Jean-Christophe Chauzy comenzó a trabajar para la editorial Futuropolis en una serie policíaca resuelta en blanco y negro, Vengeance. De allí pasó a Casterman, ya en los años noventa, trabajando ahora en color pero sobre similares temáticas. Desarrolló nuevas obras sin interrupción sobre estos argumentos con autores como Thierry Jonquet y Marc Villard, entre ellas: Bayou Joey, Les Écorchés, Peines perdues, Sans Rancœur, Un monde merveilleux, Ode à l'X, Tutti Frutti, Novice y Clara.
Pero Jean-Christophe también se sentía atraído por lo fantástico y lo cultivó. No como tema sino como escenario en el cual situar a personajes frustrados o desequilibrados. En la primera década del siglo colaboró en lanzamientos como: L'Âge ingrat, La Vigie, Un monde, La Vie de ma mère, D.R.H., Rouge est ma couleur, Du papier faisons table rase, Petite nature, BD Blues, Duo o La Guitare de Bo Diddley, entre otras. También ha trabajado en el humor, para Fluid Glacial, junto a autores como Zep y Yan Lindingre.
Chauzy ha sido profesor de dibujo en una escuela pública de París, desde donde trabaja, muy a menudo al lado de su colega y compañera Anne Barrois. Con ella ha firmado algunas de las obras que ha publicado en esta última década, algunas de ellas de carácter satírico: Bonne Arrivée à Cotonou, Revanche, La Vie secrète de Marine Le Pen, À qui le tour?, Les Petits Polars, Le Reste du monde, SuperDupont y L'Été en pente douce.