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LA METÁFORA COMO ARMA. ENTREVISTA A CARLOS TRILLO (parte 3)

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LA DICTADURA, OTRA VEZ

T: Como los españoles y algunos latinoamericanos no lo hemos vivido, no entendemos que ocurre Libro de Copi publicado por la editorial Anagrama en Españacon ciertos mitos de los argentinos: Evita, San Martín…, los cuales apenas si se satirizaron en tu patria. ¿Es cierto que a Copi se le odió por tocar esos mitos en sus obras?

CT: Copi ha sido uno de los más grandes dramaturgos y humoristas que nacieron en la Argentina. Su obra de teatro sobre Eva Perón es impresionante en su captación de los personajes principales, deformados hasta la caricatura para mostrarlos más desnudos.

Siempre hemos tenido esas censuras. Ahora ha mermado. No sé, se me ocurre y corrígeme si es un disparate, al Rey, en España, al comienzo se lo trataba con mucha ceremonia aún en revistas satíricas como El Jueves. En cambio ahora le dicen de todo. Aquí poco a poco se va en ese mismo camino. Espero...

T: Otro humorista, Quino, descolló en los diarios argentinos de los setenta, sobre todo. ¿Qué opinión te merece su obra?

CT: Mafalda es una creación que significa un antes y un después en la tira diaria humorística. Después de Mafalda, nunca se pudo volver atrás, desaparecieron los personajes que se limitaban a desarrollar una única característica (eran cobardes como Purapinta, o de doble mensaje como Falluteli, o avaros como Amarroto). Después de Mafalda todo se hizo más complejo, con más lecturas, mucho más profundo. Quino sigue siendo un grande, un humanista, un desencantado. Me ha parecido desde siempre, desde antes de Mafalda, un gran maestro.

T: Según Masotta, en 1974 las ventas de tebeos en Argentina llegaron a una cifra doble de la lograda a finales de los sesenta.¿Cómo debemos entender entonces la crisis de los setenta?

CT: Como crisis de censuras, de militares, de asesinados por fuerzas del “orden”, de secuestrados y desaparecidos. No eran años fáciles para trabajar en los medios, a menos que fueras un autor de Editorial Columba...

T: Desde el día 26-VII-1975 se publicó El Loco Chávez en el diario de Buenos Aires Clarín, tira en la que cabe realidad y fantasía siguiendo esa corriente de hacer “aventurable” la realidad. ¿No podría entenderse al revés, como un querer hacer “realismo fantástico”?

CT: La última página de Clarín había comenzado a cambiar vertiginosamente en 1973. Se habían eliminado algunas tiras de procedencia norteamericana (Mutt y Jeff, La Familia Flop) y se habían incorporado a nuevos autores argentinos de tiras humorísticas. Fontanarrosa, Crist, Caloi, Broccoli.

La página de chistes comenzó a crecer, a ser comentario cotidiano de los lectores, la gente comenzó a leer el diario por la última página. Y allí fue que en el diario decidieron eliminar una historieta “seria”, de gauchos, para reemplazarla por algo más moderno. Con Altuna nos conocíamos poco, pero Broccoli, uno de los autores de esa contratapa nos acercó y presentamos nuestro personaje, un tímido intento de hacer un corresponsal del diario en Europa (la realidad argentina nos parecía demasiado pesada para hacer una tira). El proyecto fue aprobado y a los tres o cuatro meses de comenzado, con aventuras que ocurrían en Londres, en París, en San Francisco, en Finlandia, el héroe volvía a su casa por un poco. Y ahí, en cuanto en el aeropuerto tomó el colectivo [autobús] que lo llevaría a casa, descubrimos que  en ese exacto lugar estaba la mejor aventura que podíamos contar, sin superhéroes, sin persecuciones a lo James Bond, simplemente quejándose del precio de las mandarinas y enamorándose de las hermosas mujeres argentinas (que Altuna mitificaba de manera soberbia).

El Loco Chavez pronto estuvo a la altura de las historias humorísticas de esa página y, en realidad, era como un seleccionado de fútbol que funcionaba a la perfección ganándole un partido a los lectores todas las mañanas. Agreguemos que el Clarín vendía una cantidad enorme de ejemplares y crecía. Que la censura que siguió después agigantó los pequeños mensajes de nuestras historietas. En esos años, dije alguna vez, decir: «ché, qué cara está la lechuga en el mercado» era tomado casi como una proclama subversiva.Viñetas centrales de una emotiva tira de El Loco Chávez

En el Mundial de Fútbol del año 1978, uno de los personajes de la página, Clemente, se convirtió en una bandera de oposición extrañísima: mientras el relator deportivo del régimen militar, José María Muñoz, gritaba que había que ser prolijos y no ensuciar las canchas porque eso era de malos argentinos, Clemente pedía que tiraran papelitos. Y la gente coreaba su nombre y arrojaba papel picado como acto en contra de las directivas del Poder. Contado así, parece una estupidez, pero puesto en el contexto y en el momento fue un verdadero acto de resistencia.

El Loco creció con sus amigos, con Malone que era igual a mi querido Saccomanno, con Balderi que tenía un aire al verdadero jefe de redacción del diario, con Juan, un melancólico separado, con Pampita, una morocha de la que se enamoraron todos los hombres de Buenos Aires. Una amiga periodista me contó que ella leía El Loco Chávez para entender por qué le gustaba tanto a su marido. Era como un intento de las mujeres por captar qué misterios albergaba la cabeza de los hombres. En 1982 Altuna se fue a vivir a España y poco a poco fue descubriendo otras cosas más importantes para su carrera, hasta que decidió abandonar la tira. En el diario me pidieron que propusiera otra historia... El final fue muy comentado en la prensa, era un hecho inusual que una historia tan popular dejara de aparecer.

T: Sí. Tengo entendido que hasta caló entre la afición futbolística, pues entre los seguidores del Racing Club, que coreaban «¡El Loco no se va!» cuando decidisteis dejar de hacer la tira.

CT: El Loco era hincha de Racing, cuadro del que era hincha Altuna. Además, hacía años andaba muy mal en las tablas de posiciones siendo un club con enorme cantidad de seguidores. Entonces, este sufrimiento por Racing, que tantos compartían, fue un gran condimento para la historia.

T: Por el año 1975 trabajaste con el Viejo, con Breccia, en Un tal Daneri. ¿Cómo fue?

CT: Con Alberto hice varias cosas, la primera fue Un tal Daneri, un detective, o más que detective, un pesado, un gorila, de un barrio marginal. Sus historias eran muy fuertes, algunas incorporaban, de rondón, algún elemento fantástico, fue una gran experiencia para mí escribirlas. Luego, hicimos adaptaciones de cuentos infantiles, tratando de llegar hasta las fuentes originales, que son muy crueles. Y también adaptamos cuentos de Lord Dunsany, de Horacio Quiroga. Y hasta hicimos, para la revista Skorpio, una historia  que se llamó “El viajero de gris”, poco conocida fuera de Argentina pero con algunas ideas que todavía me gustan mucho.

T: Desde aproximadamente 1976 en adelante, algunos autores comenzaron a verse muy influidos por los comic books yanquis, caso de Alcatena, Risso, posiblemente Meglia y otros jóvenes autores… ¿Crees que cometen algún tipo de falta de respeto por no mirar hacia los clásicos autóctonos?

CT: De ninguna manera. Los clásicos miraban, también, a los norteamericanos. ¿O no está Caniff detrás de los primeros Breccias y los primeros Pratts? ¿O Raymond o Foster atrás de Salinas?

T: Razón tienes. Pero insisto en saber si consideras que una obra hecha desde Argentina para otros mercados sigue siendo argentina, o bien crees que la nacionalidad de la obra corresponde al editor que la solicita.

CT: No lo sé. Yo trato siempre de escribir cosas que me gusten. Y aquí, para editores argentinos, he escrito historias que pasan en otros países, y otras veces, he desarrollado para editores europeos historias más latinoamericanas, como La gran patraña, por ejemplo, que hicimos con tanta alegría con Cacho Mandrafina. Yo no dejo de ser yo porque esté trabajando para un editor de Singapur, me temo.

T: Desde el 24 de marzo de 1976, que dio el golpe Vitela, se instalaron de nuevo gobiernos militares en la Argentina. A Videla le siguieron Viola, Galtieri, Bignone… Al parecer fue una etapa de censura feroz y de represión. Autores como Benedetto, en 1976, luego Haroldo Conti, Rodolfo Walsh o Francisco Urondo, fueron arrebatados por el poder militar. Más tarde le tocó el turno a Oesterheld…

CT: El silencio era terrible en esos años. Nosotros, con Saccomanno, cuando supimos que Oesterheld estaba desaparecido, decidimos escribir mucho sobre él sin mencionar -no sé podía en los medios argentinos donde colaborábamos- este hecho. Pero durante varios años escribimos sobre su sentido ejemplar de la aventura, sobre el héroe en grupo, sobre sus ideas acerca de las historias que había hecho. Contábamos, milagrosamente, con un material que nos había pedido Antonio Martín para la revista Bang! y que jamás publicó, un extenso reportaje del que publicamos partes en sucesivos artículos en Skorpio, en Humor Registrado, en El Péndulo [más recientemente, también en la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta editada en La Habana].

Ese período lo vivimos mal, pero intentando defender nuestro trabajo y nuestros afectos a la invasión de la brutal ofensiva de esos asesinos. Tal vez por esa censura opresiva que nos asfixiaba es que nos pusimos tan metafóricos por aquellos años.

T: Entre 1977 y 1982 escribiste Alvar Mayor para Enrique Breccia, con destino a Skorpio. Alfredo Scutti (o su socio italiano, Zerboni) Trillo, en la segunda mitad de los años setentamanejaba los originales con pericia por los  mercados foráneos, disponía de un montante de trabajo adelantado y pagaba mal y tarde. ¿Qué supuso la irrupción de Scutti y su editorial Récord en la Argentina de los setenta?

CT: Record fue una editorial moderna en medio de un mercado del que se había adueñado editorial Columba con sus retrógradas ideas. Trabajé bastante con ese editor que, en el fondo, era tan explotador como Columba (se quedaba con los originales, te hacía firmar contratos leoninos) pero, en el plano de la creación, se podían hacer cosas un poco más interesantes. Nunca se atrasaron en pagarme, debo confesar a mi pesar, porque creo que Scutti es un pirata que ha vivido años con el esfuerzo de todos nosotros durante aquellos años.

T: Alvar Mayor y El peregrino de las estrellas son algunos de tus trabajos más cargados de melancolía ¿Por causa del toque que imponía Enrique Breccia o por el statu quo?

CT: Hablas de melancolía. Yo hablaba de metáfora, de mensajes ocultos. Por ahí son la misma cosa. No me salían otras cosas, tal vez. Había muy poca alegría en esos años de plomo.

T: Sin embargo, pese a la represión existente nacen precisamente entonces publicaciones como las ya citadas El Péndulo y HUM®. Mas, los militares no parecen concederle importancia a la clara oposición que mantenía la revista HUM®, por ejemplo ¿cómo se explica eso?

CT: Creo que nunca entendieron que desde los chistes y las historietas, los dibujitos esos, se podían transmitir mensajes. No solo bestiales sino también brutos, resultaron estos asesinos. Tal vez no podían ser tan sutiles. Si lo hubieran sido, quizá habrían hecho mejor su trabajo sucio. Quién lo sabe, ¿no?

T: Durante estos años se observó un auge del género negro en varias publicaciones (Skorpio, El Tony, Tit-Bits, Pif-Paf, Corto Maltés, Mengano), como un revival de Hammet y Chandler, que practicasteis Collins, Wood, Sampayo, Saccomanno y tú mismo ¿Podrías explicar este abrazo sincero a una mítica netamente norteamericana?

CT: Mengano solamente publico un par de episodios de Un tal Daneri, que ocurría en un barrio periférico de Buenos Aires y no en Los Ángeles. Skorpio, como El Tony y las otras, pedían que las historias fueran “internacionales”. En los setenta la serie negra estaba de gran moda entre nosotros. Supongo que si sumas los dos ingredientes te dan como resultado ese tipo de historias.

T: Por el contrario, en Clarín afloró cierto espíritu nacional, pues por entonces había suspendido la tira Mutt and Jeff para sustituirla por tiras únicamente argentinas en la contratapa.

CT: Eso fue un progresivo darse cuenta de que el público apreciaba más los humoristas locales que los viejos productos enmohecidos de los syndicates americanos, pésimamente traducidos, alejados del alma de quien leía.

T: Hacéis Las puertitas del Sr. López desde IX-1979 en el Suplemento HUM®. Otra escapada, para hacer aventurable una realidad anodina, disfrazando la crítica social de surrealismo. A mi juicio parece que quisisteis hacer de la cobardía de López algo propio de los argentinos de entonces…

CT: Nunca lo había pensado. Pero la represión interior y exterior y lo poco que nos animábamos en la realidad, algo han de haber tenido que ver.

T: ¿Qué opinión te merece la adaptación que hizo en 1988 Albert Fischerman de Las puertitas del Sr. López?

CT: Yo sentía un enorme afecto por Alberto Fischerman, un intelectual del cine, uno de los grandes creadores argentinos del sector. Trabajamos muy bien, nos reímos mucho, la película ganó premios en festivales como el de Vevey, en Suiza, el premio Chaplin, nada menos. La película fue apreciada en Argentina. No sé, no me siento el autor del film, pero no me parece nada mal el resultado. Tal vez el final, una imposición del productor, no haya estado a la altura del resto pero en general me pareció una película lograda.

T: En La historia popular (El Centro Editor, 1971), colaboraste junto a Broccoli redactando textos teóricos sobre el cómic. Luego, desde XII-1975, con Saccomanno hiciste la sección “El Club de la Historieta” en Skorpio (desde el núm. 15, luego recogida en el libro de Récord Historia de la historieta argentina). Háblanos de tu interés teórico por el medio, y de la labor de Sasturain, Steimberg y otros en los ámbitos universitarios.

CT: Todos estos trabajos tenían más de crónica que de teoría. Con Broccoli no trabajamos juntos, él se ocupó de compilar la parte gráfica y yo de escribir el texto, pero con Saccomanno escribir esas cosas era un espacio importante para nuestra propia reflexión sobre lo que estábamos haciendo.

Sasturain ha escrito algunas piezas de las más importantes sobre el género en Argentina. Algunos académicos universitarios, Oscar Steimberg, Jorge B. Rivera y otros, impulsan, me parece a sus alumnos a reflexionar sobre las historietas. He leído algunos trabajos en los últimos años que me parecieron muy serios, como tesis de estudiantes universitarios.

T: Sasturain, Saccomanno y tú asesorasteis desde agosto de 1980 la revista SuperHUM®, que se propuso ser eminentemente argentina, sin contaminantes, y lanzar una mirada a la realidad del país. Cuéntanos sus vivencias allí, las relaciones con Cascioli, los kilombos políticos, el porqué de la marcha de Sasturain.

CT: En SuperHUM® escribí varias cosas que me interesaba desarrollar y participé en la selección de los materiales y en la línea editorial. Andrés Cascioli era un editor interesante, que dejaba trabajar bien, pese a su temperamento de diva de la ópera, que lo llevaba a chocar contra sus colaboradores violentamente. Por un choque de esos se fue Sasturain, que después regresó a hacer Fierro.

Recuerdo mucho “Bosquivia”, una historia que escribíamos a medias con Saccomanno y que dibujaron Tabaré y Fortín, sucesivamente. Era una reflexión sobre la actualidad política de los últimos treinta días y hasta originó algunas cubiertas memorables. En SuperHUM® hicimos con Alberto “Buscavidas”, una historia que, después de tantos años, acaba de ser publicada en Francia en una edición comentada, y con Mandrafina nuestras historias mudas. Me gusta mucho trabajar con Mandrafina. Nos entendemos muy bien. Las historias mudas fueron un experimento riquísimo para los dos. Hemos desarrollado historias de gran precisión temática, de exigencia para ambos, como La gran patraña, y otras de producción, más “alimenticias”, como Spaghetti BROS. Siempre nos divertimos mucho. Es un tipo muy inteligente, muy sensible y muy culto.SuperHUMO®, la revista que no entendían los represores Seguramente, después de un paréntesis de casi tres años, en pocos meses  comenzaremos un nuevo proyecto que lleva el título tentativo de “Carnes Blancas”.

SuperHUM® (mucho más que Fierro, que abrevó de un período posterior de la producción de los autores nacionales e introdujo mucho material que había sido producido para otros mercados) produjo prácticamente todas las historietas que publicó. "Buscavidas", "Los enigmas del Pami", "Bosquivia", los relatos desopilantes de Fontanarrosa, todo era hecho especialmente para la revista teniendo en cuenta una lectura de aspectos de nuestra realidad.

SuperHUM® sufrió los avatares de la política de entonces: en un momento, temiendo que volvieran a censurarle HUM®, Cascioli nos despatarró un número que estaba ya confeccionado para incorporar notas políticas. A mí eso me pareció una cagada (podría haber sacado otro título) y me fui también. SuperHUM® con esa fórmula de notas políticas y cómics duró pocos números y desapareció para siempre...

T: En Ediciones La Urraca publicaste durante los años ochenta varias obras inolvidables, Merdichesky, Las puertitas del señor López, Slot Machine, El último recreo. Creo que todas ellas poseen un denominador común: actitud de reproche y crítica hacia el gobierno, repulsa manifiesta hacia la manipulación por el poder y cantos a la libertad.

CT: Las revistas de La Urraca y su propietario, Andrés Cascioli, te daban muchas posibilidades de explorar cosas que nadie te publicaría. Uno aprovechaba esa posibilidad. Y hacía algunas cosas distintas a las que se podían hacer en revisas de cómics “normales” o en el diario. Yo pienso que aproveché muy bien esos momentos.

T: Se ha laureado El último recreo como lo mejor de la dupla Trillo / Altuna, una historieta de esperanza, de abrazo de la vida, de rituales, de amor puro y verdadero… ¿Es cierto que surgió en octubre de 1981 en una visita que le hicisteis Altuna y tú a Toutain?

CT: No recuerdo muy bien el episodio pero me parece que Toutain me aprobó una historia que me había pedido para dar a dibujar a uno de los artistas que trabajaban con él. Y coincidió este hecho con que Altuna viajó para radicarse en España. Fue así que terminó dibujándola él.

T: Con Charlie Moon denotas ya una intención de desarrollar la obra con miras internacionales, ¿quisiste alejarte de una temática argentina?

CT: Charlie Moon, en la fantasía de un primer momento, iba a ser Carlitos Luna. Pero nos pareció, en aquel momento, que un toque de internacionalidad le iría mejor. Pero no sé si las cosas pierden identidad de origen porque transcurren en Mongolia. A mí me parece que no.

 [ leer la cuarta parte de la entrevista ]


VÍNCULOS:

Ficha de Carlos Trillo

Entrevista a Trillo por Manuel Barrero

Entrevista a Trillo por Andrés Accorsi

Reseña de El Loco Chávez, por Koldo Azpitarte

ENLACES:

Carlos Trillo: Una entrevista Fracturada (del web site El Foco)

Texto sobre la obra Come la Vita, de Trillo y Sacarpa (del web site Fumetti.org)

Entrevista de Juan Manuel Carraro

Entrevista sobre CaZados (en caché)


[ Entrevista y ficha: M. Barrero para Tebeosfera 021005 ]