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PIN-UP

Pin-Up [ libros 1 a 6 ]

Guión: Yann Le Peletier

Dibujos: Philippe Berthet

Color: Topaze

Edición: Norma editorial: Cimoc Extra Color, Barcelona, 1996 

ISBN: 84-7904-483-7 a 84-8431-283-6

Libros de cómic    |    30 × 22,5 cm.   |   encuadernación en rústica, con lomo, cosido   |    48 pp. c/u, b/n, cubiertas en color     |    PVP facial: 1975 pts.

Edición original: Dargaud: Pin-Up, Paris / Bruxelles, 1994-2003 

[ Portada de la edición española del libro cuarto, obra de Berthet / Topaze ]


COMENTARIO, por Eduardo Martínez-Pinna


Pin-Up plantea y resuelve argumentos de gran originalidad en la historia de los cómics, dota a la trama de una estructura narrativa superior, y se perfila como una de las obras más frescas, cuidadas y documentadas realizadas en formato franco belga. En las siguientes líneas se intentará demostrar este aserto.

A modo de introducción.

Pin-Up es un cómic con formato y de nacionalidad franco belga, estructurado en arcos argumentales complejos y publicado por el sello editorial Dargaud. Representa la obra de madurez del guionista Yann Le Peletier y del dibujante Philippe Berthet, autores no excesivamente conocidos en España. Al guionista Yann le vemos en los créditos de la primera entrega de la fascinante Sambre, con el pseudónimo de Balac, y dibujos del reconocido dibujante Yslaire, para desaparecer en posteriores volúmenes. Berthet, algo más conocido en España, tampoco se prodiga demasiado, figura en las cabeceras de la dura y violenta Camino a Selma, donde ilustra los guiones de Tome, y en el desmitificador y desasosegante “western” Perros de pradera, escrita por Foerster. Todas las obras citadas han sido publicadas en España por Glénat, Ediciones B y Norma respectivamente. Es un hecho evidente que, a pesar de la buena calidad de estas obras, en Pin-Up los autores despliegan un oficio notablemente superior.

Esta palpable superioridad se apunta en la capacidad que tienen los diferentes relatos de presentar dos niveles de lectura muy notorios. La primera aproximación narra las aventuras de Dottie Partington en algunos momentos de su vida, con una mezcla milimetrada de historias bélicas, melodramas pasionales con elegante contenido erótico, género negro, relatos de espías, e inclusive coqueteos con la política ficción. Un segundo nivel de lectura, toma cuerpo en la complicidad y los guiños que los autores colocan a lo largo de la trama, instando a los lectores no sólo a descifrarlos sino a profundizar en su conocimiento en la medida de lo posible. Estos guiños u homenajes irán orientados a descubrir la presencia de personajes reales, sucesos históricos, películas, cómics y otros objetos de culto presentes en la historia estadounidense durante las décadas de los cuarenta y los sesenta.

Primer nivel de lectura

La obra se estructura en tres líneas narrativas con argumentos complejos que nos cuentan las vicisitudes de su encantadora protagonista en tres momentos importantes de la reciente historia de EE UU. El primer hilo arco argumental tiene como escenario la guerra del Pacífico y la posterior posguerra, y engloba los álbumes titulados Remember Pearl Harbour (1994), Poison Ivy (1995) y Flying Dottie (1995). Están publicados en España por Norma Editorial, con los títulos Pin-Up 1, 2 y 3. La siguiente serie está integrada por las entregas tituladas Blackbird (1998), Colonel Abel (1999) y Gladis (2000). Rememora un suceso real de espionaje acontecido durante la Guerra Fría, entre los años 1960 y 1962. También tiene su correspondiente edición española en números correlativos. Finalmente hay un tercer arco argumental ambientado en Las Vegas, en una fecha todavía indeterminada entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, con, de momento, dos volúmenes. Las Vegas (2001) y Big Bunny (2002). Norma ha editado el primero de ellos con el número 7.

Lo primero que llama la atención en la obra es su compacidad estética, presumible en las magníficas y unitarias portadas que decoran la edición española. Las imágenes cargadas de sensualidad de la protagonista aportan una admirable tensión erótica cargada de fetichismo. Las cubiertas de la edición original no mantienen esa unidad estética tan elocuente, adoptando más bien una forma de splash page, o si se quiere de gran viñeta.

Los guiones de Yann Le Peletier son concisos, de diálogos ágiles, cargados de aforismos y sin textos de apoyo. Pese a las magníficas referencias literarias, el contacto de la obra con el lector es acentuadamente visual, por lo que gran parte de su narrativa se sustenta en una vertiginosa sucesión de pictogramas, desde panorámicas mudas con las que comienzan las escenas, hasta primeros planos que centran los mensajes o expresan sentimientos. Entre ambos extremos, se sitúan todo tipo de viñetas que limitan por planos una secuencia, y secuencias que acotan las escenas, empezando estas al iniciarse una página. La estructura narrativa se hace pues muy cinematográfica, siendo la escena, que ocupa varias páginas enteras, la unidad funcional y estructural del relato. Cada escena lleva una o varias secuencias que inciden en el momento dramático de la acción, sostenidas fundamentalmente por la sucesión de todo tipo de planos en los que la labor del dibujante Berthet brilla de modo admirable. Sobre Yann cae la responsabilidad de la concatenación de las escenas / secuencias, mientras Berthet sujeta con la figuración de los planos el aspecto plástico de la obra. Manteniendo este símil cinematográfico, se puede afirmar que la obra tiene un gran director artístico que decora interiores y elige exteriores con un marcado sentido ornamental. Y además tiene un director de escena muy pendiente de poblar el plató con la cantidad de personajes adecuada, sin faltar ni sobrar ninguno. Yann se nos muestra como un guionista muy preciso, y pendiente de todos los aspectos formales de la obra, incluidos lógicamente su cuidada estructura y su ritmo vertiginoso, que pese a ser de tendencia geométrica, y poco dado a la flexibilidad, es el más adecuado para que los lectores fijemos, y memoricemos, la abultada nómina de personajes, de referencias históricas y de variados escenarios, que incluyen tanto interiores como exteriores, urbanos y paisajísticos.

La maestría de Berthet es palmaria en la composición y variedad de las viñetas, o planos, por seguir con el símil cinematográfico. Se acoge como alumno aventajado a la escuela franco belga, de trazo simple, poco volumétrico y expresivo de la figura humana, y un detallismo, perspectiva y angulación milimétricos en los objetos y ambientes que respaldan el relato. Domina a la perfección cualquier encuadre, desde el primer plano al medio, pasando del americano a los planos generales, los picados y contrapicados, y hasta las grandes panorámicas. Su veneración por el detalle alcanza también a todo tipo de objetos y aparatos, muy de culto: aviones (B-29 y U-2), coches (el Porsche 356 Speedster que luce la protagonista en la séptima entrega), cigarrillos americanos (Camel y Marlboro), licores (Four Roses) o sopas Campbell. Las influencias de Edgar P. Jacobs, Montaje a la Jacobsdibujante de fondos no acreditado de Tintin y autor de la magnífica serie Blake et Mortimer, están presentes en toda la obra y son responsables de la detallada figuración estética que luce cada entrega. Todas las series recogen paisajes geográficos muy variados que incluyen ciudades de EE UU tales como Nueva York, Washington, o Las Vegas, el campo y sus carreteras, las junglas tropicales y las ciudades rusas como Moscú, que implica una constante documentación para hacer de estos escenarios lugares fácilmente identificables.

Pero si en los aspectos formales, tales como la figuración, el escenario la ambientación, e incluso el diálogo, resultan un prodigio de cuidado y buen gusto, la concepción, definición y desarrollo de los personajes sitúan al cómic en una elevada cota de eficacia. Una miscelánea de almas reales y ficticias se mueve por la obra con una enorme direccionalidad y multidimensionalidad. De esta manera, aparecen personas reales con biografías apócrifas, individuos reales posicionados en su tiempo y situación histórica, y personajes ficticios originales o no que se pasean juntando sus vidas y pasiones a lo largo del relato. Las referencias a épocas concretas están marcadas con precisión, por lo que la utilización de la historia como disciplina académica decora e interacciona con la historia en el sentido de relato, dando un gran continente a una obra que avanza sola. Los guiños a situaciones históricas se suceden a lo largo de la narración, manifestándose con total evidencia en las magníficas secuencias que muestran a soldados que marchan al frente despidiéndose de sus novias o esposas, los garitos de copas y chicas fáciles repletos de oficiales de la USAF, las fábricas de armamento que emplean obreras WOW, (“women on war”), los campos de prisioneros en Tailandia, la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, o la descripción rigurosa de un ambiente de posguerra, constituyen entre otras, las acertadas remembranzas históricas que despliega el primer arco argumental. La captación perfecta del sentido de la Guerra Fría, la captura del avión invisible “Blackbird”, el rodaje de un film de Howard Hughes, los espías, el FBI y la descripción de un local de baile para lesbianas, se hallan entre las incluidas en el segundo arco argumental. El tercero, todavía incompleto, traza las relaciones del clan Sinatra con la mafia, los casinos de Las Vegas y los comienzos de la mítica Playboy de Hugh Hefner.

Toda la obra gira en torno a la presunta biografía de la modelo Bettie Page, personaje real, y su alter ego, Dottie Partington. La primera trilogía, situada en la guerra y en la subsiguiente posguerra, sitúa a una jovencísima e ingenua Dottie, (acomodadora de un cine) en un vórtice pasional, al hacerla objeto del deseo más o menos morboso de tres hombres. Por un lado su novio Joe, combatiente en el Pacífico, y obsesionado por el personaje de papel Poison Ivy, con los rasgos y el tatuaje de su novia Dottie. Por otro lado, sufre la tórrida pasión del dibujante creador de Poison Ivy, Milton (Milton Caniff) más interesado en la posesión sexual de Dottie, que en cualquier otro fetichismo más o menos elaborado. Un tercer y enfermizo enamorado surge en la figura del obsesivo Earl, oficial de aviación y piloto de un bombardero, “Virgin Dottie”, llamado así por llevar la efigie o Pin-Up de nuestra protagonista. Earl terminará de volverse loco, cuando su avión sea derribado, y toda su tripulación muerta. Reaparecerá, ya desmovilizado, como un asesino en serie, que va acabando con todas las chicas que junto con Dottie trabajaron en el “Yo-Yo Club”, y que posaron como Pin-Ups para Milton, con el objeto de decorar los fuselajes de sus bombarderos.

Pero el mayor acierto narrativo del primer arco argumental estriba en la inclusión a modo de inserto de la strip Poison Ivy. El dibujante Milton, con la ayuda de sus contactos en el Pentágono, (genial creación del coronel Engrautel de propaganda) crea la figura de una especie de novia sexy de los soldados, llamada Poison Ivy, que refleja el deseo inherente de los combatientes de dejar la guerra, volver al hogar y practicar sexo en su propio país, y además sirve de ayuda para mantener la moral alta. Yann y Berthet rinden un irónico y desmitificador homenaje a una de las figuras máximas del cómic de todos los tiempos, Milton Caniff, creador, de entre otras grandes series, de la strip Miss Lace (originalmente Male Call), obra que se comenta más adelante. Las tiras se entienden en la obra como un objeto físico, retratado en todo su detallismo, razón por la cual se pueden leer y apreciar su forma, en lo relativo a textos, dibujos, entramados y firma. Además de ser un objeto físico, es también una parte de la historia, que se desarrolla en paralelo con el argumento principal, enmarcando la aparición de algún rostro histórico como el del emperador de Japón Hiro Hito, y dando pábulo a la obsesión de Joe por Poison Ivy. Esta obsesión también la comparte Talulah, esposa de Milton (evocador y mitómano nombre de la actriz Talulah Bankhead, estrella del escenario, cuyo gran momento cinematográfico se corresponde con el film Náufragos de 1943, obra de Alfred Hitchcock). Esta primera serie de tres álbumes se completa con los atinadísimos cameos de personajes reales, que ponen sus palmitos para redondear la perfección de la obra. John F. Kennedy, Joseph McArthur, Irving Klaw, y Weegee enmarcan la obra en unas coordenadas espacio temporales que navegan entre lo ficticio y lo real. También se comentarán estas apariciones en párrafos posteriores.

La segunda trilogía está ambientada en un caso real de la guerra fría, entre los años 1960 y 1962. Han pasado entre 18 y 20 desde que comenzó la primera serie. Dottie aparece más madura y a la vez mucho menos ingenua. Los acontecimientos acaecidos son fácilmente resumidos en destellantes y secos diálogos que trascurren ya avanzado el argumento. El relato principal, versa sobre la captura de un avión espía estadounidense en el espacio aéreo de la URSS. Un U-2 de nombre Blackbird, pilotado por el piloto Gary Powers, personaje real, casado en la ficción con una bellísima Dottie. La trama se va completando con el desmantelamiento de una célula de espionaje soviética en territorio yanqui, para finalizar con un canje de espías. Por un lado Gary Powers y por el otro el también real coronel Rudolph Abel. La segunda línea argumental, que confluirá finalmente con la primera historia, vuelve a ser un alarde de originalidad por lo que tiene de desmitificador. Está salpicada de abundantes complicidades con los lectores. Yann y Berthet nos relatan la obsesión morbosa que Poison Ivy despierta en el excéntrico magnate Howard Hughes, conocido como El Fantasma. Posiblemente los autores quieran presentarnos esta obsesión como un homenaje de sus amores fetichistas con la actriz Jane Russell, espectacular y macromamaria morena, objeto de deseo de buena parte de la población masculina de mediados del pasado siglo. El Fantasma quiere volver a dirigir cine, por lo que necesita a Dottie Powers para que protagonice el papel principal de su cinta, Poison Ivy (claro homenaje referido al film The Outlaw de 1943, empezado por el maestro Howard Hawks y terminado, y así consta en los créditos, por Howard Hughes). Para presionar a Dottie le propone utilizar su gigantesca influencia en la liberación de su marido, acusado de espionaje por la URSS. El Fantasma, además de su película, quiere los favores sexuales de Dottie, que finalmente consistirán en una lluvia dorada. En esta serie reaparece Milton, así como su celosa esposa Talulah, y la hija de ambos, también llamada Dottie. La presencia de secundarios vuelve a ser insuperable: un esbirro de Hughes, Chouinard, fascinado por la strip Poison Ivy; una asesina negra y lesbiana llamada Gladis, que cierra pistas en la célula de espionaje soviética liquidando (saludando) a los enlaces al envenenarlos con gas cianuro emitido por un falso paquete de Marlboro. Una oficial del KGB, tan bella como maquinadora, y un delator que termina de ligar la trama de espías con la protagonizada por la de Howard Hughes.

La ambientación de las escenas está tan conseguida como en el primer arco argumental en lo referido a bases americanas ultrasecretas, calles de Moscú, ejecución de delatores en ceremonias (casi ritos) oficiadas por el KGB, cárceles soviéticas y el rodaje de un film. Los personajes históricos vuelven a estar invitados, aparecen Gary Powers, Kennedy, Eisenhower y Nixon, una estatua de Trotsky1 y la inquietante figura de Lee Harvey Oswald, que responde al nombre de Likhoi, trascripción fonética cirílica de sus iniciales latinas. Probablemente el mejor de todos los cameos, sea la presencia del actor Robert Mitchum con su eterna cara de ulceroso gástrico, partenaire de Dottie en el film de Hughes, en el que interpreta al capitán de marines Lovehate (guiño al lector sobre el mejor film de “Mitch”, La noche del cazador, de 1955, dirigida por Charles Laughton, en el que el actor da vida a un predicador psicópata y asesino de viudas que lleva tatuadas en las falanges de los dedos las palabras “LOVE” y “HATE”, amor y odio).

Los autores se apoyan en avances mediáticos para la narración. Así por ejemplo, se muestra la caja catódica que da noticias del juicio de Powers, y en ella aparecen retratados personajes reales como Nixon, Eisenhower, Kennedy y algunos sucesos históricos. Sustituye al informativo cinematográfico del primer arco argumental. Otro soporte fabulosamente aprovechado es la pantalla de cine, en donde se proyecta la película de Poison Ivy basada en los cómics de Milton, que lógicamente a él no le gusta. La presencia del cómic Steve Canyon, obra de Milton (Caniff), aporta al conjunto otro distanciamiento desmitificador al plantear las historias de la strip los mismos hechos que la trama de los espías, incluido el canje. En un homenaje tan socarrón como canalla, la tan aludida relación de Milton Caniff con el Pentágono vuelve a aparecer en esta segunda serie, tan divertida, desmitificadora y culta como la primera, pese a haber perdido algo del factor sorpresa que emanaba la anterior trilogía.

Finalmente, el tercer arco argumental, con dos entregas publicadas (en España, la primera) vuelve a deleitarnos con más de lo mismo. Las Vegas y el casino “Flamingo”, el Porsche 356A Speedster (el mismo con el que se mató James Dean) Frank Sinatra, Sammy Davis Jr. Hugh Hefner y las playmates, decoran con sus apariciones la siempre original historia que proponen sus autores. Esta es un puro guiño. Heffner, editor de Playboy, quiere comprar un casino en Las Vegas que sea atendido por “conejitas”, algo que lógicamente se opone la Mafia. El segundo gran guiño lo supone el encuentro y conocimiento de Dottie con el editor de Playboy en la época en que trascurre la acción del relato (finales de los cincuenta o principios de los sesenta).

La época en que se ambienta este tercer arco argumental, todavía no aparece clara, apuntándose varias pistas. La primera es la aparición de Sinatra y su pandilla de amigos (Sammy Davis Jr. Peter Lawford, Angie Dickinson y Dean Martin) en Las Vegas en los años sesenta. Entre 1960 y 1963, el clan rodó cuatro películas. La segunda pista propone al lector un total ejercicio de fisonomía. Dottie reconoce en una playmate morena, la chica Playboy de julio del año anterior. Las modelos morenas del mes de julio de aquella época fueron: Jean Janni de 1957, con lo que la acción de la serie trascurriría en 1958, Teddi Smith de 1960, con lo que la acción trascurriría en 1961 –del todo imposible por ser ese el tempus de la segunda serie–, o Carrie Enright de 1963, sucediendo los hechos del relato en 1964. Pudiera ser que en un guiño retorcido Dottie se refiriese a la mismísima Bettie Page, chica Playboy en enero y junio de 1955. Falta mucha obra por salir al mercado, por lo que estas afirmaciones no van más allá de la mera especulación. Los autores, tanto en ésta como en las anteriores trilogías obvian citarnos el año de los acontecimientos narrados, quedando esta circunscripción temporal en manos de los lectores.

Concluimos tras esta exposición en calificar la obra como excepcional. Si posteriormente le añadimos la manipulación (manejo, más bien) de la historia y la exhibición cultural exhibida, alcanza sin dificultad el calificativo de obra maestra. Apreciémoslo con algo más de detalle y perspectiva en un segundo nivel de lectura.

1 En el sitio web de Pin Up se dice que la estatua es de Stalin. La coqueta perilla que luce la figura lo aproxima en parecido más a Trotsky.

[ leer la parte segunda de este estudio ]


 [ © 2003 Eduardo Martínez-Pinna, para Tebeosfera, 030716 ] [ Tebeosfera no está necesariamente de acuerdo con las opiniones y los juicios de quienes participan en esta sección ]