TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

COSAS DE TEBEOS / 5

Antonio Martín, historiador  

por ANTONIO MARTÍN  


UNDERGROUND A LA ESPAÑOLA. CAÍDA Y MUERTE DE EL VÍBORA

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Y en esto llegó... El Víbora

No es desdeñable tener en cuenta —y merece estudio— el hecho de que El Víbora comience a publicarse en 1979, cuando ya se ha promulgado la Constitución Española (diciembre de 1978) por lo que la Ley de Prensa de 1968, también llamada “ley Fraga”, deja de tener vigencia y con ella la censura previa. Ello supuso un decisivo ensanchamiento de los espacios de libertad, que evidentemente repercutía, al menos en teoría, en la posibilidad de escribir, dibujar y publicar todo sobre casi todos los temas.

La revista se prepara a lo largo de varios meses, en los que Berenguer contacta y es contactado por la crema de los autores underground españoles, busca cómics norteamericanos y holandeses, se trabaja en la maqueta, se hacen pruebas y acumulan materiales, se realizan bocetos de cubierta y al fin El Víbora acaba saliendo a los quioscos en diciembre de 1979, siendo presentada en sociedad al mes siguiente.

Inicialmente, según la historia menuda de la revista, se pretendió titularla Goma-3, en un juego de palabras que pretendería aludir a sus “contenidos explosivos” por analogía con el explosivo Goma-2, pero, y siempre según la misma historia, este título no fue aceptado por la autoridad competente pese a las libertades tan recientemente promulgadas. A saber al cabo de los años si se trata de historia o de mitología y no hubo tal prohibición... y más si tenemos en cuenta que en 1977 se publicó en Madrid la revista Goma-4, “revista de humor diestro, crítico y siniestro”, eminentemente facha.

Dejando de lado lo anecdótico, la aparición de la revista de cómics El Víbora demostró nuevamente —tras casi medio siglo de minusvalía e infantilización— que la historieta es un medio de comunicación tan válido como la literatura, el periodismo o el cine. Y significó por fin la normalidad editorial al hacer posible definitivamente retomar el cómic como un medio dirigido a un público lector sin etiquetas. También El Víbora hizo algo igualmente importante al canalizar el trabajo de tantos dibujantes como alojó en sus páginas, dibujantes que por fin pudieron profesionalizarse y encontrar en España un soporte válido para sus historietas.

El Víbora, editado por José María Berenguer —y no se puede olvidar o menospreciar que la revista fue posible, financiera y editorialmente, de la mano de José Toutain, empeñado en el intento de publicar revistas de cómics para todos los públicos y no sólo para niños y mozalbetes—, puso la guinda al pastel que significaban revistas como El Papus (1973), El Rrollo Enmascarado (1973), Por Favor (1974), Star (1974), Butifarra (1975), Troya (1977), el nuevo Mata Ratos (1977), Tótem (1977), 1984 (1978), Bésame Mucho (1980), Rambla (1982), y otras que, ya desde antes del inicio de la transición política española a la democracia y durante los más confusos momentos de ésta, habían demostrado con sus contenidos que el cómic no es ni se dirige a los niños de forma exclusiva y excluyente, tal y como las fuerzas vivas del régimen franquista habían impuesto apoyadas en curas, maestros y padres.

Sumado todo ello, El Víbora venía a coronar el ejercicio editorial de sus predecesoras llevándolo un poco más lejos al constituirse como la revista “oficial” española del cómic underground, desde una empresa creada expresamente para publicar este género con la voluntad de permanecer en el mercado, lejos de la edición diletante y a veces oportunista que otros habían practicado antes comercializando la “moda” de lo underground. Ahora por fin había una editorial —que tomó el nombre de La Cúpula por referencia de Berenguer a su propia casa, con forma de cúpula, construida por él mismo en La Floresta, Barcelona— que se planteaba editar, y editaría, con total normalidad las historietas de los autores españoles y de muchos de los autores clave del underground internacional, con un punto de acracia y una manifiesta posición antisistema, pero siempre desde la pretensión de lograr una publicación cuidada, regular, establecida y comercial, que todo ello quería ser y pronto fue El Víbora.

Poco a poco, desde los iniciales 24.000 ejemplares del primer número que Berenguer afirma que se imprimieron, la revista fue creciendo hasta llegar a alcanzar tiradas superiores a los 50.000, acercándose a los ochenta mil y a veces superándolos. Esto se logró gracias a un buen contacto con el público, que rápidamente se enrolló con sus personajes y contenidos: historietas cotidianas, exóticas y muchas veces inesperadas, pero siempre rompedoras, alternativas, muchas veces feístas y otras tantas veces desagradables para el gusto común establecido, que llenaron las páginas de una revista nueva, una revista con cara y ojos, que hacía bandera y pronto fue símbolo del movimiento alternativo, con la importancia de que se vendía a la luz pública, en todos los quioscos, con la misma normalidad que los diarios de información general, la prensa del corazón, los fascículos de todas clases y las revistas de tetas y culos.

El Víbora a caballo de dos siglos

Al valorar la importancia que El Víbora ha tenido en la historia del cómic español hay que destacar principalmente la normalidad civil que gracias a esta revista alcanzó en España el cómic adulto —o dirigido mayormente a lectores maduros—, siendo quizá esta su aportación más importante respecto al medio y a la industria editorial del cómic, pues contribuyó decisivamente a abrir definitivamente las puertas de un nuevo mercado que después aprovecharon otros editores.

Esta normalidad de uso del cómic como medio ya la había logrado anteriormente El Papus, especialmente con las historietas que llevaban guión de Ivá, pero allí se trataba de un cómic de batalla, eminentemente periodístico, realizado al borde de la actualidad y muchas veces siguiendo y sacando punta a las contradictorias noticias y sucesos que se acumulaban día tras día en aquella turbulenta transición política (repasar como ejemplo la serie de historietas titulada más tarde “España una, grande libre...”). En cambio, en El Víbora se trataba en muchos casos de historias largas, que exigían un guión complejo sobre el que construir la historia y desarrollar su narración, con personajes que había que tipificar, y que en ocasiones dieron lugar a historias sucesivas, recogidas posteriormente en álbumes, todo lo cual implicaba la necesidad de interesar al lector más allá del cómic autoconclusivo de una o dos páginas.

Ahora bien, estas historietas largas, publicadas en un “continuará” de varios meses en El Víbora, no podían lógicamente tratar de temas absolutamente inmediatos y cotidianos pero ello no impidió el que diversos autores narrasen desde las páginas de la revista historias que tocaban de cerca temas actuales: la vida canalla de los barrios marginales de las grandes ciudades, la lucha contra las centrales nucleares, la derechización de individuos y grupos en la España de los años 80, el avance progresivo de la “cultura de la droga”, el paulatino desencanto de la juventud ante la sociedad que emergía del postfranquismo, etc. Con un momento culminante tras el golpe de Estado del 23 F, cuando El Víbora publicó un número especial dedicado a “El Golpe”, atreviéndose a lo que en aquellos momentos de “acojono” ningún medio de comunicación español se atrevía y yendo más lejos que todos ellos en la sátira y ridiculización de los golpistas, utilizando el humor como arma eficaz contra la involución.

Así, mientras a su alrededor cambia el panorama del cómic español y más particularmente el de la industria que lo produce, con la progresiva decadencia, caída y desaparición de las editoriales de toda la vida (Bruguera, Valenciana, Maga, etc.) y la aparición de nuevas editoriales que se dedican al cómic de forma casual o complementaria (Norma, Zinco, Forum, etc.), La Cúpula se afianza año tras año en el difícil mercado del “cómic para adultos”, que pronto comenzará a oscilar y tambalearse.

Tras el éxito de El Víbora, Berenguer edita álbumes que recogen las historietas ya publicadas en la revista, edita libros dedicados a clásicos del cómic underground norteamericano, investiga la posibilidad de renovar viejas ideas y formatos (como la Colección Onliyú), pone en marcha nuevas colecciones periódicas con material inédito (por ejemplo Historias Completas de El Víbora), intenta duplicar el éxito de la revista creando otra con el título Makoki, contacta con Europa... Además, Berenguer y La Cúpula exploran por primera vez desde una perspectiva moderna y adulta el universo del manga, antes de que se produzca el pretendido primer boom del manga con Dragon Ball.

Siguiendo la dinámica lógica de una editorial en marcha, abierta y viva, a lo largo de los años Berenguer reajusta constantemente los contenidos de sus publicaciones, renegocia condiciones con los autores, capta lo que cree mejor del cómic internacional underground y alternativo, publica nuevos autores e historias, revisa incluso los planteamientos editoriales de tipo global —el lo describe discretamente diciendo «Hemos pasado por sucesivas renovaciones para no anquilosarnos...»—. Desgraciadamente se trata sólo de retoques para «adecuarnos a los tiempos», no de una cirugía drástica llevada a cabo en profundidad y con la suficiente decisión y frialdad, cuando es un hecho comprobado históricamente que todas las publicaciones envejecen. Así, finalmente, en los años 90, y según se van cerrando caminos, fallando las diversas expectativas, cambiando el mercado y perdiendo muchas de las iniciales ilusiones y empuje editorial, La Cúpula, que ha acabado por comprobar cómo El Víbora pierde ventas lenta pero constantemente, recala en la publicación de una mala imitación —con buenos materiales— del modelo editorial del comic book y sobre todo en el cómic porno con la revista Comix Kiss Comix.

Esta breve síntesis, incompleta y reduccionista, de la actividad editorial de La Cúpula como empresa cultural de la industria del cómic español demuestra que resumir aquí la historia de sus veinticinco años de vida es imposible y además inútil. A su vez, hacer la historia de la revista El Víbora exige un vaciado pormenorizado de sus contenidos y a partir del mismo estudiar la vida de la revista, algo tan complejo que requiere una monografía apoyada en una documentación minuciosa, trabajo que no se pretende aquí y que brindo a los futuros historiadores de este segmento de la historia del cómic en España.

Conviene destacar, sin embargo, que la vida de El Víbora ha sido provechosa y larga, mucho más larga de lo habitual si tenemos en cuenta que ha logrado permanecer hasta el día de hoy mientras a su alrededor se producía el hundimiento generalizado del mercado de las revistas de cómics, tanto en España como en Francia, Italia y otros países y se imponían otros modelos y soportes editoriales. Hay que señalar también el papel fundamental que El Víbora ha desempeñado en la valoración del cómic como bien cultural —da igual que lo queramos underground, alternativo o contracultural, pues en todo caso y bajo cualquiera de estas formulaciones el cómic es parte integrante de nuestra cultura—, siendo este logro de la revista de la máxima importancia; más aún teniendo en cuenta que la estima social del cómic no ha crecido en España proporcionalmente a los muchos años transcurridos desde 1968, cuando en nuestro país se inicia el movimiento de renovación del cómic que se concretaría en los años setenta y siguientes.

El Víbora, una muerte anunciada

El anuncio de la muerte de El Víbora implica, antes que otra cosa y más allá del lamento por una publicación y unos autores, el cierre definitivo de una importante etapa de la historia de la edición española. Eso sí, se trata de una muerte lógica, que es preciso valorar desde el conocimiento de que todas las publicaciones, ya sean periódicos diarios o revistas y de cualquier tipo de contenido y de público, tienen un tiempo de vida limitado. Una publicación está viva mientras la relación con los lectores es activa y productiva, después entra en una fase de decadencia y acaba por agonizar, proceso que puede ser más o menos largo según los planteamientos industriales y el contexto social en el que la revista se mueve.

En el campo editorial del cómic tenemos ejemplos abundantes de esta caducidad, más o menos dilatada, de la prensa de historietas. Un caso especialmente significativo es el de TBO, con una larga vida prolongada en una larguísima y progresiva decadencia, una agonía paralizante y una muerte rotunda, pues los varios intentos de resucitar esta revista de historietas han sido vanos y el resultado, en manos de Ediciones B, ha sido un zombi maquillado de colorines. Otro caso singular es el de El Papus, que resistió numerosos ataques frontales del sistema (multas, juicios, suspensiones) pero no pudo resistir los efectos secundarios de la agresión con bomba de los ultras fascistas, que acabó por provocar la huída de muchos dibujantes y después la retirada del capital que financiaba la revista. Ejemplos más cotidianos de revistas muertas por consunción, habituales y lógicos en la historia de los tebeos, son la desaparición de las revistas Chicos, Chispa, Florita, Nicolás, DDT, etc. en los años cincuenta y sesenta, y más cercanos la de 1984 / Zona 84, Rambla, Cairo, Tótem, Bésame Mucho, Comix Internacional, Cimoc o Viñetas, todas desaparecidas por muerte natural, al producirse un desajuste entre la evolución de los intereses de los lectores y la evolución mucho más lenta de los contenidos de estas revistas. Lo cual —como en el actual caso de El Víbora— se traduce en el agotamiento de los modelos editoriales, la pérdida paulatina y constante del interés del público lector y el cierre en cada caso de una etapa editorial.

En estos momentos el fin de etapa histórico se produce por múltiples razones, desde el cambio social producido en los últimos quince años a nivel mundial, y muy especialmente en nuestro país; la integración de los medios en el mercado del entertainment como resultado de la globalización (allí donde lo meramente recreativo adquiere desde la economía connotaciones ideológicas al servicio de un sistema supranacional); el avance de los medios digitales, gracias muy especialmente a la popularización de los ordenadores personales y de internet; la constante baja de tiradas de la industria española del cómic durante las dos últimas décadas; la evolución de los centros de interés de los lectores y la imposición de nuevos modelos editoriales; y quizá lo más grave: el despiste, desinterés o desconocimiento —a elegir— de los editores españoles en general respecto de su función como dinamizadores del medio historieta y su falta de capacidad para afrontar el cambio que han traído los nuevos tiempos.

Todo sumado se traduce en el agotamiento de muchas líneas editoriales y ha llevado en este caso concreto, tras una larga decadencia comercial, a la muerte de El Víbora, única revista superviviente del llamado “boom del cómic para adultos”. No se trata de un problema de calidad, no es eso, y no cabe duda alguna de la calidad global de la revista, que antes y ahora se ha demostrado en el interés de sus gestores por captar grandes autores y grandes obras y no solo del cómic underground y alternativo sino también, ahora, del cómic en general. El problema es de agotamiento vital y editorial, que en un proceso de varios años ha llevado a la decadencia de El Víbora mientras a su alrededor desaparecía el típico modelo editorial de la revista de cómics y se enseñoreaban del mercado español primero mil y un títulos de comic books de superhéroes y después centenares de manga japoneses.

Es así, como empresas globales no interesadas prioritariamente por la edición de tebeos, por ejemplo Planeta-DeAgostini, se apropiaron de una parte importante de la ya escasa tarta de ventas de cómics, mientras que editoriales con mayor especialización y calidad, como Norma y Glénat, acababan por apearse de sus pretensiones para diversificar sus actividades y confiar su subsistencia a la publicación de manga (manteniendo un pequeño baluarte de prestigio en la edición de álbumes europeos y españoles). La parte más dinámica y con mayores aportaciones de interés y/o calidad del mercado queda en manos de nuevas editoriales como Sinsentido, De Ponent, Astiberri, Devir, y en cierta medida hasta Dolmen... Paralelamente, la parte más ínfima de la dicha tarta del mercado corresponde a minúsculas células editoriales con contados recursos materiales, que han supuesto la avanzadilla más experimental del cómic español desde la revista Madriz hasta la década de 1990 y después hasta hoy mismo, largo período para el que cabe citar como ejemplos a Arrebato, La General, Sombras Ediciones, Camaleón, Dude, In Revés, Under Cómic y también algunos importantes prozines dedicados a la publicación de historietas.

Hoy no parece existir espacio inmediato mas que para los grandes grupos de comunicación siempre dispuestos a exprimir el mercado hasta el último euro o bien para esos pequeños, si no minúsculos, editores que casi suponen la única alternativa real para el cómic español. En este marco convulso y confuso la editorial La Cúpula, matriz de El Víbora, lleva años agarrándose a la escalera intentando que la revista no se caiga, mientras sus ventas han descendido imparable e implacablemente, con tiradas máximas de 20.000 ejemplares para los últimos años y unas ventas escasas de 5.000 y menos ejemplares.

Finalmente, el “resistencialismo” de José María Berenguer, padre de El Víbora, quedaba derrotado en febrero de 2004 cuando desde la editorial se emitía el comunicado oficial “El fin de El Víboray la revista entraba en agonía... una agonía anunciada de tres meses. Tiempo que imagino de espera desesperanzada por parte de Berenguer, queriendo creer que aún son posibles los milagros. Es en estos momentos de duelo cuando los editores, resistiéndose lógicamente a aceptar los hechos, suelen pensar en soluciones que creen milagreras y que casi siempre son tópicamente las mismas.

Por ejemplo: aguantar, aumentando el precio de venta y los contenidos más tremendistas y la dosis de sexo; matar la revista y después resucitarla con algún cambio significativo; abaratar los costes editoriales suprimiendo algunos contenidos, y de paso las páginas de texto; lanzar una nueva revista que recoja la esencia de la difunta y reconquiste el favor de los lectores; publicar una nueva revista en coedición con otra empresa del mundo del cómic y/o vender la revista a un editor amigo al que las cosas le van bien, esperando sepa darle un toque “moderno” que la relance; etc., todo soluciones falsas como ya se ha demostrado suficientemente con las muchas veces que otras editoriales han recurrido a ellas para finalmente cerrar peor.

Esperemos que en este caso no ocurra nada de esto y que José María Berenguer, que ha demostrado su inteligencia y buen oficio a lo largo de tantos años, acepte la muerte de El Víbora una vez se hayan cumplido los tres números de prórroga y ponga su inteligencia, esfuerzo y dinero en la creación de nuevos soportes y obras. Se acabó la fábula y ya que no hay milagros que quede, al menos, a salvo la dignidad. Cuentan que el emperador Augusto sintiéndose morir dijo: «Aplaudid, la comedia ha terminado». Sea así.

Ahora, sólo queda declarar a El Víbora patrimonio cultural (hace días lo pedía un lector internauta en una web, en marzo de 2004) pues lo merece y es de justicia, basta con valorar los 25 años de El Víbora y ver cómo forman un inigualable espacio de libertad en la historia del cómic español, una alternativa total a la historieta predemocrática, un hito en la cultura española. Así sea


VÍNCULOS:

Cosas de Tebeos, 1: "Sabatés, ¿una víctima más de la industria de la historieta española?", en Tebeosfera 011222

Cosas de Tebeos, 2: "El CENTRO DE DOCUMENTACIÓN DE LA HISTORIETA", en Tebeosfera 020123

In Memoriam: "Pasqual Giner y otros desconocidos de la industria española del cómic...", en Tebeosfera 020222

Cosas de Tebeos, 3: "Sobre los cómics de superhéroes y otras cuestiones", en Tebeosfera 020430

Cosas de Tebeos, 4: "Notas para un esquema del panorama histórico de la historieta de terror española", en Tebeosfera 020628

Artículo: "La industria de los tebeos, España 1977-2000", en Tebeosfera 020831

Artículo: "Notas sobre Celso Piñol, editor en funciones" (de Historia de una editorial de cómics / Forum, 1982-2000), en Tebeosfera 030430

In Memoriam: "Josep Maria Madorell", en Tebeosfera 040306

Cosas de Tebeos, 5: "Underground a la española. Caída y muerte de El Víbora", en Tebeosfera 040306


[ © 2004 Antonio Martín, para Tebeosfera 040306. Martín es miembro del GELPI / Grupo de Estudio de las Literaturas Populares y de la Imagen ]