EL DISEÑO DE LO INCORRECTO. LA CONFIGURACIÓN DEL HUMOR GRÁFICO
LOMBILLA

Resumen / Abstract:
Notas: A la derecha, una viñeta de Junco, autor de la obra reseñada, extraída del capítulo "Contextualización" de su libro. En ella se propone un juego con las formas, apoyándose en el popular cuento de los tres cerditos y el lobo, para construir una estructura típica del diseño gráfico pero no exenta de mensaje humorístico.
Palabras clave / Keywords:
Controversia de las viñetas sobre Mahoma, Estudios sobre humor gráfico y sátira/ Muhammad cartoons controversy, Studies on graphic humor and satire
EL DISEÑO DE LO INCORRECTO. LA CONFIGURACIÓN DEL HUMOR GRÁFICO

Aplicadas al humor gráfico, a las clásicas preguntas: quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos, bien podría añadírseles otra incógnita acerca de su creación. Conocemos a los humoristas, su árbol genealógico está perfectamente dibujado en numerosos estudios históricos y su itinerario vital está encaminado hacia el horizonte que marcan las publicaciones en las que desarrollan su trabajo. Si bien estas afirmaciones podrían ser discutibles, ese hipotético cuarto interrogante, “¿cómo lo hacemos?”, sería con toda probabilidad el más difícil de contestar.

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 Página del libro con viñeta de Gary Larson.  

Se sabe que una viñeta humorística puede causar risa, provocar una sonrisa y hasta suscitar una inteligente reflexión. Sin embargo, establecer el dispositivo interno de funcionamiento de ese artefacto creativo puede ser muy difícil. Pocos humoristas gráficos podrían dar las claves de sus viñetas, diseccionarlas convenientemente para entender su propio engranaje. Uno de ellos es sin duda Manuel Álvarez Junco, quien a su faceta de humorista gráfico une la de diseñador y la de profesor universitario.

Junco, que es como firma sus excelentes trabajos gráficos, es uno de los profesionales del humor mejor dotados para la viñeta sin palabras. Conocedor de los elementos y conceptos que configuran el humor gráfico, elabora unas viñetas conceptuales que funcionan como un perfecto mecanismo de relojería. Más allá de su propio trabajo, este doctor en Bellas Artes analiza en El diseño de lo incorrecto la conformación de los componentes del humor gráfico. Como dice el famoso dibujante Peridis en el prólogo, de sus lecciones magistrales, de sus reflexiones e indagaciones y de sus diseños y dibujos Junco extrae la experiencia y el conocimiento para atreverse a publicar este libro, en el que explora, dentro de las infinitas variantes del humor, aquellas que se materializan gráficamente en forma de chiste, caricatura o el diseño.

Con prurito científico, el autor estudia el diseño de lo que llama «transgresiones necesarias», de los grafismos que relacionan incorrectamente convenciones y tópicos, que señalan errores lógicos de nuestro sistema intelectual. Partiendo de una valoración genérica sobre el humor y su utilización como válvula de escape en una sociedad rígidamente ordenada, en un interesante análisis Junco aborda la relación diseño-humor estableciendo sus antagonismos y sinergias («El humor reúne toda una batería de elementos para dirigirse con impecable precisión a una extraña finalidad: su propia vulneración. La dinámica contextualización-transgresión es la que nutre al mundo humorístico y éste es precisamente el núcleo de este estudio: la primorosa, cuidadosa y compleja construcción de un sencillo paisaje, unos personajes de clara identificación, una situación conocida… y su estrepitosa ruptura. Al reclamar el humor gráfico una ubicación y exhibición perfecta de un contexto, la exacta descripción de una situación unívoca, conocida, para alcanzar su objetivo, su intención y su transgresora razón de ser, se hace, por tanto, evidente la necesidad del diseño», p.29); («Mientras el diseño se ocupa de construir y poner orden, la transgresión humorística enfatiza las contradicciones y señala con el dedo los convencionalismos que atenazan al mundo, intentando así una mejor reubicación conceptual», p.34).
 
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   Página del libro con varias muestras de obras artísticas que el autor vincula con la configuración del diseño y del humor gráfico.
Construye el autor un edificio teórico de buena planta, en el que examina con prodigalidad el diseño del humor gráfico y el diseño gráfico del humor; la definición formal concreta que exigen las realizaciones humorísticas; las reglas imprescindibles para conseguir el puente mental entre autor y espectador. Examina con perspicacia el humor gráfico estudiando por separado la intención, la difusión y la lectura de las imágenes humorísticas. Realiza una sistemática delimitación de los campos en los que se mueve el humor gráfico y se muestra preciso y atinado abordando la caricatura como núcleo del mismo («La caricatura, puro grafismo, puro humor, supone un género que, aunque no entra en la consideración estricta de chiste, es, por derecho propio, una de las grandes referencias en el ámbito del humor gráfico y se erige en un paradigma burlesco, en un clásico prototipo cómico», p.55).

Avalado por su doble condición de diseñador y humorista, Junco da claves concretas que permiten situar eficazmente cada disciplina («El humor es abstracto en cuanto a su origen mental o espiritual, pues surge en el intelecto (…) El diseño, sin embargo, atiende a lo concreto dentro de lo abstracto», p.79). Una vez establecidos los parámetros diferenciadores, hay en esta obra un esforzado intento por desbrozar el mecanismo diseñador de la transgresión gráfica, atendiendo a aspectos importantes como la intuición necesaria y apelando a la analogía como la dimensión más genuina del pensamiento creador.
El diseño de lo incorrecto supone un afán ensayístico en el que Junco indaga con voluntad de entomólogo la configuración del humor gráfico y su contenido («Al abordar un análisis de este tipo es necesario tener muy presente que una pieza humorística visual, como si de un organismo con vida se tratara, supone siempre la percepción de una acción concreta, y no de sus elementos», p.92). También confecciona una acertada síntesis de los elementos configuradores del humor gráfico: contextualización de la idea, incluyendo concreción en la puesta en escena gráfica; transgresión formal del concepto y complicidad con la fantasía propuesta.

Aunque superficialmente, el autor realiza una aceptable revisión de algunos paradigmas de la evolución de las artes y la tecnología. De igual forma, realiza un recorrido por la historia del arte analizando los antecedentes del humor gráfico. Y retrocede al tránsito del siglo XIX al XX, enclave temporal en el que se encuentra un punto de inflexión significativo que explica el replanteamiento en el mundo del arte que ha llevado, pasado el tiempo, a la multiplicidad de formas, formatos, medios y realizaciones de nuestros días. Asimismo, rememora con acierto algunos hitos importantes del origen del humorismo como la capital invención de la imprenta, que propició una difusión hasta entonces impensable, o el gran salto tecnológico que supuso la litografía y la agilidad posterior de las imágenes. Muy adecuada resulta la inclusión de Lutero y sus seguidores reformistas, verdaderos pioneros de la caricatura satírica. Lamentablemente, sin embargo, no se incluyen las Danzas de la Muerte medievales en un repaso en el que el autor ha creído conveniente incluir hasta al pintor italiano Arcimboldo.

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 Página del libro con viñeta de Steinberg, uno de los humoristas gráficos más geniales de la historia.  
El resumen histórico se remata de forma expeditiva pasando de Daumier a nuestros días para más adelante tratar con alguna ligereza la evolución del cómic.

 Partiendo de una concepción global compleja, El diseño de lo incorrecto está repleto de proposiciones sugestivas que no acaban, sin embargo, de consolidarse de manera irrefutable. Si bien el ensayo se aproxima al objeto de estudio con detenimiento en una sistemática correcta con la que, al final, aisla los componentes definitorios básicos de la obra de humor gráfico, hay cierta divagación en el conjunto que deja en evidencia el método seguido. En algún caso, aborda el asunto desde aproximaciones y no desde la concreción, sin llegar a detallar adecuadamente a qué se refiere, dando una definición funcional aplicable a todo el humorismo, ya sea gráfico, literario, verbal… («La transmisión impecable del contenido conceptual para que sea recibido por parte del espectador-lector es, por tanto, crucial para su eficacia porque en [sic] la meta del humor es compartir el hallazgo cómico.», p.30). Hay aspectos en los que se muestra demasiado sintético, reduccionista incluso, como cuando hace la división “profesional” entre cartoon y chiste (p.56). Por momentos, el texto sufre una carga de retórica artificiosa que adumbra la correcta transmisión del mensaje. En la página 75, dentro del apartado en el que intenta delimitar los campos del humor gráfico, hay un párrafo casi ininteligible, como si el autor jugara con códigos privados que oculta al lector, lo cual causa decepción intelectual y deja una incómoda duda acerca de la rigurosidad con que se abordan determinadas cuestiones en este ensayo:

«Se podrían realizar variadas clasificaciones sobre los modos y formatos de estos campos, con subdivisiones y apartados múltiples. Sin embargo, existe una línea que los relaciona a todos: la preocupación por hacer reflexionar de modo divertido a la sociedad por medio de grafismos. No se hace aquí alusión a ese territorio del humorismo gráfico lleno de irrelevantes y acomodaticios funcionarios de lo cómico, ya que esto sucede absolutamente en todos los ámbitos profesionales y no sería de recibo mezclar lo mediocre con lo realmente bueno. La referencia que todos tenemos en mente es la de ese arte de influencia mediática importante, directamente implicado en la vida social, de especial significación por cuanto plantea un cuestionamiento lúdico de la actualidad o de la cotidianeidad, una aguda y relajante observación sobre lo angustiosamente real e inmediato, una reflexión filosófica o poética sobre lo cercano, y a la que pertenecen esos profesionales a los que podemos considerar activistas del entorno gráfico».

Esta críptica declaración de intenciones contrasta, además, con la inclusión, en la página 134, del popular personaje televisivo Chiquito de la Calzada en una relación de personajes cómicos entre los que se encuentran Chaplin, Jacques Tati o Woody Allen. La ausencia de argumentación conveniente para justificar esta mezcla de personajes, limitándose a citar nombres en un inventario promiscuo, acentúa la necesidad de cuestionar la pertinencia de dicha inclusión.
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   Página del libro del capítulo en el que se ocupa del cómic, con una viñeta de Gustav Doré para iniciarlo.
Lo mismo ocurre cuando habla de la necesaria designación del lugar del humor para acentuar su eficacia. Se limita aquí, como en otras partes del texto, a dar una serie enumerativa algo caótica en la que incluye, a modo de cajón de sastre, elementos cómicos que se alejan del ámbito de este estudio como es, lógicamente, la televisión («Hoy en día encontramos variados lugares destinados a esa finalidad en medios editoriales ?en revistas especializadas, en periódicos con espacios para el chiste de actualidad, viñetas sueltas, páginas infantiles o de ocio, etc.?, en la televisión ?desde espacios concretos en cadenas generalistas, monólogos cómicos, títeres, hasta canales específicos dedicados exclusivamente al humor y la comedia?, en Internet, etc», 134).

Igualmente chocante llega a ser la aventurada adscripción, carente de razonamiento que la defienda, de payasos y bufones al mundo del humor («Personas del mundo del humor son el bufón y el payaso», p.132).
 
Hay, también, en El diseño de lo correcto un abuso de elementos paratextuales que en poco benefician la lectura. Quizás con intención de refrescar la página, o tal vez para dotarla de una apariencia académica forzada, las excesivas notas laterales no parecen responder siempre a necesidades reales de apoyo informativo. En muchos casos, rompen el flujo lector de manera artificial para abordar cuestiones tangenciales o digresiones aleatorias que nada aportan o que podrían perfectamente haberse incluido en el discurso. Las ilustraciones escogidas para el libro conforman, eso sí, un atractivo catálogo, y cada capítulo se abre con una sugerente y apropiada cita de alguna firma ilustre.

Hay alguna errata, como llamar Robert al dibujante inglés Ronald Searle en la única ocasión que se cita con su nombre completo (p.107), y algún error, sin embargo, que resulta reprobable al cometerse en un ensayo al que cabría exigir más escrupulosidad. En la página 102, al analizar la contextualización conveniente para determinar el sentido del mensaje, en una nota lateral se añade la definición de “contexto” extraída no de la RAE,  sorprendentemente, sino de Wikipedia.

El diseño de lo incorrecto contiene algunas afirmaciones cuestionables, no por deslegitimar al autor, que evidentemente puede y debe expresar sus opiniones en un trabajo como éste, sino por estar insuficientemente explicadas, carentes en muchos casos de un corpus retórico que refuerce su subjetivismo. Un ensayo en el que predomina el adjetivo “transgresor” aplicado al humor gráfico, sorprende por su insistencia en la necesidad de “agradar” al lector, apelando a una vital contemporización del humorista gráfico para que su trabajo sea válido; una suerte de juego inocente enfocado a la diversión amable («El humor necesita, en resumen, una gran concreción. Su realización final conduce a una propuesta que debe, necesariamente, ser aceptada por el usuario. Si no logra una aprobación, una respuesta positiva del espectador, el humor no existe, ha fracasado», p.81); («Si la transgresión se considerase potencialmente agresiva, dejaría de ser un juego, por definición placentero y relajante, y la propuesta sería inmediatamente rechazada. Aparecería el conflicto y la comicidad quedaría invalidada», p.130); («Para que el humor sea percibido y aceptado debe realizar necesariamente una maniobra que obtenga la benevolente simpatía del espectador, que logre su cómoda implicación en la broma», p.131).
 
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 Página del libro con el diseño sarcástico al que se alude en el texto. Bajo esa imagen se encuenta la nota al pie en la que se mencionan las "caricaturas de Mahoma".  
En el capítulo dedicado a la “complicidad” utiliza el autor como ilustración con la que reforzar sus tesis una imagen ciertamente impactante. Se trata de un dibujo anónimo en el que las estelas de dos aviones que se van a chocar contra las torres gemelas de Nueva York conforman el logotipo de McDonald´s mientras una leyenda dice: EAT THIS. Junco la analiza en una nota lateral:

«Ésta es una agresiva imagen para camisetas serigrafiadas juveniles (cuya autoría no me ha sido posible determinar) donde los tópicos ¿iconos populares en este caso? realizan su labor contextualizadora y no dejan duda sobre su significado. La transgresión es evidente y consigue un impacto emocional. El problema surge cuando hablamos de su “complicidad”. Al igual que en el caso de las famosas “caricaturas de Mahoma”, la provocación realizada a destiempo lleva a que no sean en absoluto “humorísticas” por la carencia de complicidad que tendrán en determinados ámbitos mientras en otros se las considerará “defendibles”», p.136.

Esta única referencia a los dibujos daneses sobre Mahoma causa cierto estupor. Y no sólo porque un asunto tan importante para el mundo del humor gráfico (y la sociedad en general) haya sido relegado a mera nota lateral en un ensayo dedicado al humor gráfico en el que hasta tiene cabida, por cierto, Chiquito de la Calzada, sino por la abstrusa crítica que reciben las "caricaturas" y la insustancial conclusión del autor al sentenciar con cierta audacia que dejan de ser humorísticas al perder la complicidad de “determinados” ámbitos que, en este caso, deben de ser, lógicamente, los fundamentalistas que han puesto precio a las cabezas de esos dibujantes. Defiende Junco, pues, que el valor del humor gráfico viene dado por su aceptación generalizada y se muestra refractario a sus propias palabras de agradecimiento con las que, al inicio del libro, muestra su reconocimiento «a todos los humoristas gráficos del mundo, esperando que este libro refleje, al menos un poquito, el esfuerzo y valor que exige una profesión como ésta».

Para entender algo mejor la opinión de Junco sobre este importante asunto, minimizado curiosamente en un ensayo de las características y pretensiones de éste, habría quizás que acudir a un artículo que escribió en 2006 en la publicación electrónica paperback (ÁLVAREZ JUNCO, Manuel (2006) “De la tipografía, de su enseñanza y de otros asuntos de no menos interés”. paperback nº 3. ISSN 1885-8007. [Disponible en línea, fecha de consulta: 06/06/10]).

El artículo se titula Mahoma y los Graciosos, y en él se tacha a los dibujos sobre Mahoma como «mediocres caricaturas» y el autor exhibe una singular teoría acerca de la polémica y de los humoristas daneses, que «hacen un flaco favor a los valores occidentales que dicen defender».
 
Finaliza El diseño de lo incorrecto con una conclusión que se antoja escasa pero en la que se dan algunas claves interesantes además de una encomiástica síntesis sobre el humor gráfico de la que cabría excluir, naturalmente, a los caricaturistas daneses del Jyllands Poste:

«El humor gráfico, con su sutil o feroz, dulce o ácida, reflexión sobre el entorno, cumple así una importante función para nuestra inteligencia individual, para nuestro mundo íntimo, y realiza a la vez un trabajo fundamental para la cultura colectiva», p.140.

Creación de la ficha (2010): Lombilla. Con edición de Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LOMBILLA (2010): "El diseño de lo incorrecto. La configuración del humor gráfico", en Tebeosfera, segunda época , 6 (10-VI-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 07/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_diseno_de_lo_incorrecto._la_configuracion_del_humor_grafico.html