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BATALLAS Y MOVIMIENTOS DE TIERRA. LA ERA THURIA, PRIMERO DE LOS MUNDOS DE ROBERT E. HOWARD.


 

 

 

 A la derecha, mapa fragmentado de los lugares más destacables de la Edad Thuria, tal y como lo dibujó Tim A. Kirk para Marvel Comics © 2004 Tim A. Kirk / Marvel Comics. Haga clic para ampliar.

 

Pese a lo semejantes que son las eras en las que corren sus aventuras tanto Conan como Kull (u otros héroes howardianos como Valeria o Sonja), estos mundos difieren notablemente en lo que respecta a su cronología y geografía. Kull vivió 20.000 años antes de nuestro tiempo, es decir, 8.000 años antes de que Conan soltara su primer hachazo. Dada la importancia que adquiriría la particular mitología de Conan y su Era Hyboria, esta etapa anterior de la Historia pergeñada por Robert E. Howard se supedita a ella y pasaría a adquirir la denominación de Era Precataclísmica. Lo que sigue constituye un vistazo a aquella época prodigiosa y violenta en la que se tuvieron lugar las aventuras de Kull, un bárbaro llamado a ser conquistador de Valusia.


 

I - LOS LEGENDARIOS Y OSCUROS COMIENZOS.

Es muy poco lo que se conoce de los albores de la Historia, de los tiempos en que los hombres aún no eran hombres y las civilizaciones eran sólo un sueño en la mente de alguna bestia. Sin embargo, los cronistas nemedios han sabido leer entre las líneas de las leyendas para aclarar un poco los orígenes de la fabulosa era del rey Kull.

Cuando los continentes se elevaron temblando sobre el mar dominaban las tinieblas. Seres de un salvaje primitivismo comenzaron a deambular por la inhóspita superficie del mundo en el comienzo de los tiempos, y nada se sabe de los miles de años que tardaron en agruparse en clanes ni cuándo consiguieron elevar la primera y tosca muralla señal de civilización. Dijeron que fue Valka el primer constructor de una ciudad, y por ello fue considerado un Dios. Dijeron que Hark fue el primero en instaurar el poder y la organización de un pueblo, y por ello lo consideraron Fundador.

Bajo el hálito de estos dioses y hombres, las primeras razas poblaron el mundo. Una Raza Antigua llegó del Este, del Continente Sin Nombre, seres de piel lechosa y ojos fríos, de pelo dorado, fino y brillante, de los que anticipó su venida en gran Ka, el Pájaro de la Creación, que voló sobre el continente llamado “thurio” aquel día y que volverá a hacerlo el día del fin de los tiempos. Al poco, llegaron los menos altivos hombres-serpiente, horrendos seres capaces de adquirir apariencia humana para sufragar sus ansias de sangre, y se asentaron por toda la tierra cuando aún Atlantis y Lemuria eran sólo diminutas islas sin nombre.

Y aflorarían esos continentes atados a las profundidades del mar. Al oeste La Atlántida o Atlantis, que se pobló de hombres y mujeres de aspecto salvaje pero noble. Al noreste las islas lemurias, de vigorosas gentes. También en occidente, pero más lejos en el océano, emergieron las Islas de los Pictos, habitadas por individuos de aspecto bronceado descendientes directos de la Antigua Raza. Son estos hombres los que fundaron la Era Thuria.

Sí, y hubo otras razas apartadas. La del Sur, una civilización prehumana, la del sudeste, aquel Reino No Thurio colonizado por involuciones de la Antigua Raza, las de los desiertos y selvas, que no lograron avanzar en su evolución y se rindieron al salvajismo... En esa antigüedad arcana y neblinosa proliferaron los hombres-murciélago, los diablos voladores, los orcos, las mujeres-pájaro, demonios sin fin. Por fortuna todos desaparecerían tras cientos años de vivir apartados y sólo persistirían en la Era Thuria algunos hombres-lobo y, por supuesto, los hombres-serpiente.

Los nuevos habitantes, deseosos de nuevas tierras para sus hijos, batallaron contra los hombres-serpiente por el dominio del mundo. ¡Ah, qué guerra hubo, tan siniestra y oculta!. La humanidad prevaleció y se escudó de los ofidios con la invocación «Ka nama kaa lajerama», pero las serpientes volvían siempre a acechar a los hombres de la nueva Era Thuria bajo el culto bífido y horrendo del Dios Serpiente.

II - EL EFÍMERO ESPLENDOR DE LA ERA THURIA.

Formado el mundo, se sabe que el dominio lo ejercían los reinos de Kamelia, Valusia, Verulia, Grondar, Thule, Thurania y Commoria. Los Siete Imperios. Eran países escindidos internamente por las luchas y los desacuerdos de sus habitantes, pero unidos por una lengua semejante que daba fe de su origen común. Bajo su esplendor coexistían otros reinos también civilizados, pero de menor importancia y habitados por razas más antiguas, los de Farsún, Vinsala o Zarfhaana.

Valusia fue el más importante. Su modelo servía para los demás países dominantes: sedes de riqueza pero también de la inseguridad y la violencia propias de los estados que nosotros conocemos como medievales. En sus ciudades se amalgamaban barbarismo y civilización, y en sus aledaños se arracimaban los bandidos y los clanes de los fuera de la ley. Sobrevivían bajo el mando de los tiranos como Borna, en el pináculo de una pirámide social en la que los esclavos y la calaña sustentaban a los estamentos militares, sacerdotales y de la nobleza. Practicaban el comercio entre ellos (sedas y perfumes navegaban desde Vinsala a Valusia, siempre inseguros bajo el azote de los piratas lemurios), dispusieron de una rica agricultura y ganadería, perfeccionaron la metalurgia, estudiaban curiosos los aspectos de la astronomía, la filosofía y la poesía, y erigían ostentosas manifestaciones arquitectónicas de poder (recordemos que Kamula era una ciudad toda de mármol). Empero, también proliferaron allí las artes horrendas de la hechicería, dando cobijo a los magos y los adivinos y persiguiendo a los conspiradores de la casta de la serpiente o a los que trazaban portales entre ésta y otras dimensiones de naturaleza demoníaca.

Rindieron pleitesía a los benignos dioses Valka, Honan, Hotath, Hark, Vala y Xerxux, pero también eran practicados los cultos sangrientos al Dios-Escorpión, a la Sombra Tenebrosa, a Zog-Thuu (endriago con alma humana que se arrastraba en la oscura noche de Kamula), o al omnipresente Díos-Serpiente.

Algo más apartados y menos rutilantes eran los reinos bárbaros, el de los pictos secuestrados por su insularidad occidental, el de los atlantes, de un continente anejo al principal, también al oeste, y el de los lemurios –o lemures-, habitantes de una cadena de grandes islas del hemisferio oriental. Los atlantes compitieron siempre con los espléndidos reinos del continente como una civilización menor, nacida de los ímpetus arrolladores de la tribu Mar-Montaña con la que Kull se crió. Sustentaban su poder en la agricultura y la ganadería, comerciaban sus metales y piedras preciosas con Valusia y nutrían sus ejércitos con bárbaros de áspera anatomía. Inmolaban a sus semejantes ante la deidad del Tigre Sagrado y es seguro que practicaron otros cultos horrendos que las crónicas no nos han podido legar.

Más allá de las lindes que se atrevieron a cruzar los exploradores se hallaban tierras ignotas: la que estaba más al este de Grondar tras un desierto inhóspito, la muy misteriosa civilización del sur, de supuesta naturaleza prehumana, o la quimérica raza alojada en unas islas del oeste con la que los lemurios a veces contactaron.

Así era el mundo de Kull. Un mundo sin la diversidad de la Era Hyboria, más constreñido por el espacio y que acusaba mayores mixturas étnicas. De hecho los núcleos civilizados se nutrían de mercenarios extranjeros, consejeros de otras pieles, generales y estadistas de diferentes sangres…, y de reyes bárbaros. Kull fue uno de aquellos reyes, el rey de Valusia. Él marca la inflexión entre el esplendor y la decadencia de esta era, de la que sin duda fue consciente este monarca melancólico, en cuyos ojos acerados titilaba el arribo de un caótico destino a punto de cernirse sobre el mundo.

La decadencia en el seno de Valusia surgiría de aquel laconismo del monarca. No sólo era el Tigre de Atlantis rechazado por su origen bárbaro, sino que además se prodigó la inquina de su pueblo por querer destituir parte del culto tradicional e imponer su tótem, el Dios Tigre. Así mismo quiso reforzar los lazos de amistad entre el suyo y los pueblos bárbaros de los pictos y los atlantes, trató de eliminar las viejas leyes establecidas de antaño que segregaban a la sociedad en castas, repudió los sacrificios humanos y persiguió a la nobleza corrupta.

Por esta razón el gobierno valusio se vio acechado por conspiradores y, a la muerte de Kull, hubo virulentos conflictos entre Valusia y Commoria tras los que el debilitado imperio se sumió en luchas intestinas que el mítico rey Kalenius no consiguió unificar en un último intento previo a la disgregación del esplendor de los Siete Reinos. La brillante civilización que hubo languideció, carcomida por el avance de los ejércitos de Atlantis sobre la parte occidental del continente, al tiempo que los pictos se hacían fuertes en el sur.

Entonces un gran movimiento de tierras convulsionó el mundo. Volcanes y terremotos hirieron la tierra, zonas del continente thurio se anegaron o hundieron, las islas pictas se desplazaron y elevaron, Lemuria fue tragada por el mar, y también Atlantis. Pero no desaparecieron sus gentes. De los pictos sobrevivió una colonia que se estableció en la zona meridional del continente; los atlantes escaparon en balsas por miles; muchos lemurios huyeron hacia la costa oriental del continente, una zona que había quedado relativamente intacta.

Para su desgracia, estos pueblos no protagonizarían una recuperación feliz. Los lemurios fueron sometidos por la raza que habitaba en su nuevo hogar de adopción y permanecerían esclavos durante milenios. Los atlantes se vieron invadidos por hombres monos (dicen que descendientes de las gentes de Grondar, transformadas en su huida hacia el norte entre la desesperación y la locura), y tuvieron que sobrevivir como artesanos del metal para hacerles frente. Los pictos proliferaron con rapidez, pero padecieron los rigores de un inexorable embrutecimiento hasta alcanzar un estado similar al de los prehumanos del sur. De la civilización quedó un remanente, sin embargo, el del pueblo de nómadas agrupados llamados los zhemri, al sudeste, y el de otras gentes diseminadas por el centro del mundo... un mundo que durante un tiempo quedaría asimilado con el ascenso del poder de la cultura de Aquerón...

 
   

  VÍNCULOS

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SUMARIO

R. E. HOWARD

CÓMICS

CONAN

KULL

S. KANE

BÁRBAROS REH

OTROS HÉROES

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AUTORES

© 2004 Manuel Barrero, por el texto y el montaje, y Carlos Yáñez, por la selección de imágenes, para Tebeosfera, 040524    © 2004  Conan Properties International, LLC / Robert E. Howard Properties, LLC. El resto de los copyrights corresponden a los editores y autores de estos productos aquí mostrados, lo cual se hace con carácter exclusivamente informativo y / o promocional