Title:
The needle of the balance
Resumen / Abstract:
Resela de los tebeos 'Lo que la noche sabe' (Navona), 'Howard P. Lovecraft. El escritor de las tinieblas' (Oberon) y 'Llegará el invierno' (Navona). / Review of the books 'Lo que la noche sabe' (Navona), 'Howard P. Lovecraft. El escritor de las tinieblas' (Oberon) and 'Llegará el invierno' (Navona).
  • Tebeo sobre Lovecraft reseñado.
  • Tebeo de Navona reseñado
  • Portada de Lo que la noche sabe.
  • Vida de Lovecraft. Anodina en lo sentimental.
  • Una de las escasas presencias de lo sobrenatural en este relato.
  • En la obra de Gálvez se arroja el mensaje principal en las primeras páginas: el otoño de lo humano.
  • Excelente media del tiempo y representación de los autores.
  • La capacidad de Alfonso López para los ambientes es indiscutible.
  • Gardel y Hitler discutiendo. ¿Pudo ser posible? Solo la noche sabe.
  • La síntesis en los textos es una gran virtud en este tebeo, dotándole de dimensión literaria.
  • Los encuadres rotos y apretados enriquecen la lectura de esta obra.

La historieta es un medio apasionante porque no deja de navegar en las aguas de la renovación desde que nació. El auge cultural (que no industrial) vivido en los últimos años se debe, en parte, a su virtud para mutar, que al mismo tiempo es una necesidad, porque aparentemente sigue necesitando ascender en la consideración social e intelectual. Antaño era más común valorar “un buen cómic” por razón de su sólido guion o de su atractivo dibujo, sobre todo en el caso de quienes se acercaban a los tebeos sin un gran conocimiento de su potencial comunicativo. Aquello de “primero me tiene que entrar por los ojos”, ya saben. Hoy es distinto, aunque también hay que reconocer que no faltan los esnobs que valoran una propuesta exclusivamente por su riesgo estético o que enjuician un impreso sobre la base del mérito literario (o, lo que es peor, por la simple razón del tema tratado o su supuesta seriedad) sin querer ir más allá.


El debate sobre el valor literario frente al gráfico en los tebeos seguirá en pie mientras existan las aproximaciones parciales al medio. La calidad final de una obra audiovisual no puede juzgarse por uno de sus componentes. Al igual que ocurre con el cine o los videojuegos, en la historieta se hace necesario sopesar un paquete comunicativo integrado y no valorar por separado el “aporte literario”, aunque siempre podemos salvar una obra desequilibrada tomando en consideración una sola de sus partes. Hay películas de Terrence Malick que solo se salvan por la estética, para algunos. Para otros, son obras maestras redondas.


Los lanzamientos de dos sellos editores jóvenes españoles nos sirven para ejemplificar lo anterior:


Howard P. Lovecraft. El escritor de las tinieblas es un tebeo que tiene a su favor el cebo del autor conocido, el que aquí aparece en el título, el llamado genio de Providence. El cómic lo ha publicado el sello madrileño Oberon partiendo de la edición francesa de 21g y está realmente muy bien editado. Sorprende, al abrirlo, que sea un tebeo tan “claro”, tan limpio gráficamente. Los que hemos leído a Lovecraft cuando éramos muchachos tenemos el recuerdo oleaginoso de su literatura, con aquella adjetivación tan retorcida con la que iba entretejiendo una descripción más turbia a cada párrafo. Cuando leímos la biografía de Lovecraft escrita por S. De Camp reconstruimos sus espacios lóbregos y decadentes en su residencia familiar, porque era muy difícil sustraer al autor de sus ficciones, en las que lo instalamos automáticamente, como si su realidad hubiese sido una extensión de su atormentada imaginación. Este cómic, realizado por argentinos, por el contrario, es un recorrido amable y pastel por su biografía, y como se detiene solo en la última docena de años de su vida, nos priva de sus pesadillas de infancia, de sus traumas adolescentes o de su turbia juventud, aquellos periodos en los que fue alejándose voluntariamente de un mundo que evolucionaba ajeno a él. “Nunca participo de lo que me rodea”, escribió él mismo.


El guion de este tebeo, de Alex Nikolavitch, nos cuenta cómo fue la vida más productiva de Lovecraft. Su asentamiento en Brooklyn y su amago matrimonial, malviviendo de su literatura y de sus trabajos de corrección literaria, sin dejar de aspirar nunca a ser un escritor bien valorado y bien editado. Recordemos que jamás tuvo en sus manos un libro suyo, salvo uno que preparó artesanalmente un colega. Únicamente un grupito de compañeros de fatigas y de fans supieron ver la genialidad yacente en sus ficciones, y solo ellos tuvieron el placer de conocerle íntimamente por entonces (a través de sus cartas). En el cómic se nos cuenta esto para mostrarnos la dimensión más humana de Lovecraft, que fue la más frustrada, mientras que su complejo mundo interior queda apartado del relato. Es un tebeo resuelto con mucho diálogo y poca ensoñación, en el que el atractivo de la resolución gráfica seduce lo suficiente, pero el peso del relato se resiente porque nos deja con las ganas de imaginar más. Le falta peso dramático, y quien no conozca la obra de Lovecraft obtendrá una idea escasamente dimensionada de su aporte al horror literario. Es un cómic sobre un autor literario que está bien resuelto y que puede resultar imprescindible para los seguidores del autor de Providence, pero es un tebeo flojo en su conjunto, pese a su atractivo gráfico.
Llegará el invierno es un ejemplo más de que la editorial Navona se está arriesgando con la edición de cómics con carga social. Aunque no deberíamos hablar de riesgo cuando hablamos de una obra de Alfonso López, un dibujante extraordinario, de los mejores que ha tenido este país a lo largo de toda su historia (y no exagero), que lleva a sus espaldas la mochila del compromiso desde que se inició en la profesión de dibujante. En sus viñetas satíricas y en sus historietas ha estado siempre presente la reflexión social y la implicación con el desfavorecido, denunciando al opresor. Y también ha habido un denominador común en sus trabajos: la melancolía.


Los tebeos en los que Alfonso López ha coincidido con Pepe Gálvez, que es el guionista con quien ha firmado Llegará el invierno, destilan melancolía. Es una tristeza tenue y azul la suya, que atañe a lo no vivido o lo no conseguido, aquello que tanto disgustaba a los seguidores acérrimos de El Capitán Trueno, por ejemplo (supongo que un poco menos a los fans de La Familia Ulises, aunque también). Y en este tebeo recientemente publicado por Navona ocurre lo mismo. Se trata de una historia de género negro clásica, en la que el eje es la desaparición de una prostituta y los implicados están un poco más arriba en el escalafón social que los protagonistas. Lo típico. Gálvez resuelve la trama con el ritmo adecuado, jugando con unos protagonistas que viven su otoño vital y se ven rodeados por la insultante juventud en algunas viñetas para dejar patente su crepúsculo. La historia nos conduce hacia un desenlace en el que vuelve a “ganar el malo”, o el poderoso, demostrándose una vez más la injusticia social y reflexionando de paso sobre lo caducos que están ya los héroes de una pieza, los que aún confían en el valor de la ley y en la justicia equitativa. De ese invierno, del de los ingenuos, habla este libro. No trata sobre el invierno de los héroes que juegan con tronos. Es un invierno aún más triste, porque el del tebeo es más real.


Lo más valioso de este libro es la resolución gráfica de López. Un maestro del pincel y de la acuarela que confiere a cada viñeta esa virtud de eterna que solo los maestros saben otorgar. El tebeo se deja ver más que leer. Inclina la balanza hacia lo gráfico, si bien no por ello es un mal tebeo. No hacer aportes ricos u originales es su mayor defecto, salvo en el dibujo, que tiene la admirable ejecución que siempre exhibe López. Pero en el libro de Navona lanzado casi al mismo tiempo, Lo que la noche sabe, curiosamente encontramos todo lo contrario, ejecutado esta vez por el dibujante Iñaki Echeverría y por el guionista Carlos Salem. O, mejor que guionista, escritor. Aquí sí.


Es elevado el talento literario de este autor porque usa, como recuerda Ángel de la Calle en el epílogo, “las palabras justas”. Esto es algo bastante difícil de lograr, es un acto al que solo llegan los muy leídos o los muy vividos, y lo sorprendente es que la síntesis narrativa de Salem encaja a la perfección con el expresionismo turbio de Echeverría, brotando de su conjunción un ejercicio narrativo como no se veía desde los tiempos de Joe’s Bar, su antecedente más obvio. En sus historias late la denuncia del sistema, aunque se agazapa en una noche que solo visitan los perdedores o los pecadores y que es su consecuencia. Lo que Salem cuenta es el eco de un fracaso o de una condena, es el relato del que ha sido derrotado mucho tiempo atrás y ahora nos lo refiere con voz arrastrada entre los giros de un tango y los vapores del alcohol.


El dibujo de Echeverría es de ese estilo que algunos se apresuran a tachar de “mal dibujo”. No es limpio, no es elegante, cuesta identificar a cada personaje porque el dibujante escoge escorzos inoportunos y recorta las viñetas por donde nadie lo haría. Procede así a propósito, seguramente. El feísmo es necesario en este relato, porque Echeverría no quiere que Salem luzca diurno, y Salem quiere que Echeverría muestre virtud. Ambos desenfocan la tristeza orgullosa de sus seres de tinta y los representan cabizbajos, ausentes, rotos. Son monstruos de los que se nos muestra un fragmento, como cuando en una película escogen un primerísimo plano del villano para incrementar su vileza. Aquí percibimos lo mismo a través de esquinadas viñetas: el comisario es una bestia asesina del pasado, el detective es un licántropo voraz, la chica del medio del póster es una moza cruel. Y Hitler es Hitler. Y Videla es Videla.


Un libro magnífico Lo que la noche sabe, posiblemente de los mejores tebeos que vamos a leer durante este año 2019. Tardas en percatarte de la calidad del dibujo de Echeverría porque solo resuena luego, cuando la memoria reconstruye los hechos relatados. Son viñetas que funcionan por alguna razón que solo la noche sabe, o porque las intuye un buen lector de historietas: el que no separa el apartado gráfico del argumental y pone el fiel de la balanza en la conjunción de ambos elementos en busca de lo mejor del relato. El buen lector.

Creación de la ficha (2019): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2019): "El fiel de la balanza", en Tebeosfera, tercera época, 10 (28-VI-2019). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 14/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_fiel_de_la_balanza.html