LA CIMITARRA DE DAMOCLES. EL TERROR AL OTRO LADO DE LAS VIÑETAS
LOMBILLA

Palabras clave / Keywords:
Controversia de las viñetas sobre Mahoma/ Muhammad cartoons controversy
Notas:
Artículo del humorista gráfico y escritor José Luis Castro Lombilla, acerca de la polémica acaecida a raíz de una caricatura sobre Mahoma del humorista gráfico danés Kurt Westergaard, a quien intentaron asesinar a principios de enero de 2010.

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La famosa caricatura de Kurt Westergaard

Como un perverso “efecto mariposa”, el despliegue de un periódico danés, enorme lepidóptero de papel que exhibía a modo de irreverentes ocelos caricaturas y chistes de Mahoma, provocó la radical transformación de miles de “buenos y pacíficos” musulmanes “doctor Jekyll” en violentos y demenciales “mister Hyde” con turbante que salieron en masa para ejecutar una improvisada fatua contra todo infiel que cogiera un lápiz sin ponerle antes el preceptivo burka.

Lejos de ser un asunto pasajero, como alucinadas vestales del terror los líderes fundamentalistas se han ocupado de mantener encendido el fuego del odio contra los dibujantes daneses. La simbólica mariposa provocadora de tanta locura continúa llevando hoy en su tórax una calavera tatuada con la indeleble tinta del más cerril fanatismo religioso. Han pasado casi cinco años y esta “mariposa de la muerte” continúa agitando el aire de la sinrazón. El día 1 de enero de 2010, un somalí de 28 años armado con un hacha y un cuchillo penetró en la casa de Kurt Westergaard, el dibujante que caricaturizó a Mahoma con una bomba en el turbante. Por suerte, el terrorista fue detenido y el dibujante se encuentra, al menos de momento, a salvo.

La caricatura de Westergaard es, sin duda, el dibujo que más ha enardecido las ciegas pasiones religiosas de todos los que publicó el diario Jyllands Posten en septiembre de 2005. Desde entonces, el dibujante ha sido objeto de varios ataques y, junto a su mujer, ha tenido que cambiar de domicilio repetidas veces. El terror, pues, ha traspasado la “cuarta pared” de la viñeta para instalarse con excluyente protagonismo en la vida de este humorista gráfico. 

La manida sentencia “la realidad supera a la ficción” parece cumplirse con siniestra eficacia en el caso de la caricatura de Westergaard. Cualquier invención, por terrorífica u horrorosa que sea, jamás podrá competir con esa azarosa realidad que representa con extraordinaria contundencia una turbamulta de ciegos islamistas soliviantados por una interesada campaña de agitación integrista.

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Viñeta realizada por el autor del presente documento

En su excelente ensayo "La génesis del miedo. Elementos de horror y terror en la historieta española hasta 1960" (Tebeosfera, 20-XI-2009), Javier Alcázar aborda la disyuntiva semántica entre “terror” y “horror” para clasificar de manera conveniente las historietas según los elementos que las constituyan, aceptando la distinción que de los dos términos hace la cultura anglosajona, según la cual “terror” es el miedo enorme ante una circunstancia dada, y “horror”, el que se da cuando el hecho que lo provoca es sobrenatural, ajeno a lo humano. A pesar de que sus virtuales verdugos salidos directamente de la caricatura pudieran parecer ogros, demonios o cualquier otro tipo de monstruosa creación fantástica, parece claro, por tanto, que la trágica realidad de Kurt Westergaard, si quisiéramos aplicarle estos postulados taxonómicos, por así decir, pertenecería al ámbito del terror y no al del horror; por más que esta diferenciación pudiera parecerle baladí, naturalmente, al dibujante danés amenazado de muerte. Y, ciertamente, más allá de las definiciones para encuadrar la situación que vive Kurt Westergaard, lo verdaderamente relevante es que con un simple dibujo, una certera caricatura con la que se pretendía criticar al terrorismo islamista, se ha invertido el orden normal de la dicotomía realidad-ficción. Como escrito por un demente epígono de Lewis Carroll, la ficción terrorista representada por Westergaard ha saltado al otro lado del espejo deformante de la caricatura para alojarse con impertinente y asesina contumacia en su realidad diaria. Parafraseando el acertado título del apartado que dedica Javier Alcázar a las historietas durante la Guerra Civil Española en el ensayo citado: “1936-1939: cuando el terror cotidiano desborda a la ficción”, en la vida de Kurt Westergaard el terrorismo cotidiano ha desbordado a la ficción.  

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El "Dios Cristiano" echándose un pulso con Alá, para el tomo ¡Dios Mio! Guerra de Civilizaciones. Por J.L. Martín, editado por El Jueves.

Es cierto que la caricatura periodística no crea ficciones sino que interpreta la realidad. Como también es cierto que no participa del género del horror, pues su objetivo es diametralmente opuesto, es decir, a través de la parodia busca una reacción festiva, ya sea reflexiva y crítica o tan sólo divertida. La caricatura no pretende causar miedo a pesar de que el personaje representado sea pavoroso, como es el caso del estereotipo de terrorista dibujado por Westergaard. El miedo lo ha de causar necesariamente la espantosa realidad que la caricatura retrata.

La caricatura es un efectivo y necesario medio para desactivar la carga de terror que la realidad inflige; una válvula de escape a la que se recurre para desahogar de la tensión que provoca la actualidad. De hecho, la decisión de publicar dibujos sobre Mahoma en el diario Jyllands Posten respondía a una necesidad de debatir la autocensura que algunos artistas y críticos daneses ejercían motivados por el miedo a represalias de grupos islamistas afincados en Dinamarca. Se utilizaba pues el recurso del humor para luchar contra el miedo. 

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A diferencia de lo que ocurre en la historieta temática de horror, que pretende asustar a un lector que goza de cierto placer estético en sentir miedo con unas historias imaginarias, la caricatura procura todo lo contrario: desdramatizar el terror de la realidad. El lector de una historieta de horror siente miedo leyéndola en la seguridad de que al cerrar el cómic esos peligros con los que ha disfrutado sintiendo miedo desaparecen, se esfuman. Sin embargo, cuando se observa la caricatura que representa una realidad espeluznante como es la del fundamentalismo islamista, la realidad queda por un momento suspendida, paralizada por efecto de la comicidad inherente al dibujo, mientras el lector ríe o tan sólo sonríe o, simplemente, reflexiona. La caricatura no puede dar miedo. La realidad sí. Y esta terrible realidad en la que un orate con anteojeras espoleado por el fanatismo integrista se cuela en la casa de un dibujante para matarlo por realizar una caricatura, realmente lo da. Un buen argumento, desgraciadamente, para hacer una historieta digna del mejor Robert E. Howard. 

Algunos sectores han pretendido englobar lo que se ha llamado “Crisis de las caricaturas” dentro de un supuesto “Choque de Civilizaciones”. Al observar la angustiosa realidad en la que está inmerso el dibujante Kurt Westergaard, este artificial concepto en el que sin duda subyace el miedo, es decir, el triunfo del terror como arma para aherrojar la libertad de expresión, se antoja cuando menos ingenuo. El asesinato es incompatible con la civilización. Existen muchas culturas, pero civilización sólo puede existir una. Lo demás es barbarie. En su conferencia titulada "Sátira, intromisión y transgresión. El humor como atentado gráfico" (impartida en mayo de 2007 en unas jornadas de estudio del humor que organizó la Universidad de Sevilla y publicada por la editorial Padilla en el volumen Morfología del humor II. Fabricantes), Manuel Barrero analiza con rigor esta cuestión:

«Varios diarios trataron la crisis de las viñetas como un ejemplo del llamado Choque de Civilizaciones (en oposición a la Alianza de Civilizaciones puesta en marcha por la coalición de presidentes Zapatero/Erdogan en noviembre de 2005), ya que entendían que la crisis implicaba un choque de culturas. Si nos ceñimos a las imágenes que iniciaron la discordia, antes que eso deberíamos hablar de un choque de conceptos, el del venerable derecho a expresarse libremente contra la inmarcesible imagen del profeta de Alá. Pero estos son aspectos arbitrarios, uno relacionado con la religión y otro con la libertad democrática, que difícilmente pueden conciliarse para efectuar cualquier tipo de razonamiento. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reza:

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

»Este derecho es uno de los pilares del sistema democrático occidental y no cabe la opción de crear colectividades con derechos especiales o superiores superpuestos al derecho de crítica. O sea, la sátira constituye un derecho de la cultura occidental que se define como eminentemente laica y que, por eso mismo, no puede ni debe someterse a la injerencia de quienes manejan dogmas sobre la base de la interpretación de un texto críptico escrito hace 2.000 años, sea éste la Biblia, la Torah, el Corán o cualquier otro.

»Es cierto que también los cuerpos legales previenen el derecho al honor, a la propia imagen y al respeto de las creencias religiosas, pero la sátira no consiste en pisotear esos derechos, sino en poner en solfa la dimensión social o política que las figuras públicas, incluyéndose las religiosas, desempeñan en la sociedad». (pp. 61 y 62).
 

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 A la vista de esta insufrible irracionalidad con la que se pretende por medio del terror someter las conciencias a una ideología religiosa al modo en que Procusto ajustaba los cuerpos de sus invitados a la cama en la que los hacía dormir (ora cortándoles partes del cuerpo si éstas sobresalían, ora estirándolos con crueldad si eran pequeños hasta que quedaran convenientemente acomodados), sorprende el clamoroso silencio, cuando no taxativo desprecio a los dibujantes daneses por una parte importante de los medios europeos.

En España, la brecha ideológica que mantiene a los medios de comunicación miserablemente atrincherados en una sempiterna guerra civil de papel, ha tenido fiel reflejo en las posturas de sus editorialistas gráficos. Mientras los imanes integristas arengaban a una muchedumbre de musulmanes enfurecidos por unas caricaturas que ni siquiera habían visto, como polarizados por otros imanes igualmente intransigentes los dibujantes se orientaban cada cual en la dirección conveniente magnetizados por el férreo polo del sectarismo impuesto por sus respectivos medios. Un caso paradigmático resultó ser la viñeta publicada por Forges en el diario El País (periódico que decidió no mostrar los dibujos de Mahoma pese a ser noticia de primer orden), el día 10 de febrero de 2006 en la que, con infantil demagogia, el célebre humorista español dibujó una enorme mancha negra que representaba la información sobre las llamadas “caricaturas de Mahoma” («Océano de tinta y bites por las caricaturas»), a la que hacía contrastar con unos escasos puntitos apenas visibles que simbolizaban la exigua información dada sobre el hambre en el mundo, el maltrato a las mujeres y otros asuntos igualmente dramáticos. Tristemente desconcertante resultaba esta crítica hacia la información de un tema de innegable interés periodístico viniendo, además, de un autor que no duda en distraer su respetada mirada de esos problemas realmente acuciantes para dedicarla en numerosas ocasiones a un costumbrismo tan gracioso como ramplón, por ejemplo. Esta especie de enmascarada deserción de la función crítica del dibujante parecía responder más a una impostura política que a una verdadera motivación moral del autor. Sus declaraciones al respecto en una entrevista realizada en diciembre de 2008 para Tebeosfera evidencian esta certeza. Al ser interpelado sobre su supuesto desagrado por las caricaturas, Forges contestó lo siguiente: «Lo de las caricaturas no fue el motivo de mi disgusto; lo que me molestó es que una publicación europea de ultraderecha empleara la excusa de los dibujos para azuzar más aún a los integristas musulmanes, y en cierta forma darles la razón ante sus huestes de fanáticos». Esta llamativa motivación para repudiar a los caricaturistas daneses deslegitimando sus obras con la arbitraria descalificación de “ultraderechista” aplicada a la publicación que les dio cobijo ha servido de simplón comodín con el que algunos medios y dibujantes autodenominados “de izquierdas” justifican su oposición a los dibujantes daneses. Curiosamente, los mismos que se manifiestan con solidaria intrepidez para defender la portada sicalíptica que el semanario El Jueves dedicó a los príncipes; lucha con un alto grado de compromiso por la libertad de expresión, y, de camino, menos peligrosa, tratándose de la familia real en la España democrática, que la defensa de unos dibujos fachas anatematizados por la furia de Alá. Pero ya nos decía don Quijote que uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos.


La viñeta de Forges publicada en El País el día 10-II-2006.

Tras el último intento de asesinato de Westergaard las reacciones por parte de los dibujantes españoles han sido prácticamente inexistentes, como si de pronto todos se hubiesen convertido en personajes de Herman Melville y emularan a Bartleby, aquel escribiente que no hace ni dice nada y que por toda contestación cuando se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo responde siempre lo mismo: "Preferiría no hacerlo". (Esta fue, sin duda, la medrosa posición adoptada por la revista El Jueves en la famosa portada que dedicaron al asunto de los dibujos de Mahoma en 2006: «Íbamos a dibujar a Mahoma… ¡Pero nos hemos cagao!»).

Parece, pues, que finalmente la postura que preconizaba Forges en su viñeta ha triunfado y la mayoría de humoristas españoles están dedicando sus valientes dibujos al hambre en el mundo mientras Kurt Westergaard, ese peligroso dibujante de extrema derecha que ha destruido junto a sus compañeros del Jyllands Posten la Alianza de Civilizaciones, anda de un lado para otro cumpliendo una penitencia inexcusable para purgar sus pecados contra la buena armonía del universo. 

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La citada portada de El Jueves en la que la mascota de la revista aparece "borrando" una supuesta caricatura de Mahoma
En un capítulo de Los hermanos Karamázov, en el desarrollo de una discusión en una taberna, el racionalista y ateo Iván Karamázov proponía a su hermano el novicio Aliosha una hipótesis inquietante con la que pretendía demostrarle sus motivaciones para rechazar a Dios. Le pedía al hermano que tratara de imaginarse que él mismo era el arquitecto del edificio del destino humano con el propósito último de hacer feliz al hombre, de proporcionarle al fin la paz y sosiego; mas para lograrlo le era absolutamente necesario e inevitable torturar a una niña inocente. Después le exhortaba a que respondiera si estaría de acuerdo en ser el arquitecto en esas condiciones. A la luz de críticas como las de un creador de opinión tan importante como Forges o la “prudente” actitud de un medio tan poderoso como El Jueves, tan felices ambos en su próspero mundo de éxito y “paz”; de armónica convivencia con los poderes democráticos con los que lidian en un combate incruento, felizmente democrático (a pesar de la desproporcionada retirada de ejemplares por orden de un juez y el posterior juicio por la conocida portada de los príncipes, que se saldó, por cierto, con un espectacular aumento en la tirada de la revista); a esa luz, se decía, quizás cobre sentido plantearse de una manera simbólica la turbadora posibilidad expuesta por Iván Karamázov consistente en sacrificar a un inocente para conseguir la paz. Tal vez Kurt Westergaard debiera entregarse a las hordas fundamentalistas para propiciar, al fin, paz y sosiego en el dichoso mundo de los comprometidos dibujantes que tanto hacen por la libertad de expresión desde sus cómodas tribunas sin necesidad de que ningún “ultraderechista” danés con ínfulas venga a ponerlos en incómodas tesituras…

Esta hipótesis, qué duda cabe, si no diera terror, daría risa.

Creación de la ficha (2010): José Luis Castro Lombilla. Con edición de Rafael Ruiz
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LOMBILLA (2010): "La cimitarra de Damocles. El terror al otro lado de las viñetas", en Tebeosfera, segunda época , 5 (1-II-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 12/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_cimitarra_de_damocles._el_terror_al_otro_lado_de_las_vinetas.html