive Bea, nieta de un mago que protege desde hace mucho tiempo la Llama Eterna, la cual corre el riesgo de apagarse (y ensombrecerlo todo) por culpa de una ominosa amenaza. Bea termina viéndose obligada a emprender un viaje para buscar a su abuelo y proteger las llamas que iluminan Irpa, y lo hace con ayuda de un aliado llamado Cadwallader, que también busca a sus ancestros. El relato que sigue es muy convincente y atractivo, y creemos que lo es porque su autor tenía mucha experiencia en los ámbitos de la persuasión (la publicidad) y de la emoción (el dibujo animado). El hecho de que Probert sea animador queda muy patente en su labor como historietista, porque Lightfall goza de buen ritmo, te lleva en volandas desde la primera viñeta hasta la última. Es verdad que abundan los titubeos en los personajes y los diálogos vacíos, algo que lastra el ritmo, pero el autor los usa para mostrar su incertidumbre a la hora de tomar decisiones. También extiende demasiado el autor las escenas en las que el miedo se apodera de Bea, aunque resulta fascinante este momento, porque lo hace dibujando suaves ráfagas oscuras, que luego se vuelven volutas y más tarde nubarrones que van asfixiando al personaje. Es muy efectiva esta representación del temor que todos sentimos alguna vez, cuando algo nos viene grande o cuando todo parece derrumbarse.
 

Lightfall cuenta las aventuras de Bea y Cad.

Lightfall tiene un formato que se ha estandarizado también para este sector del público, más habituado al tradicional álbum a la francesa. Son libros de 22 x 15 cm, que se asimilan al formato característico de la novela, lo cual obliga a comprimir las páginas en su interior; páginas con tres o cuatro filas de viñetas, con pocas viñetas por fila. La lectura resulta cómoda, pero lo cierto es que un tebeo de estas características, con un dibujo tan atractivo, habría sido más apetecible con un formato mayor. Hay que reconocer que Probert es un buen dibujante, encaja muy bien las figuras en el espacio y construye atmósferas sugerentes con el color. Un color que Harperkids reproduce dignamente, hay que decirlo, pero sobre un papel mate que no beneficia al conjunto. No obstante, es una obra muy recomendable, de la que ya van dos entregas publicadas en España, La última llama y La sombra del pájaro, en las que se proponen opciones de superación meramente sugeridas por las decisiones de la protagonista, que sin duda se contagiarán en los lectores. Además, resulta maravilloso el contraste de la chica con su acompañante, Cad, una especie de batracio entusiasta, lleno de optimismo y bravura, que es capaz de ver los acontecimientos de otro modo y demuestra que la vida se vive mejor con arrojo.

Historias fantásticas de Nada.

Historias fantásticas de Nada es un tebeo similar en su planteamiento y en sus hechuras a Lightfall, pero no alcanza las mismas cotas de calidad. Es obra de Alejandra Green y Fanny Rodríguez, dos mexicanas que tienen experiencia en la industria de la animación y la ilustración de libros para jóvenes. Parten de un argumento parecido al de Probert: el protagonista (Nathan) es un humano normal cuya vida se trastorna cuando es transportado a un mundo mágico, llamado Nada, donde se ve obligado a huir de monstruosidades y a enfrentarse a una terrible fuerza maligna. El personaje principal está lleno de miedos, los cuales va sorteando con ayuda de un grupo de acompañantes de su misma edad. La obra resulta atractiva por su dibujo, bien ejecutado, con una estética que todo lo debe a la animación tradicional en 2D heredera de Disney. Pero el tebeo encalla en su desarrollo narrativo, previsible, incapaz de llevar a los lectores de la mano por la senda de superación que recorre el personaje protagónico. Lo que hacen aquí las autoras es situar al lector en medio de una comedia adolescente, con sus consabidos titubeos y arrobamientos, pero ni el elemento fantástico engancha, ni se conjuga con las emociones (algo exageradas) de los personajes con el fin de que empaticemos con ellos. En suma, no convence.

Un tebeo ambientado en el mundo de Minecraft.

Una sensación similar nos ha producido la lectura de Minecraft. El dragón del fin, un cómic de Sfé R. Monster, Sarah Graley y John J. Hill, también publicado aquí por Harperkids. Nos cuenta la experiencia de un muchacho obligado a mudarse de ciudad y que intenta superar sus problemas con ayuda del grupo de amigos con los que habitualmente se reúne… en el universo del juego Minecraft. El tebeo es interesante precisamente por abordar estas nuevas formas de relación humana, que no son físicas, sino que tienen lugar en mundos virtuales. Sin embargo, el relato de esta historieta parece más enfocado en demostrar la capacidad de liderazgo del protagonista, Tyler, un afrodescendiente, que en evaluar el modo de comunicarse mediante dispositivos de nuestros hijos. Es probable que la obra tuviera éxito en los Estados Unidos porque allí tienen gran repercusión e importancia los discursos igualitarios y antirracistas, pero no funciona de igual modo en España. Aquí el color de la piel del protagonista pasa desapercibido, o no aporta valor añadido a la lectura. El trabajo de Sarah Graley en el apartado gráfico es modesto y no logra dotar de expresividad suficiente a los personajes, generando fondos con perspectivas poco trabajadas (algo que debería haber cuidado más, por lo importante que es la perspectiva en los mundos de Minecraft). El tebeo parece querer atraer a los aficionados al videojuego para, luego, plantear la cuestión de la autosuperación, ya que Tyler se erige en paladín de un grupo de muchachos enfrentados en el mundo virtual a un gran mal, pero lo que destaca en la obra es precisamente ese paseo digital y no tanto las vivencias humanas.

La segunda entrega de El niño brujo.

Comentemos una última obra en este tramo, El niño brujo. Se trata de una serie de la estadounidense Molly Knox Ostertag, autora preocupada por la identidad femenina (debutó con Strong Female Protagonist), que tiene en su haber un premio Ignatz, obtenido en 2018 por How the Best Hunter in the Village Met Her Death. La serie El niño brujo es un drama identitario en el que el joven Aster se niega a aceptar el rol que le han impuesto. En su mundo, las chicas son educadas para ser brujas, y ellos para ser cambiaformas. Él quiere ser mago, y eso supone un problema, porque quienes desafían la tradición terminan en el exilio. El protagonista prefiere escoger la reafirmación de su identidad pese a las normas establecidas, al mismo tiempo que se enfrenta a un terrible peligro de carácter mágico. Es tanto un tebeo de aventuras, en el que se sopesa la valentía del protagonista, como un tebeo sobre la necesidad de ser uno mismo. Parece un tebeo tradicional sobre la adolescencia, si no fuera por las interacciones mágicas entre personajes, y a la postre resulta un tebeo sin apenas trascendencia gráfica, que aburre bastante porque deja muy poco espacio al elemento fantástico. El segundo tomo, La bruja escondida, viene a ser una continuidad de la propuesta sorpresiva que fue el primero y sirve para reforzar los lazos entre los personajes principales, sobre todo los familiares y los afectivos. El dibujo no evoluciona demasiado, pero sí la paleta de colores, que mejora la fluidez narrativa del primero gracias al uso de más tonos cálidos, y la puesta en página, más al servicio del relato. En suma, se trata de una serie aceptable que un preadolescente disfrutará, si bien no resulta especialmente emocionante, porque aborda los problemas típicos de la adolescencia de forma superficial.

EL RELATO ALOCADO Y FANTÁSTICO

Hablemos de Olivia Wolf, de José Fragoso, toda una comedia loca y fantástica. Fragoso es un autor que hace uso de un dibujo aparentemente elemental, pero él se ha formado ampliamente (en Nueva York, en Chicago, ha dado clases en la academia ESDIP y es miembro de la Society of Children’s Books Writers and Illustrators, ahí es nada). Disfrutamos de sus obras previas Olivia Diluvio y Olimpitis, con las que demostró su capacidad para dominar y transmitir las emociones humanas a los niños. Sin duda, su gran obra por el momento es Olivia Wolf, que cuenta las vivencias de una niña lobo en Engendroland. La premisa de partida resulta muy atractiva: una sociedad de monstruos, los clásicos de toda la vida, que viven en armonía hasta que otro monstruo no tan tradicional se demuestra una amenaza. La serie es una de las más acertadas que se han creado para niños en España en los últimos tiempos.

Olivia Wolf: tebeos ideales para peques.

Ha sido un acierto de NubeOcho, los editores, construir un tebeo recio, con encuadernación bien cosida, con una cubierta en rústica resistente y con unas dimensiones apreciables (25x19 cm). Esta sólida apariencia formal hará que los más pequeños manejen estos tebeos con total confianza. De momento, NubeOcho ha lanzado tres álbumes de esta serie. El primero, El sándwich con extra de moho, sirve para presentar a los personajes principales, y en la historieta se aborda el tema de la aceptación. En la segunda, La noche de los monstruos gigantes, se concede importancia a la cuestión de hacer cosas en familia. El tercer libro, Un millón de Olivias, pone la tilde sobre las actividades de esparcimiento realizadas con amigos. Son tebeos para niños de seis a nueve años que resultan edificantes, divertidos y que están muy bien realizados, pese a que el dibujo resulta burdo en un principio. No lo es. Fragoso utiliza un modo de delineado casual, pero emplea los elementos justos para representar a cada personaje y cada emoción. Los fondos los construye utilizando sobre todo el color, y el resultado son contextos perfectamente creíbles en los que la historia fluye con comodidad. Los chistes son sencillos, las resoluciones de las historias son también previsibles, pero las motivaciones de cada personaje albergan cierta complejidad que hará que los más pequeños se tomen unos segundos para reflexionar. Además, Fragoso hace algo interesante: a veces incorpora píldoras didácticas, resueltas en dos o tres viñetas (por ejemplo, sobre qué es un tebeo), que suponen un alto en el relato refrescante y útil.

Artur Laperla. La perla del tebeo infantil hispano.

En este mismo tramo de historietas protagonizadas por seres fantásticos, ideales para niños de menos de diez años, se inscribe el trabajo de Arthur Laperla 4 Cobayas Mutantes. Artur Díaz Martínez es la perla del tebeo infantil en nuestro país. ¿Quién iba a decirlo cuando le leíamos en el fanzine rAu en los años noventa, y menos aún cuando llegaron sus propuestas en comic book (Oropel y Cool Tokio, en su día incomprendidas)? También hizo porno y underground, y ha trabajado para el mercado franco-belga, encajando allí obras de autor como Matilda Clarck o Voleurs de chien. En los últimos años, Laperla se ha especializado en cómic infantil, sobre todo tras comprobar el éxito que tuvo en 2008 con la superheroína XXL. En la serie 4 Cobayas Mutantes demuestra que domina tanto el lenguaje narrativo como el lenguaje escrito (sus textos son simples pero muy correctos) y también que posee una gran capacidad para la construcción de personajes. Las cobayas de este tebeo tienen una deuda con las Tortugas Ninja: son personajes atractivos porque escaparon de un laboratorio en el que eran sujetos experimentales y cada uno posee una cualidad singular al mismo tiempo que un defecto particular. Las cuatro cobayas con poderes resultan adorables: Brócoli es idealista, pero a veces se pasa de lista; Pelusa es pragmática, pero poco seria; Sansón es fortísimo, pero impulsivo; finalmente, Monísimo es bondadoso, pero le sobra ego. Desde esta simpática idea de partida el autor va enhebrando una serie de aventuras resueltas con dibujos muy básicos, con muy pocas viñetas por página (a veces una o dos) que van suministrando un gag tras otro en un relato sin pausa, divertido pero no pueril, porque tras cada propuesta de Laperla anida la inteligencia, ofrece propuestas éticas y realiza alusiones constantes a otros lenguajes de la cultura popular, lo cual encantará a los peques.

EL MEJOR TEBEO INFANTIL

Terminaremos reseñando un tebeo que se podría asociar a la sección de historieta costumbrista, porque es un muestrario de emociones, pero que se desarrolla con un ritmo alocado, y que por su estética entronca el cómic infantil contemporáneo con el clásico. Se trata de Titeuf, serie de Zep (Philippe Chapuis) nacida en 1993, aunque triunfó sobre todo en los primeros años del siglo XXI. Este cómic infantil, indiscutible obra maestra, fue editado por Glénat en 1999, luego por Salvat, de nuevo por Glénat y ahora por Hachette España, que ha lanzado este año un libro de gran formato, Así es la vida, chaval, en el que se recogen tres de los álbumes originales: L'amour, c'est pô propre (1993), Ça épate les filles… (1994) y C'est pô juste… (1995).

Titeuf, un cómic divertidísimo que no envejece.

Zep es un suizo que dibuja magníficamente, es dueño de una línea limpia y fina con la que construye personajes muy plásticos en espacios coherentes (es muy económico en los fondos, pero muy hábil para situar a sus personajes en ellos). Su gran creación, Titeuf, es un muchacho de unos diez años que tiene todos los defectos de los muchachos de diez años: hiperactivo, melindroso, abusón, celoso, ingenuo y turbulento. Adora las travesuras, hacer pellas, llama la atención en clase (no por sus logros académicos, precisamente) y tiene una gran curiosidad por el sexo y todo lo relativo a las niñas. Zep es un genio en la construcción del gag en una sola página (me atrevo a pensar que tras haber leído y releído mil veces los cómics de Bill Watterson) y ha logrado concebir una serie llena de frescura e ingenio, en la que cada peripecia del colérico Titeuf es más descacharrante que la anterior. Y lo mejor es que sus vivencias siguen funcionando. Resulta un tanto extraño que un chico de su edad no tenga la nariz constantemente pegada a un móvil, pero sus historietas se siguen leyendo con gran placer hoy, pese a haber transcurrido veinticinco años desde que se publicaron las primeras entregas. Se trata, en fin, de un clásico de la historieta humorística, que formula el aprendizaje de valores éticos mediante el contraste, y que resulta divertidísimo y apto tanto para niños como para adultos.

Está claro que se pueden seguir leyendo muy buenos cómics infantiles, para preadolescentes y también juveniles. Hay muchas propuestas nuevas, que revitalizan la forma de construir el universo emocional de los niños, su comprensión del mundo y los valores que puede escoger como más adecuados para conducirse. Y, todo ello, mientras se entretienen. En nuestra mano está escoger qué tebeos son los más indicados para cada etapa de su vida y procurar que dispongan de tiempo y de un espacio cómodos para abordar su lectura. Hay que intentarlo, no porque se vayan a volver idiotas si no leen. Sobre todo, porque van a ser más felices si lo hacen.

[1]https://www.ine.es/prensa/tich_2022.pdf.

Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2023): "Tebeos para el niño y la niña", en Tebeosfera, tercera época, 24 (22-XI-2023). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/tebeos_para_el_nino_y_la_nina.html