EDITORIAL PARA TEBEOSFERA, TERCERA ÉPOCA. Nº 2

Palabras clave / Keywords:
Editorial Tebeosfera/ Editorial Tebeosfera

Celebrar efemérides de cómic en España es asunto delicado hoy. La gente muere y las revistas cumplen cien años, y en todos los casos mirar hacia el pasado implica reparos, porque muchas veces no valoras la persona tanto como su postura ideológica, ni ves siempre la revista en su contexto para disculparla. España es un país de heridas abiertas y tebeos que son testigos de un tiempo peor, aunque aquel fuera el mejor tiempo para los tebeos.

Se cumplen cien años de TBO, una cabecera muy conocida debido a su implantación popular, a la lealtad de su público y a su longevidad. Los lectores muy veteranos la recuerdan con cariño por ser una revista de humor blanco que nunca te fallaba, los más jóvenes la mencionamos con reservas por representar un modelo creativo inmovilista, y los chavales de hoy, los millenials, ni la recuerdan ni falta que les hace. Se cumplen cien años de una revista que fue la que más insistió en la idea de que los tebeos eran algo para niños y deberían seguir siendo siempre “algo para niños”. En realidad esta afirmación es falsa porque si algo caracterizó a TBO (y esa fue la clave de su éxito) es que fue una revista para toda la familia, no para el público infantil exclusivamente. Queriendo ser precisos, y arriesgando la deducción, fue una revista para los niños burgueses y para los obreros adultos que, a la postre, leía toda familia media española en su casa. Fue una de las pocas “revistas para todos”, y quizá esa fue la clave de su longevidad y la convirtió en un capítulo en la historia cultural del país.

Lo gracioso es que TBO no era un tebeo cuando nació. Era una revista ilustrada, un híbrido entre los plomizos periódicos para la infancia decimonónicos y las muy ilustradas revistas europeas, las comic magazines británicas y las illustrées francesas, que los editores barceloneses de prensa popular conocían muy bien en el comienzo del siglo XX. Hablamos de un tiempo en el que España se incorporaba torpemente a la revolución industrial, a remolque de Europa y tras sufrir varias crisis por culpa de sus ineptos gobernantes (la cosa sigue más o menos igual), con una tasa de analfabetismo elevada, una renta per cápita baja y una tecnología de impresión francamente mejorable. Mientras que en los países vecinos se exploraba ya con las tintas de color y se tiraba en grandes rotativas, aquí se utilizaban medias tintas y se imprimía en plano, con la Minerva u otras marcas, en tiradas cortas.

En cierto modo tuvo que sorprender por entonces la proliferación de revistas con viñetas o historietas, debido a que la oferta era limitada, y también la demanda, como hemos visto. El medio tuvo que salvar un bache, porque en el siglo XIX la historieta fue creada para un público objetivo adulto y con dinero (lectores de prensa satírica y compradores de libros con finos grabados, que fueron nuestros primeros tebeos) y según avanzaba el siglo XX se orientó hacia otros lectores, burgueses de clase media, la nueva clase trabajadora y esos nuevos ciudadanos denominados niños. Eran el inesperado público consumidor del siglo XX, personas que preferían la lectura durante su tiempo de ocio y que la preferían barata. En los primeros treinta años del siglo XX se publicaron 30.000 títulos de novela popular y 20.000 colecciones de impresos con historietas (según nos chiva Tebeosfera, 193.000 tebeos distintos en esos treinta años). Son cantidades sorprendentes para un país con muy poca población alfabetizada, acaso tres millones por entonces.

El auge de este tipo de prensa se explica hoy por conocer mejor los focos de producción editorial más importantes, el elitista madrileño y el popular barcelonés, cuyo tejido empresarial lo conformaban empresas familiares con aspiraciones más pecuniarias que sociales. Crecieron lentamente, en correspondencia con la irregularidad de aquel mercado, con la oferta cambiante y con la rentabilidad baja de los productos. Y todo dependía a la postre del papel, que era caro para un editor español en los tres primeros lustros del siglo. De ahí que algunos pensemos que las bonificaciones estatales promulgadas entre 1916 y 1922 que beneficiaban a periódicos y revistas prendieron la mecha de la edición de los primeros tebeos.

Y aquellos primeros tebeos eran simplones y aburridos, porque los editores no sabían ni qué debían hacer para vender más ni a qué público estaban contentando cada semana. Solo sabían que debían producir y producir, y rápido, en tiradas cortas (porque es lo que permitían sus máquinas de impresión), pero renovando la oferta cada semana (porque es lo que exigía el público que menudeaba los quioscos). Lo malo es que llegaban a poca gente. En la actualidad es fácil conseguir un producto fabricado en la otra punta del mundo. Entonces era complicado comprar un impreso hecho en Barcelona si no vivías en Barcelona. Hasta que no comenzaron a funcionar de manera regular las distribuidoras (desde 1914) poco se conocieron los tebeos. Es cierto que la burguesía madrileña y catalana pudiente accedía a la prensa para la infancia, aquellos periódicos de carácter edificativo y moralizante que llevaron alguna historieta entre sus páginas (Heraldo de los Niños, Álbum de los Niños, Infancia, Madrid Cómico —la etapa de 1910—, El Correo de los Niños, Los Muchachos, A E D o la publicación publicitaria madrileña Pulgarcito, de 1916). Poco a poco, la importancia que iban adquiriendo los cómics estadounidenses caló en nuestra prensa y se fueron ofreciendo series traducidas en ciertos periódicos (Monos, Los Sucesos, La Semana Ilustrada), pero aún más importante fue la imitación de modelos franceses y británicos, acaso por la cercanía cultural, que se pudo apreciar en títulos como Le Pêle-Mêle, Mamarrachos, Monigotes, Historietas infantiles y Mi revista, ya en 1919. El modelo americano fue el escogido para el considerado primer tebeo español, Dominguín, pero fracasó a los veinte números. El modelo europeo fue el escogido por los editores Navarrete, en 1916, y Buigas, en 1917, y ese fue el que triunfó con los respectivos títulos Charlot y TBO.  

Algunos coleccionistas e investigadores consideramos que la calidad de Charlot estaba por encima de la de TBO, pero la popularidad ganó la batalla a la calidad, y la revista conocida como “el tebeo” se arrogó el mérito de ser la fundadora de nuestra prensa con historietas. Charlot fue un tebeo longevo y con una oferta de calidad constante y contrastable, que compartió con TBO el quiosco y el impresor (Arturo Suárez). Los editores de entonces eran pequeñas industrias con ambiciones limitadas y poca o ninguna malicia competitiva. Sería el público el que elegiría el título más querido y fue la historia la que eligió su título para el recuerdo. Decimos esto porque la revista TBO, tomada como punto de partida de toda una industria, en realidad fue una cabecera carente de ambición editorial. Sus editores primeros seguramente buscaban el beneficio escaso pero rápido y repetido semana tras semana, y cuando se percataron del tirón popular del título no desarrollaron nuevas ambiciones empresariales, a juzgar por la evolución de la publicación, conocida precisamente por su inmovilismo.

Dedicamos el actual número de Tebeosfera a los cien años de TBO a sabiendas de que era ya un modelo caduco a los diez años de nacer. Pero también conscientes de que en su seno germinó un conjunto de autores de la mayor calidad, y representantes, con su obra, de un proceder ciudadano emergente, ambicioso aunque servicial, hábil para la pereza y torpe para el desarrollo, con la autoestima justa. Nos ayudan a comprender aquel éxito en aquella España varios grandes conocedores de la revista y de sus autores. Dionisio Platel se ocupa de uno de los autores fundadores, Méndez Álvarez, un dibujante poco apreciado debido a su estilo fosco y maldito por su anticlericalismo y su olvido posterior. Jaume Capdevila revisa la trayectoria del gran Opisso, uno de los emblemáticos dibujantes de Barcelona, un genio de su tiempo. Antonio Altarriba nos habla de la serie más recordada de TBO, La familia Ulises, el ejemplo del quiero y no puedo español con un discurso válido para la preguerra, la posguerra e incluso para la actualidad. Hemos querido contar con el gran conocedor de la viñeta catalana Lluís Solá para recordar las biografías de algunos de los autores de TBO menos recordados, porque también merecían un hueco en nuestra memoria. Carlos De Gregorio se ocupa de Tinez, otro puntal de la revista que se caracterizó por su estilo amable y sencillo. Francisco Baena se centra en tebeos de su especialidad, de aventuras, y aquí repasa la escasa producción de Ediciones TBO sobre este género. José María Conget nos regala otro ensayo impagable, en este caso sacando toda la miga posible al asunto de las tiras de prensa americanas aparecidas en TBO. A Álvaro Pons le tocó la revisión de Coll, un seductor de la viñeta, un artista incomprendido y del que no es tan fácil escribir como parece debido a los pocos datos que se conocen sobre su vida. A Lluís Giralt le convencimos para que volcase aquí algunos recuerdos de su paso por la redacción de la editorial, donde se empleó un tiempo preparando el reciclaje de historietas en cierta etapa de la revista. Vicent Sanchis se arriesga con el asunto de la censura y el servilismo de TBO, sopesando si los editores fueron indiferentes o anuentes con el franquismo. Aunque hubo pocas mujeres colaborando en la revista, nos pareció necesario dar fe de la presencia de una de ellas, Isabel Bas, que fue entrevistada por Elisa McCausland. Finalmente, como no queríamos dejar de lado los últimos años de la publicación y su deriva, contamos con artículos de Alfons Moliné (sobre la figura de Bernet Toledano, uno de los grandes de TBO desde los años sesenta), Óscar Gual (sobre la transformación de fondo y forma que se intentó en los setenta con la sección “El Habichuelo”) y Jordi Manzanares (uno de los mayores expertos en esta revista, que entrevistó al genial Tha con motivo de la salida de este número).

Este elenco de autores, con sus semblanzas, reseñas y artículos, nos permite ver cuál pudo ser la grandeza (o la oportunidad) de una revista que terminó siendo una de las más conocidas de nuestra tebeografía y que fue la que puso nombre a las demás revistas de historietas.

Creación de la ficha (2017): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
(2017): "Editorial para Tebeosfera, tercera época. Nº 2", en Tebeosfera, tercera época, 2 (11-III-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 25/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/editorial_para_tebeosfera_tercera_epoca._n_2.html