DD2K O LOS PADRES ADOPTIVOS DE DYLAN DOG |
Es poco probable que a estas alturas sea necesario explicar quién o qué es Dylan Dog. Probablemente la manera más simple de explicarlo sea diciendo que se trata del personaje protagonista de los cómics que llevan su nombre, que a su vez constituyen uno de los más importantes fenómenos dentro del cómic popular del último cuarto de siglo. Porque precisamente hace bien poco que Dylan Dog acaba de cumplir el 25 aniversario de su creación. Un cuarto de siglo en el que se ha convertido en un referente ineludible del cómic mundial.
Tampoco es ningún secreto que Dylan Dog es una creación total y absolutamente condicionada por las características de su creador literario, Tiziano Sclavi. No es posible entender Dylan Dog sin tener en cuenta la personal idiosincrasia y el talento de su enigmático escritor. Y para mejor comprensión del fenómeno que acompaña al personaje lo mejor es acudir a la colección “El Dylan Dog de Tiziano Sclavi” de Aleta Ediciones, en la que se puede seguir la evolución de Sclavi y su creación desde el primer episodio de la serie.
Sin embargo, no sería justo a estas alturas el seguir “explicando” Dylan Dog en parámetros sclavianos porque, para bien o para mal, el creador del personaje ha terminado “abandonándolo” en manos de otros autores, que son los responsables directos de la evolución más reciente de los comics del investigador de pesadillas empadronado en el número 7 de Craven Road. Curiosamente, ese paulatino abandono de Sclavi se ha producido más o menos coincidiendo con el cambio de siglo (desde el año 2000 el creador del personaje solo ha escrito ocho episodios de la colección). Además, se da también la circunstancia de que más o menos en esa época fue retirándose de la escritura de la colección el hombre que había sido el encargado habitual de dar descanso a Sclavi, Claudio Chiaverotti, ocupado en la realización de la colección de su personaje Brendon.
Y precisamente este primer tomo del tercer volumen que Aleta Ediciones arranca ahora nos presenta tres historias escritas por los tres guionistas que han terminado convirtiéndose en los actuales padres adoptivos del personaje: Pasquale Ruju, Tito Faraci y Paola Barbato. Tres historias que además nos sirven para fijar los parámetros en los que se desenvuelven actualmente las aventuras del personaje; parámetros fijados por la definición que Sclavi realizó de su creación, pero también íntimamente relacionados, como es lógico, con las características como guionistas de los tres nombres recién mencionados.
Tito Faraci, responsable del guión de la historia que abre el volumen, es un escritor apegado a los géneros, ya sea la ciencia ficción (que ha cultivado en su creación más importante hasta el momento: Brad Baron), el negro o policial (ha llegado a escribir un volumen especial de aventuras “negras” del ratón Mickey) o el terror, en el caso que nos ocupa. Sus historias en Dylan Dog son las que se acercan más, probablemente, a lo que serían los cauces por los que se mueve en los últimos tiempos el género que podríamos denominar como “terror fantástico”.
Pasquale Ruju es, por su parte, un escritor un poco más dado a la acción y al humor; digamos que los episodios que él escribe son aquellos en los que Dylan Dog tiene que “hacer más gimnasia” para salir, más o menos, indemne de ellos. Su historia de este tomo, con una especie de versión femenina del protagonista incluida, es una buena muestra de ello.
Doble página de la historia "Competencia desleal", con la versión femenina del protagonista.
Paola Barbato, única mujer que ha escrito la colección, es la más atípica de los tres. Sus guiones suelen ser los que más se alejan de los parámetros habituales de las narraciones de lo que más arriba llamábamos terror fantástico. De hecho, se podría decir que su trabajo está muchas veces más cerca de lo onírico que del terror en su sentido más estricto.
Tres versiones de un mismo personaje y sus andanzas que, lejos de contradecirse o “rechinar”, consiguen darle una mayor diversidad y complejidad a una obra única y difícilmente repetible.
