HONOR Y FURIA AL ALCANCE DE TODOS
Que Frank Miller es un autor fundamental de la historia del cómic nadie lo pone en duda. Es uno de los historietistas más polémicos también, una etiqueta que se ha ganado a pulso. Lo más destacado de él es que usó su fuerte personalidad y su bagaje de lecturas (sobre todo de género negro) y de visionados (sobre todo de cine clásico) para construir un estilo y un propósito. El estilo es el que todos conocemos, que se caracteriza gráficamente por su acabado rotundo, el cual ha evolucionado hacia una suerte de cubismo depauperado, y que en lo literario, en su faceta como guionista, es admirable, pues confiere a sus relatos una musicalidad muy trabajada y un ritmo que pocos autores de historieta imprimen a sus guiones. El propósito al que nos referíamos era, desde el comienzo, crear cómics desde una perspectiva de autor, enfocando los relatos con la intención de explorar los rincones del alma humana aunque de camino incorporaba también cabriolas y encontronazos muy bien planificados, con lo que hacía las delicias de sus lectores.
Su trabajo supuso en su día una transformación del género de los superhéroes. Gracias a él, estos se vieron inmersos en atmósferas más oscuras y los secundarios lograron desarrollos más ambiciosos de lo habitual. Eso incentivó a otros creadores, amén de que su potente estilo gráfico también generó escuela y fue admirado por otras industrias, como la del cine, que quiso aprovecharse de su talento para crear argumentos rompedores (Robocop) o estéticas inéditas (300, Sin City). Por esta razón ha sido uno de los creadores de cómics más analizados por los aficionados. En España acumula miles de reseñas, cientos de artículos sobre sus trabajos, abundantes estudios monográficos en fanzines y revistas (Kaleidoscope, Ultimátum, U, Dolmen, etcétera), libros sobre su figura o su obra (En primera persona, Grandes Autores, Miller / Eisner) y hasta una tesis doctoral (Frank Miller. Del cómic industrial al cómic de autor, de Juan Carlos Pérez García, que aún sigue inédita). Ahora disponemos de un libro más sobre su obra, Frank Miller. Honor y furia, escrito por el profesor e investigador José Joaquín Rodríguez.
Ya conocemos a Rodríguez por sus trabajados estudios sobre los cómics de superhéroes (Los cómics de la Segunda Guerra Mundial, publicado por la UCA; Historia de Marvel en los 70 o Jack Kirby y el mundo del cómic, publicados por Dolmen, y otros), en los cuales hace gala de su gran capacidad como comunicador (es un excelente conferenciante). En este libro, Rodríguez emplea más su segundo talento, el de divulgador, que el primero, el de investigador, y lo hace a propósito. Está claro que este libro sobre Miller está bien documentado. Lo comprobamos rápidamente si damos un vistazo a la bibliografía final. El autor ha revisado cientos de libros, entrevistas, artículos y reseñas para obtener una visión del autor y su obra desde muy distintos enfoques, dejando todo perfectamente anotado y encajado en el repaso que hace desde una posición cronológica pero distribuida en periodos creativos. Con esto logra ordenar las obras de Miller y hacer un repaso en zigzag por su vida, aportando solo los apuntes biográficos mínimos para dejar al aficionado con la miel en los labios.
En efecto, porque este no es un viaje a la mente perturbada de un creador con ideas radicales, como podría pensarse, es un agradable paseo por lo mejor de sus aportaciones que sortea de forma elegante los pasajes más sombríos de su vida (su alcoholismo, su homofobia, su islamofobia o su filofascismo). Esto es un tanto a favor del planteamiento divulgativo que se hace Rodríguez, porque él lo eligió así con el fin de llegar a más público. De ahí partió la decisión de abordar el repaso a la obra de Miller en bloques creativos, analizando su paso por Daredevil al completo antes de abordar sus trabajos con Batman, por ejemplo, con lo que se operan algunos saltos al futuro y al pasado. En el libro, tras el capítulo dedicado a Marvel viene el de DC, luego hay otro bloque dedicado a su obra en sellos llamados independientes y, finalmente, uno en el que se analiza su paso por el cine. El resultado es muy apreciable, porque de este modo separa procesos creativos y permite apreciar cómo Miller trabajaba con cada personaje y cómo fue evolucionando su narrativa gráfica en cada uno de ellos al tiempo que el personaje se transformaba también. Ahora bien, Rodríguez bucea en todos sus trabajos de modo superficial, lo justo para que el aficionado comprenda su intención en cada etapa, los logros principales de cada obra y las razones para el éxito o el fracaso de sus propuestas en el mundo del cómic y en el mundo del cine.
El mayor valor de Frank Miller. Honor y furia es su amenidad y lo fácil que resulta leerla, porque Rodríguez es un buen escritor que tiene la cabeza muy bien amueblada, lo que se trasluce en un texto fácilmente comprensible pese a la enorme cantidad de datos que arroja. Por lo tanto, el aficionado no va a encontrar análisis sesudos de cada uno de los trabajos de Miller desde ópticas sociológicas, psicológicas o partiendo de los estudios culturales, algo que echamos a faltar en el libro porque gran parte del interés de la obra milleriana parte de su cinefilia, que se trasluce en muchos de sus guiones y en su forma de componer sus cómics, y eso no se comenta apenas. También es importante hablar de cómo Miller entendía la frontier justice genuinamente americana, de su formación literaria, que es capital para valorar sus textos, o de su forma de entender la religión, la identidad de género y la política estadounidense, algo sobre lo que Rodríguez pasa de puntillas. El analista no entra en profundidades, esquiva lo inconveniente y se centra en loar el trabajo de un autor que tiene más obras memorables que indefendibles. Por ejemplo, prefiere usar adjetivos como “simple” o “sencillo” para calificar guiones que han sido claramente “fallidos” o “incoherentes”, y los trabajos que otros teóricos han identificados como “repudiables” son para Rodríguez solamente “difíciles de entender”.
Está en su derecho, es él quien revisa la obra del autor y es él quien decide los calificativos. Miller sale muy bien parado en este repaso, que es sintético pero completo, aderezado con gran cantidad de opiniones y comentarios extraídos de cientos de entrevistas, y muy equilibrado y legible. Hay errores, por supuesto. Por ejemplo, la edición en blanco y negro si bien el autor hace llamadas a imágenes que supuestamente se han publicado en color. Otro defecto son algunas erratas que podrían haberse evitado (la más graciosa: “Sion City”). Lo mejor de este libro editado por Dolmen es precisamente el buen sabor de boca que deja, porque el trabajo de Rodríguez supone una introducción muy bien orquestada sobre la obra del padre de Elektra, que genera interés por recuperarlo y releerlo a los que nos quedamos en DKII o a quienes quisimos olvidarlo tras visionar The Spirit. Y lo más importante es que si el que lee Frank Miller. Honor y furia es alguien joven que nunca leyó tebeos de Miller o que solo conoció alguno de los últimos, desde luego sentirá deseos de buscar lo mejor del autor.
Un libro recomendable, en consecuencia, para todos los fans de los comics de superhéroes y de los tebeos de autor, pero sobre todo para los que quieren acercarse por primera vez a este mito de los cómics.
