EL PEQUEÑO PRÍNCIPE EN HISTORIETA
La obra de Antoine de Saint-Exupéry publicada en 1943 Le petit Prince es una de las más vendidas y leídas de la historia de la literatura francesa, y ha sido adaptada a todos los medios imaginables, incluido el cómic. La pieza, una novela corta, ha logrado la inmortalidad debido a su estructura sencilla y por sus hondos mensajes, que se sintetizan en tres: lo esencial de la vida anida en nuestros sentimientos, el tiempo que le dedicamos a las cosas es lo verdaderamente importante, y debemos ser conscientes de responsabilizarnos de todo aquello que cambiamos.
Estas enseñanzas, tan significativas en la obra de un militar que escribió sus más recordados libros exiliado en los EE UU, reincidiendo en varios de ellos en la soledad y la pérdida tanto como en la necesidad de amistad y amor, apenas si se atisban en varias de las adaptaciones que se hicieron del relato, por ejemplo en cine o en cómic (destacando especialmente en este medio la versión de Joann Sfar, en la que se alejaba de la obra original literaria para plantear un escenario igualmente onírico pero también más familiar al lector, con una rosa más humanizada y un principito menos abstracto, más sensible).
Portadas de dos de los primeros libros de la colección de Salvat.
La editorial Salvat ha traducido este año para el público español la colección de álbumes en los que se adaptan argumentos inspirados en la serie de animación francesa de 2010 (hubo otra japonesa anterior, no lo olviden, y versiones previas en Europa) y esta adaptación permite ver atisbos de las moralejas de tebeos que transparentan los estilemas de los manga debido a la estética escogida para la producción animada. La responsabilidad de esta estética es de los dibujantes Audrey Bussy y Diane Fayolle, conducidos por un guionista de animación que suponemos que actúa como argumentista puesto que se echa mano de “adaptadores” para el guión técnico (por ejemplo: Hong King-Seang, Didier Poli), quienes desgraciadamente tampoco parecen muy familiarizados con el lenguaje de la historieta.
Dos páginas del álbum número 5, con dibujos de Diane Fayolle.
Los álbumes de El Principito, que ya alcanzan ocho en castellano, son nuevas historias de los habitantes del asteroide B-612 que se hallan de viaje por un variopinto universo repleto de niños con problemas de autoestima, de aceptación o sujetos a distintos miedos. Se trata de argumentos dirigidos a muchachos y escritos con un lenguaje plano, que parten de alguna idea interesante para terminar arrojando una moralina algo tenue que no va más allá de reafirmar el valor de la amistad. Desde luego las ideas de arranque son intrigantes: un planeta con ojos voladores que acechan a una población sujeta a iluminación constante, el niño que roba astros desde la cima de un árbol inmenso, los muchachos que dependen de unos quelonios bípedos gigantes para saber de sus allegados que viven al otro lado del desierto… En todos los casos se plantea una situación atractiva para el lector, que en ocasiones incluso puede recordar al Ijon Tichy de Stanislaw Lem, absorto ante los múltiples problemas surgidos en sus viajes por el cosmos, pero la evolución de los argumentos de El Principito suelen caer en la solución ingenua e infantil. En definitiva, sí, es un tebeo infantil.
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| Dos páginas del complemento del álbum octavo, obra de Jérôme Jouvray. |
Lo más recomendable de estos tebeos, algunas de cuyas ingeniosas aventuras no dudamos que gustarán a los niños, son las participaciones de historietistas invitados, que añaden al final de los álbumes unas páginas de homenaje (dos, cuatro) con el rubio y su zorrito como protagonistas. Algunas de ellas son tan flojas como la historieta central del álbum, pero otras brillan por su originalidad o su valor artístico, comenzando por la de Moebius en el número 1, la de Jacques Lamontagne en el número 8, exquisita, o la de Jérôme Jouvray en el número 7, en la que el pequeño príncipe se cuela en una cumbre estelar donde se decide el futuro de la Tierra y desmantela los planes invasores / colonizadores a base de preguntas elementales.
El Principito, tebeos para regalar a paladares poco exigentes o a seguidores irredentos del piloto enamorado de los sentimientos.
