DERIVAS DE LA SÁTIRA GRÁFICA EN EL SIGLO XXI. RBA CONTRA EL JUEVES
MANUEL BARRERO

DERIVAS DE LA SÁTIRA GRÁFICA EN EL SIGLO XXI. RBA CONTRA EL JUEVES[1]

 

LA EVOLUCIÓN DE LA SÁTIRA GRÁFICA HASTA LA POSMODERNIDAD

La viñeta satírica ha evolucionado muy poco desde su nacimiento en el siglo XVI. Estuvo durante siglos ligada a una estructura fija y rígida, que solamente experimentó variación en  tamaño, disminuyendo su presencia en la prensa en general. Desde el final del siglo XX existen nuevas plataformas de difusión de la sátira, lo cual ha multiplicado su presencia exponencialmente en los medios (en referencia a los digitales), y sin embargo la viñeta satírica ha seguido reproduciéndose en el tejido mediático con sus proporciones mermadas y con una aceptación cultural escasa.

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Más de dos siglos separan estas sátiras. Arriba, viñeta de Jacques-Louis David de 1793, uno de los primeros encargos pagados de humor gráfico. Abajo, viñeta de Esteban publicada en Diario de Sevilla en 2013.  
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La calidad de la sátira gráfica se suele medir por una de sus dos facetas, la textual y la dibujada. Hay dibujantes extraordinarios que logran simbolizar ideas acertadamente, y hay muy buenos humoristas literarios que condensan la ironía o el sarcasmo con una simple frase aunque no dibujen bien. Cuando el autor conjuga ambas posibilidades con tino estamos ante un humorista gráfico excelente. Y si además evita tocar ciertos temas delicados, como por ejemplo los sentimientos de los otros (ante un fallecimiento, por cuestión de credo, por una afición apasionada), le sonreirá la fortuna. Eso sí, debe guardar cuidado con los que ostentan el poder, salvo que los mecanismos democráticos le amparen, y mucho cuidado con los que detentan el poder, como por ejemplo un empresario que se adjudica el papel de juez. Contra ésos el humorista lleva las de perder.

Si nos situamos en un plano simbólico, desde la Revolución Francesa hasta hoy la viñeta ha vivido un proceso de simplificación paralelo al curso de las corrientes estéticas. Estos modelos de simplificación han consistido en la depuración de contenido desde el comienzo del siglo XX, pasando por la esquematización hasta los años sesenta y la deconstrucción desde los setenta. El mayor logro de los grandes autores satíricos (tanto caricaturistas como viñetistas) ha sido el de la sustracción hasta la mínima expresión icónica, cuando consiguen comunicar más con menos. Es decir, construyendo imágenes que se leen de forma autónoma, que funcionan magníficamente en su propio universo de referentes. Por ejemplo, en la actualidad, sin conocer previamente la figura pública de un monarca y de su heredero no se comprendería claramente el mensaje que se quiere emitir cuando el primero coloca sobre el segundo una corona sucia.

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   Portada de Reiser para Charlie Hebdo, juzgada como pornográfica y feísta antes que por el peso crítico de su mensaje antimachista.
Amén de la exigencia de una mínima instrucción icónica por parte de los consumidores de la sátira, lo cual no es fácil, el humorista encuentra otros escollos en su trabajo. Durante todo el siglo XIX, el caricaturista estuvo “preso” de la burguesía y la bohemia, sin poder ejercitar su trabajo fuera de esos círculos, y no logró reconocimiento como “artista” hasta el comienzo del siglo XX, que fue cuando se organizaron los primeros festivales públicos de humoristas. Desde los años treinta, los caricaturistas trabajaron cada vez más cercanos a los periodistas, en muchos casos ejerciendo el reporterismo gráfico, y de hecho se les pasó a llamar “dibujantes de prensa”, oficio que terminó consolidándose durante los años cincuenta. La fiebre revolucionaria de la década de los sesenta gestó un humor gráfico más directo, panfletario y hasta pornográfico, lo que tuvo como consecuencia una inmediata  condena estética de los autores de trazo grueso, independientemente de que fuese necesario articular sus mensajes contra el poder (precisamente más eficaces por el “feísmo” con el que se elaboraron). La imagen deformada que crean los humoristas nunca puede ser considerada un ataque a priori, ni puede ser juzgada por esa razón, dado que esa imagen es solamente el eco de la “crisis incesante” que es la realidad, como decía el gran autor francés Cabú, perfecto ejemplo del humor en el fin de la modernidad. Él y sus colegas de profesión de la revista satírica gala Charlie Hebdo entendían las viñetas satíricas no como objetos aislados sino como “objetos militantes”, de modo que es admisible que al leerlas molesten al mismo público al que van dirigidas. Las revistas españolas que imitaron este modelo de sátira, como Hermano Lobo, El Papus y El Jueves, plantearon también un rechazo frontal de los valores de la burguesía, el poder político y sus brazos armados, el ejército y el imperialismo, las dictaduras, el capitalismo, la energía nuclear y la guerra, y por supuesto de la religión. Los sujetos satíricos se asociaban por entonces, en el tercio final del siglo XX, a causas y combates, usando la violencia gráfica y verbal, rozando la escatología.

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Viñeta de As (Andrés Soria) que simboliza el humorismo de la metamodernidad, hedonista y endogámico.

 
Los objetivos de la sátira ya no son hoy los mismos que en el fin de la modernidad. El posmodernismo surgido en los años sesenta, que cargó las tintas de las viñetas satíricas con reforzada ironía, escepticismo a ultranza, nihilismo y esquizofrenia mediática, terminó agotándose en los años noventa, dejando un delta inconcreto en su desembocadura. Allí sedimentaron corrientes nuevas de pensamiento “ultramoderno”, que instaban a mirar atrás para recuperar la modernidad en muchos casos, y brotaron ideas como la de la metamodernidad, que se entiende como una fluctuación entre las verdades universales y el relativismo político, entre la construcción y la deconstrucción, todo ello en un ámbito cultural conformado por una acumulación ingente de información no jerarquizada e informe, con la mayor parte de la civilización aquejada por una inacabable crisis geopolítica y financiera. En esta circunstancia, la sátira se sigue entendiendo como una comedia, pero elaborada con una mayor distancia emocional. La representación satírica de la realidad fue durante la Ilustración y el periodo premoderno una propuesta reactiva contra los que detentaban el poder en las sociedades en las que escaseaba la libertad, planteando ofensas grotescas y directas contra el poderoso, habitualmente dirigidas contra personas o instituciones concretas, salvo en la suave sátira de costumbres que solía ser de calado moralista. Durante la modernidad, aproximadamente entre 1890 y 1960, tuvo lugar un paulatino incremento de las libertades sobre la base de las luchas sociales fundamentadas en la ideología (revueltas del proletariado, insumisión esclavista, pugnas sindicales, reclamación de derechos sociales por las minorías, revueltas estudiantiles, feministas o pacifistas), hasta que las ideologías terminaron perdiendo fuelle frente a los intereses económicos. Fuimos testigos de una transformación de la avidez caricaturesca, muy vigilada por los aparatos de censura, que fue abandonando el arquetipo fantástico para instalarse en una descripción más realista del concepto satirizado. La sátira se ha ido conformando con delatar más que ofender, porque se ha visto forzada a elaborar estereotipos, menos grotescos y más realistas, para criticar ciertos estamentos o grupos de presión.

Los ciudadanos de civilizaciones occidentales gozamos de una aparente mayor libertad, pero en una realidad que es descrita a través de “lo no real” (los medios de comunicación). En este contexto, la sátira se ha vuelto hiperreal, porque a menudo se aproxima a una representación reconstruida de la realidad. Es decir, ha mermado su avidez de ofensa para sumarse al “relato común que construye la realidad”, asimilándose como una parte ineludible de la misma. Es decir, de ser un elemento destructor del tejido de lo real ha pasado a contribuir al sostenimiento de un sistema oscilante. Este gráfico sintetiza esta idea:

SIGLO XIX
SIGLO XX
SIGLO XXI
REALIDAD
CARICATURA
Escasez de libertad
Grotesca
DENUNCIA
REALIDAD
CARICATURA
Crecen las
libertades
Más real
DELATA
REALIDAD
CARICATURA
Máxima libertad
Hiperreal
RELATA


La deriva del humor descrita aquí podría aplicarse a la experimentada por El Jueves, que, al igual que la voz ciudadana de la que se hace eco, muestra en la actualidad cierta indiferencia ideológica y un claro escepticismo hacia la clase política, ejercitando sobre todo la autoironía burlesca, esa en la que humorista se escoge a sí mismo como objeto satírico. En esta última opción, tan abundante en sus páginas en el siglo XXI, el humor político deja paso al llamado “humor sociológico”, que deforma o ataca las costumbres cotidianas para producir un efecto reparador pero que apenas repercute sobre el objeto satirizado, y menos aún sobre los responsables de su situación.

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El Jueves, con viñeta de Guillermo, que fue secuestrada por la Justicia, acto que únicamente logró que repercutiese aún más en los medios, como ejemplifica la tira inferior de Gallego y Rey para Época.  
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La crisis ocasionada por las viñetas sobre Mahoma publicadas en Dinamarca en septiembre de 2005 supuso el triunfo del relativismo posmoderno debido a la pública retracción de muchos humoristas a traspasar la cómoda barrera de la sátira cotidiana, a la decisión de los medios de no mostrarlas por “corrección política”, y de los Estados a no exigir retribuciones por parte de quienes realmente cometieron delitos al reaccionar contra su publicación, dando con ello carta de naturaleza a la interpretación ignara de la ofensa. El caso del secuestro de El Jueves con la imagen caricaturesca de los príncipes de España copulando, dos años después de esa crisis internacional, en julio de 2007, comulga con ese estado de “renovada indefinición” del significado de la sátira: bastantes colegas de los dibujantes (los periodistas) se obstinaron en no reconocer la viñeta de aquella portada como tal, como un mensaje humorístico autónomo, y prefirieron verla como un constructo grosero, abundando de este modo en la misma condena estética que les hicieron a los renovadores autores de los sesenta.

Al decir de Lipovetsky, el humor posmoderno ya no busca transformar el mundo, solamente busca diversión. Desde el inicio del siglo XXI se viene observando una gradual reducción del humor crítico, consecuencia del declinar de las revistas satíricas debido al auge de las libertades políticas, y el hueco que ha dejado han venido a llenarlo otras modalidades del humor, desde el costumbrista o doméstico hasta el nihilista o reaccionario, que no duda en pecar de transgresoramente cruel con tal de reclamar atención. En los últimos años, el autor satírico ha ido incrementando la distancia emocional con su lector, por esta razón y porque el tiempo de pervivencia de los mensajes se ha visto reducido drásticamente tras la llegada de las nuevas tecnologías. En esta circunstancia, el humorista gráfico termina recurriendo a estrategias que durante la modernidad eran ilógicas, como abusar de la falacia para reclamar atención, aferrarse a lo chabacano en busca de elementos reconocibles, e incluso a clarificar el significado de la sátira emitida para evitar la mala interpretación. La crisis de las viñetas de Mahoma o el secuestro de El Jueves por una portada alusiva a la Corona implicaron antes la búsqueda de una definición de intenciones que el reconocimiento de su alcance social o ideológico en un marco de crítica satírica periodística.

Hemos llegado a la segunda década del siglo XXI y la viñeta sigue sufriendo reproches tras haber vivido un proceso de simplificación gráfica y temática hasta lo autorreferencial. Existen menos espacios de libertad desde los que emitir sátiras, incluso en las redes «abiertas», porque en ellas los mensajes se hallan sumidos en un marasmo de comunicados vertiginosos y, además, en estos espacios no existe una regulación económica de la labor del humorista, que debe convivir con muchos otros ejercicios de humor simplista mezclado con los más elaborados. Es innegable que el lector exigente sigue siendo cómplice del sátiro, pero el sátiro ya no es necesariamente cómplice en el ataque contra todos los poderosos, al menos no contra aquellos que cojean con el mismo pie ideológico o contra los que sostienen la empresa para la que el humorista trabaja. Una afirmación dolorosa ésta, pero no gratuita.

 

CRISIS Y CONTROL DE LA PRENSA EN LA ACTUALIDAD

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  Portada de El Virus Mutante, revista satírica que no pudo sobrevivir víctima de un mercado que le volvió la espalda. Imágenes de Forges, Martinmorales y Gallego y Rey.
El consumo de prensa ha descendido en los últimos años, según coinciden en afirmar varias fuentes, aunque el número de lectores pueda seguir siendo elevado debido a la existencia de la lectura en línea. Según el último informe de Hábitos de lectura y compra de libros en España emitido por la Federación del Gremio de Editores en España, el número de lectores ha crecido hasta el 63%, pero la facturación de la industria editorial se ha constreñido un 20%. Estos datos deben acompañarse con la mención de que el 58% de los españoles leen habitualmente en soportes electrónicos (en 2010 leían un 21,3% menos en estos soportes), y que entre los que leen obras digitalizadas, el 64,4% no paga por ello[2].

Las pérdidas en financiación en el sector de la prensa han seguido creciendo, y los editores han llegado a declarar pérdidas entre el 20% y el 30% en diferentes áreas (literatura, revistas, tebeos)[3]. En lo relativo a la prensa en general eso se ha visto agravado con la bajada de la financiación publicitaria. El portal de previsiones de inversión Zenthinela aportaba cifras escalofriantes de pérdidas esperadas durante 2013: caídas de 10,5% para las radios, 14,5% en revistas, 28,4% en diarios impresos. La inversión publicitaria solamente sube en internet y en aplicaciones para dispositivos móviles[4]. A fecha de hoy, la previsión se ha estabilizado en una cota máxima del 11,6% de pérdidas[5].

Las nuevas tecnologías han situado a internet como estrella de la convergencia de los hábitos de ocio y comunicación, mientras que las técnicas de mercado no han logrado conquistar esta plaza, o no con el mismo rendimiento que se pensaba que iban a tener desde el final del siglo XX (crisis de las .com, fomento de la gratuidad pero imposibilidad de imponer fórmulas de pago eficaces, etcétera). La publicidad se dirige ahora hacia otros medios que tienen mayor inserción entre el consumidor, usando las técnicas de “below the line” o sobre perfiles individualizados en internet, mientras que los contratos en radio o prensa escrita siguen cerrándose o no se renuevan.

Otras voces siguen mostrándose optimistas pese a que han reconocido el descenso brutal de la facturación publicitaria: de 1.800 millones de euros en 2007 a 620 millones en 2013, según declaró Luis Enríquez (consejero delegado de Vocento y presidente de la AEDE —Asociación de Editores de Diarios Españoles—) en el Foro de la Nueva Comunicación, celebrado en julio de 2013. Según él, el futuro de la prensa está asegurado porque el periodismo profesional es el único capaz de “hacer comprender la información a los lectores”[6], pero la seguridad que cita pasaría por establecer el pago por contenidos, la segmentación de la publicidad por audiencias y la prescripción en el comercio en línea. Algo difícil si hay que competir con un privilegiado gigante como Google, que en 2013 acaparaba el 60% de la publicidad en línea en España.

Google es la perfecta definición de monopolio, y su avidez es la que guía a la mayor parte de las empresas del mundo, incluidas las españolas. André Schiffrin ya advertía en 1999 de la fuerte transformación del tejido editorial que se había operado en el final del siglo XX[7]. La razón era tecnológica, claro, debida a la mejoría y abaratamiento de técnicas de impresión, la mejor y más rápida distribución y promoción, lo que condujo a un aumento del volumen de negocio, que en EE UU se concentró en poder de escaso número de firmas (el 80% de los libros los publicaban cinco grupos editoriales), al igual que en Francia (el 60% de lo impreso era propiedad de Hachette y Vivendi/Habas en 1999). En España se comenzó a alertar de compresión de la industria editorial en 2006[8]. declarándose entonces la falta de expansión en el mercado editorial español, cuyo crecimiento anual había sido mínimo en la década 1996-2006: un 1% (en 2006, las industrias culturales representaban el 7%/8% del PIB, los libros solamente el 2%/2,5%; siempre refiriéndonos a datos de la FGEE.

Las causas aducidas para comprender esta falta de expansión de la industria editorial eran la fragmentación de la distribución y la falta de limitación de títulos, uno de los más altos de Europa. Y es cierto, la industria editorial había crecido de manera desbocada hasta 2007 (lo hemos podido comprobar en el caso de la edición de tebeos), con una inercia provocada por la fórmula de la “edición en cadena”, que llegó a hacerse insostenible y no dejó otra opción que la convergencia de empresas. Ya entonces, el 65% de las ventas de papel impreso en España las hacían un 4% de empresas, y a partir de 2007 comenzamos a tener noticias de fusiones de empresas en holdings, con lo que se detuvo la inercia nociva y se logró concentrar la distribución. Pero eso trajo parejo el control de las ventas y, luego, de los medios.

El control empresarial no es ajeno a los juegos de poder. En los últimos diez años se ha producido un cambio de paradigma en lo referido a los polos de poder financiero, debido en primer lugar a la llamada globalización económica (deslocalización de empresas, imperialismo empresarial, externalización de valores, etcétera), y en segundo lugar, al incremento de la importancia de la circulación de información impulsada por las nuevas tecnologías. Esto supuso, en un comienzo, un deslizamiento del poder desde los estamentos públicos (ejecutivo, legislativo y judicial) hacia las entidades financieras, que han ido apropiándose de los basamentos económicos de los Estados.

Podemos preguntarnos si este control de las empresas afecta a las publicaciones satíricas. Podemos lanzar una mirada panorámica a la evolución del control de los contenidos de la prensa satírica española en relación con los que controlan el poder: surge así un postulado gráfico que mostraría una zona elevada entre los años 1977 y 1997, los de mayor libertad de expresión en nuestro país. Hasta la muerte de Franco existía la censura previa y también la censura política, ejerciendo el Estado el control de los medios. Desde hace una década han pasado a ejercer ese control los agregados corporativos que han ido adueñándose de los medios, sobre todo a partir del año 2007, que es cuando se formaron más agrupaciones empresariales.

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  Gráfico de construcción propia que trata de postular la idea de que la prensa satírica ha vivido un auge de libertad durante la transición pero ha vuelto a estar controlada hasta hoy.
 

En julio de 2012 se hizo público un esquema sobre el reparto porcentual de los medios de comunicación entre las empresas poseedoras del accionariado llamado “Los dueños de la información”, luego muy reproducido[9], que dejaba bien claro que los periódicos, radios y televisiones españoles pertenecen hoy en gran medida a la banca. Un estudio pormenorizado llevado a cabo sobre las empresas españolas en el ámbito de la comunicación muestra una gran concentración de poder empresarial en 2009, año en el que el poder editorial ha acabado concentrado en cinco grupos: PRISA, Mediaset, Vocento, RCS y Planeta. Les siguen en importancia: Godó, Prensa Ibérica, Zeta, RBA y Ono. Lo interesante es que, debido a la crisis económica latente en España, los cinco grupos más poderosos eran los que más deuda acumulaban, o sea, los que mayor grado de dependencia financiera de la banca tenían[10]. (Almirón: 263). Esto es lo que los economistas denominan un proceso de “financiarización”.

La publicidad y los créditos bancarios son el sostén de las empresas de comunicación en España en el siglo XXI: en 2001, Vocento se unió a Prensa Española y formaron grupo; en 2003-2004, Z se consolidó como grupo, al igual que Planeta; en 2006 se creó Imagina Media Audiovisual (que controla Globomedia y Mediapro); en 2007, Unedisa y Grupo Recoletos formaron holding para sostener El Mundo; en 2010 lo hizo Liberty Adquisition Holdings para agrupar todo el conglomerado de PRISA y su red de diarios y televisiones; en 2013 nos percatamos de que los que tomaban las decisiones en los diarios de mayor difusión en España, El País o El Mundo, no eran sus ideólogos, sino las empresas que los sostenían y que cambiaron de la noche a la mañana a sus directores. La consecuencia de la convergencia de las empresas mediáticas por causa de la larga crisis, y la deuda acumulada por los medios, ha terminado por convertir a éstos en “propiedad” de entidades financieras: PRISA depende del Banco de Santander, HSBC y Caixabank; La Vanguardia y los grupos Zeta o Godó también deben mucho a Caixabank; La Razón o Planeta, casi todo al Banco de Sabadell; el grupo Vocento, a BBVA y al Santander; Telecinco y sus medios asociados, a los bancos Popular y Santander... Los grupos menores o de prensa regional, como Moll o Joly, también tienen acuerdos con los bancos, al igual que grupos de revistas como Hachette Filipacchi o RBA Publicaciones.

EL JUEVES. ENTRE LA AUTOCENSURA Y LOS CRITERIOS DE EMPRESA

La revista El Jueves fue fundada por el emprendedor José Ilario en 1977 tras reclutar a un conjunto de humoristas gráficos procedentes de diferentes cabeceras para construir una nueva revista de humor ilustrada. La revista, como muchas, apareció al amor del real decreto del 12 de abril de 1977 por el que se establecía la libertad de prensa. Su primer número vio la luz el 27 de mayo bajo el sello Formentera. Por entonces, la ley aún contemplaba el secuestro informativo si se atacaba a la Corona, a las Fuerzas Armadas y a la unidad de España. De hecho, algunos de sus primeros números fueron secuestrados por causa de alguna denuncia por infamia, difamación o blasfemia. José Ilario planteó la revista a imitación de la francesa Charlie Hebdo, sarcástica e irreverente, y convenció al Grupo Zeta para arropar al sello Formentera, lo que aseguró una buena distribución a la publicación. Fue un éxito, lo cual atestigua su longevidad, y algunas de sus tiradas: el número 696 alcanzó a vender 266.000 ejemplares, y hubo más por encima de los 200.000. La revista ha mantenido su irreverencia y sarcasmo hasta hoy, pero no su éxito: en 2007 la tirada superaba los 120.000 ejemplares para una difusión de casi 71.000, según datos de la OJD, pero actualmente no supera los 80.000 de tirada ni los 40.000 de difusión[11]. El sostenimiento de la empresa ya peligraba en 2006, año en el que sus propietarios decidieron asociarse con otro capitalista que le asegurase una distribución por todos los quioscos españoles, único nicho de venta del producto. En esto que llegó RBA.

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Viñeta de Forges que pone en evidencia lo absurdo de la regulación por razones de empresa.  
RBA Holding había sido fundada en Barcelona en 1991 como empresa editora de coleccionables. En 1998 se conformó como grupo[12] y creó la división RBA Publiventas, que compró el 60% de las acciones de El Jueves en 2006. La empresa se volvió muy competitiva en el mercado del libro y la prensa hacia 2007, tras haber adquirido pequeñas editoriales como Gredos, Molino, La Magrana o Serres[13], colocándose entre los diez primeros grupos productores de las industrias culturales en España. Según Núria Almirón[14], con fecha de diciembre de 2007 RBA ya era filial de RBA-Edipresse, propiedad de RBA Holding en un 67% y del grupo suizo Edipresse International en un 33%. Este grupo es controlado por la familia Lamunière[15], la misma que no dudó en emitir un expediente de regulación de empleo para despedir a 110 trabajadores con el fin de redefinir los intereses de la empresa[16]. La facturación del grupo ha ido creciendo sin pausa en los últimos años (1991: 11 millones de euros; 2006, 323 millones; 2011, 383 millones…)[17]. en parte gracias al éxito de su línea editorial, que podría definirse con tres adjetivos: cercana, sofisticada y amable, con títulos como: TuBebé, Habitania, Punto de cruz, Casas de campo, Patrones, Mente sana, Clara… Según declaran, cuenta con doce millones de lectoras estimadas en todo el mundo hispanohablante. Se indica en femenino porque ése es el sexo mayoritario del consumidor de su parrilla de revistas, acaso con la salvedad de El Jueves.

El responsable de RBA Holding en España ha sido siempre el argentino Ricardo Rodrigo Amar, que ostenta cargos directivos en empresas españolas desde 1990. Su nombre saltó a la luz pública tras ser acusado en 2011 de defraudar a Hacienda 2,3 millones de euros entre 2005 y 2008 a través de la sociedad mercantil Hamlet[18], empresa que se dedicaba al asesoramiento de estudios de mercado para actividades editoriales, pero también de parcelación de terrenos y construcción de edificaciones. Rodrigo Amar era el administrador único de esta empresa vinculada con los negocios del ladrillo. Aquel asunto no quedó aclarado por completo, lo que automáticamente invita a pensar en algún tipo de favor o intermediación de algún otro empresario potente o entidad poderosa[19]. En 2008, RBA había declarado un ratio de endeudamiento acorde con el avance de la crisis de 2,2 (similar al de Planeta o Vocento, y más saludable que el de Ono, Zeta o PRISA). Con todo, y por lo que se refiere a la filosofía empresarial que pudiera afectar a los contenidos de sus publicaciones, RBA se diferencia de los otros cuatro grandes grupos en que solamente tenía activos en prensa escrita, no en otros medios como televisión, radio, telefonía o aeronáutica, lo cual implica una menor servidumbre de directivos ante otras entidades financieras u otros poderes. En definitiva, el mayor partícipe del grupo que rige sobre El Jueves es una empresa suiza sin intereses políticos o bancarios en España a priori, aunque sin duda sí que los tendrá con la banca y las empresas de la zona en la que gestiona sus negocios.

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 Captura de la página web de RBA donde aparece su cuadro directivo. Los tres responsables del holding se muestran en la parte inferior.

El Jueves ha seguido apareciendo desde entonces semanalmente en los quioscos, manteniendo las publicaciones en curso (con la salvedad de la revista Bf) y abriendo nuevas líneas, de las que seguramente RBA esperaba mayores beneficios. Recordemos que desde el verano de 2007 RBA apostó por el lanzamiento de varias colecciones de libros ligados a la revista, la mayoría de ellos de recuperación del fondo editorial: la Colección El Jueves o Luxury Gold Collection, ambas en cartoné, y los bolsilibros Los inéditos de El Jueves y Minilibros El Jueves. Las colecciones tuvieron muy buena distribución, incluso en librerías generales, pero no vendieron lo suficiente a juzgar por el cierre de esa línea en 2011. Luego, muchos de los libros coeditados por RBA / El Jueves se fueron redistribuyendo junto con la revista de modo promocional, o bien fueron saldados. Hoy se siguen editando productos de reciclaje con lomo pero alusivos por su formato a la revista, los titulados Especial El Jueves.

Por lo que respecta a los contenidos de las revistas de RBA en general, debemos atender al lema de la empresa, que destaca en su sitio web: “La ventaja de nuestro carácter independiente es poder actuar libremente en base a nuestros valores”[20]. Se entiende, por lo tanto, que son responsabilidad de la dirección de cada revista todos los ataques a la religión católica y a las altas instancias de poder satirizados, como la Corona o el presidente del Gobierno, muy habituales en la revista; como también sería decisión de la redacción de El Jueves y no de la directiva de RBA que fuesen menos habituales las sátiras dirigidas contra el islam, el fútbol, el Barça, el Gobierno de la Generalitat, la corrupción en el seno de la familia Pujol o la política de Artur Mas; y, finalmente, también habría que admitir como decisión de los directores de El Jueves no incluir tiras satíricas dirigidas contra sus propietarios, como la realizada en verano de 2011 por Edgar (Edgar Cantero) aludiendo al fraude fiscal del presidente de RBA[21]. Esto es un tipo de control interno que se suele llamar “autocensura” y que resume el dicho “no arrojes piedras sobre tu propio tejado”; oficialmente es un “acto de autorregulación editorial acorde a los intereses de quien sostiene la publicación con su capital, sea propietario o anunciante”. Es común en la prensa adoptar este principio de autorregulación si el director de la publicación no es el propietario de la empresa editorial o necesita ayuda de otras entidades financieras para mantenerla a flote (bien conocido es el caso de las “compras por paquete” que deciden qué noticias aparecen en portada en un diario o cuáles no se dan a los lectores). Es innegable que la libertad de prensa impera en la revista El Jueves, como así han corroborado muchos de sus colaboradores, pero también lo es que está sujeta a la autocensura desde el momento en que la propiedad de la empresa pasó de manos de sus dibujantes a las de otros empresarios.

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 Tira de Edgar no admitida por la redacción de El Jueves porque aludía al propietario de la empresa que sustenta la revista.

RBA pactó en 2006 unos acuerdos con El Jueves referidos al grado de libertad de acción que podía disfrutar la revista en su actividad satírica, acuerdos que por fuerza cambiaron hace dos años. Llegado el año 2012, los tradicionales propietarios Óscar Nebreda y José Luis Martín, humoristas, todavía seguían manteniendo en parte el control sobre la publicación porque aún ostentaban los cargos directivos de consejero y consejero delegado mancomunado de la empresa, respectivamente. Compartían esos cargos junto con Enrique Iglesias Montejo, consejero y secretario a la vez, y uno de los hijos del presidente, Juan Manuel Rodrigo Ghiozzi, también encargado de otras áreas. Pero el 11 de mayo de 2012 este cuadro directivo dimitió en pleno, tanto los humoristas con cuota de poder como Iglesias y Rodrigo Ghiozzi, si bien los dos últimos automáticamente pasaron a ocupar los mismos cargos aquel mismo día[22]. Como consecuencia de ese juego de dimisiones y reasignaciones de cargos el control empresarial de la revista dejó de estar por completo en manos de sus autores el 11 de mayo de 2012.

SIN LIBERTAD EL JUEVES

 

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    Ejemplos del reciente recrudecimiento de la sátira dirigida hacia el máximo representante de la unidad de España.
La compra de El Jueves por RBA se produjo tras la polémica de las viñetas referidas a Mahoma y el anuncio del fin de ETA. Si echamos una mirada sobre los temas tratados con mayor intensidad por los autores satíricos durante los últimos siete años de la revista, se aprecian los siguientes intereses preferentes

  • La mala actuación de los políticos, con especial atención a la gestión económica y los recortes salariales (sobre todo desde diciembre de 2011, tras ganar las elecciones el PP).
  • La Casa Real (secuestro del número 1.573, en julio de 2007; ridiculización extrema del monarca en 1.758 con los testículos expuestos en portada; corruptelas en la Zarzuela desde 1.802, con el caso Urdangarín y la imputación de la infanta Cristina como asuntos destacados; la relación del rey con Corinna Larsen y sus safaris).
  • La Iglesia, la católica preferentemente.
  • La “burbuja inmobiliaria” y la corrupción empresarial asociada.
  • El crecimiento del abanico de empresas de comunicación.
  • Auge de la pornografía emocional en televisión o “telebasura”.
  • La crisis económica (tema estrella desde 2008) y “los ricos” estereotipados.
  • La corrupción política en los planos sindical, autonómico y estatal.
  • Los movimientos ciudadanos desde 2011.

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Los temas tratados por El Jueves son a menudo costumbristas o domésticos.  
Las sátiras más ácidas y las polémicas han seguido siendo las dirigidas hacia figuras concretas del poder político, incluyendo la Corona, y también el religioso, pero al poder financiero se le ha seguido satirizando de forma muy genérica y estereotipada. El Jueves no dirige sus ataques gráficos contra banqueros, directivos de empresas, gestores de grupos mediáticos o presidentes de clubes futbolísticos concretos. No obstante, las sátiras del rey o de los integrantes de la Casa Real han seguido creciendo y concretándose. Durante el último gobierno del PP, el 50% de las portadas de la revista han ido dedicadas a la gestión de sus políticos, y el 25% han ido referidas a la Corona. La cuarta parte restante, a otros asuntos, los cuales decide o estima la mesa de redacción de la revista, que adopta sus decisiones con libertad y sin injerencias.

Por lo que se refiere al interior de la revista, los contenidos generales han observado un crecimiento de la sátira de costumbres. Hay un eje satírico en cada número ligado al tema tratado en la portada, que se continúa en las siguientes tres o cuatro páginas, más alguna viñeta o historieta inserta sobre el mismo asunto más adelante. Pero el grueso de la revista lo conforman historietas en las que se cuentan historias sobre la vida cotidiana de un grupo de personajes, recurriendo en gran parte de los casos a la fórmula de “amortización del gag”, consistente en mostrar una aparente historieta en la que con cada viñeta se intenta agotar todas las posibles interpretaciones cómicas sobre un asunto. Por supuesto, hay secciones satíricas con mayor compromiso y otras con cierta dimensión social, sin dejar de ser sátira de costumbres, pero en su conjunto, la revista sigue siendo un tebeo satírico, una suerte de “Pulgarcito gamberro”, que en ocasiones acude a la gratuidad como fórmula para desatar la risa.

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Un ejemplo de humor grueso en las páginas de El Jueves, con una de las hijas del Rey como protagonista. Historieta de Ricardo Peregrina publicada en el número 1.884.  

No se trata de que la línea editorial de la revista se haya rendido a la crítica fácil, es simplemente que satisface los intereses del público que la adquiere, que prefiere ese tipo de zafiedad simpática a una acidez más intelectualizada. La sátira agresiva comprometida, la heredera del espíritu posmoderno francés, la hallamos hoy en la joven publicación Mongolia, que, curiosamente, comenzó siendo distribuida en los quioscos españoles por la misma empresa que distribuye El Jueves, la centenaria Sociedad General Española de Librería.

Mongolia se distingue de El Jueves precisamente por concebirse como un periódico editado desde la independencia financiera; no obstante, peca también de practicar el humor costumbrista y grueso en busca de la polémica. Mongolia es más un periódico satírico que un tebeo satírico, porque trabaja más con el texto que con la historieta, hasta dispone de un apartado dedicado al periodismo de investigación (de denuncia antes que jocoso), mientras que El Jueves se dirige a un lector interesado por la sátira pero desde luego menos exigente con el ejercicio del periodismo. Mongolia comenzó sin identificarse, sin editor en sus primeros dos números, para luego definirse bajo el sello Mong como una “revista satírica sin mensaje alguno” en la que destaca como director de contenidos y editor Gonzalo Boye. La revista comenzó trabajando con la misma distribuidora que El Jueves, aunque no era fácil encontrarla en los quioscos, y después probó suerte con otras, optando por GDE Revistas a la altura del número 16. En general, Mongolia se burla del Gobierno, de la Corona, de la banca, de la Iglesia e incluso de las grandes marcas (El Corte Inglés fue satirizado en el número 14). También juega a los referentes con sorna usando la imagen de otros medios sin reparo: El País en el número 15; Interviú en el 17; el número 19 fue denunciado por la revista ¡Hola!, debido a que imitaba el diseño de sus portadas para mofarse del encarcelamiento de la infanta Cristina. Y, como tercera característica, Mongolia no duda en hurgar en la llaga del buen gusto: en el número 12 se asociaba la expresión “Hija de puta” a la hija del rey, en el 21 se asociaba la Yihad a la Semana Santa con un Jesucristo terrorista, en el 22 proponía al recién fallecido Adolfo Suárez como candidato a las elecciones europeas.

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La llegada de Mongolia al panorama editorial español satisfacía una necesidad de periodismo satírico. Es verdad que usa el humor chabacano a veces y que recupera ciertas características del humor posmoderno, pero también innova por: retornar al humor absurdo en marcos referenciales; el uso de fotografías y simulacros reconocibles, con intencionalidad tanto lúdica como satírica; la renovación del humor crítico aunque con carga pedestre; la combinación de la sátira burlesca con las noticias falsas y los reportajes verídicos pero atrevidos; el humor comprometido y el respeto por el humor marginal, con raíces en el fanzinismo o el underground; las dosis de humor elaborado o entendido como ejercicio intelectual.

Portada de Mongolia número 12, con un calificativo dirigido hacia la infanta Cristina que en realidad era un mensaje truncado por los pliegues de la portada desplegable.
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Mongolia no ha sufrido denuncias de las altas instancias del poder español (acaso por su escasa difusión), pero El Jueves sí. Tras la abdicación de Juan Carlos I hecha pública el 2 de junio de 2014, El Jueves reaccionó para modificar la portada y hacer alusión a la noticia en el número 1.932, prevista su salida el 4 de junio. Se decidió que llevaría una portada con guión de “La Redacción” y dibujo de Manel F. en la que se mostraba al rey imponiendo a su heredero una corona sucia y hedionda. Pero la portada aprobada en el consejo de redacción extraordinario no vio la luz, al parecer porque fue detenida la distribución de la revista por algún directivo de RBA, que presuntamente ordenó destruir los 60.000 ejemplares. Esto retrasó la salida de la revista un día para ofrecerla con otra portada distinta. La dirección de El Jueves argumentó que las razones para el retraso y el cambio de portada habían sido técnicas, pero algunos autores de la revista comentaron que esa portada no había visto la luz por la sátira dirigida contra la Corona y que habían recibido la inesperada consigna de que, en lo sucesivo, quedaba terminantemente prohibido representar al rey de España en la portada de El Jueves. Ante esta imposición, entendida como una clara vulneración del pacto inicial entre la empresa RBA y la dirección de la revista, los principales humoristas de la publicación fueron presentando escalonadamente su renuncia pública a seguir trabajando en ella: Manel Fontdevila, Bernardo Vergara, Albert Monteys, Guillermo, Isaac Rosa, Luis Bustos, Manuel Bartual, Paco Alcázar, Malagón, Pepe Colubi, Carlos Azagra, Bea Tormo, Mel, Iu Forn, Lalo Kubala, José Luis Ágreda y Miquel Gras, hasta el momento de escribir estas líneas[23].

Es muy comprensible la indignación de estos autores por cuanto implica asumir la autocensura prosaica (no criticar a tu jefe), la autocensura emocional (no indignar a otras confesiones) y además, ahora, la autocensura arbitraria (la que imponen los capitostes de la empresa a capricho). Se puede admitir cierto grado de autocensura, o si no gusta el concepto, de regulación interna, pero no se puede asumir la prohibición de poder satirizar una figura pública que ostenta cargos de poder político, cuya familia o él mismo tienen asuntos pendientes con la ley o por explicar. Asumir eso es admitir una cuota de pérdida de libertad. Una cuota no reclamada por la propia revista, que en el editorial del número siguiente no se pronunció al respecto, si bien contó con siete días para rehacer ese texto.

Y no se trata, ante este caso, de valorar la dignidad o el “heroísmo” de los autores, que ni son héroes por dimitir ni son clientelistas por quedarse. Son, antes que nada, trabajadores que practican un oficio. La reflexión que se impone aquí, la más importante, es si pueden seguir ejerciendo ese oficio con dignidad. Porque han perdido parte de su dignidad tanto los que permanecen como los que se fueron y, por extensión, todos los humoristas, periodistas y editores que permiten que en España sigan lubricados los engranajes según los cuales se puede tener “libertad de expresión parcial”, “derecho a satirizar dentro pero no fuera” o limitada la opinión ante una institución en concreto. Y todo ello sin haber dado explicaciones coherentes para secuestrar esa tirada: aquel mismo gag lo habían ideado Morland en The Times, Ferreres en El Periódico, Kap en el Web Negre, Borja Montoro en Libertad Digital, Javi Salado en La Tribuna de Toledo, entre otros humoristas gráficos[24], sin que ninguno de ellos tuviese problemas con sus respectivos medios. Todo un ejercicio de ineptitud porque, para colmo, con su acto reprobatorio han logrado precisamente lo contrario: que la imagen que deseaban ocultar haya multiplicado exponencialmente su presencia pública, llegando incluso al Congreso de los Diputados el 11 de junio[25].

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Varias viñetas en las que se utiliza el mismo argumento satírico que en la portada censurada por RBA. De arriba abajo y de derecha a izquierda: Morland, Kap, Ferreres y Borja Montoro.

Este caso pone en evidencia de forma palmaria la grave situación en la que se encuentra la sátira en el siglo XXI en nuestro país. Hemos sido testigos de su arrinconamiento en los medios y su minusvaloración cultural o incluso periodística. Hemos asumido que la sátira de costumbres ha terminado comulgando con la sátira política por necesitar nuevos lectores, o porque la sátira doméstica se usa como sinécdoque de lo social. También, entendemos que la sátira política se ha frivolizado por hartazgo o debido a la pérdida de referentes ideológicos. Parece ser que hoy el autor satírico se debe a lo inmediato y ha renunciado a la sátira trascendental, sobre todo cuando internet (como espacio de gratuidad, “urna improvisada” y esporangio de mil talentos) ha rebajado el valor comercial de la creación del humorista y su durabilidad. Pero resulta más difícil aceptar que se quiera transformar la carga crítica del humor gráfico en una suerte de conformismo lúdico cada vez menos combativo contra el poder. La condena de la “financiarización” parece pesar sobre toda la prensa (y eso pese al auge de la llamada información global) dando lugar a nuevos mecanismos de “autocontrol” que no implican otra cosa que renunciar a parcelas de libertad.

El Jueves, Mongolia, la prensa satírica local que aún resiste, los fanzines y los blogs, toda publicación con carácter satírico debe seguir existiendo y bramando. Cada medio puede practicar el eufemismo o la vulgaridad, eso depende de su filosofía editorial y así se ganará a su público. Pero nadie debería caer en la indolencia ni dejarse programar, porque no puede desaparecer la crítica a las figuras de la vida pública o al poder. La prensa satírica debe seguir existiendo pese a los que quieren tapar sus bocas, esa prensa y sus profesionales deben forcejear hasta desembarazarse de la mordaza.

Hoy por hoy, si tenemos que aceptar este orden de cosas, la libertad está parcelada y la dignidad de todos está en juego.

NOTAS

[1] Documento construido a partir de la conferencia titulada: “Viñetas satíricas en la ultramodernidad. Del pastiche al simulacro”, pronunciada el día 18 de julio de 2013 en Málaga, en el marco del curso de verano denominado Las viñetas de la crisis, organizado por la Universidad de Málaga.

[3] “Vivimos un `Fahrenheit 451´”, entrevista a Beatriz Moura por Carles Geli, en El País, 1-VII-2013.

[4] "Zenthinela: mejora la percepción, la inversión publicitaria caería 'sólo' un 10,5% en 2013", en el medio PRnoticias, consultado el 11 de julio de 2013.

[5] “Zenthinela: el optimismo no termina de asentarse en la inversión publicitaria”, en BlogginZenith, consultado el 10 de junio de 2014.

[6] Trillo, Manuel “Luis Enríquez: “Los periódicos tenemos negocio y seguiremos teniendo negocio”, ABC, 10-VII-2013, p. 58. Enlace permanente: http://www.abc.es/sociedad/20130709/abci-foro-nueva-comunicacion-vocento-201307090857.html

[7] La edición sin editores. Las grandes corporaciones y la cultura. Ediciones Era, 2001, pp. 14-15

[8] María Jesús Pérez: “La industria editorial en punto muerto”, Abc, 31-XII-2006.

[9] Una de las últimas revisiones se produjo en el sitio web Tercera Información, el 28-X-2013.

[10] "Grupos privados propietarios de medios de comunicación en España: principales datos estructurales y financieros", en Communication and Society / Comunicación y Sociedad, vol. XXII, 1, 2009, p. 263. Disponible en línea: http://www.unav.es/fcom/comunicacionysociedad/es/articulo.php?art_id=36

[11] Datos actuales difundidos por Enrique Dans el 5-VI-2014: http://www.enriquedans.com/wp-content/uploads/2014/06/ElJueves-OJD.pdf

[14] Op. cit.: 12.

[20] http://www.rba.es/pagina/directivos.html
[21] http://punkahoy.blogspot.com.es/2014/06/de-lo-que-ha-pasado-en-el-jueves.html
[23] Según informaba Gerardo Vilches en Entrecomics el 6-VI-2014: http://www.entrecomics.com/?p=99856

[24] J. R. Mora ha recogido una selección en su blog: http://www.jrmora.com/blog/2014/06/03/vinetas-con-corona/

[25] La mostró el diputado Joan Baldoví en una intervención en la que solicitaba un referéndum para votar un nuevo modelo de Estado. Vid: http://www.eldiario.es/politica/directo-Congreso-debate-ley-abdicacion_13_269603039.html

Creación de la ficha (2014): Manuel Barrero. Revisión de Héctor Tarancón y Javier Alcázar. Corección de Alejandro Capelo. · Datos e imágenes tomados de ejemplares originales.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2014): "Derivas de la sátira gráfica en el siglo XXI. RBA contra El Jueves", en Tebeosfera, segunda época , 12 (15-VI-2014). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/derivas_de_la_satira_grafica_en_el_siglo_xxi._rba_contra_el_jueves.html