TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

MUVOVUM / 4

 

por JAUME SALVÀ i LARA  


LOS CABECICUBOS ¿TRANSCENDENCIA O PURO ENTRETENIMIENTO?.


Repasando la serie

El cómic español tiene algunos artistas de lujo, que se han pasado décadas dedicados a su trabajo, muchas veces con amargo sabor por lo que respecta a los derechos de autor. Entre los más veteranos en activo están Francisco Ibáñez y Juan López, más conocido como Jan. En esta ocasión será del último de quién comentaremos una de sus obras más emblemáticas, realizada en la ya lejana década de los años ochenta: Los cabecicubos. Pero antes sería interesante repasar fugazmente el camino seguido por Superlópez a lo largo de más de cuarenta álbumes.

Entre los años 1973 y 1975 se encuadra la prehistoria de Superlópez. Durante un corto periodo de tiempo en una publicación de la editorial Euredit aparecieron unos chistes de Jan de cuatro viñetas en blanco y negro y sin texto protagonizadas por un hombrecillo de nariz desproporcionada que vestía como Supermán. Poco después, ya en Bruguera y con guiones ajenos, esas historietas pasaron a una extensión de una página. Pero el Superlópez que conocemos tendrá que esperar hasta 1979, cuando en las entrañas de la editorial barcelonesa un relevo generacional en cargos de poder permitió replantear el personaje o, mejor dicho, crearlo tal y como lo conocemos.

Para las primeras historias Jan confió los textos a un experto en cómics de superhéroes, Francisco "Efepé" Pérez Navarro. El tándem Efepé / Jan dió muy buenos resultados, concretados en tres álbumes históricos, tejidos con un sentido del humor muy acertado, que aún hoy en día hacen las delicias de sus lectores. El primer álbum englobaba algunas historias cortas en las que Superlópez se hacía cargo de la seguridad del planeta peleando contra facinerosos de diverso tipo. En los dos álbumes siguientes Superlópez forma un supergrupo con parodias de personajes de DC y de Marvel, creando algunas situaciones hilarantes.

En 1980 Superlópez comienza una nueva etapa, en solitario él y Jan, puesto que a partir de este momento y hasta ahora se encargará también de los guiones. Con Los alienígenas las aventuras de Superlópez dejan de ser una simple parodia de los superhéroes para convertirse en historias no tan de género, pero eso sí, sin abandonar las características que unen al personaje con su parodiado: doble personalidad y superpoderes. Es en esta etapa cuando Jan hace los álbumes más interesantes: El señor de los chupetes, La semana más larga, Los cabecicubos y La caja de Pandora. En ellos Jan consigue un equilibro entre un dibujo humorístico pero personal y unos guiones muy entretenidos. Para mí, después de La caja de Pandora, el interés de la serie decae progresivamente y el dibujo se va volviendo más apresurado e indefinido, llegando en algunas ocasiones a causar cierto mareo.

En el año 1986 Bruguera cierra y un año después Ediciones B se hace con los derechos de su fondo. Jan se reestrena con la aparición de La gran superproducción, en la que empieza una de las características de los siguientes álbumes: la fidelidad a los escenarios reales donde tiene lugar la acción, que pronto se convertirá en una especie de catálogo turístico. Esa preocupación excesiva por el detalle fidedigno restará protagonismo a las historias. También empezará a tocar temas de actualidad, como el fútbol, internet, el botellón, etc., intentando así actualizar un personaje, haciéndolo temporal y, por lo tanto, débil ante el paso del tiempo. Aún así, la serie mantiene un nivel de calidad irregular pero elevado que la hacen merecerse un hueco en la historia del medio.

Los cabecicubos

De todas las historias que ha protagonizado Superlópez destacamos Los cabecicubos. Se trata de una historieta excepcional en toda la obra de Jan ya que va más allá de la habitual ironía y crítica a la rutina, el estrés, los problemas de tráfico y el humo, auténticas obsesiones del autor. Con Los cabecicubos Jan coge uno de los episodios más destacables de nuestra historia reciente: la transición democrática que, oficialmente, se hace terminar en 1982, el año en que salió el álbum, para hacer con guión propio una historieta inolvidable con dos lecturas: la de puro entretenimiento y la de reflexión política.

Toda obra creativa se tiene que valorar también como fruto de una época concreta. Y en ese sentido el tebeo que nos ocupa fue –y es aún– una obra atrevida, de las que en esta época de pensamiento único dirían que es políticamente molesta, en la que el autor no esconde su visión escéptica de un proceso sobrevalorado que no rompió con el régimen anterior sino que se preocupó, antes que nada, de asegurar la integridad física y económica de las clases dominantes del tardofranquismo y, además, de dotarlos de un aire de heroicidad casi épica.

El móvil de la historieta es la creación de un huevo cúbico que presenta muchísimas más ventajas que el huevo original. Los productos químicos utilizados en el proceso de modificación se su forma hacen que la gente vaya sufriendo una deformación craneal acompañada de una creciente mentalidad autoritaria. Cuando estas personas de cabeza cúbica son minoria, la gente "normal" se ríe de su diferencia y los marginan pero, muy pronto, la epidemia se extiende y los cabecicubos pasan de perseguidos a perseguidores, liderados por un antiguo empresario (el jefe de López) reciclado a caudillo sin una ideología concreta. Se envuelven de parafernalia filofascista y adoptan como escudo una gallina (clara referencia al águila franquista). A partir de aquí la historieta corre de forma paralela a la historia de España: el régimen dictatorial controla totalmente el pensamiento (representado por la forma del cráneo) y no tolera la diferencia. La resistencia se forma, como no, en las alcantarillas y es absolutamente incapaz de derribar al Régimen, que solo se zarandea cuando empieza a haber miembros que, contra su voluntad, ven disipar los efectos químicos y el cráneo se les vuelve a su forma original. Cuando las "deserciones" son escasas los afectados son procesados por traidores, pero pronto éstas son masivas y el líder se da por vencido y deja que los acontecimientos sigan su curso. Gana el aperturismo frente al inmovilismo.

Una gran diferencia hay entre la forma que empiezan y terminan las dos dictaduras: mientras que la ficticia empieza con el triunfo electoral del PA.CU. (Partido Cuadrado) y termina con una guerra que pierde y que lleva a la transición, la dictadura real empieza con la guerra civil y termina con unas elecciones democráticas, pero sin que en ninguno de los dos casos exista un solo proceso judicial sino todo lo contrario, amnistía general (que en el fondo afecta más positivamente a los autoritarios reciclados) y reinserción total, como si no hubiesen tenido un pasado reciente del cual pedirles responsabilidades. El sarcasmo de Los cabecicubos llega a tal nivel que la historieta termina como empieza, con la creación artificial de un huevo completamente esférico que sólo tiene una ventaja: no es cuadrado. Otra vez parece que las cosas vuelven a la normalidad... hasta que la gente pierde la memoria histórica, que es precisamente lo que hoy en día falta en nuestro país.


 [ © 2004 Jaume Salvà i Lara, para Tebeosfera 040306 ]