CABALACOMICS
JOSE MARIA CONGET

Resumen / Abstract:
Reseña del libro 'Jewish Images in the Comics' de Fredrick Strömberg, realizada expresamente por José María Conget para el número 10 de TEBEOSFERA.
Notas: A la derecha, portada del libro reseñado: 'Jewish Images in the Comics' (Fantagraphics Books, 2012)

CABALACOMICS
Reseña de Jewish Images in the Comics de Fredrick Strömberg, por José María Conget

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Portada de The New Yorker de febrero de 1993, por Art Spiegelman .
En febrero de 1993, dos años después de los cruentos enfrentamientos entre judíos ortodoxos y afroamericanos en las calles del barrio Crown Heights de Brooklyn, The New Yorker decidió celebrar el día de San Valentín con una portada de Art Spiegelman en la que un jasídico tradicional, con sombrero negro y rizo colgando de la patilla incluidos, abraza y besa en los labios a una joven negra de vistoso maquillaje y camiseta amarilla a juego con sus pendientes. Era obvio que la intención era invitar a la reconciliación y a la armonía, pero algunos miembros de la comunidad jasídica interpretaron el dibujo como un atentado a su dignidad religiosa, tanto más ofensivo cuanto procedía de un artista judío de creciente fama gracias al Premio Pulitzer obtenido en 1992 por Maus. Vuelvo ahora a contemplar la portada de Spiegelman y en la improbabilidad de ese beso percibo un elemento provocativo, supongo que voluntario por parte del dibujante, y al mismo tiempo, y por eso mismo, reconozco que ha mantenido toda su eficacia de escándalo y, si se me permite, de comicidad. Que la ortodoxia de cualquier signo no es compatible con el sentido del humor parece fuera de duda, como asimismo que la reconocida tendencia judía a la autoparodia impone sus propios límites.

He recordado aquel polémico abrazo mientras leía el reciente volumen Jewish Images in the Comics, del sueco Fredrick Strömberg, que ya dedicó una obra similar a la representación de los negros en la historieta. Igual que a nadie se le ocurriría cuestionar que las grandes productoras del Hollywood clásico fueron creadas por magnates semitas de arrollador empuje empresarial, escasa cultura y un olfato poderoso para los negocios, nadie discute hoy la importancia capital de los judíos, tras décadas de silencio y ocultamiento, en la industria del cómic norteamericano. Basta recordar a los motores de la casa Marvel, Stan Lee y Jack Kirby (nacidos Stanley Martin Lieber y Jacob Kurtzberg); a Harvey Kurtzman, que lanzó la revista seminal MAD, y a Will Eisner, que experimentó con lo que hoy llamamos novela gráfica, por no remontarnos a los superhéroes pioneros de los años treinta, Superman y Batman, obra de guionistas y dibujantes judíos en ambos casos.

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 Arriba y abajo, los tres libros mencionados en el texto sobre los judíos en los cómics.
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El cineasta Jacobovici, que en su documental Hollywoodism (1998) examinó el frecuente y burdo camuflaje cristiano de los Cohn, Goldwyn, Warner, Laemmle (capaces de celebrar la primera comunión de sus hijos y financiar bodrios sobre el milagro de Lourdes y otras insensateces católicas), fue el primero, creo, que estableció un paralelismo con los parientes pobres de las viñetas e insinuó que la doble personalidad del kriptonita se originaba en el disimulado judaísmo de sus inventores, Siegel y Shuster. Danny Fingeroth ha desarrollado la misma idea —Disguised as Clark Kent: Jews, Comics and the Creation of the Superhero (2007)— recordando de paso las resonancias del mito hebreo del Golem en muchos de los justicieros de los comic-books y el hecho de que la película que más impresionó a Siegel de niño fue precisamente la versión que filmó Paul Wegener sobre el Golem de Praga. En fin, la reivindicación de los judíos como fuerza mayor de los cómics ha dado lugar en los últimos años a otros textos —destaco Jews and American Comics de Paul Buhle y el todavía más especializado de Arie Kaplan From Krakow to Krypton: Jews and Comic-books— de los que Strömberg ha extraído no menuda información. Pero el estudioso sueco no se ha ceñido en su muestrario iconográfico a los historietistas judíos, sino que presta atención además a las imágenes que de los judíos se ofrecen en cómics realizados por los goyim, desde las racistas de las aventuras de Tintin en sus primeras ediciones, antes de que la corrección política de Hergé las retocase, hasta la actual mirada pro-palestina de autores como Joe Sacco o el francés Maximilian Le Roy. El libro de Strömberg carece de discurso conceptual previo o conclusivo y nunca abandona la prudencia de la denotación. ¿Pero sería posible deducir de todo ese material algunos presupuestos teóricos sobre judaísmo y cómics?

Regreso al beso apasionado del jasidi y la afroamericana. Porque si algo se echa en falta en el repaso de tantas viñetas es una visión iconoclasta, sarcástica, por qué no blasfema, de la ortodoxia. Por supuesto, en las tiras de prensa de los antiguos periódicos en yiddish se caricaturizaron algunos tipos judíos, como el casamentero, o se hizo burla (suave) del matriarcado, y no se fue más lejos. Nunca en la serie Inside Woody Allen, que durante ocho años estuvo a cargo de Stuart Hample con el beneplácito del personaje real que la inspiraba, se pasó del chiste intelectual, muy lejos de alguna audacia del propio Allen en su cine, como cuando en Deconstructing Harry el personaje de Demi Moore, tras una crisis religiosa, se cubre la cabeza y reza el barajot (la bendición ritual de los alimentos) antes de practicar una felación a su marido. En los cómics se pueden denunciar las injusticias de la franja de Gaza, pero reírse de las infinitas normas que rigen la vida de los jasedíes (y de su exacerbado machismo patriarcal) no parece admisible.

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Portada de un recopilatorio de la tira de prensa Inside Woody Allen.

Lo que hace más llamativa una ausencia en los estudios sobre la representación de los judíos en los cómics: Vuillemin. ¿Qué hacemos con Vuillemin? Por si el lector lo ignora, Philippe Vuillemin es un dibujante humorístico francés, de la escuela feísta de Reiser, con predilección por lo escatológico y lo deforme. Sus versiones del Evangelio, por ejemplo, son tan brutales como hilarantes. En la revista Hara-Kiri publicó en los ochenta del siglo pasado, con Jean-Marie Gourio, la serie Hitler=SS que al aparecer en formato de álbum sufrió tres demandas judiciales y a la postre fue prohibida; igualmente se secuestró la edición española en la década siguiente, decisión en la que pesaron más los supuestos ataques a la religión judaica que las injurias a las víctimas del Holocausto. Y es que, en efecto, Hitler=SS, cuyos autores no son personalmente sospechosos de fascismo, es un monumento esperpéntico a la vulgaridad y el mal gusto construido a costa de las torturas y sufrimientos que padecieron los judíos en los campos de concentración nazis. www.camhub.cc Vuillemin ha declarado siempre su rechazo por el revisionismo derechista —la negación del Holocausto— pero, según él, nada es tan sagrado que no merezca un chiste. ¿Sería el Holocausto la última barrera del humor? (la reciente furia criminal de muchos árabes, como consecuencia de la caricatura de Mahoma en la revista Charlie Hebdo, sucesora, por cierto, de la desaparecida Hara-Kiri, demuestra que esa última barrera no la erigen hoy los mártires de la barbarie nazi: con el Islam hemos topado). De cualquier modo, ningún examen serio de las relaciones entre judíos y cómics estará completo si no se plantea el conflicto que suscita la historieta de Vuillemin entre las heridas de la historia y la libertad de expresión.

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 Portada de Hitler=SS, de Vullemin.
Para futuros escoliastas del cómic (puesto que éste ya ha penetrado en alguno de los senderos más humildes del jardín de Academos) la cuestión judía dará lugar a proyectos eruditos de toda laya. A lo largo de una andadura de cuarenta años, la serie Li’l Abner no alude al judaísmo una sola vez, ni siquiera de forma marginal, pese a ser judío su autor, Al Capp. ¿Habrá quien sepa olfatear los subrepticios rasgos judíos de la famosa tira? ¿O será suficiente encuadrar su sátira en la tradición del humor judeoamericano que va de los hermanos Marx a Larry David pasando por Lenny Bruce y Jerry Lewis? Chester Gould era judío, pero su Dick Tracy celebraba las Navidades año tras año: ¿procederá de las tensiones íntimas que la contradicción producía en Gould el sadismo con que se deleita en el castigo de los villanos? O cuestiones más trascendentales: ¿celebró sin traumas su bar mitzva Steve Canyon?, ¿estaba Batman circuncidado?
 

TEBEOENLACES
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Creación de la ficha (2012): José María Conget. Revisión de Alejandro Capelo y Félix López. Ediciión de Félix López. · Iimágenes obtenidas de diversas fuentes de internet.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JOSE MARIA CONGET (2012): "Cabalacomics", en Tebeosfera, segunda época , 10 (22-X-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 18/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/cabalacomics.html