FISIOLOGÍA DE UN INSTANTE
El cómic de “El tejerazo” publicado en dos entregas por Gaceta Ilustrada en julio de 1981 es un tebeo deficitario. Tenemos asimilado que es tebeo todo aquello que su autor o editor identifica como tal, pero en este caso estamos ante un burdo reportaje gráfico destinado a la prensa que se extiende a lo largo de un generoso número de páginas. Este tipo de narrativa gráfica era habitual en la prensa del final de los años setenta, sobre todo de la sensacionalista, en la que se elaboraban representaciones de hechos noticiables mediante una viñeta o una secuencia de dos o tres. Así se podía explicar con mayor detalle algún acontecimiento escabroso a sus lectores. Fue habitual en el periódico de sucesos El Caso o en revistas de información política como Cambio 16, Interviú o Gaceta Ilustrada. En esta ocasión, el seudotebeo servía a los editores para comunicar de forma sencilla y comprensible el relato de la asonada protagonizada por el teniente coronel Tejero en febrero de 1981.
El cómic no resiste el más complaciente análisis desde el punto de vista narratológico. No estamos antes una obra de tipo “reportaje gráfico”, como La grieta, o ante un drama fundamentado en el retrato, al estilo de Khalat. Los rostros de gran parte de los personajes parecen los de Suárez, Fraga o Primo de Rivera; sea diputado, policía o ujier, dependiendo del escorzo o de la pereza del dibujante en su momento, el ilustrador Carlos Martí. El guion es un conjunto de teselas cronológicas que dan lugar a un mosaico en el cual apenas hay lugar para la ficción, porque lo que se nos cuenta es una reconstrucción de hechos que se ordena indicando la hora y el minuto del instante retratado.
Esto nos remite a la que probablemente fuese la crónica más certera de aquel acontecimiento, Anatomía de un instante, la novela de Javier Cercas publicada en 2009. El instante al que se refiere el título de esa premiada obra literaria es el momento en el que los golpistas disparan al techo del hemiciclo y solo tres personas permanecen sentadas en sus escaños mientras las demás se ponían a salvo de las balas en el suelo. Una de esas personas era el expresidente del Gobierno, Adolfo Suárez, a quien Cercas describió en su novela como una figura deconstruida, opacada por el Rey salvífico, el oportuno Fernández Campo y también por el rechazo de gran parte de las fuerzas que sostenían la democracia. Otros protagonistas de aquel instante literaturizado fueron Carrillo, a quien se le muestra poco en este tebeo, casi nada, y finalmente el militar Gutiérrez Mellado, el vicepresidente del país en aquel momento, al que los autores convierten en protagonista por haber sido el único que se enfrentó físicamente a las fuerzas invasoras del Congreso de los Diputados. Este último protagonismo nos permite intuir de qué pie ideológico cojeaba Gaceta Ilustrada.
El villano es Tejero, por supuesto, militar franquista hasta la médula que ya había sido uno de los implicados en la Operación Galaxia en 1978, o sea que era un golpista con veteranía. Tejero es quien ha quedado para el recuerdo como responsable principal del intento de golpe de estado, tras el cual había otros militares (y civiles) implicados que aquí no se muestran, por descontado, puesto que toda la trama se iría descubriendo a partir del verano de 1981. Esta suerte de tebeo periodístico solo pretende recoger varias instantáneas de los momentos de mayor angustia vividos en la cámara de representación, más algunos pasajes vividos por el Rey o por la policía. Don Juan Carlos sale muy bien parado en esta recreación, naturalmente. Lo malo es que en el tebeo no se intenta representar ningún otro pasaje ajeno al hemiciclo, como podría haber sido el debate interno vivido por algunos de los que contribuyeron a torcer los planes de Milans del Bosch o Armada, aquellos generales implicados en respaldar el golpe. Seguramente porque Gaceta Ilustrada aún no manejaba aquella información. Seguramente.
El único instante ficcionado que vemos en este tebeo fue realizado por los autores sin tener conciencia de ello. Es el momento en el que el ujier huye hacia el hemiciclo y piensa «¿Cómo impedir que entren?». He aquí un héroe. Ese momento congelado en el tiempo configura el único espíritu heroico del tebeo puesto que los autores no podían saber si hubo un ujier que vivió esos segundos de desesperación, y mucho menos si tuvo ese fugaz pensamiento de convertirse en el defensor de la democracia española. Ahí, en esa viñeta con un globo de pensamiento, se transmite la idea de que alguien era consciente de que la presencia de los guardias civiles en la casa del pueblo constituía una amenaza nacional. Esto no convierte este tebeo en una obra apreciable, pero sí permite comprender cómo una sola viñeta puede edificar todo un universo de posibilidades. Generalmente los cómics nos llevan a realidades que nunca fueron, pero otras veces nos aclaran que la realidad se construye con instantes que otros ensayan para concebir eso que se llama Historia.
