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NEIL GAIMAN Y LA CADENA INFINITA.

Texto de David Caro.

[ Fotografía de Neil Gaiman. A su lado, cubierta del volumen Endless Nights, recién aparecido en EE UU, en el que Gaiman escribe historias para: Glenn Fabry, Milo Manara, Miguelanxo Prado, Frank Quitely, P. Craig Russell, Bill Sienkiewicz y Barron Storey. Imagen de la cubierta: © Dave McKean  /  DC Comics ]


INTRODUCCIÓN

Comencemos dejando clara una idea fundamental: Neil Gaiman no es un guionista de cómics.

Al menos no es más guionista de cómics que escritor de novelas, o guionista de televisión, articulista, director de cine o poeta. Todas estas definiciones le son aplicables, pero ninguna es completa. Si hubiese nacido mil años atrás, probablemente habría sido juglar. Si no hubiera aprendido a escribir, probablemente iría por los pueblos contando historias.

Porque a eso es a lo que se dedica Gaiman, no importa el medio que utilice. A narrar historias.

Neil Gaiman es un cuentacuentos.

DE CÓMO EL JOVEN GAIMAN CONSIGUIÓ SER PUBLICADO

Neil Richard Gaiman nació el 10 de noviembre de 1960 en Portchester (Inglaterra) y durante su infancia fue uno de esos niños que leen todo lo que cae en sus manos. Cada vez que la familia Gaiman iba a una reunión familiar o a cualquier otro evento, sus padres buscaban al pequeño Neil cinco minutos antes de comenzar y le quitaban el libro de las manos. Salvo cuando no lo conseguían.

En aquella época sus géneros favoritos eran la fantasía y la ciencia ficción. Entre sus escritores favoritos se encontraban C. S. Lewis, J. R. R. Tolkien, Roger Zelazny o Gilbert K. Chesterton. Durante su infancia y en los frecuentes momentos en que soñaba despierto, una de sus fantasías recurrentes era reunir a estos escritores, encerrarlos juntos y obligarles a escribir las historias que a él se le ocurrían. En algún momento de su juventud descartó esta idea y, en su lugar, decidió que podría escribirlas él mismo. Así lo hizo. Y recibió la primera media docena de cartas de rechazo.

En 1982, sin haber conseguido publicar ninguna de sus historias y teniendo (como todos) que pagar las facturas, Gaiman concluyó que estaba equivocando el camino, y decidió que antes de ser escritor debía conocer mejor cómo funciona el mundo. Resolvió hacerse periodista. Y lo consiguió simplemente visitando la redacción de una revista y convenciéndoles de que había escrito en todas las revistas en las que, en realidad, pensaba que le gustaría escribir algún día. Lo curioso es que durante los cinco años posteriores lo hizo en todas y cada una de ellas así que, como él mismo suele decir en broma, no mintió, tan sólo alteró un poco el orden en su currículum.

En aquellos años sus encargos consistieron principalmente en entrevistar a escritores y músicos de rock, así como escribir reseñas de novelas de ciencia ficción y fantasía. Mientras tanto, seguía trabajando en sus obras de ficción.

En 1984, Featherquest se convirtió en su primer relato publicado. Le siguieron otros cuatro ese mismo año, y ocho más al siguiente.

En 1986, establecido como periodista colaborador de varias revistas del Reino Unido y con una facilidad cada vez mayor para ver publicados sus relatos, tuvo lugar un encuentro que cambiaría muchas cosas en el mundo del cómic, por no hablar de su propia vida.

Neil Gaiman conoció a Alan Moore.

EL DESEMBARCO EN LOS CÓMICS

El lector compulsivo que era Gaiman cuando niño no se alimentaba sólo de literatura; los cómics, especialmente los superhéroes de DC y Marvel, formaban parte de sus fantasías infantiles. Posteriormente, ya en la adolescencia perdió interés en ellos. Los superhéroes ya no le interesaban y cada vez encontraba menos cosas en los cómics que le gustase leer. Se fue alejando de ellos progresivamente hasta que los dejó de leer casi por completo, exceptuando reediciones del Spirit de Will Eisner y algunas obras de compatriotas suyos como Barry Windsor-Smith.

Un día, a comienzos de 1984, Gaiman se encontraba en la Estación Victoria, en Londres, y mientras esperaba ojeó los cómics que había en el puesto de prensa. Uno de ellos era Swamp Thing, personaje que le encantaba cuando era niño. El número en cuestión era uno de los primeros de Alan Moore en la serie. Lo abrió y todo cambió. Comenzó a comprar la serie a partir del número 28. Descubrió que en los cómics podían contarse historias de la misma profundidad, interés y calidad que en la literatura, y su pasión infantil de leer cómics renació, y contagió a su pasión de escribir. Quería hacer cómics. El problema es que no sabía cómo se hacía.

En 1986 se le presentó la oportunidad de averiguarlo. Aprovechando que tenía que hacer una entrevista a Alan Moore, le preguntó cómo se escribían guiones de cómics. Moore le explicó «empiezas poniendo Página 1, Viñeta 1... y a continuación escribes toda la información que quieres que tenga el dibujante...». Gaiman se fue a casa y a los pocos días le envió un guión. Moore se lo devolvió lleno de anotaciones y correcciones. Gaiman lo rescribió y volvió a enviarlo. La respuesta de Moore fue: «Este es un guión del que yo me sentiría orgulloso». Aquel guión (“The day my Pad went mad”) nunca llegó a publicarse, pero Moore utilizó algunas ideas para el número 51 de Swamp Thing (“Home free”).

Gaiman consiguió publicar su primera historia de cómic en el número 488 de la revista 2000AD, y comenzó a colaborar en varias publicaciones. Una de ellas era la antología Borderline, que nunca llegó a ser publicada pero en la que conoció a Dave McKean, dibujante con inquietudes similares a las suyas. Juntos iniciaron al año siguiente (con Violent Cases, editada por Escape) una colaboración que aún continúa y que ha dado las mejores obras de cada una de sus respectivas carreras.

En 1987 DC Comics encargó a ambos la miniserie Black Orchid, renovación de un viejo personaje semiolvidado. Tanto la editorial como los autores quedaron satisfechos con el resultado y, en una convención en Londres, Gaiman comentó a Karen Berger (la editora de Black Orchid), varias ideas para la renovación de otros viejos personajes de la editorial. Sandman fue uno de ellos. Dos meses después recibió una llamada de Karen: «Queremos que hagas una serie mensual para nosotros. ¿Qué personaje te gustaría hacer?» «Phantom Stranger o Demon. Quiero hacer una serie de terror». Dos semanas después volvió a llamarle: «No, no es posible. ¿Qué hay de Sandman, con las ideas de las que hablaste en la convención?» «De acuerdo, lo haré».

Antes de colgar, Karen Berger dijo: «Mantén sólo el título. Cambia todo lo demás».

GAIMAN, SEÑOR DE LOS SUEÑOS

Aquel fin de semana y por primera vez durante quinientos años un huracán recorrió el sur de Inglaterra. Gaiman, sin suministro eléctrico, pasó el fin de semana pensando en la nueva colección, modelando los personajes y las historias que quería contar. Cuando pudo volver a encender el ordenador escribió treinta folios que contenían la idea básica de la primera decena de números. DC aprobó el proyecto. The Sandman arrancó con un número especial de 40 páginas, con fecha de portada enero de 1989.

La historia se titulaba “El sueño de los justos” y mostraba la captura por error de Morfeo, Señor de los Sueños, llevada a cabo por Roderick Burgess y su hijo Alex en 1916, quienes intentaban en realidad capturar a la Muerte para conseguir de ella la inmortalidad. Morfeo permanece encerrado durante más de setenta años hasta que logra escapar y volver a su hogar, no sin antes vengarse de Alex Burgess (su padre había fallecido en 1947) en una de las represalias más terroríficas que se recuerdan en un cómic.

Los primeros números dejan ver el interés del autor por integrar su creación dentro de DC. Aparecen personajes como John Constantine, Mister Miracle o J’onn Jonzz que dejan bien claro en qué universo se está desarrollando la historia. Gaiman estaba convencido de que la serie cerraría antes de llegar al número diez, no esperaba que las ventas de esta extraña mezcla de terror y fantasía en un mundo de superhéroes aguantasen más allá. Para su sorpresa no sólo no fue así, sino que el seguimiento de la colección comenzó a subir, lenta pero ininterrumpidamente, especialmente a partir del número ocho en el que se presentaba a Muerte, la hermana mayor de Sueño.

El número diez marca el comienzo de “La casa de muñecas”. Gaiman explica y justifica la existencia de los anteriores Sandman de la editorial (Wesley Dodds, Garrett Sandford y  Hector Sanders Hall) y simultáneamente utiliza al último de ellos para comenzar a plantar lenta y sutilmente las semillas de todo lo que ha de venir. En este punto Gaiman ya ha ideado prácticamente todo el argumento de la serie, tiene claros los acontecimientos importantes y conoce perfectamente el final. Anuncia que la serie constará de unos cuarenta números, pero va revisando esta cifra (cincuenta, después sesenta, después setenta, finalmente setenta y cinco) conforme nuevas ideas surgen de su mente y se deslizan hacia el papel, normalmente en forma de historias cortas que sitúa entre los grandes arcos argumentales. «Lo que hice en Sandman fue crear un mundo», dice Gaiman. «Se pueden contar muchas historias en un mundo». Los acontecimientos aparentemente triviales acaban teniendo importantes consecuencias, a semejanza de lo que ocurría en Casa desolada de Charles Dickens, una de las influencias declaradas del autor. Las vidas de los personajes se entrelazan y acaban confluyendo en un final épico en el que todos ellos están presentes, en el que todos los detalles acaban siendo importantes y todos los cabos sueltos se atan.

Gaiman decide que la historia ha acabado y DC, a pesar de poseer los derechos de los personajes y poder por lo tanto continuar con la serie si así lo quiere respeta los deseos del autor y cierra la colección, aunque abre a lo largo de los años varias series que beben de los personajes, situaciones y ambientes de la original, con desigual éxito. Las excelentes portadas de Dave McKean para los setenta y cinco números se recopilan en un libro, junto a notas aclaratorias por parte de Gaiman y McKean acerca de la gestación de varias de las mismas.

La colección completa ha sido recopilada en diez tomos, best sellers perennes, algunos de los cuales llevan hasta la fecha más de diez ediciones, con unas ventas totales de más de siete millones de ejemplares. Durante los años de su publicación ganó tres premios Harvey, siete premios Eisner y más de veinte en todo el mundo. En 1991 el número 19 (“El sueño de una noche de verano”) ganó el World Fantasy Award a la mejor historia corta, convirtiéndose en el primer cómic que obtiene un premio literario.

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[ © 2003 David Caro, para Tebeosfera, 031019  ]