EL FATALISMO ALEGRE DEL PAYASO TRISTE. RESEÑA DE OCURRIÓ CERCA DE TU CASA (SABE DIOS)
LOMBILLA

EL FATALISMO ALEGRE DEL PAYASO TRISTE RESEÑA DE OCURRIÓ CERCA DE TU CASA (SABE DIOS)

 

En El hombre que fue Jueves, el flemático detective Syme, que se hace llamar Jueves para infiltrarse en una sociedad anarquista, descubre finalmente que todos sus miembros son también policías camuflados. El divertido planteamiento de esta novela de Chesterton puede ilustrar de alguna manera la situación actual dentro del humor gráfico que se hace en España, y más concretamente el que se da en la revista satírica El Jueves, modelo de referencia ineludible si se quieren analizar los derroteros por los que la profesión se adentra en el siglo XXI. A lo largo de su historia, El Jueves ha sido siempre una fértil cantera de dibujantes de variados estilos con algunos puntos en común, pero quizás sea ésta la época en la que se encuentran mayores coincidencias entre sus jóvenes colaboradores, unos “hombres Jueves” integrantes como el detective de Chesterton de una colectividad en apariencia ácrata, pero inclinada, sin embargo, hacia una creciente estandarización. A estos nuevos autores bien se les podría agrupar humorísticamente bajo el nombre de “Generación Chesterton” o, quizás, como la “Generación Photoshop”.

Esta observación, sin duda reduccionista aunque no por ello menos sugerente, vendría motivada por la coincidencia de estilos en autores que han nacido en una época marcada indefectiblemente por El Jueves como arquetipo casi omnímodo y el auge de las nuevas tecnologías que han condicionado extraordinariamente la realización de sus dibujos. Uno de esos autores es el popular actor Carlos Areces, dibujante que firma Carlös y que en 2007 vio compilado parte de su trabajo en el volumen Ocurrió cerca de tu casa. Sabe Dios, con el que obtuvo el premio como autor revelación en el Salón del Cómic de Barcelona. 

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Doble pagina titulada “Las bonitas escenas estivales del tío Carlös”.

Ocurrió cerca de tu casa es una interesante muestra de la extraordinaria capacidad de Carlös para el chiste. Las primeras veinte páginas están dedicadas a una sección veraniega llamada “Las bonitas escenas estivales del tío Carlös”, en las que desarrolla, de forma necesariamente reiterativa, todas las situaciones cómicas que el tema ofrece.

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Después, el resto se compone de una sucesión de páginas en las que exprime las posibilidades cómicas de un tema intemporal, excepto una que está dedicada al nacimiento del hijo de los príncipes de Asturias. Todas las páginas se estructuran en seis viñetas de gran efectividad cómica a caballo entre el absurdo más delirante y un humor negro despiadado. El gusto por este humor lo emparenta con excelentes humoristas gráficos como Summers, Chumy Chúmez, Regueiro, Perich o Gila, con quien también comparte, por cierto, la doble condición de dibujante y actor. En la página titulada “¡Guerras!” (p. 51) es inevitable ver la huella de Gila en una viñeta en la que un soldado lleva un obús clavado en el casco mientras otro le dice: «¿Te imaginas si no llegas a llevar casco?». Y es que quizás sea eso lo mejor que se pueda decir de Carlös, que, conscientemente o no, ha asimilado la honda tradición macabra que ha dado lo mejor del humor castizo, aunque sin alcanzar su trasfondo, pues contradice de manera frontal aquello que escribió André Breton de que este humor debe oponerse a la broma sin gravedad, a la evasión relajante y complaciente, y entrañar siempre un intento de desacralizar la realidad atacando sus convencionalismos y los falsos valores establecidos para convertirse en una herramienta corrosiva de denuncia, donde lo cómico, lejos de suavizar, amplifica el efecto de la crítica. Cuando Carlös hace un chiste de un leproso al que se le cae la cara por estornudar (p. 35); o de una enferma de cáncer de piel que toma el sol en la playa (p. 11); o de un niño sin brazos subido a un caballo (p. 16); o de unos judíos prisioneros de un campo de concentración que le colocan a otro un cartel que dice «Gaséame» para gastarle una broma, no parece buscar otra cosa que hacer reír. Y para ello no duda en utilizar estos temas difícilmente admisibles en cualquier otro medio que no fuera una revista satírica. Chistes que en otro contexto rebasarían la timorata línea de lo “políticamente correcto”, hechos para El Jueves pierden cualquier significación transgresora, pues ese tipo de viñetas es el que demanda el lector de la revista. No obstante, toda la truculencia que destilan estos trabajos queda desactivada inmediatamente gracias al dibujo infantil, de líneas gruesas y limpias, y gracias también a unos personajes uniformes de ojos inmensos e inexpresivos, muy en la línea de Matt Groening, a los que Carlös parece haber dotado del simpático hermetismo fatalista de sus personajes cinematográficos. Teniendo tan a mano la convincente interpretación de un inquietante payaso triste que Carlos Areces ha realizado en Balada triste de trompeta, la última película de Álex de la Iglesia, resulta difícil no caer en la tentación de establecer un paralelismo entre su personaje y las viñetas de esta recopilación, que serían como tartazos de clown: tiernamente elementales pero graciosas.

El universo gráfico de Carlös está lleno de motivos recurrentes como la escatología o los niños salvajes: «Quedan declarados marido y mojón», dice un sacerdote a un hombre que se está casando, efectivamente, con un enorme excremento vestido de novia (p. 48); «¡Mamá, mira a Héctor!», grita una niña mientras su hermano le corta una pierna con un serrucho (p. 9). Y también tiene un tenaz empecinamiento en repetir viñetas de mutilados, con las que se deleita maliciosamente: «Ahora igual sí me puedes regalar tu Play Station», le dice un joven a otro que está hospitalizado porque le han cortado los brazos (p. 31); «¡Sí! ¡Independencia para mis piernas!», vocea un hombre que se acaba de cortar las dos piernas con un hacha en la página dedicada a los políticos (p. 47).

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Carlös es deudor de la escuela Bruguera, y, para demostrarlo, también recurre en ocasiones al humor blanco más inofensivo y tierno, que, paradójicamente, sí que resulta transgresor dentro de las páginas de El Jueves: «Papá, ya no hace falta que paremos», dice un niño que viaja en coche y se ha orinado en los pantalones (p. 18); un disco habla con otro y le dice: «Deberías ir al médico: tienes mala cara A» (p. 35); «Estamos organizando un motín», comenta un bebé dentro del corralito en el que está metido junto a otros dos más (p. 42).
En general, Carlös somete a sus personajes a un proceso continuo de descontextualización en busca de una risa epidérmica que, en numerosas ocasiones, consigue. Unas veces, lo logra invirtiendo la realidad con gran imaginación: «Todo ha salido bien, hemos logrado extirparle al señor con éxito», dice un tumor médico a otro tumor paciente (p. 27); en otras, recurriendo a exageraciones muy graciosas: «Carpe diem, Eugène, carpe diem», le dice una mujer a su marido mientras caen al vacío sentados en un trozo de roca que se ha despeñado (p. 56); mientras en la cornisa de un piso hay una mujer con un pecho al aire intentando ocultarse, dentro de la casa una madre inquiere con dolor a su bebé: «Donovan: de nuevo, es la hora de comer y no tienes hambre. Dime la verdad: ¿hay otra mujer?» (p. 57).
El recurso de bautizar a todos los personajes con nombres norteamericanos resulta muy efectivo, pues refuerza considerablemente el efecto humorístico del chiste, quizás por contraste con el aire profundamente ibérico que poseen estas voluntariosas viñetas. El conjunto, empero, adolece de un exceso de chistes repetitivos, con gags previsibles, cuando no pasados de moda: el psicólogo que piensa en otra cosa mientras un paciente le cuenta sus problemas (p. 45); el niño que se destroza al lanzarse a una piscina vacía (p. 9); una pera que se está “pelando” mientras toma el sol (p. 20).

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Aunque no faltan los bocadillos y el diálogo dentro de las viñetas, todas tienen siempre un pie en el que se explica la situación. En muchos casos, estos pies tienen un notable pulso narrativo que les confiere entidad de microrrelatos con autonomía propia para los que el dibujo no es más que una simple ilustración: «Días más tarde, tras la triste muerte del pequeño Desmond, su padre decidió no volver a sobrevalorar el desarrollo cognitivo de ninguno de sus hijos» (p. 26); «El corazón palpitante confirmaba las sospechas de Harold: de nuevo había practicado la autopsia a un sujeto que no estaba muerto, sino hibernando» (p. 30); «Unos segundos antes del fatal desenlace, Jolene se arrepintió de no haber comprado el protector solar que valía tres euros más» (p. 8). Y acaso sea en estos pequeños relatos con cierto prurito literario donde se encuentra lo mejor de esta divertida selección de chistes de Carlös, ese “hombre que fue (del) Jueves” y que es, si no el más sólido representante de la nueva generación de humoristas gráficos, con toda seguridad uno de los más graciosos.

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Creación de la ficha (2011): José Luis Castro Lombilla. Edición de Félix López, revisión y corrección de Manuel Barrero y Alejandro Capelo. · Datos e imágenes tomados de un ejemplar original.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LOMBILLA (2011): "El fatalismo alegre del payaso triste. Reseña de Ocurrió cerca de tu casa (Sabe Dios)", en Tebeosfera, segunda época , 7 (30-IV-2011). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 06/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_fatalismo_alegre_del_payaso_triste._resena_de_ocurrio_cerca_de_tu_casa_sabe_dios.html