DE ZAPATÓFONOS, CONTRASEÑAS IMPOSIBLES Y MICROFILMES. LAS PARODIAS SOBRE AGENTES SECRETOS EN ESPAÑA
JAVIER ALCÁZAR

DE ZAPATÓFONOS, CONTRASEÑAS 
IMPOSIBLES Y MICROFILMES 
LAS PARODIAS SOBRE AGENTES SECRETOS EN ESPAÑA

 
El estreno de Agente 007 contra el Dr. No en 1962 supuso el inicio del boom de los productos relacionados con los espías. Aunque ya en la primera mitad del siglo XX los agentes secretos protagonizaron libros, películas y cómics, en el contexto de la tensa situación política entre Estados Unidos y la Unión Soviética que se denominó “guerra fría”, fue la película de Terence Young basada en el personaje de Ian Fleming la que desató la fiebre por los “antihéroes” que, bajo el amparo de una institución (habitualmente) gubernamental, daban rienda suelta a las pulsiones del público: acción, glamour, tíos buenos y chicas guapas eran los ingredientes de estos “sofisticados” entretenimientos que situaban claramente a los malos (muy malos) de un lado y a los buenos (aunque no tan buenos) de otro. El propio James Bond tuvo continuidad en varias películas posteriores que afianzaron el éxito del personaje, así como multitud de imitadores que, con más o menos fortuna, procuraban apropiarse de los réditos de tan tremendo filón. Contemporáneos al primer Bond surgieron agentes secretos como Derek Flint o Charles Vine, que protagonizaron películas como Flint, agente secreto (Our Man Flint, Daniel Mann, 1966) o Licencia para matar (Licensed To Kill, Lindsay Shonteff, 1965), respectivamente. Las pantallas se llenaron de organizaciones secretas y cachivaches tecnológicos imposibles con protagonistas que luchaban por la libertad del mundo occidental, hasta llegar a nuestros días con las adaptaciones de los libros sobre Jason Bourne. La televisión no sólo acogió al género con agrado, incluso la primera serie claramente inscrita en él fue anterior a la primera película de Bond. Cita con la muerte (Danger Man, 1960), protagonizada por Patrick McGoohan, inició una década de intrigas televisivas que incluso tuvieron mayor difusión que sus parientes cinematográficas por la popularización de los receptores en los hogares de casi todo el mundo. Los vengadores (The Avengers, 1961), El agente de CIPOL (The Man From UNCLE, 1964), Misión Imposible (Mission: Impossible, 1966), El Santo (The Saint, 1963) o Yo soy espía (I, Spy, 1965) son algunas de las más recordadas.
 
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 Portada de uno de los tebeos de Super Agente 86. 
Como medio popular atento a los gustos de la mayoría, la historieta también se alimentó de las convenciones de este género para producir infinidad de páginas con las que satisfacer los gustos de un lector más “adulto”, que prestaba atención a temas más “serios” y de actualidad. Bond gozó de adaptación a las viñetas antes que al cine, y le siguieron muchos otros, ya fueran de sexo femenino, como Modesty Blaise, o inmersos en las tramas superheroicas de los universos que en esos años vivían su edad de plata, como el personaje Nick Fury, de Marvel, reconvertido para la ocasión. Citando sólo algunas series que se publicaron en España en la década de los sesenta, podemos encontrar Espía (Maga, 1962), Brigada secreta (Toray, 1962), Espionaje (Toray, 1965) o Agente secreto (Ferma, 1966), más las adaptaciones de personajes ya conocidos como Bond, Blaise, El Santo, OSS 117 o Eddie Constantine.
 
El género tampoco se escapó de la imitación paródica. Incluso dentro de las mismas adaptaciones de los libros de Bond (aunque fuera de la cronología “oficial”) surgió una película que adoptaba un tono de comedia para narrar las desventuras del agente británico, Casino Royale (Val Guest y otros, 1966). La sucesión de agentes secretos que intentaban alcanzar el estatus de gentleman mujeriego sin conseguirlo abundó durante años siguiendo la estela de los sucesivos estrenos de las películas de Bond, con las más recientes Johnny English (2003) o la saga de Austin Powers[i], pero el referente más conocido de parodia en el género es la serie de televisión Super Agente 86 (Get Smart, 1965-70). Las andanzas de Maxwell Smart en la organización CONTROL inspirarían a muchos autores de historieta a la hora de realizar sus ejercicios de burla al género. Aunque nos centraremos en la parodia del género de espías en historieta realizada y publicada en España, debemos mencionar otras obras famosas internacionales, como el personaje Steve Pops, creado para el mercado francobelga por Devos, o el Super Agente 327, de Martin Lodewijk, para el holandés, o Pepe Sánchez, de Robin Wood y Carlos Vogt, en Argentina. El propio Super Agente 86 contó con adaptación historietística en 1967, de la mano de Semic, en la que intervinieron autores españoles, pero se trató de material producido para agencia sin demasiado éxito ni continuidad en nuestro país. Tampoco haremos referencia a las numerosas historietas sueltas o títulos que tengan alguna relación lejana con la temática tratada, como la serie de Conti publicada en las revistas de Bruguera “El doctor No y su ayudante Sí”, con título inspirado en la primera película de Bond pero sin relación alguna con la misma, o los Mortadelo Especial dedicados al tema (números 12, 42 y 171, con los títulos “Top Secret”, “Espionaje” y “James Bond”, respectivamente), que contenían poco material original y bastantes traducciones de cómics foráneos, aunque mezclando el género de espías con el policíaco.
 
 
ANACLETO, AGENTE SECRETO
 
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  Arriba, Sean Connery aparece en la historieta de Anacleto "El secuestrador de sabios". Bajo estas líneas, Anacleto detiene a un monigote en "Misión: Guardaespaldas".
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La que fue primera parodia autóctona de las películas de espías es también la más recordada y admirada. Anacleto, agente secreto, apareció por primera vez en diciembre de 1964, en la revista Pulgarcito. Tras afianzar el éxito de creaciones como Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta o Angelito, Manuel Vázquez había disminuido su ritmo de producción, mostrando evidentes ausencias que eran solventadas por autores anónimos que intentaban imitar el estilo sin llegar a alcanzar la gracia de su autor original. La creación de personajes nuevos también disminuyó, y este Anacleto, que surgió en pleno fervor por el espionaje y contraespionaje, fue un experimento más, otro intento de aprovechar una corriente de aceptación popular de un género, y que felizmente tuvo más acogida de la esperada.
 
Manuel Vázquez (Madrid, 1930-Barcelona, 1995) fue uno de los mejores (y mayores) historietistas con los que contó Editorial Bruguera, colaborando en la misma desde su “refundación” a finales de la década de los cuarenta. Creador de infinidad de personajes, la mayoría intrascendentes y de corta vida, en muchas ocasiones se ha otorgado tanta importancia a la vida del autor, plena de anécdotas, como a su obra, gracias sobre todo a la autopublicidad que Vázquez se proporcionaba apareciendo en muchas de sus historietas e incluso otorgando una serie, Los cuentos de Tío Vázquez, a la narración de sus hazañas de moroso. Dejando aparte todos estos chascarrillos, lo cierto es que la obra de Vázquez (firmante desde muy pronto como "by Vázquez") evolucionó desde unas características similares a la del resto de la escuela Bruguera (con figuras insignes como Cifré, Peñarroya o Jorge) hasta un estilo propio, mucho más espontáneo, desenfadado, incluso despreocupado. Vázquez supo como nadie manejar la narración en viñetas y el movimiento con la mínima cantidad de trazos posible y en el menor tiempo necesario, sin que su trabajo perdiera calidad. La evolución de su estilo es apreciable en Anacleto, donde podemos ver cómo se pasa de una simple imitación de un modelo conocido a la formación de un personaje carismático con secundarios y escenarios reconocibles.
 

En la primera historieta del personaje observamos que Anacleto no se parece en nada al que posteriormente sería ampliamente difundido: es un agente secreto calvo, malencarado, aunque enfundado en un esmoquin característico de todos aquellos “buenos” imitadores de Bond. Su objetivo es cumplir una misión, el rescate de unos planos en manos del enemigo, que acabará en desastre por una confusión del protagonista. No se hace mención a ninguna organización en concreto, y Anacleto trabaja para un “jefe supremo” que permanece en la sombra pero al que se le adivinan ademanes de militar. Hasta cuatro meses después no se publicó la siguiente historieta de Anacleto, en la que el personaje adquiría pelo y un estilo algo más simpático, aunque igual de ineficaz que el ya conocido. Con estas características se mantuvo algunos años, en historias de una página de extensión, trabajando bajo las órdenes de un jefe militar, corpulento y que siempre se escondía entre las sombras[ii], y con misiones anodinas en las que frecuentemente se producía un gag final por la ineptitud del agente y su confusión al obtener resultados. Estas historietas no mostraban grandes hallazgos visuales, e incluso desmerecían con los imaginativos aportes que Vázquez había logrado en series como La familia Cebolleta o La Historia esa vista por Hollywood. Pero a finales de la década de los sesenta el estilo de Vázquez se fue simplificando, el personaje adquirió su aspecto definitivo y comenzaron a aparecer secundarios habituales: un jefe innominado que fue tomando cada vez mayor protagonismo (llegó un momento en el que la trama giraba sobre todo en torno a la interrelación de los dos personajes), una organización secreta de un país sin nombre que lucha contra otra organización terrorista, una lista imposible de otros agentes que raramente repiten papel y, destacando, la figura de un villano irrepetible: el propio Vázquez, que en varias historias ejerce de maligno enemigo de la humanidad.

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 Varios personajes de Vázquez han sido secuestrados, en la historieta "El raptor de personajes", por el propio Vázquez. 

Vázquez (el autor) reconocía en una entrevista que la mayor inspiración de Anacleto fue «uno de la tele, cómo se llamaba... [...] que era medio tonto», refiriéndose al Super Agente 86[iii]. Habituado a su personaje mediático, las declaraciones de Vázquez a veces pecaban de poco fiables, y en este caso su afirmación se demostraba imposible, ya que la serie de televisión se estrenó en Estados Unidos en 1965 y a España no llegó hasta 1968. Por tanto, la inspiración inicial de Anacleto fue James Bond (o, al mismo tiempo, todos sus imitadores), pero sí parece que en el desarrollo de la serie tuviera influencia el destartalado personaje de Maxwell Smart. Con la tercera entrega fílmica de la serie Bond, James Bond contra Goldfinger (Goldfinger, Guy Hamilton, 1964), se desarrollaba el aspecto tecnológico de la saga que rápidamente se impondría en la memoria colectiva como el detalle más perdurable de los agentes secretos: los micrófonos y cámaras ocultos, las armas disimuladas en cualquier objeto, los infinitos gadgets incorporados a los vehículos... Este uso y abuso de una tecnología imposible fuera del alcance de cualquier mortal resultó especialmente útil en las parodias, que exageraban este aspecto ya de por sí bastante inverosímil. El Super Agente 86, con su “zapatófono”, creó escuela, y Anacleto asumiría varias de las características del personaje de televisión en su evolución (los artilugios mencionados, la relación exasperante con el jefe, la aparición de una organización enemiga). Tras un fracasado intento de “afrancesamiento del personaje” en 1969, cuando desde la dirección se conminó a los principales dibujantes de Bruguera a que imitaran el estilo de los autores franceses y belgas[iv], resultando historias como “Conspiración blanca”, “El caso del mono colorado” o “El sobre lacrado”, la serie alcanzó su mayor esplendor y al mismo tiempo comenzó su decadencia. La mayoría de las historias ampliaron su número de páginas, desde cuatro hasta ocho por aventura, lo que permitía un mayor desarrollo argumental, aunque lo que predominó en esta época fue un surrealismo que mostraba la imaginación desbordante de su autor. Ejemplos de los aciertos de un Vázquez lúcido como nunca hay varios, pero podemos destacar el uso de la viñeta en la historieta publicada en el extra de primavera de DDT de 1971, donde Anacleto enrolla la viñeta para poder hablar con su jefe sin que ni siquiera el lector sepa dónde está el teléfono secreto, o aquella en la que Anacleto consigue atrapar a un sospechoso ¡que es un garabato!, porque así lo ha representado en un papel la persona que lo había identificado (Mortadelo extra de carnaval, 1971), o la ruptura de la “cuarta pared” cuando Anacleto se dirige al lector en la historieta publicada en Mortadelo nº 22... Pero uno de los casos más brillantes de uso de la historieta como medio se da en la aventura del extra de primavera de Din Dan de 1971: Anacleto cae al vacío desde sesenta metros de altura y vemos cómo en las siguientes viñetas la distancia hasta el suelo va disminuyendo hasta que queda sólo medio metro, y entonces ¡salta sólo ese medio metro sin hacerse un rasguño!

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  Anacleto se libra de una caída fatal con un subterfugio inesperado. De la historieta "El sosias". 

Anacleto, agente secreto, se publicó en numerosas cabeceras de Bruguera: comenzó en Pulgarcito, de ahí pasó a DDT y después a Din Dan, Gran Pulgarcito, Mortadelo y Super Pulgarcito, con posteriores y reiterativas reediciones del material en numerosas cabeceras, algunas de ellas, ya a finales de los setenta y principios de los ochenta, repletas de recortes y recuperaciones. Se recopilaron sus historietas en diferentes colecciones de álbumes, como Alegres Historietas y Olé! Tras la desaparición de Bruguera, Anacleto también tuvo cierto papel en las publicaciones de Ediciones B, heredera del material de Bruguera, con algún que otro álbum recopilatorio, pero hasta épocas recientes era imposible encontrar historietas del personaje que no fuera de segunda mano. Afortunadamente, en los últimos años han surgido dos recopilatorios (diferentes en sus contenidos) de material del famoso agente secreto, Super Humor Clásicos nº 9 (Ediciones B, 2009) y un volumen dentro de la colección Clásicos del Humor (RBA, 2009), con tres distribuciones hasta la fecha.
 
Como personaje de éxito en la editorial, pronto se hizo necesaria su presencia en muchas cabeceras. La necesidad de una ingente producción, junto con las ya “míticas” ausencias de su autor, hizo que la mayoría de historietas de Anacleto fueran apócrifas y, despojadas del ingenio de su creador, de escaso interés[v].
 
 
AGENTE 0077
 
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Página de Tio Vivo, 271. 
La segunda mitad de la década de los sesenta fue fértil en imitaciones y parodias del mito Bond. En la misma editorial Bruguera, que ya contaba con Anacleto, se creó a otro personaje que remitía ya sin dudas al agente británico. 0077, creado por Torá para la revista Tio Vivo en 1966, disfrutó de escaso éxito y duración.
 
Francesc Torá (Barcelona, 1937) comenzó como humorista gráfico en La Prensa, pero pronto pasó a trabajar en Editorial Bruguera en numerosas series de creación propia y escaso recuerdo. Su labor más reconocida, por decirlo de algún modo, fue la de continuador de series creadas por otros (Doña Urraca, de Jorge; Doña Blasa, portera de su casa, de Escobar; Feliciano y La abuelita Paz, de Vázquez), muchas de las veces sin acreditar, por lo que formó parte de la ingente cantidad de “negros” que trabajaron en la sombra en Bruguera durante muchos años, con la excepción de las series que creó para las nuevas publicaciones que surgieron a finales de los sesenta en la competencia (Gaceta Junior, Strong, Trinca).
 

Al contrario que Anacleto, recurso fácil que rimaba con “agente secreto”, 0077 permaneció innominado en todo momento, al igual que su jefe y la organización (secreta) a la que pertenecía[vi]. Embutido en un esmoquin, al igual que Anacleto, aunque rubio y de aspecto más bobalicón, sus diferentes historietas consistían en el cumplimiento de una misión que no llegaba a resolver, con el consiguiente mosqueo de sus superiores. De un humor menos ácido y simple, la serie, desarrollada entre los años 1966 y 1967, mostró escasa acogida y nunca fue reeditada ni recuperada.

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 Dos páginas de

 Tio Vivo, 303.

 

SIETE-SIETE-CERO A LA IZQUIERDA

 
Editorial Valenciana, una de las mayores competidoras de Bruguera durante la posguerra (la otra fue Buigas, editora de TBO), practicaba un humor más blanco e infantil, con menor tendencia al costumbrismo y al reflejo de la sociedad. Sus revistas señeras, Pumby y Jaimito, mostraban personajes que habitaban mundos de fantasía poblados de animales antropomórficos o vivían aventuras sin apenas referencias al mundo real. En 1967 apareció en Jaimito la contrapartida de Valenciana al Anacleto de Bruguera, 7-7-cero a la izquierda, creado por Rojas de la Cámara.
 
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  0-0-7 a la izquierda rodeado por personajes de Rojas.
Arturo Rojas de la Cámara (Paterna, 1930) fue un caso atípico dentro de Editorial Valenciana. Inicio su trabajo en la misma a mediados de los años cincuenta y pronto adquirió un estilo característico, menos suave que el de sus compañeros de editorial, que emparentaba con el estilo “moderno” que otros autores (Raf, Segura, Ibáñez) habían implantado en Bruguera. Para Valenciana creó personajes como Nabucodonosor y Pío, Eustaquio el Genio, o el personaje que nos ocupa ahora. Por desavenencias con la editorial (los editores pretendían que los autores de la casa imitaran a dibujantes de TBO como Benejam o Coll) marchó a Bruguera, donde creó, entre otros, a Don Percebe y Basilio, Angustio Vidal y Aníbal.   
 
Ante la similitud entre Anacleto y su personaje, Rojas comentaba: «Que coincidencia más sospechosa, ¿no? No recuerdo quién empezó antes de los dos, lo cierto es que yo no lo copié. Puede que la editorial me pidiera un trabajo de este tipo, ya te dije que quería seguir los personajes y estilos de otros dibujantes de éxito.»[vii] Por tanto, ya fuera por indicación editorial o porque simplemente estaba de moda el tema, en las páginas de Jaimito apareció otro agente torpón ataviado con esmoquin, de nuevo sin nombre, pero que dejaba claro que pertenecía a la agencia PEPOL (probablemente en relación con CIPOL, traducción española del UNCLE de la serie de televisión The Man from UNCLE)[viii], y que tenía un jefe calvo y con bigote con el que continuamente tenía enfrentamientos debido a su inutilidad manifiesta. Partiendo inicialmente de historietas de una página con escaso desarrollo argumental (aparte de la comicidad de los personajes, la gracia estaba en el gag final), al igual que Anacleto, la serie fue evolucionando: el jefe (posteriormente descubrimos que se llamaba Tadeo) era sustituido por el Súper, más bajito y gruñón; aparecían otros agentes de la compañía de forma repetida, como el caso del fortachón Gugú, y las aventuras pasaban a ocupar varias páginas, lo que hacía más atractivo el producto. A diferencia de Anacleto, el ambiente en el que normalmente se desarrollaban las historias era completamente urbano, y el enemigo casi siempre era el mismo: Críspulo, espía bajito y barbudo del que no se sabe bien para quién trabajaba. Aunque las historietas de 7-7-cero (como todas las de Rojas) destacaban entre el resto de las de Valenciana por su ya mencionado aspecto actual, la serie seguía de forma anodina repitiendo esquemas una y otra vez: se encargaba a 7-7-cero alguna misión (normalmente recuperar / entregar algún plano / microfilme), se enfrentaba al enemigo (habitualmente, Críspulo) y el agente acababa fracasando con reprimenda de sus superiores. Excepciones las hubo, evidentemente, e incluso en una etapa avanzada del personaje, y creemos por influencia del Anacleto de Vázquez, se permitió el autor ciertos juegos con las viñetas que presagiaban un cambio de rumbo, a mejor. Pero Rojas abandonó el personaje, que fue reeditado en varias publicaciones de la casa (como Toby, en los años ochenta) y recopilado en escasos álbumes dentro de la colección Colosos del cómic.                                                                                                                                                                   
 
MORTADELO Y FILEMÓN
 
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 Mortadelo y Filemón, agentes que contaban con la última tecnología a su servicio.  
Poco hay que comentar de los personajes de historieta españoles más vendidos de la historia, a pesar de haber sido creados hace ya más de cincuenta años. Cuando Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) alumbró esta creación en el Pulgarcito número 1.394, de enero de 1958, no se imaginaba el éxito que podían llegar a tener. Autor a estas alturas de muchas páginas de historieta, a partir de Mortadelo tendría lugar el desarrollo de sus personajes más famosos, entre los que se cuentan La familia Trapisonda, El botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio y los habitantes de 13, Rúe del Percebe.
 
Desde el punto de vista temático (que no gráfico) podemos dividir a la serie en tres períodos[ix]. El primero, desde su creación en 1958 hasta 1959, donde los personajes son una imitación paródica del detective Sherlock Holmes y su ayudante Watson, aunque más castizos y torpes y con la salvedad de los recurrentes disfraces de Mortadelo. A partir de 1960 abandonan este tipo de aventuras (y renuevan sus indumentarias), aunque siguen resolviendo (es un decir) casos detectivescos, llegando a tener una “Agencia de información”. En 1969 se producirá el gran cambio en el planteamiento de la serie, que se mantendrá hasta la actualidad y que es el que nos interesa en este artículo: los personajes pasan a ser agentes secretos que trabajan para una organización, la TIA, bajo las órdenes de un jefe malencarado, el Superintendente Vicente, con presencia y progresivo protagonismo de personajes secundarios, como el profesor Bacterio o la secretaria Ofelia, y en cuyas historietas el objetivo es siempre el mismo: cumplir una misión. El cambio no es sólo argumental, sino que, al igual que en Anacleto, a Ibáñez se le exige un cambio en el dibujo que se adapte a los criterios europeos (es decir, de la historieta francobelga) que estaban teniendo tanto éxito entre los lectores españoles. Las historias además se serializaban en las revistas a razón de cuatro páginas en cada ejemplar para después ser recopiladas en álbumes de 44 páginas. Esta “modernización” supuso un tamaño mayor de las viñetas en la página y un mayor cuidado en los fondos y el acabado de los personajes, lo que conllevó también más tiempo para su realización. Ibáñez acabaría simplificando este modelo para alcanzar un grafismo efectivo, moderno y reconocible, imitado hasta la saciedad.
 
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  El caso del bacalao fue una de las obras en la que F. Ibáñez intentó ajustarse al estilo de la escuela francobelga.
El cambio en su planteamiento estuvo probablemente inspirado por el éxito de Anacleto, pero también por la moda imperante en la última mitad de los sesenta en cuanto a los agentes secretos se refiere. Todo lo relacionado con los espías era un filón que había que aprovechar, e Ibáñez observó una posible solución para ajustarse a los criterios de sus superiores y, al mismo tiempo, lograr una continuidad en las aventuras de sus personajes. Desde entonces, las historietas de Mortadelo y Filemón han seguido, salvo escasas y honrosas excepciones, el mismo esquema: el Súper encarga una misión a ambos agentes, que éstos intentan llevar a cabo con poco éxito. Cada cuatro páginas (al menos, mientras duraron las revistas donde se ofrecieron por entregas) ocurre una gran catástrofe que suele acabar en persecución (de Filemón a Mortadelo, del Súper a ambos...), aunque el discurso de esas cuatro páginas se halle repleto de gags. Cada vez adquieren mayor protagonismo los personajes secundarios, por lo que los inventos del profesor Bacterio (el “aporte tecnológico” de la serie) suelen “ayudar” a los protagonistas o, en muchos casos, ser el detonante de la acción.
Por tanto, las aventuras de Mortadelo y Filemón, al menos desde 1969, presentan la influencia de la temática del género del espionaje, aunque gran parte del éxito de la serie (y de su comicidad) provenga de la interrelación entre sus personajes. Hoy sólo se pueden adquirir las revistas originales en librerías de segunda mano, pero todas las historietas de Mortadelo y Filemón son fáciles de encontrar, pues han sido reeditadas constantemente, y además se producen nuevas aventuras cada año.
 
 
PACO TECLA Y LAFAYETTE
 
 
 Paco Tecla y Lafayette en "El caso de los juguetes diabólicos". 
El éxito de los personajes de Ibáñez no pasó desapercibido a la editorial, que los hacía aparecer prácticamente en todas las cabeceras de la casa. Esto hizo necesario un aumento de producción inabarcable para el autor, por lo que fueron contratados toda una serie de “negros” para realizar páginas y páginas de Mortadelo y Filemón, El botones Sacarino, La familia Trapisonda o cualquier otra cosa que llevara el sello de Ibáñez. Uno de los más apreciados por los aficionados fue Casanyes, que imponía su propio estilo haciendo sus “originales” más reconocibles, con una impronta heredera del estilo francobelga de entintado vigoroso y dinámico.
 
Ramón María Casanyes (Barcelona, 1954) comenzó a trabajar para Bruguera a mediados de los años setenta bajo las órdenes de Blas Sanchís, jefe del estudio de autores encargados de completar las páginas apócrifas de varios dibujantes de Bruguera. Tras varios enfrentamientos con sus superiores por impedirle llevar a cabo sus propias ideas, su obra se diversificó apareciendo en títulos de varias editoriales de la época (Tito, el Homo Sapiens 2000, en Jauja; Yo, Claudia, en Cimoc; varias historietas en Rambla y Titanic...). Volvió a Bruguera a mediados de los ochenta, cuando ya la bancarrota de la editorial era irreversible, publicando allí las primeras páginas de Paco Tecla y Lafayette, una nueva creación.
 
En principio, las aventuras de Paco Tecla y Lafayette tenían que desarrollarse en el ambiente periodístico, y así transcurría el inicio de “Trapicheo en El Cairo”, aunque no dejaran de recordar a los famosos agentes de Ibáñez, sobre todo porque ésa era la premisa con la que Montserrat Vives, actual directora de Mortadelo, lo había reclamado[x]. Tras el cierre de Bruguera, Vives pasó a ser directora de las publicaciones de una nueva empresa, Compañía General de Ediciones, que con Bichos y Garibolo pretendía ocupar el hueco dejado por Bruguera. Desde el número 1 de Garibolo comenzaron a ofrecerse las nuevas historias de Paco Tecla y Lafayette con “El caso de los juguetes diabólicos”, pero ahora los personajes ya eran agentes secretos, y sus historietas seguían paso a paso el esquema ya conocido de Mortadelo y Filemón: la encomienda de una misión “importantísima” por su jefe y el intento de consecución de la misma por los personajes con resultados nefastos debido a su torpeza. Ambos trabajaban para una agencia secreta disimulada como la redacción de un periódico, La División, bajo las órdenes de un iracundo jefe, con bigote y uniforme militar. Si en Mortadelo se había hecho constante la aparición del profesor Bacterio como estimulante de la aventura y creador de gags, en Paco Tecla les acompañaba un genio, Trosky, que con sus conjuros aportaba algo de sorpresa a la trama. Como en Mortadelo, la base del humorismo de la serie radicaba en el gag continuo, lo que exigía una narración muy dinámica en la que los golpes, caídas y tortazos eran frecuentes y constantes.
 
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  Tecla y Lafayette, haciendo de las suyas.
En Garibolo también se publicó su segunda aventura, “Bebitos como bidones”, y el principio de “Odisea en El Cairo”, que no era más ni menos que una versión de la inconclusa “Trapicheo en El Cairo” adaptada para la ocasión. Tampoco en este caso pudo completarse su publicación, ya que Garibolo acabó cerrando, y se concluyó en Guai!, de Ediciones B, donde también se publicaron sus últimas historietas, “El maletín negro” y “El spray contaminador” (aunque de la mano de otro autor, Esegé, no acreditado). En su momento, las historietas fueron recopiladas en álbumes (denominados Garibolo Especial), pero desde entonces no han vuelto a aparecer en el mercado. Tras el regreso de los auténticos Mortadelo y Filemón, a finales de los ochenta, poco podían hacer estos personajes que, aunque con una buena elaboración y un nivel gráfico alto, no eran sino meras imitaciones.
 
Casanyes se dedicó desde entonces a la ilustración comercial, con ocasionales incursiones en cómic, como los álbumes de Quicky, la mascota de Nesquik.
 
PAFMAN
 
Si las primeras versiones fílmicas de James Bond originaron la fiebre por todo aquello relacionado con los agentes secretos y los espías, la revitalización del personaje en sus últimas películas encarnado por el actor Daniel Craig dio lugar a la última parodia que vamos a comentar, el libro de 2009 “Agente cero cero patatero” del personaje Pafman, creado por Cera.
 
Joaquín Cera (Barcelona, 1967) comenzó su carrera profesional en los estertores de la editorial Bruguera a mediados de los ochenta, tras haberse dado a conocer en la revista Mortadelo Especial en una sección de colaboraciones de los lectores, “Los bebés de la historieta” (previamente había recibido clases de dibujo en la Escuela Joso y colaborado en fanzines, como Pepados). Desarrolló su labor sobre todo en las revistas de Ediciones B, heredera del material de Bruguera, trabajando con personajes propiedad de la editorial (como la Familia Ulises, sin firmar) o con nuevos personajes de su creación (Dr. Pacostein, Pafman, Chez Rupérez’s). De un grafismo heredero de los autores de tebeos de Bruguera, su humor surrealista le emparentó pronto con otro joven autor de la casa, Juan Carlos Ramis, que elaboraba historietas con el mismo estilo disparatado, por lo que llegaron a producir obras en conjunto, como Los Xunguis (que siguen publicándose actualmente) o la continuación de las aventuras de Zipi y Zape. Pafman fue su personaje más logrado y el único propio que sigue publicándose en la actualidad.
 
Tras el cierre de todas las publicaciones periódicas de Ediciones B, la editorial mantuvo la producción de álbumes de Pafman dentro de la colección Top Cómic Pafman (Pafman Redevuelve en 2004, La noche de los vivos murientes en 2005, Pafman in U. S. A. en 2006, Cabezones del espacio en 2007, 1944 en 2008), publicando en 2009 el libro que parodiaba las películas de James Bond. Los habituales personajes de la serie (esto es, Pafman; su ayudante, Pafcat; el profesor Ganyuflo, y Tina Jones) reciben a través del general Mafrune, del Servicio de Inteligencia Español, la misión de infiltrarse en la organización secreta Spektrosa, que pretende provocar un desastre medioambiental. Más o menos el esquema de cualquier parodia bondiana que se precie, aunque en este caso la trama argumental es una excusa para desarrollar un chiste (o más) prácticamente en cada viñeta, con referencias múltiples a todo lo existente (películas, frases publicitarias, personajes de tebeo, hechos de la actualidad, famosos, políticos...), en un estilo surrealista y disparatado ya cultivado por Cera desde hace años, aunque en sus últimas obras (suponemos que por un ritmo de producción más lento) se muestra más exagerado. Aparte de este toque surrealista, la diferencia con otras parodias hispanas radica en que Pafman (realmente un superhéroe sin superpoderes) trabaja en esta ocasión para el propio gobierno de España (o algo así), no para una organización secreta, y en que la presencia femenina, a diferencia de los ejemplos que hemos comentado previamente en el texto, es realmente significativa, con el personaje Anyelina Jolín como coprotagonista.
 
 
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  Ilustración de Cera, de 1988, con Pafman acompañado por  un personaje bien conocido. Imagen tomada del sitio web de Pafman. 
CONCLUSIONES
 
Al igual que en el resto de países donde existe tradición historietística, la parodia del género de espías ha tenido amplia representación en España, sobre todo a raíz del éxito de las adaptaciones fílmicas de James Bond en los años sesenta. El esquema sobre el que se asientan la mayoría de las historietas consiste en que una organización secreta (PEPOL, TIA, La División, cualquier otra innominada o el propio gobierno español) encarga a un agente secreto o a alguien que actúa como tal (Anacleto, 0077, 7-7-cero a la izquierda, Mortadelo y Filemón, Paco Tecla y Lafayette, Pafman) una misión, que tiene como objetivo recuperar algo (planos, microfilmes, objetos de lo más variado) o evitar que lo sustraigan; en otros casos la misión consiste en proteger a personas o detener a delincuentes conocidos. Algunas veces el enemigo es una organización conocida (la ABUELA, Spektrosa) u otro espía con intervenciones reiteradas en la serie (Críspulo), pero el final casi siempre es el mismo: el incumplimiento de la misión por la incompetencia manifiesta (esa característica es común a todas las parodias) de los agentes. La presencia de secundarios es habitual, sobre todo en series longevas, y suelen contemplar la existencia de un jefe, a veces un ayudante y algún tipo de inventor que proporciona extraños mecanismos a los agentes para facilitarles la misión (aunque normalmente el resultado obtenido es el contrario). Mientras que una de las características de las películas y novelas de espías, esto es, la tecnología punta aplicada al bien, es habitual en estas historietas paródicas y frecuentemente es parte fundamental de la trama, otra es ignorada en los tebeos españoles hasta fechas recientes: el erotismo implícito de los filmes de James Bond y semejantes es prácticamente desterrado en las aventuras de nuestros agentes, y sólo en recientes historietas de Mortadelo y Filemón o Pafman pueden encontrarse equivalentes.
 
Mención aparte merecen las historietas de Mortadelo y Filemón, que aunque ambientadas en el género desde 1969, suponen un modelo más complejo que el típico ejemplo de agentes secretos por las relaciones que los personajes establecen entre ellos (algunas ya desarrolladas previamente en la serie desde su creación en 1958). Paco Tecla y Lafayette, como imitación de una parodia, también deben contemplarse en este subgrupo.

NOTAS

[i] Sin gran valor cinematográfico pero como referencia para señalar la influencia que el género tuvo en la segunda mitad del siglo XX en todo Occidente, mencionamos la película Operación Cabaretera, de 1967, dirigida por Mariano Ozores y en la que los habituales protagonistas de la comedia española (encabezados por Jose Luis López Vázquez y Gracita Morales) intentaban dar fuste a una trama que parodiaba las películas de espías.
[ii] Aunque las historias de Bruguera reflejaban, por su costumbrismo, las circunstancias de la sociedad en la que se desarrollaban, no eran conocidas precisamente por su crítica a los poderes establecidos. Y seguramente no era ésta la intención de Vázquez, pero llama la atención que la censura de la época fuera tan permisiva con un personaje que ejercía de “jefe supremo”, al que se identificaba como militar y al que se ridiculizaba, teniendo en cuenta que España estaba sumida desde hacía años en una dictadura de origen militar y, también, con un “jefe supremo”.
[iii] Coll, Jordi, y Canyissà, Jordi. “Las entrevistas de Amaníaco: Vázquez”. En Amaníaco nº 9, 1993.
[iv] Este intento de cambio a la hora de elaborar las historietas se produjo también en Ibáñez con las historias “El sulfato atómico” y “Valor y... ¡al toro!”.
[v] La última historieta de Anacleto dibujada por su autor se publicó en el número 5 del fanzine granadino Espuma, en 1995. En este caso también podríamos denominar “apócrifa” a la historieta porque, aun dibujada por su creador, no tiene relación alguna con el universo en el que se mueve el personaje y se limita a mostrar una relación sexual entre éste y otra creación de Vázquez, las hermanas Gilda.
[vi] Solamente en alguna historieta se hace referencia a la organización enemiga “Pepinox”, sin mayor trascendencia.
[vii] Tadeo Juan, Francisco. “Entrevista a Rojas de la Cámara”, en CAT (revista del Círculo Andaluz de Tebeos), nº 22, 2001.
[viii] También se hace referencia en varias historietas a entregar documentos al “Hexágono”, evidente referencia al Pentágono estadounidense.
[ix] Miguel Fernández Soto (en El mundo de Mortadelo y Filemón, Dolmen, 2005) establece otros períodos sobre la base del desarrollo gráfico en el dibujo de Ibáñez.
[x] Según declaraciones del propio autor en http://www.casanyes.com/eng/mortadelo_y_yo.pdf
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2010): Javier Alcázar. Con edición de Manuel Barrero.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JAVIER ALCÁZAR (2010): "De zapatófonos, contraseñas imposibles y microfilmes. Las parodias sobre agentes secretos en España", en Tebeosfera, segunda época , 6 (30-IX-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/de_zapatofonos_contrasenas_imposibles_y_microfilmes._las_parodias_sobre_agentes_secretos_en_espana.html