EL PAPEL DE LA PRENSA SATÍRICA DURANTE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA: EL CASO DE LA REVISTA EL PAPUS (1973-1987)
La década de los setenta fue una época de profundas transformaciones para la sociedad española. Marcada por los últimos años del tardofranquismo y los de la Transición democrática, representó un periodo clave de la historia contemporánea que ya ha dado lugar a numerosos estudios, teorías y reflexiones en el ámbito de la investigación. No obstante las considerables aportaciones que estos trabajos ya han realizado, la España de los setenta sigue suscitando el interés de los actuales investigadores, que renuevan constantemente las formas de enfocarla. El presente trabajo se inscribe en esta última tendencia y propone aprehender este periodo a través de la revista satírica El Papus (1973-1987), en la medida en que la historia de esta publicación ofrece un enfoque original sobre las transformaciones políticas y socioculturales de la España de los años setenta.
Los años sesenta transformaron radicalmente la sociedad española. Los efectos desastrosos de la política autárquica obligaron el gobierno franquista a modificar su gestión de la economía nacional. A finales de los cincuenta, un nuevo equipo de ministros tecnócratas emprendió la estabilización y liberalización de la economía del país. El resultado fue un crecimiento y una modernización sin precedentes, con grandes repercusiones en la sociedad. En menos de una década, los españoles pudieron apreciar una notable mejora de sus condiciones de vida y acceder a la sociedad de consumo. Pero la apertura del país a los capitales extranjeros[1] fue también la causa de un cambio seguramente temido por el gobierno franquista. El boom del turismo y de la emigración económica también produjo una transformación irreversible de los hábitos culturales y de las formas de vida de los españoles.
«La política desarrollista franquista propició la llegada del turismo a las playas españolas y abrió una rendija que permitía contemplar los usos y costumbres de otros países. Algunos españoles comenzaban a viajar por el extranjero, y al regresar, contaban maravillas que allí habían visto y enseñaban lo que habían podido traer consigo para adaptarlo a nuestro país. Este contacto con el mundo exterior estimuló a los universitarios en su demanda de reformas. Un espíritu modernizador permitió los primeros intercambios culturales, más o menos controlados por los organismos oficiales, y la aparición de las primeras publicaciones especializadas en temas como el cine, la música y la literatura, con títulos como Objetivo, Film Ideal, Cinestudio y Fotogramas, que hasta entonces habían sido sometidos a un férreo control por parte de las autoridades» (Dopico, 2005, p.22).
Seducidos por las costumbres y mentalidades más liberadas de sus vecinos europeos, muchos españoles tomaron conciencia de su falta de libertad y empezaron a cuestionar la dictadura. En varios sectores, como el obrero y el universitario, la oposición antifranquista empezó a reorganizarse.
Franco no tenía ninguna intención de cambiar de régimen, aunque sí introdujo algunas modificaciones con el fin de proporcionar una imagen de tolerancia. Una de estas modificaciones de apertura[2] fue la reforma de la Ley de Prensa, que seguía intacta desde 1938. El encargado de dicha reforma fue Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo desde 1962. La nueva Ley de Prensa de 1966[3] no suprimió la censura sino que, al revés, reiteraba la prohibición estricta de criticar al régimen, sus pilares, sus representantes o sus valores y costumbres.
«La Ley de Prensa, presentada por Fraga como un medio para mantener limpia España, no para mancharla y menos destruirla, dispuso de muchas y muy rigurosas cautelas para evitarle peligros al régimen. El Estado se reservaba el derecho de inspeccionar la inscripción de los diarios, pudiendo incluso anularla; podía recurrir al secuestro preventivo de una publicación y también sancionarla por la vía administrativa. Por si fuera poco, los límites a la libre expresión de las ideas eran tan genéricos como el respeto a la verdad y a la moral y el debido a las instituciones y personas en la crítica de la acción política y administrativa» (Tusell, 2010, p.221).
Sin embargo, Fraga sí introdujo una modificación substancial de la ley de prensa al suprimir la censura previa. Esta medida de mayor importancia tuvo un fuerte impacto en la prensa española. Abolida la censura previa, surgieron numerosas publicaciones que hasta entonces nunca tuvieron la posibilidad de hacerlo desde el principio de la dictadura. Como lo subraya Carmen Castro Torres: “Con la ley de 1966 se abre un resquicio de libertad que va a ser aprovechado por algunos medios de prensa independientes para abrir los ojos a una ciudadanía adormecida por la propaganda del régimen” (Castro Torres, 2010, p.29).
Entre estas nuevas publicaciones que reflejaron las inquietudes sociopolíticas de los sectores más progresistas de la sociedad española, nació un pequeño grupo de revistas satíricas que consiguió acabar con el monopolio de La Codorniz[4] (1941-1978) y renovar el panorama de la prensa de humor gráfico. Estas revistas satíricas se caracterizaron por el tipo de humor crítico que utilizaron para denunciar la falta de libertades, atacar la dictadura y, algunos años más tarde, en el contexto de la Transición democrática, evidenciar los residuos del autoritarismo siempre visible a pesar del proceso de democratización. Acerca del papel desempeñado por dichas revistas, Antonio Altarriba apunta lo siguiente:
«El papel desempeñado por las revistas de humor gráfico, con un claro componente satírico y con críticas cada vez menos veladas al sistema de represiones, resulta fundamental para forjar y alentar el espíritu del cambio. Hermano Lobo nace en 1972 y, en clara alusión al estado de libertad vigilada en el que vive la sociedad y, sobre todo, este tipo de prensa, lleva como subtítulo Semanario de humor dentro de lo que cabe. Pero no sólo Hermano Lobo, Barrabás y la nueva época del inolvidable Mata Ratos aparecen en 1972, El Papus lo hace en 1973, y Por Favor en 1974» (Altarriba, 2008, p.32).
«Para que los semanarios de humor satírico alcanzaran en España la importancia que llegaron a adquirir a finales de los años setenta tuvo que producirse la conjunción de al menos dos condiciones: la valoración de la historieta, tanto en las revistas de cómic como en la prensa diaria, y la existencia de dibujantes capaces de transmitir un mensaje de interés para los lectores» (Lladó, 2001, p.18).
«Desde septiembre de 1966, el diario Madrid afronta los temas hasta los límites que le permitía el ministerio. […] No eludió ninguno de los temas de la vida nacional, por vidriosos que pudieran resultar, manteniéndose, pues, jefes, redactores y trabajadores, fieles a su compromiso de dar una información fidedigna a sus lectores. Sólo con eso, en la España de entonces, ya sería suficiente mérito para ocupar una gloriosa página en la historia de la prensa independiente de nuestro país. No obstante, son otros muchos los valores de aquella publicación a los que tenemos que hacer referencia, entre ellos, su labor formadora de toda una generación de jóvenes periodistas que, tras su aprendizaje en la escuela del diario Madrid, cuando llegó la hora de la Transición estaban curtidos y listos para defender aquello por lo que tantos años habían luchado: la libertad» (Castro Torres, 2010, p.79 y p.95-96).
Hermano Lobo fue la primera revista española que se inspiró del estilo de las publicaciones satíricas francesas “bêtes et méchantes”[8], Hara-Kiri (1960-1985) y Charlie Hebdo (1970)[9]. Su fundador, Chumy Chúmez, era un gran admirador del semanario francés, con el que compartía una misma concepción de la función de la risa:
«Charlie Hebdo concibe la risa como un medio y no como un fin: un medio para condenar, ridiculizar, vilipendiar un hombre o una ideología. En consecuencia, el semanario de Cavanna se sentía más a gusto que nunca ante sus chivos expiatorios: la derecha gubernamental, el patronato, el Ejército, la policía, la Iglesia…» (Mazurier, 2009, p.478).
La revista reunió a un grupo de destacados dibujantes de la época, como Jaume Perich (Barcelona, 1941-1995), Forges (Madrid, 1942), Manuel Summers (1935-1993), Andrés Rábago[10] (Madrid, 1947) y el mismo Chumy Chúmez. Todos estaban animados por un mismo deseo: burlar la censura para derribar los tabúes del régimen y denunciar la ausencia de libertades individuales. En El humor gráfico en la prensa del franquismo, Iván Tubau rinde homenaje a Hermano Lobo al subrayar el papel fundamental que desempeñó la revista en su época: “Hermano Lobo militó activamente contra el régimen, ayudó a descifrar las claves de la actualidad política e invitó después a acelerar la liquidación de los restos del franquismo” (Tubau, 1987, p.244).
«Es un lugar común decir que Hermano Lobo siguió el modelo del Charlie Hebdo […] pero nada más lejos de la realidad. Salvo la apariencia formal, sobretodo de la portada y del logotipo (Hermano Lobo imitó la familia tipográficaPlaybill), no hay más concomitancias que uno y otropublicaban textos y dibujos humorísticos y satíricos. Un lugar común,pues, equivocado.En realidad, Hermano Lobo no fue sino una estilización de La Codorniz,matriz de la que, al fin y al cabo, salió el equipo animador de Hermano Lobo» (Fontes y Menéndez, 2005, p.524).
Pero Hermano Lobo no fue la única revista española que se inspiró en Charlie Hebdo. En octubre de 1973, apenas un año después de la creación de Hermano Lobo, salía el primer número del semanario El Papus. Revista satírica y neurasténica (1973-1987). El Papus nació de la iniciativa de Ivà[11] y Óscar[12], dos historietistas españoles que apenas un año antes habían fundado la revista humorístico-deportiva Barrabás (1972-1977). En el panorama de la prensa de humor gráfico de la España de los setenta fue, sin duda, la publicación más parecida al semanario satírico francés. Como Charlie Hebdo, El Papus se caracterizó por “su vulgaridad, procacidad, chabacanería y mal gusto”[13], que puso al servicio de una feroz crítica de la actualidad sociopolítica del momento.
«Cuando Barrabás iba viento en popa, Óscar e Ivà se lanzaron a la aventura que tenían pendiente desde que conocieron la revista francesa Hara-Kiri, concebida por su admirado Reiser[14] en el país de la liberté, la fraternité y la égalité. Se trataba de imitarlo en la España que por aquel entonces, con Franco aún vivito y coleando, nada tenía de libertad, fraternidad e igualdad, pese al lema falangista, que la definía como una, grande y libre. El 20 de octubre de 1973, un año después de la salida de Barrabás al mercado, irrumpió, al precio de 20 pesetas, el ejemplar El Papus, revista satírica y neurasténica. Un nombre extraño –papus– que evocaba al mismo tiempo personajes esotéricos y míticos animales. Si el Hara-Kiri de Reiser se autotitulaba bête et méchant (bestia y sangriento), El Papus de Óscar e Ivà aludía en el eslogan a la neurastenia. Cierto. La concepción que Sigmund Freud desarrolló de esa patología, como la acumulación de excitación y la imposibilidad de resistirse, casaba a la perfección con el contenido de la nueva publicación. Sus 32 páginas semanales estaban impregnadas de estética feísta, lenguaje sin retórica, dibujos abigarrados, fotos más o menos sicalípticas y la consabida atmósfera ácrata marca de la casa. Importaban menos los asuntos que abordaba –la mayoría de ellos inocuos de por sí– que la forma de tratarlos y el soporte en el que se servían a lectores de espíritu iconoclasta» (Sánchez, 2008, p.36).
Este estilo descarado y grosero de El Papus desmarcó la revista de sus concurrentes principales: Hermano Lobo y Por Favor (1974-1978). Nacida en 1974 a iniciativa de José Ilario[15], Por Favor fue otra destacada revista satírica de la época que, como lo apunta Manuel Vázquez Montalbán[16], “se dedicó a un humor político y moral de vanguardia, satirizando la no verdad del oficialismo franquista en todas sus dimensiones, en lo individual y en lo colectivo, en lo público y en lo privado” (Vázquez Montalbán, 2000, p.14). Pero a nivel estético, Por Favor era una revista “bien educada, casi inglesa, una especie de Punch[17] a la española: la propia empresa editora se llamaba Punch Ediciones”. Nada que ver, entonces, con el estilo basto e informal de El Papus.
«El Papus ataca furiosamente –primero por vía indirecta, luego directa– al puritanismo, la represión, la religión, la policía. Nadie en España había ido –ni ha ido después– tan lejos en la contestación de los valores establecidos, nadie había hecho –ni ha hecho después– un humor tan negro y salvaje en los contenidos, tan feísta, brutal y aparentemente descuidado en la forma, tan anarquista facción rabiosa en suma. Nadie tampoco, desde los tiempos de Carlos Arniches y sin olvidar a Forges, había llevado tan lejos la reproducción/invención del lenguaje informe de las clases populares, la transgresión inmisericorde de la normativa ortográfica» (Tubau, 1987, p.246).
Durante más de una década, El Papus ofreció a sus lectores un punto de vista original sobre una etapa crucial de la historia de España al proporcionar, cada semana, unos planteamientos políticos, sociales y culturales diferentes a los oficiales. Es precisamente al estudio de este testimonio inédito que El Papus brindó de los años de la transición al que dedicaremos la segunda parte de este artículo.
El afán transgresivo de los fundadores de El Papus los impulsó a elegir como temáticas centrales de la revista dos temas tabúes para el franquismo: el sexo y la política. Como veremos a continuación, el semanario satírico utilizó ambas temáticas para denunciar el autoritarismo vigente y abogar por la plena recuperación por el pueblo español de sus libertades individuales.
Numerosas secciones de El Papus dieron cuenta de las importantes mutaciones que experimentaron los hábitos de los españoles durante la década de los setenta. El dibujante Óscar fue uno de los historietistas más prolíferos al respecto. Sus historietas costumbristas[18] aludían a los fenómenos emblemáticos de las nuevas pautas socioculturales de la época, como las excursiones organizadas a Perpiñán para permitir a los españoles acceder a una cultura erótica que todavía estaba prohibida en España a principios de los setenta. La viñeta siguiente hacía referencia a tres estereotipos de la época en materia de erotismo: el espectáculo de cabaret con desnudo integral, la actriz italiana Ornella Muti[19] y, finalmente, un guiño a la película española que inauguró el género del destape: No desearás al vecino del quinto[20] (1970), de Ramón Fernández. Para José María Ponce, esta película “resultó ser una excelente excusa para enseñar epidermis en la medida en que la censura lo permitía. O sea, nada” (Ponce, 2004, p.11).
Oscar, “Hagan juego parroquia”, in El Papus n°71 (22 de febrero de 1975). |
Pero el papel de El Papus no se limitó al reflejo de los cambios socioculturales en curso en la España de los setenta. Desafiando las trabas del franquismo, la revista también favoreció la emergencia y aceptación de unas nuevas pautas socioculturales y, en particular, de la liberación sexual.
«Apenas un mes después de la muerte de Franco comenzaron a bajarse escotes, empezaron a desaparecer sujetadores y los quioscos de prensa se poblaron progresivamente de revistas con chica y de historias del erotismo (en el cine, en la literatura), de chistes sobre el destape y de modelos destapadas. Las nuevas normas de censura, publicadas a finales de 1975 y en las que se admitía tibiamente el desnudo (si estaba justificado, por supuesto), la sensación de que el proceso democratizador era irreversible, la euforia desatada por la desaparición del dictador y los mensajes tolerantes de algunos hombres del aparato provocaron un alud de semidesnudos» (Ponce, 2004, p.34).
Portada in El Papus n°64, 3 de enero de 1975. |
En esta portada, la provocación provenía no sólo de la fotografía, sino también del lema que la acompañaba (“¡Y dentro sin manos!”). En el momento de su publicación (enero de 1975), esta portada fue considerada indecente por las autoridades franquistas, que se apresuraron a censurarla. Pese a esta prohibición, es interesante destacar que, en realidad, la portada sugería más que enseñaba. La mujer no aparecía completamente desnuda, sino con las partes íntimas tapadas (pecho incluido); en cuanto al lema que la acompañaba, su promesa de ofrecer al lector alguna representación sexualmente más atrevida era, en realidad, puramente provocadora, ya que luego no se cumplía. En efecto, la mujer de la portada volvía a aparecer en la Papunovela de la doble página central, titulada “Tachín! Tachín!”. En las catorce viñetas que componían el fotomontaje, la mujer se iba desnudando al modo de un striptease. Pero al igual que en la portada de la revista, nunca alcanzaba a enseñar sus partes íntimas. El espectáculo terminaba con la chica desabrochándose el sujetador, pero sin que llegara a quitárselo del todo. Una leyenda llena de promesas acompañaba este striptease inacabado[22] y, de forma indirecta y sugestiva, denunciaba la falta de permisividad del régimen franquista.
A través del breve análisis de la portada y de la Papunovela del número 64 es manifiesto que El Papus jugaba constantemente con los límites de lo permitido y apelaba a la liberación sexual de la sociedad española.
Después de la desaparición de la censura en 1977, la temática sexual tomó una nueva magnitud en el seno de la revista con la aparición de secciones como la saga “Don Cornelio Ladilla y su señora María”, de Manuel Vázquez[23] (Madrid, 1930 - Barcelona, 1995), u “Olisex”, del dibujante Oli[24], que se dedicaban a la representación del acto o de los órganos sexuales. Esta tendencia generalizada a desplazar los límites del contenido erótico aceptable no fue exclusiva de los dibujantes de El Papus. Se trata, al contrario, de un fenómeno característico de los años de la Movida[25] y ya apuntado en otros ámbitos como, por ejemplo, en la producción cinematográfica. A la luz de este análisis de Daniel Kowalsky, se pueden establecer claros paralelismos entre la revista El Papus y la clasificación “S” que desde su creación en 1977 agrupaba las películas de pornografía softcore[26]distribuidas en salas de cine normales.Al igual que el cine “S”, El Papus favoreció lo que Daniel Kowalsky llamó la “catarsis sexual” de la sociedad española de la Transición democrática.
«La clase “S” del cine español se puede considerar como un fenómeno emblemático de la transición de la era de Franco al Estado democrático social estable, cuyos valores y misión fueron definidos firmemente sólo después de 1982. La trayectoria de la categoría “S” constituyó un periodo importante durante el cual los españoles buscaron los límites de sus nuevas libertades […]. La pornografía soft desempeñó un papel significativo en la catarsis sexual de una sociedad apenas liberada de cuarenta años de dictadura» (Kowalsky, 2007, p.214).
El otro tema privilegiado de El Papus fue la actualidad política. Semanario profundamente opuesto a la dictadura, El Papus atacaba constantemente el franquismo y sus pilares –la Iglesia y el Ejército–, a la vez que denunciaba un clima de perpetua censura y represión. Este combate contra el autoritarismo no se detuvo con la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975, sino que, al contrario, se prolongó durante los años de la Transición democrática. Durante este periodo transitorio, El Papus propuso a sus lectores un discurso alternativo al oficial y una visión marginal del clima sociopolítico.
«Tras la muerte del dictador, la publicación acentúa aún su espíritu crítico, es más explícita, renuncia a que se la lea entre líneas y toma posturas políticas más radicales. Los dibujantes –sobre todo Ivà y Ja– están muy atentos a la actualidad, abundan los recortes de prensa pegados en las historietas. El Papus ataca furiosamente –primero por vía indirecta, luego directa– al puritanismo, la represión, la religión, la policía» (Tubau, 1987, p.246).
Giménez, Carlos, “Naranja mecánica”, in España. Una, Grande y Libre, Barcelona, Glénat, 1999, p.10. |
Portada in El Papus n°250 (3 de marzo de 1979). |
La desconfianza de El Papus respecto al conjunto de las fuerzas políticas se acompañaba de un odio mayor todavía hacia el autoritarismo, lo que explicó que El Papus se empeñara constantemente en condenar sin apelación los residuos del franquismo. La revista expresaba de forma incesante su aborrecimiento de la represión, y denunciaba sin tregua los vínculos que seguían existiendo entre la extrema derecha y algunas instituciones como el Ejército y las fuerzas del orden, y que algunos historiadores, como Sophie Baby, evidenciaron en unos recientes estudios sobre la Transición española:
«Las personalidades de esta derecha radical, si bien perdieron la iniciativa gubernamental, están no obstante todavía bien implantadas en el núcleo del poder político, en el Ejército, en los poderes económicos, y controlan grupos de presión con influencia real, tales como la temida Confederación Nacional de Antiguos Combatientes, los diferentes grupos falangistas o las formaciones de extrema derecha como Fuerza Nueva» (Baby, 2003, p.221-222).
El Papus puso un especial énfasis en la violencia con la que el búnker se oponía al proceso democrático. Lejos de la imagen modélica, consensual y pacifica que algunos políticos e historiadores han promovido de la Transición española, numerosas historietas de L’Avi[33] representaban la violencia de la represión a través de imágenes también violentas. El esquema de estas historietas era casi siempre el mismo: un gris pegaba una paliza a un manifestante antifranquista a causa de una pintada en la pared. Como se puede apreciar en la historieta siguiente, publicada en el número 162, L’Avi recurría a este esquema para subrayar que, por mucho que hablaran los políticos de la democratización de España, la represión no había desaparecido y el pueblo español seguía privado de sus libertades.
La historieta “País”, de Carlos Giménez, ofrece otro ejemplo de figuración de la violencia sociopolítica de la época. Inspirándose en una página de sucesos de la prensa, el dibujante Carlos Giménez retrató en ella, sin utilizar bocadillos ni comentario alguno, una escena de violencia extrema en la cual un grupo de extrema derecha pegaba una paliza y quemaba vivo a un obrero. “País” puede considerarse como una de las más destacadas historietas del dibujante desde el punto de vista formal. No le hizo falta ningún texto al autor para condenar esta agresión, la violencia de las imágenes hablaba por sí sola.
A través de este análisis de las dos temáticas privilegiadas de El Papus, hemos podido apreciar el papel fundamental que desempeñó la revista en la España de los años setenta. Publicación profundamente ácrata e independiente, El Papus ofrecía a sus lectores un punto de vista crítico inédito sobre la ardiente actualidad de un país en transición. Durante los trece años que fue publicada, El Papus se empeñó en romper los tabúes y desenmascarar los discursos oficiales. Su combate fue el de la recuperación de las libertades individuales, incluida la liberación sexual. La transgresión estilística e ideológica de El Papus le valió un fuerte éxito comercial, sobre todo durante los primeros años de la Transición, en los que alcanzó ventas de hasta 150.767 ejemplares[34]. Pero como veremos a continuación, El Papus pagó también muy caro este atrevimiento en la sátira sociopolítica.
Por culpa de su carácter fuertemente transgresivo, El Papus chocó más de una vez con la censura. Pero cabe notar que la revista no sólo resultó molesta para las autoridades franquistas y transicionales, sino que también lo fue para la extrema derecha, y lo fue hasta tal punto que ésta intentó acabar con la publicación con un violento atentado, el 20 de septiembre de 1977.
Todas las sanciones que El Papus recibió por parte de la censura fueron por infracción al artículo n° 2 de la Ley de Prensa de 1966, cuyo contenido estipulaba:
«Todas las publicaciones deben por imperativo de normas de derecho necesarias:1° Respetar la verdad2° Respetar la moral3° Acatar la Ley de Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales4° Limitar su libertad por las exigencias de la Defensa Nacional5° Por las de la seguridad del Estado6° Por las del mantenimiento del orden publico interior7° Por las del mantenimiento de la paz interior8° Por el debido respeto a las Instituciones9° Por el debido respeto a las personas en la crítica de las acciones políticas y administrativas10° Por la independencia de los Tribunales y11° Por la salvaguardia de la intimidad y del honor personal y familiar».
«Considerando: que las fotografías que asimismo se insertan en el Extraordinario n°1, todas ellas en actitudes exhibicionistas y provocativas, con una clara insinuación erótica, a las que se unen unos expresivos y estimulantes comentarios o pies de las mismas, constituyen una procaz incitación de las pasiones sexuales, cuya apreciación conjunta configura claramente la falta de respeto a la moral a que se refiere el artículo 2°, al quedar en evidencia que la única finalidad perseguida es la de ofender los sentimientos de pudor y honestidad de una gran masa de los lectores de la citada publicación»[37].
«Difundir en el número 8 de la publicación periódica El Papus, de Barcelona, correspondiente al 8 de diciembre de 1973, fotografías, textos, ilustraciones y viñetas, especialmente las contenidas en los siguiente epígrafes: la composición fotográfica en color y el texto de la portada; la historieta en dibujos que se inserta en las páginas 3 y 4; los textos del dibujo “Cada oveja con su pareja”, p.5, que pudiera significar aberración sexual; algunas de las frases y dibujos de la historieta “El noviazgo”, especialmente las que dicen “hasta que un día en la intimidad pasional de un toqueteo en el sofá…”, “la cama… la cama… cómo eres Paco!”, p.6, y “antes bien que te gustaba jugar en este sofá”, p.7; el tema y dibujos de “Tras la honra pura”, inserto en las páginas 8 y 9; en la “Encuesta Papus. Los novios”, las viñetas y los textos que se señalan con los números 2 y 14, insertos en las páginas 10 y 11; en la sección “Diario Particular”, las leyendas y dibujos señalados como Chile y París en la página 14; la fotonovela que figura en las páginas 16 y 17 en colores; las viñetas que representan a una mujer en la cama en la historieta “los últimos juegos censurados”, inserto en las páginas 24 y 25; los dibujos recuadrados 5 y 6 de la sección “Buenas tardes” que figuran en las páginas 28 y 29. Todo lo cual tanto por los conceptos como por las expresiones que contienen, pueden constituir infracción del artículo 2° de la vigente Ley de Prensa en su limitación relativa al debido respeto a la moral»[38].
Además de expedientes, El Papus padeció también varios secuestros, multas de hasta 25.000 pesetas y dos cierres de cuatro meses cada uno en los meses que precedieron y siguieron a la muerte del dictador, es decir, de junio a octubre de 1975 y de marzo a julio de 1976. Las repercusiones económicas de estas sanciones causaron importantes pérdidas financieras para Ediciones Amaika, la empresa editorial de El Papus. Pero su éxito le permitió sobrevivir a los constantes ataques de la censura, que no dejó nunca de perseguir la revista a lo largo de sus trece años de publicación. Los primeros años de la Transición democrática fueron muy represivos, como demuestra el cierre de cuatro meses de El Papus en 1976. Pero incluso después de la promulgación del Real Decreto-Ley 24/1977, de 1 de abril, que derogaba el artículo n° 2 de la Ley de Prensa de 1966, la censura continuó bajo la forma de una “persecución jurídica” (Navarro, 1990, p.49). A partir de 1978, el director de El Papus, Xavier de Echarri, y los autores recibían una cédula de citación para comparecer ante un juez. El dibujo, texto o fotomontaje expedientado era examinado, y la decisión de condenar o no a la revista correspondía al juez. En esta última etapa de su publicación, El Papus recibió todavía varias condenas. La más sancionada fue entonces la obra de Jordi Amorós (Ja), por sus constantes ataques a la religión.
«Ja se vio obligado a matar a su personaje Sor Angustias de la Cruz por presiones de la Iglesia Católica (le piden 3 años) y de la editorial, asustada, y también por su propia autocensura (mucho podría hablarse de lo que un autor quiere y no puede decir); ni corto ni perezoso más tarde crea a Sor Teresita de Jesús y Padresito Milagro, personajes en la misma línea que el anterior» (Navarro, 1990, p.49).
La última sanción que El Papus recibió de parte de las autoridades oficiales resulta más que reveladora de hasta qué punto el semanario satírico pudo ser considerado molesto por los distintos gobiernos españoles. En 1983, cuando ya hacía varios meses que el partido socialista estaba gobernando el país, el ministro de Transportes y Comunicaciones de la época, Enrique Barón, prohibió la circulación postal de las revistas de Ediciones Amaika[39], perjudicando gravemente a la editorial, que ya se encontraba en declive financiero.
Además de estos constantes enfrentamientos con la censura oficial, El Papus se ganó las iras de la extrema derecha. A causa de sus repetidos ataques satíricos contra ella, la revista empezó a recibir una serie de amenazas escritas y verbales de unos grupúsculos neofascistas. Al darse cuenta de que la redacción de El Papus no estaba dispuesta a parar sus burlas provocadoras, uno de estos grupúsculos decidió recurrir a la violencia armada para callar de una vez por todas a la revista. El 20 de septiembre de 1977, un paquete-bomba entregado al portero del edificio donde se encontraba entonces la redacción de El Papus[40] provocó una fuerte explosión que hirió a una quincena de personas y mató a Juan Peñalver Sandoval, el conserje.
«El proceso judicial duró seis años y puso a prueba la voluntad de las instituciones de aplicar la justicia. Desde la Audiencia Nacional al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pasando por el Tribunal Supremo y el Constitucional, nadie quería dictar una sentencia que desestabilizara la joven democracia, dada la posible implicación de autoridades civiles y militares»[42].
A pesar de que El Papus “no moderó su línea tras el atentado [e] incidió cada vez más en lo que un bien pensante llamaría vulgaridad y chabacanearía” (Tubau, 1987, p.248), la revista entró en una fase de progresivo declive. En 1978, algunos colaboradores, inquietos después del atentado, decidieron abandonar la redacción. Fue el caso de cuatro de los más destacados: Ventura & Nieto (Miguel Ángel Nieto, Madrid, 1947-1995 y Enrique Ventura, Madrid, 1946), Gin (Jordi Ginés, Barcelona, 1930-1996) y Óscar, que a partir de 1978 colaboraron con El Jueves[43]. Al año siguiente, en 1979, el conde de Godó dejó de seguir financiando el semanario satírico, que hasta entonces se imprimía en los talleres del diario de información La Vanguardia. Pero el golpe mortal para El Papus fue, sin duda, la fuerte competencia que se había desarrollado en aquellos años y que Francesca Lladó (2001) designa como el “boom del cómic para adultos”.
«Los protagonistas del cambio editorial van a ser editores nuevos, sin tradición, pero con ganas de triunfar y dispuestos a disputarle el mercado a las editoriales clásicas –Bruguera, Toray, Valenciana, Ibero Mundial, Vértice, Rollán, Ediciones Recreativas, etc.–, que se lanzan a la publicación intensiva de todo tipo de cómics, desde el material extranjero que durante años había quedado detenido en la frontera, el llamado cómic de autor, el underground domesticado, el cómic erótico y el pornográfico, los grandes clásicos del cómic norteamericano, el humor más satírico y acido, los grandes personajes del cómic franco-belga y después, masivamente, los superhéroes norteamericanos y el manga japonés. En este maremagno editorial destacarán especialmente dos tipos de publicaciones: las grandes, lujosas e importantes revistas de cómics que teóricamente se dirigen a un público adulto con cómics de autor, y las revistas de humor gráfico satírico que también darán cabida en sus páginas a numerosas historietas de actualidad. Los editores más importantes de estos cómics serán Nueva Frontera (con varios pies editoriales), Toutain, Amaika, Formentera, La Cúpula y Norma, que van a dominar el panorama editorial durante los años setenta y ochenta» (Martín, 2003, p.28).
Como subraya Antonio Martín, la misma editorial de El Papus fue una de las dominantes en este nuevo mercado. Prueba de ello fue que, a principios de los años ochenta, Ediciones Amaika lanzó cuatro publicaciones que, por la forma con la que “entroncaron la sátira acre con el destapismo y el humor sicalíptico y sexualmente explícito”[44], no eran sino imitaciones de El Papus. Prueba de ello fue que la primera, fundada en el año 1980, se tituló Hara-Kiri, en homenaje a la revista satírica francesa que había sido el modelo fundador de El Papus. El Papus no sobrevivió frente a la fuerte competencia de los años ochenta y acabó por desaparecer, primero como publicación semanal en 1985, y luego y definitivamente como publicación mensual en 1987.
A través del presente estudio de la revista satírica El Papus hemos podido apreciar las importantes transformaciones económicas, sociales, culturales y políticas que conoció España durante el tardofranquismo y la Transición democrática. El nacimiento de la revista estuvo estrechamente vinculado con el crecimiento económico y las transformaciones socioculturales que experimentaba la sociedad española a principios de los años setenta. La nueva Ley de Prensa de 1966 y el surgimiento de una prensa de oposición a la dictadura tuvieron una clara influencia en el nacimiento de una nueva corriente de humor gráfico, en la cual El Papus ocupó un lugar destacado por ser una de las revistas más ideológica y estéticamente transgresivas. Esta peculiaridad de El Papus le permitió desempeñar un papel sociopolítico y cultural preponderante en su época. En primer lugar, se puede considerar como un fiel reflejo de las inquietudes de una sociedad en mutación y un testigo privilegiado de una época. El semanario satírico también constituyó una alternativa al discurso oficial al proponer a sus lectores una visión marginada y peculiar de la actualidad. Su incesante combate contra el autoritarismo y por las libertades individuales le valió fuertes choques con la censura oficial, que le persiguió desde el principio hasta el final de su publicación, y también con la extrema derecha, que intentó acabar con ella mediante un atentado. Sin embargo, la revista sobrevivió a los ataques y continuó publicándose con el mismo espíritu combativo hasta su desaparición, en 1987.